ENRIQUE GIL Y CARRASCO: La niebla
LA NIEBLA
Recuerdos de la infancia
Niebla pálida y sutil 1
que en alas vas de los vientos,
no así callada y sombría
desaparezcas a lo lejos,
en pos de ti correré , 5
sin vagar y sin sosiego,
porque está sedienta el alma
de tus sombras y misterios.
Acuérdate, engañadora,
del inocente embeleso 10
con que, niño embebecido,
contemplaba tu silencio,
por si en él resonaban
perdidos y blancos ecos
de las arpas melodiosas 15
de las magas de los cuentos.
Crédulo entonces y puro
rasgar intenté tu velo,
pensando que me ocultaba
sus palacios hechiceros, 20
sus fantásticos pensiles,
sus músicas y torneos,
y los flotantes penachos
de encantados caballeros.
Rasgada en pedazos mil, 25
cual perdido pensamiento,
te vi envolver cuidadosa
y con solicito anhelo
las almenas carcomidas
del alcázar, que en un tiempo 30
escándalo fue del mundo
por su pompa y devaneos
sin ver que era vano afán
y descabellado intento
velar sus rotos blasones 35
y su mutilados fueros
con tu liviano ropaje,
y más liviano deseo;
y con todo alguna vez
el sol te daba contento 40
reverberando apacible
del torreón altanero
en el musgo húmedo y triste;
roja chispa de su fuego,
que después tú disfrazabas 45
hasta mentir el reflejo
de perfilada armadura
de rutilante yelmo.
¡Cuántas veces me engañaste
con dolosos sortilegios, 50
haciéndome atropellar,
desapoderado y ciego,
las ruinas del castillo,
cándido infante, creyendo
mirar de pie en su poterna 55
membrudo y alto guerrero
como lúgubre guardián
de la prez de sus abuelos!
¡Cuántas veces ¡ay! Mis lágrimas
por tus mentiras corrieron 60
al ver que mi fantasía
y mi dulcísimo ensueño
tornábase en mis manos
manojo de musgo seco,
que en vagas ondulaciones 65
flotaba a merced del viento!
Y a la verdad no era mucho
que el sol oyera tu ruego;
porque nunca le engañaste
para mostrarte severo: 70
y, a pesar de tus engaños,
yo te adoraba en extremo.
Y aún te adoro, parda niebla,
porque excitas en mi pecho
memorias de bellos días 75
y purísimos recuerdos;
porque hay fadas invisibles
en el vapor de tu seno,
y porque en ti siempre hallé
blando solaz a mi duelo. 80
¡Ay del que pasó la infancia
a sus ilusiones muerto!
¡Ay de la flor que fragancia
consume y pura elegancia
en apartado desierto! 85
¡Ay del corazón de niño
que se abrió sin vacilar,
sin reserva y sin aliño,
pidiendo al mundo cariño,
y no lo pudo encontrar! 90
Niebla que fuiste mi amor
y de mi infantil desvelo
amparo consolador,
que sola bajo el cielo
comprendías mi dolor; 95
¡Qué mucho que yo te amara,
yo, desterrado del mundo,
que en ti perdido vagara,
y a ti sola confiara
mi desamparo profundo! 100
Tú a mi espíritu algún día
dabas tus húmedas alas,
y, demente de alegría,
el vago viento corría
descomponiendo tus galas. 105
Cuando, en el llano tendida,
los contornos de los montes
ocultabas atrevida,
fingiendo en los horizontes
vaga mar desconocida; 110
y de la verde montaña,
que asomaba la cabeza
con altiva gentileza,
isla formabas extraña
de delicada belleza: 115
bogaba la fantasía
por tu misterioso mar,
y en su ignorancia creía
la virgen isla lugar
de ventura y alegría. 120
Y crédula soñaba
puerto en la vida seguro,
y desde allí imaginaba
un porvenir que llegaba
sereno, radiante y puro. 125
En tu piélago tal vez
de gótica catedral
la fábrica colosal
flotaba con altivez,
fortaleza feudal. 130
Y el ánima embebecida
en entrambas se fijaba.
Y ya la veleta erguida,
ya la almena esclarecida
solitaria acompañaba. 135
Que en los mares de esa edad
no flotan, no, de otra suerte
mundana pompa y beldad,
hasta que en la oscuridad
relumbra el sol de la muerte. 140
Todo confuso y borrado
en tu seno aparecía,
vaporoso y nacarado
y en celajes mil velado
como luna en noche umbría. 145
Y la mente virginal
que sólo a ver alcanzaba
las rosas en el zarzal
y otros vientos no soñaba
que la brisa matinal; 150
Tus enigmas resolvía
a favor de la inocencia,
y calma tan sólo veía,
y solamente escondía
amor sin fin y creencia. 155
Que hay una edad placentera
de vistosos arreboles,
pura como azul esfera,
de espléndida primavera
y mágicos tornasoles. 160
En que se goza el dichoso
porque en la dicha confía,
en que se goza el lloroso
viendo fanal luminoso
allá en el bruma sombría. 165
De pura nieve y carmín
formada está el alma nueva:
no es mucho, pues, que se atreva
con el destino, y que beba
en las copas del festín. 170
Vaga niebla sin color,
no es mucho que vea en ti
serenas noches de amor,
labios de ardiente rubí
y verdes prados en flor. 175
No es mucho; porque ilusiones
de tan vistoso jaez
pasan tan sólo una vez
para velar sus blasones
en perpetua lobreguez. 180
Su blanca luz placentera
brilla un instante no más,
y en la amorosa carrera
de juventud hechicera
no vuelve a lucir jamás. 185
Niebla, ya no puedo ver
en tu misteriosos espejos
los vergeles del placer,
que el corazón está viejo
de quebranto y padecer. 190
Pasó mi infancia muy triste,
más pasa mi juventud;
que entonces tú me acogiste,
y hoy mi ventura consiste
en la paz del ataúd. 195
Mas, ya que has sido mi amor,
envuélveme con tu velo,
dame sombras y consuelo,
que tú sola mi dolor
has comprendido en el suelo. 200
ANÁLISIS
1. Resumen
Vv. 1-8: el yo poético muestra la admiración por la niebla, por sus “sombras y misterios”, es decir, por los secretos que esconde. Toda su vida lo ha atraído intensamente.
Vv. 9-49: el yo poético recuerda haber querido ver a través de la niebla sus deseos y anhelos infantiles procedentes de la literatura popular, como hadas y otros seres fantásticos. También recrea visiones de caballeros, guerreros y castillos imponentes de un tiempo pasado, pues ahora solo quedan ruinas.
Vv. 50-72: recuerdos del yo poético, en su niñez, adolescencia y juventud, viéndose a sí mismo como un formidable guerrero medieval, en un imponente castillo que ahora está en ruinas. Pero eran imágenes falsas que pronto se desvanecían; sin embargo, las anhelaba.
Vv. 73-155: el yo poético confiesa, sobrecogido todavía, la atracción que la niebla ha ejercido sobre él. Le ha dado felicidad porque se ha sentido comprendido y protegido por la niebla; en momentos de dolor y soledad, esta ha sido su cómplice y acompañante generosa, pues nada pide y todo da.
Vv. 156-185: esta es una sección más reflexiva, frente a las anteriores, dominadas por el recuerdo y la nostalgia de la juventud y la felicidad pasada. La niebla, ahora, sirve para recrearla en sus momentos de felicidad compartida con una persona amada; hubo amor y dicha, pero se acabó. Todo se esfumó como por encanto.
Vv. 186-200 y final: todo lo pasado es ya solo una sombra. Ahora, el yo poético le pide a la niebla que, ya que siempre lo ha acompañado, no lo abandone en sus momentos de soledad, dolor y cierta decrepitud. Le pide a la niebla “sombras y consuelo” para sobrellevar su carga. Ella es la única que ha comprendido su “dolor”, de ahí la complicidad que siente por ella, también como una necesidad para su lamentable postración.
Tema
El tema es un elogio a la niebla, que ha acompañado al yo poético en su trayectoria emocional y existencial a lo largo de las distintas etapas de la vida. Se mezcla con una súplica para que lo arrope en sus momentos dolorosos, previendo inminente el final de su vida.
Apartados temáticos
En el propio resumen hemos presentado una división por secciones de contenido. Aunque el poema se plantea como una línea continua de evocación y reflexión, sin embargo, podemos apreciar ciertas modulaciones que nos permiten hablar de una estructura bastante circular: comienza y acaba con la expresión de la admiración por la niebla y una súplica para que no lo abandone en su vida amarga.
4. Análisis métrico y de la rima
Este poema es muy extenso. Esta compuesto por doscientos cuatro versos octosílabos, agrupados en una sola estrofa. Riman en consonante los pares, dejando los impares libres. Forman un romance hasta el v. 82 (con ríma en é-o). A partir del v. 83 la rima cambia; se forman pareados, cuartetas y redondillas; a veces, aparecen secuencias de versos libres. En los versos finales se retoma la rima en é-o; se cierra el poema con una quintilla de bella factura.
5. Rasgos estilísticos
El poema está perfectamente trazado y ejecutado. Como en otras composiciones, Gil y Carrasco muestra un estilo intimista, subjetivo y reconcentrado. No se trata de una expresión grandilocuente o altisonante, sino refrenada y serena.
El poema posee dos vertientes significativas: la reflexiva, en la que el yo poético se autoanaliza y pondera su trayectoria existencial, por cierto, llena de sombras, dolor, soledad y fracasos (se intuye que de naturaleza amorosa). La segunda vertiente es de naturaleza dialógica: el yo poético conversa con la niebla; se dirige a ella, le recuerda los momentos vividos juntos, etc.
El yo poético se recuerda a sí mismo niño, jugando en un castillo (se entiende que el de los Templarios, de la ciudad de Ponferrada, en León, donde vivió parte de su infancia y juventud), imaginándose un caballero medieval luchando contra enemigos de todo tipo. También se ve como un niño y adolescente solitario, retraído en sus actitudes y sentimientos, un tanto alejado de la vida social. Su propia juventud la ve como “la paz del ataúd” (v. 195). El poema desprende un tono de amargura y pesimismo indisimulado.
Es importante destacar que el yo poético califica a la niebla de amiga, cómplice y protectora, a pesar de que puede ser engañosa y peligrosa para los que no la conocen bien. Un extracto del poema (vv. 96-101) nos da una clave de lectura interesante:
Qué mucho que yo te amara,
yo, desterrado del mundo,
que en ti perdido vagara,
y a ti sola confiara
mi desamparo profundo!
Podemos apreciar la soledad existencial del yo poético, su amor por la niebla, pues constituye un verdadero refugio en su “desamparo”. Esta impecable quintilla expresa con vivacidad y dramatismo el radical extrañamiento del yo poético en un mundo en el que se encuentra “perdido”, deambulando sin objetivo alguno.
El empleo de los recursos estilísticos es acertado y feliz. Gil y Carrasco emplea, sobre todo, la metáfora para transmitirnos estados del alma en los que la insatisfacción vital y el agradecimiento a la niebla por haber sido su refugio y consuelo en esos momentos tan desoladores priman por encima de otros mensajes. En este sentido, el poema entero está al borde del valor alegórico, pues todo gira en torno a estos dos ejes temáticos.
La selección léxica es cuidadosa y acertada. Los vocablos del mundo natural se combinan con otros más abstractos y de significación más conceptual. La adjetivación es muy atinada y sirve para describir paisajes brumosos y fantasmagóricos de mucho poder expresivo. Ya hemos notado cómo una parte del poema se expresa en pasado (la inicial, la de los recuerdos) y otra en presente (el yo poético habla desde su presente vital).
8. Contextualización
Enrique Gil y Carrasco nació el 15 de julio de 1815 en Villafranca del Bierzo (León). Su padre, Juan Gil, soriano de nacimiento, era administrador de los bienes del marqués de Villafranca y la Colegiata de Santa María, de Villafranca. Enrique tuvo cinco hermanos. Familiarizado con la historia del Bierzo por su relación con el marquesado, se interesó y empapó de la historia y arqueología de la comarca berciana.
Estudió en el convento agustino de Villafranca; luego, en el benedictino de Vega de Espinareda; siguió en el seminario de Astorga; continuó con los estudios de Derecho en la Universidad de Valladolid (1831-1836). Se matricula en la Universidad de Madrid, donde finaliza sus estudios de leyes en 1839. Trabó una sólida amistad con el poeta José de Espronceda. Fue miembro activo del Ateneo y otras instituciones culturales. Por esa época, publica poemas, cuentos y crítica teatral en diversas publicaciones madrileñas. No oculta sus ideas políticas liberales.
Arrastra una tuberculosis, de la que empeora en 1839. Mientras se restablece en Ponferrada, escribe la novela El lago de Carucedo (publicada en 1840). En 1843 termina su novela histórica El Señor de Bembibre, mientras publica artículos de opinión, de costumbres y de crítica literaria. El 28 de noviembre de 1840 trabaja de bibliotecario en la Biblioteca Nacional de España, gracias a su amigo Espronceda. Este fallece en 1842, lo que le afecta severamente; le dedica un sentido poema, "A Espronceda". Visita el Bierzo con frecuencia; publica en 1842 Bosquejo de un viaje a una provincia de interior.
Obtiene el cargo de secretario en la embajada de Prusia en noviembre de 1843; se va a Berlín en abril de 1844. Su objetivo principal era restablecer relaciones diplomáticas con Prusia, rotas desde 1836; se recuperan en 1848, algo después de la muerte de Gil y Carrasco. Su viaje a Alemania dura cuatro meses, pues está lleno de rodeos (Francia, Bélgica, Holanda y, al fin, Berlín). Desde Francia remite dos artículos a El Laberinto y escribe un Diario, donde revela sus gustos literarios clásicos (Fray Luis de León) y contemporáneos (Byron, Schiller y Goethe). En Berlín amista con el polígrafo Alexander von Humboldt y se introduce en la casa real prusiana con éxito.
Gil y Carrasco fallece el 22 de febrero de 1846 por el agravamiento de su tuberculosis. Su muerte prematura coincide con la de otros románticos, como Espronceda y, luego, Bécquer. Sus restos se repatriaron en 1987 a la iglesia de San Francisco de Villafranca del Bierzo gracias a las gestiones del profesor francés Jean-Louis Picoche, el máximo especialista en nuestro escritor romántico.
En cuanto a su producción literaria, Gil y Carrasco tocó varios géneros literarios. Así, compuso poesía, dejándonos treinta y dos excelentes poemas, todos redactados entre 1837 y 1842. Sus rasgos distintivos son los de intimidad concentrada, vitalismo melancólico, afinidad con la naturaleza, cierta angustia existencial, defensa de valores cívicos y preocupación por la muerte, etc. Algunos títulos son «La palma del desierto», «La violeta» (flor que era el emblema de su vida), «La niebla», el bello poema que ahora comentamos, «Un recuerdo de los templarios», «A Polonia», «El 2 de mayo», «Paz y porvenir», «El cisne», «Un ensueño» «A la muerte de Espronceda», etc.
Escribió artículos de viajes y costumbres. Entre aquellos destacan «Bosquejo de un viaje a una provincia del interior», «De Lyon a París», etc. De naturaleza costumbrista sobresalen los tres insertos en Los españoles pintados por sí mismos, de marcado sabor regionalista y de alto valor folclórico y antropológico. En «El pastor trashumante» se nos introduce con términos técnicos en la forma de vida del pastor de Babia. En «El segador» recrea la vida del campesino gallego que emigra a Castilla en época de siega para desarrollar un duro trabajo, mal remunerado. En «El maragato» describe detalladamente un transportista de mercancías y personas entre Madrid y Galicia y una boda en la Maragatería.
Escribió también treinta y ocho artículos de crítica literaria entre 1838 y 1844. Es un buen lector y posee un juicio sereno y exigente. Lo aplica a obras de Zorrilla, Espronceda y autores extranjeros.
Como cuentista y novelista dejó obras muy importantes. Algunos de sus cuentos o leyendas son «El anochecer de la Florida» (1838), relato sobre la rehabilitación de un joven desesperado, y la más conocida «El lago de Carucedo» (1840), narración breve sobre el terremoto que, según la leyenda, creó el lago. En 1844 apareció en Madrid su obra más importante, ambiciosa y perdurable; se trata de la novela histórica El señor de Bembibre; tuvo buena acogida entre lectores y crítica. Gil y Carrasco se documentó sobre la historia de España del siglo XIV en fuentes clásicas y luego siguió la estela de Walter Scott y otros novelistas europeos. Parece que El templario y la villana, de Juan Cortada (Barcelona, 1805-1868) le pudo influir en su propia novela.
9. Interpretación y valoración
Este bello poema nos transmite una honda y pesimista reflexión de Gil y Carrasco sobre su vida pasada y, al mismo tiempo, un elogio de la niebla como refugio ante sus fracasos vitales o emocionales. Su considerable longitud permite al poeta indagar pormenorizadamente en su corazón y su memoria sobre su vida pasada. La niebla, en este sentido, es un pretexto para recordarse como un niño solitario, soñador y no muy aficionado a la vida social.
Es de destacar el amor a la naturaleza que se transparenta a cada paso. La niebla potencia la belleza de paisajes naturales que el poeta ha admirado en su infancia y juventud. Han sido, niebla y paisajes, cómplices de su vida, porque los ha utilizado para canalizar sus pasiones. En general, el poema es pesimista porque el autor se ve a sí mismo al borde de la muerte (acaso Gil y Carrasco, conocedor de su tuberculosis, presentía su muerte no muy lejana), sin apenas un rayo de esperanza que le permitiera continuar su trayectoria vital.
El poema es bastante contenido en la exteriorización de los sentimientos; se observa un cierto recato del poeta para refrenar la expresión y contener la exteriorización de sus emociones. Aquí radica cierto comedimiento intimista, que es uno de los aciertos del poema.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
1.Comprensión lectora
Resume el poema (150 palabras).
¿Quién es el auténtico protagonista de este poema?
¿Por qué al yo poético le entusiasma la niebla?
¿Cuáles son los sentimientos que llenan la juventud del yo poético?
¿Ha afectado el paso del tiempo al yo poético?
Explica la métrica y la rima del poema.
2.Interpretación y pensamiento analítico
¿Podemos afirmar que la niebla ha sido un refugio para el yo poético? Busca ejemplos que avalen esta opinión.
El autor, Gil y Carrasco, ¿muestra experiencia propia sobre el asunto del que habla?
¿Cómo apreciamos la premonición de su temprana muerte en el yo poético?
¿Podemos afirmar que el poema es un diálogo?
3. Fomento de la creatividad
Realiza una exposición, con medios TIC, sobre la vida y la obra de Enrique Gil y Carrasco.
Escribe un texto literario, alrededor de un fenómeno natural (la niebla, por ejemplo), que sirva para transparentar los propios sentimientos
Imagina una entrevista con el autor, en tu clase: ¿qué tres o cuatro preguntas le harías?
Transforma el poema, o parte de él, en un nuevo texto, cambiando el género literario, o, simplemente, ambientándolo en nuestros días.