17/12/2020

Miguel Delibes: "El hereje"; análisis y propuesta didáctica

Antiguo convento de San Francisco, Ourense (XII-2020) © SVM

 

Miguel Delibes - “El hereje” (1998)


  1. ANÁLISIS

  1. Resumen

Cipriano Salcedo nace en Valladolid el 30 de octubre de 1517, hijo de Bernardo Salcedo y de Catalina Bustamante; forman una familia acomodada y respetada. El matrimonio intenta en repetidas ocasiones procrear, durante ocho años, pero con resultado negativo; reciben la ayuda del doctor Almenara. Bernardo es negociante de lanas y le va muy bien. Le comunica la noticia del embarazo a su amigo y socio burgalés, Néstor Maluenda; este les regala una silla de partos; es un artilugio para facilitar el alumbramiento en casos difíciles. La madre fallece unos días después del parto por complicaciones añadidas. Los médicos no pueden hacer nada por ella. La entierran con solemnidad y boato, como corresponde a su clase social, adinerada y honrada. Bernardo busca y contrata una nodriza y aya, MInervina, una muchacha de quince años, amable y risueña. 

La muerte de Catalina afecta a Bernardo en forma de resentimiento contra su hijo, pues lo considera responsable de esa desgracia. Bernardo se abandona física y moralmente; no atiende su negocio, por lo que se resiente. No se cuida y entra en un estado de melancolía irritante. Desarrolla un terrible odio hacia su hijo; este, aún bebé, llora al oírlo subir la escalera para visitarlo. Bernardo se siente mejor con las visitas de su hermano Ignacio y su esposa; encuentra cierta delectación en su morbidez y la atención que despierta en los amigos y familiares.

Bernardo acompaña a su caravana de carrozas cargadas de lana hasta Burgos; es mercancía para la exportación. Se ve con su corresponsal, que lo consuela por su viudez. Le sugiere no descartar volver a enamorarse y casarse con otra mujer. De vuelta a su casa vallisoletana, se siente atraído por Minervina. Le propone a la joven que viva en su misma planta de la casa, dejando al niño arriba, pero ella se niega pretextando frío y otras incomodidades. Bernardo le abre su corazón a su hermano Ignacio, quien lo remite a un fraile, fray Hernando, para que lo aconseje. Se siente frustrado tras el rechazo de Minervina; decide buscarse una amante, pero las mujeres públicas están enfermas, principalmente de sífilis, por lo que las rechaza. Su amigo Manrique le da la dirección de una alcahueta. Esta le busca una joven guapa y virgen. Le paga una vivienda y la visita de vez en cuando. Un día, la pilla con un amante. Ahí comprende que ha sido burlado y se desentiende de las mujeres. 

Mantiene una relación de amistad con Minervina. El odio hacia su hijo se hace recíproco. Minervina le enseña algo de doctrina cristiana. Bernardo contrata a un preceptor, Álvaro Cabeza de Vaca, para que eduque al niño, cosa que hace al punto. Pronto advierten la viva inteligencia de Cipriano, pero su interés es alterno porque, entre otras cosas, la sombra de su padre lo cohíbe. El padre piensa que la presencia suave y dulce de Minervina es negativa para la educación de su hijo, así que decide internarlo, previo pago, en el Hospital de niños expósitos; piensa que le inculcarán disciplina y obediencia.

En el colegio aprende la dureza y miseria de la vida. Las inmoralidades de sus compañeros son constantes; desde la impiedad a la masturbación, recibe un baño de sórdida realidad de manos de niños turbios, violentos  y extraviados como El Corcel, Tito Alba, El Escriba, el Menino, el niño, el Obeso, el Rústico y muchos más. Sin embargo, aprende muchos saberes en las clases. Allí se entera de los movimientos reformistas cristianos dirigidos desde Europa central por el holandés Erasmo de Rotterdam y el alemán Martín Lutero. Se celebra una una junta de religiosos reformistas en su ciudad, lo que le atrae. Discute con sus amigos sobre este asunto, al igual que muchos de sus profesores.

Se propaga la peste por la ciudad. Cipriano y sus compañeros ayudan a los enfermos. Su tío Ignacio le comunica que su padre ha enfermado; él se retira a otro lugar para protegerse. Al poco, muere, al igual que algunos de sus compañeros de colegio. Pasa a vivir con su tío Ignacio y a estudiar Derecho en la universidad. Minervina se incorpora al servicio de la familia. Un día, se desata la pasión y Cipriano y Minervina se aman, lo que repiten regularmente. Los sorprende su tía y expulsa a la muchacha de su casa.

Finaliza sus estudios de Derecho, refuerza el negocio heredado de su padre y adquiere un alto estatus social, pues alcanza el título de doctor, pasando a ser hidalgo. Busca a Minervina, pero no la encuentra. Visita Burgos y conferencia con el hijo de Maluenda, pero este no es hábil en el negocio. De vuelta a casa, inicia un negocio de zamarros (pelliza o abrigo, de piel o lana), los “zamarros de Cipriano”; obtiene buenos réditos. Necesita lana y entra en tratos don Segundo Centeno, poseedor de un gran rebaño de ovejas. Conoce a su hija, Teodomira, y se enamora de ella; la conocen como “la reina del Páramo”; es hábil esquiladora. Pasean y charlan juntos, afianzando una relación amorosa tímida. La relación avanza y se casan un verano, en la iglesia de Peñaflor.

Busca vivir su cristianismo con más autenticidad e intensidad; a su alrededor ve una religión superficial, ritual y poco edificante con el ejemplo de los clérigos avariciosos y libidinosos. Conoce al doctor Agustín Cazalla, clérigo erasmista, y a uno de los hermanos (eran tres); le prestan libros de Erasmo y los lee con devoción; le explica la renovación religiosa que difunde Erasmo. Sus sermones lo complacen y, casi sin querer, se hace erasmista. Luego sale de caza con Cazalla; por el campo, este le explica el sentido reformista de la iglesia católica que pretende Erasmo: pureza de las creencias, lectura directa de la Biblia, apertura mental, quedarse con el espíritu y no con la letra, mucha atención a las cartas de San Pablo, la redención por la muerte de Jesucristo, etc.

El matrimonio de Cipriano y Teodomira no logra procrear, aunque lo intentan. A la esposa, tras diez años de espera, le provoca desequilibrios mentales; su comportamiento es inestable. Visitan al doctor Galacha; les prescribe unas infusiones y paciencia. Cipriano no muestra gran interés por tener hijos, pero a Teodomira este asunto la perturba.

Cipriano, casi sin querer, sigue ahondando en el erasmismo; lee el libro de Erasmo El beneficio de Cristo, compendio de su pensamiento. Visita a otros erasmistas vallisoletanos como Carlos de Seso y el dominico Juan de la Peña. Los meses pasan y la ciudad crece. Teodomira compra compulsivamente adornos para la casa; duermen en camas separadas. Cipriano, poco a poco, se desentiende de su mujer. Acepta la idea de que el purgatorio no existe, como se lo explica Pedro Cazalla.

Forma parte del círculo más íntimo de los Cazalla y los reformistas cristianos. Allí están Carlos Cazalla, su hermano Juan, su hermana Beatriz, Carlos de Seso, Francisca de Zúñiga, el joyero Juan García, doña Leonor, el bachiller Herrezuelo, fray Domingo de Rojas y una mujer bella y poderosa, Ana Enríquez. Se escoran del erasmismo al luteranismo, el protestantismo, que preconiza la ruptura con la iglesia de Roma. Cipriano viaja por toda España conociendo las pequeñas comunidades, de vida precaria y gente poco formada; transmite ánimo y firmeza en sus creencias.

A la vuelta, se encuentra a su esposa alterada y trastornada. Lo hiere con unas tijeras de esquilar ovejas e intenta castrarlo, aunque sin éxito. Internan a Teodomira en un manicomio, pues ha perdido el juicio. Apenas come, ni habla, ni camina; lleva una vida vegetal. Ocho meses después, fallece. La entierran con su padre, asesinado unos años antes, cuyo cuerpo aparece aún en buen estado. Tras ese momento de crisis, Cipriano promete a Dios abstención carnal y vida humilde.

En consecuencia, entrega sus bienes a su comunidad protestante. Vive en comunicación con el doctor Agustín Cazalla, que lo reconforta espiritualmente. Cipriano viaja a Alemania; pasa la frontera de Francia con la ayuda de Pablo Echarren. En Alemania, donde el pensamiento reformista es más amplio y popular, comprende mucho mejor el sentido del erasmismo. Regresa con información, libros y refuerzo doctrinal (se entrevista con Felipe Melanchton, un cabecilla reformista de primera importancia). Las cosas en España, y, por tanto, en Valladolid, empeoran porque el Santo Oficio de la Inquisición persigue a los erasmistas, acusándolos de herejes; sus procedimientos son crueles y sus penas, muy severas; detienen a Cristóbal de Padilla. Cazalla les aconseja abandonar la ciudad, pero nadie lo hace.

Cipriano destruye papeles y libros de contenido reformista para que no lo incumplen. Lo visita Ana Enríquez y le ruega que se esfume, o será detenido. Se quieren y así lo manifiestan. Abandona Valladolid camino de la frontera; llega al domicilio de Pablo Echaren, quien le ayudará a cruzar la frontera, pero se encuentra con los agentes de la Inquisición en su casa, interrogándolo. Lo detienen inmediatamente y lo llevan a una cárcel secreta de Pamplona. Allí coincide con Juan Sanchez, Carlos de Seso y fray Domingo de Rojas; también habían intentado huir, sin éxito. Andando, los conducen a Valladolid. Al pasar por los pueblos, reciben insultos y les tiran piedras y porquería; encendían hogueras, como anunciándoles su destino.

Ya en su ciudad, lo encarcelan en duras condiciones con fray Domingo de Rojas, en la cárcel de San Pedro Barrueco. La prisión rebosa de erasmistas y luteranos. También están retenidos el doctor Cazalla y Ana Enríquez. La falta de luz le afecta a la vista. Conversa con el fraile sobre las penas que podían imponerles: garrote vil y a la hoguera, hoguera quemados vivos, encarcelamiento de por vida, junto con la confiscación de bienes, destierro y despojo de honores y títulos. Se preparan para el interrogatorio, que adivinan terrible, con torturas incluidas. Todo el día con grilletes, la vida en prisión es muy miserable.

Los carceleros les hacen saber las delaciones. La mayoría de los interrogados se retractan y delatan a los compañeros. Cipriano soborna a un carcelero para que le pase las delaciones. Se siente decepcionado. Lo visita su tío Ignacio y lo pone al día, advirtiéndole que su situación es muy grave. Ana Enríquez confiesa haber sido engañada en su ingenuidad; es un golpe para Cipriano. Le toca confesar, pero resiste la presión; no delata a Cazalla ni cuenta su viaje a Alemania. Lo someten al potro de tortura, con horribles sufrimientos (puede descuartizar a una persona fácilmente), pero se mantiene firme. En la cama de su celda, permanece inmóvil entre dolores incontables; apenas ve y está medio tullido por la tortura. Se cartea en secreto con Ana Enríquez, que ya está fuera; le aconseja que confiese para vivir juntos, pero Cipriano tiene sus ideas sobre la fidelidad.

Su tío Ignacio lo provee de ropa limpia, aunque no lo visita. Fray Domingo de Rojas confiesa y se retracta, pero no se lo dice a Cipriano. Abdica Carlos V (16 de enero de 1556). Su hijo Felipe II sube al trono; es mucho más duro en cuestiones de fe y ordena limpiar el reino de herejes --erasmistas, luteranos, calvinistas, etc.--. La Santa Inquisición se siente fuerte y actúa con más contundencia; se atreven a acusar a Bartolomé Carranza, arzobispo de Toledo; salva su vida de milagro. Se hacen públicos los nombres de los acusados; entre ellos está Carlos de Seso, amigo de Cipriano. Recibe, por fin, la visita de su tío; lo pone al día de la marcha implacable de la Inquisición. Ana Enrírquez sufre una leve pena, pero los demás, sobre todo los que no se han retractado, les espera una dura condena, incluido Cipriano. Le envía una carta con la palabra “valor”. Se confiesa, pues su ejecución es inminente; no se arrepiente de sus creencias, ni se siente mal cristiano. El doctor Cazalla enloquece, grita y se desespera, por lo que lo sedan.

Algunos meses después se organiza la ejecución de la sentencia en la plaza mayor de Valladolid, con asistencia de mucho público. El auto de fe lo preside Felipe II y la familia real, sentados en unas gradas muy altas; en un lateral, se prepara una gran hoguera con un poste en el centro (el “quemadero”). Al amanecer, los castigados con penas leves salen en procesión; un cirio en la mano y la cruz de San Andrés. Detrás, los contumaces, condenados a perecer en las llamas. Los sientan en una silla y se van pregonando sus penas. Comienzan con los Cazalla, la mayoría conducidos a la hoguera. Ana Enríquez se libra de la hoguera, pero no Cipriano. Apenas se tiene en pie, así que han de ayudarle a caminar, pues no tiene fuerzas. Los montan en unos burros y los conducen a la hoguera. Su tío lleva del ronzal al animal; de pronto, aparece Minervina y toma conduce al animal, entre lágrimas.

Ya ante la hoguera, los inquisidores les interrogan sobre si renuncian a sus creencias heréticas. Los que lo hacen, los ejecutan con garrote vil (una silla con respaldo alto provisto de un artilugio giratorio; una argolla, a modo de abrazadera, aprieta la garganta, hasta asfixiar; a la vez, un tornillo se introduce por la base del cráneo, hasta desnucar al reo), algo más rápido y menos doloroso, aunque luego los queman. Los contumaces, se les ata a un palo y se enciende la hoguera bajo sus pies, para disfrute de la masa allí arremolinada, amiga de emociones fuertes. Algunos condenados gritan, tratan de encaramarse al palo, gesticulan, etc. en un intento de escapar al dolor, como Herrezuelo. Cipriano se mantiene firme en sus creencias. Encienden su hoguera y, poco a poco, arde vivo, sin emitir un sonido, en silencio. El gentío se admira de su entereza. Pierde el sentido y el fuego lo consume. Es el 21 de mayo de 1559.

 

 

  1. Temas de la novela

  • La intransigencia religiosa: el siglo XVI es un momento de gran ebullición religiosa en toda Europa. El erasmismo, el luteranismo y otras corrientes reformadoras irrumpen con fuerza en el continente, hacia el 1500, exigiendo una inmediata restauración del cristianismo primitivo y acabando con los desmanes de la Iglesia y de muchos de sus representantes. En todos los países hubo tensiones, disputas, enfrentamientos y muertes. También en España, como es lógico esperar. Durante el reinado de Carlos V se toleraron estos movimientos, pero la llegada al trono de Felipe II supuso la erradicación expeditiva y violenta de todos estos movimientos, que venían a unirse a los restos judíos y mahometanos (por los moriscos). Delibes aborda con una increíble fidelidad histórica estos acontecimientos y retrata una sociedad intransigente, fanatizada y manipulada por la Iglesia y la nobleza.

  • La dificultad para lograr una convivencia tolerante: es muy difícil organizar una sociedad tolerante porque desde el poder se busca la total homogeneidad religiosa, política y social. No hay margen para la discrepancia. Quien piensa, siente o cree de otro modo es eliminado sin contemplaciones, como se manifiesta en la figura del protagonista.

  • La incertidumbre existencial que rodea a las personas: el destino de cada personaje es realmente incierto, imprevisto y siempre sorprendente. Salvo que uno se atenga a un estilo de vida muy ortodoxo, los peligros y golpes asaltan a las personas, conduciéndolas, casi siempre a la perdición, en un camino de dolor y sufrimiento. 

  • La increíble fuerza de las pasiones en el destino humano, tanto las positivas como las negativas. Amor, amistad, afecto familiar, etc., se mezclan con odios terribles, desafectos, codicia, etc. Cada persona se mueve por intereses materiales o espirituales que, poco a poco, lo van conduciendo por caminos insospechados, muchas veces, derechos al precipicio, como le ocurrió a Cipriano.

 

  1. Apartados temáticos 

La novela es bastante voluminosa y densa, pues relata exhaustivamente la vida del protagonista; en realidad, el texto es la biografía de Cipriano Salcedo. Posee tres partes:

  • Un preludio, en el que se narra la vuelta marítima de Alemania del viaje informativo de Cipriano; desembarca en el puerto de Laredo con sus libros prohibidos.

  • La introducción (nacimiento, infancia y primera juventud) ocupa el Libro primero (“Los primeros años”); se subdivide en seis secciones o capítulos. Se cierra con el descubrimiento de las relaciones amorosas entre Cipriano y Miner por parte de su tutor, su tío Ignacio y doña Gabriela. Expulsan a la chica de la casa, para disgusto de Cipriano. 

  • El desarrollo o nudo argumental ocupa el Libro segundo (“La herejía”) y casi todo todo el Libro tercero (“El auto de fe”, de los capítulos quince al dieciséis); abarca de los capítulos siete al catorce del segundo libro y el quince y dieciséis del tercero. Se centra en el nacimiento y desarrollo del sentimiento religioso reformista de Cipriano Salcedo y su firme compromiso doctrinal y real. 

  • El cierre, conclusión o desenlace ocupa el último capítulo (diecisiete): se centra en su horrible muerte en la hoguera, siempre digno, sereno y silencioso.

  • Se cierra la novela con la “Declaración de Minervina Capa” (parece un documento histórico real; el autor no lo aclara), nacida en Santovenia de de Pisuerga y vecina de Tudela de Duero, realizada el 28-5-1559, en Valladolid. Las últimas palabras de Cipriano audibles fueron “Creo en la Santa Iglesia de Cristo y de los Apóstoles”.

 

  1. Personajes

  • Cipriano Salcedo: es el protagonista de la novela; en realidad, el texto es su biografía. Estamos ante un hombre de clase alta, adinerada y bien situada, gracias al comercio de lanas de su padre. Es un niño que crece sin amor a causa de la rigidez de su padre. Busca la coherencia de sus creencias religiosas y se inclina por una vivencia del cristianismo más pura y auténtica, próxima a los Evangelios y al espíritu paulino. Cuando cree encontrar el verdadero camino, lo sigue con total coherencia, lo que le costará la vida. También la mala suerte juega un papel importante en su vida. Cuando estaba a punto de pasar la frontera, es detenido.

  • Bernardo Salcedo y Catalina Bustamante: son los progenitores de Cipriano; ella tiene poca relevancia argumental porque muere a los pocos días de dar a luz. El padre, Bernardo, culpa a su hijo de la muerte de su padre; el niño teme a su padre y lo evita, y no le faltan razones para ello. Cuando lo ingresa en una institución más o menos educativa muestra su poco afecto, sabiendo que el ambiente en ese Hospicio era violento y degradante. Trata de ordenar su vida sentimental tras quedar viudo, pero no lo logra. Su muerte es un alivio para Cipriano.

  • Minervina: es la nodriza de Cipriano. Se establece una sólida y duradera relación entre ambos. Deriva en una unión amorosa que no es tolerada por la familia de él, así que ella es expulsada de ese círculo. Muestra cariño, sentido común y fidelidad al muchacho y al hombre. Es un oasis de amor y bonhomía en un ambiente hosco y agresivo.

  • Teodomira: es la única esposa que tuvo Cipriano; se casaron por amor, pero las vicisitudes de la vida los fueron separando. Estamos ante un personaje muy bien dibujado. Algo rústica, en su simplicidad rural, bastante atractiva, alegre e impulsiva, pretende fundar una familia amplia; la llegada de los hijos es su principal objetivo. Como no lo logra, su salud mental se ve seriamente afectada, acabando en la enajenación total. Su destino es realmente trágico e inmerecido, pero los vericuetos de la vida a veces son macabros.

  • Ignacio y Gabriela: son los tíos de Cipriano y la familia más cercana de este cuando fallece su padre. Son personas ponderadas, tranquilas y con un gran sentido de la responsabilidad. Apoyan en todo momento a Cipriano y tratan de aliviar sus cuitas siempre que pueden; se preocupan de su educación y son rectos en su comportamiento.

  • Ana Enríquez: mujer hermosa y noble, por tanto, con influencias importantes en los estamentos sociales superiores. Aunque se enamora de Cipriano, o eso aparenta, mantiene una actitud algo ambigua y calculadora. Es reformista pero sabe retractarse a tiempo para salvar el pellejo.

  • Miembros del grupo reformista: su alma es la familia Cazalla, sobre todo Agustín, el más inteligente y convencido de la necesidad de la propagación del erasmismo en España. Son personas ilustradas, inteligentes y de buena posición social. Los demás miembros tienen orígenes y características diversos. Poseen mucha importancia porque simbolizan crudamente cómo acaba cruelmente el deseo de ser mejor cristiano, de vivir la fe conforme a las enseñanzas evangélicas. 

 

 

  1. Lugar y tiempo narrativos

La acción ocurre, principalmente, en la ciudad de Valladolid. Alternan los espacios interiores y exteriores, según las necesidades narrativas. No hay un único lugar aglutinador, sino varios; la casa donde nace, el internado, la casa de los tíos, su residencia de adulto, la cárcel inquisitorial, etc. son los más señalados. Cipriano se desplaza por España y Europa, así que también otros lugares ocupan algo de relevancia argumental.

Como es una novela histórica que se basa en hechos realmente ocurridos, podemos acotar la cronología con bastante precisión. El auto de fe se verificó, como ya dijimos en el resumen, el 21 de mayo de 1559 (hubo otro ese mismo año, pero no importa a efectos novelescos). También se precisa el nacimiento de Cipriano, el 30 de octubre de 1517. Vemos que la acción dura tanto como la vida del protagonista: cuarenta y dos años, que coincide casi totalmente con la primera mitad del siglo XVI, el Renacimiento.

 

  1. Figura del narrador

El relato lo cuenta un narrador en tercera persona, omnisciente, objetivo y externo. No se involucra demasiado en la acción. Ve a través de Cipriano, de modo que, de algún modo, muestra empatía hacia él y una especie de solidaridad interna. De cualquier modo, el narrador, al estilo cervantino, muestra mucha compasión por las personas y benevolencia, sobre todo con los débiles y los humildes; estos son los que pagan los platos rotos de los desajustes sociales. 

 

  1. Notas estilísticas

Delibes es un auténtico maestro en el manejo de la lengua española. Recrea el español renacentista con una maestría inigualable. Veamos un ejemplo tomado del capítulo XVI:

 

A Cipriano Salcedo le correspondió compartir celda con fray Domingo de Rojas, Hubiera preferido un compañero menos adusto, más abierto, pero nadie le dio a elegir. Fray Domingo continuaba con su grotesco vestido de lego y lo único que había suprimido de su disfraz era el estrambótico sombrero de plumas. Paulatinamente, Cipriano fue informándose de la situación del resto de los perros. Don Carlos de Seso había sido emparejado con Juan Sánchez, enfrente se hallaba la cija del Doctor, más al fondo, en una celda grande, convivían cinco de las monjas del convento de Belén, y Ana Enríquez compartía calabozo con la sexta, Catalina de Reinoso. Como Salcedo había presagiado, los emparejamientos fueron inevitables. La cárcel secreta de Pedro Barrueco, suficiente para una situación normal, para una  esporádica redada de judaizantes o moriscos, se quedó pequeña para la afluencia de luteranos en la primavera de 1558. Las detenciones, el alto número de éstas, habían sorprendido al Santo Oficio con un penal de no más de veinticinco celdas disponibles y el edificio en construcción del barrio de San Pedro, apenas con los cimientos. Valdés no tuvo otro recurso que olvidarse de la incomunicación, encerrar a los reos de dos en dos, de tren en tres y, en el caso de las religiosas de Belén, hasta cinco en una misma celda. Sin embargo Valdés, siempre perspicaz, exigió que en los emparejamientos se tuvieran en cuenta el diverso rango social e intelectual de los encerrado y el grado de su relación anterior. Éstos eran los casos, por ejemplo, de don Carlos de Seso con Juan Sanchez y el de Salcedo con fray Domingo de Rojas.

Afinada su capacidad de adaptación, Salcedo no tardó en acomodarse a las condiciones del nuevo cuativerio. La celda, doble que la de Pamplona, tenía solamente dos huecos en sus muros de piedra: un ventano enrejado a tres varas del suelo, que se abría a un corral interior, y el de la puerta, una pieza maciza de roble, de un palmo de ancha, cuyos cerrojos y cerraduras chirriaban agudamente cada vez que se abrían o se cerraban. Los catres se extendían paralelos a ambos lados de la celda, el del dominico bajo el ventano y, en el ángulo puesto, en la penumbra, el de Cipriano. Con los petates, en un suelo de frías losas de piedra, apenas había una pequeña mesa de pino con dos banquetas, el aguamanil con un jarro de agua para el aseo y dos cubetas cubiertas para los excrementos. La medida el tiempo se la facilitaba a Cipriano el ritmo de las visitas obligadas: la del ayudante de carcelero Mamerto a horas fijas, para las comidas, y la del otro ayudante, Dato de nombre, de sucia melena albina y calzones hasta la rodilla, que, al atardecer, vaciaba los recipientes de inmundicias y baldeaba sucintamente la estancia las tarde de los sábados.

 

El ritmo de la novela es excelente. Fluye con gran naturalidad y crea belleza poética. La selección léxica es impresionante; la propiedad y acierto en el manejo del léxico, antiguo y moderno, contribuye decisivamente en la creación de una realidad novelesca autónoma.

 

  1. Contextualización

Miguel Delibes Setién (Valladolid, 1920 - 2010) es un formidable novelista de la posguerra española. Dueño de un estilo propio, logró que el rural castellano, la gente humilde y sencilla, pasara a primer plano narrativo. Novelas como El camino (1950), Viejas historias de Castilla la Vieja, Las ratas, etc. son ejemplo de este tipo de narrativa. También la ciudad provinciana, en este caso con una crítica muy dura a la burguesía acomodaticia, egoísta y avulgarada, forma parte de su arco novelístico. El príncipe destronado, Cinco horas con Mario y La hoja roja son algunos ejemplos de este tipo de relato. Su última obra, El hereje, el texto que ahora analizamos, es una novela histórica de gran aliento y significación; recrea los tristes episodios en torno al auto de fe de Valladolid, contra los luteranos, en 1559.

 

  1. Interpretación y valoración

El hereje es una novela densa, profunda, muy bien articulada, mejor ambientada y tremendamente significativa. Delibes crea un relato lleno de vida, con una exactitud prodigiosa, de modo que lo verosímil casi se hace verídico por momentos. Se trasluce muy bien el enorme esfuerzo de documentación del novelista para crear su novela.

El manejo de la lengua es magistral. La propiedad y exactitud en el uso del lenguaje y el acierto en el manejo de las herramientas retóricas son valores importantes en el haber de esta novela. Los diálogos son muy verosímiles, exactos, tendentes a la sobriedad y cierto laconismo expresivo.

La lectura de este texto no deja indiferente al lector, pues lo somete a una reflexión histórica sobre la necesidad de la tolerancia y la concordia entre las personas para que las sociedades funcionen más armónicamente. En conjunto, estamos ante una maravillosa novela, llena de verdad y de vida, como se espera de un magnífico texto literario.

 


2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).


2.1. Comprensión lectora 

1) Resume el contenido de la novela (150 palabras, aproximadamente). 

2) Señala su tema principal y los secundarios. 

3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido. 

4) Analiza los personajes, tanto ricos como pobres.

5) ¿Qué tono tiene la novela: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario? 

6) Señala el lugar y el tiempo en el que transcurre la acción narrativa. 

7) Observa y señala las características del narrador.

8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. 

9) Indica las características de la novela histórica que aprecies en el relato.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico 

1) ¿Podemos decir que Cipriano Salcedo tuvo suerte en la vida? ¿A qué se debe su suerte? 

2) Analiza los rasgos morales de naturaleza religiosa de Cipriano. ¿Son de una categoría superior o inferior a los generales de su tiempo? 

3) ¿Cómo podemos calificar la actitud del Santo Oficio de la Inquisición respeto de los “heréticos?? ¿Qué sentido le podemos atribuir a ese hecho?

4) ¿Cómo se aprecia en el texto la importancia del compromiso con los valores de concordia y apertura mental? 

5) ¿Cómo podemos valorar la actitud de Cipriano en la hoguera? 

6) ¿Qué significación se encierra en el final de la  novela?  

7) Ignacio, el tío de Cipriano, le dice a su sobrino que “algún día estas cosas serán consideradas como un atropello contra la libertad que Cristo nos trajo”. ¿Tenía razón en su premonición? Justifica tu respuesta.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Elabora un texto literario, en prosa, en verso, o en forma dramática, que recree un momento histórico de nuestra historia en el que se manifiesten actitudes y pasiones de consecuencias catastróficas. Puedes imprimir un ritmo coloquial y familiar, como ha realizado Miguel Delibes.

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el novelista Miguel Delibes a propósito de su poema y de su vida. 

3) Realiza una exposición sobre Miguel Delibes, su narrativa y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc. 

4) Aporta o crea imágenes de momentos históricos donde se aprecie un momento de máxima tensión por el choque de ideologías o creencias, siguiendo el ejemplo de Miguel Delibes.

 

2.4. Comentario de texto específico

(Capítulo XVI)


Bastó una pausa mínima de su tío para que Cipriano formulara la temida pregunta:

--C… conoce las sentencias, tío?

Don Ignacio Salcedo le miraba desarmado, los ojos blandos, temblando el labio inferior. Dijo mediante un esfuerzo:

--Me las han enseñado ayer. Por mi cargo tenían que hacerlo.

Cipriano seguía con la cabeza levantada para que su tío escapara de su campo visual. Le vio vacilar, empalidecer. No trató por ello de quitar fuerza a su pregunta:

--¿Cuál ha sido mi suerte?

No respondió inmediatamente Ignacio Salcedo. Se limitó a mirar profunda, compasivamente, a sus ojos  encarnizados, pero cuando trató de hablar se le anudó dos veces la voz en la garganta. Cipriano acudió a su auxilio:

--¿La hoguera tal vez? --preguntó.

El tío calló, asintiendo.

--Vas con otros veinte --dijo al fin.

Sonreía Cipriano para aliviar la tirantez de la conversación, para dar a su tío la sensación de que la noticia no le había sorprendido, ni le asustaba; de que no esperaba otra cosa:

--¿Sería indiscreto preguntarle a vuesa merced quiénes son esos veinte?

--Ese pequeño favor puedo hacértelo --dijo--. Anota: los Cazalla, incluida su hermana Beatriz y los restos de doña Leonor, fray Domingo de Rojas, don Carlos de Seso, Juan García, tres mujeres de Pedrosa, el bachiller Herrezuelo, Juan Sánchez… ¿quién más?

--Es suficiente, tío.

--En todo caso, la lista no es definitiva. Esta noche os visitará un confesor y mañana, en el auto, aún tendréis oportunidad de cambiar vuestra suerte: la hoguera por el garrote. ¡Ah, otra cosa!, los restos de doña Leonor de Vivero serán desenterrados y el solar de su casa sembrado de sal para escarmiento de las generaciones futuras.

Don Ignacio Salcedo parecía más sosegado. Ahora cargaba el énfasis en lo anecdótico, tratando de desviar la cabeza de Cipriano de la idea fundamental. Pero Cipriano no pensaba en sí mismo. Titubeó. En su vacilación perdió de vista el rostro de su tío y hubo de acomodar de nuevo la cabeza para volver a apresarlo:

--Y… y ¿qué será de doña Ana Enríquez? --preguntó con hilo de voz.

--Quedará libre tras una pena leve, unos días de ayuno, no recuerdo cuántos. Es una criatura demasiado bella para quemarla.

Cipriano pensó que retener más tiempo a su tío suponía prolongar su suplicio. Se puso en pie tambaleándose. Su tío tenía razón: Ana Enríquez era demasiado hermosa para quemarla. Además había sido engañada, era excesivamente joven cuando Beatriz Cazalla y fray Domingo la pervirtieron. Sonaba el martilleo de los carpinteros en la plaza, un golpeteo ininterrumpido, enloquecedor. Su tío también se había incorporado y le tomó de las manos con aprensión, como a un ciego.

--No quiero hacerle perder más tiempo, tío --dijo Cipriano--. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí.

Don Ignacio Salcedo le atrajo hacía sí, le besó en las mejillas y le retuvo un momento entre sus brazos:

--Algún día --musitó a su oído-- estas cosas serán consideradas como un atropello contra la libertad que Cristo nos trajo. Pide por mí, hijo mío.

Cipriano no pudo comer. Mamerto se llevó intacta su bandeja. Por la tarde comenzaron las confesiones. Fray Luis de la Cruz, dominico como fray Domingo, recorrió las celdas  llegó a la de Cipriano cuando el sol declinaba, aunque el martilleo unísono de la plaza continuaba sonando con toda intensidad. Fray Domingo rechazó los auxilios de fray luis de la Cruz cuando éste se acercó servicialmente a su lecho.

--Padre --dijo fray Luis de la Cruz al advertir su gesto--: solamente le pido a Dios que muráis en la misma fe en que murió nuestro glorioso Santo Tomás. Estaré en pie toda la noche. Vuestra reverencia puede llamarme a cualquier hora.

Cipriano, tumbado en el camastro, acogió con afecto al confesor. Le agradeció su presencia y le dijo que en su vida había tres pecados de los que nunca se arrepentiría bastante, y, aunque ya los tenía confesados, se los confiaba al padre en prueba de humildad: el odio hacia su padre, la seducción de su nodriza aprovechándose de su cariño maternal y el desafecto hacia su esposa, su abandono, que la llevó a morir trastornada en un hospital. Fray Luis de la Cruz asentía sonriente, le dijo que su confesión general le dignificaba, pero que en este momento, en víspera del autor de fe, esperaba unas palabras de arrepentimiento por su adscripción  a la doctrina de Lutero. Cipriano que, en las medias tinieblas, apenas distinguía las facciones del fraile, le respondió que abrazó la teoría del beneficio de Cristo de corazón, con buena fe, es decir, obró en conciencia y ésta, ahora, no se lo reprochaba. Como sin darle importancia, fray Luis de la Cruz le preguntó entonces quién le había pervertido y Cipriano contestó que no podía decírselo, que así lo había jurado, pero le constaba que tampoco su inductor obró con intención perversa. El fraile, que venía cansado, empezó a dar muestras de acrimonia, le impacientaba la obcecación de Cipriano, le dijo que no podía absolverle pero que aún estaba a tiempo. Desde media noche el padre Tablares, jesuita, seguiría a disposición de los reos. Humildemente ahora le recomendó que reflexionara y, antes de separarse de él, le tuvo cogido por las dos manos un largo rato y le llamó hermano mío.


 

 

ACTIVIDADES DEL COMENTARIO DE TEXTO O EXÉGESIS TEXTUAL

 

1) Resume el texto recogiendo su contenido esencial (100 palabras aprox., equivalentes a 10 líneas); 2) Indica los temas tratados en breves enunciados sintéticos; 3) Señala los apartados temáticos o secciones de contenido; 4) Localiza el lugar y tiempo en el que transcurre la acción (no en poesía lírica); 5) Analiza la figura del narrador (no en poesía lírica, donde aparece un sujeto lírico), ni en teatro; 6) Describe los personajes (no en poesía lírica); 7) Analiza la métrica, la rima y señala la estrofa empleada (solo en poesía o teatro en verso); 8) Analiza cómo los recursos estilísticos crean significado (doce distintos, mínimo); 9) Contextualiza al autor y su obra según su entorno social, histórico, cultural y personal; 8) Interpreta y discierne la intención y sentido del texto; 9) Valora personalmente tu apreciación lectora; 10) Transforma el texto con un lenguaje y en un contexto actual manteniendo su esencia, o escribe un texto literario inspirado en el original (optativo).


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