02/03/2021

Jacinto Benavente: "La malquerida"; análisis y propuesta didáctica

 

Ourense (II-2021) © SVM

JACINTO BENAVENTE: “La malquerida” (1913)

 

  1. ANÁLISIS

1)    Resumen

Acto primero

Escena 1

La señora Raimunda está casada en segundas nupcias con Esteban. Vive en una casa de labrador rico, en Castilla. Su segundo marido es noble y mira por la hacienda. Tiene una hija de su primer matrimonio, Acacia; antes se le habían muerto tres hijos. Las mujeres del pueblo se muestran comprensiva con ella. Acacia sale un tiempo con su primo Norberto, pero rompen. Luego sale y se compromete con Faustino, un joven de un pueblo cercano, de familia con tierras de labor.

Escena 2

Es el día de la pedida. Faustino y su padre Eusebio ya se despiden y vuelven a su casa, en El Encinar. Todos están cansados. Acacia se sincera con su amiga Milagros. Insinúa que su padrastro le gusta. Corta con Norberto, su primo, porque no se porta bien. Ahora se compromete con Faustino, pero sin gran ilusión; hubiera preferido quedar soltera en casa, con su madre, si no se hubiera casado en segundas nupcias. Juliana, la criada, limpia. Mienta a una hija que se ha muerto hace años. Se oye un tiro a lo lejos. De pronto, se enteran que Norberto ha matado a Faustino de un escopetazo. Abatimiento y miedo general.

Acto segundo

Escena 1

La familia de Raimunda está en una casa de El Soto, alejados del pueblo, para calmarse. La justicia ha soltado a Norberto porque no hay pruebas de que haya sido él es asesino. Ni siquiera Esteban lo vio, pues iba liando un cigarrillo con el tío Eusebio, el padre del novio. Están nerviosos y asustadizos. Eusebio acude a la casa.

Escena 2

Tenso diálogo entre Raimunda y Eusebio. Este aplaca a sus hijos para que no se venguen por la muerte de su hijo Faustino. Él cree, aunque no lo dice en voz alta, que fue Norberto, por venganza. O lo mandó hacer. Está desazonado porque el juzgado lo soltó por falta de pruebas. Raimunda está nerviosa y suplica a su marido Esteban que la proteja, a ella y a su hija.

Escena 3

El Rubio, criado de la casa, se presenta borracho y desvaría. Esteban anuncia que el domingo regresan del Soto al pueblo, cuando ya hayan amainado las habladurías. Acacia prefiere no ser vista por Eusebio, que les pide que le ayuden a aplacar a sus hijos, que claman por venganza. La mujer de Eusebio está maluca desde tiempo atrás.

Escena 4

Bernabé, un criado, le cuenta a Raimunda que el Rubio y Esteban tuvieron palabras mayores en la taberna porque aquel estaba bebido. Le ha traído a Norberto, para hablar con él. Esteban no está en casa.

Escena 5

Norberto le cuenta a su tía Raimunda que el Rubio mató a Faustino y alguien le dio una fuerte suma de dinero. Él mismo lo decía en la taberna, borracho. A Norberto en el pueblo lo protegen porque lo creen inocente. Le sacan una copla a Acacia, ofensiva. El chico confiesa que lo amenazaron si no dejaba de salir con la prima Acacia. Lo hace haciendo que sale con otra.

 

RAIMUNDA: Y Esteban fue a sacarle de allí pa que no hablara...

NORBERTO: Pa que no le comprometiera.

RAIMUNDA: ¡Eh! ¡Pa que no le comprometiera!... Porque el Rubio estaba diciendo que él... NORBERTO: Que él era el amo de esta casa.

RAIMUNDA: ¡El amo de esta casa! Porque el Rubio ha sío...

NORBERTO: Sí, señora.

RAIMUNDA: El que ha matao a Faustino...

NORBERTO: Eso mismo.

RAIMUNDA: ¡El Rubio! Ya lo sabía yo... ¿Y lo saben todos en el pueblo?

NORBERTO: Si él mismo se va descubriendo; si ande llega principia a enseñar dinero, hasta billetes... Y esta mañana, cuando le cantaron la copla en su cara, se volvió contra todos y fue cuando avisaron a tío Esteban y le sacó a empellones de la taberna...

RAIMUNDA: ¿La copla? Una copla que han sacao... Una copla que dice... ¿Cómo dice la copla? NORBERTO: “El que quiera a la del Soto,

tié pena de la vida.

Por quererla quien la quiere

le dicen la Malquerida.”

RAIMUNDA: Los del Soto somos nosotros, así nos dicen, en esta casa... Y la del Soto no pué ser otra que la Acacia..., ¡mi hija! Y esa copla... es la que cantan todos... Le dicen la Malquerida... ¿No dice así? Y ¿quién la quiere mal? ¿Quién pué quererle mal a mi hija? La querías tú y la quería Faustino... Pero ¿quién otro pué quererla y por qué la dicen Malquerida?... Ven acá... ¿Por qué dejaste tú de hablar con ella, si la querías? ¿Por qué? Vas a decírmelo tóo... Mira que peor de lo que ya sé no vas a decirme nada...

NORBERTO: No quiera usted perderme y perdernos a todos. Nada se ha sabío por mí; ni cuando me vi preso quise decir náa... Se ha sabío, yo no sé cómo, por el Rubio, por mi padre, que es la única persona con quien lo tengo comunicao... Mi padre sí quería hablarle a la justicia, y yo no le he dejao, porque le matarían a él y me matarían a mí.

RAIMUNDA: No me digas náa; calla la boca... Si lo estoy viendo todo, lo estoy oyendo todo. ¡La Malquerida, la Malquerida! Escucha aquí. Dímelo a mí todo...Yo te juro que pa matarte a ti, tendrán que matarme a mí antes. Pero ya ves que tié que hacerse justicia, que mientras no se haga justicia el tío Eusebio y sus hijos van a perseguirte y de ésos sí que no podrás escapar. A Faustino lo han matao pa que no se casara con la Acacia, y tú dejaste de hablar con ella pa que no hicieran lo mismo contigo. ¿Verdad? Dímelo todo.

NORBERTO: A mí se me dijo que dejara de hablar con ella, porque había el compromiso de casarla con Faustino, que era cosa tratada de antiguo con el tío Eusebio, y que si no me avenía a las buenas, sería por las malas, y que si decía algo de todo esto... pues que...

RAIMUNDA: Te matarían. ¿No es eso? Y tú...

NORBERTO: Yo me creí de todo, y la verdad, tomé miedo, y pa que la Acacia se enfadara conmigo, pues prencipié [de] cortejar a otra moza, que náa me importaba... Pero como luego supe que náa era verdad, que ni el tío Eusebio ni Faustino tenían tratao cosa ninguna con tío Esteban... Y cuando mataron a Faustino... pues ya sabía yo por qué lo habían matao; porque al pretender él a la Acacia, ya no había razones que darle como a mí; porque al tío Eusebio no se le podía negar la boda de su hijo, y como no se le podía negar se hizo como que se consentía a todo, hasta que hicieron lo que hicieron, que aquí estaba yo pa achacarme la muerte. ¿Qué otro podía ser? El novio de la Acacia por celos... Bien urdío sí estaba. ¡Valga Dios que algún santo veló por mí aquel día! Y que el delito pesa tanto que él mismo viene a descubrirse.

RAIMUNDA: ¡Quié decir que todo ello es verdad! ¡Que no sirve querer estar ciegos pa no verlo!... Pero ¿qué venda tenía yo elante los ojos?... Y ahora todo como la luz de claro... Pero ¡quién pudiea seguir tan ciega!

NORBERTO: ¿Ande va usted?

RAIMUNDA: ¿Lo sé yo? Voy sin sentío... Si es tan grande lo que me pasa, que paece que no me pasa nada. Mira tú, de tóo ello, sólo [se] me ha quedao la copla, esa copla de la Malquerida... Tiés que enseñarme el son pa cantarla... ¡Y a ese son vamos a bailar tóos hasta que nos muramos! ¡Acacia, Acacia, hija!... Ven acá.

NORBERTO: ¡No la llame usted! ¡No se ponga usted así que ella no tié culpa!

 

Escena 6

Los hijos de Eusebio esperan en el campo a Norberto para matarlo, según afirma Bernabé, que viene de fuera. Acacia le desvela a su madre que su padrastro Esteban la acosa, pero Raimunda ha estado ciega por él y no lo ha visto. Raimunda a acusa a Esteban de haber urdido el crimen de Faustino, junto con el Rubio, para que no se casara con Acacia.

Acto tercero

Escena 1

Raimunda y su criada Juliana hablan sobre el caso. Están escandalizadas por que Esteban esté enamorado de Acacia. La chica siempre fue desabrida con él, para defenderse, no por mala educación. Raimunda piensa que Esteban preparó el crimen de Faustino. Esperan a Bernabé, el criado, y acaso a Esteban.

Escena 2

Bernabé cuenta que los hermanos de Faustino acuchillaron a Norberto, pero no es cosa de muerte. Dice que Esteban se interpuso, con la escopeta apuntando. Eusebio y el padre de Norberto riñen de palabra, azuzándose sobre la responsabilidad de la muerte de Faustino. Esteban pasa la noche fuera de casa y duerme en un pajar, con el Rubio. Se habla mal de él en El Encinar. A los hermanos de Faustino los lleva preso la justicia.

Escena 3

Norberto despierta y convalece. Le dan las medicinas que trajo Esteban del pueblo.

Escena 4

Juliana y Acacia platican sobre Esteban. Aquella dice que lo odia, y que estuvo por matarlo con un cuchillo una noche. Lo acusa de haberle quitado el amor de su madre y a su madre. Juliana le hace ver que esos odios vienen de un posible amor apasionado. Acacia se escandaliza, pero no lo niega del todo.

Escena 5

Juliana y Acacia ven venir a Esteban, como “rendido”. Se retiran para que no las vea.

Escena 6

Esteban entra y pregunta por Norberto. Bernabé le informa que mejora. El Rubio lo acompaña.

Escena 7

Diálogo trascendental entre el Rubio y Esteban. Aquel cuenta que mata a Faustino por encargo de este, que no resiste más la pasión descontrolada por Acacia. El Rubio está dispuesto a asumir toda la culpa. Y luego, cuando salga de la cárcel, seguirán como hermanos. Jura lealtad a Esteban.

Escena 8

El Rubio confiesa toda la verdad ante Raimunda y Esteban. Al fin, considera que ha sido bueno, como una cura, pues acabó con el mal. Es el asesino y jura lealtad a Esteban. Este está acoquinado y ni habla.

Escena 9

Esteban reconoce su pasión descontrolada por Acacia. Ha llorado de rabia, porque no lo entendía. Raimunda lo entiende y dice que ha sido un buen marido; como que lo perdona. Piensa mandar a Acacia con las monjas del Encinar unos días, y luego a casa de una hermana, conde encontrará novio. Llega gente y le dice a él que se cambie, pues parece un forajido. Viene la justicia a casa, ya en el Encinar.

Escena 10

Acacia escucha la conversación y le reprocha a su madre que los responsables, como Esteban, quedan en casa, y ella, inocente, ha de abandonarla. Raimunda le dice que disparata, pero reconoce que ya casi ha perdonado a Esteban por lo que ha hecho. Y medio acusa a su hija de responsable de no haber querido a Esteban como padre. Acacia desea que este la mate.

Escena 11

Raimunda obliga a Acacia a abrazar a Esteban y llamarle padre. Se abrazan y se besan, pero no le llama padre. Raimunda comprende que se aman locamente. Grita para que los prendan. Llegan los criados. Esteban dispara a Raimunda para huir al monte con Acacia. Raimunda muere, pero satisfecha de dejar limpia la sangre de su familia, pues Esteban irá a la cárcel.

2)    Temas de la comedia

Los temas que plantea esta comedia son:

-       El amor ilícito arrastra a las personas a cierto tipo de enajenación y violencia.

-       La presión social sobre los individuos es muy fuerte y determina el comportamiento de estos.

-       El amor y la muerte están más juntos de lo que parece, incluso entre personas aparentemente de relación imposible.

-       El qué dirán influye poderosamente sobre las personas, que tratan de preservar su imagen social, su hora.

3)    Apartados temáticos

Esta comedia presenta una estructura muy clásica:

-Una introducción donde se presentan los personajes y el conflicto. Ocupa el primer acto. Raimunda, su marido Esteban y Acacia forman el trío protagonista. Bajo un marco festivo, por la pedida de la novia por Faustino, se ocultan tensiones y frustraciones ocultas.

-Un nudo o desarrollo que ocupa el acto II y el acto III, hasta la escena 8, inclusive. Crece la tensión dramática y se complica la trama al descubrirse pasiones ilícitas y deseos de venganza que pueden arrastrar a muchas personas.

-Un desenlace condensado en las escenas 9, 10 y 11 del acto III, que es el final. La tensión dramática alcanza una solución inesperada, al desvelarse un amor correspondido entre Acacia y su padrastro Esteban. Raimunda muere, lo que deja un final sangriento, aunque no del todo satisfactorio.

4)    Personajes

Raimunda es la protagonista, aunque de modo pasivo. Recibe las consecuencias del comportamiento de los demás, sobre todo de su segundo marido, Esteban, y de su hija, con el primer marido, del que no se da el nombre. Es una mujer madura, simple en sus razonamientos, elemental en su escala de valores y muy preocupada por su imagen en la sociedad rural donde vive. Su posición de propietaria rural rica la elevan, al menos económicamente, por encima de muchos personajes, que son sus criados. Sus últimas palabras en vida muestran su preocupación por la honra y el honor de su familia y de su hija. A pesar de haberla traicionado, perdona su desliz. No aparecen elementos religiosos en su comportamiento, solo aspectos sociales, como el miedo al qué dirán y el afán por preservar su imagen de honra en su pueblo, La Encina.

Esteban, su segunda marido, no está dibujado del todo. Es un hombre de mediana edad, campesino y, aparentemente, hogareño. Al final, se descubre su amor desbocado e ingobernable por su hijastra Acacia; lo arrastra a la violencia y al crimen, al matar a su esposa. Taimado, sabe disimular su pasión, aunque el Rubio la conoce bien. Sus lloriqueos finales lo dibujan como endeble e inconsecuente con sus sentimientos y sus actos. Al matar a su mujer, declara su inestabilidad mental y el descontrol de sus pasiones amorosas.

Acacia es la tercera protagonista. En los dos primeros actos tiene pocas intervenciones, pero su importancia va creciendo. Trata de disimular ante las criadas su pasión por su padrastro, pero al final estalla todo. No tiene problemas en asumir, ante su madre, que ama a su padrastro, y se funde en un beso y abrazo con él. Seguramente, es la mayor hipócrita de todas, en un mundo muy falso y agobiante.

Los demás personajes son secundarios. Faustino (el prometido asesinado) y Norberto (el primo ex pretendiente) son jóvenes convencionales. Sinceros y trabajadores, desean formar una familia y vivir según el modelo rural tradicional, pero todo acaba mal para ellos por culpa de Esteban y Acacia. Eusebio, el padre de Faustino, tiene un papel bastante relevante; es quien lleva las negociaciones del matrimonio; también trata de refrenar a sus hijos para que no corra más sangre. Se rige por el código cristiano rural de contención, pero exigiendo justicia.

Los dos criados de la casa de Raimunda, Bernabé y Juliana, tienen cierta importancia porque desvelan verdades y ayudan a clarificar el embrollo. El Rubio, otro criado, pero a las órdenes de Esteban, es muy importante porque es el homicida de Faustino. Muestra una lealtad perruna a Esteban, que no le corresponde exactamente con la misma sinceridad.

Todos ellos se caracterizan por un registro coloquial avulgarado, plagado de anacolutos de toda condición, llegando a provocar el cansancio del lector. Es una parte poco auténtica de la obra.

5)    Lugar y tiempo de la acción dramática

La acción ocurre en un contexto rural; aunque en la acotación se habla de “Castilla”, por el modo de hablar, más bien se sitúa en La Mancha o Andalucía. La pronunciación relajada, aplicada a todo tipo de palabras y contextos, denotan un avulgaramiento expresivo muy acusado. Parte de la acción discurre en una casona de labrador rico en un pueblo que se llama La Encina; la otra parte se sitúa en una casa algo apartada, como de recreo, en un lugar denominado El Soto.

La malquerida se estrenó en diciembre de 1913; la obra se escribió ese mismo año o en los inmediatos anteriores. La acción es contemporánea a la escritura: principios del siglo XX en España; lo cierto es que no existen datos para una concreción cronológica más precisa; puede ser anterior a ese momento. La acción dura unos días, acaso algunas pocas semanas. Está muy concentrada en su desarrollo. Sin embargo, los personajes aluden a los hechos anteriores; realizan bastantes analepsis, recordando situaciones y palabras que determinan el presente.

        

6)    Comentario estilístico

El rasgos estilístico más importante es el registro coloquial, más vulgar que otra cosa, que Benavente le asigna a todos sus personajes, sin excepción. Emplean un español muy mal pronunciado, con las oraciones malamente compuestas. ¿Todos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, ricos y pobres, hablaban así? La respuesta es negativa. Entonces, parece un abuso estilístico poco justificado. El lector acaba por fatigarse seriamente por leer, o escuchar, a un personaje tras otro empleando un español zarrapastroso.

Con todo, la intención estilística de recrear el lenguaje rural y popular español es bastante interesante, aunque no es muy feliz el resultado. La trama, sin embargo, está muy bien construida. El avance de la intriga es sostenido y progresa con firmeza.

Transcribimos un ejemplo de la escena 2.ª del segundo acto como muestra de este modo de expresión avulgarado, sin nobleza ninguna (pues la podría tener):

 

ESCENA II

DICHAS, la ACACIA, MILAGROS, ESTEBAN, el TÍO EUSEBIO y FAUSTINO.

 

ESTEBAN: Raimunda: aquí, el tío Eusebio y Faustino que se despiden.

EUSEBIO: Ya es hora de volvernos pa casa; antes que se haga noche, que con las aguas de estos

días pasados, están esos caminos que es una perdición.

ESTEBAN: Sí que hay ranchos muy malos.

DOÑA ISABEL: ¿Qué dice el novio? Ya no se acuerda de mí. Verdad que bien irá para cinco años que no le había visto.

EUSEBIO: ¿No conoces a doña Isabel?

FAUSTINO: Sí, señor; pa servirla. Creí que no se recordaba de mí.

DOÑA ISABEL: Sí, hombre; cuando mi marido era alcalde; va para cinco años. ¡Buen susto nos diste por

San Roque, cuando saliste al toro y creímos todos que te había matado!

ENGRACIA: El mismo año que dejó tan mal herido a Julián, el de la Eudosia.

FAUSTINO: Bien me recuerdo, sí, señora.

EUSEBIO: Aunque no fuera más que por los lapos que llevó luego en casa... muy merecíos...

FAUSTINO: ¡La mocedad!

DOÑA ISABEL: Pues no te digo nada, que te llevas la mejor moza del pueblo; y que ella no se lleva mal

mozo tampoco. Y nos vamos, que ustedes aún tendrán que tratar de sus cosas.

ESTEBAN: Todo está tratao.

DOÑA ISABEL: Anda, Milagros... ¿Qué te pasa?

ACACIA: Que la digo que se quede a cenar con nosotros y no se atreve a pedirle a usted permiso.

Déjela usted, doña Isabel.

RAIMUNDA: Sí que la dejará. Luego la acompañan de aquí Bernabé y la Juliana y si es caso también

irá Esteban.

DOÑA ISABEL: No, ya mandaremos de casa a buscarla. Quédate, si es gusto de la Acacia.

RAIMUNDA: Claro está, que tendrán ellas que hablar de mil cosas.

DOÑA ISABEL: Pues con Dios todos, [con Dios] tío Eusebio, Esteban.

EUSEBIO: Vaya usted con Dios, doña Isabel... Muchas expresiones a su esposo.

DOÑA ISABEL: De su parte.

ENGRACIA: Con Dios; que lleven buen viaje...

FIDELA: Queden con Dios... (Salen todas las mujeres.)

EUSEBIO: ¡Qué nueva está doña Isabel! Y a la cuenta debe de andarse por mis años. Pero bien

dicen: quien tuvo, retuvo y guardó para la vejez; porque doña Isabel ha estao una buena

moza ande las haya habío.

ESTEBAN: Pero siéntese usted un poco, tío Eusebio. ¿Qué prisa le ha entrao?

EUSEBIO: Déjame estar, que es buena hora de volvernos, que viene muy oscuro. Pero tú no nos

acompañes; ya vienen los criados con nosotros.

ESTEBAN: Hasta el arroyo siquiera; es un paseo.

(Entran la RAIMUNDA, la ACACIA y la MILAGROS.)

EUSEBIO: Y vosotros, deciros tóo lo que tengáis que deciros.

ACACIA: Ya lo tenemos todo hablao.

EUSEBIO: ¡Eso te creerás tú!

RAIMUNDA: Vamos, tío Eusebio; no sofoque usted a la muchacha.

ACACIA: Muchas gracias de todo.

EUSEBIO: ¡Anda ésta! ¡Qué gracias!

ACACIA: Es muy precioso el aderezo.

EUSEBIO: Es lo más aparente que se ha encontrao.

RAIMUNDA: Demasiado para una labradora.

EUSEBIO. ¡Qué demasiado! Dejarse estar. Con más piedras que la custodia de Toledo lo hubiera yo querido. Abraza a tu suegra.

RAIMUNDA: Ven acá, hombre; que mucho tengo que quererte pa perdonarte lo que te me llevas. ¡La

hija de mis entrañas!

ESTEBAN: ¡Vaya! Vamos a jipar ahora... Mira la chica... Ya está hecha una Madalena.

MILAGROS: ¡Mujer!... ¡Acacia! (Rompe también a llorar.)

ESTEBAN: ¡Anda la otra! ¡Vaya, vaya!

EUSEBIO: No ser así... Los llantos por los difuntos. Pero una boda como ésta, tan a gusto de tóos...

Ea, alegrarse... y hasta muy pronto.

RAIMUNDA: Con Dios, tío Eusebio. Y a la Julia que la perdono que no haya venido un día como hoy.

EUSEBIO: Si ya sabes cómo anda de la vista. Había que haber puesto el carro y está esa subida de

los Berrocales pa matarse el ganao.

RAIMUNDA: Pues déle usted muchas expresiones y que se mejore.

EUSEBIO: De tu parte.

RAIMUNDA: Y andarse ya, andarse ya, que se hace noche. (A ESTEBAN.) ¿Tardarás mucho?

EUSEBIO: Ya le he dicho que no venga...

ESTEBAN: ¡No faltaba otra cosa! Iré hasta el arroyo. No esperarme a cenar.

RAIMUNDA: Sí que te esperamos. No es cosa de cenar solas un día como hoy. Y a la Milagros le da lo

mismo cenar un poco más tarde.

MILAGROS: Sí, señora; lo mismo.

EUSEBIO: ¡Con Dios!

RAIMUNDA: Bajamos a despedirles.

FAUSTINO: Yo tenía que decir una cosa a la Acacia...

EUSEBIO: Pues haberlo dejao pa mañana. ¡Como no habéis platicao tóo el día!

FAUSTINO: Si es que... unas veces que no me he acordao... y otras con el bullicio de la gente...

EUSEBIO: A ver po ande sales...

FAUSTINO: Si no es nada... Madre, que al venir, como cosa suya, me dio este escapulario pa la

Acacia; de las monjas de allá.

ACACIA: ¡Es muy precioso!

MILAGROS: ¡Bordao de lentejuela! ¡Y de la Virgen Santísima del Carmen!

RAIMUNDA: ¡Poca devoción que ella le tiene! Da las gracias a tu madre.

FAUSTINO: Está bendecío...

EUSEBIO: Bueno; ya hiciste el encargo. Capaz eras y de haberte vuelto con él y ¡hubiera tenido que

oír tu madre! Pero ¡qué corto eres, hijo! No sé yo a quién hayas salío... (Salen todos. La

escena queda sola un instante. Ha ido oscureciendo. Vuelven la RAIMUNDA, la ACACIA y la

MILAGROS.)

RAIMUNDA: Mucho se han entretenido; salen de noche... ¿Qué dices, hija? ¿Estás contenta?

ACACIA: Ya lo ve usted.

RAIMUNDA: ¡Ya lo ve usted! Pues eso quisiera yo: verlo... ¡Cualquiera sabe contigo!

ACACIA: Lo que estoy es cansada.

RAIMUNDA: ¡Es que hemos llevao un día! Desde las cinco y que estamos en pie en esta casa.

MILAGROS: Y que no habrá faltao nadie a darte el parabién.

RAIMUNDA: Pues todo el pueblo, puede decirse; principiando por el señor cura, que fue de los

primeritos. Ya le he dao pa que diga una misa y diez panes pa los más pobrecitos, que

de todos hay que acordarse un día así. ¡Bendito sea Dios, que nada nos falta! ¿Están ahí

las cerillas?

ACACIA: Aquí están, madre.

RAIMUNDA: Pues enciende esa luz, hija: que da tristeza esta oscuridad. (Llamando.) ¡Juliana, Juliana!

¿Ande andará ésa?

JULIANA: (Dentro y como desde abajo.) ¿Qué?

RAIMUNDA: Súbete pa acá una escoba y el cogedor.

JULIANA: (Idem.) De seguida subo.

RAIMUNDA: Voy a echarme otra falda; que ya no ha de venir nadie.

ACACIA: ¿Quiere usted que yo también me desnude?

RAIMUNDA: Tú déjate estar, que no tienes que trajinar en nada y un día es un día... (Entra la

JULIANA.)

JULIANA: ¿Barro aquí?

RAIMUNDA: No; deja ahí esa escoba. Recoge todo eso; lo friegas muy bien fregao, y lo pones en el

chinero: y cuidado con esas copas que es cristal fino.

JULIANA: ¿Me puedo comer un bizcocho?

RAIMUNDA: Sí, mujer, sí. ¡Que eres de golosona!

JULIANA: Pues sí que la hija de mi madre ha disfrutan de nada. En sacar vino y hojuelas pa todos

se me ha ido el día, con el sinfín de gente que aquí ha habío... Hoy, hoy se ha visto lo que

es esta casa pa todos; y tamién la del tío Eusebio, sin despreciar. Y ya se verá el día de la

boda. Yo sé quien va a bailartelo una onza de oro y quien va a bailarte una colcha

bordada de sedas, con unas flores que las ves tan preciosas de propias que te dan ganas

de cogerlas mismamente. Día grande ha de ser. ¡Bendito sea Dios!, de mucha alegría y

de muchos llantos también; yo la primera, que, no diré yo como tu madre, porque con

una madre no hay comparación de nada, pero quitao tu madre... Y que a más de lo que

es pa mí esta casa, el pensar en la moza que se me murió, ¡hija de mi vida!, que era así y

como eres tú ahora...

RAIMUNDA: ¡Vaya, Juliana!; arrea con todo eso y no nos encojas el corazón tú también, que ya

tenemos bastante ca uno con lo nuestro.

JULIANA: No permita Dios de afligir yo a nadie... Pero estos días así, no sé qué tienen que todo se

agolpa, bueno y malo, y quiere una alegrarse y se pone más entristecía... Y no digas, que

no he querío mentar a su padre de ella, esté en gloria. ¡Válganos Dios! ¡Si la hubiera

visto este día! Esta hija, que era pa él la gloria del mundo.

RAIMUNDA: ¿No callarás la boca?

JULIANA: ¡No me riñas, Raimunda! Que es como si castigaras a un perro fiel, que ya sabes que eso

he sido yo siempre pa esta casa y pa ti y pa tu hija; como un perro leal, con la ley de Dios

al pan que he comido siempre de esta casa, con la honra del mundo como todos lo

saben... (Sale.)

RAIMUNDA: ¡Qué Juliana!... Y dice bien; que ha sido siempre como un perro de leal y de fiel pa esta

casa. (Se pone a barrer.)

ACACIA: Madre...

RAIMUNDA: ¿Qué quieres, hija?

ACACIA: ¿Me da usted la llave de esta cómoda que quiero enseñarle a la Milagros unas cosillas?

RAIMUNDA: Ahí la tienes. Y ahí os quedáis, que voy a dar una vuelta a la cena.

(Sale. La ACACIA y la MILAGROS se sientan en el suelo y abren el cajón de abajo de la cómoda.)

ACACIA: Mira estos pendientes; me los ha regalao... Bueno, Esteban..., ahora no está mi madre; mi

madre quiere que le llame padre siempre.

MILAGROS: Y él bien te quiere.

ACACIA: Eso sí; pero padre y madre no hay más que unos... Estos pañuelos también me los trajo

él de Toledo; las letras las han bordao las monjas... Estas son tarjetas postales; mira qué

preciosas.

MILAGROS: ¡Qué señoras tan guapetonas!

ACACIA: Son cómicas de Madrid y de París de Francia... Mira estos niños qué ricos... Esta caja me

la trajo él también llena de dulces.

MILAGROS: Luego dirás...

ACACIA: Si no digo nada. Si yo bien veo que me quiere; pero yo hubiera querido mejor y estar yo

sola con mi madre.

MILAGROS: Tu madre no te ha querido menos por eso.

ACACIA: ¡Qué sé yo! Está muy ciega por él. No sé yo si tuviera que elegir entre mí y ese hombre...

MILAGROS: ¡Qué cosas dices! Ya ves, tú ahora te casas, y si tu madre hubiera seguido viuda bien sola

la dejabas.

ACACIA: Pero ¿tú crees y que yo me hubiera casao si me hubiera estao sola con mi madre?

MILAGROS: ¡Anda! ¿No te habías de haber casao? Lo mismo que ahora.

ACACIA: No lo creas. ¿Ande iba yo haber estao más ricamente que con mi madre en esta casa?

MILAGROS: Pues no tienes razón. Todos dicen que tu padrastro ha sido muy bueno para ti y con tu

madre. Si no hubiera sido así, ya tú ves, con lo que se habla en los pueblos...

ACACIA: Sí ha sido bueno; no diré yo otra cosa. Pero no me hubiera casao si mi madre no vuelve a

casarse.

MILAGROS: ¿Sabes lo que te digo?

ACACIA: ¿Qué?

MILAGROS: Que no van descaminados los que dicen y que tú no quieres a Faustino, que al que tú

quieres es a Norberto.

ACACIA: No es verdad. ¡Qué voy a quererle! Después de la acción que me hizo.

MILAGROS: Pero si todos dicen que fuiste tú quien le dejó.

ACACIA: ¡Que fui yo, que fui yo! Si él no hubiera dao motivo... En fin, no quiero hablar de esto...

Pero no dicen bien; quiero más a Faustino que le he querido a él.

MILAGROS: Así debe de ser. De otro modo mal harías en casarte. ¿Te han dicho que Norberto y se

fue del pueblo esta mañana? A la cuenta no ha querido estar aquí el día de hoy.

ACACIA: ¿Qué más tiene pa él este día que cualquiera otro? Mira, ésta es la última carta que me

escribió, después que concluimos... Como yo no he consentío volverle a ver... no sé pa

qué la guardo... Ahora mismito voy a hacerla pedazos. (La rompe.) ¡Ea!

MILAGROS: ¡Mujer, con qué rabia!...

ACACIA: Pa lo que dice..., y quemo los pedazos...

MILAGROS: ¡Mujer, no se inflame la lámpara!

ACACIA: (Abre la ventana.) Y ahora a la calle, al viento. ¡Acabao y bien acabao está todo!... ¡Qué

oscuridad de noche!

MILAGROS: (Asomándose también a la ventana.) Sí que está miedoso; sin luna y sin estrellas...

ACACIA: ¿Has oído?

MILAGROS: Habrá sido una puerta que habrán cerrao de golpe.

ACACIA: Ha sonao como un tiro.

MILAGROS: ¡Qué mujer! ¿Un tiro a estas horas? Si no es que avisan de algún fuego, y no se ve

resplandor de ninguna parte.

ACACIA: ¿Querrás creerme que estoy asustada?

MILAGROS: ¡Qué mujer!

ACACIA: (Corriendo de pronto hacia la puerta.) ¡Madre, madre!

RAIMUNDA: (Desde abajo.) ¡Hija!

ACACIA: ¿No ha oído usted nada?

RAIMUNDA: (Idem.) Sí, hija; ya he mandao a la Juliana a enterarse... No tengas susto.

ACACIA: ¡Ay, madre!

RAIMUNDA: (Idem.) ¡Calla, hija! Ya subo.

ACACIA: Ha sido un tiro lo que ha sonao, ha sido un tiro.

MILAGROS: Aunque así sea; nada malo habrá pasao.

ACACIA: ¡Dios lo haga! (Entra RAIMUNDA.)

RAIMUNDA: ¿Te has asustao, hija? No habrá sido nada.

ACACIA: También usted está asustada, madre...

RAIMUNDA: De verte a ti... Al pronto, pues como está tu padre fuera de casa, sí me he sobresaltao...

Pero no hay razón para ello. Nada malo puede haber pasao... ¡Calla! ¡Escucha! ¿Quién

habla abajo? ¡Ay, Virgen!

ACACIA: ¡Ay, madre, madre!

MILAGROS: ¿Qué dicen, qué dicen?

RAIMUNDA: No bajes tú, que ya voy yo.

ACACIA: No baje usted, madre.

RAIMUNDA: Si no sé qué he entendido... ¡Ay Esteban de mi vida y que no le haya pasao nada malo!

(Sale.)

MILAGROS: Abajo hay mucha gente..., pero desde aquí no les entiendo lo que hablan.

ACACIA: Algo malo ha sido, algo malo ha sido. ¡Ay, lo que estoy pensando!

MILAGROS: También yo, pero no quiero decírtelo.

ACACIA: ¿Qué crees tú que ha sido?

MILAGROS: No quiero decírtelo, no quiero decírtelo.

RAIMUNDA: (Desde abajo.) ¡Ay, Virgen Santísima del Carmen! ¡Ay, qué desgracia! ¡Ay, esa pobre

madre cuando lo sepa y que han matao a su hijo! ¡Ay, no quiero pensarlo! ¡Ay, qué

desgracia, qué desgracia pa todos!

ACACIA: ¿Has entendío?... Mi madre... ¡Madre..., madre!...

RAIMUNDA: ¡Hija, hija, no bajes! ¡Ya voy, ya voy!

(Entran la RAIMUNDA, la FIDELA, la ENGRACIA y algunas mujeres.)

ACACIA: Pero ¿qué ha pasao, qué ha pasao? Ha habido una muerte, ¿verdad?, ha habido una

muerte.

RAIMUNDA: ¡Hija de mi vida! ¡Faustino, Faustino!...

ACACIA: ¿Qué?

RAIMUNDA: Que lo han matao, que lo han matao de un tiro a la salida del pueblo.

ACACIA: ¡Ay madre! ¿Y quien ha sido, quién ha sido?

RAIMUNDA: No se sabe..., no han visto a nadie... Pero todos dicen y que ha sido Norberto; pa que sea

mayor la desgracia que nos ha venido a todos.

ENGRACIA: No puede haber sido otro.

MUJERES: ¡Norberto!... ¡Norberto!

FIDELA: Ya han acudío los de justicia.

ENGRACIA: Lo traerán preso.

RAIMUNDA: Aquí está tu padre. (Entra ESTEBAN.) ¡Esteban de mi vida! ¿Cómo ha sido? ¿Qué sabes

tú?

ESTEBAN: ¡Qué tengo de saber! Lo que todos... Vosotras no me salgáis de aquí, no tenéis que hacer

nada por el pueblo.

RAIMUNDA: ¡Y ese padre, cómo estará! ¡Y aquella madre, cuando le lleven a su hijo, que salió esta

mañana de casa lleno de vida y lleno de ilusiones y vea que se lo traen muerto de tan

mala muerte, asesinao de esa manera!

ENGRACIA: Con la horca no paga y el que haiga sío.

FIDELA: Aquí, aquí mismo habían de matarlo.

RAIMUNDA: Yo quisiera verlo, Esteban; que no se lo lleven sin verlo... Y esta hija también; al fin iba a ser su marido.

ESTEBAN: No acelerarse; lugar habrá para todo. Esta noche no os mováis de aquí, ya lo he dicho.

Ahora no tiene que hacer allí nadie más que la justicia; ni el médico ni el cura han

podido hacer nada. Yo me vuelvo pa allá, que a todos han de tomarnos declaración.

(Sale ESTEBAN.)

RAIMUNDA: Tiene razón tu padre. ¿Qué podemos va hacer por él? Encomendarle su alma a Dios...

Y a esa pobre madre que no se me quita del pensamiento... No estés así, hija, que me

asustas más que si te viera llorar y gritar. ¡Ay, quién nos hubiera dicho esta mañana lo

que tenía que sucedernos tan pronto!

ENGRACIA: El corazón y dicen que le ha partío.

FIDELA: Redondo cayó del caballo.

RAIMUNDA: ¡Qué borrón y qué deshonra pa este pueblo y que de aquí haya salido el asesino con tan

mala entraña! ¡Y que sea de nuestra familia pa mayor vergüenza!

GASPARA: Eso es lo que aún no sabemos nadie.

RAIMUNDA: ¿Y quién otro puede haber sido? Si lo dicen todos...

ENGRACIA: Todos lo dicen. Norberto ha sido.

FIDELA: Norberto, no puede haber sido otro.

RAIMUNDA: Milagros, hija, enciende esas luces a la Virgen y vamos a rezarle un rosario ya que no

podamos hacer otra cosa más que rezarle por su alma.

GASPARA: ¡El Señor le haiga perdonao!

ENGRACIA: Que ha muerto sin confesión.

FIDELA: Y estará su alma en pena. ¡Dios nos libre!

RAIMUNDA: (A MILAGROS.) Lleva tú el rosario; yo ni puedo rezar. ¡Esa madre, esa madre! (Empiezan a rezar el rosario. Telón.)

 

7)    Contextualización

Jacinto Benavente (Madrid, 1866 - 1954) es uno de los más importantes dramaturgos modernos del teatro español. Dominó las tablas en el primer tercio del siglo XX con su teatro naturalista y convencional, dirigido a un público burgués. Sus obras iniciales eran más críticas, pero a medida que pasan los años, se hace más convencional; trata de satisfacer el gusto del espectador burgués, que llena los teatros y de quien él vive.

Se ha reconocido un alto dominio de la “carpintería teatral” y de la lengua castellana, lo que es indudable. Se le ha criticado su escamoteo de los momentos fuertes, su tendencia a la narración de las acciones decisivas (en vez de representarlas) y en quedarse en un planteamiento ramplón de infidelidades de marido burgués, finalmente perdonado.

Sus dos mejores obras son Los intereses creados, y La malquerida (1913), que ahora analizamos; La noche del sábado (1903) es otra pieza original y sorprendente obra. Durante la guerra civil española, Benavente estuvo (acaso involuntariamente) del lado republicano. Su fuerte adhesión al franquismo, tras la guerra civil, le ha costado severas críticas y cierto menosprecio de la crítica, acaso no del todo merecido desde el punto de vista literario. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1922, signo de la aceptación y repercusión de su teatro en ese momento.

8)    Interpretación y valoración

La malquerida es una pieza dramática muy interesante por el tema que aborda: los amores ilícitos de un padrastro con su hijastra. El enfoque que le imprime también es original: ambos tratan de reprimir sus impulsos, pero, al final, se desbordan trágicamente. El ambiente rural, un tanto rudo y asilvestrado, recuerda algunos dramas de Lope de Vega. El hecho de que todos piensen y hablen muy ramplonamente rebaja bastante la fuerza dramática.

El desarrollo es muy acertado. La tensión dramática crece de un modo sostenido y convincente, aunque el último acto quizá se alarga más de la cuenta. Siempre se ha reconocido el dominio de la “carpintería teatral” por parte de Benavente, lo cual es bien cierto. Los cambios de acción, de lugar y de tiempo resultan muy interesantes. La caracterización de los personajes es verosímil, aunque queda como incompleta. Nos gustaría saber algo más sobre la auténtica personalidad de Esteban, de Acacia, etc.

El conjunto de la pieza es estimable por el tema que aborda y su desarrollo. El final, sin embargo, parece algo forzado. Muere la madre y su marido y su hija siguen vivos. ¿Qué pasará después? No se indica, pero gozarán de un amor y una situación inmerecida.

 

  1. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el contenido de la pieza dramática (aproximadamente, 150 palabras).

2) Señala su tema y sus apartados temáticos. Para ello, contesta a la cuestión ¿cómo se expresa el tema principal?

3) Caracteriza a los personajes, física y psicológicamente. Forma un retrato de cada.

4) Indica el lugar y el tiempo en que se desarrolla la acción dramática. Explícalos y establece su relevancia para el sentido de la obra.

5) Localiza una docena de recursos estilísticos y explica su eficacia significativa y estética.

6) ¿Cómo hablan los personajes? ¿Cuáles son las razones de su modo de expresión?

 

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) Explica el título de la obra. ¿Por qué Acacia es “malquerida”?

2) ¿Quién es el personaje que lleva el peso de la acción? ¿Qué interés tiene en que se sepa la verdad sobre la muerte de Faustino?

3) ¿Qué papel desempeñan las mujeres en el drama? ¿Se mueven en el mismo plano social, económico y cultural que los hombres? Razona tu respuesta.  

4) La pasión amorosa descontrolada, ¿es algo humano e inevitable,o solo aparece en algunas personas?

 

2.3. Fomento de la creatividad

1) Documéntate sobre el dramaturgo Jacinto Benavente realiza una exposición en la clase con ayuda de medios TIC, creando un póster, etc.

2) Muchas personas se ven arrastradas por un impulso amoroso ilícito e inaceptado por la sociedad. Ello provoca un fuerte conflicto personal y colectivo (de la persona con la sociedad en la que vive), como vemos en esta pieza. Reflexiona sobre esta cuestión y expón tus ideas al respecto. Puedes hacerlo en papel, por imagen –-dibujo, fotografía--, con música, o todos los medios combinados a la vez.

3) Escribe un relato de ficción o una pieza dramática basado en la reflexión sobre la importancia de la pasión amorosa en nuestra vida.

4) Se puede realizar una pequeña dramatización, o lectura dramatizada (con el apoyo del texto) de parte o de toda la obra. Se puede acompañar de imágenes alusivas y música, ante la clase o la comunidad educativa. Ahí se pondrá de manifiesto la gracia y significación de la obra de nuestro dramaturgo.

2.4. Comentario de texto específico

Se ofrece el final de la comedia, para realizar una exégesis textual. Se acompaña una plantilla de cuestiones para conducir su realización.

 

ACTO TERCERO. ESCENA XI

DICHAS y ESTEBAN.

 

RAIMUNDA: ¡Esteban!

ESTEBAN: ¡Tié razón, tié razón! ¡No es ella la que tié que salir de esta casa! Pero yo no quieo que

sea ella quien me entregue a la Justicia. Me entregaré yo mismo. ¡Descuida! ¡Y antes de

que puean entrar aquí, les saldré yo al encuentro! ¡Déjame tú, Raimunda! Te queda tu

hija. Ya sé que tú me hubieas perdonao. ¡Ella no! ¡Ella me ha aborrecío siempre!

RAIMUNDA: No, Esteban. ¡Esteban de mi alma!

ESTEBAN: ¡Déjame, déjame, o llamo al padre de Norberto y se lo confieso tóo aquí mismo!

RAIMUNDA: Hija, ya lo ves. Y ha sío por ti. ¡Esteban, Esteban!

ACACIA: ¡No le deje usted salir, madre!

RAIMUNDA: ¡Ah!

ESTEBAN: ¿Quiés ser tú quien me delate? ¿Por qué me has odiao tanto? ¡Si yo te hubiea oído tan

siquiera una vez llamarme padre! ¡Si tú pudieas saber cómo te he querío yo siempre!

ACACIA: ¡Madre, madre!

ESTEBAN: Malquerida habrás sío sin yo quererlo. Pero antes, ¡cómo te había yo querío!

RAIMUNDA: ¿No le llamarás nunca padre, hija?

ESTEBAN: No me perdonará nunca.

RAIMUNDA: Sí, hija, abrázale. Que te oiga llamarle padre. ¡Y hasta los muertos han de perdonarnos       y han de alegrarse con nosotros!

ESTEBAN: ¡Hija!

ACACIA: ¡Esteban! ¡Dios mío, Esteban!

ESTEBAN: ¡Ah!

RAIMUNDA: ¿Aún no le dices padre? Qué, ¿ha perdío el sentío? ¡Ah!, ¿boca con boca y tú abrazao con

ella? ¡Quita, aparta, que ahora veo por qué no querías llamarle padre! ¡Que ahora veo

que has sío tú quien ha tenío la culpa de tóo, maldecía!

ACACIA: Sí, sí. ¡Máteme usted! Es verdad, es la verdad. ¡Ha sío el único hombre a quien he querío!

ESTEBAN: ¡Ah!

RAIMUNDA: ¿Qué dice, qué dice? ¡Te mato! ¡Maldecía!

ESTEBAN: ¡No te acerques!

ACACIA: ¡Defiéndame usted!

ESTEBAN: ¡No te acerques, te digo!

RAIMUNDA: ¡Ah! ¡Así! ¡Ya estáis descubiertos! ¡Más vale así! ¡Ya no podrá pesar sobre mí una

muerte! ¡Que vengan tóos! ¡Aquí, acudir toa la gente! ¡Prender al asesino! ¡Y a esa mala

mujer, que no es hija mía!

ACACIA: ¡Huya usted, huya usted!

ESTEBAN: ¡Contigo! ¡Junto a ti siempre! ¡Hasta el infierno! ¡Si he de condenarme por haberte

querío! ¡Vamos los dos! ¡Que nos den caza si puén entre esos riscos! ¡Pa quererte y pa

guardarte seré como las fieras, que no conocen padres ni hermanos!

RAIMUNDA: ¡Aquí, aquí! ¡Ahí está el asesino! ¡Prenderle! ¡El asesino! (Han llegado por diferentes puertas el RUBIO, BERNABÉ y la JULIANA, y gente del pueblo.)

ESTEBAN: ¡Abrir paso, que no miraré náa!

RAIMUNDA: ¡No saldrás! ¡Al asesino!

ESTEBAN: ¡Abrir paso, digo!

RAIMUNDA: ¡Cuando me haigas matao!

ESTEBAN: ¡Pues así! (Dispara la escopeta y hiere a RAIMUNDA)

RAIMUNDA: ¡Ah!

JULIANA: ¡Jesús! ¡Raimunda! ¡Hija!

RUBIO: ¿Qué ha hecho usted, qué ha hecho usted?

UNO: ¡Matarle!

ESTEBAN: ¡Matarme si queréis, no me defiendo!

BERNABÉ: ¡No; entregarle vivo a la Justicia!

JULIANA: ¡Ese hombre ha sío, ese mal hombre! ¡Raimunda! ¡La ha matao! ¡Raimunda! ¿No me

oyes?

RAIMUNDA: ¡Sí, Juliana, sí! ¡No quisiera morir sin confesión! ¡Y me muero! ¡Mía cuánta sangre! Pero

¡no importa! ¡Ha sío por mi hija! ¡Mi hija!

JULIANA: ¡Acacia! ¿Ande estás?

ACACIA: ¡Madre, madre!

RAIMUNDA: ¡Ah! ¡Menos mal, que creí que aún fuea por él por quien llorases!

ACACIA: ¡No, madre, no! ¡Usted es mi madre!

JULIANA: ¡Se muere, se muere! ¡Raimunda, hija!

ACACIA: ¡Madre, madre mía!

RAIMUNDA: ¡Ese hombre ya no podrá náa contra ti! ¡Estás salva! ¡Bendita esta sangre que salva, como la sangre de Nuestro Señor!

 

SUGERENCIAS PARA COMENTARIO DE TEXTO O EXÉGESIS TEXTUAL

 

A continuación se propone una plantilla de trabajo para cada uno de los poemas. El docente puede ampliarla, reducirla, conforme a sus circunstancias.

 

Comprensión lectora

 

1) Resume el texto recogiendo su contenido esencial (120 palabras aprox., equivalentes a 10 líneas).

2) Indica los temas tratados en breves enunciados sintéticos.

3) Señala los apartados temáticos o secciones de contenido.

4) Analiza los personajes conforme a sus intervenciones.

 

Interpretación y pensamiento analítico

 

5) Analiza cómo los recursos estilísticos crean significado (doce, aproximadamente).

6) Contextualiza al autor y su obra según su entorno social, histórico, cultural y personal del autor.

7) Interpreta y discierne la intención (¿para qué me quiere hablar de estos asuntos) y el sentido  (¿por qué y cómo me desea transmitir este tema?) del poema.

8) Valora personalmente tu apreciación lectora: pondera la actualidad y el atractivo del tema, de la disposición formal, de la originalidad creativa, etc.

 

Fomento de la creatividad

 

9) Transforma el diálogo imprimiendo un nuevo sentido al final de la obra.

 

 

 

 


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