Ourense (II-2021) © SVM |
JACINTO BENAVENTE: “La
malquerida” (1913)
- ANÁLISIS
1) Resumen
Acto primero
Escena 1
La señora Raimunda está casada en segundas
nupcias con Esteban. Vive en una casa de labrador rico, en Castilla. Su segundo
marido es noble y mira por la hacienda. Tiene una hija de su primer matrimonio,
Acacia; antes se le habían muerto tres hijos. Las mujeres del pueblo se
muestran comprensiva con ella. Acacia sale un tiempo con su primo Norberto,
pero rompen. Luego sale y se compromete con Faustino, un joven de un pueblo
cercano, de familia con tierras de labor.
Escena 2
Es el día de la pedida. Faustino y su
padre Eusebio ya se despiden y vuelven a su casa, en El Encinar. Todos están
cansados. Acacia se sincera con su amiga Milagros. Insinúa que su padrastro le
gusta. Corta con Norberto, su primo, porque no se porta bien. Ahora se
compromete con Faustino, pero sin gran ilusión; hubiera preferido quedar
soltera en casa, con su madre, si no se hubiera casado en segundas nupcias.
Juliana, la criada, limpia. Mienta a una hija que se ha muerto hace años. Se
oye un tiro a lo lejos. De pronto, se enteran que Norberto ha matado a Faustino
de un escopetazo. Abatimiento y miedo general.
Acto segundo
Escena 1
La familia de Raimunda está en una casa de
El Soto, alejados del pueblo, para calmarse. La justicia ha soltado a Norberto
porque no hay pruebas de que haya sido él es asesino. Ni siquiera Esteban lo
vio, pues iba liando un cigarrillo con el tío Eusebio, el padre del novio.
Están nerviosos y asustadizos. Eusebio acude a la casa.
Escena 2
Tenso diálogo entre Raimunda y Eusebio.
Este aplaca a sus hijos para que no se venguen por la muerte de su hijo
Faustino. Él cree, aunque no lo dice en voz alta, que fue Norberto, por
venganza. O lo mandó hacer. Está desazonado porque el juzgado lo soltó por
falta de pruebas. Raimunda está nerviosa y suplica a su marido Esteban que la
proteja, a ella y a su hija.
Escena 3
El Rubio, criado de la casa, se presenta
borracho y desvaría. Esteban anuncia que el domingo regresan del Soto al
pueblo, cuando ya hayan amainado las habladurías. Acacia prefiere no ser vista
por Eusebio, que les pide que le ayuden a aplacar a sus hijos, que claman por
venganza. La mujer de Eusebio está maluca desde tiempo atrás.
Escena 4
Bernabé, un criado, le cuenta a Raimunda
que el Rubio y Esteban tuvieron palabras mayores en la taberna porque aquel
estaba bebido. Le ha traído a Norberto, para hablar con él. Esteban no está en
casa.
Escena 5
Norberto le cuenta a su tía Raimunda que
el Rubio mató a Faustino y alguien le dio una fuerte suma de dinero. Él mismo
lo decía en la taberna, borracho. A Norberto en el pueblo lo protegen porque lo
creen inocente. Le sacan una copla a Acacia, ofensiva. El chico confiesa que lo
amenazaron si no dejaba de salir con la prima Acacia. Lo hace haciendo que sale
con otra.
RAIMUNDA:
Y Esteban fue a sacarle de allí pa que no hablara...
NORBERTO:
Pa que no le comprometiera.
RAIMUNDA:
¡Eh! ¡Pa que no le comprometiera!... Porque el Rubio estaba diciendo que él...
NORBERTO: Que él era el amo de esta casa.
RAIMUNDA:
¡El amo de esta casa! Porque el Rubio ha sío...
NORBERTO:
Sí, señora.
RAIMUNDA:
El que ha matao a Faustino...
NORBERTO:
Eso mismo.
RAIMUNDA:
¡El Rubio! Ya lo sabía yo... ¿Y lo saben todos en el pueblo?
NORBERTO:
Si él mismo se va descubriendo; si ande llega principia a enseñar dinero, hasta
billetes... Y esta mañana, cuando le cantaron la copla en su cara, se volvió
contra todos y fue cuando avisaron a tío Esteban y le sacó a empellones de la
taberna...
RAIMUNDA:
¿La copla? Una copla que han sacao... Una copla que dice... ¿Cómo dice la
copla? NORBERTO: “El que quiera a la del Soto,
tié
pena de la vida.
Por
quererla quien la quiere
le
dicen la Malquerida.”
RAIMUNDA:
Los del Soto somos nosotros, así nos dicen, en esta casa... Y la del Soto no
pué ser otra que la Acacia..., ¡mi hija! Y esa copla... es la que cantan
todos... Le dicen la Malquerida... ¿No dice así? Y ¿quién la quiere mal? ¿Quién
pué quererle mal a mi hija? La querías tú y la quería Faustino... Pero ¿quién
otro pué quererla y por qué la dicen Malquerida?... Ven acá... ¿Por qué dejaste
tú de hablar con ella, si la querías? ¿Por qué? Vas a decírmelo tóo... Mira que
peor de lo que ya sé no vas a decirme nada...
NORBERTO:
No quiera usted perderme y perdernos a todos. Nada se ha sabío por mí; ni
cuando me vi preso quise decir náa... Se ha sabío, yo no sé cómo, por el Rubio,
por mi padre, que es la única persona con quien lo tengo comunicao... Mi padre
sí quería hablarle a la justicia, y yo no le he dejao, porque le matarían a él
y me matarían a mí.
RAIMUNDA:
No me digas náa; calla la boca... Si lo estoy viendo todo, lo estoy oyendo
todo. ¡La Malquerida, la Malquerida! Escucha aquí. Dímelo a mí todo...Yo te
juro que pa matarte a ti, tendrán que matarme a mí antes. Pero ya ves que tié
que hacerse justicia, que mientras no se haga justicia el tío Eusebio y sus
hijos van a perseguirte y de ésos sí que no podrás escapar. A Faustino lo han
matao pa que no se casara con la Acacia, y tú dejaste de hablar con ella pa que
no hicieran lo mismo contigo. ¿Verdad? Dímelo todo.
NORBERTO:
A mí se me dijo que dejara de hablar con ella, porque había el compromiso de
casarla con Faustino, que era cosa tratada de antiguo con el tío Eusebio, y que
si no me avenía a las buenas, sería por las malas, y que si decía algo de todo
esto... pues que...
RAIMUNDA:
Te matarían. ¿No es eso? Y tú...
NORBERTO:
Yo me creí de todo, y la verdad, tomé miedo, y pa que la Acacia se enfadara
conmigo, pues prencipié [de] cortejar a otra moza, que náa me importaba... Pero
como luego supe que náa era verdad, que ni el tío Eusebio ni Faustino tenían
tratao cosa ninguna con tío Esteban... Y cuando mataron a Faustino... pues ya
sabía yo por qué lo habían matao; porque al pretender él a la Acacia, ya no
había razones que darle como a mí; porque al tío Eusebio no se le podía negar
la boda de su hijo, y como no se le podía negar se hizo como que se consentía a
todo, hasta que hicieron lo que hicieron, que aquí estaba yo pa achacarme la
muerte. ¿Qué otro podía ser? El novio de la Acacia por celos... Bien urdío sí estaba.
¡Valga Dios que algún santo veló por mí aquel día! Y que el delito pesa tanto
que él mismo viene a descubrirse.
RAIMUNDA:
¡Quié decir que todo ello es verdad! ¡Que no sirve querer estar ciegos pa no
verlo!... Pero ¿qué venda tenía yo elante los ojos?... Y ahora todo como la luz
de claro... Pero ¡quién pudiea seguir tan ciega!
NORBERTO:
¿Ande va usted?
RAIMUNDA:
¿Lo sé yo? Voy sin sentío... Si es tan grande lo que me pasa, que paece que no
me pasa nada. Mira tú, de tóo ello, sólo [se] me ha quedao la copla, esa copla
de la Malquerida... Tiés que enseñarme el son pa cantarla... ¡Y a ese son vamos
a bailar tóos hasta que nos muramos! ¡Acacia, Acacia, hija!... Ven acá.
NORBERTO:
¡No la llame usted! ¡No se ponga usted así que ella no tié culpa!
Escena 6
Los hijos de Eusebio esperan en el campo a
Norberto para matarlo, según afirma Bernabé, que viene de fuera. Acacia le
desvela a su madre que su padrastro Esteban la acosa, pero Raimunda ha estado
ciega por él y no lo ha visto. Raimunda a acusa a Esteban de haber urdido el
crimen de Faustino, junto con el Rubio, para que no se casara con Acacia.
Acto tercero
Escena 1
Raimunda y su criada Juliana hablan sobre
el caso. Están escandalizadas por que Esteban esté enamorado de Acacia. La
chica siempre fue desabrida con él, para defenderse, no por mala educación.
Raimunda piensa que Esteban preparó el crimen de Faustino. Esperan a Bernabé,
el criado, y acaso a Esteban.
Escena 2
Bernabé cuenta que los hermanos de
Faustino acuchillaron a Norberto, pero no es cosa de muerte. Dice que Esteban
se interpuso, con la escopeta apuntando. Eusebio y el padre de Norberto riñen
de palabra, azuzándose sobre la responsabilidad de la muerte de Faustino.
Esteban pasa la noche fuera de casa y duerme en un pajar, con el Rubio. Se habla
mal de él en El Encinar. A los hermanos de Faustino los lleva preso la
justicia.
Escena 3
Norberto despierta y convalece. Le dan las
medicinas que trajo Esteban del pueblo.
Escena 4
Juliana y Acacia platican sobre Esteban.
Aquella dice que lo odia, y que estuvo por matarlo con un cuchillo una noche.
Lo acusa de haberle quitado el amor de su madre y a su madre. Juliana le hace
ver que esos odios vienen de un posible amor apasionado. Acacia se escandaliza,
pero no lo niega del todo.
Escena 5
Juliana y Acacia ven venir a Esteban, como
“rendido”. Se retiran para que no las vea.
Escena 6
Esteban entra y pregunta por Norberto.
Bernabé le informa que mejora. El Rubio lo acompaña.
Escena 7
Diálogo trascendental entre el Rubio y
Esteban. Aquel cuenta que mata a Faustino por encargo de este, que no resiste
más la pasión descontrolada por Acacia. El Rubio está dispuesto a asumir toda
la culpa. Y luego, cuando salga de la cárcel, seguirán como hermanos. Jura
lealtad a Esteban.
Escena 8
El Rubio confiesa toda la verdad ante
Raimunda y Esteban. Al fin, considera que ha sido bueno, como una cura, pues
acabó con el mal. Es el asesino y jura lealtad a Esteban. Este está acoquinado
y ni habla.
Escena 9
Esteban reconoce su pasión descontrolada
por Acacia. Ha llorado de rabia, porque no lo entendía. Raimunda lo entiende y
dice que ha sido un buen marido; como que lo perdona. Piensa mandar a Acacia
con las monjas del Encinar unos días, y luego a casa de una hermana, conde
encontrará novio. Llega gente y le dice a él que se cambie, pues parece un
forajido. Viene la justicia a casa, ya en el Encinar.
Escena 10
Acacia escucha la conversación y le
reprocha a su madre que los responsables, como Esteban, quedan en casa, y ella,
inocente, ha de abandonarla. Raimunda le dice que disparata, pero reconoce que
ya casi ha perdonado a Esteban por lo que ha hecho. Y medio acusa a su hija de
responsable de no haber querido a Esteban como padre. Acacia desea que este la
mate.
Escena 11
Raimunda obliga a Acacia a abrazar a
Esteban y llamarle padre. Se abrazan y se besan, pero no le llama padre.
Raimunda comprende que se aman locamente. Grita para que los prendan. Llegan
los criados. Esteban dispara a Raimunda para huir al monte con Acacia. Raimunda
muere, pero satisfecha de dejar limpia la sangre de su familia, pues Esteban
irá a la cárcel.
2) Temas
de la comedia
Los temas que plantea esta comedia son:
- El amor ilícito arrastra a
las personas a cierto tipo de enajenación y violencia.
- La presión social sobre los
individuos es muy fuerte y determina el comportamiento de estos.
- El amor y la muerte están
más juntos de lo que parece, incluso entre personas aparentemente de relación
imposible.
- El qué dirán influye
poderosamente sobre las personas, que tratan de preservar su imagen social, su
hora.
3) Apartados
temáticos
Esta comedia presenta una estructura muy
clásica:
-Una introducción donde se presentan los
personajes y el conflicto. Ocupa el primer acto. Raimunda, su marido Esteban y
Acacia forman el trío protagonista. Bajo un marco festivo, por la pedida de la
novia por Faustino, se ocultan tensiones y frustraciones ocultas.
-Un nudo o desarrollo que ocupa el acto II
y el acto III, hasta la escena 8, inclusive. Crece la tensión dramática y se
complica la trama al descubrirse pasiones ilícitas y deseos de venganza que
pueden arrastrar a muchas personas.
-Un desenlace condensado en las escenas 9,
10 y 11 del acto III, que es el final. La tensión dramática alcanza una
solución inesperada, al desvelarse un amor correspondido entre Acacia y su
padrastro Esteban. Raimunda muere, lo que deja un final sangriento, aunque no
del todo satisfactorio.
4) Personajes
Raimunda es la protagonista, aunque de
modo pasivo. Recibe las consecuencias del comportamiento de los demás, sobre
todo de su segundo marido, Esteban, y de su hija, con el primer marido, del que
no se da el nombre. Es una mujer madura, simple en sus razonamientos, elemental
en su escala de valores y muy preocupada por su imagen en la sociedad rural
donde vive. Su posición de propietaria rural rica la elevan, al menos
económicamente, por encima de muchos personajes, que son sus criados. Sus
últimas palabras en vida muestran su preocupación por la honra y el honor de su
familia y de su hija. A pesar de haberla traicionado, perdona su desliz. No
aparecen elementos religiosos en su comportamiento, solo aspectos sociales,
como el miedo al qué dirán y el afán por preservar su imagen de honra en su
pueblo, La Encina.
Esteban, su segunda marido, no está
dibujado del todo. Es un hombre de mediana edad, campesino y, aparentemente,
hogareño. Al final, se descubre su amor desbocado e ingobernable por su
hijastra Acacia; lo arrastra a la violencia y al crimen, al matar a su esposa.
Taimado, sabe disimular su pasión, aunque el Rubio la conoce bien. Sus
lloriqueos finales lo dibujan como endeble e inconsecuente con sus sentimientos
y sus actos. Al matar a su mujer, declara su inestabilidad mental y el
descontrol de sus pasiones amorosas.
Acacia es la tercera protagonista. En los
dos primeros actos tiene pocas intervenciones, pero su importancia va
creciendo. Trata de disimular ante las criadas su pasión por su padrastro, pero
al final estalla todo. No tiene problemas en asumir, ante su madre, que ama a
su padrastro, y se funde en un beso y abrazo con él. Seguramente, es la mayor
hipócrita de todas, en un mundo muy falso y agobiante.
Los demás personajes son secundarios.
Faustino (el prometido asesinado) y Norberto (el primo ex pretendiente) son
jóvenes convencionales. Sinceros y trabajadores, desean formar una familia y
vivir según el modelo rural tradicional, pero todo acaba mal para ellos por
culpa de Esteban y Acacia. Eusebio, el padre de Faustino, tiene un papel
bastante relevante; es quien lleva las negociaciones del matrimonio; también
trata de refrenar a sus hijos para que no corra más sangre. Se rige por el
código cristiano rural de contención, pero exigiendo justicia.
Los dos criados de la casa de Raimunda,
Bernabé y Juliana, tienen cierta importancia porque desvelan verdades y ayudan
a clarificar el embrollo. El Rubio, otro criado, pero a las órdenes de Esteban,
es muy importante porque es el homicida de Faustino. Muestra una lealtad
perruna a Esteban, que no le corresponde exactamente con la misma sinceridad.
Todos ellos se caracterizan por un
registro coloquial avulgarado, plagado de anacolutos de toda condición, llegando
a provocar el cansancio del lector. Es una parte poco auténtica de la obra.
5) Lugar
y tiempo de la acción dramática
La acción ocurre en un contexto rural;
aunque en la acotación se habla de “Castilla”, por el modo de hablar, más bien
se sitúa en La Mancha o Andalucía. La pronunciación relajada, aplicada a todo
tipo de palabras y contextos, denotan un avulgaramiento expresivo muy acusado.
Parte de la acción discurre en una casona de labrador rico en un pueblo que se
llama La Encina; la otra parte se sitúa en una casa algo apartada, como de
recreo, en un lugar denominado El Soto.
La
malquerida se
estrenó en diciembre de 1913; la obra se escribió ese mismo año o en los
inmediatos anteriores. La acción es contemporánea a la escritura: principios
del siglo XX en España; lo cierto es que no existen datos para una concreción
cronológica más precisa; puede ser anterior a ese momento. La acción dura unos
días, acaso algunas pocas semanas. Está muy concentrada en su desarrollo. Sin
embargo, los personajes aluden a los hechos anteriores; realizan bastantes
analepsis, recordando situaciones y palabras que determinan el presente.
6) Comentario
estilístico
El rasgos estilístico más importante es el
registro coloquial, más vulgar que otra cosa, que Benavente le asigna a todos
sus personajes, sin excepción. Emplean un español muy mal pronunciado, con las
oraciones malamente compuestas. ¿Todos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores,
ricos y pobres, hablaban así? La respuesta es negativa. Entonces, parece un
abuso estilístico poco justificado. El lector acaba por fatigarse seriamente
por leer, o escuchar, a un personaje tras otro empleando un español
zarrapastroso.
Con todo, la intención estilística de
recrear el lenguaje rural y popular español es bastante interesante, aunque no es
muy feliz el resultado. La trama, sin embargo, está muy bien construida. El
avance de la intriga es sostenido y progresa con firmeza.
Transcribimos un ejemplo de la escena 2.ª
del segundo acto como muestra de este modo de expresión avulgarado, sin nobleza
ninguna (pues la podría tener):
ESCENA
II
DICHAS, la ACACIA,
MILAGROS, ESTEBAN, el TÍO EUSEBIO y FAUSTINO.
ESTEBAN:
Raimunda: aquí, el tío Eusebio y Faustino que se despiden.
EUSEBIO:
Ya es hora de volvernos pa casa; antes que se haga noche, que con las aguas de
estos
días
pasados, están esos caminos que es una perdición.
ESTEBAN:
Sí que hay ranchos muy malos.
DOÑA
ISABEL: ¿Qué dice el novio? Ya no se acuerda de mí. Verdad que bien irá para
cinco años que no le había visto.
EUSEBIO:
¿No conoces a doña Isabel?
FAUSTINO:
Sí, señor; pa servirla. Creí que no se recordaba de mí.
DOÑA
ISABEL: Sí, hombre; cuando mi marido era alcalde; va para cinco años. ¡Buen
susto nos diste por
San
Roque, cuando saliste al toro y creímos todos que te había matado!
ENGRACIA:
El mismo año que dejó tan mal herido a Julián, el de la Eudosia.
FAUSTINO:
Bien me recuerdo, sí, señora.
EUSEBIO:
Aunque no fuera más que por los lapos que llevó luego en casa... muy
merecíos...
FAUSTINO:
¡La mocedad!
DOÑA
ISABEL: Pues no te digo nada, que te llevas la mejor moza del pueblo; y que
ella no se lleva mal
mozo
tampoco. Y nos vamos, que ustedes aún tendrán que tratar de sus cosas.
ESTEBAN:
Todo está tratao.
DOÑA
ISABEL: Anda, Milagros... ¿Qué te pasa?
ACACIA:
Que la digo que se quede a cenar con nosotros y no se atreve a pedirle a usted
permiso.
Déjela
usted, doña Isabel.
RAIMUNDA:
Sí que la dejará. Luego la acompañan de aquí Bernabé y la Juliana y si es caso
también
irá
Esteban.
DOÑA
ISABEL: No, ya mandaremos de casa a buscarla. Quédate, si es gusto de la
Acacia.
RAIMUNDA:
Claro está, que tendrán ellas que hablar de mil cosas.
DOÑA
ISABEL: Pues con Dios todos, [con Dios] tío Eusebio, Esteban.
EUSEBIO:
Vaya usted con Dios, doña Isabel... Muchas expresiones a su esposo.
DOÑA
ISABEL: De su parte.
ENGRACIA:
Con Dios; que lleven buen viaje...
FIDELA:
Queden con Dios... (Salen todas las
mujeres.)
EUSEBIO:
¡Qué nueva está doña Isabel! Y a la cuenta debe de andarse por mis años. Pero
bien
dicen:
quien tuvo, retuvo y guardó para la vejez; porque doña Isabel ha estao una
buena
moza
ande las haya habío.
ESTEBAN:
Pero siéntese usted un poco, tío Eusebio. ¿Qué prisa le ha entrao?
EUSEBIO:
Déjame estar, que es buena hora de volvernos, que viene muy oscuro. Pero tú no
nos
acompañes;
ya vienen los criados con nosotros.
ESTEBAN:
Hasta el arroyo siquiera; es un paseo.
(Entran la RAIMUNDA, la ACACIA y la MILAGROS.)
EUSEBIO:
Y vosotros, deciros tóo lo que tengáis que deciros.
ACACIA:
Ya lo tenemos todo hablao.
EUSEBIO:
¡Eso te creerás tú!
RAIMUNDA:
Vamos, tío Eusebio; no sofoque usted a la muchacha.
ACACIA:
Muchas gracias de todo.
EUSEBIO:
¡Anda ésta! ¡Qué gracias!
ACACIA:
Es muy precioso el aderezo.
EUSEBIO:
Es lo más aparente que se ha encontrao.
RAIMUNDA:
Demasiado para una labradora.
EUSEBIO.
¡Qué demasiado! Dejarse estar. Con más piedras que la custodia de Toledo lo
hubiera yo querido. Abraza a tu suegra.
RAIMUNDA:
Ven acá, hombre; que mucho tengo que quererte pa perdonarte lo que te me
llevas. ¡La
hija
de mis entrañas!
ESTEBAN:
¡Vaya! Vamos a jipar ahora... Mira la chica... Ya está hecha una Madalena.
MILAGROS:
¡Mujer!... ¡Acacia! (Rompe también a
llorar.)
ESTEBAN:
¡Anda la otra! ¡Vaya, vaya!
EUSEBIO:
No ser así... Los llantos por los difuntos. Pero una boda como ésta, tan a
gusto de tóos...
Ea,
alegrarse... y hasta muy pronto.
RAIMUNDA:
Con Dios, tío Eusebio. Y a la Julia que la perdono que no haya venido un día
como hoy.
EUSEBIO:
Si ya sabes cómo anda de la vista. Había que haber puesto el carro y está esa
subida de
los
Berrocales pa matarse el ganao.
RAIMUNDA:
Pues déle usted muchas expresiones y que se mejore.
EUSEBIO:
De tu parte.
RAIMUNDA:
Y andarse ya, andarse ya, que se hace noche. (A ESTEBAN.) ¿Tardarás mucho?
EUSEBIO:
Ya le he dicho que no venga...
ESTEBAN:
¡No faltaba otra cosa! Iré hasta el arroyo. No esperarme a cenar.
RAIMUNDA:
Sí que te esperamos. No es cosa de cenar solas un día como hoy. Y a la Milagros
le da lo
mismo
cenar un poco más tarde.
MILAGROS:
Sí, señora; lo mismo.
EUSEBIO:
¡Con Dios!
RAIMUNDA:
Bajamos a despedirles.
FAUSTINO:
Yo tenía que decir una cosa a la Acacia...
EUSEBIO:
Pues haberlo dejao pa mañana. ¡Como no habéis platicao tóo el día!
FAUSTINO:
Si es que... unas veces que no me he acordao... y otras con el bullicio de la
gente...
EUSEBIO:
A ver po ande sales...
FAUSTINO:
Si no es nada... Madre, que al venir, como cosa suya, me dio este escapulario
pa la
Acacia;
de las monjas de allá.
ACACIA:
¡Es muy precioso!
MILAGROS:
¡Bordao de lentejuela! ¡Y de la Virgen Santísima del Carmen!
RAIMUNDA:
¡Poca devoción que ella le tiene! Da las gracias a tu madre.
FAUSTINO:
Está bendecío...
EUSEBIO:
Bueno; ya hiciste el encargo. Capaz eras y de haberte vuelto con él y ¡hubiera
tenido que
oír
tu madre! Pero ¡qué corto eres, hijo! No sé yo a quién hayas salío... (Salen todos. La
escena queda sola un
instante. Ha ido oscureciendo. Vuelven la RAIMUNDA, la ACACIA y la
MILAGROS.)
RAIMUNDA:
Mucho se han entretenido; salen de noche... ¿Qué dices, hija? ¿Estás contenta?
ACACIA:
Ya lo ve usted.
RAIMUNDA:
¡Ya lo ve usted! Pues eso quisiera yo: verlo... ¡Cualquiera sabe contigo!
ACACIA:
Lo que estoy es cansada.
RAIMUNDA:
¡Es que hemos llevao un día! Desde las cinco y que estamos en pie en esta casa.
MILAGROS:
Y que no habrá faltao nadie a darte el parabién.
RAIMUNDA:
Pues todo el pueblo, puede decirse; principiando por el señor cura, que fue de
los
primeritos.
Ya le he dao pa que diga una misa y diez panes pa los más pobrecitos, que
de
todos hay que acordarse un día así. ¡Bendito sea Dios, que nada nos falta!
¿Están ahí
las
cerillas?
ACACIA:
Aquí están, madre.
RAIMUNDA:
Pues enciende esa luz, hija: que da tristeza esta oscuridad. (Llamando.)
¡Juliana, Juliana!
¿Ande
andará ésa?
JULIANA:
(Dentro y como desde abajo.) ¿Qué?
RAIMUNDA:
Súbete pa acá una escoba y el cogedor.
JULIANA:
(Idem.) De seguida subo.
RAIMUNDA:
Voy a echarme otra falda; que ya no ha de venir nadie.
ACACIA:
¿Quiere usted que yo también me desnude?
RAIMUNDA:
Tú déjate estar, que no tienes que trajinar en nada y un día es un día... (Entra la
JULIANA.)
JULIANA:
¿Barro aquí?
RAIMUNDA:
No; deja ahí esa escoba. Recoge todo eso; lo friegas muy bien fregao, y lo
pones en el
chinero:
y cuidado con esas copas que es cristal fino.
JULIANA:
¿Me puedo comer un bizcocho?
RAIMUNDA:
Sí, mujer, sí. ¡Que eres de golosona!
JULIANA:
Pues sí que la hija de mi madre ha disfrutan de nada. En sacar vino y hojuelas
pa todos
se
me ha ido el día, con el sinfín de gente que aquí ha habío... Hoy, hoy se ha
visto lo que
es
esta casa pa todos; y tamién la del tío Eusebio, sin despreciar. Y ya se verá
el día de la
boda.
Yo sé quien va a bailartelo una onza de oro y quien va a bailarte una colcha
bordada
de sedas, con unas flores que las ves tan preciosas de propias que te dan ganas
de
cogerlas mismamente. Día grande ha de ser. ¡Bendito sea Dios!, de mucha alegría
y
de
muchos llantos también; yo la primera, que, no diré yo como tu madre, porque
con
una
madre no hay comparación de nada, pero quitao tu madre... Y que a más de lo que
es
pa mí esta casa, el pensar en la moza que se me murió, ¡hija de mi vida!, que
era así y
como
eres tú ahora...
RAIMUNDA:
¡Vaya, Juliana!; arrea con todo eso y no nos encojas el corazón tú también, que
ya
tenemos
bastante ca uno con lo nuestro.
JULIANA:
No permita Dios de afligir yo a nadie... Pero estos días así, no sé qué tienen
que todo se
agolpa,
bueno y malo, y quiere una alegrarse y se pone más entristecía... Y no digas,
que
no
he querío mentar a su padre de ella, esté en gloria. ¡Válganos Dios! ¡Si la
hubiera
visto
este día! Esta hija, que era pa él la gloria del mundo.
RAIMUNDA:
¿No callarás la boca?
JULIANA:
¡No me riñas, Raimunda! Que es como si castigaras a un perro fiel, que ya sabes
que eso
he
sido yo siempre pa esta casa y pa ti y pa tu hija; como un perro leal, con la
ley de Dios
al
pan que he comido siempre de esta casa, con la honra del mundo como todos lo
saben...
(Sale.)
RAIMUNDA:
¡Qué Juliana!... Y dice bien; que ha sido siempre como un perro de leal y de
fiel pa esta
casa.
(Se pone a barrer.)
ACACIA:
Madre...
RAIMUNDA:
¿Qué quieres, hija?
ACACIA:
¿Me da usted la llave de esta cómoda que quiero enseñarle a la Milagros unas
cosillas?
RAIMUNDA:
Ahí la tienes. Y ahí os quedáis, que voy a dar una vuelta a la cena.
(Sale. La ACACIA y la MILAGROS se sientan en
el suelo y abren el cajón de abajo de la cómoda.)
ACACIA:
Mira estos pendientes; me los ha regalao... Bueno, Esteban..., ahora no está mi
madre; mi
madre
quiere que le llame padre siempre.
MILAGROS:
Y él bien te quiere.
ACACIA:
Eso sí; pero padre y madre no hay más que unos... Estos pañuelos también me los
trajo
él
de Toledo; las letras las han bordao las monjas... Estas son tarjetas postales;
mira qué
preciosas.
MILAGROS:
¡Qué señoras tan guapetonas!
ACACIA:
Son cómicas de Madrid y de París de Francia... Mira estos niños qué ricos...
Esta caja me
la
trajo él también llena de dulces.
MILAGROS:
Luego dirás...
ACACIA:
Si no digo nada. Si yo bien veo que me quiere; pero yo hubiera querido mejor y
estar yo
sola
con mi madre.
MILAGROS:
Tu madre no te ha querido menos por eso.
ACACIA:
¡Qué sé yo! Está muy ciega por él. No sé yo si tuviera que elegir entre mí y
ese hombre...
MILAGROS:
¡Qué cosas dices! Ya ves, tú ahora te casas, y si tu madre hubiera seguido
viuda bien sola
la
dejabas.
ACACIA:
Pero ¿tú crees y que yo me hubiera casao si me hubiera estao sola con mi madre?
MILAGROS:
¡Anda! ¿No te habías de haber casao? Lo mismo que ahora.
ACACIA:
No lo creas. ¿Ande iba yo haber estao más ricamente que con mi madre en esta
casa?
MILAGROS:
Pues no tienes razón. Todos dicen que tu padrastro ha sido muy bueno para ti y
con tu
madre.
Si no hubiera sido así, ya tú ves, con lo que se habla en los pueblos...
ACACIA:
Sí ha sido bueno; no diré yo otra cosa. Pero no me hubiera casao si mi madre no
vuelve a
casarse.
MILAGROS:
¿Sabes lo que te digo?
ACACIA:
¿Qué?
MILAGROS:
Que no van descaminados los que dicen y que tú no quieres a Faustino, que al
que tú
quieres
es a Norberto.
ACACIA:
No es verdad. ¡Qué voy a quererle! Después de la acción que me hizo.
MILAGROS:
Pero si todos dicen que fuiste tú quien le dejó.
ACACIA:
¡Que fui yo, que fui yo! Si él no hubiera dao motivo... En fin, no quiero
hablar de esto...
Pero
no dicen bien; quiero más a Faustino que le he querido a él.
MILAGROS:
Así debe de ser. De otro modo mal harías en casarte. ¿Te han dicho que Norberto
y se
fue
del pueblo esta mañana? A la cuenta no ha querido estar aquí el día de hoy.
ACACIA:
¿Qué más tiene pa él este día que cualquiera otro? Mira, ésta es la última
carta que me
escribió,
después que concluimos... Como yo no he consentío volverle a ver... no sé pa
qué
la guardo... Ahora mismito voy a hacerla pedazos. (La rompe.) ¡Ea!
MILAGROS:
¡Mujer, con qué rabia!...
ACACIA:
Pa lo que dice..., y quemo los pedazos...
MILAGROS:
¡Mujer, no se inflame la lámpara!
ACACIA:
(Abre la ventana.) Y ahora a la
calle, al viento. ¡Acabao y bien acabao está todo!... ¡Qué
oscuridad
de noche!
MILAGROS:
(Asomándose también a la ventana.) Sí
que está miedoso; sin luna y sin estrellas...
ACACIA:
¿Has oído?
MILAGROS:
Habrá sido una puerta que habrán cerrao de golpe.
ACACIA:
Ha sonao como un tiro.
MILAGROS:
¡Qué mujer! ¿Un tiro a estas horas? Si no es que avisan de algún fuego, y no se
ve
resplandor
de ninguna parte.
ACACIA:
¿Querrás creerme que estoy asustada?
MILAGROS:
¡Qué mujer!
ACACIA:
(Corriendo de pronto hacia la puerta.)
¡Madre, madre!
RAIMUNDA:
(Desde abajo.) ¡Hija!
ACACIA:
¿No ha oído usted nada?
RAIMUNDA:
(Idem.) Sí, hija; ya he mandao a la
Juliana a enterarse... No tengas susto.
ACACIA:
¡Ay, madre!
RAIMUNDA:
(Idem.) ¡Calla, hija! Ya subo.
ACACIA:
Ha sido un tiro lo que ha sonao, ha sido un tiro.
MILAGROS:
Aunque así sea; nada malo habrá pasao.
ACACIA:
¡Dios lo haga! (Entra RAIMUNDA.)
RAIMUNDA:
¿Te has asustao, hija? No habrá sido nada.
ACACIA:
También usted está asustada, madre...
RAIMUNDA:
De verte a ti... Al pronto, pues como está tu padre fuera de casa, sí me he
sobresaltao...
Pero
no hay razón para ello. Nada malo puede haber pasao... ¡Calla! ¡Escucha! ¿Quién
habla
abajo? ¡Ay, Virgen!
ACACIA:
¡Ay, madre, madre!
MILAGROS:
¿Qué dicen, qué dicen?
RAIMUNDA:
No bajes tú, que ya voy yo.
ACACIA:
No baje usted, madre.
RAIMUNDA:
Si no sé qué he entendido... ¡Ay Esteban de mi vida y que no le haya pasao nada
malo!
(Sale.)
MILAGROS:
Abajo hay mucha gente..., pero desde aquí no les entiendo lo que hablan.
ACACIA:
Algo malo ha sido, algo malo ha sido. ¡Ay, lo que estoy pensando!
MILAGROS:
También yo, pero no quiero decírtelo.
ACACIA:
¿Qué crees tú que ha sido?
MILAGROS:
No quiero decírtelo, no quiero decírtelo.
RAIMUNDA:
(Desde abajo.) ¡Ay, Virgen Santísima
del Carmen! ¡Ay, qué desgracia! ¡Ay, esa pobre
madre
cuando lo sepa y que han matao a su hijo! ¡Ay, no quiero pensarlo! ¡Ay, qué
desgracia,
qué desgracia pa todos!
ACACIA:
¿Has entendío?... Mi madre... ¡Madre..., madre!...
RAIMUNDA:
¡Hija, hija, no bajes! ¡Ya voy, ya voy!
(Entran la RAIMUNDA, la FIDELA, la ENGRACIA y
algunas mujeres.)
ACACIA:
Pero ¿qué ha pasao, qué ha pasao? Ha habido una muerte, ¿verdad?, ha habido una
muerte.
RAIMUNDA:
¡Hija de mi vida! ¡Faustino, Faustino!...
ACACIA:
¿Qué?
RAIMUNDA:
Que lo han matao, que lo han matao de un tiro a la salida del pueblo.
ACACIA:
¡Ay madre! ¿Y quien ha sido, quién ha sido?
RAIMUNDA:
No se sabe..., no han visto a nadie... Pero todos dicen y que ha sido Norberto;
pa que sea
mayor
la desgracia que nos ha venido a todos.
ENGRACIA:
No puede haber sido otro.
MUJERES:
¡Norberto!... ¡Norberto!
FIDELA:
Ya han acudío los de justicia.
ENGRACIA:
Lo traerán preso.
RAIMUNDA:
Aquí está tu padre. (Entra ESTEBAN.)
¡Esteban de mi vida! ¿Cómo ha sido? ¿Qué sabes
tú?
ESTEBAN:
¡Qué tengo de saber! Lo que todos... Vosotras no me salgáis de aquí, no tenéis
que hacer
nada
por el pueblo.
RAIMUNDA:
¡Y ese padre, cómo estará! ¡Y aquella madre, cuando le lleven a su hijo, que
salió esta
mañana
de casa lleno de vida y lleno de ilusiones y vea que se lo traen muerto de tan
mala
muerte, asesinao de esa manera!
ENGRACIA:
Con la horca no paga y el que haiga sío.
FIDELA:
Aquí, aquí mismo habían de matarlo.
RAIMUNDA:
Yo quisiera verlo, Esteban; que no se lo lleven sin verlo... Y esta hija
también; al fin iba a ser su marido.
ESTEBAN:
No acelerarse; lugar habrá para todo. Esta noche no os mováis de aquí, ya lo he
dicho.
Ahora
no tiene que hacer allí nadie más que la justicia; ni el médico ni el cura han
podido
hacer nada. Yo me vuelvo pa allá, que a todos han de tomarnos declaración.
(Sale ESTEBAN.)
RAIMUNDA:
Tiene razón tu padre. ¿Qué podemos va hacer por él? Encomendarle su alma a
Dios...
Y a
esa pobre madre que no se me quita del pensamiento... No estés así, hija, que
me
asustas
más que si te viera llorar y gritar. ¡Ay, quién nos hubiera dicho esta mañana
lo
que
tenía que sucedernos tan pronto!
ENGRACIA:
El corazón y dicen que le ha partío.
FIDELA:
Redondo cayó del caballo.
RAIMUNDA:
¡Qué borrón y qué deshonra pa este pueblo y que de aquí haya salido el asesino
con tan
mala
entraña! ¡Y que sea de nuestra familia pa mayor vergüenza!
GASPARA:
Eso es lo que aún no sabemos nadie.
RAIMUNDA:
¿Y quién otro puede haber sido? Si lo dicen todos...
ENGRACIA:
Todos lo dicen. Norberto ha sido.
FIDELA:
Norberto, no puede haber sido otro.
RAIMUNDA:
Milagros, hija, enciende esas luces a la Virgen y vamos a rezarle un rosario ya
que no
podamos
hacer otra cosa más que rezarle por su alma.
GASPARA:
¡El Señor le haiga perdonao!
ENGRACIA:
Que ha muerto sin confesión.
FIDELA:
Y estará su alma en pena. ¡Dios nos libre!
RAIMUNDA:
(A MILAGROS.) Lleva tú el rosario; yo
ni puedo rezar. ¡Esa madre, esa madre! (Empiezan
a rezar el rosario. Telón.)
7) Contextualización
Jacinto Benavente (Madrid, 1866 - 1954) es
uno de los más importantes dramaturgos modernos del teatro español. Dominó las
tablas en el primer tercio del siglo XX con su teatro naturalista y
convencional, dirigido a un público burgués. Sus obras iniciales eran más
críticas, pero a medida que pasan los años, se hace más convencional; trata de
satisfacer el gusto del espectador burgués, que llena los teatros y de quien él
vive.
Se ha reconocido un alto dominio de la
“carpintería teatral” y de la lengua castellana, lo que es indudable. Se le ha
criticado su escamoteo de los momentos fuertes, su tendencia a la narración de
las acciones decisivas (en vez de representarlas) y en quedarse en un
planteamiento ramplón de infidelidades de marido burgués, finalmente perdonado.
Sus dos mejores obras son Los intereses creados, y La malquerida (1913), que ahora
analizamos; La noche del sábado
(1903) es otra pieza original y sorprendente obra. Durante la guerra civil
española, Benavente estuvo (acaso involuntariamente) del lado republicano. Su
fuerte adhesión al franquismo, tras la guerra civil, le ha costado severas
críticas y cierto menosprecio de la crítica, acaso no del todo merecido desde
el punto de vista literario. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1922,
signo de la aceptación y repercusión de su teatro en ese momento.
8) Interpretación
y valoración
La
malquerida es
una pieza dramática muy interesante por el tema que aborda: los amores ilícitos
de un padrastro con su hijastra. El enfoque que le imprime también es original:
ambos tratan de reprimir sus impulsos, pero, al final, se desbordan
trágicamente. El ambiente rural, un tanto rudo y asilvestrado, recuerda algunos
dramas de Lope de Vega. El hecho de que todos piensen y hablen muy
ramplonamente rebaja bastante la fuerza dramática.
El desarrollo es muy acertado. La tensión
dramática crece de un modo sostenido y convincente, aunque el último acto quizá
se alarga más de la cuenta. Siempre se ha reconocido el dominio de la
“carpintería teatral” por parte de Benavente, lo cual es bien cierto. Los
cambios de acción, de lugar y de tiempo resultan muy interesantes. La
caracterización de los personajes es verosímil, aunque queda como incompleta.
Nos gustaría saber algo más sobre la auténtica personalidad de Esteban, de Acacia,
etc.
El conjunto de la pieza es estimable por
el tema que aborda y su desarrollo. El final, sin embargo, parece algo forzado.
Muere la madre y su marido y su hija siguen vivos. ¿Qué pasará después? No se
indica, pero gozarán de un amor y una situación inmerecida.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
(Estas actividades se pueden desarrollar y
realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en
grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o
herramientas complementarias, como las TIC).
2.1. Comprensión lectora
1) Resume el contenido de la
pieza dramática (aproximadamente, 150 palabras).
2) Señala su tema y sus
apartados temáticos. Para ello, contesta a la cuestión ¿cómo se expresa el tema
principal?
3) Caracteriza a los personajes,
física y psicológicamente. Forma un retrato de cada.
4) Indica el lugar y el
tiempo en que se desarrolla la acción dramática. Explícalos y establece su
relevancia para el sentido de la obra.
5) Localiza una docena de
recursos estilísticos y explica su eficacia significativa y estética.
6) ¿Cómo hablan los
personajes? ¿Cuáles son las razones de su modo de expresión?
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1) Explica el título de la
obra. ¿Por qué Acacia es “malquerida”?
2) ¿Quién es el personaje
que lleva el peso de la acción? ¿Qué interés tiene en que se sepa la verdad
sobre la muerte de Faustino?
3) ¿Qué papel desempeñan las
mujeres en el drama? ¿Se mueven en el mismo plano social, económico y cultural
que los hombres? Razona tu respuesta.
4) La pasión amorosa
descontrolada, ¿es algo humano e inevitable,o solo aparece en algunas personas?
2.3. Fomento de la creatividad
1) Documéntate sobre el
dramaturgo Jacinto Benavente realiza una exposición en la clase con ayuda de
medios TIC, creando un póster, etc.
2) Muchas personas se ven
arrastradas por un impulso amoroso ilícito e inaceptado por la sociedad. Ello
provoca un fuerte conflicto personal y colectivo (de la persona con la sociedad
en la que vive), como vemos en esta pieza. Reflexiona sobre esta cuestión y
expón tus ideas al respecto. Puedes hacerlo en papel, por imagen –-dibujo,
fotografía--, con música, o todos los medios combinados a la vez.
3) Escribe un relato de
ficción o una pieza dramática basado en la reflexión sobre la importancia de la
pasión amorosa en nuestra vida.
4) Se puede realizar una
pequeña dramatización, o lectura dramatizada (con el apoyo del texto) de parte
o de toda la obra. Se puede acompañar de imágenes alusivas y música, ante la
clase o la comunidad educativa. Ahí se pondrá de manifiesto la gracia y
significación de la obra de nuestro dramaturgo.
2.4. Comentario de texto específico
Se ofrece el final de la
comedia, para realizar una exégesis textual. Se acompaña una plantilla de
cuestiones para conducir su realización.
ACTO
TERCERO. ESCENA XI
DICHAS y ESTEBAN.
RAIMUNDA:
¡Esteban!
ESTEBAN:
¡Tié razón, tié razón! ¡No es ella la que tié que salir de esta casa! Pero yo
no quieo que
sea
ella quien me entregue a la Justicia. Me entregaré yo mismo. ¡Descuida! ¡Y
antes de
que
puean entrar aquí, les saldré yo al encuentro! ¡Déjame tú, Raimunda! Te queda
tu
hija.
Ya sé que tú me hubieas perdonao. ¡Ella no! ¡Ella me ha aborrecío siempre!
RAIMUNDA:
No, Esteban. ¡Esteban de mi alma!
ESTEBAN:
¡Déjame, déjame, o llamo al padre de Norberto y se lo confieso tóo aquí mismo!
RAIMUNDA:
Hija, ya lo ves. Y ha sío por ti. ¡Esteban, Esteban!
ACACIA:
¡No le deje usted salir, madre!
RAIMUNDA:
¡Ah!
ESTEBAN:
¿Quiés ser tú quien me delate? ¿Por qué me has odiao tanto? ¡Si yo te hubiea
oído tan
siquiera
una vez llamarme padre! ¡Si tú pudieas saber cómo te he querío yo siempre!
ACACIA:
¡Madre, madre!
ESTEBAN:
Malquerida habrás sío sin yo quererlo. Pero antes, ¡cómo te había yo querío!
RAIMUNDA:
¿No le llamarás nunca padre, hija?
ESTEBAN:
No me perdonará nunca.
RAIMUNDA:
Sí, hija, abrázale. Que te oiga llamarle padre. ¡Y hasta los muertos han de
perdonarnos y han de alegrarse con
nosotros!
ESTEBAN:
¡Hija!
ACACIA:
¡Esteban! ¡Dios mío, Esteban!
ESTEBAN:
¡Ah!
RAIMUNDA:
¿Aún no le dices padre? Qué, ¿ha perdío el sentío? ¡Ah!, ¿boca con boca y tú
abrazao con
ella?
¡Quita, aparta, que ahora veo por qué no querías llamarle padre! ¡Que ahora veo
que
has sío tú quien ha tenío la culpa de tóo, maldecía!
ACACIA:
Sí, sí. ¡Máteme usted! Es verdad, es la verdad. ¡Ha sío el único hombre a quien
he querío!
ESTEBAN:
¡Ah!
RAIMUNDA:
¿Qué dice, qué dice? ¡Te mato! ¡Maldecía!
ESTEBAN:
¡No te acerques!
ACACIA:
¡Defiéndame usted!
ESTEBAN:
¡No te acerques, te digo!
RAIMUNDA:
¡Ah! ¡Así! ¡Ya estáis descubiertos! ¡Más vale así! ¡Ya no podrá pesar sobre mí
una
muerte!
¡Que vengan tóos! ¡Aquí, acudir toa la gente! ¡Prender al asesino! ¡Y a esa
mala
mujer,
que no es hija mía!
ACACIA:
¡Huya usted, huya usted!
ESTEBAN:
¡Contigo! ¡Junto a ti siempre! ¡Hasta el infierno! ¡Si he de condenarme por
haberte
querío!
¡Vamos los dos! ¡Que nos den caza si puén entre esos riscos! ¡Pa quererte y pa
guardarte
seré como las fieras, que no conocen padres ni hermanos!
RAIMUNDA:
¡Aquí, aquí! ¡Ahí está el asesino! ¡Prenderle! ¡El asesino! (Han llegado por diferentes puertas el RUBIO,
BERNABÉ y la JULIANA, y gente del pueblo.)
ESTEBAN:
¡Abrir paso, que no miraré náa!
RAIMUNDA:
¡No saldrás! ¡Al asesino!
ESTEBAN:
¡Abrir paso, digo!
RAIMUNDA:
¡Cuando me haigas matao!
ESTEBAN:
¡Pues así! (Dispara la escopeta y hiere a
RAIMUNDA)
RAIMUNDA:
¡Ah!
JULIANA:
¡Jesús! ¡Raimunda! ¡Hija!
RUBIO:
¿Qué ha hecho usted, qué ha hecho usted?
UNO:
¡Matarle!
ESTEBAN:
¡Matarme si queréis, no me defiendo!
BERNABÉ:
¡No; entregarle vivo a la Justicia!
JULIANA:
¡Ese hombre ha sío, ese mal hombre! ¡Raimunda! ¡La ha matao! ¡Raimunda! ¿No me
oyes?
RAIMUNDA:
¡Sí, Juliana, sí! ¡No quisiera morir sin confesión! ¡Y me muero! ¡Mía cuánta
sangre! Pero
¡no
importa! ¡Ha sío por mi hija! ¡Mi hija!
JULIANA:
¡Acacia! ¿Ande estás?
ACACIA:
¡Madre, madre!
RAIMUNDA:
¡Ah! ¡Menos mal, que creí que aún fuea por él por quien llorases!
ACACIA:
¡No, madre, no! ¡Usted es mi madre!
JULIANA:
¡Se muere, se muere! ¡Raimunda, hija!
ACACIA:
¡Madre, madre mía!
RAIMUNDA:
¡Ese hombre ya no podrá náa contra ti! ¡Estás salva! ¡Bendita esta sangre que
salva, como la sangre de Nuestro Señor!
SUGERENCIAS PARA COMENTARIO DE TEXTO O
EXÉGESIS TEXTUAL
A continuación se propone
una plantilla de trabajo para cada uno de los poemas. El docente puede
ampliarla, reducirla, conforme a sus circunstancias.
Comprensión lectora
1) Resume el texto
recogiendo su contenido esencial (120 palabras aprox., equivalentes a 10
líneas).
2) Indica los temas
tratados en breves enunciados sintéticos.
3) Señala los apartados
temáticos o secciones de contenido.
4) Analiza los personajes
conforme a sus intervenciones.
Interpretación y pensamiento analítico
5) Analiza cómo los
recursos estilísticos crean significado (doce, aproximadamente).
6) Contextualiza al autor
y su obra según su entorno social, histórico, cultural y personal del autor.
7) Interpreta y discierne
la intención (¿para qué me quiere hablar de estos asuntos) y el sentido (¿por qué y cómo me desea transmitir este
tema?) del poema.
8) Valora personalmente tu
apreciación lectora: pondera la actualidad y el atractivo del tema, de la
disposición formal, de la originalidad creativa, etc.
Fomento de la creatividad
9) Transforma el diálogo
imprimiendo un nuevo sentido al final de la obra.
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