18/12/2020

Miguel Delibes: "Viejas historias de Castilla la Vieja"; análisis y propuesta didáctica

León (XI-2020) © SVM


Miguel Delibes - “Viejas historias de Castilla la Vieja” (1964)


  1. ANÁLISIS

  1. Resumen

 

I — El pueblo en la cara

Isidoro se dispone a contar su vida. Hace cuarenta y ocho años que deja el pueblo y se va Iberoamérica, por Bilbao, en teoría a trabajar al Canal de Panamá, en construcción; no le gusta trabajo tan pesado; se desempeña con las radios y le va bien. Es de un pueblo de Castilla; su padre lo envía a la ciudad a estudiar el bachillerato, “en el año cinco” (acaso, 1905). Los compañeros de colegio se ríen de él y lo tildan de pueblerino. Un profesor le espeta delante de todos que lleva el pueblo escrito en la cara. Le duele; al principio, trata de diluirse entre los demás y no llamar la atención. En el pueblo lo califican de “señoritingo”. Cuando marcha, se encuentra con Aniano, el carretero o cosario; se despiden amablemente; afirma que no sabe ni a dónde va ni cuándo regresará.

II — Aniano, el Cosario

Camina con Aniano a coger el coche de línea, a la carretera, algo lejos, en Pozal de la Culebra. Contempla su pueblo a lo lejos, y le gusta: la iglesia, los palomares, el arroyo, los tesos calcinados; le gusta. De su padre, también llamado Isidoro, no se despide porque lo desnaturaliza por marchar; su madre había muerto años antes; se despide de las dos hermanas mellizas; a Clara le falta un ojo. El pueblo próximo más grande es Pozal de la Culebra.

III — Las nueces, el autillo y el abejaruco

Llega la luz eléctrica al pueblo. Pasa por encima de la nogala de la tía Bibiana; deja de comer sus nueces porque dicen que tienen electricidad. De nicho, apedreaban al autillo, de noche, cuando se posaba en la nogla. Le gustaba contemplar los abejarucos, con sus colores vivos. Don Justo del Espíritu Santo, el cura del pueblo, los comparaba con los arcángeles.

IV — La Pimpollada del páramo

Con catorce años, su padre lo sube al páramo, inmenso, desolado y estéril, solo atravesado por los postes de la luz que vienen de Navalejos. En el páramo plantaron pinos y cipreses, pero se secaron casi todos; pensaban que atraía la lluvia; en una zona donde algunos lograron sobrevivir le llaman La Pimpollada, “un poco fatuamente”. Le confiesa a su padre que no quiere estudiar, ni trabajar en el campo. Le da una buena zurra y lo ata a la cadena del perro dos días, sin comer ni beber, para que aprenda.

V — Los hermanos Hernando

El páramo de Lahoces tiene un cerro en el medio, y hay que bordearlo. Pertenece a los hermanos Hernando (son tres, el mayor se llama Hernando Hernando; lleva el bar del pueblo). Siembran trigo y recogen una cosecha descomunal. Guardan el secreto la fórmula de sus buenas cosechas. Silos, el pastor, roba los huevos de la perdiz. Antonio, el cazador, lo lleva mal porque lo deja sin perdices. Una vez Silos lleva doce huevos al bar de Hernando Hernando y manda hacer una tortilla. Antonio se la tira al aire; luego la come desde el suelo sin tocarla, como un perro. Protesta porque Antonio lo deja sin perdices que ponen huevos, pero él no puede coger los huevos porque no hay perdices para el otro.

VI — El teso macho de Fuentetoba

La tía Marcelina es de Fuentetoba, un pueblo a cuatro leguas del suyo; son iguales, excepto en un teso arisco y puntiagudo no de piedra calcárea, sino de otra mollar y blanda como el queso. La tía Marcelina es solterona, vive sola y tiene buen pasar; “en el año once cumplió noventa y dos”. Tiene un abejaruco disecado y una culebra que al narrador le gustan muchísimo. Isidoro padre la cuida porque piensa heredar, pero lo deja todo a las monjas de Pino. El padre se sube por las paredes, pero no puede hacer nada. El narrador se queda sin abejaruco ni culebra.

VII — Las cangrejadas de San Vito

El arroyo Moradillo nace en la Fuente de la Salud, discurre por la chopera, que en mi pueblo llamamos los Encapuchados, y se lanza luego perezosamente entre dos murallas de carrizos y espadañas camino de Malpartida. Poco más allá tengo entendido que vierte en el arroyo Aceitero; las aguas de éste van a desembocar en las del Sequillo, cerca de Bellver de los Montes; las del Sequillo engrasan después las del Valderaduey, y las del Valderaduey, por último, se juntan con las del Duero justamente en la capital.

Se entiende que esa capital es Zamora. El pueblo se sitúa, seguramente, en la provincia de Valladolid, por donde discurre el río Sequillo casi en su totalidad. En San Vito las familias iban al arroyo Moradillo a pescar cangrejos, con retel o de otra manera. Luego los cocinaban y cada familia los comía. Los niños hacían pitos de las patas huecas. Isidoro padre empinaba el codo más de la cuenta y la cosa acababa mal. El clarete de Marchamalo es muy traicionero.

VIII — La Sisinia, mártir de la pureza

Sisinia, una chica de veintidós años, hija del Telesforo y la Herculana, es asesinada por un gañán abulense por no acceder a sus deseos carnales. Esto fue en el año nueve; el jornalero lo trajo don Benjamín para la cosecha de agosto. Don Justo hizo y plantó una cruz de madera en el lugar del crimen. Crecieron unas flores y el cura, don Justo, lo tiene por milagro, aunque le advirtieron que eran las propias del lugar, pero él no lo cree. La cruz era visitada por propios y extraños para pedir favores a Sisinia. Don Justo crea una Junta pro beatificación de la muchacha; está todo el pueblo excepto don Armando y el tío Tadeo. Da el nombre de su pueblo, Rolliza del Arroyo.

IX — Las murallas de Ávila

En la hoja de favores recibidos por intercesión de Sisinia, la gente del pueblo agradece haber logrado algo de dinero para comprar ocho tejas para un palomar, encontrar un hierro para el arado, sanar de una noche de molestias estomacales, etc. daban diez céntimos de donativo. Pero don Justo buscaba un milagro sonado que diera aire a la beatificación. Un día recibe un donativo de veinticinco pesetas, procedentes de Ávila, en diciembre del año doce. Don Justo va a allá y se entera; doña María encomendó su loro a Sisinia la mártir, y el animal volvió a hablar, después de quedar desahuciado. Desde entonces, don Justo comparaba todo lo bueno y noble con las murallas de Ávila; la gente adoptó el dicho, aunque nadie conocía Ávila.

X — Los nublados de Virgen a Virgen

En el año catorce, que es cuando el narrador, Isidoro hijo, se va del pueblo, de Virgen a Virgen, se cuentan veintiséis tormentas. Son muchas. En una de esas, un rayo le cae a Marcelino padre, que viene con su mula del Pozal de las Culebras. La mula queda carbonizada donde los chopos de los Enamorados; él sale vivo, pero chamuscado. La tía Marcelina dice que se salva por el trisagio que ella reza en ese momento; la vela se ha caído con el chasquido del rayo; la guarda como una reliquia, al lado del abejaruco y la culebra.

XI — A la sombra de los Enamorados

En los chopos de los Enamorados los chicos llevan a las chicas; es como proponer matrimonio; ellas contestan sí o no. Alguna sale preñada, pero don Justo celebra boda y bautizo sin problema. Su tía Marcelina insiste en que debe cortejar a la Rosa Mari porque es hacendosa y mujer de su casa. La lleva a los chopos dos veces, pero ya hay otras parejas. Iban hasta el majuelo y casi no hablan; espantan mosquitos. Cuando marcha del pueblo, el recuerdo de ella no se lo impide para nada. Habla de ahorrar pesos y plata, luego estuvo en Iberoamérica.

XII — El matacán del majuelo

Un matacán, una liebre resabiada, de años, lista, burla a los perros y a los cazadores. Encama en el majuelo del tío Saturio. Don Benjamín coge su galdo de Arabia y su caballo Hunter inglés y, con todo el pueblo tras él, va a cazarla, pero la liebre se escapa porque es lista. Al fin, entre don Benjamín, el Ponciano, el Antonio y los hermanos Hernando organizan una trampa y la matan a escopetazos. La guisan y no la pueden comer porque el sabor es fortísimo y desagradable.

XIII — Un chusco para cada castellano

 

Conforme lo dicho, las tierras de mi pueblo quedan circunscritas por las de Pozal de la Culebra, Navalejos, Villalube del Pan, Fuentetoba, Malpartida y Molacegos del Trigo. Pozal de la Culebra es la cabeza y allí está el Juzgado, el Registro, la Notaría y la Farmacia. Pero sus tierras no por ello son mejores que las nuestras y el trigo y la cebada hay que sudarles al igual que por aquí. Los tesos, sin embargo, nada tienen que ver con la división administrativa, porque los tesos, como los forúnculos, brotan donde les place y no queda otro remedio que aceptarlos donde están y como son. Y de eso —de tesos— no andamos mal en mi pueblo, pues aparte el páramo de Lahoces, tenemos el Cerro Fortuna, el Otero del Cristo, la Lanzadera, el Cueto Pintao y la Mesa de los Muertos. Este de la Mesa de los Muertos también tiene sus particularidades y su leyenda. Pero iba a hablar de las tierras de mi pueblo que se dominan, como desde un mirador, desde el Cerro Fortuna. Bien mirado, la vista desde allí es como el mar, un mar gris y violáceo en invierno, un mar verde en primavera, un mar amarillo en verano y un mar ocre en otoño, pero siempre un mar. Y de ese mar, mal que bien, comíamos todos en mi pueblo. Padre decía a menudo: «Castilla no da un chusco para cada castellano», pero en casa comíamos más de un chusco y yo, la verdad por delante, jamás me pregunté, hasta que no me vi allá, quién quedaría sin chusco en mi pueblo. Y no es que Padre fuese rico, pero ya se sabe que el tuerto es el rey en el país de los ciegos y Padre tenía voto de compromisario por aquello de la contribución.

 

Las argayas del cereal de su pueblo son peligrosas y advierten a los niños. Algunos quedan tuertos. El cielo es muy caprichoso y todo depende de él; o frío en verano, o calor en invierno, o tormentas cuando no deben, o mucha agua en la época de la trilla. La gente trabaja la tierra con ahínco, pero miran al cielo más que a la tierra. Alcaravanes, cuervos y avutardas campan a sus anchas en determinadas épocas del año; es campo abierto y no se dejan sorprender.

XIV — Grajos y avutardas

Los grajos y las avutardas comen la sementera. Los cuervos son mal asunto. Olimpio dice que ve cómo unos grajos, en tribunal, juzgan a otro; al final, lo matan a picotazos; lo toman por fantasioso, pero el narrador luego lo contado en un libro de Hyatt Verrill, y ya duda. Las avutardas son desconfiadas y pronto huyen. Las matan desde las mulas, porque no desconfían. El padre del narrador mata una de seis kilos. El Valentín mata otra de trece kilos; duda si disecarla o comerla con los vecinos. Al fin, se decide por comerla, pero cuando la van a cocinar, el animal ya está podrido. 

XV — Las Piedras Negras

Hay un lugar en el pueblo con piedras negras, lo que es muy raro en su pueblo. El narrador tiene un tío cura, don Remigio (tiene un tic en una pierna y ha de moverla casi sin parar porque le dan calambres); va al pueblo a casar a Emérita, prima del narrador, con el veterinario de Malpartida. El narrador, con dieciséis años, espera la vocación y la llamada, pero su tío le dice que sea paciente. Su tío Remigio le cuenta cómo decide hacerse cura. Va con Patrocinio a cazar perdices con reclamo. Se acerca un macho a la jaula de la hembra, pero no puede disparar; lo hace Patrocinio y mata al macho. Remigio considera que lo mejor con las mujeres es poner “pared por medio”, para que las mujeres no lo dominen. Remigio es compañero de seminario, en Valladolid, de don Justo.

XVI — La Mesa de los Muertos

Es un teso escarpado, con seis metros verticales de desnivel. El tío Tadeo le pide a don Armando, el alcalde librepensador, que se lo deje cultivar; le regala la tierra. Una tradición local dice que el lo haga, morirá. El tío Tadeo no cree en ello. Monta una pluma para izar las caballerías. Obtiene una cosecha fabulosa, y así unos cuantos años, cosa rara en su pueblo, pues es tierra pobre y pide año y vez, y es necesario hacer barbecho. Don Justo no se mete en el asunto. La Esperanza, la mujer del tío Tadeo tiene muchos nervios porque piensa que el marido se le muere, pero no es así.

XVII — El regreso

Vuelve al pueblo, tras cuarenta y ocho años, coge un avión, el tren y un coche de línea. Se encuentra al Aniano y le dice las mismas palabras: “Voy a la capital. ¿Te se ofrece algo?”. Ve una yunta (“huebra”) y le pregunta a uno que iba a su paso si es el Hernando; le dice que es su nieto. Toda la orografía sigue allí, y las casas, tal cual las deja a su marcha. Lo emociona todo ello. Entra en casa y encuentra a sus hermanas, las Mellizas, durmiendo en la cama de hierro, como cuando las deja. Le da un beso a la Clara, que se despierta. Se ríen del reencuentro.

 

  1. Temas de la novela

Este relato, casi novela corta, plantea temas muy interesantes:

-La defensa de la vida rural frente a la urbana. Ofrece seguridad, tranquilidad y un estilo de vida bien conocido.

-Exaltación del mundo campesino castellano, sufrido en lo económico y limitado y tranquilo en lo social.

-Alabanza a los lazos establecidos entre el hombre y la tierra; son indisolubles y duran para toda la vida. Dan un horizonte de permanencia y solidez.

-Apología del modo de vida tradicional, enmarcado en el respeto al prójimo, a la naturaleza y a un tipo de vida sereno y sufrido, entre ritos religiosos y resignación ante los infortunios de la naturaleza, muy frecuentes.

 

  1. Apartados temáticos 

Esta novela es muy homogénea y compacta en su estructura externa. No existen apartados temáticos claramente discernibles. Su estructura es circular: comienza y acaba casi del mismo modo: la contemplación del pueblo desde una loma y el reconocimiento de las Mellizas, las hermanas del protagonista narrador. Los diecisiete capítulos o secciones desarrollan una anécdota, un asunto, casi un argumento, en favor de la vida en el pueblo. Es lógico que en el último asistamos al regreso al pueblo de Isidoro, tras una ausencia de casi medio siglo. 

 

  1. Personajes

-Isidoro: es el protagonista. Lo conocemos de muchacho en la primera década del siglo XX. Debió de nacer justo al inicio del siglo. Es un muchacho algo distinto a los demás: no quiere estudiar, ni trabajar en el campo. Ante los correctivos de su padre (una buena tunda y dos días encadenado en lugar del perro Coqui), opta por abandonar el pueblo. Se va a la emigración, a Iberoamérica. Vuelve cuarenta y ocho años después. Es un hombre tranquilo, observador y con algo de retranca. No pierde su buen humor incluso en momentos embarazosos o desagradables.

-El resto de los personajes comparten un protagonismo compartido. Ahí están Aniano, el Cosario, don Justo, el cura del pueblo, los padres de Isidoro, sus hermanas, las Mellizas, la tía Marcelina, don Remigio, los hermanos Hernando, etc. Son “el prójimo”, los vecinos del pueblo, pero individualizados, con sus rasgos físicos y morales propios. El retablo es magnífico por su variedad y su autenticidad.

 

  1. Lugar y tiempo narrativos

La acción ocurre, principalmente, en el pueblo de Isidoro, Rolliza del Arroyo. Es un pueblo castellano, seguramente de Tierra de Campos, pues el arroyo es afluente de otro afluente del río Sequillo; con su humilde caudal, atraviesa la Tierra de Campos, de norte a sur, casi en paralelo con el río Valderaduey, al que entrega sus aguas. Rolliza bien puede ubicarse en la provincia de Valladolid, por donde discurre casi en su totalidad el río Sequillo. Es una novela exterior, pues todo pasa de puertas afuera de la casa; el pueblo y sus paisajes campesinos predomina completamente, hasta casi ser el protagonista.

El tiempo de la escritura se sitúa, aproximadamente, en los años previos a 1964, fecha de la primera edición. El tiempo de la acción narrada coincide con el de la escritura. Isidoro cuenta su vida consciente, es decir, desde los cinco o seis años en adelante; cita “el año cinco” como primera fecha inicial. Eso significa que Isidoro nace hacia 1900. Como se va a los dieciocho años, aproximadamente, y vuelve cuarenta y ocho años después, a la emigración, estamos en 1964, fecha final. La duración de la acción es de medio siglo, más o menos. 

 

  1. Figura del narrador

El relato lo cuenta su protagonista, Isidoro. Es, pues, un narrador en primera persona. En cierto modo, podemos hablar de autobiografía, pues cuenta su vida en cuanto depende del ambiente y del modo de vida de su pueblo. Sin embargo, el texto posee una dimensión colectiva, coral, muy relevante. Isidoro se siente como una más del pueblo; observa y narra, pero no se siente protagonista, o solo en cuanto a su desengaño de la vida urbana o alejada de su pueblo y, desengañado, vuelta a él para sentirse más feliz.

 

  1. Notas estilísticas

Delibes es un auténtico maestro en el manejo de la lengua española. Recrea el español rural castellano con una pureza y propiedad asombrosas. El texto es bellísimo por la recreación de la vida campesina castellana. Aunque está algo idealizada (solo un poco, pues los aspectos más crudos no quedan apartados: la afición al vino de Isidoro padre, la tunda que le propina a su Isidoro hijo por no querer trabajar en el campo, etc.), el cuadro general es realista, sugerente y, seguramente lo más importante, auténtico. 

El ritmo de la novela es excelente por su fluidez, su fondo de verdad y de belleza, dentro de la áspera vida. El relato fluye con gran naturalidad y crea una belleza poética asombrosa. La selección léxica es impresionante; la propiedad y acierto en el manejo del léxico, tradicional y moderno, contribuye decisivamente en la creación de una realidad novelesca autónoma. Lo que parece un mero anecdotario se transforma en un canto bello y conmovedor de la vida campesina castellana en la primera mitad del siglo XX, en su humilde pobreza y su discreto pasar, con sus ritos y manías, con su milagrería

 

  1. Contextualización

Miguel Delibes Setién (Valladolid, 1920 - 2010) es un formidable novelista de la posguerra española. Dueño de un estilo propio, logró que el rural castellano, la gente humilde y sencilla, pasara a primer plano narrativo. Novelas como El camino (1950), Viejas historias de Castilla la Vieja, la novela que ahora analizamos, Las ratas, etc. son ejemplo de este tipo de narrativa. También la ciudad provinciana, en este caso con una crítica muy dura a la burguesía acomodaticia, egoísta y avulgarada, forma parte de su arco novelístico. El príncipe destronado, Cinco horas con Mario y La hoja roja son algunos ejemplos de este tipo de relato. Su última obra, El hereje es una novela histórica de gran aliento y significación; recrea los tristes episodios en torno al auto de fe de Valladolid, contra los luteranos, en 1559.

 

  1. Interpretación y valoración

Viejas historias de Castilla la Vieja es una novela divertida, pero al mismo tiempo, grave y densa. La articulación del texto es magistral y muy feliz. La ambientación, simplemente, excelente. Sus pequeñas dimensiones hacen de la lectura una inmersión estética de gran calado. Lo que parece un anecdotario, se transforma en una severa reflexión sobre el presente y el futuro de la vida rural castellana. Delibes crea un relato lleno de vida y verdad. El detallismo toponímico contribuye mucho a la verosimilitud de fondo. Contrasta, sin embargo, con la vaguedad cronológica, pues el texto va y viene por la primera mitad del siglo XX con libertad. Este texto se asemeja a La Odisea, del griego Ulises (S. VIII a. C.) porque ambos recogen el regreso al hogar tras una larga ausencia. Frente a la épica clásica, aquí tenemos la ternura de lo vulgar cotidiano; ninguno es superior al otro.

El manejo de la lengua española es magistral. La propiedad y exactitud en el uso del lenguaje y el acierto en el manejo de las herramientas retóricas son valores importantes en el haber de esta novela. Los diálogos son muy verosímiles, exactos, tendentes a la sobriedad y cierto laconismo expresivo.

La lectura de este texto no deja indiferente al lector, pues lo somete a una reflexión importante sobre la vida rural, su presente y su sombrío futuro. En conjunto, estamos ante una maravillosa novela corta, llena de verdad y de vida, como se espera de un magnífico texto literario. Este humilde y hermoso relato está entre lo más bello que ha salido de la pluma de Miguel Delibes.

 


2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).


2.1. Comprensión lectora 

1) Resume el contenido de la novela (150 palabras, aproximadamente). 

2) Señala su tema principal y los secundarios. 

3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido. 

4) Analiza los personajes, tanto ricos como pobres.

5) ¿Qué tono tiene la novela: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario? 

6) Señala el lugar y el tiempo en el que transcurre la acción narrativa. 

7) Observa y señala las características del narrador.

8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. 

9) Indica las características de un texto autobiográfico, tal y como se aprecian en el relato.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico 

1) ¿Podemos decir que Isidoro tuvo suerte en la vida? 

2) Analiza la personalidad de Isidoro. ¿Es la típica del campesino castellano de su tiempo? 

3) ¿Cómo son las relaciones de Isidoro con su padre y sus hermanas? ¿Qué sentido le podemos atribuir a ese hecho?

4) ¿De qué se desengaña Isidoro en su medio siglo de vida fuera de su pueblo? 

5) ¿Qué simboliza Aniano, el Cosario? 

6) ¿Qué significación se encierra en el final de la  novela con el reencuentro con sus hermanas?  

7) Isidoro, al final de la novela, ríe mucho. ¿Por qué? ¿Qué alcance simbólico se le puede atribuir a esa manifestación de alegría?

2.3. Fomento de la creatividad

1) Elabora un texto literario, en prosa, en verso, o en forma dramática, que recree el regreso de un personaje a su antiguo modo de vida. Puedes imprimir un ritmo coloquial y familiar, como ha realizado Miguel Delibes.

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el novelista Miguel Delibes a propósito de su poema y de su vida. 

3) Realiza una exposición sobre Miguel Delibes, su narrativa y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc. 

4) Aporta o crea imágenes del momento en que alguien regresa a su hogar, a su punto de origen, tras una larga ausencia. Puedes imprimir un tono humorístico y profundo, tierno y humano, siguiendo el ejemplo de Miguel Delibes.

 

2.4. Comentario de texto específico


II — Aniano, el Cosario 


El día que me largué, las Mellizas dormían juntas en la vieja cama de hierro y, al besarlas en la frente, la Clara, que sólo dormía con un ojo y me miraba con el otro, azul, patéticamente inmóvil, rebulló y los muelles chirriaron, como si también quisieran despedirme. A Padre no le dije nada, ni hice por verle, porque me había advertido: «Si te marchas, hazte la idea de que no me has conocido». Y yo me hice la idea desde el principio y amén. Y después de toparme con el Aniano, bajo el chopo del Elicio, tomé el camino de Pozal de la Culebra, con el hato al hombro y charlando con el Cosario de cosas insustanciales, porque en mi pueblo no se da demasiada importancia a las cosas y si uno se va, ya volverá; si uno enferma, ya sanará; y si no sana, que se muera y que le entierren. Después de todo, el pueblo permanece y algo queda de uno agarrado a los cuetos, los chopos y los rastrojos. En las ciudades se muere uno del todo; en los pueblos, no; y la carne y los huesos de uno se hacen tierra, y si los trigos y las cebadas, los cuervos y las urracas medran y se reproducen es porque uno les dio su sangre y su calor y nada más. El Aniano y yo íbamos por el camino y yo le dije al Aniano: «¿Tienes buena hora?». Y él miró para el sol, entrecerrando los ojos, y me dijo: «Aún no dio la media». Yo me irrité un poco: «Para llegar al coche no te fíes del sol». dije. Y él me dijo: «Si es por eso no te preocupes. Orestes sabe que voy y el coche no arranca sin el Aniano». Algo me pesaba dentro y dejé de hablar. Las alondras apeonaban entre los montones de estiércol, en la tierra del tío Tadeo, buscando los terrones más gruesos para encaramarse a ellos, y en el recodo volaron muy juntas dos codornices. El Aniano dijo: «Si las agarra el Antonio»; mas el Antonio no podía agarrarlas sino con red, en primavera, porque por una codorniz no malgastaba un cartucho, pero no dije nada porque algo me pesaba dentro y ya empezaba a comprender que ser de pueblo en Castilla era una cosa importante. Y así que llegamos al atajo de la Viuda, me volví y vi el llano y el camino polvoriento zigzagueando por él y, a la izquierda, los tres almendros del Ponciano y, a la derecha, los tres almendros del Olimpio, y detrás de los rastrojos amarillos, el pueblo, con la chata torre de la iglesia en medio y las casitas de adobe, como polluelos, en derredor. Eran cuatro casas mal contadas pero era un pueblo, y a mano derecha, según se mira, aún divisaba el chopo del Elicio y el palomar de la tía Zenona y el bando de palomas, muy nutrido, sobrevolando la última curva del camino. Tras el pueblo se iniciaban los tesos como moles de ceniza, y al pie del Cerro Fortuna, como protegiéndole del matacabras, se alzaba el soto de los Encapuchados donde por San Vito, cuando era niño y Madre vivía, merendábamos los cangrejos que Padre sacaba del arroyo y una tortilla de escabeche. Recuerdo que Padre en aquellas meriendas empinaba la bota más de la cuenta y Madre decía: «Deja la bota, Isidoro; te puede hacer mal». Y él se enfadaba. Padre siempre se enfadaba con Madre, menos el día que murió y la vio tendida en el suelo entre cuatro hachones. Aquel día se arrancó a llorar y decía: «No hubo mujer más buena que ella». Luego se abrazó a las Mellizas y las dijo: «Sólo pido al Señor que os parezcáis a la difunta». Y las Mellizas, que eran muy niñas, se reían por lo bajo como dos tontas y se decían: «Fíjate cuánta gente viene hoy por casa». Sobre la piedra caliza del recodo se balanceaba una picaza y es lo último que vi del pueblo, porque Aniano, el Cosario, me voceó desde lo alto del teso: «¿Vienes o no vienes? Orestes aguarda, pero se cabrea si le retraso».

 

 

ACTIVIDADES DEL COMENTARIO DE TEXTO O EXÉGESIS TEXTUAL

 

1) Resume el texto recogiendo su contenido esencial (100 palabras aprox., equivalentes a 10 líneas); 2) Indica los temas tratados en breves enunciados sintéticos; 3) Señala los apartados temáticos o secciones de contenido; 4) Localiza el lugar y tiempo en el que transcurre la acción (no en poesía lírica); 5) Analiza la figura del narrador (no en poesía lírica, donde aparece un sujeto lírico), ni en teatro; 6) Describe los personajes (no en poesía lírica); 7) Analiza la métrica, la rima y señala la estrofa empleada (solo en poesía o teatro en verso); 8) Analiza cómo los recursos estilísticos crean significado (doce distintos, mínimo); 9) Contextualiza al autor y su obra según su entorno social, histórico, cultural y personal; 8) Interpreta y discierne la intención y sentido del texto; 9) Valora personalmente tu apreciación lectora; 10) Transforma el texto con un lenguaje y en un contexto actual manteniendo su esencia, o escribe un texto literario inspirado en el original (optativo).


17/12/2020

Miguel Delibes: "El hereje"; análisis y propuesta didáctica

Antiguo convento de San Francisco, Ourense (XII-2020) © SVM

 

Miguel Delibes - “El hereje” (1998)


  1. ANÁLISIS

  1. Resumen

Cipriano Salcedo nace en Valladolid el 30 de octubre de 1517, hijo de Bernardo Salcedo y de Catalina Bustamante; forman una familia acomodada y respetada. El matrimonio intenta en repetidas ocasiones procrear, durante ocho años, pero con resultado negativo; reciben la ayuda del doctor Almenara. Bernardo es negociante de lanas y le va muy bien. Le comunica la noticia del embarazo a su amigo y socio burgalés, Néstor Maluenda; este les regala una silla de partos; es un artilugio para facilitar el alumbramiento en casos difíciles. La madre fallece unos días después del parto por complicaciones añadidas. Los médicos no pueden hacer nada por ella. La entierran con solemnidad y boato, como corresponde a su clase social, adinerada y honrada. Bernardo busca y contrata una nodriza y aya, MInervina, una muchacha de quince años, amable y risueña. 

La muerte de Catalina afecta a Bernardo en forma de resentimiento contra su hijo, pues lo considera responsable de esa desgracia. Bernardo se abandona física y moralmente; no atiende su negocio, por lo que se resiente. No se cuida y entra en un estado de melancolía irritante. Desarrolla un terrible odio hacia su hijo; este, aún bebé, llora al oírlo subir la escalera para visitarlo. Bernardo se siente mejor con las visitas de su hermano Ignacio y su esposa; encuentra cierta delectación en su morbidez y la atención que despierta en los amigos y familiares.

Bernardo acompaña a su caravana de carrozas cargadas de lana hasta Burgos; es mercancía para la exportación. Se ve con su corresponsal, que lo consuela por su viudez. Le sugiere no descartar volver a enamorarse y casarse con otra mujer. De vuelta a su casa vallisoletana, se siente atraído por Minervina. Le propone a la joven que viva en su misma planta de la casa, dejando al niño arriba, pero ella se niega pretextando frío y otras incomodidades. Bernardo le abre su corazón a su hermano Ignacio, quien lo remite a un fraile, fray Hernando, para que lo aconseje. Se siente frustrado tras el rechazo de Minervina; decide buscarse una amante, pero las mujeres públicas están enfermas, principalmente de sífilis, por lo que las rechaza. Su amigo Manrique le da la dirección de una alcahueta. Esta le busca una joven guapa y virgen. Le paga una vivienda y la visita de vez en cuando. Un día, la pilla con un amante. Ahí comprende que ha sido burlado y se desentiende de las mujeres. 

Mantiene una relación de amistad con Minervina. El odio hacia su hijo se hace recíproco. Minervina le enseña algo de doctrina cristiana. Bernardo contrata a un preceptor, Álvaro Cabeza de Vaca, para que eduque al niño, cosa que hace al punto. Pronto advierten la viva inteligencia de Cipriano, pero su interés es alterno porque, entre otras cosas, la sombra de su padre lo cohíbe. El padre piensa que la presencia suave y dulce de Minervina es negativa para la educación de su hijo, así que decide internarlo, previo pago, en el Hospital de niños expósitos; piensa que le inculcarán disciplina y obediencia.

En el colegio aprende la dureza y miseria de la vida. Las inmoralidades de sus compañeros son constantes; desde la impiedad a la masturbación, recibe un baño de sórdida realidad de manos de niños turbios, violentos  y extraviados como El Corcel, Tito Alba, El Escriba, el Menino, el niño, el Obeso, el Rústico y muchos más. Sin embargo, aprende muchos saberes en las clases. Allí se entera de los movimientos reformistas cristianos dirigidos desde Europa central por el holandés Erasmo de Rotterdam y el alemán Martín Lutero. Se celebra una una junta de religiosos reformistas en su ciudad, lo que le atrae. Discute con sus amigos sobre este asunto, al igual que muchos de sus profesores.

Se propaga la peste por la ciudad. Cipriano y sus compañeros ayudan a los enfermos. Su tío Ignacio le comunica que su padre ha enfermado; él se retira a otro lugar para protegerse. Al poco, muere, al igual que algunos de sus compañeros de colegio. Pasa a vivir con su tío Ignacio y a estudiar Derecho en la universidad. Minervina se incorpora al servicio de la familia. Un día, se desata la pasión y Cipriano y Minervina se aman, lo que repiten regularmente. Los sorprende su tía y expulsa a la muchacha de su casa.

Finaliza sus estudios de Derecho, refuerza el negocio heredado de su padre y adquiere un alto estatus social, pues alcanza el título de doctor, pasando a ser hidalgo. Busca a Minervina, pero no la encuentra. Visita Burgos y conferencia con el hijo de Maluenda, pero este no es hábil en el negocio. De vuelta a casa, inicia un negocio de zamarros (pelliza o abrigo, de piel o lana), los “zamarros de Cipriano”; obtiene buenos réditos. Necesita lana y entra en tratos don Segundo Centeno, poseedor de un gran rebaño de ovejas. Conoce a su hija, Teodomira, y se enamora de ella; la conocen como “la reina del Páramo”; es hábil esquiladora. Pasean y charlan juntos, afianzando una relación amorosa tímida. La relación avanza y se casan un verano, en la iglesia de Peñaflor.

Busca vivir su cristianismo con más autenticidad e intensidad; a su alrededor ve una religión superficial, ritual y poco edificante con el ejemplo de los clérigos avariciosos y libidinosos. Conoce al doctor Agustín Cazalla, clérigo erasmista, y a uno de los hermanos (eran tres); le prestan libros de Erasmo y los lee con devoción; le explica la renovación religiosa que difunde Erasmo. Sus sermones lo complacen y, casi sin querer, se hace erasmista. Luego sale de caza con Cazalla; por el campo, este le explica el sentido reformista de la iglesia católica que pretende Erasmo: pureza de las creencias, lectura directa de la Biblia, apertura mental, quedarse con el espíritu y no con la letra, mucha atención a las cartas de San Pablo, la redención por la muerte de Jesucristo, etc.

El matrimonio de Cipriano y Teodomira no logra procrear, aunque lo intentan. A la esposa, tras diez años de espera, le provoca desequilibrios mentales; su comportamiento es inestable. Visitan al doctor Galacha; les prescribe unas infusiones y paciencia. Cipriano no muestra gran interés por tener hijos, pero a Teodomira este asunto la perturba.

Cipriano, casi sin querer, sigue ahondando en el erasmismo; lee el libro de Erasmo El beneficio de Cristo, compendio de su pensamiento. Visita a otros erasmistas vallisoletanos como Carlos de Seso y el dominico Juan de la Peña. Los meses pasan y la ciudad crece. Teodomira compra compulsivamente adornos para la casa; duermen en camas separadas. Cipriano, poco a poco, se desentiende de su mujer. Acepta la idea de que el purgatorio no existe, como se lo explica Pedro Cazalla.

Forma parte del círculo más íntimo de los Cazalla y los reformistas cristianos. Allí están Carlos Cazalla, su hermano Juan, su hermana Beatriz, Carlos de Seso, Francisca de Zúñiga, el joyero Juan García, doña Leonor, el bachiller Herrezuelo, fray Domingo de Rojas y una mujer bella y poderosa, Ana Enríquez. Se escoran del erasmismo al luteranismo, el protestantismo, que preconiza la ruptura con la iglesia de Roma. Cipriano viaja por toda España conociendo las pequeñas comunidades, de vida precaria y gente poco formada; transmite ánimo y firmeza en sus creencias.

A la vuelta, se encuentra a su esposa alterada y trastornada. Lo hiere con unas tijeras de esquilar ovejas e intenta castrarlo, aunque sin éxito. Internan a Teodomira en un manicomio, pues ha perdido el juicio. Apenas come, ni habla, ni camina; lleva una vida vegetal. Ocho meses después, fallece. La entierran con su padre, asesinado unos años antes, cuyo cuerpo aparece aún en buen estado. Tras ese momento de crisis, Cipriano promete a Dios abstención carnal y vida humilde.

En consecuencia, entrega sus bienes a su comunidad protestante. Vive en comunicación con el doctor Agustín Cazalla, que lo reconforta espiritualmente. Cipriano viaja a Alemania; pasa la frontera de Francia con la ayuda de Pablo Echarren. En Alemania, donde el pensamiento reformista es más amplio y popular, comprende mucho mejor el sentido del erasmismo. Regresa con información, libros y refuerzo doctrinal (se entrevista con Felipe Melanchton, un cabecilla reformista de primera importancia). Las cosas en España, y, por tanto, en Valladolid, empeoran porque el Santo Oficio de la Inquisición persigue a los erasmistas, acusándolos de herejes; sus procedimientos son crueles y sus penas, muy severas; detienen a Cristóbal de Padilla. Cazalla les aconseja abandonar la ciudad, pero nadie lo hace.

Cipriano destruye papeles y libros de contenido reformista para que no lo incumplen. Lo visita Ana Enríquez y le ruega que se esfume, o será detenido. Se quieren y así lo manifiestan. Abandona Valladolid camino de la frontera; llega al domicilio de Pablo Echaren, quien le ayudará a cruzar la frontera, pero se encuentra con los agentes de la Inquisición en su casa, interrogándolo. Lo detienen inmediatamente y lo llevan a una cárcel secreta de Pamplona. Allí coincide con Juan Sanchez, Carlos de Seso y fray Domingo de Rojas; también habían intentado huir, sin éxito. Andando, los conducen a Valladolid. Al pasar por los pueblos, reciben insultos y les tiran piedras y porquería; encendían hogueras, como anunciándoles su destino.

Ya en su ciudad, lo encarcelan en duras condiciones con fray Domingo de Rojas, en la cárcel de San Pedro Barrueco. La prisión rebosa de erasmistas y luteranos. También están retenidos el doctor Cazalla y Ana Enríquez. La falta de luz le afecta a la vista. Conversa con el fraile sobre las penas que podían imponerles: garrote vil y a la hoguera, hoguera quemados vivos, encarcelamiento de por vida, junto con la confiscación de bienes, destierro y despojo de honores y títulos. Se preparan para el interrogatorio, que adivinan terrible, con torturas incluidas. Todo el día con grilletes, la vida en prisión es muy miserable.

Los carceleros les hacen saber las delaciones. La mayoría de los interrogados se retractan y delatan a los compañeros. Cipriano soborna a un carcelero para que le pase las delaciones. Se siente decepcionado. Lo visita su tío Ignacio y lo pone al día, advirtiéndole que su situación es muy grave. Ana Enríquez confiesa haber sido engañada en su ingenuidad; es un golpe para Cipriano. Le toca confesar, pero resiste la presión; no delata a Cazalla ni cuenta su viaje a Alemania. Lo someten al potro de tortura, con horribles sufrimientos (puede descuartizar a una persona fácilmente), pero se mantiene firme. En la cama de su celda, permanece inmóvil entre dolores incontables; apenas ve y está medio tullido por la tortura. Se cartea en secreto con Ana Enríquez, que ya está fuera; le aconseja que confiese para vivir juntos, pero Cipriano tiene sus ideas sobre la fidelidad.

Su tío Ignacio lo provee de ropa limpia, aunque no lo visita. Fray Domingo de Rojas confiesa y se retracta, pero no se lo dice a Cipriano. Abdica Carlos V (16 de enero de 1556). Su hijo Felipe II sube al trono; es mucho más duro en cuestiones de fe y ordena limpiar el reino de herejes --erasmistas, luteranos, calvinistas, etc.--. La Santa Inquisición se siente fuerte y actúa con más contundencia; se atreven a acusar a Bartolomé Carranza, arzobispo de Toledo; salva su vida de milagro. Se hacen públicos los nombres de los acusados; entre ellos está Carlos de Seso, amigo de Cipriano. Recibe, por fin, la visita de su tío; lo pone al día de la marcha implacable de la Inquisición. Ana Enrírquez sufre una leve pena, pero los demás, sobre todo los que no se han retractado, les espera una dura condena, incluido Cipriano. Le envía una carta con la palabra “valor”. Se confiesa, pues su ejecución es inminente; no se arrepiente de sus creencias, ni se siente mal cristiano. El doctor Cazalla enloquece, grita y se desespera, por lo que lo sedan.

Algunos meses después se organiza la ejecución de la sentencia en la plaza mayor de Valladolid, con asistencia de mucho público. El auto de fe lo preside Felipe II y la familia real, sentados en unas gradas muy altas; en un lateral, se prepara una gran hoguera con un poste en el centro (el “quemadero”). Al amanecer, los castigados con penas leves salen en procesión; un cirio en la mano y la cruz de San Andrés. Detrás, los contumaces, condenados a perecer en las llamas. Los sientan en una silla y se van pregonando sus penas. Comienzan con los Cazalla, la mayoría conducidos a la hoguera. Ana Enríquez se libra de la hoguera, pero no Cipriano. Apenas se tiene en pie, así que han de ayudarle a caminar, pues no tiene fuerzas. Los montan en unos burros y los conducen a la hoguera. Su tío lleva del ronzal al animal; de pronto, aparece Minervina y toma conduce al animal, entre lágrimas.

Ya ante la hoguera, los inquisidores les interrogan sobre si renuncian a sus creencias heréticas. Los que lo hacen, los ejecutan con garrote vil (una silla con respaldo alto provisto de un artilugio giratorio; una argolla, a modo de abrazadera, aprieta la garganta, hasta asfixiar; a la vez, un tornillo se introduce por la base del cráneo, hasta desnucar al reo), algo más rápido y menos doloroso, aunque luego los queman. Los contumaces, se les ata a un palo y se enciende la hoguera bajo sus pies, para disfrute de la masa allí arremolinada, amiga de emociones fuertes. Algunos condenados gritan, tratan de encaramarse al palo, gesticulan, etc. en un intento de escapar al dolor, como Herrezuelo. Cipriano se mantiene firme en sus creencias. Encienden su hoguera y, poco a poco, arde vivo, sin emitir un sonido, en silencio. El gentío se admira de su entereza. Pierde el sentido y el fuego lo consume. Es el 21 de mayo de 1559.

 

 

  1. Temas de la novela

  • La intransigencia religiosa: el siglo XVI es un momento de gran ebullición religiosa en toda Europa. El erasmismo, el luteranismo y otras corrientes reformadoras irrumpen con fuerza en el continente, hacia el 1500, exigiendo una inmediata restauración del cristianismo primitivo y acabando con los desmanes de la Iglesia y de muchos de sus representantes. En todos los países hubo tensiones, disputas, enfrentamientos y muertes. También en España, como es lógico esperar. Durante el reinado de Carlos V se toleraron estos movimientos, pero la llegada al trono de Felipe II supuso la erradicación expeditiva y violenta de todos estos movimientos, que venían a unirse a los restos judíos y mahometanos (por los moriscos). Delibes aborda con una increíble fidelidad histórica estos acontecimientos y retrata una sociedad intransigente, fanatizada y manipulada por la Iglesia y la nobleza.

  • La dificultad para lograr una convivencia tolerante: es muy difícil organizar una sociedad tolerante porque desde el poder se busca la total homogeneidad religiosa, política y social. No hay margen para la discrepancia. Quien piensa, siente o cree de otro modo es eliminado sin contemplaciones, como se manifiesta en la figura del protagonista.

  • La incertidumbre existencial que rodea a las personas: el destino de cada personaje es realmente incierto, imprevisto y siempre sorprendente. Salvo que uno se atenga a un estilo de vida muy ortodoxo, los peligros y golpes asaltan a las personas, conduciéndolas, casi siempre a la perdición, en un camino de dolor y sufrimiento. 

  • La increíble fuerza de las pasiones en el destino humano, tanto las positivas como las negativas. Amor, amistad, afecto familiar, etc., se mezclan con odios terribles, desafectos, codicia, etc. Cada persona se mueve por intereses materiales o espirituales que, poco a poco, lo van conduciendo por caminos insospechados, muchas veces, derechos al precipicio, como le ocurrió a Cipriano.

 

  1. Apartados temáticos 

La novela es bastante voluminosa y densa, pues relata exhaustivamente la vida del protagonista; en realidad, el texto es la biografía de Cipriano Salcedo. Posee tres partes:

  • Un preludio, en el que se narra la vuelta marítima de Alemania del viaje informativo de Cipriano; desembarca en el puerto de Laredo con sus libros prohibidos.

  • La introducción (nacimiento, infancia y primera juventud) ocupa el Libro primero (“Los primeros años”); se subdivide en seis secciones o capítulos. Se cierra con el descubrimiento de las relaciones amorosas entre Cipriano y Miner por parte de su tutor, su tío Ignacio y doña Gabriela. Expulsan a la chica de la casa, para disgusto de Cipriano. 

  • El desarrollo o nudo argumental ocupa el Libro segundo (“La herejía”) y casi todo todo el Libro tercero (“El auto de fe”, de los capítulos quince al dieciséis); abarca de los capítulos siete al catorce del segundo libro y el quince y dieciséis del tercero. Se centra en el nacimiento y desarrollo del sentimiento religioso reformista de Cipriano Salcedo y su firme compromiso doctrinal y real. 

  • El cierre, conclusión o desenlace ocupa el último capítulo (diecisiete): se centra en su horrible muerte en la hoguera, siempre digno, sereno y silencioso.

  • Se cierra la novela con la “Declaración de Minervina Capa” (parece un documento histórico real; el autor no lo aclara), nacida en Santovenia de de Pisuerga y vecina de Tudela de Duero, realizada el 28-5-1559, en Valladolid. Las últimas palabras de Cipriano audibles fueron “Creo en la Santa Iglesia de Cristo y de los Apóstoles”.

 

  1. Personajes

  • Cipriano Salcedo: es el protagonista de la novela; en realidad, el texto es su biografía. Estamos ante un hombre de clase alta, adinerada y bien situada, gracias al comercio de lanas de su padre. Es un niño que crece sin amor a causa de la rigidez de su padre. Busca la coherencia de sus creencias religiosas y se inclina por una vivencia del cristianismo más pura y auténtica, próxima a los Evangelios y al espíritu paulino. Cuando cree encontrar el verdadero camino, lo sigue con total coherencia, lo que le costará la vida. También la mala suerte juega un papel importante en su vida. Cuando estaba a punto de pasar la frontera, es detenido.

  • Bernardo Salcedo y Catalina Bustamante: son los progenitores de Cipriano; ella tiene poca relevancia argumental porque muere a los pocos días de dar a luz. El padre, Bernardo, culpa a su hijo de la muerte de su padre; el niño teme a su padre y lo evita, y no le faltan razones para ello. Cuando lo ingresa en una institución más o menos educativa muestra su poco afecto, sabiendo que el ambiente en ese Hospicio era violento y degradante. Trata de ordenar su vida sentimental tras quedar viudo, pero no lo logra. Su muerte es un alivio para Cipriano.

  • Minervina: es la nodriza de Cipriano. Se establece una sólida y duradera relación entre ambos. Deriva en una unión amorosa que no es tolerada por la familia de él, así que ella es expulsada de ese círculo. Muestra cariño, sentido común y fidelidad al muchacho y al hombre. Es un oasis de amor y bonhomía en un ambiente hosco y agresivo.

  • Teodomira: es la única esposa que tuvo Cipriano; se casaron por amor, pero las vicisitudes de la vida los fueron separando. Estamos ante un personaje muy bien dibujado. Algo rústica, en su simplicidad rural, bastante atractiva, alegre e impulsiva, pretende fundar una familia amplia; la llegada de los hijos es su principal objetivo. Como no lo logra, su salud mental se ve seriamente afectada, acabando en la enajenación total. Su destino es realmente trágico e inmerecido, pero los vericuetos de la vida a veces son macabros.

  • Ignacio y Gabriela: son los tíos de Cipriano y la familia más cercana de este cuando fallece su padre. Son personas ponderadas, tranquilas y con un gran sentido de la responsabilidad. Apoyan en todo momento a Cipriano y tratan de aliviar sus cuitas siempre que pueden; se preocupan de su educación y son rectos en su comportamiento.

  • Ana Enríquez: mujer hermosa y noble, por tanto, con influencias importantes en los estamentos sociales superiores. Aunque se enamora de Cipriano, o eso aparenta, mantiene una actitud algo ambigua y calculadora. Es reformista pero sabe retractarse a tiempo para salvar el pellejo.

  • Miembros del grupo reformista: su alma es la familia Cazalla, sobre todo Agustín, el más inteligente y convencido de la necesidad de la propagación del erasmismo en España. Son personas ilustradas, inteligentes y de buena posición social. Los demás miembros tienen orígenes y características diversos. Poseen mucha importancia porque simbolizan crudamente cómo acaba cruelmente el deseo de ser mejor cristiano, de vivir la fe conforme a las enseñanzas evangélicas. 

 

 

  1. Lugar y tiempo narrativos

La acción ocurre, principalmente, en la ciudad de Valladolid. Alternan los espacios interiores y exteriores, según las necesidades narrativas. No hay un único lugar aglutinador, sino varios; la casa donde nace, el internado, la casa de los tíos, su residencia de adulto, la cárcel inquisitorial, etc. son los más señalados. Cipriano se desplaza por España y Europa, así que también otros lugares ocupan algo de relevancia argumental.

Como es una novela histórica que se basa en hechos realmente ocurridos, podemos acotar la cronología con bastante precisión. El auto de fe se verificó, como ya dijimos en el resumen, el 21 de mayo de 1559 (hubo otro ese mismo año, pero no importa a efectos novelescos). También se precisa el nacimiento de Cipriano, el 30 de octubre de 1517. Vemos que la acción dura tanto como la vida del protagonista: cuarenta y dos años, que coincide casi totalmente con la primera mitad del siglo XVI, el Renacimiento.

 

  1. Figura del narrador

El relato lo cuenta un narrador en tercera persona, omnisciente, objetivo y externo. No se involucra demasiado en la acción. Ve a través de Cipriano, de modo que, de algún modo, muestra empatía hacia él y una especie de solidaridad interna. De cualquier modo, el narrador, al estilo cervantino, muestra mucha compasión por las personas y benevolencia, sobre todo con los débiles y los humildes; estos son los que pagan los platos rotos de los desajustes sociales. 

 

  1. Notas estilísticas

Delibes es un auténtico maestro en el manejo de la lengua española. Recrea el español renacentista con una maestría inigualable. Veamos un ejemplo tomado del capítulo XVI:

 

A Cipriano Salcedo le correspondió compartir celda con fray Domingo de Rojas, Hubiera preferido un compañero menos adusto, más abierto, pero nadie le dio a elegir. Fray Domingo continuaba con su grotesco vestido de lego y lo único que había suprimido de su disfraz era el estrambótico sombrero de plumas. Paulatinamente, Cipriano fue informándose de la situación del resto de los perros. Don Carlos de Seso había sido emparejado con Juan Sánchez, enfrente se hallaba la cija del Doctor, más al fondo, en una celda grande, convivían cinco de las monjas del convento de Belén, y Ana Enríquez compartía calabozo con la sexta, Catalina de Reinoso. Como Salcedo había presagiado, los emparejamientos fueron inevitables. La cárcel secreta de Pedro Barrueco, suficiente para una situación normal, para una  esporádica redada de judaizantes o moriscos, se quedó pequeña para la afluencia de luteranos en la primavera de 1558. Las detenciones, el alto número de éstas, habían sorprendido al Santo Oficio con un penal de no más de veinticinco celdas disponibles y el edificio en construcción del barrio de San Pedro, apenas con los cimientos. Valdés no tuvo otro recurso que olvidarse de la incomunicación, encerrar a los reos de dos en dos, de tren en tres y, en el caso de las religiosas de Belén, hasta cinco en una misma celda. Sin embargo Valdés, siempre perspicaz, exigió que en los emparejamientos se tuvieran en cuenta el diverso rango social e intelectual de los encerrado y el grado de su relación anterior. Éstos eran los casos, por ejemplo, de don Carlos de Seso con Juan Sanchez y el de Salcedo con fray Domingo de Rojas.

Afinada su capacidad de adaptación, Salcedo no tardó en acomodarse a las condiciones del nuevo cuativerio. La celda, doble que la de Pamplona, tenía solamente dos huecos en sus muros de piedra: un ventano enrejado a tres varas del suelo, que se abría a un corral interior, y el de la puerta, una pieza maciza de roble, de un palmo de ancha, cuyos cerrojos y cerraduras chirriaban agudamente cada vez que se abrían o se cerraban. Los catres se extendían paralelos a ambos lados de la celda, el del dominico bajo el ventano y, en el ángulo puesto, en la penumbra, el de Cipriano. Con los petates, en un suelo de frías losas de piedra, apenas había una pequeña mesa de pino con dos banquetas, el aguamanil con un jarro de agua para el aseo y dos cubetas cubiertas para los excrementos. La medida el tiempo se la facilitaba a Cipriano el ritmo de las visitas obligadas: la del ayudante de carcelero Mamerto a horas fijas, para las comidas, y la del otro ayudante, Dato de nombre, de sucia melena albina y calzones hasta la rodilla, que, al atardecer, vaciaba los recipientes de inmundicias y baldeaba sucintamente la estancia las tarde de los sábados.

 

El ritmo de la novela es excelente. Fluye con gran naturalidad y crea belleza poética. La selección léxica es impresionante; la propiedad y acierto en el manejo del léxico, antiguo y moderno, contribuye decisivamente en la creación de una realidad novelesca autónoma.

 

  1. Contextualización

Miguel Delibes Setién (Valladolid, 1920 - 2010) es un formidable novelista de la posguerra española. Dueño de un estilo propio, logró que el rural castellano, la gente humilde y sencilla, pasara a primer plano narrativo. Novelas como El camino (1950), Viejas historias de Castilla la Vieja, Las ratas, etc. son ejemplo de este tipo de narrativa. También la ciudad provinciana, en este caso con una crítica muy dura a la burguesía acomodaticia, egoísta y avulgarada, forma parte de su arco novelístico. El príncipe destronado, Cinco horas con Mario y La hoja roja son algunos ejemplos de este tipo de relato. Su última obra, El hereje, el texto que ahora analizamos, es una novela histórica de gran aliento y significación; recrea los tristes episodios en torno al auto de fe de Valladolid, contra los luteranos, en 1559.

 

  1. Interpretación y valoración

El hereje es una novela densa, profunda, muy bien articulada, mejor ambientada y tremendamente significativa. Delibes crea un relato lleno de vida, con una exactitud prodigiosa, de modo que lo verosímil casi se hace verídico por momentos. Se trasluce muy bien el enorme esfuerzo de documentación del novelista para crear su novela.

El manejo de la lengua es magistral. La propiedad y exactitud en el uso del lenguaje y el acierto en el manejo de las herramientas retóricas son valores importantes en el haber de esta novela. Los diálogos son muy verosímiles, exactos, tendentes a la sobriedad y cierto laconismo expresivo.

La lectura de este texto no deja indiferente al lector, pues lo somete a una reflexión histórica sobre la necesidad de la tolerancia y la concordia entre las personas para que las sociedades funcionen más armónicamente. En conjunto, estamos ante una maravillosa novela, llena de verdad y de vida, como se espera de un magnífico texto literario.

 


2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).


2.1. Comprensión lectora 

1) Resume el contenido de la novela (150 palabras, aproximadamente). 

2) Señala su tema principal y los secundarios. 

3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido. 

4) Analiza los personajes, tanto ricos como pobres.

5) ¿Qué tono tiene la novela: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario? 

6) Señala el lugar y el tiempo en el que transcurre la acción narrativa. 

7) Observa y señala las características del narrador.

8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. 

9) Indica las características de la novela histórica que aprecies en el relato.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico 

1) ¿Podemos decir que Cipriano Salcedo tuvo suerte en la vida? ¿A qué se debe su suerte? 

2) Analiza los rasgos morales de naturaleza religiosa de Cipriano. ¿Son de una categoría superior o inferior a los generales de su tiempo? 

3) ¿Cómo podemos calificar la actitud del Santo Oficio de la Inquisición respeto de los “heréticos?? ¿Qué sentido le podemos atribuir a ese hecho?

4) ¿Cómo se aprecia en el texto la importancia del compromiso con los valores de concordia y apertura mental? 

5) ¿Cómo podemos valorar la actitud de Cipriano en la hoguera? 

6) ¿Qué significación se encierra en el final de la  novela?  

7) Ignacio, el tío de Cipriano, le dice a su sobrino que “algún día estas cosas serán consideradas como un atropello contra la libertad que Cristo nos trajo”. ¿Tenía razón en su premonición? Justifica tu respuesta.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Elabora un texto literario, en prosa, en verso, o en forma dramática, que recree un momento histórico de nuestra historia en el que se manifiesten actitudes y pasiones de consecuencias catastróficas. Puedes imprimir un ritmo coloquial y familiar, como ha realizado Miguel Delibes.

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el novelista Miguel Delibes a propósito de su poema y de su vida. 

3) Realiza una exposición sobre Miguel Delibes, su narrativa y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc. 

4) Aporta o crea imágenes de momentos históricos donde se aprecie un momento de máxima tensión por el choque de ideologías o creencias, siguiendo el ejemplo de Miguel Delibes.

 

2.4. Comentario de texto específico

(Capítulo XVI)


Bastó una pausa mínima de su tío para que Cipriano formulara la temida pregunta:

--C… conoce las sentencias, tío?

Don Ignacio Salcedo le miraba desarmado, los ojos blandos, temblando el labio inferior. Dijo mediante un esfuerzo:

--Me las han enseñado ayer. Por mi cargo tenían que hacerlo.

Cipriano seguía con la cabeza levantada para que su tío escapara de su campo visual. Le vio vacilar, empalidecer. No trató por ello de quitar fuerza a su pregunta:

--¿Cuál ha sido mi suerte?

No respondió inmediatamente Ignacio Salcedo. Se limitó a mirar profunda, compasivamente, a sus ojos  encarnizados, pero cuando trató de hablar se le anudó dos veces la voz en la garganta. Cipriano acudió a su auxilio:

--¿La hoguera tal vez? --preguntó.

El tío calló, asintiendo.

--Vas con otros veinte --dijo al fin.

Sonreía Cipriano para aliviar la tirantez de la conversación, para dar a su tío la sensación de que la noticia no le había sorprendido, ni le asustaba; de que no esperaba otra cosa:

--¿Sería indiscreto preguntarle a vuesa merced quiénes son esos veinte?

--Ese pequeño favor puedo hacértelo --dijo--. Anota: los Cazalla, incluida su hermana Beatriz y los restos de doña Leonor, fray Domingo de Rojas, don Carlos de Seso, Juan García, tres mujeres de Pedrosa, el bachiller Herrezuelo, Juan Sánchez… ¿quién más?

--Es suficiente, tío.

--En todo caso, la lista no es definitiva. Esta noche os visitará un confesor y mañana, en el auto, aún tendréis oportunidad de cambiar vuestra suerte: la hoguera por el garrote. ¡Ah, otra cosa!, los restos de doña Leonor de Vivero serán desenterrados y el solar de su casa sembrado de sal para escarmiento de las generaciones futuras.

Don Ignacio Salcedo parecía más sosegado. Ahora cargaba el énfasis en lo anecdótico, tratando de desviar la cabeza de Cipriano de la idea fundamental. Pero Cipriano no pensaba en sí mismo. Titubeó. En su vacilación perdió de vista el rostro de su tío y hubo de acomodar de nuevo la cabeza para volver a apresarlo:

--Y… y ¿qué será de doña Ana Enríquez? --preguntó con hilo de voz.

--Quedará libre tras una pena leve, unos días de ayuno, no recuerdo cuántos. Es una criatura demasiado bella para quemarla.

Cipriano pensó que retener más tiempo a su tío suponía prolongar su suplicio. Se puso en pie tambaleándose. Su tío tenía razón: Ana Enríquez era demasiado hermosa para quemarla. Además había sido engañada, era excesivamente joven cuando Beatriz Cazalla y fray Domingo la pervirtieron. Sonaba el martilleo de los carpinteros en la plaza, un golpeteo ininterrumpido, enloquecedor. Su tío también se había incorporado y le tomó de las manos con aprensión, como a un ciego.

--No quiero hacerle perder más tiempo, tío --dijo Cipriano--. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí.

Don Ignacio Salcedo le atrajo hacía sí, le besó en las mejillas y le retuvo un momento entre sus brazos:

--Algún día --musitó a su oído-- estas cosas serán consideradas como un atropello contra la libertad que Cristo nos trajo. Pide por mí, hijo mío.

Cipriano no pudo comer. Mamerto se llevó intacta su bandeja. Por la tarde comenzaron las confesiones. Fray Luis de la Cruz, dominico como fray Domingo, recorrió las celdas  llegó a la de Cipriano cuando el sol declinaba, aunque el martilleo unísono de la plaza continuaba sonando con toda intensidad. Fray Domingo rechazó los auxilios de fray luis de la Cruz cuando éste se acercó servicialmente a su lecho.

--Padre --dijo fray Luis de la Cruz al advertir su gesto--: solamente le pido a Dios que muráis en la misma fe en que murió nuestro glorioso Santo Tomás. Estaré en pie toda la noche. Vuestra reverencia puede llamarme a cualquier hora.

Cipriano, tumbado en el camastro, acogió con afecto al confesor. Le agradeció su presencia y le dijo que en su vida había tres pecados de los que nunca se arrepentiría bastante, y, aunque ya los tenía confesados, se los confiaba al padre en prueba de humildad: el odio hacia su padre, la seducción de su nodriza aprovechándose de su cariño maternal y el desafecto hacia su esposa, su abandono, que la llevó a morir trastornada en un hospital. Fray Luis de la Cruz asentía sonriente, le dijo que su confesión general le dignificaba, pero que en este momento, en víspera del autor de fe, esperaba unas palabras de arrepentimiento por su adscripción  a la doctrina de Lutero. Cipriano que, en las medias tinieblas, apenas distinguía las facciones del fraile, le respondió que abrazó la teoría del beneficio de Cristo de corazón, con buena fe, es decir, obró en conciencia y ésta, ahora, no se lo reprochaba. Como sin darle importancia, fray Luis de la Cruz le preguntó entonces quién le había pervertido y Cipriano contestó que no podía decírselo, que así lo había jurado, pero le constaba que tampoco su inductor obró con intención perversa. El fraile, que venía cansado, empezó a dar muestras de acrimonia, le impacientaba la obcecación de Cipriano, le dijo que no podía absolverle pero que aún estaba a tiempo. Desde media noche el padre Tablares, jesuita, seguiría a disposición de los reos. Humildemente ahora le recomendó que reflexionara y, antes de separarse de él, le tuvo cogido por las dos manos un largo rato y le llamó hermano mío.


 

 

ACTIVIDADES DEL COMENTARIO DE TEXTO O EXÉGESIS TEXTUAL

 

1) Resume el texto recogiendo su contenido esencial (100 palabras aprox., equivalentes a 10 líneas); 2) Indica los temas tratados en breves enunciados sintéticos; 3) Señala los apartados temáticos o secciones de contenido; 4) Localiza el lugar y tiempo en el que transcurre la acción (no en poesía lírica); 5) Analiza la figura del narrador (no en poesía lírica, donde aparece un sujeto lírico), ni en teatro; 6) Describe los personajes (no en poesía lírica); 7) Analiza la métrica, la rima y señala la estrofa empleada (solo en poesía o teatro en verso); 8) Analiza cómo los recursos estilísticos crean significado (doce distintos, mínimo); 9) Contextualiza al autor y su obra según su entorno social, histórico, cultural y personal; 8) Interpreta y discierne la intención y sentido del texto; 9) Valora personalmente tu apreciación lectora; 10) Transforma el texto con un lenguaje y en un contexto actual manteniendo su esencia, o escribe un texto literario inspirado en el original (optativo).