24/05/2022

Antonio Machado: «Parábolas y elogios» (23 poemas de «Campos de Castilla»); análisis y propuesta didáctica

 ANTONIO MACHADO: “PARÁBOLAS Y ELOGIOS”

CXXXVI


Antonio Machado Ruiz (Sevilla, 1875 – Colliure, Francia, 1939) es uno de los más altos y profundos poetas en lengua española. Aborda en su poesía, casi siempre teñida de gravedad y melancolía, temas trascendentes como el hombre y su destino, el mundo de los sueños y la dicotomía entre las ilusiones y las frustraciones, tanto de orden individual como colectivo. En cuanto a la forma, Machado mantiene una preferencia por la sencillez elaborada, la musicalidad de la poesía popular y folclórica, la transparencia significativa y la eficacia comunicativa.

 Se casó con Leonor Izquierdo en 1909, profundamente enamorados; ella aportó estabilidad y sentido existencial a la vida del poeta, como manifestó en varias ocasiones. Sin embargo, el fallecimiento fulminante de Leonor, por tuberculosis, en 1912, truncó esa felicidad. Machado cayó en una duradera y honda etapa de dolor y melancolía. Su muerte en el exilio por la Guerra Civil puso fin a una vida realmente sobrecogedora, llena de tribulaciones y desgracias, que Machado supo encajar con paciencia y sabiduría.  

Su poesía, delicada, grave, armónica y dotada de una hermosura sobrecogedora, figura entre los frutos más granados de la poesía española; ciertamente, alcanza la categoría de sublime. Citaremos, de entre sus obras, su primer libro de poesía, Soledades (1903), el bellísimo y profundo Campos de Castilla (1912; se incorporaron nuevos poemas hasta 1917; se considera versión definitiva la publicada en Poesía completa, 1936); es, en nuestra opinión, uno de los libros más hermosos de creación poética en cualquier lengua, momento y lugar. Las siguientes composiciones poéticas se fueron sumando a las distintas ediciones de Poesías completas (1928, la primera edición). Machado también escribió teatro poético al alimón con su hermano Manuel (por ejemplo, la primera pieza compuesta: Desdichas de la fortuna, o Julianillo Valcárcel, 1926). En los últimos años de su vida, Machado se entregó a la prosa poética, filosófica y reflexiva, utilizando dos heterónimos, Abel Martín y Juan de Mairena. Los dos títulos más importantes son Juan de Mairena (1936) y el póstumo Los complementarios (1957). 

Ahora comentamos la sección “Parábolas y elogios”. Estamos ante veintitrés poemas que forman una sección propia del magnífico poemario, Campos de Castilla (1912-1917). Estamos en la fase de madurez machadiana; es una poesía profunda y reflexiva. La combinación de la experiencia personal con el alcance colectivo es perfecta. Desde una perspectiva individual, se plantean asuntos de resonancia social indudable. Es uno de los grandes valores de la poesía machadiana.

Ahora vamos a analizar la sección de “Parábolas y homenajes” está formado por veintitres poemas de extensión moderada, con alguna excepción. La parábola se define como “Narración de un suceso fingido de que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral” (DLE). El homenaje es un reconocimiento de la calidad de una persona, lugar, etc. Realizamos una exégesis de cada uno de los poemas, contribuyendo así a su conocimiento, comprensión y disfrute. Son piezas de altísimo valor poético, de ahí nuestro interés en su abordaje filológico. Analizaremos, separadamente, de cada poema: tema o asunto nuclear;  aspectos métricos, de rima y estróficos; y, finalmente, rasgos compositivos y estilísticos en relación a su interpretación. 


CXXVII

PARÁBOLAS

I

Era un niño que soñaba         1

un caballo de cartón.

Abrió los ojos el niño

y el caballito no vio.

Con un caballito blanco           5

el niño volvió a soñar;

y por la crin lo cogía...

¡Ahora no te escaparás!

Apenas lo hubo cogido,

el niño se despertó.               10

Tenia el puño cerrado.

¡El caballito voló!

Quedóse el niño muy serio

pensando que no es verdad

un caballito soñado.               15

Y ya no volvió a soñar.

Pero el niño se hizo mozo

y el mozo tuvo un amor,

y a su amada le decía:

¿Tú eres de verdad o no?         20

Cuando el mozo se hizo viejo

pensaba: Todo es soñar,

el caballito soñado

y el caballo de verdad.

Y cuando vino la muerte,        25

el viejo a su corazón

preguntaba: ¿Tú eres sueño?

iQuién sabe si despertó!


Exégesis

Tema: es probable que la vida entera no pase de un sueño, pues es imposible verificar su consistencia o verdad.

Aspectos métricos: estamos ante una tirada de veintiocho versos octosílabos de rima asonante en los pares, quedando los impares libres; forman un romance.

Rasgos estilísticos: este emotivo poema cuenta la vida de una persona, acaso la del propio Machado más o menos modificada. Adopta la fórmula del cuento folclórico y popular (“Éra un niño que soñaba…”). Se fija en tres momentos de la vida, con tres experiencias fundamentales; la primera se refiere a la niñez; el niño sueña con un caballo y no logra saber si es verdad; en la segunda, en la mocedad, el niño le pregunta a la mujer amada si es verdadera o irreral; en la tercera, en la vejez,  el viejo le pregunta a su corazón “¿Tú eres sueño?” el yo poético ignora si el protagonista (representado metonímicamente por el corazón), despertó de ese sueño. 

El poema advierte al lector que acaso la vida no pase de un sueño, como siglos antes Calderón de la Barca plantea en su inmortal drama. “Todo es soñar”, se dice a sí mismo el protagonista, lo soñado y lo que aparenta realidad. El poema tiene un ritmo vivo y rápido; el tono es narrativo, aparentemente objetivo, pero con una clara intención didáctica y moral. El hombre ha de tratar de discernir lo verdadero de lo falso, lo real de lo soñado. En ello le va la felicidad y el sentido de su existencia.

Las exclamaciones retóricas imprimen un ritmo emotivo. Es muy llamativa la que ocupa el verso final, pues expresa la duda, o la imposibilidad, de distinguir la realidad de la ficción. El poema es ligero en su lectura y profundo en su sentido. El romance se adapta perfectamente a la intención narrativa-reflexiva de Machado sobre uno de sus temas más recurrentes: encontrar el sentido último y auténtico de la vida humana.


II

A D. Vicente Ciurana


Sobre la limpia arena, en el tartesio llano                  1

por donde acaba España y sigue el mar,

hay dos hombres que apoyan la cabeza en la mano;

uno duerme, y el otro parece meditar.

El uno, en la mañana de tibia primavera,                   5

junto a la mar tranquila,

ha puesto entre sus ojos y el mar que reverbera,

los párpados, que borran el mar en la pupila.

Y se ha dormido, y sueña con el pastor Proteo,

que sabe los rebaños del marino guardar;                  10

y sueña que le llaman las hijas de Nereo,

y ha oído a los caballos de Poseidón hablar.

El otro mira al agua. Su pensamiento flota;

hijo del mar, navega —o se pone a volar.

Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota,                15

que ha visto un pez de plata en el agua saltar.

Y piensa: "Es esta vida una ilusión marina

de un pescador que un día ya no puede pescar."

El soñador ha visto que el mar se le ilumina,

y sueña que es la muerte una ilusión del mar.            20


Exégesis

Tema: tanto la actitud contemplativa, como la activa, nos llevan a la conclusión de que la vida y la muerte son solo una ilusión.

Aspectos métricos: todos los versos son alejandrinos, excepto, el sexto, que es heptasílabo. La rima está constituida por cinco serventesios (ABAB), donde los versos pares riman en todo el poema (á). Poseen una especial musicalidad y dotan de un ritmo grave y sereno al conjunto.

Rasgos estilísticos: el poema cuenta una historia (propio de la parábola) situada en un lugar concreto: en el sur andaluz, “donde acaba España y sigue el mar” (v. 2). Alude a las costas de Huelva, entendemos. La historia es protagonizada por dos hombres de algún modo relacionados, de los que no sabemos sus nombres, pero sí lo que hacen: el primero “duerme”, es decir, no está en vigilia; el segundo parece meditar. Nos relata el sueño del primero, con los dioses mitológicos Proteo, Nereo y Poseidón, junto con sus acompañantes. El sueño es agradable y reconfortante, al parecer. El segundo, que ha sido marinero, piensa que la vida es una “ilusión marina / de un pescador que un día ya no puede pescar” (vv. 17-18). Es decir, todo termina en frustración, producida por un engaño. El “soñador”, el primer personaje, ve un mar iluminado y “sueña que es la muerte una ilusión del mar”, es decir, algo intangible e incomprensible. La vida y la muerte son solo espejismos, imágenes inmateriales de imposible correlato real. 

La parábola es pesimista y negativa. Indica que, hagamos lo que hagamos, todo acabará en el fracaso existencial más riguroso. Cualquier tentativa de comprender y acometer la vida y sus circunstancias está condenado a la derrota. El mar aparece como una metáfora de lo insondable e incomprensible; del mismo modo, los dos hombres relacionados con el mar son metáfora de dos actitudes ante la vida: o pensarla tras la experiencia meditativa, o soñarla. Existe una contraposición que alimenta cierta intriga temática; esta tensión antitética procede del doble protagonismo. Entre el soñador y el pensador, ¿qué existe, enfrentamiento, distanciamiento? El lector avanza expectante ante esa intriga. El final, sin embargo, es pesimista y frustrante. El término de las dos líneas vitales, representadas por los protagonistas, es la disolución de toda esperanza.


III


Erase de un marinero

que hizo un jardín junto al mar,

y se metió a jardinero.

Estaba el jardín en flor,

y el jardinero se fue

por esos mares de Dios.


Exégesis

Tema: la insatisfacción o la ilusión de alcanzar nuevas metas nos hace abandonar algo cuando está a punto de alcanzar su madurez.

Aspectos métricos: los seis versos octosílabos riman en asonante el primero con el tercero; el cuarto con el sexto; el segundo y el quinto quedan libres. Cada tres versos forman una tercerilla o terceto, si los consideramos como de arte mayor.

Rasgos estilísticos: de nuevo el mar y el marinero como marco y personajes de la parábola. Muestra una breve pero sorprendente historia. Un marinero cultiva un huerto cerca del mar; cuando el jardín alcanza su apogeo de belleza y pujanza, el marinero vuelve al mar. La interpretación es bastante abierta; puede que aluda a que, al final, cada uno seguirá su destino; tal vez esté recomendando ser pacientes para lograr los frutos de nuestros esfuerzos; acaso se refiera a que debemos aprender a saber escucharnos para trazar nuestra trayectoria vital satisfactoriamente, pues el mar es amplio y todas las posibilidades son  factibles. 

Esta parábola es distinta a las demás porque se muestra muy sintética, apenas está esbozada. Un personaje, un paisaje y una pasión (como diría Delibes) nos ejemplifican la importancia de ser fieles a nosotros mismos para no errar el rumbo.


IV

CONSEJOS


Sabe esperar, aguarda que la marea fluya                           1

— así en la costa, un barco— sin que el partir te inquiete.

Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;

porque la vida es larga y el arte es un juguete.

Y si la vida es corta                                                            5

y no llega la mar a tu galera,

aguarda sin partir y siempre espera,

que el arte es largo y, además, no importa.


Exégesis

Tema: la paciencia para esperar el momento oportuno en el que realizar algo es una gran virtud que aporta muchos beneficios.

Aspectos métricos: la medida de los versos oscila del heptasílabo (v. 5) a los alejandrinos (vv. 1-4), pasando por el endecasílabo (vv. 6-8). Los primeros cuatro versos riman formando un serventesio; los cuatro últimos, forman un cuarteto (sin tener en cuenta la medida de los versos).

Rasgos estilísticos: el título del poema expresa muy bien el contenido; es un “consejo”, es decir, una sugerencia o indicación dirigida al lector implícito, casi en diálogo con el yo poético, para que actúe de un modo inteligente. La esencia de la recomendación es cultivar la paciencia porque siempre dará buenos frutos. Identifica al lector implícito con el barco que “aguarda” el momento idóneo para zarpar. La razón principal de los beneficios de la espera se expresan en el verso 4: “porque la vida es larga y el arte es un juguete”; hay tiempo suficiente para actuar con sensatez y cosas que parecen importantes no lo son tanto, como el arte, que no es más que un “juguete”, es decir, un pasatiempo. El apoyo argumental que ofrece es que la vida es larga y el arte, corto.

En la segunda parte del poema le da la vuelta al razonamiento, planteando la hipótesis contraria: la vida es corta, pero el arte es largo. En este caso, conviene también esperar tiempos propicios porque, después de todo, nada importa. El poema posee un tono pesimista y, en su parte final, escéptico y amargo. La importancia de la paciencia para emprender acciones importantes es el asunto central, aunque deriva hacia un nihilismo existencial. El poema entero tiene un sentido alegórico muy firme. La metáfora de la vida como un barco que ha de realizar una travesía se repite en las dos secciones del poema (esta imagen aparece en muchos poemas de Machado). El tono dialógico del poema es muy interesante; se establece un diálogo soterrado entre el yo poético y el lector implícito en un marco entrañable, sereno, como de nostalgia compartida. El poema es delicioso, evocador y muy sugerente.


V


PROFESIÓN DE FE


Dios no es el mar, está en el mar, riela           1

como luna en el agua, o aparece

como una blanca vela;

en el mar se despierta o se adormece.

Creó la mar, y nace                                        5

de la mar cual la nube y la tormenta;

es el Criador y la criatura lo hace;

su aliento es alma, y por el alma alienta.

Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,

y para darte el alma que me diste                 10

en mí te he de crear. Que el puro río

de caridad que fluye eternamente,

fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,

de una fe sin amor la turbia fuente!


Exégesis       

Tema: La presencia de Dios nos ha de lanzar a una vida creadora basada en la caridad y en el amor.

Aspectos métricos: los versos son endecasílabos, excepto el 3 y el 5, que son heptasílabos. En cuanto a la rima, los cuatro primeros versos forman un serventesio; sigue otro de los versos 5 a 8; continúa con un pareado (vv. 9-10); se cierra el poema con otro serventesio. Como se ve, la rima es muy cuidada y tremendamente eficaz a efectos expresivos. 

Rasgos estilísticos: como en el poema anterior, el título, “Profesión de fe”, nos da la clave interpretativa; se trata de una exposición sentenciosa sobre la creencia religiosa del yo poético. Los ocho primeros versos definen a Dios, exponen la idea de Dios que posee el yo poético. Lo concibe, o identifica, con el propio mar; vive en él, se manifiesta a través de él. Lo que más le interesa al yo poético es la capacidad creativa de Dios, a quien llama “Criador” (v. 7); es el único apelativo, como nombre propio, que le asigna. Si nos fijamos en las cualidades del mar, comprendemos qué es Dios: creador, inmenso, recreativo en sí mismo, benéfico y capaz de hacer que los seres creados sean también creadores. Esta idea se expresa muy bien en el verso 9: “Es el Criador y la criatura lo hace”.

En el verso 9 comienza la segunda parte del poema. Comienza con “Yo…”, índice claro que ahora el yo poético habla de él, en concreto de su capacidad creadora, imagen o trasunto de la de Dios. Por eso le da “el alma que me diste” (v. 10), para que exista una armonía o comunión perfecta entre ellos. Se cierra el poema con una petición a Dios: que “fluya” (se repite el verbo dos veces) la caridad y que no permita Dios que exista una fe sin amor, pues sería algo espúreo y negativo. ¿Habla de su fe, en concreto? No lo sabemos. De este modo, el título, “Profesión de fe”, adquiere un sentido algo ambiguo y difuso; no se puede deducir claramente, por ejemplo, si Machado era creyente o no.



VI


El Dios que todos llevamos,     1

el Dios que todos hacemos,

el Dios que todos buscamos

y que nunca encontraremos.

Tres dioses o tres personas      5

del solo Dios verdadero.


Exégesis


Tema: la búsqueda de Dios es ardua y, probablemente, inútil.

Aspectos métricos: los seis versos octosílabos riman en consonante los cuatro primeros, formando una cuarteta; el quinto queda libre y el sexto y último rima en asonante con el cuarto, formando casi un terceto.

Rasgos temáticos: de nuevo nos encontramos con un poema reflexivo de temática religiosa. El yo poético busca a Dios, pero infructuosamente. Los tres verbos finales de los tres primeros versos nos dan la clave de la vida religiosa del yo poético: “llevamos”, “hacemos” y “buscamos”. La idea de Dios es innata al hombre, la moldeamos a nuestra manera y tratamos de ver su reflejo en el mundo, tanto en el material, como en el ideal. Pero no podemos hacernos ilusiones: pues “nunca encontraremos” a ese Dios. No aclara por qué, pero podemos temernos lo peor. Los dos versos finales son irónicos, pues juegan con la ortodoxia cristiana católica de que Dios se manifiesta en “tres personas distintas”; aquí equivale a decir “tres intentos frustrados de encontrar a Dios”. El verbo en tiempo futuro del verso 4 (“encontraremos”) contrasta con el presente de los tres primeros versos y con la ausencia de esa clase de palabra en los dos versos finales. El final resulta negativo y frustrante.

El poema es muy elíptico, pues se sobreentienden ideas y pensamientos que quedan solo aludidos; ayuda a condensar mucho la significación. La anáfora y el paralelismo de los tres primeros versos imprimen un ritmo repetitivo y sugestivo; se rompe en los dos versos finales, creando un efecto de sorpresa. Podemos atisbar la seria lucha interior de Machado por encontrar a Dios en un mundo inextricable. El resultado, ligeramente ambiguo, parece cerrar la puerta a la creencia en Dios.

 

VII


Dice la razón: Busquemos        1

la verdad.

Y el corazón: Vanidad.

La verdad ya la tenemos.

La razón: ¡Ay, quién alcanza    5

la verdad!

El corazón: Vanidad.

La verdad es la esperanza.

Dice la razón: Tú mientes,

Y contesta el corazón:            10

Quien miente eres tú, razón,

que dices lo que no sientes.

La razón: Jamás podremos

entendernos, corazón.

El corazón: Lo veremos.         15


Exégesis

Tema: la lucha entre la razón y el sentimiento nunca cesará, pues no pueden entenderse.

Aspectos métricos: los versos son octosílabos, excepto el segundo y sexto, que son tetrasílabos, rompiendo el ritmo del poema. La rima se presenta: redondilla (abba), redondilla (abba), redondilla (cddc) y tercerilla (ede) (el verso intermedio rima con el central de la última redondilla. Posee una musicalidad marcada, abrupta, para marcar el diálogo de sordos entre la razón y el sentimiento o corazón. Es un poema de quince versos, número impar, lo que es muy poco frecuente en la poesía de Machado.

Rasgos temáticos: la característica principal de este poema es su tono dialógico. La razón y el corazón (metonimia, y también metáfora) del sentimiento dialogan de manera áspera y firme sobre su modo de enfrentarse al mundo. En el fondo, son metáfora de la lucha dentro del yo poético entre las intuiciones y emociones frente al análisis cerebral.

El poema nos muestra la introspección del yo poético, que brega dentro de sí mismo entre estas dos fuerzas o tendencias, sin que ninguna de ellas se imponga, pero tampoco se dé por vencida. “La verdad es la esperanza” (v. 8) encierra el núcle semántico central del poema. El hombre avanza con ilusión en su vida mientras mantiene la esperanza, el deseo de un futuro más luminoso. La razón le niega esa posibilidad, pero el corazón se reafirma en su idea y no cierra la posibilidad de que ambos se entiendan en el futuro. El poema está muy bellamente construido, a base de elipsis, algunas repeticiones y ciertos efectos de viveza expresiva a base de apóstrofes (entre los interlocutores) y exclamaciones retóricas. 

El tono es vivo, un poco áspero, pues el choque entre ambos interlocutores es directo y sin circunloquios. Muestran muy vivamente las dos fuerzas que operan en el hombre a la hora de construir su proyecto vital. Ambas son importantes, luchan entre sí, lo que consume mucha energía, y no sabemos si habrá un armisticio o solución; lo más probable es que no, lo que extiende cierto pesimismo existencial sobre todo el poema. Su belleza está a la vista, gracias a su expresividad, concisión y universalidad.


VIII


Cabeza meditadora,                   1

¡qué lejos se oye el zumbido

de la abeja libadora!

Echaste un velo de sombra

sobre el bello mundo y vas         5

creyendo ver, porque mides

la sombra con un compás.

Mientras la abeja fabrica,

melifica,

con jugo de campo y sol,           10

yo voy echando verdades

que nada son, vanidades

al fondo de mi crisol.

De la mar al percepto,        

del percepto al concepto,         15

del concepto a la idea

— ¡oh, la linda tarea!—,

de la idea a la mar.

¡Y otra vez a empezar!     


Exégesis

Tema: es más importante la tarea de hacer y construir que la de especular y pensar, pues resulta estéril e improductiva. 

Aspectos métricos: los diecinueve versos del poema son octosílabos, excepto el noveno, que quiebra la medida y el ritmo, al ser solo tetrasílabo. La rima se aproxima al verso libre, pero se pueden apreciar estrofas: tercerilla (1-3), el verso 4 rima en asonante con el tercero, tercerilla (5-7), pareado (8-9), redondilla (10-13), tres pareados consecutivos finales (14-15, 16-17 y 18-19). Predomina la rima consonante. Como se ve, crea una suave musicalidad, típica de Machado, armónica y equilibrada.

Rasgos temáticos: el poeta se dirige a su cabeza, metonimia de su razón y de sí mismo. La “abeja libadora” (v. 3) es metáfora del ser activo y laborioso que actúa sobre el mundo para mejorarlo. Le reprocha a su cabeza divagadora alejarse o no poder percibir el extraordinario trabajo de la abeja, metáfora de la tarea bien hecha y transformadora; también le recrimina, bien que suavemente, haber velado la realidad con su propia visión enturbiada (“Echaste un velo de sombra / sobre el bello mundo” (vv. 4-5). Su tarea es vana, casi absurda, pues “mides / las sombras con un compás” (vv. 6-7); es decir, se entrega a una quimera sin fundamento. 

En el verso 8 se observa un cambio de ritmo y de tono. Ahora el yo poético habla de sí mismo, como recriminándose su forma de ser, soñadora, especuladora y nada productiva. Se crea un vivo contraste en el verso 8, formado por “melifica”; es el verso quebrado que expresa con viveza la actividad transformadora y benéfica de la abeja. Confiesa que sus verdades especuladas solo son “vanidades” que arroja al depósito de su fundición de ideas, el “crisol”, tratando de rehacerlas, pero sin mucho éxito.

En los versos 14-16 aparece una concatenación (también denominada anadiplosis) muy hermosa (con las palabras “percepto” (que significa el objeto tal y como lo percibe el sujeto), “concepto” e “idea”); expresa la inanidad del trabajo intelectual del yo poético, que no logra elaborar nada práctico o benéfico. De ahí que exclame irónicamente “”¡oh, la linda tarea” (v. 17), pues todo su esfuerzo mental resulta inane. La idea acaba en el “mar” (v. 18), metáfora de la vida tumultuosa, el mundo en su agitación y movimiento inextricable. El verso final, “Y otra vez a empezar” (v. 19) expresa, entre la ironía, el humor negro y la amargura, la incapacidad del yo poético de escapar de ese círculo vicioso que lo tiene atrapado, meditando mucho, pero haciendo nada. Todo el poema gira en torno a la antítesis conceptual establecida entre la especulación y la acción, la actividad redundante y estéril y la producción benéfica, como la abeja con su miel.

Estamos ante un bello poema de tono reflexivo, traspasado por la ironía, el contraste y unas gotas de humor negro. Parece que el yo poético lamenta no saber o no poder producir algo que sirva para los demás benéficamente. Toda su actividad especulativa se encierra en un círculo cerrado y repetitivo del que no puede salir. Las imágenes son expresivas, vivas y convincentes.


CXXXVII


MI BUFÓN


El demonio de mis sueños     1

ríe con sus labios rojos,

sus negros y vivos ojos,

sus dientes finos, pequeños.

Y jovial y picaresco               5

se lanza a un baile grotesco,

luciendo el cuerpo deforme

y su enorme

joroba. Es feo y barbudo,

y chiquitín y panzudo.          10

Yo no sé por qué razón,

de mi tragedia, bufón,

te ríes... Mas tú eres vivo

por tu danzar sin motivo.


Exégesis

Tema: llevamos dentro un ser burlón y cruel que se ríe de nosotros, ridiculizándonos a cada paso.

Aspectos métricos: los versos son octosílabos (excepto el octavo, que es tetrasílabo), formando, por la rima: una redondilla (1-4) u una serie de cinco pareados (5-6, 7-8, 9-10, 11-12 y 13-14). 

Rasgos estilísticos: el título, “Mi bufón”, declara muy bien el contenido; el yo poético lleva dentro un ser malévolo y repulsivo que se dedica a reírse de la “tragedia” del yo poético, es decir, de su lucha interna por alcanzar una existencia coherente, plena y con sentido. Define expresivamente al bufón en el verso 1 como “el demonio de mis sueños”, que ridiculiza al sujeto lírico reiteradamente. La primera parte del poema (vv. 1-10) es una prosopografía del bufón interior del yo poético. Este lo pinta con trazo grueso: feo y repulsivo desde cualquier punto de vista. Los lavios son “rojos”; los ojos, “negros”; y los dientes, “finos, pequeños”. Como se aprecia, es grotesco, deforme y repulsivo. A continuación refiere lo que hace: bailar de modo exagerado y estrafalario, luciendo “el cuerpo deforme / y su enorme / joroba”. El retrato que surge es goyesco y expresivo hasta resultar repulsivo.

La segunda parte es casi dialógica, pues el yo poético se dirige, casi increpa, a su bufón para recriminarle su risa sin motivo y ridiculizante para él. Sin embargo, en un arranque de sinceridad, el yo poético confiesa que su bufón, al menos, está vivo, porque baila incluso sin motivo. El mensaje implícito es que él se siente muerto o inservible para la vida.

El tono del poema es amargo y pesimista. El yo poético lamenta su inacción y expresa su irritación por ese demonio interior que se ríe de cada uno constantemente. En el fondo, se trata de una confesión de las imperfecciones que llevamos dentro y de la lucha interior entre el deseo y la realidad, entre la idea bella y la incapacidad absoluta para realizarla. Sin duda, es duro de admitir, pero el yo poético lo hace en un acto poético bello, sincero y algo amargo.


ELOGIOS


CXXXIX


A DON FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS


Como se fue el maestro,

la luz de esta mañana

me dijo: Van tres días

que mi hermano Francisco no trabaja.

¿Murió?... Sólo sabemos

que se nos fue por una senda clara,

diciéndonos: Hacedme

un duelo de labores y esperanzas.

Sed buenos y no más, sed lo que he sido

entre vosotros: alma.

Vivid, la vida sigue,

los muertos mueren y las sombras pasan,

lleva quien deja y vive el que ha vivido.

¡Yunques, sonad: enmudeced, campanas!

Y hacia otra luz más pura

partió el hermano de la luz del alba,

del sol de los talleres,

el viejo alegre de la vida santa.

...¡Oh, sí, llevad, amigos,

su cuerpo a la montaña,

a los azules montes

del ancho Guadarrama!

Allí hay barrancos hondos

de pinos verdes donde el viento canta.

Su corazón repose

bajo una encina casta,

en tierra de tomillos, donde juegan

mariposas doradas...

Allí el maestro un día

soñaba un nuevo florecer de España.


Baeza, 21 de febrero de 1915


A este bellísimo y hondo poema le hemos dedicado una exégesis específica y más completa en este blog, con su correspondiente entrada; ahí se puede consultar nuestro análisis.


CXL


AL JOVEN MEDITADOR JOSÉ ORTEGA Y GASSET


A ti laurel y hiedra                              1

corónente, dilecto

de Sofía, arquitecto.

Cincel, martillo y piedra

y masones te sirvan; las montañas        5

de Guadarrama frío

te brinden el azul de sus entrañas,

meditador de otro Escorial sombrío.

Y que Felipe austero,

al borde de su regia sepultura,             10

asome a ver la nueva arquitectura,

y bendiga la prole de Lutero.


Exégesis

Tema: elogio a Ortega y Gasset.

Aspectos métricos: los doce versos del poema son heptasílabos y endecasílabos. Los cuatro primeros, por la rima, forman una redondilla; del 4 al 8 constituyen una cuarteta; los cuatro últimos conforman otra redondilla (se podría haber enunciado según los nombres de la estrofas en arte mayor; en realidad, al ser una mezcla por el número de sílabas, no es, estrictamente, salvo la primera, ni una estrofa, ni la otra).

Rasgos estilísticos: estamos ante una sentida alabanza de Machado dirigida a José Ortega y Gasset (Madrid, 1883 - 1955), a quien, lógicamente, admiraba. A pesar de ser más joven que él y, por tanto, incorporarse a la vida intelectual española más tarde, Machado le profesa una gran admiración y amistad. Solicita que lo coronen como el preferido de la diosa de la sabiduría, Sofía, por sus cualidades. Lo califica de “arquitecto” (v. 3), no de edificios, sino de la inteligencia, la cultura y el pensamiento español. Vemos que la construcción (en sentido literal y metafórico tiene relevancia en este poema).

 Solicita que le ayuden a su tarea las profesiones manuales (aludidos, metonímicamente, por los instrumentos de trabajo y el material: “cincel, martillo y piedra” (v. 4). Sin embargo, aquí se desvela otra significación mucho más comprometedora: los “masones”, nombrados directamente. El yo poético les pide que “te sirvan” (v. 5), pues Ortega los necesita para su proyecto de construcción intelectual. También le pide lo mismo a “las montañas / del Guadarrama frío” (vv. 5-6). Una aparente paradoja hallamos en “el azul de sus entrañas” (v. 7); es una manera metafórica de unir tierra y cielo en un solo concepto; todos se unen para ayudar al “meditador”. Y piensa este en otro “Escorial sombrío” (v. 8), metáfora de un nuevo imperio o nación no tan grandilocuente como el histórico español.

Los cuatro últimos versos forman una sección propia. Desea que salga de su tumba el rey Felipe II, creador del Escorial, salga de su tumba para contemplar la creación de una nueva nación española; asimismo, para que el antiguo monarca “bendiga la prole de Lutero”, como aceptando la superioridad de la España renovada. La  expresión “la prole de Lutero” posee un hondo significado. Alude al fracaso secular del cristianismo católico, mediterráneo en su configuración histórica, encarnado en España principalmente. Como relato, admite, contento, el triunfo del cristianismo protestante del norte de Europa. Machado ofrece una visión negativa y crítica de la Iglesia católica española y un pensamiento optimista sobre la futura influencia del protestantismo en la renovación de España.

Estamos ante un poema que, bajo un homenaje a Ortega y Gasset, aparece una visión crítica de la historia de España, centrada en un asunto: el rechazo a la Iglesia católica y la defensa o admiración del protestantismo como expresión religiosa e ideológica de naciones prósperas y civilizadas. La carga ideológica es bastante densa y explícita. Por otro lado, no es la primera vez que ocurre esto en la poesía de Machado, y está en sintonía con su ideario político.


CXLI


A XAVIER VALCARCE


"... En el intermedio de la primavera"


Valcarce, dulce amigo, si tuviera                            1

la voz que tuve antaño, cantaría

el intermedio de tu primavera

—porque aprendiz he sido de ruiseñor un día—,

y el rumor de tu huerto —entre las flores                5

el agua oculta corre, pasa y suena

por acequias, regatos y atanores—,

y el inquieto bullir de tu colmena,

y esa doliente juventud que tiene

ardores de faunalias,                                             10

y que pisando viene

la huella a mis sandalias.

Mas hoy... ¿será porque el enigma grave

me tentó en la desierta galería,

y abrí con una diminuta llave                                 15

el ventanal del fondo que da a la mar sombría?

¿Será porque se ha ido

quien asentó mis pasos en la tierra,

y en este nuevo ejido

sin rubia mies, la soledad me aterra?                      20

No sé, Valcarce, mas cantar no puedo;

se ha dormido la voz en mi garganta,

y tiene el corazón un salmo quedo.

Ya sólo reza el corazón, no canta.

Mas hoy, Valcarce, como un fraile viejo                   25

puedo hacer confesión, que es dar consejo.

En este día claro, en que descansa

tu carne de quimeras y amoríos

—así en amplio silencio se remansa

el agua bullidora de los ríos—,                                30

no guardes en tu cofre la galana

veste dominical, el limpio traje,

para llenar de lágrimas mañana

la mustia seda y el marchito encaje,

sino viste, Valcarce, dulce amigo,                           35

gala de fiesta para andar contigo.

Y cíñete la espada rutilante,

y lleva tu armadura,

el peto de diamante

debajo de la blanca vestidura.                                40

¡Quién sabe! Acaso tu domingo sea

la jornada guerrera y laboriosa,

el día del Señor, que no reposa,

el claro día que el Señor pelea.


Exégesis

Tema: salutación de Machado a su amigo Xavier Valcarce para que se mantenga firme en su pulso vital y confesión personal de agotamiento espiritual y artístico.

Aspectos métricos: los versos de este poema son endecasílabos y heptasílabos. Hasta el verso 24 aparecen, en cuanto a la rima, seis serventesios (ABAB); los versos 25 y 26 forman un pareado. Siguen otros dos serventesios (vv. 27-34); los versos 35 y 36 forman un pareado; los ocho versos finales forman dos serventesios. Como se ve, una cuidada distribución de medida y rimas, resultando un ritmo tranquilo, sereno y grave, extrañamente musical.

Rasgos estilísticos: los doce primeros versos son una oración; el yo poético reconoce que ya no tiene la “voz” que tuvo antaño; es decir, carece de la inspiración y la energía suficiente para escribir. Lo paradójico es que, al decir, eso, está componiendo con mucha convicción y fuerza; en concreto, describe la primavera y un huerto idílico. Alude también a los “ardores” o pasiones sensuales propios de la juventud (“faunalias”). La importancia y consideración del destinatario para el yo poético se refleja en que su nombre se repite cuatro veces; y el sinestésico apelativo “dulce amigo”, tres veces.

En el verso 13 se cambia de modulación temática. El yo poético habla desde un “hoy” en el que desea comunicarse y entregarse al arte poético. Se pregunta por qué ha ocurrido eso; plantea dos hipótesis, a través de dos interrogaciones retóricas: ha pensado que se dejado tentar por “el enigma grave” (acaso, la muerte) que se ha introducido en su “galería” y su “mar” (metáforas de su interioridad y su mundo turbulento, sombrío y desagradable). En los versos 17-20 plantea la segunda hipótesis: la muerte de Leonor, a quien se refiere perifrásticamente con la expresión “a quien asentó mis pasos en la tierra” (v. 18), lo ha dejado sumido en la soledad y la parálisis. Nótese cómo habla con devoción y dolor de su esposa difunta, a quien le reconoce su aportación positiva para encauzar su vida. No se decide por ninguna de las opciones, pero reconoce palmariamente que “No sé, Valcarce, mas cantar no puedo” (v. 21); admite que su corazón no canta, solo reza un “salmo”, debido a la profundidad de la herida emocional, y también el cansancio, que arrastra. 

En el verso 25 se abre la tercera sección temática del poema. Se advierte bien porque se repite la expresión “Mas hoy”, enlazando con lo anterior. Le aconseja a su “dulce amigo” que se vista con sus mejores galas (“veste dominical”) y se pertreche con sus armas (espada, armadura y peto). Puede que el domingo, en vez de ser “el día del Señor”, en la tradición católica, se convierta en un día activo y productivo, “la jornada guerrera y laboriosa” (v. 42). Establece una alegoría en torno a la idea de actuar, hacer vivir y producir, sin descansar, aunque sea domingo. Los términos guerreros invitan a pensar en una guerra que su amigo Valcarce ha de librar, pero no desarrolla la metáfora. Tampoco aclara por qué opone tan violentamente al “Señor” con el hombre laborioso. El cierre resulta, pues, intrigante y deliberadamente ambiguo.

El poema es muy hermoso y significativo en cuanto al estado anímico y espiritual de Machado unos años después de la muerte de Leonor. Se confiesa agotado y artísticamente seco, lo cual no es del todo cierto, como demuestra el poema bellísimo que ha compuesto. Por lo demás, el cultivo de la amistad y la comunicación espiritual de Machado con sus amigos es uno de los asuntos principales de su poesía. El tono confesional es esclarecedor y aporta un aire coloquial, de apertura interior contenida, pero no ocultada.


CXLII


MARIPOSA DE LA SIERRA


A Juan Ramón Jiménez,

por su libro Platero y yo


¿No eres tú, mariposa,                       1

el alma de estas sierras solitarias,

de sus barrancos, hondos,

y de sus cumbres agrias?

Para que tú nacieras,                         5

con su varita mágica

a las tormentas de la piedra, un día,

mandó callar un hada,

y encadenó los montes,

para que tú volaras.                        10

Anaranjada y negra,

morenita y dorada,

mariposa montés, sobre el romero

plegadas las alillas, o, voltarias,

jugando con el sol, o sobre un rayo   15

de sol crucificadas.

¡Mariposa montés y campesina,

mariposa serrana,

nadie ha pintado tu color; tú vives

tu color y tus alas                             20

en el aire, en el sol, sobre el romero,

tan libre, tan salada!...

Que Juan Ramón Jiménez

pulse por ti su lira franciscana.


Sierra de Cazorla, 28 mayo 1915


Exégesis

Tema: admiración por la mariposa y deseo de que el poeta Juan Ramón Jiménez escriba creando tanta belleza como contiene la mariposa.

Aspectos métricos: en los veinticuatro versos del poema se alternan los versos heptasílabos con los endecasílabos. Riman los versos pares en asonante (á-a) quedando los impares libres.

Rasgos estilísticos: el poema es un monodiálogo del yo poético con la mariposa “montés y campesina” v. 17); este reconoce y admira su belleza sencilla y sin afectaciones. La reconoce como “el alma de estas sierras solitarias” (v. 2), donde apreciamos bien su admiración por el lepidóptero. Estos cuatro primeros versos, resueltos en una interrogación retórica, constituyen la primera sección del poema.

La segunda parte (vv. 5-10) desarrolla una alegoría legendaria: un hada amansó a las piedras y encadenó los montes “para que tú volaras” (v. 10). Es un modo de expresar la delicadeza del animal, pues logra amansar las tormentas más fuertes. 

La tercera sección de contenido (vv. 11-22) se resuelve en una descripción emocional de la mariposa, bien posada en cualquier humilde planta o flor, bien en vuelo, buscando nuevos lugares pues es “voltaria” en su carácter, es decir, inconstante. La describe con sus colores, con sus acciones y, finalmente, admite que nadie la ha podido pintar con exactitud y verdad. La llama “mariposa montés”, “campesina” y “serrana”, insistiendo así en su vida natural y auténtica. La exclamación retórica de los versos 17 al 22 muestra muy bien la exaltación y emoción que siente el yo poético al contemplarla. Y no lo ha dicho todo, como se aprecia en la suspensión del verso 22.

Cierra el poema una petición, acaso súplica, o deseo: que el poeta Juan Ramón Jiménez, que ya ha demostrado muy bien cuán buen observador y amante de la naturaleza es, a través de su libro Platero y yo “pulse por ti su lira franciscana” (v. 22), es decir, que cante con delicadeza y verdad toda la belleza que este humilde lepidóptero lleva consigo, casi sin ser consciente de ello.

Estamos ante otro poema bellísimo, de impecable factura. La descripción interiorizada que realiza de la mariposa “serrana” es muy sentida y convincente. El yo poético aprecia la belleza natural, la verdad auténtica de un humilde animal que aporta armonía y luz al mundo. Solo desea que un gran poeta como Juan Ramón Jiménez sepa pasar a poesía toda esa belleza natural que se contiene en el lepidóptero.


CXLIII


DESDE MI RINCÓN


ELOGIOS


Al libro Castilla, del maestro “Azorín”,

con motivos del mismo.


Con este libro de melancolía                         1

toda Castilla a mi rincón me llega;

Castilla la gentil y la bravía

la parda y la manchega.

¡Castilla, España de los largos ríos                5

que el mar no ha visto y corre hacia los mares;

Castilla de los páramos sombríos,

Castilla de los negros encinares!

Labriegos transmarinos y pastores

trashumantes —arados y merinos—,             10

labriegos con talante de señores,

pastores de color de los caminos.

Castilla de grisientos peñascales,

pelados serrijones,

barbechos y trigales,                                  15

malezas y cambrones.

Castilla azafranada y polvorienta,

sin montes, de arreboles purpurinos.

Castilla visionaria y soñolienta

de llanuras, viñedos y molinos.                   20

Castilla —hidalgos de semblante enjuto,

rudos jaques y orondos bodegueros—,

Castilla —trajinantes y arrieros

de ojos inquietos, de mirar astuto—,

mendigos rezadores,                                  25

y frailes pordioseros,

boteros, tejedores,

arcadores, perailes, chicarreros,

lechuzos y rufianes,

fulleros y truhanes,                                    30

caciques y tahúres y logreros.

¡Oh venta de los montes! — Fuencebada,

Fonfría, Oncala, Manzanal, Robledo—.

¡Mesón de los caminos y posada

de Esquivias, Salas, Almazán, Olmedo!       35

La ciudad diminuta y la campana

de las monjas que tañe, cristalina...

¡Oh, dueña doñeguil tan de mañana

y amor de Juan Ruiz a doña Endrina!

Las comadres —Gerarda y Celestina—.        40

Los amantes —Fernando y Dorotea—.

¡Oh casa, oh huerto, oh sala silenciosa!

¡Oh divino vasar en donde posa

sus dulces ojos verdes Melibea!

¡Oh jardín de cipreses y rosales,                 45

donde Calisto ensimismado piensa,

que tornan con las nubes inmortales

las mismas olas de la mar inmensa!

¡Y este hoy que mira a ayer; y este mañana

que nacerá tan viejo!                                     50

¡Y esta esperanza vana

de romper el encanto del espejo!

¡Y esta agua amarga de la fuente ignota!

¡Y este filtrar la gran hipocondría

de España siglo a siglo y gota a gota!               55   

¡Y esta alma de Azorín... y esta alma mía

que está viendo pasar, bajo la frente,

de una España la inmensa galería,

cual pasa del ahogado en la agonía

todo su ayer, vertiginosamente!                      60

Basta, Azorín, yo creo

en el alma sutil de tu Castilla,

y en esa maravilla

de tu hombre triste del balcón, que veo

siempre añorar, la mano en la mejilla.            65

¡Contra el gesto del persa, que azotaba

la mar con su cadena;

contra la flecha que el tahúr tiraba

al cielo, creo en la palabra buena.

Desde un pueblo que ayuna y se divierte,         70

ora y eructa, desde un pueblo impío

que juega al mus, de espaldas a la muerte,

creo en la libertad y en la esperanza,

y en una fe que nace

cuando se busca a Dios y no se alcanza,           75

y en el Dios que se lleva y que se hace.


ENVÍO


¡Oh tú, Azorín, que de la mar de Ulises

viniste al ancho llano

en donde el gran Quijote, el buen Quijano,

soñó con Esplandianes y Amadises;                  80

buen Azorín, por adopción manchego,

que guardas tu alma ibera,

tu corazón de fuego

bajo el recio almidón de tu pechera

—un poco libertario                                         85

de cara a la doctrina,

¡admirable Azorín, el reaccionario

por asco de la greña jacobina!—;

pero tranquilo, varonil —la espada

ceñida a la cintura                                          90

y con santo rencor acicalada—,

sereno en el umbral de tu aventura!

¡Oh, tú, Azorín, escucha: España quiere

surgir, brotar, toda una España empieza!

¿Y ha de helarse en la España que se muere?    95

¿Ha de ahogarse en la España que bosteza?

¡Para salvar la nueva epifanía

hay que acudir, ya es hora,

con el hacha y el fuego al nuevo día.

Oye cantar los gallos de la aurora.             100


Baeza, 1915


Exégesis

Tema: recreación emocional de Castilla, admirada y desdeña a partes iguales, para la que se desea un futuro esplendoroso de renovación e impulso hacia el futuro. 

Aspectos métricos: los cien versos de este poema son endecasílabos (la mayoría) o heptasílabos. Como si fueran de arte mayor todos los versos, cosa falsa, podemos establecer la siguiente rima: cinco serventesios (1-20); un cuarteto (21-24); serventesio (25-28); cuarteto (32-35); serventesio (36-39); verso de enlace (40); cuarteto (41-44); tres serventesios (45-56); dos cuartetos (57-64); verso de enlace (65); un serventesio (66-69); un terceto (70-72); un serventesio (73-76); un cuarteto (77-80); y, finalmente, cinco serventesios (81-100). Como se puede apreciar, la perfección formal es casi increíble. La facilidad versificadora resulta admirable. El conjunto posee una cadencia grave, sostenida y seria. El ritmo es constante y no desfallece en ningún momento. 

Rasgos estilísticos: este largo y sostenido poema es una descripción emocional de Castilla. El yo poético recrea sentimentalmente la tierra castellana cuando ya está lejos de ella. Veamos las secciones de contenido:

La primera está constituida por los dos primeros versos. Explica que el motivo de que, de golpe, venga melancólicamente a su mente y corazón Castilla es la lectura del libro Castilla, de Azorín.

La segunda sección está conformada por los versos 3-20. El yo poético describe físicamente Castilla la Vieja y Castilla la Nueva. Se fija en los largos ríos, las llanuras pardas interminables, solo recorridas por los pastores y labriegos. Se fija en los colores de la tierra y selecciona ciertos elementos geográficos o vegetales: peñascales, serrijones, barbechos, trigales, malezas y cambrones (vv. 13-16). La exclamación retórica de los veros 4-7 muestran la emoción que el yo poético aplica a su visión, honda e intimista. Los versos que cierran esta parte es más interpretativa: “Castilla visionaria y soñolienta / de llanuras, viñedos y molinos”. Nótese los rasgos espirituales que aporta el poeta; se trata de una metonimia al adjudicar a la tierra los rasgos de sus habitantes. Se percibe muy bien el aprecio del poeta por la tierra castellana.

La tercera sección la forman los versos 21-31. Se trata de una larga enumeración de los oficios más comunes de la tierra castellana; nombra diecinueve oficios, a veces tipos sociales, o formas de estar en el mundo. Casi todos son negativos porque se trata de gente apicarada, tramposa y arrufinada. Aquí no hay exclamaciones, solo una enumeración que parece una letanía; empieza bastante bien (“hidalgos de semblante enjuto”, v. 21) y acaba mal (“caciques y tahúres y logreros”, v. 31). El polisíndeton da la sensación de amontonar oficios o tipos que ya saturan toda la tierra. 

La cuarta sección abarca de los versos 32 a 48. Consiste en la imbricación de ciertos lugares (ventas, mesones y ciudades pequeñas) con las gentes que las habitan, pero vistas a través de un prisma literario. Primero aparecen lugares, con su correspondiente topónimo, de Castilla la Vieja, como de la Nueva. Recrea personajes del Libro de buen amor, de Juan Ruiz, arcipreste de Hita; sigue con La Celestina, de Fernando de Rojas; también hay una alusión al Quijote, a través de Fernando y Dorotea. No nombra la obras o los autores, sino a los personajes, sorprendidos en su quehacer cotidiano, tal y como aparecen en las obras. Las seis exclamaciones retóricas ocupan toda la sección. Todas comienzan por “¡Oh...”, formando anáforas y paralelismos de extraordinaria expresividad.   

En la quinta sección (49-60) el yo poético se coloca en un presente inmediato (“este hoy”). Ya no se deja llevar por la ensoñación, sino que analiza el presente castellano, alcanzando resultados negativos. Castilla dormita envuelta en su pobreza y miseria, tanto material como espiritual, incapaz de reaccionar y levantarse de prostración. Ve pasar por su mente esta España (metonimia de Castilla, o al revés, tanto da; el poeta las utiliza de los dos modos) miserable y le duele en el alma, como le ocurre a Azorín. Las oraciones exclamativas que comienzan anafóricamente con “¡Y este…” dan un sentido trágico, como de desesperación. Lo que ve no le gusta, pero no lo puede cambiar. El sufrimiento interno es fuerte, pero todo está como paralizado, condenado a ser como es, sin posibilidad de redención. Los versos “¡Y este hoy que mira a ayer; y este mañana / que nacerá tan viejo! (49-50) resumen a la perfección la angustia del yo poético por una tierra que levanta cabeza.

La sexta sección (vv. 61-76) adquiere un tono dialógico entre el yo poético y Azorín. Aquel ha llenado su alma y su mente de todos los elementos negativos que ha apreciado en la tierra castellana, o española, podríamos decir a estas alturas del poema. Le pide a su amigo escritor una reacción conjunta ante la vulgaridad, la desidia y la abulia irresponsable de la gente castellana. El yo poético habla por primera vez en primera persona: “creo en la libertad y la esperanza” (v. 73). Reivindica la necesidad de la ilusión, la fe y la esperanza de levantar a Castilla de su prostración a base de trabajo y laboriosidad. Frente a la vulgaridad abúlica colectiva, el yo poético se propone reaccionar con energía y fe en un Dios que está al lado de los trabajadores y activos, poseedores de nobles ilusiones. 

La última sección temática está constituida por el “Envío” (vv. 77-100); es la parte donde se consigna el destinatario y la naturaleza del escrito. El yo poético realiza una etopeya sentida y laudatoria de Azorín, que ha adoptado La Mancha de don Quijote dejando atrás el Mediterráneo. Lo dibuja como un hombre sereno, apasionado y reaccionario. Le solicita que lo escuche; le desea comunicar que una nueva España está a punto de nacer, brillante, activa e ilusionada. Le pide a su amigo que acuda con él al nacimiento de esa nueva patria, pertrechados con “el hacha y el fuego”, es decir, un instrumento o arma (para trabajar o para eliminar inconvenientes) y luz para calentarse e iluminar el nuevo camino que se intuye feliz y dichoso. Ya está ahí, es inevitable el amanecer de esta nueva nación española, como se expresa en el verso final: “Oye cantar los gallos de la aurora” (v. 100).

Estamos ante un bellísimo poema, denso y muy incisivo. Presenta una parte de descripción subjetiva y emocionalmente comprometida; y ello referido al paisaje y al paisanaje. Pero pronto se torna en una reflexión sobre la tierra castellana, valga decir, española. Transita hacia la valoración personal, de tono muy negativo. Pero el poema no es destructivo, sino constructivo. Machado adivina un mañana mejor para España; está forjado en el trabajo, la actividad bien dirigida y la fe en un destino no tan negro como el presente castellano que describe. El compromiso cívico de Machado con su país es total e intenso. En esa dinámica, invita a su amigo Azorín a colaborar con él en la construcción de esa nueva España. Lo que parecía un mero elogio a un amigo, se torna en una descripción intimista y sentida, pues Machado ama a España. E inmediatamente se transforma en una llamada a la acción para levantar un país mejor, en lo material y en lo espiritual.


CXLIV


UNA ESPAÑA JOVEN


... Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,   1

la malherida España, de Carnaval vestida

nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,

para que no acertara la mano con la herida.

Fue ayer; éramos casi adolescentes; era                              5 

con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,

cuando montar quisimos en pelo una quimera,

mientras la mar dormía ahíta de naufragios.

Dejamos en el puerto la sórdida galera,

y en una nave de oro nos plugo navegar                              10

hacia los altos mares, sin aguardar ribera,

lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.

Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño —herencia

de un siglo que vencido sin gloria se alejaba—

una alba entrar quería; con nuestra turbulencia                 15

la luz de las divinas ideas batallaba.

Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;

agilitó su brazo, acreditó su brío;

dejó como un espejo bruñida su armadura

y dijo: "El hoy es malo, pero el mañana... es mío."       20

Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda,

con sucios oropeles de Carnaval vestida

aun la tenemos: pobre y escuálida y beoda;

mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.

Tú juventud más joven, si de más alta cumbre             25

la voluntad te llega, irás a tu ventura

despierta y transparente a la divina lumbre,

como el diamante clara, como el diamante pura.


Exégesis


Tema: apelación o invocación a la juventud española para que tome el rumbo del país para construir un país más próspero, feliz y dichoso.

Aspectos métricos: los veintiocho versos del poema son alejandrinos (tetradecasílabos). Riman formando serventesios (ABAB), pero cambiando la rima en cada uno de ellos. La musicalidad es poderosa y grave, además de solemne.

Rasgos estilísticos: estamos ante otro poema de corte cívico y patriótico. Machado siempre tuvo una enorme preocupación por el presente y el futuro de España. Este poema es como una lección de historia para los jóvenes. A través de ella pueden comprender la envergadura de la misión patriótica que les aguarda. El poema comienza con una suspensión, indicando que todo viene de mucho más atrás, pero en algún momento ha de empezar. No precisa el tiempo histórico en el arranca su “relato”. Acaso en el siglo XIX, con Fernando VII (1808); acaso más adelante, a partir de la restauración con Alfonso XII (1874). Presenta una España borracha, violenta, pobre y desnortada. Lo hicieron sus enemigos intencionadamente, para que la gente no pudiera pensar ni reaccionar. “Fue ayer” (v. 5) indica que se refiere a un pasado reciente. Acaso alude a la Primera República (“cuando montar quisimos en pelo una quimera”, v. 7). Fue una tarea imposible.

Y explica el fracaso (vv. 9-20). La población se lanzó a una gran aventura, pero sin precaución. Todo parecía que iba bien, como navegando en “una nave de oro”. Pero los marineros arrojaron al mar el timón, velas y anclas. La nave avanzaba sin rumbo, desnortada. La gente siguió sus “locuras” (codicia, vanidad, etc.; no lo sabemos exactamente). Muchos trataron, con optimismo, de enderezar el rumbo, soñando con un futuro mejor. 

En el verso 21 comienza el último apartado temático del poema, claramente separado de lo anterior. Los verbos pasan a tiempo presente. ¿Cuál es el presente del yo poético, desde el que escribe? Pues nada halagüeño. España sigue borracha, sucia, desnutrida y repelente. El vino que provocó la beodez es “la sangre de su herida” (v. 24), es decir, sus guerras civiles por la incapacidad de los españoles de vivir en paz. 

En el verso 25 comienza una invocación o apóstrofe a la juventud para que reacciones y tome el mando de la situación, buscando enderezar el rumbo de esa nave perdida en un mar turbulento. La juventud ha de ver la luz pura y transparente que guíe sus actos para construir una España mejor. El último verso es muy emotivo. La lumbre que ilumine el camino de la nación ha de ser “como el diamente clara, como el diamante pura” (v. 28). El yo poético cree en un futuro luminoso y glorioso, pero guiado ya por las nuevas generaciones. Es necesario despertar de la modorra y de la enajenación alcohólica y ponerse a trabajar por la construcción de un país mejor, más noble, hacendoso y puro. 

El tono del poema es vivo y fuerte. La parte narrativa inicial, más pausada, da paso a un final invocativo, para que la juventud reaccione y cree una España mejor. Estamos ante un bello poema de tono cívico, con un fondo amargo, pero esperanzado. El ritmo grave y solemne invita a la reflexión y, finalmente, a la acción, para ganar un futuro colectivo mejor.


CXLV


ESPAÑA EN PAZ


En mi rincón moruno, mientras repiquetea                    1

el agua de la siembra bendita en los cristales,

yo pienso en la lejana Europa que pelea,

el fiero Norte, envuelto en lluvias otoñales.


Donde combaten galos, ingleses y teutones,                  5

allá, en la vieja Flandes y en una tarde fría,

sobre jinetes, carros, infantes y cañones

pondrá la lluvia el velo de su melancolía.


Envolverá la niebla el rojo expolario

—sordina gris al férreo claror del campamento—,          10

las brumas de la mancha caerán como un sudario

de la flamenca duna sobre el fangal sangriento.


Un César ha ordenado las tropas de Germania

contra el francés avaro y el triste moscovita,

y osó hostigar la rubia pantera de Britania.                     15

Medio planeta en armas contra el teutón milita.


¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,

odiada por las madres, las almas entigrece;

mientras la guerra pasa, ¿quién sembrará la tierra?

¿Quién segará la espiga que junio amarillece?                  20


Albión acecha y caza las quillas en los mares;

Germania arruina templos, moradas y talleres;

la guerra pone un soplo de hielo en los hogares,

y el hambre en los caminos, y el llanto en las mujeres.


Es bárbara la guerra y torpe y regresiva;                          25

¿Por qué otra vez a Europa esta sangrienta racha

que siega el alma y esta locura acometiva?

¿Por qué otra vez el hombre de sangre se emborracha?


La guerra nos devuelve las podres y las pestes

del Ultramar cristiano; el vértigo de horrores                    30

que trajo Atila a Europa con sus feroces huestes;

las hordas mercenarias, los púnicos rencores;

la guerra nos devuelve los muertos milenarios

de cíclopes, centauros, Heracles y Téseos;

la guerra resucita los sueños cavernarios                           35

del hombre con peludos mammuthes giganteos.


¿Y bien? El mundo en guerra y en paz España sola.

¡Salud, oh buen Quijano! Por si este gesto es tuyo,

yo te saludo. ¡Salve! Salud, paz española,

si no eres paz cobarde, sino desdén y orgullo.                   40


Si eres desdén y orgullo, valor de ti, si bruñes

en esa paz, valiente, la enmohecida espada,

para tenerla limpia, sin tacha, cuando empuñes

el arma de tu vieja panoplia arrinconada;

si pules y acicalas tus hierros para, un día,                       45

vestir de luz, y erguida: heme aquí, pues, España,

en alma y cuerpo, toda, para una guerra mía,

heme aquí pues, vestida para la propia hazaña,

decir, para que diga quien oiga: es voz, no es eco,

el buen manchego habla palabras de cordura;                  50

parece que el hidalgo amojamado y seco

entró en razón, y tiene espada a la cintura;

entonces, paz de España, yo te saludo.

 Si eres 

vergüenza humana de esos rencores cabezudos                

con que se matan miles de avaros mercaderes,                55

sobre la madre tierra que los parió desnudos;

si sabes como Europa entera se anegaba

en una paz sin alma, en un afán sin vida,

y que una calentura cruel la aniquilaba,                          

que es hoy la fiebre de esta pelea fratricida;                    60

si sabes que esos pueblos arrojan sus riquezas

al mar y al fuego —todos— para sentirse hermanos

un día ante el divino altar de la pobreza,

gabachos y tudescos, latinos y britanos,                           

entonces, paz de España, también yo te saludo,               65

y a ti, la España fuerte, si, en esta paz bendita,                 

en tu desdeño esculpes como sobre un escudo,

dos ojos que avizoran y un ceño que medita.


                                      Baeza, 10 de noviembre de 1914


Exégesis

Tema: lamento por la Primera Guerra Mundial y loa de la paz de España, que puede servir para restaurar la cordura en Europa.

Aspectos métricos: los versos alejandrinos forman serventesios (por su rima: ABBA). El verso 54 es anómalo y rompe totalmente el ritmo; es un bisílabo que remarca la significación especial de la oración condicional que arranca con él. La distribución por estrofas, irregular en cuanto a la cantidad de versos de cada una, obedece más bien a un criterio sintáctico: se cambia de estrofa donde hay un punto (seguido, o y aparte, según como lo queramos entender) al final del verso.

Rasgos estilísticos: el poema es largo y denso, pues se trata de una reflexión negativa sobre la guerra. Se pueden apreciar varias secciones temáticas bien claras:

-Los versos 1-16 forman una primer apartado en el que pinta y narra los horrores de la Primera Guerra Mundial. El yo poético nos dice dónde está: “en mi rincón moruno”, es decir, en Baeza, donde vive Machado. Explica y enmarca la Gran Guerra: alemanes (“teutones”) contra galos, ingleses y otros aliados; indica los tipos de armamentos y de soldados, el tiempo desapacible en el que se desarrollan los combates. El verso 16 (“Medio planeta en armas contra el teutón milita.”) resume este apartado perfectamente; todos contra los alemanes, en definitiva. Califica muy negativamente a todos los contendientes, adjudicándoles vicios que, en cierto modo justifican la guerra. Los franceses son avaros; los rusos, tristes; los ingleses son identificados con la “rubia pantera”, es decir, sigilosos, rápidos y traidores.

-Los versos 17- 36 forman una segunda sección. Se trata de una reflexión, a veces teórica, a veces más práctica, sobre los horrores de las guerras. Los calificativos negativos se acumulan, expresión del rechazo a la guerra del yo poético. Trae sufrimiento, muerte, hambre, destrucción de las casas y caminos y, en fin, miseria para todos. El verso 25 la resume muy bien:  “Es bárbara la guerra y torpe y regresiva”. Se pregunta, a través de dos interrogaciones retóricas, las causas de esta guerra, pero no encuentra respuestas. Continúa con los efectos bélicos, vistos desde una perspectiva histórica. La expansión del cristianismo (creemos que es una alusión al Imperio español) trajo sufrimientos. Cita a Atila, a personajes mitológicos (Heracles y Teseo), e incluso se remonta a la prehistoria más antigua, cuando el hombre vivía en las cavernas y luchaba contra “peludos mammuthes giganteos” (v. 36). El yo poético, pues, constata que la guerra siempre ha existido, con sus consecuencias de dolor y destrucción. La desaprueba y la critica.

-Los versos 37-53 constituyen una tercera sección temática. El yo poético saluda a España y su paz. Le pone como condición que su neutralidad política sea auténtica y valiente, no fingida ni producto de la cobardía. Menominiza a España en la figura de don Quijote “”buen Quijano”). Establece una larga condición para admirar y compartir la paz española, su neutralidad política y no beligerancia: que sea por convicción, no por oportunismo, y que sirva para contribuir a la paz, aunque preparados para la guerra (“espada a la cintura”). Repite las palabras “Salud”, “Salve” y “yo te saludo”, en esta sección. Es un indicio claro del recibimiento positivo y hasta exaltatorio de la paz española.

 -Los versos 54-68 conforman el cuarto y último bloque temático. El comienzo es muy significativo. El yo poético recalca la condición, a través de la expresión “Si eres”, que forma un verso por sí mismo, rompiendo el ritmo anterior y posterior del poema. Establece un expresivo contraste entre la guerra, producto de “esos rencores cabezudos” (v. 54) con la “paz bendita” (v. 66) que impera en España. Hurga todavía en los causantes de la guerra: los “avaros mercaderes” (v. 55) que buscan el lucro por encima de todo. El yo poético afirma que si España sabe que su paz puede ser un ejemplo para los contendientes, para que se sientan “hermanos” (v. 62).  Desea, finalmente, el yo poético que la paz española sea producto de la atención a la realidad y la reflexión, es decir, una reacción meditada sobre el mundo. Lo expresa a través de una hermosa metáfora, que ocupa los dos últimos versos: “en tu desdeño esculpes como sobre un escudo, / dos ojos que avizoran y un ceño que medita”.

Todo el poema posee un tono imprecatorio muy intenso. Se dirige a las naciones en guerra, a los causantes, a los perjudicados; pero, principalmente, invoca a España, abrazando su paz noble, firme y benéfica para todos; solo con que sirva de ejemplo para los países contendientes, ya es bastante modelo a imitar. La apóstrofe es el recurso principal del poema, pues la invocación repetida a España, con sus largas condiciones (expresadas pro paralelismos, anáforas y derivaciones bastante frecuentes) predominan e imprimen el tono general del poema. 

La composición está logradísima. Mantiene un nivel invocativo alto y enérgico del principio al fin. Se mezcla con descripciones y reflexiones sobre los males de la guerra. Y, siempre al lado, el rechazo a la guerra como modo de resolver conflictos. No solo no los soluciona, sino que trae más, con grandes dosis de dolor y destrucción.




CXLVI


Flor de santidad.-Novela milenaria,

por D. Ramón del Valle-Inclán.


Esta leyenda en sabio romance campesino,            1

ni arcaico ni moderno, por Valle-Inclán escrita,

revela en los halagos de un viento vespertino,

la santa flor de alma que nunca se marchita.

Es la leyenda campo y campo. Un peregrino           5

que vuelve solitario de la sagrada tierra

donde Jesús morara, camina sin camino,

entre los agrios montes de la galaica sierra.

Hilando, silenciosa, la rueca a la cintura,              

Adega, en cuyos ojos la llama azul fulgura             10

de la piedad humilde, en el romero ha visto

al declinar la tarde, la pálida figura,

la frente gloriosa de luz y la amargura

de amor que tuvo un día el SALVADOR DOM. CRISTO.  


Exégesis

Tema: recreación emocional y admirativa del contenido de la novela Flor de santidad, de Valle-Inclán.

Aspectos métricos: el poema de catorce versos alejandrinos presenta la siguiente rima: los ocho primeros versos forman dos serventesios (ABAB). Luego aparece un pareado (vv. 9-10). Los cuatro últimos versos constituyen un cuarteto.

Rasgos estilísticos: el yo poético alaba el contenido de la obra de Valle-Inclán: es una “leyenda”, es decir, enraizada en el folclore más popular; y se ha transmitido de un modo auténtico: el “romance”, la forma más perfecta de la literatura, según Machado expresó en varias ocasiones. 

Ensalza también el ambiente rural de la obra (“campo y campo”), donde radica el núcleo de los pueblos. Alude a los dos personajes centrales, un peregrino y Adega. Esta tiene una visión, mientras hila: ve acercarse al peregrino y lo confunde con el mismo Jesucristo. Presenta una breve prosopografía e, inmediatamente, una sugestiva etopeya reconcentrada en la metáfora paradójica “la amargura / de amor” (vv. 14-14). Esforzarse por lo noble hace sufrir; el amor va acompañado del dolor y, acaso, la decepción. El marco geográfico donde se desarrolla la acción es descrito magistralmente: “los agrios montes de la galaica sierra” (v. 8). No es un lugar muy apacible, más bien inquietante y duro.

El cierre del poema, con la oración las letras mayúsculas que suelen acompañar a las figuras de Jesucristo, “SALVADOR DOM. CRISTO”, imprimen un carácter severo, visual y un poco alucinatorio al conjunto. Las figuras que se crean en nuestra cabeza coinciden, al menos parcialmente, con las de Adega: la realidad es confusa y milagrosa, o milagrera. Este texto poético es bello porque comprime en muy pocas imágenes la novela de Valle-Inclán, concentrándose en su esencia un tanto mágica.



CXLVII


AL MAESTRO RUBÉN DARÍO


Este noble poeta, que ha escuchado         1

los ecos de la tarde y los violines

del otoño en Verlaine, y que ha cortado

las rosas de Ronsard en los jardines

de Francia, hoy, peregrino                        5

de un Ultramar de Sol, nos trae el oro

de su verbo divino.

¡Salterios del loor vibran en coro!

La nave bien guarnida,

con fuerte casco y acerada proa,              10

de viento y luz la blanca vela henchida

surca, pronta a arribar, la mar sonora.

Y yo le grito: ¡Salve! a la bandera

flamígera que tiene

esta hermosa galera                                 15

que de una nueva España a España viene.


Exégesis

Tema: salutación entusiasta y admirativa hacia el poeta nicaragüense Rubén Darío, con motivo de su llegada a España.

Aspectos métricos: entre los dieciséis versos del poema, alternan los versos endecasílabos con los heptasílabos. En la rima observamos: cuatro serventesios o, desde otra óptica, cuartetas (ABAB),

Rasgos estilísticos: Machado sentía una honda admiración por Rubén Darío; en el título lo califica de “maestro”, y en el primer verso, de “noble poeta”. Los unía además una firme amistad. Machado realiza una oda, o loa, reconociendo el talento poético del nicaragüense. Traza un perfil completo de este: su afición por la literatura francesa, en especial por Verlaine y Ronsard. Destaca la querencia por los ambientes dieciochescos, de refinamiento y lujo.

Pero pronto el yo poético se sitúa en su presente. Informa que Darío va rumbo a América, a su patria, nombrado metafóricamente como “Ultramar del Sol” (v. 6). La poesía de este poeta es valiosa y rica, equiparable al “oro / de su verbo divino” (vv. 6 - 7). Los coros cantan su excelencia poética, según imagina el yo poético; también lo “ve” surcando los mares en una recia nave, camino de España.

En el verso 13, el yo poético irrumpe en primera persona. Saluda al barco que trae al poeta a España. La “bandera flamígera” es una metáfora de la poesía rotunda y renovada de Darío. La repetición de “España”, haciendo un juego de palabras, casi dilogía, es hermoso y expresa la hermandad entre América y España y los lazos profundos que nos unen.

En conjunto, el poema es optimista y laudatorio. Existe una contención expresiva importante, pues Machado no se desparrama por los ditirambos empalagosos, sino que mide los elogios y, finalmente, destaca los lazos de unión entre ambas orillas del Atlántico.


CXLVIII


A LA MUERTE DE RUBÉN DARÍO


Si era toda en su verso la armonía del mundo,        1

¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?

Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,

corazón asombrado de la música astral,

¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno        5

y con las nuevas rosas triunfantes volverás?

¿Te han herido buscando la soñada Florida,

la fuente de la eterna juventud, capitán?

Que en esta lengua madre la clara historia quede;

corazones de todas las Españas, llorad.                  10

Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,

esta nueva nos vino atravesando el mar.

Pongamos, españoles, en un severo mármol,

su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:

Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,         15

nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.

                                                            

                                                         (1916)


Exégesis

Tema: alabanza póstuma al poeta Rubén Darío, o, dicho de otro modo, epitafio o panegírico fúnebre.

Aspectos métricos: los dieciséis versos del poema son alejandrinos. Riman los ocho primeros versos formando dos serventesios (ABAB). El verso 9 funciona de enlace; los versos 10-12 forman un terceto; los cuatro versos finales (13-16) conforman otro serventesio. La cadencia formada por esta hermosa combinación estrófica es bellísima. Se logra una musicalidad y un ritmo lento, grave, casi fúnebre, en correspondencia con el triste contenido del poema.

Rasgos estilísticos: el yo poético lamenta la muerte del poeta Rubén Darío. Como su poesía está llena de “armonía”, no debería haber ido a buscarla, con su muerte, a ningún otro lado. Es un modo de afirmar que no existía motivo para morir tan joven. Califica metafóricamente a Darío de excelente poeta, a través de las expresiones “Jardinero de Hesperia” (alude al Jardín de las Hespérides, un lugar mítico y paradisíaco, más o menos identificable con la Península Ibérica) y “ruiseñor de los mares” (v. 3). Aquí evoca el alma viajera de Darío, siempre trasladándose de un país a otro, tanto de Europa, como de América. La metáfora del verso 4 (“corazón asombrado de la música astral”) desea significar la intención de Darío de indagar en otras esferas de la existencia y en buscar trascendencia a la realidad material.

Se pregunta el yo poético si lo llevó el dios Dionisio, el dios de la fiesta y el vino, al infierno. No duda el yo poético de que volverá de tan lúgubre lugar “triunfante”, con su bella poesía resplandeciente. También se pregunta si fue herido buscando en la Florida la fuente de la eterna juventud, es decir, sueños y quimeras imposibles; es un tributo al afán de Darío por indagar sobre la belleza y el misterio.

En el verso 9 se verifica un cambio de tono. El yo poético pide que, en español, la lengua europea y americana, se establezca la verdadera historia de Dario, para que las personas lamenten su pérdida. Constata, al fin, que “Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro, / esta nueva nos vino atravesando el mar” (vv. 11-12). Es como un reconocimiento de que la muerte es verdadera y la realidad, dura y áspera. El último serventesio, bellísimo en su factura, es una petición dirigida por el yo poético a los españoles: hemos de levantar una lápida con el nombre de Rubén Darío, junto con su flauta y lira, metonimias de la poesía y la música, es decir la belleza verdadera. La inscripción acompañante debe expresar que nadie toque la lira si no es Apolo (dios de la Belleza y la poesía), ni la flauta si no es Pan (dios de la música). Es un modo de expresar que la poesía de Darío es, simplemente, divina. El paralelismo de los dos últimos versos aportan solemnidad y emoción contenida. 

El poema es hermoso, dolorido y melancólico. Una pieza de extraordinaria belleza, sin duda, en la que se refleja muy bien el dolor de Machado por la muerte de su admirado Rubén Darío.


CXLIX


A NARCISO ALONSO CORTÉS,

POETA DE CASTILLA


"Jam senior, sed creada deo viridisque senectu”.

VIRGILIO (Eneida)


Tus versos me han llegado a este rincón manchego,    1

regio presente en arcas de rica taracea,

que guardan, entre ramos de castellano espliego,

narciso de Citeres y lirios de Judea,

En tu árbol viejo anida un canto adolescente,             5

del ruiseñor de antaño la dulce melodía.

Poeta, que declaras arrugas en tu frente,

tu musa es la más noble: se llama Todavía.

Al corazón del hombre con red sutil envuelve

el tiempo, como niebla de río una arboleda,              10

¡No mires: todo pasa; olvida: nada vuelve!

Y el corazón del hombre se angustia... ¡Nada queda!

El tiempo rompe el hierro y gasta los marfiles.

Con limas y barrenas, buriles y tenazas,

el tiempo lanza obreros a trabajar febriles,                 15

enanos con punzones y cíclopes con mazas.

El tiempo lame y roe y pule y mancha y muerde;

socava el alto muro, la piedra agujerea;

apaga la mejilla y abrasa la hoja verde:

sobre las frentes cava los surcos de la idea.                 20

Pero el poeta afronta el tiempo inexorable,

como David al fiero gigante filisteo;

de su armadura busca la pieza vulnerable,

y quiere obrar la hazaña a que no osó Teseo.

Vencer al tiempo quiere. ¡Al tiempo! ¿Hay un seguro    25

donde afincar la lucha? ¿Quién lanzará el venablo

que cace esa alimaña? ¿Se sabe de un conjuro

que ahuyente ese enemigo, como la cruz al diablo?

El alma. El alma vence — ¡la pobre cenicienta,

que en este siglo vano, cruel, empedernido,                30

por esos mundos vaga escuálida y hambrienta!—

el ángel de la muerte y al agua del olvido.

Su fortaleza opone al tiempo, como el puente

al ímpetu del río sus pétreos tajamares;

bajo ella el tiempo lleva bramando su torrente,            35

sus aguas cenagosas huyendo hacia los mares.

Poeta, el alma sólo es ancla en la ribera,

dardo cruel y doble escudo adamantino;

y en el diciembre helado, rosal de primavera;

y sol del caminante y sombra del camino.                      40

Poeta, que declaras arrugas en tu frente,

tu noble verso sea más joven cada día;

que en tu árbol viejo suene el canto adolescente,

del ruiseñor eterno la dulce melodía.


Venta de Cárdenas, 24 de octubre.


Exégesis

Tema: loa al poeta y profesor Narciso Alonso Cortés, que ha sabido, con su poesía y obras, luchar contra el tiempo y ensalzar los valores eternos del alma.

Aspectos métricos: los cuarenta y cuatro versos de este poema son alejandrinos. Riman formando serventesios (ABAB). Crean un ritmo firme y sereno, junto con una melodia fluyente y tranquila.

Rasgos estilísticos: el poema presenta cuatro secciones bastante bien delimitadas:

-La primera (vv. 1-8) sirve de presentación del poeta homenajeado y le dedica una loa por su literatura exquisita. Pero primero se presenta el yo poético, que afirma estar en un “rincón manchego” (luego sabremos que es Venta de Cárdenas, en Ciudad Real, frontero a Despeñaperros). Reconoce como valores fundamentales de la literatura de Alonso Cortés la autenticidad, la incorporación de la tradición y la nobleza. Esto es joven, en contra de lo que pudiera pensarse.

-La segunda sección temática (vv. 9-20) es una larga y dolorosa reflexión sobre los estragos del tiempo. El paso de los días y años acaba con todo proyecto, destruye toda vida, idea o ilusiones. Lo presenta como un ejército destructor al que nada se le resiste. Apostrofa al hombre varias veces, aconsejándole que no se enfrente al tiempo, pues siempre perderá esa confrontación. El verso 17 resume muy bien la aplastante y destructora realidad del tiempo: “El tiempo lame y roe y pule y mancha y muerde”. Cada verbo es una metáfora de la dolorosa condición humana, temporal y efímera. 

-El tercer bloque de contenido (vv. 21-28) introduce cierto optimismo. Nos advierte que alguien lucha contra el monstruo del tiempo; es el poeta, un David contra un Goliat. A través de dos interrogaciones retóricos y otras dos exclamaciones, el yo poético se muestra incrédulo acerca de las posibilidades de vencer al tiempo por parte del poeta. Pero no todo está perdido, si hubiera algo que supiera luchar contra el tiempo.

-El cuarto bloque de contenido (vv. 29-36) explica cuál es el “conjuro” que puede vencer al tiempo: es el alma, esa “pobre cenicienta” vilipendiada y preterida, pero fuerte y serena en su diamantino fulgor. Señala que su fortaleza se opone exitosamente al tiempo y logra sostener sus embates. Realiza una bella analogía del alma con los tajamares de los puentes, que se oponen con firmeza a las corrientes impetuosas del agua. El “alma vence” (v. 29), afirma rotundamente; hay, pues un modo de vencer al tiempo, aunque no fácil, más en el siglo “vano, cruel, empedernido” de los días del yo poético.

-El quinto y último bloque de contenido (vv. 37-44) son dos apóstrofes al poeta celebrado, Alonso Cortés. En cada serventesio aborda dos facetas del éxito del alma sobre el tiempo. En el primero, afirma rotundo que el alma, en efecto, preserva la belleza y revitaliza, alimentando, al hombre. Una serie de metáforas del mundo natural (“rosal de primavera”, “sol del caminante y sombra del camino”, vv. 39 y 40) alaban las virtudes del alma y su capacidad para vencer al tiempo. En el último serventesio anima a Alonso Cortés, autor de poesía grave, como antigua, a seguir el camino de la fortaleza literaria, para que su “noble verso sea más joven cada día” (v. 42), es decir, que aporte una lección de vida a los lectores. Frente al “árbol viejo” del poeta, le pide que en él no falte el “canto adolescente” y la “dulce melodía” poética que ha sabido fabricar. Este cierre es algo ambiguo. No se refiere tanto a la edad del poeta Alonso Cortés (Valladolid, 1875 - 1972), coetáneo de Machado, cuanto a su tipo de poesía, de corte tradicional y rural. El yo poético lo anima a mantener la frescura y lozanía poética en sus obras.

Como hemos podido ver, este hermoso poema es una loa a Alonso Cortés, bastante comedida; pero se constituye, sobre todo, en una reflexión sobre el tiempo, sus estragos y las bondades del alma como una fuerza que lo puede resistir. Y es el poeta el llamado a recordar a los lectores y público en general estas verdades importantes, pero olvidadas. La musicalidad y armonía del poema son extremas, muy bien acompasadas con el contenido grave, serio y transcendental. 


CL


MIS POETAS


El primero es Gonzalo de Berceo llamado,           1

Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,

que yendo en romería acaeció en un prado,

y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.

Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,        5

y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oría,

y dijo: Mi dictado non es de juglaría:

escrito lo tenemos; es verdadera historia.

Su verso es dulce y grave; monótonas hileras

de chopos invernales en donde nada brilla;          10

renglones como surcos en pardas sementeras,

y lejos, las montañas azules de Castilla.

El nos cuenta el repaire del romero cansado;

leyendo en santorales y libros de oración,

copiando historias viejas, nos dice su dictado,     15

mientras le sale afuera la luz del corazón.


Exégesis

Tema: alabanza a la excelencia literaria de Gonzalo de Berceo.

Aspectos métricos: los dieciséis versos alejandrinos riman formando cuatro serventesios (ABAB). Forman una cadencia suave, un ritmo lento, pero seguro en su avance y muy musical.

Rasgos estilísticos: Machado elige al poeta medieval Gonzalo de Berceo para dedicarle un “elogio” abierto y laudatorio. Lo hace protagonista del prólogo de los Milagros de Nuestra Señora (un peregrino que llega a un prado y allí comprende la gloria de Dios y la Virgen). Recuerda también las obras que compuso (además de los milagros de la Virgen, cuatro hagiografías). Parafrasea dos versos de Berceo (“Mi dictado non es de juglaría: / escrito lo tenemos”. Machado, a través del yo poético, realiza un pequeño ejercicio de crítica literaria. Le gustan las obras de Berceo porque “Su verso es dulce y grave” (v. 9); esta sinestesia encierra la alta valoración de Machado por el mester de juglaría de Berceo. Identifica la literatura de Berceo con dos bellas imágenes: las “hileras de chopos invernales” y los surcos de un sembrado castellano. Transmiten muy bien la sensación de avance, aparentemente monótono, pero expresivo y vivo, de la poesía de Berceo. Se cierra el poema con otra bellísima imagen: “mientras le sale afuera la luz del corazón” (v. 16). Afirma, de este modo, la autenticidad y honestidad de la literatura de Berceo. No trata de engañar a nadie, sino de reconfortar y alimentar el corazón del lector, o del oyente, que se acerca a su texto.

Vemos que Machado valora, por encima de de todo, la sencillez de Berceo, su cálido discurrir, severo y grave, pero popular; y, finalmente, la intención artística y espiritual de la poesía de Berceo. Eso es lo que que Machado expresa con la hermosa metáfora de “la luz del corazón”. Podemos afirmar que Machado imita, o se inspira, en el propio Berceo para componer su poema: sencillez elaborada, enraizamiento popular en la expresión y la expresión de la intuición, o certeza, de que la poesía debe transmitir “luz del corazón”, esto es, autenticidad y belleza.


CLI


A DON MIGUEL DE UNAMUNO


Por su libro Vida de Don Quijote y Sancho (1905)


Este donquijotesco                                       1

don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,

lleva el arnés grotesco

y el irrisorio casco

del buen manchego. Don Miguel camina,        5

jinete de quimérica montura,

metiendo espuela de oro a su locura,

sin miedo de la lengua que malsina.

A un pueblo de arrieros,

lechuzos y tahúres y logreros                         10

dicta lecciones de Caballería.

Y el alma desalmada de su raza,

que bajo el golpe de su férrea maza

aun duerme, puede que despierte un día.

Quiere enseñar el ceño de la duda,               15

antes de que cabalgue, al caballero;

cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda

cerca del corazón la hoja de acero.

Tiene el aliento de una estirpe fuerte

que sonó más allá de sus hogares,                 20

y que el oro buscó tras de los mares.

El señala la gloria tras la muerte.

Quiere ser fundador, y dice: Creo;

Dios y adelante el ánima española...

Y es tan bueno y mejor que fue Loyola:          25

sabe a Jesús y escupe al fariseo.


Exégesis

Tema: alabanza a Unamuno, concretada en su libro “Vida de don Quijote y Sancho”, destacando su enérgica actitud y su creencia en Dios y en el porvenir de España.

Aspectos métricos: en los veintiséis versos del poema alternan los endecasílabos con los heptasílabos. Podemos distinguir, en cuanto a la rima: dos serventesios (4-8), un pareado (9-10), un cuarteto (11-14), un serventesio (15-18) y dos cuartetos (19-26). El ritmo es firme, suave, melodioso y fluido. Imprime al poema una musicalidad llamativa y agradable.

Rasgos estilísticos: el yo poético opera de un modo original. Veamos cómo procede:

-Primero presenta una prosopografía de Unamuno (vv. 5-8): es vasco y cervantino, pues está imbuido de los ideales de don Quijote. De hecho, Unamuno viste como el hidalgo manchego. También camina aquel en una montura similar a la de este buscando los ideales y despreciando a los criticones y malsines.

-Una segunda sección (vv. 9-18) desvela el ideal unamuniano, que no es otro que enseñar a pensar y a vivir con nobleza y energía a los españoles; sobre estos, el yo poético trasmite una pésima impresión, pues los juzga de “arrieros, / lechuzos y tahúres y logreros” (vv. 9-10). Mal asunto desasnar a gente tan miserable y malvada, pero Unamuno es tenaz y ardiente, por lo que no cae en el desánimo. Desea Unamuno inculcar a estos turbios conciudadanos el efecto positivo de la duda, el significado del valor y de la muerte (lo hace utilizando, por antonomasia, las figuras de don Quijote y de Hamlet).   

-La tercera sección del poema vuelve a Unamuno y nos ofrece una etopeya intimista(vv.19-26). Lo presenta como un hombre enérgico y firme en sus principios e ilusiones, como hicieron muchos vascos en la época de la colonización de América, buscando el oro. Persigue una vida ultraterrena al lado de Dios, lo que lo ennoblece. Asimismo, insiste en su patriotismo sano y recio, basado en un cristianismo sereno y firme. La suspensión del verso 24 señala que podría seguir glosando las virtudes de tan insigne personajes. Lo compara con Ignacio de Loyola, superándolo Unamuno. El verso final insiste en su cristianismo intimista (“sabe a Jesús”) y su ardor buscando la verdad (“escupe al fariseo”).

El conjunto ofrece una imagen elogiosa y admirativa de Unamuno (sabemos que Machado y el vasco fueron amigos muy estrechos; su relación epistolar fue constante y rica). Machado señala muy bien dos notas de la personalidad de Unamuno: su ardor espiritual e intelectual y su espíritu cervantino, y también quijotesco, sin duda, para luchar por ideales nobles y espirituales que eleven el alma española, pero no es fácil, dado el escaso nivel cultural de la nación. El poema es hermoso y auténtico en su rara armonía entre el fondo y la forma.


CLII


A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


Por su libro Arias tristes (1903)


Era una noche del mes             1

de mayo, azul y serena.

Sobre el agudo ciprés

brillaba la luna llena,

iluminando la fuente                5

en donde el agua surtía

sollozando intermitente.

Sólo la fuente se oía.

Después, se escuchó el acento

de un oculto ruiseñor.               10

Quebró una racha de viento

la curva del surtidor.

Y una dulce melodía

vagó por todo el jardín:

entre los mirtos tañía               15

un músico su violín.

Era un acorde lamento

de juventud y de amor

para la luna y el viento,

el agua y el ruiseñor.                20

"El jardín tiene una fuente

y la fuente una quimera..."

Cantaba una voz doliente,

alma de la primavera.

Calló la voz y el violín             25

apagó su melodía.

Quedó la melancolía

vagando por el jardín.

Sólo la fuente se oía.


Exégesis


Tema: elogio intimista de Machado a Juan Ramón Jiménez, destacando la sensibilidad y belleza de su poesía.

Aspectos métricos: el poema está compuesto por veintinueve versos octosílabos. Según la rima, el poema está compuesto por seis cuartetas (1-24 y una quintilla (25-29). El poema posee una musicalidad ligera, como elevada y un poco vaporosa; el uso de las dos estrofas citadas contribuyen a ello.

Rasgos estilísticos: como ya hemos visto en los homenajes anteriores, Machado adopta el tono y las formas de la obra o del autor homenajeado. En este caso, adopta el fluir musical, vivo y ligero de Juan Ramón Jiménez en su obra Arias tristes. Se trata de un ambiente natural, un tanto etéreo, dominado por la melancolía, Se oye una música en un jardín en el que se levanta una fuente. Como se ve, el marco modernista, o mejor, postmodernista, es muy importante. Conviene recordar que, cuando Machado compuso esta obra, hacia 1904, todavía no había alcanzado la madurez poética que mostrará en Campos de Castilla; este poema fue incluido posteriormente; el estilo muestra a un Machado también postmodernista, muy influido por el simbolismo francés.

El poema presenta las siguientes secciones de contenido:

-Una primera (vv. 1-12) presenta un marco natural y primaveral. Corresponde la pintura a un jardín, con ciprés, surtidor, un ruiseñor que canta y, allá arriba, la luna llena en un cielo sereno.

-Una segunda (vv. 13-24) presenta a un personaje, un músico que toca una suave y hermosa melodía con su violín, acompañada de una letra triste y amarga. La acción la inicia una “racha de viento”, preludio de que algo va a suceder; en efecto, es el momento en que se escucha la canción. El músico identifica el jardín y la fuente con la tristeza, o acaso melancolía, que lleva en su interior, parece que amargo. Los dos versos entrecomillados (vv. 21-22) proceden de un poema de Juan Ramón Jiménez del libro reseñado por Machado. Nos enteramos, entonces, que se trata de la expresión de un amor desgraciado:  “Era un acorde lamento / de juventud y de amor (vv. 17-18).

-Una tercera (vv. 25-29) cierra la escena: el musico cesa en su canción. Solo queda flotando la “melancolía” entre el rumor de la fuente. Como se ve, casi es una escena novelesca, correspondiendo muy bien con las tres secciones del poema. El contenido es sentimental, intimista, vago, pero, después de todo, bastante narrativo en su marco general.

El conjunto del poema recuerda mucho al Machado de Soledades: simbolismo, naturaleza misteriosa como expresión de una vaga sensación de malestar, amargura, tristeza… El poema es bello por su subjetividad intimista y su musicalidad, muy cadenciosa y armónica.



Antonio Machado: sección “Proverbios y cantares”, en Campos de Castilla (1912-1917).



  1. PROPUESTA DIDÁCTICA PARA EL CONJUNTO DE LOS “PARÁBOLAS Y ELOGIOS”

(Estas actividades se pueden realizar en clase o en casa; de forma oral o escrita; de modo individual o en grupo. La ayuda de las herramientas TIC puede ser interesante. La plantilla de actividades se puede aplicar a un poema o a varios; el profesor puede modificar o introducir nuevas cuestiones, según el texto poético seleccionado).


2.1. Comprensión lectora

1) Resume el poema, anota su tema y sus apartados temáticos.

2) ¿Quién es el protagonista del poema, si así le podemos llamar, o a quién va dirigido?

3) ¿Qué tono presenta el poema? ¿Triste o alegre, optimista o pesimista?

4) Fíjate en el paisaje y en el marco temporal. Explica dónde se sitúa la acción poética. 

5) Realiza un estudio de la métrica y la rima del poema y establece la estrofa utilizada, en la medida de lo posible.

6) Localiza media docena de recursos estilísticos y explica cómo crean significado y belleza.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) ¿Crees que el poema refleja una experiencia real? Aporta razones.

2) ¿Podemos decir que el yo poético pretende reflexionar y lanzar un mensaje moral? En caso afirmativo, explícalo.

3) Explica si se puede discernir un sentido parabólico o alegórico en el texto.

4) ¿Qué posición adopta el yo poético ante el asunto planteado?

2.3. Fomento de la creatividad

1) Transforma el texto en un relato en prosa, acompañado de alguna anécdota, sobre el tema del poema. Puedes continuar la historia según te parezca oportuno.

2) Realiza una presentación ante la clase o la comunidad educativa, ayudándote de medios TIC, sobre la vida y la obra de Antonio Machado.

3) Imagina una entrevista de tu clase con Antonio Machado. Plantéale cuestiones sobre su poesía; puedes imaginar alguna respuesta y discutir su verosimilitud en clase.

4) Intenta pasar el escenario y el contenido del poema a la vida de hoy; puedes hacerlo a través de la pintura o de la literatura. 



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