09/10/2022

Enrique Gil y Carrasco: "La niebla" (poema); análisis y propuesta didáctica

 ENRIQUE GIL Y CARRASCO: La niebla


LA NIEBLA


     Recuerdos de la infancia


Niebla pálida y sutil                                1

que en alas vas de los vientos,

no así callada y sombría

desaparezcas a lo lejos,

en pos de ti correré ,                              5

sin vagar y sin sosiego,

porque está sedienta el alma

de tus sombras y misterios.

Acuérdate, engañadora,

del inocente embeleso                           10

con que, niño embebecido,

contemplaba tu silencio,

por si en él resonaban

perdidos y blancos ecos

de las arpas melodiosas                         15

de las magas de los cuentos.

Crédulo entonces y puro

rasgar intenté tu velo,

pensando que me ocultaba

sus palacios hechiceros,                         20

sus fantásticos pensiles,

sus músicas y torneos,

y los flotantes penachos

de encantados caballeros.

Rasgada en pedazos mil,                        25

cual perdido pensamiento,

te vi envolver cuidadosa

y con solicito anhelo

las almenas carcomidas

del alcázar, que en un tiempo                30

escándalo fue del mundo

por su pompa y devaneos

sin ver que era vano afán

y descabellado intento

velar sus rotos blasones                         35

y su mutilados fueros

con tu liviano ropaje,

y más liviano deseo;

y con todo alguna vez

el sol te daba contento                          40

reverberando apacible

del torreón altanero

en el musgo húmedo y triste;

roja chispa de su fuego,

que después tú disfrazabas                    45

hasta mentir el reflejo

de perfilada armadura

de rutilante yelmo.

¡Cuántas veces me engañaste

con dolosos sortilegios,                          50

haciéndome atropellar,

desapoderado y ciego,

las ruinas del castillo,

cándido infante, creyendo

mirar de pie en su poterna                     55

membrudo y alto guerrero

como lúgubre guardián

de la prez de sus abuelos!

¡Cuántas veces ¡ay! Mis lágrimas

por tus mentiras corrieron                     60

al ver que mi fantasía

y mi dulcísimo ensueño

tornábase en mis manos

manojo de musgo seco,

que en vagas ondulaciones                     65

flotaba a merced del viento!

Y a la verdad no era mucho

que el sol oyera tu ruego;

porque nunca le engañaste

para mostrarte severo:                          70

y, a pesar de tus engaños,

yo te adoraba en extremo.

Y aún te adoro, parda niebla,

porque excitas en mi pecho

memorias de bellos días                         75

y purísimos recuerdos;

porque hay fadas invisibles

en el vapor de tu seno,

y porque en ti siempre hallé

blando solaz a mi duelo.                         80

 

¡Ay del que pasó la infancia                    

a sus ilusiones muerto!

¡Ay de la flor que fragancia

consume y pura elegancia

en apartado desierto!                            85

¡Ay del corazón de niño                          

que se abrió sin vacilar,

sin reserva y sin aliño,

pidiendo al mundo cariño,

y no lo pudo encontrar!                         90

Niebla que fuiste mi amor                     

y de mi infantil desvelo

amparo consolador,

que sola bajo el cielo

comprendías mi dolor;                           95

¡Qué mucho que yo te amara,               

yo, desterrado del mundo,

que en ti perdido vagara,

y a ti sola confiara

mi desamparo profundo!                       100

Tú a mi espíritu algún día                     

dabas tus húmedas alas,

y, demente de alegría,

el vago viento corría

descomponiendo tus galas.                   105

Cuando, en el llano tendida,                 

los contornos de los montes

ocultabas atrevida,

fingiendo en los horizontes

vaga mar desconocida;                          110

y de la verde montaña,                         

que asomaba la cabeza

con altiva gentileza,

isla formabas extraña

de delicada belleza:                             115

bogaba la fantasía                               

por tu misterioso mar,

y en su ignorancia creía

la virgen isla lugar

de ventura y alegría.                             120

Y crédula soñaba                                   

puerto en la vida seguro,

y desde allí imaginaba

un porvenir que llegaba

sereno, radiante y puro.                      125

En tu piélago tal vez                            

de gótica catedral

la fábrica colosal

flotaba con altivez,

fortaleza feudal.                                  130    

Y el ánima embebecida                         

en entrambas se fijaba.

Y ya  la veleta erguida,

ya la almena esclarecida

solitaria acompañaba.                         135

Que en los mares de esa edad              

no flotan, no, de otra suerte

mundana pompa y beldad,

hasta que en la oscuridad

relumbra el sol de la muerte.               140

Todo confuso y borrado                        

en tu seno aparecía,

vaporoso y nacarado

y en celajes mil velado

como luna en noche umbría.                145

Y la mente virginal                              

que sólo a ver alcanzaba

las rosas en el zarzal

y otros vientos no soñaba

que la brisa matinal;                            150

Tus enigmas resolvía                            

a favor de la inocencia,

y calma tan sólo veía,

y solamente escondía

amor sin fin y creencia.                       155

Que hay una edad placentera               

de vistosos arreboles,

pura como azul esfera,

de espléndida primavera

y mágicos tornasoles.                           160

En que se goza el dichoso                     

porque en la dicha confía,

en que se goza el lloroso

viendo fanal luminoso

allá en el bruma sombría.                     165

De pura nieve y carmín                         

formada está el alma nueva:

no es mucho, pues, que se atreva

con el destino, y que beba

en las copas del festín.                          170

Vaga niebla sin color,                             

no es mucho que vea en ti

serenas noches de amor,

labios de ardiente rubí

y verdes prados en flor.                          175

No es mucho; porque ilusiones                

de tan vistoso jaez

pasan tan sólo una vez

para velar sus blasones

en perpetua lobreguez.                         180

Su blanca luz placentera                       

brilla un instante no más,

y en la amorosa carrera

de juventud hechicera

no vuelve a lucir jamás.                        185  

Niebla, ya no puedo ver                        

en tu misteriosos espejos

los vergeles del placer,

que el corazón está viejo

de quebranto y padecer.                       190  

Pasó mi infancia muy triste,                  

más pasa mi juventud;

que entonces tú me acogiste,

y hoy mi ventura consiste

en la paz del ataúd.                             195

Mas, ya que has sido mi amor,               

envuélveme con tu velo,

dame sombras y consuelo,

que tú sola mi dolor

has comprendido en el suelo.                200  


  1. ANÁLISIS

1. Resumen

Vv. 1-8: el yo poético muestra la admiración por la niebla, por sus “sombras y misterios”, es decir, por los secretos que esconde. Toda su vida lo ha atraído intensamente.

Vv. 9-49: el yo poético recuerda haber querido ver a través de la niebla sus deseos y anhelos infantiles procedentes de la literatura popular, como hadas y otros seres fantásticos. También recrea visiones de caballeros, guerreros y castillos imponentes de un tiempo pasado, pues ahora solo quedan ruinas.

Vv. 50-72: recuerdos del yo poético, en su niñez, adolescencia y juventud, viéndose a sí mismo como un formidable guerrero medieval, en un imponente castillo que ahora está en ruinas. Pero eran imágenes falsas que pronto se desvanecían; sin embargo, las anhelaba.

Vv. 73-155: el yo poético confiesa, sobrecogido todavía, la atracción que la niebla ha ejercido sobre él. Le ha dado felicidad porque se ha sentido comprendido y protegido por la niebla; en momentos de dolor y soledad, esta ha sido su cómplice y acompañante generosa, pues nada pide y todo da.

Vv. 156-185: esta es una sección más reflexiva, frente a las anteriores, dominadas por el recuerdo y la nostalgia de la juventud y la felicidad pasada. La niebla, ahora, sirve para recrearla en sus momentos de felicidad compartida con una persona amada; hubo amor y dicha, pero se acabó. Todo se esfumó como por encanto.

Vv. 186-200 y final: todo lo pasado es ya solo una sombra. Ahora, el yo poético le pide a la niebla que, ya que siempre lo ha acompañado, no lo abandone en sus momentos de soledad, dolor y cierta decrepitud. Le pide a la niebla “sombras y consuelo” para sobrellevar su carga. Ella es la única que ha comprendido su “dolor”, de ahí la complicidad que siente por ella, también como una necesidad para su lamentable postración.

  1. Tema

El tema es un elogio a la niebla, que ha acompañado al yo poético en su trayectoria emocional y existencial a lo largo de las distintas etapas de la vida. Se mezcla con una súplica para que lo arrope en sus momentos dolorosos, previendo inminente el final de su vida. 

  1. Apartados temáticos

En el propio resumen hemos presentado una división por secciones de contenido. Aunque el poema se plantea como una línea continua de evocación y reflexión, sin embargo, podemos apreciar ciertas modulaciones que nos permiten hablar de una estructura bastante circular: comienza y acaba con la expresión de la admiración por la niebla y una súplica para que no lo abandone en su vida amarga.

4. Análisis métrico y de la rima

Este poema es muy extenso. Esta compuesto por doscientos cuatro versos octosílabos, agrupados en una sola estrofa. Riman en consonante los pares, dejando los impares libres. Forman un romance hasta el v. 82 (con ríma en é-o). A partir del v. 83 la rima cambia; se forman pareados, cuartetas y redondillas; a veces, aparecen secuencias de versos libres. En los versos finales se retoma la rima en é-o; se cierra el poema con una quintilla de bella factura. 

5. Rasgos estilísticos

El poema está perfectamente trazado y ejecutado. Como en otras composiciones, Gil y Carrasco muestra un estilo intimista, subjetivo y reconcentrado. No se trata de una expresión grandilocuente o altisonante, sino refrenada y serena. 

El poema posee dos vertientes significativas: la reflexiva, en la que el yo poético se autoanaliza y pondera su trayectoria existencial, por cierto, llena de sombras, dolor, soledad y fracasos (se intuye que de naturaleza amorosa). La segunda vertiente es de naturaleza dialógica: el yo poético conversa con la niebla; se dirige a ella, le recuerda los momentos vividos juntos, etc. 

El yo poético se recuerda a sí mismo niño, jugando en un castillo (se entiende que el de los Templarios, de la ciudad de Ponferrada, en León, donde vivió parte de su infancia y juventud), imaginándose un caballero medieval luchando contra enemigos de todo tipo. También se ve como un niño y adolescente solitario, retraído en sus actitudes y sentimientos, un tanto alejado de la vida social. Su propia juventud la ve como “la paz del ataúd” (v. 195). El poema desprende un tono de amargura y pesimismo indisimulado. 

Es importante destacar que el yo poético califica a la niebla de amiga, cómplice y protectora, a pesar de que puede ser engañosa y peligrosa para los que no la conocen bien. Un extracto del poema (vv. 96-101) nos da una clave de lectura interesante: 


Qué mucho que yo te amara,              

yo, desterrado del mundo,

que en ti perdido vagara,

y a ti sola confiara

mi desamparo profundo!


Podemos apreciar la soledad existencial del yo poético, su amor por la niebla, pues constituye un verdadero refugio en su “desamparo”. Esta impecable quintilla expresa con vivacidad y dramatismo el radical extrañamiento del yo poético en un mundo en el que se encuentra “perdido”, deambulando sin objetivo alguno.

El empleo de los recursos estilísticos es acertado y feliz. Gil y Carrasco emplea, sobre todo, la metáfora para transmitirnos estados del alma en los que la insatisfacción vital y el agradecimiento a la niebla por haber sido su refugio y consuelo en esos momentos tan desoladores priman por encima de otros mensajes. En este sentido, el poema entero está al borde del valor alegórico, pues todo gira en torno a estos dos ejes temáticos.

La selección léxica es cuidadosa y acertada. Los vocablos del mundo natural se combinan con otros más abstractos y de significación más conceptual. La adjetivación es muy atinada y sirve para describir paisajes brumosos y fantasmagóricos de mucho poder expresivo. Ya hemos notado cómo una parte del poema se expresa en pasado (la inicial, la de los recuerdos) y otra en presente (el yo poético habla desde su presente vital).

8. Contextualización

Enrique Gil y Carrasco nació el 15 de julio de 1815 en Villafranca del Bierzo (León). Su padre, Juan Gil, soriano de nacimiento, era administrador de los bienes del marqués de Villafranca y la Colegiata de Santa María, de Villafranca. Enrique tuvo cinco hermanos. Familiarizado con la historia del Bierzo por su relación con el marquesado, se interesó y empapó de la historia y arqueología de la comarca berciana. 

Estudió en el convento agustino de Villafranca; luego, en el benedictino de Vega de Espinareda; siguió en el seminario de Astorga; continuó con los estudios de Derecho en la Universidad de Valladolid (1831-1836). Se matricula en la Universidad de Madrid, donde finaliza sus estudios de leyes en 1839. Trabó una sólida amistad con el poeta José de Espronceda. Fue miembro activo del Ateneo y otras instituciones culturales. Por esa época, publica poemas, cuentos y crítica teatral en diversas publicaciones madrileñas. No oculta sus ideas políticas liberales.

Arrastra una tuberculosis, de la que empeora en 1839. Mientras se restablece en Ponferrada, escribe la novela El lago de Carucedo (publicada en 1840). En 1843 termina su novela histórica El Señor de Bembibre, mientras publica artículos de opinión, de costumbres y de crítica literaria.  El 28 de noviembre de 1840 trabaja de bibliotecario en la Biblioteca Nacional de España, gracias a su amigo Espronceda. Este fallece en 1842, lo que le afecta severamente; le dedica un sentido poema, "A Espronceda". Visita el Bierzo con frecuencia; publica en 1842 Bosquejo de un viaje a una provincia de interior

Obtiene el cargo de secretario en la embajada de Prusia en noviembre de 1843; se va a  Berlín en abril de 1844. Su objetivo principal era restablecer relaciones diplomáticas con Prusia, rotas desde 1836; se recuperan en 1848, algo después de la muerte de Gil y Carrasco.  Su viaje a Alemania dura cuatro meses, pues está lleno de rodeos (Francia, Bélgica, Holanda y, al fin, Berlín). Desde Francia remite dos artículos a El Laberinto y escribe un Diario, donde revela sus gustos literarios clásicos (Fray Luis de León) y contemporáneos (Byron, Schiller y Goethe). En Berlín amista con el polígrafo Alexander von Humboldt y se introduce en la casa real prusiana con éxito.

Gil y Carrasco fallece el 22 de febrero de 1846 por el agravamiento de su tuberculosis. Su muerte prematura coincide con la de otros románticos, como Espronceda y, luego, Bécquer. Sus restos se repatriaron en 1987 a la iglesia de San Francisco de Villafranca del Bierzo gracias a las gestiones del profesor francés Jean-Louis Picoche, el máximo especialista en nuestro escritor romántico.

En cuanto a su producción literaria, Gil y Carrasco tocó varios géneros literarios. Así, compuso poesía, dejándonos treinta y dos excelentes poemas, todos redactados entre 1837 y 1842. Sus rasgos distintivos son los de intimidad concentrada, vitalismo melancólico, afinidad con la naturaleza, cierta angustia existencial, defensa de valores cívicos y preocupación por la muerte, etc. Algunos títulos son «La palma del desierto», «La violeta» (flor que era el emblema de su vida), «La niebla», el bello poema que ahora comentamos, «Un recuerdo de los templarios», «A Polonia», «El 2 de mayo», «Paz y porvenir», «El cisne»,  «Un ensueño» «A la muerte de Espronceda», etc. 

Escribió artículos de viajes y costumbres. Entre aquellos destacan «Bosquejo de un viaje a una provincia del interior», «De Lyon a París», etc. De naturaleza costumbrista sobresalen los tres insertos en Los españoles pintados por sí mismos, de marcado sabor regionalista y de alto valor folclórico y antropológico. En «El pastor trashumante» se nos introduce con términos técnicos en la forma de vida del pastor de Babia. En «El segador» recrea la vida del campesino gallego que emigra a Castilla en época de siega para desarrollar un duro trabajo, mal remunerado.  En «El maragato» describe detalladamente un transportista de mercancías y personas entre Madrid y Galicia y una boda en la Maragatería.

Escribió también treinta y ocho artículos de crítica literaria entre 1838 y 1844. Es un buen lector y posee un juicio sereno y exigente. Lo aplica a obras de Zorrilla, Espronceda y autores extranjeros. 

Como cuentista y novelista dejó obras muy importantes. Algunos de sus cuentos o leyendas son «El anochecer de la Florida» (1838), relato sobre la rehabilitación de un joven desesperado, y la más conocida «El lago de Carucedo» (1840), narración breve sobre el terremoto que, según la leyenda, creó el lago. En 1844 apareció en Madrid su obra más importante, ambiciosa y perdurable; se trata de la novela histórica El señor de Bembibre; tuvo buena acogida entre lectores y crítica. Gil y Carrasco se documentó sobre la historia de España del siglo XIV en fuentes clásicas y luego siguió la estela de Walter Scott y otros novelistas europeos. Parece que El templario y la villana, de Juan Cortada (Barcelona, 1805-1868) le pudo influir en su propia novela.


9. Interpretación y valoración 

 Este bello poema nos transmite una honda y pesimista reflexión de Gil y Carrasco sobre su vida pasada y, al mismo tiempo, un elogio de la niebla como refugio ante sus fracasos vitales o emocionales. Su considerable longitud permite al poeta indagar pormenorizadamente en su corazón y su memoria sobre su vida pasada. La niebla, en este sentido, es un pretexto para recordarse como un niño solitario, soñador y no muy aficionado a la vida social.

Es de destacar el amor a la naturaleza que se transparenta a cada paso. La niebla potencia la belleza de paisajes naturales que el poeta ha admirado en su infancia y juventud. Han sido, niebla y paisajes, cómplices de su vida, porque los ha utilizado para canalizar sus pasiones. En general, el poema es pesimista porque el autor se ve a sí mismo al borde de la muerte (acaso Gil y Carrasco, conocedor de su tuberculosis, presentía su muerte no muy lejana), sin apenas un rayo de esperanza que le permitiera continuar su trayectoria vital.

El poema es bastante contenido en la exteriorización de los sentimientos; se observa un cierto recato del poeta para refrenar la expresión y contener la exteriorización de sus emociones. Aquí radica cierto comedimiento intimista, que es uno de los aciertos del poema.


2. PROPUESTA DIDÁCTICA

1.Comprensión lectora

  1. Resume el poema (150 palabras).

  2. ¿Quién es el auténtico protagonista de este poema? 

  3. ¿Por qué al yo poético le entusiasma la niebla?

  4. ¿Cuáles son los sentimientos que llenan la juventud del yo poético?

  5. ¿Ha afectado el paso del tiempo al yo poético?

  6. Explica la métrica y la rima del poema.

2.Interpretación y pensamiento analítico 

  1. ¿Podemos afirmar que la niebla ha sido un refugio para el yo poético? Busca ejemplos que avalen esta opinión.

  2. El autor, Gil y Carrasco, ¿muestra experiencia propia sobre el asunto del que habla?

  3. ¿Cómo apreciamos la premonición de su temprana muerte en el yo poético?

  4. ¿Podemos afirmar que el poema es un diálogo?

3. Fomento de la creatividad

  1. Realiza una exposición, con medios TIC, sobre la vida y la obra de Enrique Gil y Carrasco.

  2. Escribe un texto literario, alrededor de un fenómeno natural (la niebla, por ejemplo), que sirva para transparentar los propios sentimientos

  3. Imagina una entrevista con el autor, en tu clase: ¿qué tres o cuatro preguntas le harías?

  4. Transforma el poema, o parte de él, en un nuevo texto, cambiando el género literario, o, simplemente, ambientándolo en nuestros días.

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