León (III-2021) © SVM |
LUIS
DE GÓNGORA: Dejadme llorar
[1]
La más bella niña 1
De
nuestro lugar,
Hoy
viuda y sola
Y
ayer por casar,
Viendo
que sus ojos 5
A la
guerra van,
A su
madre dice,
Que
escucha su mal:
Dejadme
llorar
Orillas
del mar. 10
[2]Pues me distes, madre,
En
tan tierna edad
Tan
corto el placer,
Tan
largo el pesar,
Y me
cautivastes 15
De
quien hoy se va
Y
lleva las llaves
De mi
libertad,
Dejadme
llorar
Orillas
del mar. 20
[3]
En llorar conviertan
Mis
ojos, de hoy más,
El
sabroso oficio
Del
dulce mirar,
Pues
que no se pueden 25
Mejor
ocupar,
Yéndose
a la guerra
Quien
era mi paz,
Dejadme
llorar
Orillas
del mar. 30
[4]
No me pongáis freno
Ni
queráis culpar,
Que
lo uno es justo,
Lo
otro por demás.
Si me
queréis bien, 35
No me
hagáis mal;
Harto
peor fuera
Morir
y callar,
Dejadme
llorar
Orillas
del mar. 40
[5]
Dulce madre mía,
¿Quién
no llorará,
Aunque
tenga el pecho
Como
un pedernal,
Y no
dará voces 45
Viendo
marchitar
Los
más verdes años
De mi
mocedad?
Dejadme
llorar
Orillas
del mar. 50
[6]
Váyanse las noches,
Pues
ido se han
Los
ojos que hacían
Los
míos velar;
Váyanse,
y no vean 55
Tanta
soledad,
Después
que en mi lecho
Sobra
la mitad.
Dejadme
llorar
Orillas
del mar. 60
1. ANÁLISIS
1)
Resumen
Luis
de Góngora y Argote (Córdoba, 1561 - 1627) es el máximo representante del
culteranismo, corriente estética literaria dentro del Barroco, más o menos
opuesta al conceptismo representado por Quevedo y el clasicismo de Lope de
Vega. Sus presupuestos estéticos parten de una poesía intrincada,
deliberadamente oscura; para ser entendida se necesita una amplísima base de
cultura greco-latina y unas entendederas notables, si no sobresalientes. Sin
eso, la frustración lectora está asegurada. Los recursos típicos de Góngora, en
su tendencia críptica, son: metáforas de segundo o tercer grado, cultismos,
latinismos, alusiones mitológicas, hipérbatos extremos, juegos de palabras,
anfibologías y la famosa “alusión y elusión”, según acuñó su mejor exégeta, el
poeta de la Generación del 27 Dámaso Alonso. Y todo ello, muy intensificado,
hasta colocar la lengua al límite de sus posibilidades expresivas y al lector,
al de su entendimiento. También se le ha llamado gongorismo a este modo de
componer poesía. Ya desde su momento, los detractores y los seguidores han sido
muy abundantes, pues no deja indiferente a nadie.
El
texto que ahora analizamos, “Dejadme llorar”, es un hermosísimo poema lírico en
el que una mujer joven lamenta y llora la ausencia de su marido; este se ha ido
a la guerra, y es probable que no vuelva. Provoca en su compañera un dolor
desconsolado, que expresa en un diálogo trunco mantenido con su madre, a partir
de la segunda estrofa. En la primera estrofa el yo lírico explica la situación
de la “bella niña”; está “viuda y sola”; acaso su marido haya muerto en la
guerra. Lamenta su mala suerte y su desconsuelo platicando con su madre, a
través del estribillo: “Dejadme llorar / orillas del mar” (vv. 9-10) y así en
cada una de las seis estrofas que componen el poema. La joven le confiesa a su
madre, en la segunda estrofa, que esta contribuyó al enamoramiento feliz de
ella con el chico que “hoy se va”. Le ha entregado su corazón y ahora está
angustiada.
En
la tercera estrofa expresa el deseo que sus ojos no cesen de llorar, pues ya no
pueden mirar a su hombre, que le aportaba paz; eso se acabó porque se ha ido a
la guerra. Le pide a su madre que no le mande parar, ni que busque culpables,
pues no los hay. En la cuarta estrofa le pide que esté a su lado, sin hacerle
mal. Todavía peor fuera si ella hubiera callado y muerto de amor.
En
la quinta estrofa afirma que sería imposible que nadie pudiera soportar
semejante dolor por la pérdida del amado sin llorar a raudales y gritar su
desesperación. Habría que ser de corazón duro para actuar así. Y todo porque su
juventud se va y no la puede disfrutar con su amor. En la sexta y última
estrofa desea que se vaya las noches, pues ya no hace falta que estén ahí. Ella
las pasaba con su marido, en amor. Ahora, en soledad, no las necesita, pues se
halla sola. Cierra la estrofa pidiendo a las orillas del mar que la dejen
expresar su desconsuelo amoroso.
2)Tema
El
tema del poema es: lamento de la amada, ante su madre. por la ausencia de su
compañero, de camino a la guerra.
3) Apartados temáticos
El
poema presenta dos apartados temáticos bien discernibles:
-La
primera parte la forma la primera estrofa (vv. 1-10): el yo lírico explica o
introduce a la joven desconsolada porque su marido ha sido enviado a la guerra.
Ella es la más hermosa de su pueblo y su felicidad ha durado poco, pues él se
ha ausentado.
-La
segunda parte está compuesta por el resto de las estrofas, cinco en total (vv.
11-60). La joven se desahoga y expone su lamentable situación sentimental: está
sola porque el hombre al que quiere lo han enviado a la guerra, con altas
probabilidades de que no vuelva. Le pide a su madre que, al menos, la deje
desahogarse; peor sería callar.
4) Análisis métrico y de la rima
El
poema está compuesto por sesenta versos hexasílabos, distribuidos en seis
estrofas de diez versos cada una. Los ocho primeros versos forman la estrofa y
los dos últimos, el estribillo. La rima es: -a-a-a-a cc; en cada estrofa, los
ocho primeros versos forman un romancillo; los dos últimos, un pareado. El
conjunto forma una letrilla, forma estrófica muy popular en la poesía clásica
española (definido en el DLE como
“Composición poética, amorosa, festiva o satírica, que se divide en estrofas,
al fin de cada una de las cuales se repite ordinariamente como estribillo el
pensamiento o concepto general de la composición, expresado con brevedad”).
5) Comentario estilístico
Esta
maravillosa composición presenta una asombrosa perfección y originalidad. Su
naturaleza oscila entre lo narrativo (sobre todo, la primera estrofa) y lo
lírico, el resto. En la primera estrofa el yo poético nos presenta a la joven,
de la que señala su belleza a través de un símil ponderativo. Una bimembración
nos informa que ha perdido a su marido: “viuda y sola” (v. 3). La metonimia
“sus ojos” (v. 5), nos refiere que su amado no es menos hermoso; ella está
cautivada por sus ojos, precisamente; en la última estrofa, volverá sobre este
motivo. La joven se dirige a su madre (que nunca contesta; es un diálogo
frustrado) para expresarle su desconsuelo, que es lo que señala el estribillo:
“dejadme llorar / orillas del mar” (vv. 9-10). Solo puede llorar ante la
inmensidad el mar, metáfora de su dolor inconmensurable.
En
la segunda estrofa ya habla la joven, dirigiéndose a su madre. Ahí confiesa que
desde joven se enamoró de su amado, pero duró poco la dicha, porque “hoy”, es
decir, en el momento de la enunciación, se va. Ella se confiesa esclava
emocional de él (quien lleva las “llaves” de su corazón, metáfora de sus
sentimientos); esta es una metáfora del amor encendido, según la antigua
tradición de la poesía amatoria occidental (trovadoresca, provenzal y
galaico-portuguesa).
En
la tercera estrofa razona que, ya que sus ojos no pueden admirar la hermosura
de su amado (lo que era un “sabroso oficio”, v. 23, metáfora sinestésica de su
amor), al menos pueden llorar desconsoladamente. En la antítesis “guerra” y
“paz” (vv. 27-28) expresa con viveza su amor encendido y su amargura por su
abandono forzado.
La
cuarta estrofa apostrofa a su madre y le pide que la deje llorar libremente,
pues es un modo de consuelo. Otra antítesis muy viva, entre “bien” y “mal” (vv.
35-36) expresa la profundidad de su amor y su correspondiente amargura. Razona
(toda la estrofa tiene una estructura argumentativa muy marcada) que esto, al
menos, la salva de la muerte, que es a donde la conduciría el silencio.
La
quinta estrofa también tiene un tono apostrófico. Una interrogación retórica
ocupa nueve versos, aportando más viveza a la expresión de su dolor. A su madre
la adjetiva de “dulce” (v. 41), metáfora sinestésica de la afición que le
muestra; es su cómplice y su consuelo en esos momentos dolorosos. Es imposible no llorar ante su situación,
incluso para una persona dura y seca (enfatizado a través del símil “aunque
tenga el pecho / como un pedernal”, vv. 43-44). Ahora añade una nueva acción de
expresión de la tristeza: “dar voces” (v. 45); es una imagen de la tradición
literaria amorosa occidental. La metáfora donde la juventud se presenta como
una flor, a su vez aludida en “Los más verdes años” (v. 47), ya marchitándose,
es muy efectiva para significar su amargura. La muchacha es muy consciente de
su mala suerte, y la lamenta.
La
última estrofa apostrofa a las noches; las personifica, pidiéndoles que se
vayan, pues ya no las necesita. Con su amado, era el momento del amor; ella
velaba mirando, extasiada, los ojos de él. De nuevo, una metáfora a alusiva a
su profundo enamoramiento. No quiere que llegue la noche porque él ya no está;
ahí ve delante “tanta soledad” (v. 56); este verso es clave porque encierra
toda la significación del poema: está sola, ha sido abandonada, bien que
involuntariamente. La metonimia del “lecho” (v. 57) alude al goce amoroso y a
la compañía del amado. Así, solo puede concluir con su estribillo: llora sin
fin ante la orilla del mar.
Como
hemos podido apreciar, la elaboración literaria es altísima. Góngora toma un
motivo bastante común en la poesía tradicional, lírica y popular, para componer
un magnífico poema de expresión del abandono de la joven enamorada. El poema
posee un ritmo vivo y dinámico, muy cadencioso. Es metáfora de su propia
agitación interior.
6) Contextualización
Luis
de Góngora y Argote (Córdoba, 1561 - 1627) es el máximo representante del
culteranismo, corriente estética literaria dentro del Barroco, más o menos
opuesta al conceptismo representado por Quevedo y el clasicismo de Lope de
Vega. Nació en el seno de una familia acomodada cordobesa, formada por
Francisco de Argote y la noble Leonor de Góngora.
Estudió
en la Universidad de Salamanca, donde ya era conocido por su talento poético.
Tomó órdenes menores en 1575 y fue canónigo beneficiado de la catedral
cordobesa (había heredado el puesto de un tío carnal). En la década de 1590
realizó varios viajes por España, al tiempo que componía poesía ya estimada por
muchos.
Durante
una estancia en Valladolid, donde residía la Corte, se enemistó con Quevedo; se
ve que dos genios no son compatibles en el mismo lugar y tiempo. En 1609
regresó a Córdoba y empezó a intensificar la extremosidad expresiva y oscura de
sus versos. Entre 1610 y 1611 escribió la Oda
a la toma de Larache; en 1613 dio a conocer el Polifemo (recrea el asunto mitológico de los amores frustrados del
gigante, con un ojo, Polifemo, por Galatea, que prefiere a Acis). También
distribuyó (sin publicar en la imprenta) en la Corte su poema más ambicioso,
las incompletas Soledades. Al ser un
texto puramente culterano, las opiniones se dividieron de manera
irreconciliable. Unos lo adoraban por sublime y otros lo execraban por
inextricable.
Felipe
III le nombró capellán real en 1617. Vivió en Madrid, con ese cargo
eclesiástico, hasta 1626. Colocó a muchos familiares en la Corte, en lo que
invirtió mucho dinero. Eso, unido a su afición al juego en los tugurios
madrileños, lo dejaron arruinado. En 1627 regresó a Córdoba definitivamente.
Dejó una nutrida lista de seguidores literarios, que lo adoraban. Otros lo
vituperaban, como Quevedo, quien le dedicó un epitafio feroz; lo trata de ludópata,
tabernario, mal sacerdote, etc. El bellísimo y enigmático retrato que
pintó Velázquez lo presenta como un
hombre mayor, como retraído y soberbio. Está enterrado en la mezquita-catedral
de Córdoba.
En
sus poesías se solían distinguir una etapa tradicional y transparente (donde
emplea romances, letrillas, principalmente); dura hasta 1610; ahí es el
“Príncipe de la Luz”. Luego, otra oscura y culterana (donde usa sonetos,
décimas y silvas, entre otras estrofas), a base del uso de la mitología,
cultismos… Ahora es el “Príncipe de las Tinieblas”.
Dámaso
Alonso, el poeta de la Generación del 27, lo estudió lúcidamente y demostró
que, en realidad, se trata de una evolución hacia la intensificación y adensamiento
de rasgos poéticos y compositivos presentes desde el principio. Sus restos se
encuentran en la Mezquita-catedral de Córdoba.
Góngora
no publicó sus obras (un intento suyo en 1623 no fructificó); sin embargo,
circularon ampliamente en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron
en cancioneros, romanceros y antologías, publicados con su permiso o sin él. El
manuscrito más autorizado es el llamado Manuscrito
Chacón (copiado por Antonio Chacón, Señor de Polvoranca, para el
conde-duque de Olivares, valido del rey Felipe IV). El mismo año de su muerte Juan López Vicuña
publicó ya unas Obras en verso del Homero
español.
Primera etapa, de aprendizaje (hasta 1610):
Góngora compuso numerosos romances, de inspiración literaria, como el de
Angélica y Medoro, de cautivos, de tema pícaro o de tono más personal y lírico,
algunos de ellos de carácter autobiográfico en los que narra sus recuerdos
infantiles, y también numerosas letrillas líricas, satíricas o religiosas y
romances burlescos. La gran mayoría son una constante acumulación de juegos
conceptistas, equívocos, paronomasias, anfibologías, retruécanos, hipérboles y
juegos de palabras típicamente barrocos. Entre ellos se sitúa el largo romance Fábula de Píramo y Tisbe (1618). En
estos poemas suele satirizar tipos sociales y costumbres negativas; algún dardo
también va hacia sus colegas de letras, como Quevedo.
En
la madurez siguió escribiendo poemas sueltos de gran calidad; sonetos de
temática muy variada (de asuntos graves a otros cómicos, burlescos o de
ocasión).
Segunda
etapa, de madurez culterana (1610-1627): aquí compuso los poemas mayores. En la
Fábula de Polifemo y Galatea (1612)
aborda los amores frustrados del gigante Polifemo y Galatea, enamorada de Acis;
Polifemo mata a este con una roca; la madre de Galatea convierte a Acis en un
río de aguas cristalinas. Aquí emplea ya
el estilo culterano, caracterizado por el empleo masivo de simetrías,
transposiciones, metáforas de metáforas o metáforas puras, hipérbaton,
perífrasis, giros latinos, cultismos, alusiones y elusiones de términos,
procurando sugerir más que nombrar, diluyendo la significación.
Las
Soledades quedó inconclusa (solo le
dio tiempo a componer las dos primeras). Se trata de un poema alegórico, en cuatro
secciones; cada una representa una edad de la vida del hombre, en
correspondencia con las cuatro estaciones del año. Escrito en silvas
(combinación de heptasílabos y endecasílabos, con rima a voluntad del poeta),
las secciones eran “Soledad de los campos”, “Soledad de las riberas”, “Soledad
de las selvas” y “Soledad del yermo” (más o menos correspondientes a la niñez,
juventud, adultez y senectud). La fuente principal de inspiración son las Metamorfosis del poeta latino Ovidio.
En
un marco idílico, de naturaleza apacible y risueña, presenta la llegada de un
náufrago a ese lugar; lo recogen y cuidan unos cabreros muy bien dispuestos.
Esta obra provocó mucha controversia en el mundo literario: o la admiraron e
imitaron, o la criticaron ásperamente.
Luis
de Góngora compuso también dos piezas teatrales, Las firmezas de Isabela (1613) y la Comedia venatoria.
7) Interpretación y
valoración
Esta
letrilla es de naturaleza amorosa y tono triste y melancólico. Góngora recrea
un motivo lírico de honda tradición literaria. De hecho, engarza con las
jarchas en forma y contenido. La joven quejándose ante su madre por la ausencia
del amado, en estrofas breves, con versos de arte menor y un estribillo son
elementos compositivos tomados de las jarchas. El poeta cordobés recrea el
motivo con una perfección absoluta.
La
frescura y potencia verbal son asombrosas. El lector tiene la sensación de que
está asistiendo a la queja de la joven ante su madre, cerca del mar. Las
imágenes y los contrastes (expresados a través de las antítesis) poseen una
gran intensidad evocadora. El verso corto, con esa combinación tan feliz del
romance con el pareado, resulta de una belleza feliz.
El
poema es muy original, aun siguiendo una tradición literaria. Justamente,
Góngora se obliga a reelaborar un asunto poético frecuente con un aire de
frescura increíble; como si fuera la primera vez que un poeta lo aborda. Aquí,
justamente, descansa el valor de este hermoso y conmovedor poema: sencillez
elaborada y originalidad fresca para un tema que hunde sus raíces en los
orígenes de la poesía lírica española.
2. PROPUESTA
DIDÁCTICA
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume el poema.
2)
Expresa su tema y sus apartados temáticos.
3)
Estudia la medida de los versos y la rima, indica las estrofas y la composición
estrófica empleada por Góngora.
4)
Explica los recursos estilísticos más interesantes que nos permitan comprender
el poema. Es interesante explicar las antítesis que recorren el poema.
5)
Indica el significado del estribillo.
6)
¿Quiénes hablan en el poema? ¿Por qué ocurre esto?
2.2. Interpretación y
pensamiento analítico
1)
Indica los rasgos propios de la literatura barroca culterana visibles en el
poema.
2)
¿Qué órgano de la cara, o qué elemento, utiliza el poeta para expresar la
intensidad amorosa?
3)
¿Es mejor llorar o guardar silencio ante el dolor, según la joven?
4)
¿Es un poema triste o alegre? Aporta razones.
2.3. Fomento de la
creatividad
1)
Explica o recrea en un texto creativo, en prosa o en verso, el contenido del
poema. Se trata de recoger y expresar el desconsuelo ante una desgracia
personal.
2)
Imagina una entrevista de tu clase con Luis de Góngora. ¿Qué preguntas harías?
3)
Redacta un diálogo teatral más o menos fiel al contenido del poema. Tendrá como
personajes al yo lírico y la joven, junto con su madre. Puedes introducir otros
de tu invención.
4)
Prepara una exposición o presentación ante la clase o la comunidad educativa,
con un cartel, o con medios TIC, sobre Luis de Góngora y su tiempo barroco.
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