01/11/2020

Rubén Darío: "El reino interior"; análisis y propuesta didáctica

 

Ribera del Bernesga, León (X-2020) © SVM


RUBÉN DARÍO: “EL REINO INTERIOR” (DE PROSAS PROFANAS)

El reino interior

A Eugenio de Castro

...with Psychis, my soul!

           Poe


[1 ] Una selva suntuosa                                                               1
en el azul celeste su rudo perfil calca.
Un camino. La tierra es de color de rosa,
cual la que pinta fra Doménico Cavalca
en sus Vidas de santos. Se ven extrañas flores                            5
de la flora gloriosa de los cuentos azules,
y entre las ramas encantadas, papemores
cuyo canto extasiara de amor a los bulbules.
(Papemor: ave rara; Bulbules: ruiseñores.)

* * *

[2] Mi alma frágil se asoma a la ventana obscura                      10
de la torre terrible en que ha treinta años sueña.
La gentil Primavera primavera le augura.
La vida le sonríe rosada y halagüeña.
Y ella exclama: «¡Oh fragante día! ¡Oh sublime día!
Se diría que el mundo está en flor; se diría                              15
que el corazón sagrado de la tierra se mueve
con un ritmo de dicha; luz brota, gracia llueve.
¡Yo soy la prisionera que sonríe y que canta!»
Y las manos liliales agita, como infanta
real en los balcones del palacio paterno.                                20

* * *

[3] ¿Qué són se escucha, són lejano, vago y tierno?
Por el lado derecho del camino adelanta
el paso leve una adorable teoría
virginal. Siete blancas doncellas, semejantes
a siete blancas rosas de gracia y de harmonía                          25
que el alba constelara de perlas y diamantes.
¡Alabastros celestes habitados por astros:
Dios se refleja en esos dulces alabastros!
Sus vestes son tejidos del lino de la luna.
Van descalzas. Se mira que posan el pie breve                        30
sobre el rosado suelo, como una flor de nieve.
Y los cuellos se inclinan, imperiales, en una
manera que lo excelso pregona de su origen.
Como al compás de un verso su suave paso rigen.
Tal el divino Sandro dejara en sus figuras                               35
esos graciosos gestos en esas líneas puras.
Como a un velado són de liras y laúdes,
divinamente blancas y castas pasan esas
siete bellas princesas. Y esas bellas princesas
son las siete Virtudes.                                                          40

* * *

[4] Al lado izquierdo del camino y paralela-
mente, siete mancebos --oro, seda, escarlata,
armas ricas de Oriente-- hermosos, parecidos
a los satanes verlenianos de Ecbatana,
vienen también. Sus labios sensuales y encendidos,               45            
de efebos criminales, son cual rosas sangrientas;
sus puñales, de piedras preciosas revestidos
--ojos de víboras de luces fascinantes--,
al cinto penden; arden las púrpuras violentas
en los jubones; ciñen las cabezas triunfantes                        50
oro y rosas; sus ojos, ya lánguidos, ya ardientes,
son dos carbunclos mágicos del fulgor sibilino,
y en sus manos de ambiguos príncipes decadentes
relucen como gemas las uñas de oro fino.
Bellamente infernales,                                                         55
llenan el aire de hechiceros veneficios
esos siete mancebos. Y son los siete vicios,
los siete poderosos pecados capitales.

* * *

[5] Y los siete mancebos a las siete doncellas
lanzan vivas miradas de amor. Las Tentaciones.                    60     
De sus liras melifluas arrancan vagos sones.
Las princesas prosiguen, adorables visiones
en su blancura de palomas y de estrellas.

* * *

[6] Unos y otras se pierden por la vía de rosa,
y el alma mía queda pensativa a su paso.                              65 
--¡Oh, qué hay en ti, alma mía?
“¡Oh, qué hay en ti, mi pobre infanta misteriosa?
¿Acaso piensas en la blanca teoría?
¿Acaso
los brillantes mancebos te atraen, mariposa?”                        70

* * *

[7] Ella no me responde.
Pensativa se aleja de la obscura ventana
--pensativa y risueña,
de la Bella-durmiente-del-bosque tierna hermana--,
y se adormece en donde                                                        75 
hace treinta años sueña.

* * *

[8] Y en sueño dice: «¡Oh dulces delicias de los cielos!
¡Oh tierra sonrosada que acarició mis ojos!
--¡Princesas, envolvedme con vuestros blancos velos!
--¡Príncipes, estrechadme con vuestros brazos rojos!»             80           

                       Rubén Darío: Prosas profanas (1896)

  1. ANÁLISIS
  1. Resumen

El poema “El reino interior” procede del libro Prosas profanas (Buenos Aires, 1896). Este libro es el segundo gran título de los poemarios de Rubén Darío. Se trata de una poesía técnicamente perfecta, temáticamente novedosa y muy atenta a los efectos musicales y cromáticos del poema, es decir, a los componentes sensoriales. Asuntos mitológicos, de la clasicidad grecolatina, de la Francia versallesca del siglo XVII y XVIII, etc., usados como texto o como pretexto para comunicar los propios sentimientos, son los predominantes. Estas características se manifiestan claramente en el poema que vamos a analizar.

La primera estrofa del poema equivale a un cuadro; se explica con precisión los elementos que lo componen: el fondo, los elementos que lo componen, el movimiento, etc. Se aprecia una selva tupida y un camino que surge de su interior. La tierra es de color rosa; flores raras y una flora “encantada”, mágica, pueblan los campos. Pájaros extraños cantan tan bellamente que incluso los ruiseñores se extasían con esos cantos. El yo poético compara este paisaje con el que describe el dominico italiano fray Doménico Cavalca (Italia, 1270 – 1342) en su Vida de santos (Vitae Patrum).

La segunda estrofa introduce al “alma frágil” del yo poético como personaje principal. Se asoma a la ventana de su torre, lugar siniestro, que es el cuerpo del poeta, en el que habita desde hace treinta años (ya conocemos la edad de Rubén Darío al componer el poema), a contemplar ese paisaje. Observa un paisaje primaveral y la vida se le muestra risueña y optimista. Habla para ella en voz alta celebrando la belleza del día y de la primavera; siente que la tierra entera vibra armoniosamente, en un derroche de luz y música, pues ellas mismas tocan liras y laúdes. Mientras habla, mueve sus manos nerviosamente, como una mujer noble en el balcón del palacio de su padre.

En la tercera estrofa se presenta un desfile, por el lado derecho del camino, de siete doncellas hermosas, elegantes, algo etéreas, con vestidos agraciados y pies descalzos. Avanzan siguiendo un ritmo que no se oye, armoniosas y graciosas, por el camino, como si las hubiera pintado el célebre pintor florentino renacentista Sandro Botticelli (Italia, 1445 – 1510). Su belleza, poder evocador y pureza son notables y deslumbrantes. El poeta aclara que esas siete muchachas son las siete virtudes.

La cuarta estrofa describe cómo se acercan siete hermosos muchachos, ricamente ataviados y armados con puñales. Sus ojos ardientes y viciosos muestran maldad en sus intenciones, así como maleficios (eso es lo que significa “veneficios”). Al mismo tiempo parecen refinados príncipes y malvados salvajes, algo infernales, como los que imaginó el poeta francés Paul Verlaine en la mítica ciudad oriental de Ecbatana. El yo poético aclara que son los siete pecados capitales que acechan al hombre.

En la quinta estrofa se presenta el encuentro entre ambos grupos. Se miran recíprocamente, cruzándose encendidas miradas de amor. El poeta aclara que son las tentaciones que acechan al ser humano. Las muchachas, tocando sus liras, siguen avanzando, dejando una estela de blancura y anhelos celestiales.

La sexta estrofa retoma el alma del poeta, que está pensativa mientras observa cómo se alejan los paseantes. El poeta siente compasión por su propia alma, que la percibe como noble y frágil, y se pregunta si se ve atraída por las siete doncellas y/o por los siete mancebos.

La séptima estrofa consigna la falta de respuesta de su alma. Se compadece de ella, por su soledad y sus anhelos de vida, al tiempo que observa cómo se adormece en su torre.

La octava y última estrofa cuenta el sueño del alma del poeta. El alma habla y anhela el paisaje y los pobladores que vio pasar por el camino rosa. Desea que las muchachas la acojan en su grupo; también suspira por que los muchachos la abracen. Muestra así sus anhelos de vida, que oscilan entre la virtud pura y el vicio brutal.

  1. Tema

El tema del poema se puede enunciar así: reflexión introspectiva del poeta sobre su alma, dudosa entre la bondad y la maldad, la pureza y la suciedad, la contención y el desenfreno. También se puede enunciar afirmando que es una declaración del yo poético sobre sus dos anhelos vitales, la belleza dulce y suave, y el goce salvaje y desenfrenado.

  1. Apartados temáticos

El poema presenta ocho apartados temáticos o secciones de contenido. En cada una de ellas se modula o matiza el asunto principal. Es lógica esta división si tenemos en cuenta que cada estrofa está separada por una línea de tres asteriscos que recalcan el corte o interrupción respecto del asunto abordado anteriormente. De este modo, tenemos:

-Primer apartado (primera estrofa, vv. 1-9): presentación del lugar físico donde se desarrolla la acción; un enigmático bosque con un camino rosa, poblado de extraños y bellos animales y plantas.

-Segundo apartado (segunda estrofa, vv. 10-20): aparición de la protagonista, el alma del poeta, que contempla el paisaje primaveral, armonioso y atractivo. Se presenta ante él como si fuera una prisionera y expresa su admiración por esa naturaleza.

-Tercer apartado (tercera estrofa, vv. 21-40): Aparecen siete bellas, atractivas y etéreas muchachas, avanzando y tocando liras y laúdes; son virginales, puras, celestiales.

-Cuarto apartado (cuarta estrofa, vv. 41 – 58): entra en escena el grupo de siete muchachos atractivos, armados, con algo de furiosos y salvajes, como si tuvieran algo de satánicos y violentamente malévolos.

-Quinto apartado (quinta estrofa, vv. 59-63): cruce de ambos grupos en el camino rosa; intercambio de miradas ardientes, cómplices, anhelantes, pero las chicas siguen su camino.

-Sexto apartado (sexta estrofa, vv. 64 – 70): el yo poético observa a su alma y le pregunta si se siente atraída por los dos grupos que ha visto, pero no obtiene respuesta.

-Séptimo apartado (séptima estrofa, vv. 71 – 76): el alma se retira a sus aposentos y se adormece, como la Bella durmiente del bosque, reflexionando animadamente por lo que ha visto.

-Octavo apartado (octava estrofa, vv. 77 – 80): en sueños, el alma del poeta suplica a las princesas y príncipes que contempló desde su torre que la lleven con ellos.

Como vemos, el poema presenta la forma narrativa de un cuento clásico, o de una leyenda popular. Presentación, desarrollo y conclusión son los tres pasos que el poeta respeta. Sin embargo, como el protagonista principal es su alma, todo adquiere un tono reflexivo, intimista y subjetivo, colocando el texto en el género lírico.

  1. Aspectos métricos, de rima y estrofa

La estructura métrica del poema es original y, al mismo tiempo, extraña, lo que está en consonancia con la renovación formal que Darío aportó a la poesía en español. El poema está compuesto de 80 versos de medida variable, aunque en arte mayor predomina el alejandrino (tetradecasílabo) y en arte menos el heptasílabo. En las tres primeras estrofas, además de la quinta y la octava y última, todos los versos son alejandrinos. En la cuarta estrofa sólo aparece un verso heptasílabo. En la sexta y séptima alternan ambos versos; conviene destacar que en la sexta aparece el único verso trisílabo, y en la séptima el número de heptasílabos supera al de alejandrinos.

En cuanto a la rima, la variedad y la originalidad son elevadas. Así, encontramos:

Estrofa 1: serventesio, serventesio y un verso final que rima con el primero y tercero del último serventesio.

Estrofa 2: serventesio, pareado, pareado, pareado y verso suelto.

Estrofa 3: dos versos sueltos (que, en realidad, forman un cuarteto con los dos últimos de la estrofa anterior), serventesio, pareado, cuarteto, pareado, verso suelto, pareado, pareado con rima como el verso suelto y cuarteto.

Estrofa 4: verso suelto (que rima con el antepenúltimo de la estrofa anterior), serventesio, dos versos sueltos, terceto, serventesio y serventesio.

Estrofa 5: quinteto (aproximado).

Estrofa 6: dos versos sueltos, terceto y dos versos sueltos (que coincide con los dos primeros, pero invertido el orden).

Estrofa 7: verso suelto, terceto y dos versos sueltos (el primero de ellos rima con el primero de la estrofa y el segundo con el mismo del terceto).

Estrofa 8: serventesio.

Como hemos podido comprobar, el poeta nicaragüense innova felizmente combinando metros, rimas y estrofas clásicas con innovaciones originales que aportan frescura, variedad y, sobre todo, una hermosa musicalidad.

Como siempre en la poesía de Rubén Darío, los aspectos musicales del poema son muy importantes. El ritmo melodioso, creado a base de una cuidada y meditada distribución acentual nos permite comprobar cómo el poeta ha utilizado los pies grecolatinos, adaptados al castellano, haciendo equivaler las sílabas largas o breves en tónicas y átonas. Usa de modo variado los pies binarios (yámbico o yambo --sílaba átona más sílaba tónica--; y trocaico o troqueo --sílaba tónica más sílaba átona--) y los ternarios (dactílico o dáctilo --sílaba tónica seguida de dos átonas--; anfibráquico o anfíbraco --sílaba tónica entre dos átonas--; y anapéstico o anapesto –dos sílabas átonas más una tónica--).

El resultado, como se puede comprobar en una lectura en voz alta, es, sencillamente, maravilloso: una cadencia melodiosa y suave se extiende por todo el poema y convierte la lectura en una melodía, en una canción eufónica, expresiva, dulce y matizada, como ya hemos afirmado de otros poemas de Rubén Darío aquí analizados previamente, como “Salutación del optimista”.

  1. Análisis estilístico

“El mundo interior” es un poema equilibrado entre lo lírico y lo narrativo. El yo poético transforma su alma, equivalente a la figura mitológica Psique (de ahí la cita inicial de E. A. Poe) en un personaje: una bella e ingenua dama que espera, encerrada en el cuerpo del poeta, su torre, ser liberada, o liberarse por sí misma, para vivir la vida y experimentarla en toda su extensión. Por otro lado, el poema cuenta una historia: el alma se asoma a una ventana de su torre, observa atentamente, extrae sus conclusiones, no responde a las preguntas del yo poético, se recuesta y sueña que se entrega a ambos grupos observados en un paisaje primaveral.

El poema en conjunto se presenta como una alegoría: sucesión de imágenes, creadas a través de metáforas, que remiten a una realidad unitaria coherente. El sentido puede ser: el alma del ser humano, medio confinada en el cuerpo, más o menos retenida, se debate, cuando observa el mundo, entre la vida virtuosa, armónica, limpia y elevada, y la contraria, es decir, una vida viciosa, desordenada, sucia y rastrera. La sonrisa de complicidad del alma y el sueño final, en el que anhela irse con ambas opciones, ofrecen un final abierto, ambiguo y más bien propenso a la tentación de la segunda opción.

El poema es un auténtico tesoro de empleo sabio de recursos retóricos. La exposición total ocuparía muchas líneas y no es la intención de esta actividad. Solo se llama la atención sobre los aspectos más relevantes, a saber:

-La adjetivación es esencial en la creación de belleza poética en este poema. Los adjetivos, en su mayor parte metaforizados, aportan significados sensoriales –sobre todo, cromáticos y musicales--. Casi siempre aparecen en combinaciones sinestésicas de sorprendente y rico significado. Tomemos como ejemplo la estrofa 2: “alma frágil”, “ventana obscura”, “torre terrible”, “gentil Primavera”, “la vida le sonríe rosada y halagüeña”, “fragante día”, “sublime día”, “corazón sagrado”, “manos liliales” y “palacio paterno”.

-La metáfora es otra herramienta retórica de primer orden para crear significado. Existen tres de ellas, centrales, que el poeta explica. La dama de la ventana es su alma, las doncellas son las virtudes y los mancebos son los vicios. Pero aparecen otras que no explica y, por alusiones y elisiones, el lector ha de llegar a su sentido a través de su lectura reposada. La interpretación central descansa en la idea de que el sujeto enunciador se debate entre sus pulsiones instintivas más básicas, sobre todo la lujuria concupiscente, y el deseo de contención para mantener una vida limpia y, literalmente, virtuosa. ¿Se pueden combinar las dos? La estrofa final no ofrece una respuesta concreta, pero la tentación acecha y, por probar, no se pierde nada, parece querer decir.

Sin embargo, existen decenas de metáforas referidas a asuntos concretos que embellecen y expanden la significación hasta límites asombrosos. Tomemos como ejemplo la estrofa 2. Observamos las siguientes metáforas, que no explicamos por mor de la brevedad: “alma frágil”, “asoma a la ventana obscura”, “torre terrible”, “primavera le augura”, “La vida le sonríe rosada y halagüeña”, “sublime día”, “el mundo está en flor”, “corazón sagrado de la tierra se mueve”, “luz brota”, “gracia llueve”, “Yo soy la prisionera”, “manos liliales”, etc. Estas metáforas crean imágenes muy expresivas, en este caso, referidas al estado de ánimo de la dama asomada a la ventana que observa un paisaje radiante, primaveral, exultante y alegre.

-El diálogo es otro procedimiento importante. Solo que es una conversación truncada, fracasada, porque cuando el cuerpo, o el yo poético, habla, el alma no responde, y viceversa. Esta plática frustrada aporta un sentido más profundo al poema. ¿Es posible la comunicación entre cuerpo y alma? ¿Cuál rige a la otra? No se ofrecen respuestas claras, solo ambigüedad interpretativa.

-Los procedimientos de repetición adquieren mucha significación a efectos estéticos. Tomemos la estrofa 3 como ejemplo. Ahí observamos la repetición retórica (“son”), la bimembración (“perlas y diamantes”), la enumeración (“lejano, vago y tierno”), el paralelismo (“de gracia y de harmonía... / de perlas y diamantes”), el polisíndeton (“de liras y laúdes... blancas y castas... Y esas bellas...”), etc.

-El símil y los recursos de contrastes (antítesis, oxímoron y paradoja) son recursos estéticos presentes en el poema al servicio de una significación lírica superior. Lo ejemplificamos con la estrofa 4: “al lado izquierdo... siete mancebos” (frente al lado derecho y las siete doncellas, de la estrofa anterior), “parecidos a los satanes verlenianos” “son cual rosas sangrientas”, “sus ojos, ya lánguidos, ya ardientes”, “relucen como gemas las uñas de oro fino”, etc.

Como se puede apreciar en esta pequeña muestra, no exhaustiva, naturalmente, el poema es muy rico y variado estilísticamente considerado. Rubén Darío ha empleado una muy variada cantidad de procedimientos retóricos para construir un significado lírico de tono subjetivo, intimista y confesional, pero mezclado con la narracion de una historia, cuento o leyenda. El acierto en su uso lo declara la armonía compositiva, el equilibrio entre fondo y forma en relación a la significación del poema entero.

  1. Contextualización

Rubén Darío (Metapa, hoy rebautizada como Ciudad Darío en honor y recuerdo del poeta, Nicaragua, 1867 - León, Nicaragua, 1916) es el máximo representante del movimiento literario y artístico conocido como Modernismo; se desarrolló en el mundo hispano entre 1890 y 1920, aproximadamente. En concreto, la publicación de su libro Azul... (1888) en Valparaíso, Chile, se considera el nacimiento o irrupción de tal corriente en las letras españolas. Supuso una renovación interesante del lenguaje poético (métrica, léxico, modos de expresión, etc.) y una aportación importante de temas y símbolos poéticos. Recordemos que la poesía previa de 1860 y décadas posteriores, fuera de los tardorrománticos, era de corte realista, ceñida a asuntos cotidianos, digamos que vulgares, expresada con un lenguaje corriente en formas clásicas que sonaban muy repetidas; Campoamor, Núñez de Arce, etc.

La propia poesía de Rubén Darío evolucionó desde un estilo más aparatoso y deslumbrante, a tono con temas más intrascendentes, a otro más denso y sobrio, en correspondencia con una poesía de contenido más intimista, existencial, cívico y de tono grave. Muy influido por la poesía francesa, sobre todo la simbolista encarnada en Paul Verlaine, poeta que Darío veneraba, el poeta nicaragüense impulsó los aspectos musicales de la poesía, la importancia de lo sensitivo, el cromatismo, la creación de imágenes con una correspondencia natural muchas veces oculta, etc. Estas notas se pueden advertir en su segundo gran libro Prosas profanas y otros poemas (Buenos Aires, 1896)

Rubén Darío rescató del olvido metros y léxico antiguos que habían sido arrumbados, como el verso alejandrino y el lenguaje más sofisticado y culto de ámbito poético. La importancia que concede al ritmo, creando poemas con la distribución acentual del latín adaptada al castellano (en base al pie yámbico y trocaico), es una aportación de enorme importancia.

El poema que estamos analizando, “El mundo interior” (en Prosas profanas, Buenos Aires, 1896) es una intensa y bellísima composición del poeta nicaragüense. Posee un tono intimista y confesional, diríamos que brutalmente sincero, que lo hacen especialmente atractivo. Rubén Darío nos deja ver las tormentas internas de orden existencial y espiritual, pero como si contara una historia donde una parte suya es la protagonista y la otra parte hiciera de narrador, tratando de dialogar entre ellas, aunque inútilmente.

  1. Interpretación

“El mundo interior” es un poema extraño por la sorprendente combinación de intimismo y narración de una visión peregrina, que remite al mundo grecolatino. Habla de sí mismo, pero por partes interpuestas (todo ello, pues, muy metonímico; es una estructura en sinécdoque), como su alma, o como su persona haciendo de narrador, contando una visión de aquella de la que ignoramos su grado de consistencia.

El carácter reflexivo y existencial del poema es muy notorio, pero entremezclado con un aspecto narrativo pintoresco. Ambos elementos fructifican en un poema profundo que muestra miedos y anhelos del poeta a partes iguales.

Se citan cuatro artistas en el poema. En la introducción, el narrador norteamericano E. A. Poe, a quien Rubén Darío admiraba por sus cuentos llenos de misterio, angustia, horror y confusión todo entremezclado, siempre destacando la importancia de los elementos psíquicos y emocionales en el comportamiento de las personas. Cita también al escritor religioso italiano, renacentista, fray Doménico Cavalca, para evocar la descripción de paisajes extraños y casi alucinatorios. A continuación, reseña a su admirado poeta francés contemporáneo Paul Verlaine, de quien aprendió muchas de sus técnicas y contenido poéticos.

Finalmente, evoca al importante pintor italiano, renacentista también, Sandro Botticelli, autor del deslumbrante cuadro La Primavera (1481-1482). Seguramente, Rubén Darío tuvo muy en cuenta esta pintura para su poema. En el cuadro aparecen damas y jóvenes en un ambiente floral primaveral, en poses de elegancia, languidez y belleza por parte de ellas; abrazando a alguna chica y tomando frutos de los árboles cercanos, por parte de ellos.

Se ha insistido mucho en la influencia de los pintores prerrafaelitas ingleses en el arte poético de Rubén Darío; se trata de un grupo de artistas inclinados hacia el arte primitivo, medieval, no tan purista ni tan perfeccionista, más subjetivo y directo. En efecto, también así se puede leer el poema. También se ha insistido en el carácter de “obra maestra” de esta composición, es decir, un texto poético perfecto y cerrado en sí mismo que ofrece las claves de interpretación del conjunto de la producción artística del poeta. Ciertamente, así se puede interpretar plausiblemente.

Los verbos en presente de indicativo, a lo largo de todo el poema, expresan los pensamientos atemporales del yo poético; también, que desea dar a su narración un tono no anecdótico, sino grave, actual, válido para cualquier momento.

El poeta nicaragüense ha empleado una variada y amplia cantidad de procedimientos retóricos para transmitir belleza poética y contenido intimista camuflado en una historia de doncellas y faunos. La tensión latente en toda la composición permite comprender la misma que Rubén Darío soportaba en su vida. Es la que provoca el conflicto entre el deseo desenfrenado y la moderación equilibrada que lleva en su interior.

El poema posee también una carga metapoética importante. Se percibe muy bien al final de la primera estrofa, cuando el sujeto enunciador aclara el significado de “papemoles” y “bulbules”, para que el lector pueda entender el contenido. El desdoblamiento de Rubén Darío en el alma y el cuerpo, digamos, y el diálogo posterior, truncado que se establece entre ellos, así como la asunción del cuerpo del papel de narrador omnisciente que conoce lo que su alma sueña, desea y piensa son también muestras del contenido metapoético de esta composición casi excesivamente sincera sobre los deseos y pulsiones del autor.

  1. Valoración

“El mundo interior” es una hermosa e imaginativa composición equilibrada y sutil. Rubén Darío decide abrir su corazón, una vez más, aunque de un modo poético, es decir, para nada es necesaria la confesión puntual y exacta de su trayectoria amorosa. Esa narrativa sentimental se ve transfigurada (como lo hacían los poetas renacentistas en sus églogas y canciones, disfrazados de pastores) por la presencia de doncellas y mancebos. Sin embargo, la transparencia de sentimientos es casi excesiva. Rubén Darío se bate entre la tentación y la contención, entre la moderación y el desenfreno. El final ambiguo deja entrever que vencerá esta segunda opción.

El poema presenta también un lado clásico, de raíz grecolatina, otro exótico, de ambiente medieval, y otro moderno, cuando se cita a Verlaine. Los personajes actantes proceden de un mundo mítico y mitológico, idealizado y de ámbito medieval. Lo inverosímil --la raíz de la historia— se complementa muy bien con lo verosímil --la situación existencial y emocional del poeta--. 

El poeta ha decidido confesar sus anhelos más profundos a través de una leve historia de aire fantástico.  Desde ese punto de vista, ha sabido ajustar las dosis de realismo subjetivo que, en general, suelen ir en detrimento de la poesía y de los valores literarios. 

El efecto musical del poema, unido a la audaz innovación de crear serventesios en alejandrinos y heptasílabos, es un valor muy positivo y destacado, por su sorpresa y eufonía. Aporta una belleza fónica, por tanto poética, que envuelve al contenido en su conjunto, imprimiéndole un aire musical. Unido a la adjetivación sensitiva, auditiva, cromática y sinestésica, hacen del poema una verdadera joya de la literatura en español.

 

  1. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el poema (aproximadamente, 100 palabras).

2) Señala su tema y sus apartados temáticos. Para ello, contesta a la cuestión ¿de qué se habla y cómo se expresa?

3) Establece la métrica, la rima y la forma estrófica utilizada.

4) Distingue entre yo poético, narrador, alma y poeta.

5) Localiza una docena de recursos estilísticos y explica su eficacia significativa y estética.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) ¿Por qué el alma del poeta sueña: “¡Princesas, envolvedme con vuestros blancos velos” / Príncipes, estrechadme con vuestros brazos rojos!”? Son los dos últimos versos del poema, por lo que tienen un carácter conclusivo.

2) Localiza la alusión a cuentos populares folclóricos sobre la princesa que está dormida y espera un beso de amor para despertar. Interprétalo en el conjunto del poema.

3) ¿Qué significa la torre en este poema? ¿Y el bosque y el camino rosa?. Explica e interpreta su sentido y ponlo en relación con el resto del poema.

4) Indica los rasgos de la poesía de Rubén Darío, principal representante del Modernismo en español, perceptibles en este poema.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Documéntate sobre el poeta Rubén Darío y realiza una exposición en la clase con ayuda de medios TIC, creando un póster, etc.

2) Relaciona y señala las coincidencias y diferencias entre el poema y el cuadro “La Primavera”, de Sandro Botticelli.

3) Escribe un relato literario basado en el contenido del poema, con personajes concretos y ambientación determinada. Puedes reunir jóvenes hispanoamericanos en torno a una acción, donde manifiestan su opinión sobre el tema del poema, o pasan a la práctica algún proyecto común.

4) Se puede realizar un recital poético o una declamación de poemas de Rubén Darío, acompañado de imágenes alusivas y música, ante la clase o la comunidad educativa. Ahí se pondrá de manifiesto la enorme hondura expresiva y la gran musicalidad de los poemas de nuestro poeta nicaragüense.

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