León (X-2020) © SVM |
Elegía a
Ramón Sijé
(En Orihuela,
su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)
(1) Yo quiero
ser llorando el hortelano 1
de la tierra
que ocupas y estercolas,
compañero del
alma, tan temprano.
(2)
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi
dolor sin instrumento, 5
a las
desalentadas amapolas
(3) daré tu
corazón por alimento.
Tanto dolor
se agrupa en mi costado
que por doler
me duele hasta el aliento.
(4) Un
manotazo duro, un golpe helado,
10
un hachazo
invisible y homicida,
un empujón
brutal te ha derribado.
(5) No hay
extensión más grande que mi herida,
lloro mi
desventura y sus conjuntos
y siento más
tu muerte que mi vida. 15
(6) Ando
sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor
de nadie y sin consuelo
voy de mi
corazón a mis asuntos.
(7) Temprano
levantó la muerte el vuelo,
temprano
madrugó la madrugada,
20
temprano
estás rodando por el suelo.
(8) No
perdono a la muerte enamorada,
no perdono a
la vida desatenta,
no perdono a
la tierra ni a la nada.
(9) En mis manos
levanto una tormenta
25
de piedras,
rayos y hachas estridentes
sedienta de
catástrofes y hambrienta.
(10) Quiero
escarbar la tierra con los dientes,
quiero
apartar la tierra parte a parte
a dentelladas
secas y calientes. 30
(11) Quiero
minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la
noble calavera
y
desamordazarte y regresarte.
(12) Volverás
a mi huerto y a mi higuera:
por los altos
andamios de las flores
35
pajareará tu
alma colmenera
(13) de
angelicales ceras y labores.
Volverás al
arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
(14)
Alegrarás la sombra de mis cejas, 40
y tu sangre
se irá a cada lado
disputando tu
novia y las abejas.
(15) Tu
corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un
campo de almendras espumosas
mi avariciosa
voz de enamorado.
45
(16) A las
aladas almas de las rosas
del almendro
de nata te requiero,
que tenemos
que hablar de muchas cosas,
compañero del
alma, compañero.
Miguel
Hernández Gilabert (Orihuela, Alicante, 1910 – Alicante, 1942).
Publicado en el poemario El rayo que no cesa (1936).
- ANÁLISIS
- Resumen
Este tremendo
poema expresa el dolor inconmensurable del yo poético, fácilmente identificable
con Miguel Hernández, tras la muerte fulminante de su amigo oriolano Ramón Sijé
(su auténtico nombre era José Ramón Marín Gutiérrez) (Orihuela, 1913 - 1935).
Mantenían una estrecha amistad y estaban unidos no sólo por el lugar de
nacimiento, sino por las aficiones literarias, aunque de estética y trasfondo
ideológico muy distinto. Hernández era un joven de 25 años, con apenas
experiencia en el mundo literario madrileño, a donde había llegado en 1933.
Había publicado un solo libro, aunque de gran resonancia y excelente acogida, Perito en lunas (1933), justamente con
un prólogo de su amigo Ramón Sijé.
El poema que
ahora comentamos, “Elegía a Ramón Sijé” aborda la muerte de su amigo, las
circunstancias en que ocurrió, para adentrarse luego en sus efectos
devastadores en el ánimo del yo poético: estupor e incredulidad inicial, rabia
contenida, dolor desatado, deseo de resucitarlo a cualquier precio, aunque sea
en forma de abono para animales y plantas, etc. Extenuado, acaso convencido de
su conjuro poético para traerlo de vuelta, le anuncia que, ya juntos, podrán
hablar de las cosas que los unían, siempre en comunión con la naturaleza. El
texto de encabezamiento (¿dedicatoria, proemio, explicación?) de mano de Miguel
Hernández aclara muy bien el contenido: Ramón Sijé ha muerto en Orihuela,
pueblo de ambos; y ha muerto “como del rayo”, es decir, fulminado sin
contemplaciones ni aviso previo. Y matiza, “a quien tanto quería”; podemos
explicar, entonces, el origen del poema: una muerte repentina de un amigo muy
querido de su localidad natal.
Linealmente considerado, podemos transcribir el contenido lineal: el yo poético comunica su deseo de revivir a su amigo, ejerciendo de hortelano, a través de árboles y flores (estrofas 1-3). Los dos últimos versos de la estrofa 3 vierte ya directamente el tema central del poema: el dolor por la muerte de su amigo. La estrofa 4 recrea cómo fue la muerte: súbita, violenta y “brutal”. Las estrofas 5 y 6 consignan las consecuencias sobre el yo poético de la muerte de su amigo: desolación, desesperación, ensimismamiento dolorido. Las estrofas 7 y 8 son una vuelta a la expresión de cómo se produjo la muerte: Sijé era joven y vino muy “temprano” para él (sólo tenía 22 años); luego expresa su reacción a este hecho: no perdona a nada ni a nadie por esa muerte injusta. En las estrofas 9, 10 y 11 el yo poético se apresura a realizar acciones desesperadas para tratar de devolver la vida a su amigo: clama al cielo, escarba la tierra y agujerea el suelo para buscar su cuerpo inane. Las estrofas 12, 13 y 14, con verbos en futuro, expresan la fe del yo poético que su amigo “volverá” para alegrar la vida de ambos; son una afirmación desesperada de su anhelo de ver redivivo a su compañero. Las estrofas 15 y 16, finalmente, expresan la ficción y el deseo de que el amigo muerto ha oído el requerimiento de su amigo y, en consecuencia, ha vuelto y él lo llama. Ya juntos, en el campo, podrán comunicarse y compartir todo lo que les une, como los campos de almendros que conocían de su infancia y adolescencia.
- Tema
Podemos enunciar el asunto central así: lamento desconsolado, doloroso y rabioso por la muerte de un amigo, que genera desesperación y un vivo deseo de traerlo a la vida para seguir con su amistad.
- Apartados temáticos
El poema posee
una visible y sólida unidad temática. Todo el contenido gira en torno al dolor
desesperado, a la frustración y rabia provocados por la muerte temprana de un
amigo. Los intentos por resucitarlo, siquiera emocional o poéticamente, son un
pequeño consuelo, al menos un lenitivo para aliviar su dolor.
Dicho esto,
podemos apreciar modulaciones de contenido, que ya esbozamos en el resumen.
Ahora las estructuramos ordenadamente:
A) El yo
poético comunica su deseo de revivir a su amigo, ejerciendo de hortelano, a
través de árboles y flores (estrofas 1-3, excepto los dos últimos versos de
esta). El arranque con “Yo quiero” establece muy claro que habla de él mismo,
de su dolor.
B) Los dos
últimos versos de la estrofa 3 vierte ya directamente el tema central del
poema: el dolor insoportable por la muerte de su amigo.
C) La estrofa 4
recrea cómo fue la muerte de Ramón Sijé: súbita, violenta, feroz y “brutal”.
D) Las estrofas
5 y 6 consignan las consecuencias sobre el yo poético de la muerte de su amigo:
desolación, desesperación porque “No hay extensión más grande que mi herida”
(13) y ensimismamiento dolorido, como un hombre enajenado (“Ando sobre
rastrojos de difuntos”, v. 16).
E) Las estrofas
7 y 8 implican una vuelta al subtema anterior, a la expresión de cómo se
produjo la muerte: Sijé era joven y vino muy “temprano” para él (sólo tenía 22
años); luego expresa su reacción a este hecho: no perdona a nada ni a nadie por
esa muerte injusta. Tal vez, justamente, por haberle cercenado la vida a su
amigo tan prematuramente.
F) En las
estrofas 9, 10 y 11 el yo poético se apresura a realizar acciones desesperadas
para tratar de devolver la vida a su amigo: clama al cielo, escarba la tierra y
agujerea el suelo para buscar su cuerpo inane. Son intentos desesperados por
rescatar la vida de su amigo.
G) Las estrofas
12, 13 y 14, con verbos en futuro y en segunda persona del singular, cuyo
sujeto es Sijé, expresan la fe del yo poético que su amigo “volverá” para
alegrar la vida de ambos; son una afirmación desesperada y, a la vez, esperanzada,
de su anhelo de ver redivivo a su compañero.
H) Las estrofas 15 y 16, finalmente, expresan el deseo desesperado, pero percibido como próximo, de que el amigo muerto ha oído el requerimiento de su amigo y, en consecuencia, ha vuelto y él lo llama. Ya juntos, en el campo, entre los almendros en flor del campo oriolano, podrán comunicarse (“hablar de muchas cosas”, v. 48) y disfrutar de su amistad.
- Análisis métrico, de la rima y la
estrofa empleada
En perfectos,
robustos y sonoros versos endecasílabos, Hernández compone una serie de quince
tercetos encadenados (11 A, B, A, 11 B, C, B..., con rima consonante,
obviamente). La última estrofa del poema no es terceto, sino serventesio (11 A,
B, A, B). Es como si el poeta hubiera necesitado sólo unas palabras más, un
verso más, transformando el terceto en serventesio, justamente para expresar lo
que le une a Sijé y cómo lo siente, proclamado con rotundidad: “compañero del
alma, compañero” (49).
Hernández ha elegido una estrofa clásica, muy adecuada para sus propósitos: expresar con rotundidad y contundencia un estado del alma doloroso y arruinado. Los versos endecasílabos permiten cierta expansión, pero la brevedad de la estrofa impone la contención. El conjunto, al estar encadenados los tercetos, no sólo métricamente, sino por el sentido, permite un fluir, bien que atormentado, de un dolor inconmensurable.
- Análisis de los recursos estilísticos
Este poema se
nos presenta como una tormenta desatada de expresión del dolor. El yo poético
siente la necesidad de expresar su angustioso y desesperado estado emocional;
para ello, nada mejor que un poderoso y tumultuoso caudal verbal, engarzado con
docenas –no es exageración-- de recursos retóricos. Por orden de aparición, los
desgranamos para que se aprecie el poderío poético de Miguel Hernández, apenas
un joven de 26 años cuando compuso esta pieza:
1) En la
estrofa 1 aparecen dos palabras clave que luego se repetirán más adelante, pero
que adelantan su densa significación: “compañero del alma” (se repite en el último
verso) y “temprano” (se repite en los versos 19, 20 y 21). El dolor aparece a
través de un breve circunloquio y una elisión: “llorando” (v. 1). Aún no
sabemos la causa del lloro, pero el verso 2 lo aclara: “de la tierra que ocupas
y estercolas”. Sí, se habla de la muerte de alguien, con el cuerpo ya inhumado.
2) La hipérbole
es el recurso más llamativo en la estrofa 2 y el primer verso de la 3:
“Alimentando lluvias...” (v.4). Se sigue con una enumeración: “lluvias,
caracolas y órganos”, en el que la lógica se tambalea producto de la rabia
descontrolada. El yo poético, convertido en hortelano, alimentará amapolas con
el corazón de su amigo difunto; de este modo, de alguna manera, él sigue
viviendo en esas flores. La hipérbole que ocupa los dos últimos versos enfatiza
su sufrimiento, también expresado por la derivación (o políptoton) de “dolor”,
“doler” y “duele”.
3) Los dos
versos finales de la estrofa 3 contienen una hipérbole llamativa: “por doler me
duele hasta el aliento” (v. 9), reforzada por la metonimia de “costado” por el
propio cuerpo dolorido del yo poético, y de “aliento” por el sentimiento de
pena.
4) La estrofa 4
es intensamente significativa e impactante. Estamos ante una enumeración de
cuatro elementos, metafóricos en sí mismos, pues son imagen de la muerte
inesperada. Actúan como actos violentos (manotazo, golpe, hachazo y empujón),
todos ellos sujetos del verbo “ha derribado”. Los adjetivos que acompañan a
esos sustantivos, todos ellos pospuestos a estos, añaden notas de dolor
insoportable. La sensación de destrucción violenta es la imagen que predomina
en esta dramática estrofa.
5) Un símil
hiperbólico abre la estrofa 5: “No hay extensión más grande que mi herida” (v.
13). Adquiere también un matiz sinestésico muy hermoso, al mezclar un término
geográfico con otro corporal, “extensión” y “herida”, además metáfora del
dolor. Otro símil cierra esa estrofa, estableciendo así un paralelismo que
transmite sentimiento agónico. La antítesis “muerte” / “vida” (v. 15) muy bien
el desconsuelo que arrasa al yo poético.
6) La imagen
que crea la metáfora del verso 16 es muy lúgubre: “Ando sobre rastrojos de
difuntos”. El poeta deambula por un campo yermo, sólo poblado por restos
cadavéricos, solitario, ensimismado, como expresa con el polisíndeton “y sin calor
de nadie y sin consuelo”. Los verbos en primera persona revelan la mirada
interior, despavorida, aterrada, sin saber cómo reaccionar ante el paisaje de
muerte que se extiende ante él.
7) La estrofa 7
está dominada por efectos de repetición: encontramos la anáfora de “temprano”
en los tres versos, junto con los paralelismos correspondientes. Este no es tan
evidente en el verso 21 porque utiliza la perífrasis “estás rodando” para crear
una sensación de continuidad en el dolor, de agonía inagotable. Los verbos en
tercera persona y el segunda cambian el foco del yo poético a la muerte y al
amigo agonizante. Una tenebrosa imagen de la muerte y una personificación o
prosopografía (“Temprano levantó la muerte el vuelo” y “temprano madrugó la
madrugada (vv. 20-21) aportan una lúgubre plasticidad a la muerte como sujeto
agente, llevándose ante nuestros ojos el cuerpo de Ramón Sijé.
8) La estrofa 8
está compuesta bajo el patrón de la anterior: tres anáforas y tres paralelismos
para expresar el odio hacia la muerte que el yo poético siente a raudales. Su
significación está intensificada por adjetivos casi paradójicos: “muerte
enamorada” y “vida desatenta”. Los dos últimos sustantivos de la estrofa,
“tierra” y “nada”, en gradación descendente, trasmiten muy bien la rabia
dolorida del yo poético.
9) Otra
hipérbole metaforizada protagonizada por el yo poético ocupa toda la estrofa 9.
Éste provoca una “tormenta”, que es la expresión rabiosa de su dolor, de
“piedras, rayos y hachas estridentes”, metáforas perfectas de objetos homicidas
y destructores, acaso persiguiendo a la muerte, acaso provocando el caos
producto de la desesperación. La enumeración de esos tres elementos crea un
efecto de acumulación catastrófica que abruman al lector.
10) La estrofa
10 representa un momento de calma en ese caos. Vuelve a la tierra, como ya
había hecho antes en la estrofa 1. La anáfora de “quiero” nos trasmite su
voluntad de encontrar, o de hacer revivir, a su amigo, aunque sea a
“dentelladas secas y calientes”. Estos adjetivos sensoriales, táctiles, algo
sinéstesicos, aumentan la sensación de urgencia que apremia al yo poético.
11) En la
estrofa 11 observamos una hábil construcción anafórica (el “quiero” del v. 31
se corresponde a los de los versos 27 y 29). Inmediatamente comienza una
construcción paralelística y en polisíndeton, perfectamente graduados de modo
ascendente, hasta que ocurra el milagro de hacer revivir a su amigo. Los verbos
encontrar, besar, desamordazar y regresar (vv.. 31-33) expresan así el vivo anhelo del yo
poético de traer a la vida a su amigo Sijé.
12) Una vez
producido el milagro, los dos protagonistas se encuentran en el “huerto” y la
“higuera” (lugares, seguramente, reales, donde ambos jóvenes hubieron de pasar
buenos ratos de plática y amistad); este es el contenido de la estrofa 12 y el
primer verso de la 13, pues el encabalgamiento se extiende hasta ahí y la unión
semántica, como la sintáctica, es total y sobrepasa el espacio de la estrofa.
El alma de Sijé volará, como ave, como abeja, de flor en flor, buscando el
alimento. Las bellas metáforas que expresan este contenido, ahora en un paisaje
de calma, campestre, de felicidad son: “andamios de las flores” v. 35),
“pajareará” (v. 36) y “alma colmenera” (v. 36). Este ambiente de paz se ve
reforzada por la hermosa metáfora de “de angelicales ceras y labores” (v. 37),
aplicado al alma de Sijé: alude al trabajo de las abejas, noble y creativo, de
naturaleza casi celestial, como el alma de su amigo.
13) Los dos
últimos versos de la estrofa 13 comienzan con la anáfora y el paralelismo de
“Volverás...” (v. 38) y refuerza la imagen de la resurrección de Sijé viviendo
en el campo, entre las faenas campestres de los “enamorados labradores”. No por
casualidad, el adjetivo “enamorados” metaforiza muy bien la presencia del amor,
de la armonía natural, del ritmo cadencioso de las cosas naturales.
14) La estrofa
14, sumamente bella y muy eficaz a efectos comunicativos, gracias a ciertas
metáforas y, sobre todo, metonimias. Ya con la presencia asegurada del alma de
Sijé, traerá la felicidad a las “cejas” del yo poético, es decir, perderán su
ceño sombrío. La “sangre” de Sijé, es decir, él mismo en cuerpo y alma
(Hernández recurre a una expresiva metonimia), se dividirá entre el amor a su
“novia” (v. 42) y a la actividad creativa, es decir, “las abejas”, metáfora de
la noble labor cotidiana que crea productos superiores, como la miel. Significa
que Sijé, vuelto a la vida, recupera la felicidad y la vida en su esplendor.
15) Parece que
el yo poético se reconcilia con el mundo, pues, de algún modo, su amigo Sijé ha
vuelto a la vida. Los verbos ya no están en tiempo futuro, sino en presente,
como expresando un tiempo duradero, con pasado y con futuro por delante; es, en
realidad, el empleo del presente atemporal: ha sido así, es y será. El corazón
de Sijé reclama al yo poético que se junte con él en un campo de “almendras
espumosas”, otra vez el paisaje rural idealizado como el lugar de la utopía y
del milagro. Ciertamente, funciona como un locus
amoenus, un refugio de felicidad. Resulta muy llamativa la imagen creada
por una metáfora y una metonimia entrelazadas: “mi avariciosa voz de
enamorado”. Esa voz es la del yo poético llamando o conversando con su amigo,
que lo desea a su lado, pues siente amor por su persona.
16) La
bellísima última estrofa apuntala la significación de la anterior. Comienza con
una aliteración del fonema /l/ en los versos 46-47: “a las aladas almas de las
rosas / del almendro...”. Crean una sensación de elevación, vuelo, ligereza
aérea, etc., a tono con la sensación de que el alma de Sijé flota en el campo
de almendros. El yo poético llama a su amigo (“te requiero”) para que se reúna
con él en un apacible campo de almendros. La razón de ese exhorto es: “que
tenemos que hablar de muchas cosas”; es decir, saciar un deseo de comunicación
o comunión entre almas que se aprecian, que se sienten hermanas, como bien
declara el verso final con su intensa epanadiplosis: “compañero del alma,
compañero”. La expresión “compañero del alma” ya había sido utilizada en el
verso 4: se crea así una sensación de viaje circular completo: como que se ha
producido el milagro de hacer volver a la vida a su difunto amigo Sijé.
En realidad,
esta elegía funciona como un conjuro: es una invocación desesperada al alma de
su amigo para que regrese a su lado. Y en las dos últimas estrofas parece que
la llamada poética ha surtido efecto, lo que explica el estado de calma y
felicidad del yo poético, que parece haber encontrado la serenidad tras
tormentosos momentos de rabia y dolor desesperado.
Como se ha podido apreciar en este recorrido –no exhaustivo, sin embargo--, el intenso trabajo retórico de esta elegía nos muestra una perfección formal y una elevación estilísticas asombrosas y en todo punto admirables. El sentimiento de rabia desesperada por la muerte de Ramón Sijé ha movido a Miguel Hernández a componer una de las elegías más bellas, profundas y estremecedoras en lengua castellana. El milagro poético se ha producido, sin duda, en línea con el que el poeta desea que se produzca y ficcionaliza en hermosos tercetos de impecable belleza y elevada perfección.
- Contextualización socio-histórica y
autorial
Miguel
Hernández fue privado de una educación superior académica por diversas circunstancias
de la vida, bien ajenas a su compromiso con la cultura. Esta carencia la
subsanó con ávidas e insaciables lecturas en bibliotecas públicas y privadas de
su Orihuela natal, además de la amistad con un grupo de jóvenes contemporáneos
oriolanos con quienes compartía afanes literarios. La imposición paterna de
dedicarse al negocio caprino, trabajando de pastor en los campos de Orihuela,
no lo apartaron de su auténtica vocación, para la que estaba maravillosamente
dotado: literato lleno de talento, empuje y originalidad.
Su nacimiento
en 1910 lo apartan de la Generación del 27, pero su frecuentación y cierta
amistad con algunos de ellos (Vicente Aleixandre, Rafael Alberti) lo unen
indefectiblemente a ese grupo, del que es considerado “genial epígono”. También
pasó por su breve etapa surrealista, para luego encontrar una voz propia más
original y profunda. Su muerte prematura, injusta y absurda en 1942 es un
episodio más de la terrible historia de España. Las últimas biografías sobre
Miguel Hernández nos muestran que personas que pudieron ayudarle, de un bando y
de otro, miraron para otro lado, o, simplemente, ignoraron, no sabemos hasta
qué punto deliberadamente, las llamadas de auxilio de un hombre encarcelado que
padecía bronquitis, tifus y tuberculosis. Murió en el penal de Alicante con 31
años. Si con esa edad nos dejó cinco poemarios y otras cinco obras dramáticas,
¡qué no hubiera escrito este excelente literato si hubiera gozado de una vida
normal! Pero su destino trágico y atroz, en unos tiempos muy oscuros y tristes
de la España del siglo XX, cortó su vida en su edad más granada.
En la poesía de
Miguel Hernández se puede apreciar una voz potente y original que expresa
sentimientos profundos, en cierta comunión telúrica con la tierra, o mejor, su
tierra oriolana. Su pasmosa facilidad para la creación de imágenes muy
expresivas nos transmite un corazón bullicioso, enamorado y generoso, con la
mirada puesta en la mujer amada, en su hijo recién nacido, en las injusticias
sociales, en las atrocidades de la guerra, etc.
El dominio que Miguel Hernández exhibe de la técnica poética es muy alto. Maneja os procedimientos retóricos con gran habilidad y naturalidad, lo que se plasma en poemas de significado denso, con poderosas imágenes que impactan en el lector de modo duradero. El empleo de un lenguaje muy variado, basado en un español recio, natural y como algo tradicional y rural imprimen a su poesía un tono clásico y duradero.
- Interpretación
La elegía es la
fórmula clásica para la expresión dolorida de la muerte arrebatadora. Miguel
Hernández la emplea con plena consciencia de inscribirse en una corriente
antigua y clásica, uno de cuyos hitos es Coplas
a la muerte de su padre, del poeta castellano del siglo XV Jorge Manrique.
Justamente en este modelo, y otros que ahora no vienen al caso, Hernández hubo
de captar el tono solemne y grave, la expresión contenida y dolorida por la
pena provocada por la muerte de alguien cercano y, finalmente, el volcado de
sentimientos amargos y trágicos del propio poeta.
En efecto, así
se percibe en la “Elegía a Ramón Sijé”. Hernández expresa con hondura trágica
su dolor y muy subjetivizada, su rabia y su pena. Se centra más en sus aspectos
íntimos que en los del finado, del que apenas se dice nada, lo que no deja de
ser una pena. Acaso el lector pudiera captar las virtudes o rasgos positivos de
Ramón Sijé, pero el poeta prefiere reservarlos para sí y no exponerlos al
escrutinio público. El carácter subjetivo de esta elegía constituye, pues, un
rasgo caracterizador. El foco poético se desplaza del difunto al dolor rabioso
del amigo. Manrique se resignaba a la aceptación de la muerte, pero Hernández,
no: trata de obrar un milagro, casi taumatúrgico, a través de la poesía, para
que su amigo vuelva a la vida y retomen su amistad.
Las imágenes, asociadas al mundo natural y a las actividades campestres, son de una fuerza muy intensa. Nos representan muy vivamente el desconsuelo dolorido del poeta. Gracias a ellas, compartimos su pena y admiramos su poesía, viva y plena, esta sí, ajena al zarpazo de la muerte.
- Valoración
“Elegía a Ramón
Sijé” es un hermoso ejemplo de sentimiento hondo expresado con una acertada y
feliz forma poética. La elección de la elegía en tercetos encadenados cerrados
por un serventesio resulta muy eficaces para transmitir, con sinceridad y
belleza, un sentimiento de desconsuelo.
La viveza de
las imágenes llama la atención y perduran en la mente de lector, señal
inequívoca de su eficacia literaria. Hernández ha sabido conjugar tan
certeramente tristes sentimientos íntimos, bien reales, con un manejo tan
solvente de la lengua y de los artificios poéticos, de naturaleza verbal, que
alcanza una suprema forma poética, viva y estremecida, esta sí, perdurable.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume el poema (100 palabras, aproximadamente).
2)
Señala su tema principal y los secundarios.
3)
Delimita los apartados temáticos, que no tienen por qué coincidir con las
estrofas.
4)
Analiza los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa empleada.
5)
El poema es una elegía: explica por qué.
6)
Señala las imágenes más importantes que jalonan el poema.
7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1)
¿Qué rasgos propios de la elegía se aprecian en el texto?
2)
Indica las distintas fases psicológicas por las que pasa el yo poético.
3)
¿Qué importancia poética posee la naturaleza y la vida agrícola en el poema?
4)
¿Cómo se aprecia en el texto el valor de la amistad?
5)
Fíjate en los tiempos y las personas verbales del poema. ¿qué podemos deducir
del protagonismo y de la presencia de la muerte?
6)
En el poema se produce un pequeño milagro. ¿Por qué?
7) Explica el sentido de la palabra “compañero” en este poema, teniendo en cuenta el complemento del nombre que lo acompaña. ¿Dónde aparece y qué significación posee ese hecho?
2.3. Fomento de la creatividad
1)
Compón un poema o texto en prosa que sea elegíaco.
2)
Imagina una conversación o plática entre Miguel Hernández y Ramón Sijé. Puedes
darle un carácter teatral.
3)
Realiza una exposición sobre Miguel Hernández, su poesía y su tiempo, para ser
presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o
pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.
4) Aporta o crea imágenes de paisajes idóneos para actividades humanas, siguiendo el ejemplo de Miguel Hernández: un campo de almendros en flor para conversar con su amigo.
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