06/11/2020

El hipertexto o referencia en la práctica educativa

Ourense (XI-2020) © SVM

 

EL HIPERTEXTO O REFERENCIA EN LA EDUCACIÓN

Comprobamos que el vocablo “hipertexto” se usa con relativa frecuencia, seguramente creciente, en el ámbito de la didáctica (sobre todo de la lengua y la literatura, pero no solo) y las tic. He de confesar que me inspiraba cierta desconfianza y aburrimiento. Son muchos los palabros que surgen alrededor de las tendencias tecno-intelectuales de moda y muchos aluden a trivialidades, o a bobadas, o a algo antiguo con un nuevo nombre que nos desean vender desde ciertos ámbitos como el no va más en educación. En esta tendencia a nombrar realidades ya existentes y comúnmente aceptadas con términos de moda, diríamos que se percibe una cierta infantilización intelectual; sin embargo, como veremos, hay mucho más, y no todo bueno.

Este ensayo arranca de la lectura del volumen Leer hipertextos. Del marco hipertextual a la formación del lector literario, volumen colectivo coordinado por Antonio Mendoza (Barcelona: Octaedro, 2012). El señor Mendoza, sin duda voz muy autorizada en la didáctica de la lengua y la literatura, realiza una “Presentación” muy juiciosa y equilibrada en la que introduce al lector en los vericuetos del hipertexto y su lectura.

Según Mendoza, “El texto mantiene distintos modos de conexión con otros textos, entre ellos está la hipertextualidad –inclusión de un texto en otro— “ (p.9). En román paladino, un hipertexto es un texto normal y corriente –en soporte papel o digital-- que alude a, se relaciona con, o deriva de otro texto o textos. Recoge muy oportunamente el señor Mendoza la distinción establecida por Umberto Eco entre hipertexto textual (texto literario impreso que incluye referentes de otros textos), texto hipertextual (texto digitalizado que da acceso a los textos u obras que son sus referentes) e hipertexto sistémico (el ciberespacio, en el que las posibilidades de enlaces alcanzan dimensiones inabarcables para el lector común) (p.13).

Aquí, surge una primera observación: el DRAE (vigésima primera edición) define “referencia” (acepción número tres) como “Indicación en un escrito del lugar del mismo o de otro al que se remite al lector”. ¿Es necesario usar “hipertextualidad” si ya tenemos “referencia” desde hace cientos de años?

Conviene recordar que siempre han existido hipertextos. Por ejemplo ¿cuántas obras –artísticas o no— derivan de la Biblia, o de la Ilíada y la Odisea? ¿Cientos, miles? Por otro lado, fuera de las obras fundacionales (y habría que ver lo que podrían deber a fuentes orales) ¿existe alguna obra escrita, de ficción o  de pensamiento que no cite, se refiera o se inspire en otra previa? El Quijote, basado en la parodia de los libros de caballerías, bien conocidos por su título y su autor, es un ejemplo esclarecedor, así que no insistiremos más en ello.

La conexión (por inspiración, fuente, alusión, rechazo, etc.) entre textos (aquí, sinónimo de obras) seguramente existe desde la noche de los tiempos y es evidente desde la invención de la escritura. La intertextualidad o vinculación entre obras ha existido siempre porque, sencillamente, es necesaria para el desarrollo de procesos mentales o pensamientos rigurosos, exactos y precisos, además de las creaciones artísticas. Por supuesto, los textos fundacionales –sean de una teogonía, de una faceta matemática o de una corriente artística o filosófica— deben mucho menos a las fuentes previas y alcanzan un grado de originalidad muy superior.

Por otro lado, conviene recordar que en el mundo del arte (con la literatura al frente, faltaría más), el autor ha tendido siempre a presentarse como original, creador de modos y modas nunca vistas ni oídas. Reclamar la originalidad era un modo de valorar su producto, lo que podría redundar en prestigio y ganancia. Además, el autor con ansias de originalidad esquivaba el baldón de ser un mero imitador. Ya Per Abbat jugó muy hábilmente sus cartas en el texto del Poema de Mio Cid cuando cierra su magna obra anunciando que “escrevió” la historia del Cid Campeador: ¿autor o copista?

En el ámbito del pensamiento (tanto en ciencias naturales como morales), todo el mundo daba por supuesto la intertextualidad, valorada muy positivamente. El Beato de Liébana realiza, en el siglo VIII, unos comentarios al Apocalipsis de San Juan que hicieron furor en la baja Edad Media. Los teólogos cristianos, durante la época medieval y más adelante, advertían varias veces que Aristóteles y Santo Tomás eran el origen de sus reflexiones. ¿Qué decir de la increíble obra de fray Bernardino de Sahagún, ese fraile franciscano del siglo XVI, milenarista hasta los huesos, que recogió en su Historia natural y moral de las Indias todo --literalmente, de los juegos a los dioses, pasando por la medicina y el calendario-- el conocimiento de la cultura mexicana prehispánica? En el prólogo advierte que juntó a los viejos memoriosos de todas las localidades próximas a la laguna, junto con especialistas de las diversas ramas, y les hizo recitar sus saberes ante los jóvenes escribas bilingües. Por si fuera poco, el texto se acompaña de preciosos y exactos dibujos de los objetos o acciones descritos. Como vemos por estos ejemplos, se podría afirmar que la intertextualidad es parte inherente a toda creación intelectual.

La primera consecuencia de todo ello es que la intertextualidad (su realización, su elaboración y su lectura o comprensión) ha estado ahí desde siempre. El segundo corolario es que todo individuo que haya recibido una cierta instrucción, desde la caverna hasta hoy, ha tenido que familiarizarse, convivir y emplear la intertextualidad tanto para aprender, como para comprender y  crear o elaborar pensamientos o productos intelectuales o culturales/artísticos. Ha cambiado el soporte, es verdad; primero, la pared de una cueva; luego, la piedra, el papiro, el pergamino, el papel y, finalmente, el soporte digital. Pero la referencia es parte consustancial a la producción intelectual y al aprendizaje.

Por otro lado, se advierte a los maestros y profesores que deben estar bien entrenados en el mismo para poder ejercer la docencia a la altura de los tiempos; de lo contrario, sus alumnos los dejarán atrás y tampoco podrán asimilar las nuevas metodologías docentes… Creo que no es necesario crear alarma profesional porque el “hipertexto” o texto referencial siempre ha existido y la educación ha convivido con él sin mayor problema. Hay que advertir una cuestión importante: la introducción de las tic ha influido profundamente en los sistemas de creación y difusión de los productos intelectuales y artísticos y, queramos o no, influye en el ámbito educativo.

En consecuencia, es necesario que el docente esté atento y equipado para conocerlas y emplearlas a su favor y al de sus alumnos. Vinieron para quedarse y son imprescindibles para el desenvolvimiento educativo, profesional, social, cultural, etc. Afectan a todos los ámbitos de la vida, de modo que es bueno y necesario que profesores y alumnos las conozcan y empleen con sentido común y naturalidad. Por ejemplo, una presentación sobre un tema determinado (de la biografía de Cervantes a las andanzas del cernícalo común) ante una clase, realizada bajo la filosofía del Aprendizaje Basado en Proyectos, utilizando el “Power Point”, o el “Prezzi”, o el “Video Maker” de Windows resulta una actividad educativa de primer nivel por su eficacia pedagógica para quien la realiza y para quien la asimila.

En conclusión, en el ámbito educativo, el hipertexto, la intertextualidad o el sistema de referencias siempre ha existido porque es necesario para un aprendizaje inteligente y profundo. Con la irrupción de las tic en el quehacer pedagógico parece que se ha tambaleado el esquema común heredado. Sin embargo, bien mirado, el hipertexto sólo es otro nombre para una antigua y fructífera realidad. El docente no debe tener miedo a estas innovaciones tecnológicas, que no son para tanto. En cambio, es mucho más importante que las utilice con tino y sentido pedagógico, siempre pensando en los alumnos y su formación, verdadero objeto de sus desvelos. Un último deseo: en vez de tanta reformulación teórica, sería interesante y bienvenido un elenco de buenas prácticas que fueran clara y beneficiosamente inspiradoras para los profesionales de la educación.

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