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ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA- "Naufragios y comentarios"
1.
Bosquejo bio-bibliográfico
2. Naufragios y Comentarios: ¿obras históricas u obras literarias?
3.
La búsqueda de la fama y mercedes en los conquistadores del Nuevo Mundo: ¿signo
paradigmático de la mentalidad renacentista?
4.
Selección de textos significativos
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1. Bosquejo bio-bibliográfico
Nace
el conquistador y cronista Alvar Núñez Cabeza de Vaca entre 1487 y 1495 (por
ventura en 1492) en Jerez de la Frontera (Cádiz). Nieto de uno de los
conquistadores de las Islas Canarias, Pedro de Vera, en su entorno familiar
pudo encontrar ejemplos de cómo servir a su rey conquistando nuevas tierras
lejanas y así obtener mercedes en recompensa por su valor.
A
pesar de que algún estudioso de la figura de Cabeza de Vaca cree encontrar a
éste en Rávena (Italia) hacia 1511-12 enrolado en el ejército español que
Fernando el Católico había enviado en auxilio del Papa Julio II --esta es, en
efecto, la opinión de P.L. Croveto (1984)--, H. Sancho de Sopranis, gran
conocedor de la vida de Cabeza de Vaca, afirma que "el interesado
permanece de asiento en esta ciudad [Jerez de la Frontera] desde 1505 hasta
1517" (1963: 225). Huérfano de padre y madre ya en la fecha de 1509, se le
asigna un "curador" (tutor) en la persona de su tío Pedro de Vera.
Del
mismo modo que lo hemos comprobado en otros cronistas de Indias (por ejemplo en
Bernal Díaz), comenzamos a disponer de datos autobiográficos del autor que nos
ocupa en el momento en que el mismo interesado toma la pluma para relatar sus
hechos de conquista, omitiendo (parecería que deliberadamente) las circunstancias
de su entorno familiar de la infancia, así como de sus años de juventud y
primera madurez, hasta prácticamente el embarque para las Indias. Compendiar a
grandes rasgos la vida de Cabeza de Vaca desde este punto no es sino resumir
sus obras: Naufragios y Comentarios.
Partió,
pues, Cabeza de Vaca del puerto de San Lúcar de Barrameda enrolado en la armada
capitaneada por Pánfilo de Narváez (célebre enemigo acérrimo de Cortés, quien
le quebró un ojo en los avatares de la conquista de México) con intención de
conquistar la Florida, el 17 de junio de 1527, ejerciendo el cargo de tesorero
y alguacil mayor, como él mismo nos lo consigna en el primer capítulo de los Naufragios (1946: 517-18), donde relata
muy de raíz su jornada a la Florida.
Las cosas, sin embargo, no pudieron ir
peor: entre la ineptitud de Pánfilo de Narváez, la naturaleza inhóspita, la
renuencia, y aun ferocidad, de los indígenas hacia los invasores y las
adversidades climatológicas, la armada quedó reducida de seiscientos hombres
que salieron de Castilla a cuatro supervivientes (tres españoles y un hombre de
color) que, tras cerca de diez años de peregrinaje entres las distintas tribus
(donde ejercían de médicos-curanderos-taumaturgos) y tras atravesar todo el sur
de los Estados Unidos (de Florida a Texas), alcanzaron México, siendo así los
únicos supervivientes del desastre.
Regresa
Cabeza de Vaca a la Península en 1537, donde se presenta al Emperador, y le
ofrece su relación de la jornada (los célebres Naufragios). Mas no por ello se arredró el jerezano de emprender
nuevas aventuras: prepara bajo su único mando y responsabilidad una nueva
armada que se iba a dirigir al Río de la Plata, pues se sabía en España que los
restos de la armada de don Pedro de Mendoza estaban a punto de desaparecer si
no se les suministraba ayuda inmediata.
Parte,
en fin, con título de adelantado y con cargo de gobernador y capitán general,
desde Cádiz, el 2 de noviembre de de 1540, al mando de una armada de
cuatrocientos soldados "bien aderezados", según él mismo relata en
los Comentarios (1946: 549). El fin
de este segundo asalto a la fortuna no iba a ser menos desastrado (y de seguro
que más amargo) que el anterior. En efecto, se instala Cabeza de Vaca en
Asunción, tratando de establecer pactos de amistad con los naturales; por
supuesto, la búsqueda de oro y plata era la actividad más absorbente de los
españoles, lo que realizaban con más diligencia que la evangelización, pero con
poca fortuna.
De
la propia lectura de sus Comentarios,
se desprende que Cabeza de Vaca intentó lograr lo uno y lo otro (poblar y
enriquecerse) con más voluntad que acierto, de modo que en el proceso de una
enfermedad, en 1543, el contador Felipe de Cáceres ---junto con el veedor y el
tesorero de la colonia- instigó lo suficiente como para urdir con éxito una
rebelión, cuya cabeza visible era el capitán Domingo de Irala, si bien éste
parece que actuó más obligado por las circunstancias que por voluntad propia.
Fue
enviado Cabeza de Vaca a España en son de preso, en una carabela, donde le
quisieron dar "tósigo" (veneno). El Consejo de Indias ordenó el
encarcelamiento del veedor y el tesorero --el primero enloqueció poco después y
el segundo "murió muerte desastrada y súpita, que le saltaron los ojos de
la cara", nos informa rencoroso Cabeza de Vaca (597)-- y también el
gobernador depuesto ingresó en prisión. Relata E. de Vedia que "fue
también condenado Alvar Núñez a privación de oficio y a seis años de destierro
en Orán, con seis lanzas; apeló, y en revista salió libre, señalándosele dos
mil ducados de pensión en Sevilla. Retiróse a aquella ciudad, en la cual
falleció ejerciendo la primacía del consulado con mucha honra y quietud de su
persona, ignorándose el año de su muerte" (1946: XX).
Hay que descartar, con Sancho de Sopranis
(220), que Cabeza de Vaca acabara sus días como religioso (la confusión
sobrevino por la homonimia entre el nombre del conquistador y un fraile de
Jerez de vida poco recomendable; además, ambos poseían un deudo en común).
Algún estudioso --como J. Estruch (1982: 10)-- fecha su muerte hacia 1559, mas
no es nada seguro.
Nos
dejó Cabeza de Vaca dos obras: Naufragios
(Zamora, 1542) y Comentarios, cuya
redacción se debe al escribano y secretario particular del conquistador, Pedro
Fernández; el texto fue publicado por primera vez de forma conjunta con los Naufragios (Valladolid, 1555). Las
ediciones modernas son abundantes y accesibles, sobre todo de los Naufragios; aquí hemos utilizado la
edición de E. de Vedia (1946).
El hecho de que escaseen las ediciones conjuntas de los Naufragios y Comentarios se debe, en parte, a que algunos críticos no consideran ésta última como obra original de Cabeza de Vaca, opinión de la que disentimos, pues el hecho de que el adelantado del Plata se haya servido de su secretario como amanuense no le priva de la autoría de los Comentarios: Cabeza de Vaca la pensó y planeó. De hecho, el título de la primera edición de los Comentarios consigna claramente la autoría de ésta y la anterior relación: La Relación y Comentarios del governador Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, de lo acaescido en las dos jornadas que hizo a las Yndias: con privilegio. Acaso haya contribuido también a este divorcio de ambas obras el hecho de que los Comentarios sea una obra principalmente reivindicativa y de defensa ante un tribunal de la conducta política del adelantado del Río de la Plata, despreocupándose de otros aspectos (literarios, novelescos, etnográficos, etc.) que sí son desarrollados en la Relación o Naufragios.
2. Naufragios y Comentarios: ¿obras históricas y obras literarias?
En
un reciente artículo, se pregunta W.D. Mignolo si las crónicas de Indias de los
siglos XVI y XVII forman parte de la literatura o de la historiografía.
Ofreciendo una sólida argumentación y no poca documentación, llega a la
conclusión que, en general, las crónicas de Indias son textos historiográficos,
y no literarios: "No es, como esperamos haber sugerido en las páginas
precedentes, una adecuada operación conceptual --aunque sí cómoda-- denominar
crónicas y concebirlos como un género, a los textos que se escribieron, durante
la época colonial, para dar cuenta de los hechos, objetos y acontecimientos de
las Indias. Creo que... un cuerpo muy significativo de textos responde a los
principios de la formación discursiva historiográfica, a la que contribuye también
a modificar debido a la "realidad" de la que el discurso debe dar
cuenta" (1981: 402).
Expone
Mignolo cómo los cronistas se someten al criterio de la verdad, de escribir una
realidad, y al criterio de coherencia del relato, para que resulte proporcionado,
dos conceptos capitales de la historiografía renacentista. "Historia"
es un tipo discursivo que incluye dentro de sí otros tipos, como son
"crónica" (o "Historia difusa de alguna República eclesiástica o
seglar, ajustada a los años", según la define el historiador barroco
Jerónimo de San José (1651), citado por Mignolo), "relación" y, en
fin, "comentario", con sus peculiaridades propias en el tratamiento
discursivo de la materia histórica.
A.
de Zárate, cronista del Perú de mediados del siglo XVI, dice de su propia
relación que "no lleva la prolijidad y cumplimiento que requiere el nombre
de historia, aunque no van tan breve ni sumaria que se pueda llamar comentario,
mayormente yendo dividida por libros y capítulos, que es muy diferente de
aquella manera de escribir" (1947: 459. Hasta aquí la argumentación de
Mignolo.
Recordemos
que Cabeza de Vaca intitula los Naufragios,
"Relación de la jornada que hizo a la Florida con el adelantado Pánfilo de
Narváez", y la segunda obra lleva el marbete de Comentarios. De modo que Cabeza de Vaca, con la publicación en 1542
de una "relación" y en 1555 de un "comentario" (dos modelos
historiográficos bien conocidos en la historiografía renacentista, como lo
demuestra Zárate) habría compuesto supuestamente historia y no literatura.
Pero aún hay más: recuerda Mignolo (390-92) la estrecha interdependencia entre
historiografía y retórica, cómo ésta prescribe los tres estilos (humilde,
moderado y sublime) y las otras condiciones que debe observar el discurso
historiográfico, entre las que destaca la de la unidad de composición, como
Cicerón expusiera en los manuales de retórica al uso entre los humanistas: Ad Herennium y De oratore.
¿Era
consciente --nos preguntamos nosotros-- Cabeza de Vaca del sutil cambio de
significado que los metahistoriadores (humanistas, y muy versados en la
latinidad) apreciaban entre los conceptos de "relación" y de
"comentario", suponiendo que Cabeza de Vaca intentara escribir
"historia" y no "literatura"? No creemos que se pueda
emitir un juicio taxativo al respecto, pero hay una serie de datos relevantes
que expondremos a continuación y que orientan un tipo de respuesta.
En
primer lugar, los "comentarios" han de ser más breves que la
"relación", según Zárate, pero constatamos que Cabeza de Vaca narra
diez años de su vida en una "relación" sensiblemente menos voluminosa
que los "comentarios", en los que relata hechos que acontecieron en
un lustro, aproximadamente (1540-45); parece que Cabeza de Vaca no se ajusta a
la teoría historiográfica, al menos como la expone su contemporáneo pizarrista
Zárate.
No
hemos localizado ni una sola cita en los Comentarios
donde Cabeza de Vaca aluda a la brevedad y concisión expositiva, en tanto
que en los Naufragios nos hemos
encontrado, en rápido recuento, con cinco casos, donde uno sirva de ejemplo por
los demás: "Cuento esto así brevemente, porque no creo que hay necesidad
de particularmente contar las miserias y trabajos en que nos vimos" (525).
No parece, pues, que Cabeza de Vaca hubiera podido percibir con excesivo rigor
diferencias tan sutiles en el modo de narrar hechos pasados, si es que alguna
vez tuviera noticia de la teoría historiográfica humanista, cosa que dudamos,
pues la formación cultural de la mayoría de los conquistadores, aun los
hidalgos, era reducida. ¿Cuántos cronistas sabían latín para informarse de los
tipos historiográficos que Cicerón prescribiera? ¿Cuántos habían pasado por las
aulas de las universidades de Salamanca y Alcalá? Ciertamente, los menos, y los
cronistas que poseían una cultura humanista sólida escribían sobre América sin
haber estado nunca en ellas (como Mártir de Anglería, López de Gómara, etc.).
Lo que queremos decir es que los cronistas, ayunos de formación humanista o de
cualquier otra, escribían sus aventuras y sus impresiones sobre América como
mejor podían, más atentos a resultar veraces por sus lectores que a
disquisiciones sobre modelos de escritura que ignoraban, ellos y la mayoría de
sus lectores.
La
crítica norteamericana está aplicando un análisis conceptual-formalista al
estudio de las crónicas de Indias, alcanzando resultados sugerentes. D.
Lagmanovich (1978) sondea los Naufragios
como "construcción narrativa", destaca la importancia de lo episódico
y subjetivo, enfrentado a lo lineal y objetivo del discurso de los Naufragios. L.H. Dowling (1984) da un
paso más y trata de aclarar la tensión
"que constituye para el lector moderno el rasgo definitivo del discurso de
las crónicas, opuesto a la ficción o a la historia escrita con arreglo a los
conceptos modernos de la historiografía" (1984: 89). Distingue Dowling,
siguiendo a M.L. Pratt (1977), dos tipos de declaraciones (assertion): la informativa (informative
assertion), propia del discurso historiográfico, y la ostentativa (display assertion), usual en la
literatura moderna.
Pues
bien, en los Naufragios de Cabeza de
Vaca, añadimos nosotros, se detecta una extraña mixtura de uno y otro tipo de
declaración. El autor se autocaracteriza como héroe, introduce en el relato
aventuras semifantásticas (inquietantes ruidos en una noche de tempestad, de lo
que hizo una probanza Cabeza de Vaca; curación milagrosa de un indio
desahuciado; etc.), mas simultáneamente Cabeza de Vaca clama estar componiendo
un relato real, sin apartarse un punto de la verdad ("Lo cual yo escribí
con tanta certinidad, que aunque en ellas [en las historias] se lean cosas muy
nuevas, y para algunos muy diffíciles de creer, pueden sin dubda creerlas"
(1555: II).
Concluye
Dowling que la "relación es, en
un sentido, más que ficción, la
oposición historia (story), discurso
es válida; y la búsqueda de la verdadera naturaleza de la "historia"
(story) a través de la investigación
histórica adquiere importancia real" (97). La imbricación, pues, de la
"relación" como discurso histórico y la "historia" como
discurso novelesco es cierta y resulta una de las características de los Naufragios.
Todavía
R.E. Lewis trata de arrojar luz sobre "una obra que documenta hechos
históricos en la que está reconocida una clara filiación literaria" (1982:
681), partiendo del análisis del prólogo que Cabeza de Vaca antepuso a las dos
primeras ediciones de su obra, de gran importancia por varias razones. La
situación paradójica en la que se encuentra Cabeza de Vaca es que "se vio
obligado a narrar y, por tanto, a interpretar hechos y realidades
extraordinarios dentro del marco de un relato verdadero" (694). Este
planteamiento de Lewis nos parece extraordinariamente esclarecedor, pues
introduce en elemento poco valorado antes: la extraña realidad geográfica que
contemplan por primera vez ojos occidentales y el desbordante y confuso
panorama etnográfico con el que se las han de haber los conquistadores si
quieren introducirse en la tierra, y dominarla.
Parece
natural que Cabeza de Vaca --y los demás cronistas con él-- elija un discurso
narrativo que dice narrar hechos verdaderos si es que aspiraba a ser creído y
reputado como escritor de cosas reales y no fantasiosas, como las que relataban
los libros de caballerías (extrañamente similares a las andanzas de los
españoles por las Indias), muy criticados por los humanistas por no respetar ni
la verosimilitud, ni la moral ni la estética. Realmente, Cabeza de Vaca no
tenía muchos modelos donde elegir, y la dicotomía era tajante: o se escribe
historia ---si se redactan hechos verdaderos-, o se escribe ficción --si se
desea relatar fantasías más o menos verosímiles--. La tensión irresoluble del
cronista es que desea escribir como historia lo que a ojos de todos era materia
de ficción. De ahí sus protestas encaminadas a advertir que la materia narrada
parece fantasía, pero es realidad; contada con un estilo literario coloquial
porque no conocen otro (como el elegante humanista).
El
conocimiento por parte de los cronistas de los modelos textuales --tanto
historiográficos como novelescos-- era mínimo, pues su preparación cultural no
se lo permitía. Pero además, uno de los modelos de ficción en boga, la novela
de caballerías, tenía sorprendentes similitudes con las crónicas de Indias
debido a la rareza, extrañeza y novedad de la tierra americana (algo parecida a
los brumosos territorios donde se desarrollaba la acción de las novelas de
caballerías, cuyos héroes guardaban un aire de familia con los conquistadores
españoles). De ahí proceden las firmes protestas de los cronistas (sobre todo
de Bernal Díaz) de que no escriben libros de caballerías, sino libros que cuentan
hechos verdaderos, aunque parezcan fantásticos, pero es que la exploración del
Nuevo Mundo era algo realmente fantástico.
¿Acaso
podía optar Cabeza de Vaca por otro género que no fuera el historiográfico para
dejar constancia real y verdadera de lo que vivió y experimentó en su viaje a
la Florida? Si quería ser creído, evidentemente no podía elegir otro modelo de
escritura.
Sin
embargo, Cabeza de Vaca tenía que hacer frente a la descripción de una
naturaleza desbordante y a la narración de unos hechos inauditos, mas no
falsos. Utilizó los recursos literarios (conocidos por el conquistador de sus
lecturas de los "amadises") más útiles y conocidos que estas lecturas
le proporcionaban. De hecho, en el proemio a los Comentarios se localiza un párrafo donde Cabeza de Vaca expone sus
ideas sobre las condiciones de la escritura: que lo que se escriba
"deleyte a los lectores", y para eso no mejor tema que el de
"las variedades de las cosas y tiempos y las vueltas de la fortuna, las
quales aunque en en el tiempo que se experimentan no son gustosas, quando las
traemos a la memoria y leemos, son agradables". Parecería que estamos ante
el ars poetica particular de Cabeza
de Vaca, que, hemos visto, gira en torno a la variedad de temas, el deleite y
lo gustoso de la escritura, objetivos bastante distanciados de los que
pretendía en texto historiográfico.
En
breve recorrido, veamos los recursos estilísticos que utiliza Cabeza de Vaca.
Maneja la descripción para pintar paisajes imposibles, como éste que él llama
Apalache: "El edificio es de paja, y están cercadas de muy espeso monte y
grandes árboles y muchos piélagos de agua, donde hay tantos y tan grandes
árboles caídos, que embarazan..." (521).
No
desdeña el estilo desenvuelto e impactante, que había de impresionar al lector,
plagado de contrastes y agudas antítesis: "y como vimos que la sed crescía
y el agua nos mataba [pues era salada], aunque la tormenta no era cesada,
acordamos de encomendarnos a Dios Nuestro Señor, y aventurarnos antes al
peligro de la mar que esperar la certinidad de la muerte que la sed nos
daba" (524).
Las
imágenes más atrevidas y plásticas aparecen con frecuencia: "Los que
quedamos escapados, desnudos como nascimos, y perdido todo la que traíamos; y aunque
todo valía poco, para entonces valía mucho. Y como entonces era por noviembre,
y el frío muy grande, y nosotros tales, que con poca dificultad nos podían
contar los huesos, estábamos hechos propia figura de la muerte" (526).
Apela
al lector Cabeza de Vaca para involucrar a aquel en la valoración de lo vivido:
"Después que vimos rastros claros de cristianos, y entendimos que tan
cerca estábamos de ellos, dimos muchas gracias a Dios Nuestro Señor por
querernos sacar de tan triste y miserable captiverio, y el placer que de esto
sentimos, júzguelo cada uno cuando pensare el tiempo que en aquella tierra
estuvimos, y los peligros y trabajos por que pasamos" (544).
No
faltan tampoco rasgos de humor (macabro, dadas las circunstancias): "... y
cinco cristianos que estaban en rancho en la costa llegaron a tal extremo que
se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno solo, que por ser solo no
hubo quien se lo comiese" (527). En fin, pondera Cabeza de Vaca tanto sus
desventuras (captatio benevolentiae)
que utiliza hipérboles de hondo efecto en el lector del siglo XVI, como ésta:
"De estos nos partimos, y anduvimos por tantas suertes de gentes y de tan
diversas lenguas, que no basta memoria a poderlos contar" (540).
Este
sucinto recorrido por la estilística de los Naufragios
y Comentarios manifiesta las deudas
contraídas con los modelos al uso de la escritura literaria, y como tal son
impensables en una composición de carácter histórico; con todo, hay que admitir
que era muy difícil contar estos hecho de otra manera. Si a esto añadimos que a
veces los conquistadores buscaban desesperadamente lugares más ficticios que
reales (se trata, en el caso de la expedición de Pánfilo de Narváez, de
"Apalache" -519 y ss.- y de "Aute" -522 y ss.-); añadimos
asimismo escenas fantásticas y fantasiosas (como el "gran sonido de
cascabeles y de flautas y tamborinos y otros instrumentos, que duraron hasta la
mañana, que con la tormenta cesó" (518); y, finalmente, la historia de una
mujer, esposa de uno de los miembros de la armada, que sabía por una mora de
Hornachos que la expedición tendría un fin desastrado (548), relato que Cabeza
de Vaca coloca estratégicamente en el capítulo final, como para ratificar la
imposibilidad y esterilidad de la lucha contra la fortuna, parecería que con
estos elementos narrativos estamos leyendo una novela de caballerías y no un
texto cuyo autor, en el prólogo, clamaba escribir sólo la verdad.
Y
que estas palabras no eran mero trámite
lo muestran, por ejemplo, el hecho de que el mismo autor realizó una probanza
(lo que implicaba escribano y testigos) del gran ruido de cascabeles, flautas,
tamborinos "y otros instrumentos" que la armada, espantada, escuchó
en una noche de tormenta, en la isla de Cuba. La probanza, naturalmente, fue
remitida por Cabeza de Vaca a su rey, Carlos V.
Con la argumentación precedente, hemos
querido aclarar que:
a)
Es muy difícil sostener que las crónicas de Indias, y los Naufragios y Comentarios
entre ellas, son escritos que se remiten sólo al modelo historiográfico, tal y
como se entendía en el siglo XVI y lo aplica Walter D. Mignolo. Es poco
verosímil que, a excepción de los escasos cronistas de formación humanista,
loscronistas conociesen siquiera la posibilidad de elegir varios modelos de
escritura historiográfica para escribir sucesos pasados y verdaderos, o modelos
de literatura para plasmar hechos verosímiles. Conociesen estas opciones o no,
los cronistas querían tomar la pluma para contar sucesos verdaderos y reales,
si bien extraños y muy poco creíbles, por lo que recurrían los cronistas a todo
tipo de recurso estilístico a su alcance (procedentes de sus lecturas
literarias, entre las que sobresalen los libros de caballerías), según la
formación educativa de cada cronista, que le ayudaba en el asedio por la
palabra de una realidad antes ni siquiera soñada.
b)
En el esfuerzo lingüístico que suponía escribir sobre sucesos inauditos, los
cronistas desplegaban todos sus recursos y saberes. La mayoría de ellos, como
Cabeza de Vaca, habían recibido una educación bastante modesta; conocían muy
bien, con todo, los libros de caballerías y entonces utilizaban recursos
propios de esta literatura, de ahí las protestas de un Bernal Díaz del Castillo
de que él no escribía patrañas como las de los "amadises" o las
aclaraciones de Cabeza de Vaca en el prólogo, donde afirma rotundamente
escribir sólo la verdad.
c)
Si relatar hechos verdaderos, observando las reglas de unidad temática y
homogeneidad del discurso, era, en los cánones del humanismo, escribir
historia, entonces Cabeza de Vaca y otros cronistas eran considerados
historiadores por los humanistas, pero creemos que los conquistadores-cronistas
ni se tenían por historiadores ni por literatos (excepto la minoría humanista:
Gómara, Mártir de Anglería, Fernández de Oviedo, etc.) pues ni escribían sólo para dejar memoria de lo
experimentado ni para agradar a los lectores. Por eso nos parece una opinión
incompleta la de Estuch, cuando dice de los Naufragios
que "el relato no tiene, pues, una intención literaria, sino informativa y
documental" (1982: 13). Creemos que tienen una intención historiográfica,
otra literaria y otra pragmática (relativa a alcanzar “honra y fama”:
recompensa económica por sus hechos de conquista y posición social).
Además de para estos objetivos, tomaban
la pluma los conquistadores-cronistas sobre todo para obtener mercedes de su
rey, y también para lograr reconocimiento público de su valor, ingenio e
industria; es decir, para lograr las tan perseguidas "honra y fama",
como tan bien explicita Cabeza de Vaca en el prólogo citado.
Así
pues, las crónicas de Indias ¿son historia o son literatura? Cuando leemos las
crónicas y vemos cuán lejos están de la definición clásica de
"relación", o de "diario", o de, en fin,
"historia", acaso debamos pensar que, en general, los cronistas
intentaban escribir bajo tipos narrativos historiográficos, cada uno abandonado
a su suerte, a sus propias fuerzas y saberes. Sin embargo, por la materia, que
trataban (era, recordemos, el primer asedio lingüístico a una inaudita
realidad, la del Nuevo Mundo, muy extraña a la mente europea) y por el tipo de
recursos literarios que utilizan en sus relatos (los esperables en la prosa de
ficción popular de la época) sus crónicas se escoran desde la tipología
histórica a la literaria, de modo que ya no constituyen "historia",
pero tampoco "literatura" convencional.
Acaso el marbete de "crónica de Indias" intenta recoger esta especificidad que hacen que estas relaciones abracen en sí el rigor de lo verdadero histórico pero inaudito y el deleite de la prosa de ficción popular, por lo que sería una etiqueta correcta. Ellos decían escribir “verdades” con estilo “apacible”. Recoge dos paradojas: contar verdades, pero inverosímiles y sólo similares a las imaginadas en los libros de caballerías; y escribir en estilo llano y humilde, propio de esa literatura, pero sólo por desconocimiento de otro más elevado; aunque tenía una ventaja: facilitaba su lectura por el lector común
2. La búsqueda de la fama y mercedes en los conquistadores-cronistas del Nuevo Mundo: ¿signo paradigmático de la mentalidad renacentista?
Es
una verdadera lástima que las ediciones modernas de las obras de Cabeza de Vaca
no incluyan el proemio del autor, que sí apareció en la primera edición de los Naufragios (1542), y este mismo proemio
y otro nuevo que procede de la edición conjunta de los Naufragios y los Comentarios (1555), pues en ellos se
hallan la clave de lectura de las obras del jerezano, así como las motivaciones
más íntimas del porqué y para qué de la
composición de sus obras. Hemos decidido incluir el primer proemio (que
precedió a los Naufragios) dada su
relevancia; es de este tenor:
"Sacra,
Cesárea, Cathólica Magestad:
Entre quantos príncipes sabemos aya avido en el mundo, ninguno pienso se podría hallar a quien con tanta verdadera voluntad y con tan gran diligencia y desseo ayan procurado los hombres servir, como vemos que a vuestra magestad lo hazen oy. Bien claro se podrá aquí conoscer que esto no será sin gran causa y razón: ni son tan ciegos los hombres, que a ciegas y sin fundamentos todos siguiesen este camino, pues vemos que no sólo los naturales y a quienes la fe y subjeción obliga a hacer esto, mas aun los extraños trabajan por hazerle ventaja. Mas ya que el desseo y voluntad de servir a todos en esto haga conformes, allende las ventajas que cada uno puede hazer, ay una muy gran differencia no causada por culpa dellos: sino solamente de la fortuna: o más cierto sin culpa de nadie, mas por sola voluntad y juizio de dios: donde nasce que no salga con más señalados servicios que pensó, y a otro le suceda todo tan al revés, que no pueda mostrar de su propósito más testigo que a su diligencia: y aun esta queda a las vezes tan encubierta, que no puede volver por sí. De mí puedo dezir, que en la jornada que por mandado de vuestra magestad hize de tierra firme, bien pensé que mis obras y servicios fueran tan claras y manifiestas, como fueron los de mis antepasados: y que no tuviera yo necesidad de hablar para ser contado entre los que con entera fe y gran cuidado administran y tratan los cargos de vuestra magestad, y les haze merced. Mas como ni mi consejo ni diligencia aprovecharon para que aquello a lo que éramos ydos fuesse ganado conforme al servicio de vuestra magestad, y por nuestros pecados permitiese dios que de quantas armadas a aquellas tierras han ido, ninguna se viesse en tan grandes peligros ni tuviesse tan miserable y desastrado fin, no me quedó lugar para hazer más servizio deste, que es traer a vuestra magestad relación de lo que en diez años que por muchas y muy extrañas tierras que anduve perdido y en cueros, pudiesse saber y ver, ansí en el sitio de las tierras y provincias y distancias dellas, como en los mantenimientos y animales que en ella se crían, y las diversas costumbres de muchas y muy bárbaras naciones con quienes conversé y viví, y todas las otras particularidades que pude alcançar y conoscer, que dello de alguna manera vuestra magestad será servido; porque aunque la esperança que de salir de entre ellos tuve, siempre fue muy poca, el cuidado y diligencia siempre fue muy grande de tener particular memoria de todo, para que si en algún tiempo Dios nuestro señor quissiere traerme a donde agora estoy, pudiesse dar testigo de mi voluntad y servir a vuestra magestad. Como la relación dello es aviso a mis parescer no liviano, para los que en su nombre fueren a conquistar aquellas tierras, y juntamente traerlos a conosmiento de la verdadera fee y verdadero señor, y servicio de vuestra magestad. Lo qual yo escribí con tanta certinidad, que aunque en ellas se lean algunas cosas muy nuevas, y para algunos muy difficiles de creer, pueden sin dubda creerlas: y creer por muy cierto, que antes soy en todo más corto que largo: y bastara para esto haberlo yo offrescido a vuestra magestad por tal. A lo qual suplico la resciba en nombre de servicio: pues este solo es el que un hombre que salió desnudo pudo sacar consigo.
No
era nada torpe, en verdad, Cabeza de Vaca cuando se afana en mover el ánimo de
su rey en tan breves y enjundiosas palabras. Primero le da noticia de su
"persona", y para aquilatar su nobleza le hace saber al Monarca que
sus descendientes ya estuvieron involucrados en la conquista de tierras
extrañas (se trataba de su abuelo, Pedro de Vera, uno de los conquistadores de
las Islas Canarias), de modo que no es un "don nadie" quien se dirige
a Carlos V.
A
continuación expone las "causas" de haber compuesto esta su relación:
primero, para recobrar su honra y fama de hombre leal y servidor de su rey y de
su señor, perdida por el "miserable y desastrado fin" de la armada en
que participó. A continuación expone más sutilmente, pero con eficacia, la
segunda causa: la petición de mercedes al rey por los peligros pasados en su
servicio: "... y que no tuviera yo necesidad de hablar para ser contado
entre los que con entera fe y gran cuidado administran y tractan los cargos de
vuestra magestad, y les haze mercedes".
La tercera causa por la que decidió hacer relación de su jornada es la de
proporcionar a su rey un informe geográfico y humano de las tierras en que se
halló ("... así en el sitio de las tierras y provincias y distancias
dellas, como en los mantenimientos y animales que en ellas se crían, y las
diversas costumbres de muchas y muy bárbaras naciones con quienes conversé y
viví..."). Estos cronistas son, sin duda, los pioneros de la etnografía
moderna.
A
renglón seguido, declara Cabeza de Vaca la "finalidad" de esta su
relación: en primera instancia, quiere ponerse al servicio de su rey ("...
pudiesse dar testigo de mi voluntad y servir a vuestra magestad"); y
asimismo, para que sus informes sirvieran de aviso para la futuras expediciones
a la Florida. Finalmente, manifiesta Cabeza de Vaca el "modo" de
composición de su relación: siempre escribiendo la verdad, y "... en todo
más corto que largo"; parecería que Cabeza de Vaca quisiera imprimir así
un sello de seriedad y crédito para su obra.
¿Hubiera
sido posible encontrarse un proemio como éste en las letras españolas antes del
descubrimiento y conquista de América? Es decir, nos preguntamos si podemos
columbrar una mentalidad renacentista en los escritos de Cabeza de Vaca o más
bien corresponde a una conducta de otro tipo. Creemos se puede responder
negativamente a la cuestión planteada, esto es, nos parece detectar en Cabeza
de Vaca una clara expresión de la mentalidad renacentista española.
La
búsqueda afanosa de honra y fama ya es de por sí un rasgo revelador de esta
personalidad que, insatisfecha con su posición socio-económica heredada, se
embarca hacia la nueva frontera que, en el siglo XVI es el Nuevo Mundo, en demanda
de honra, fama y mercedes de su rey; lograr estos objetivos parece más fácil en
América que en España, por eso se embarcan.
Mas
he aquí que las "vueltas de la fortuna" --tema tan genuinamente
renacentista, que se arrastra de la Edad Media-- tenía otros planes muy
distintos y la armada acaba desbaratada y destruida por los temporales y los
indios. No se amilana por ello Cabeza de Vaca y ahora trata de obtener lo mismo
(recordemos: honra, fama y mercedes) dejando la espada y tomando la pluma. Y
aquí está el bello rasgo del hombre renacentista que se hace a sí mismo, que,
no satisfecho con el estado de cosas heredado, está decidido a transformarlo
por la fuerza de su brazo o el ingenio de su pluma.
Y
así se lo hace saber a su monarca en un bello y conmovedor exordio que, a
juzgar por lo ocurrido posteriormente, causó los efectos apetecidos por el
autor, pues tres años después de su llegada, en 1540, Cabeza de Vaca fue
nombrado gobernador, capitán general y adelantado del Río de la Plata, a donde
se dirigió con otra armada cuyo fin no fue tan desbaratado como el de la
primera, pero de seguro más amargo y triste para Cabeza de Vaca, pues lo
enviaron en son de prisionero a España. No parece que se entienda muy bien cómo
se puede afirmar de Cabeza de Vaca --como lo hace C. Zubizarreta (1957)-- que
es "un mistificador de la realidad objetiva" (101), o que posee
"una mórbida mística alucinada" (123); antes bien, nos parece el
conquistador un personaje de formidable voluntad y con los pies bien apegados a
la tierra, calculando posibilidades de actuación y éxito con unos medios que
sopesa bien antes de entrar en acción.
En el prólogo de Cabeza de Vaca a los Comentarios hallamos asimismo otras ideas del conquistador-cronista muy propagadas en los ambientes peninsulares involucrados en la conquista y colonización de América. Consigna Cabeza de Vaca en el párrafo más ilustrativo:
Para los quales [reyes de España] ha descubierto tantas y tan nuevas provincias, abundantísimas de todos los bienes de naturaleza, y de innumerables pueblos y gentes, y tan pobres de humanidad y de leyes mansas y suaves, como son las del Evangelio que sus MTT. [Magestades] con tanta diligencia y zelo siempre procuran enseñarles, como elegidos por Dios para executores e instrumentos de la predicación Evangélica en todo el Occidente, dond acrescentando el reyno del Evangelio: se acresciende sus reinos y señoríos, títulos y fama: la qual han ganado inmortal, por aver crescido en su tiempo, y por su industria y cuidado la religión cristiana en el mundo, y los Españoles les devemos mucho por havernos hecho ministros y participantes de tan divina negociación, y de tan singular merescimiento.
Conviene
destacar, en una primera instancia, el tono nacionalista del texto transcrito.
También el providencialismo explícito que le hace a Cabeza de Vaca contemplar a
su nación como un nuevo pueblo elegido por Dios ("como elegidos por Dios
para executores e instrumentos de la predicación Evangélica de todo el Occidente...").
Asimismo, es llamativa la justificación de la conquista que realiza Cabeza de
Vaca por la propagación del Evangelio y la doctrinación de los indios en el
cristianismo. Y, finalmente, se nos ofrece como rasgo muy relevante la
asociación de la predicación evangélica con la acumulación de poder y riqueza
por parte de la Corona de España, a modo de compensación o resarcimiento así
determinado por Dios ("... dond acrescentando el reyno del Evangelio: se
acresciende sus reinos y señoríos, títulos y fama").
No
oculta Cabeza de Vaca que el fin último del conquistador es enriquecerse,
ascender en la escala social, y por eso van a América. Aquí y allá en los Naufragios y en los Comentarios se deslizan párrafos que así lo confirman: "...
señaláronnos que muy lejos de allí había una provincia que se decía Apalache,
en la cual había mucho oro, y hacían seña de haber muy gran cantidad de todo lo
que nosotros estimamos en algo"
(519). Mas a renglón seguido localizamos juicios que parecen sinceros y favorables
hacia los naturales, junto con la defensa de una evangelización pacífica.
Traigamos
aquí tal vez el texto más conocido de los Naufragios:
"Mas como Dios nuestro Señor fue servido de traernos hasta ellos,
comenzáronnos a temer y acatar como los pasados y aun algo más, de que no
quedamos poco maravillados: por donde claramente se ve que estas gentes todas,
para ser atraídos a ser cristianos y obediencia a la imperial magestad, han de ser llevados con buen tratamiento, y
que este camino es muy cierto, y otro no" (544). Enriquecerse y
cristianizar, ambos impulsos sinceros, nos parecen los móviles que laten en el
conquistador español renacentista.
Finalmente,
estimamos relevante como propio de una mentalidad renacentista la importancia
que el yo adquiere en la narración y
en la acción. Desde muy pronto, Cabeza de Vaca nos relata cómo su decisión,
fuerza y maña son los factores decisivos para salvar las situaciones más
comprometidas de la armada. Al contrario de Pánfilo de Narváez, que hace dejación
de sus responsabilidades como capitán general de la armada: "Él [Narváez]
me respondió que ya no era tiempo de mandar unos a otros; que cada uno hiciese
lo que mejor le pareciese para salvar la vida; que él así lo entendía de hacer;
y diciendo esto, se alargó con su barca" (525). Y vuelve a añadir unas
líneas más abajo Cabeza de Vaca, relatando el desbarate de la armada a causa de
las tormentas y los indios: "Y después que el maestre tomó cargo de la
barca, yo reposé un poco muy sin reposo, ni había cosa más lejos de mí entonces
que el sueño" (525). El contraste remarca más la valoración positiva de su
actitud, frente a los demás.
El
punto culminante de esta potenciación del yo, del subjetivismo individualista,
en la Relación de Cabeza de Vaca se
alcanza en el momento en que él se atribuye una curación milagrosa: "... y
a la noche se volvieron a sus casas y dijeron que aquel que estaba muerto, y yo había curado en presencia de ellos,
se había levantado bueno y se había paseado, y comido y hablado con ellos, y que todos cuantos había curado
quedaban sanos y muy alegres" (534). Nos las habemos aquí con el héroe
solitario, "el yo como organizador" y el "discriminante
textual", según L Crovetto (1984: 20).
Se podrían aducir más ejemplos, mas nos parecen estos suficientes para ilustrar el fuerte subjetivismo que impregna todo el relato, uno de los índices, entre otros ya expuestos -como el nacionalismo, el afán de riqueza, la utilización de todos los medios posibles (espada y pluma, señalábamos) para lograrla, etc.-, de la expresión y configuración de la mentalidad renacentista en las aventuras y desventuras de Cabeza de Vaca en el Nuevo Mundo.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
CROVETTO,
Pier L. (1984): V. Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1984).
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Lee H. (1984): "Story vs. discourse in the chronicle of the Indies: Alvar
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ESTRUCH,
Joan (1982): V. Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1982).
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MIGNOLO,
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NUÑEZ
CABEZA DE VACA, Álvar (1542): Naufragios,
Zamora.
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(1555): Naufragios y Comentarios, Valladolid.
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(1946): Naufragios y Comentarios (B.A.E. n. 22), pp. 517-600, Atlas, Madrid.
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(1982): Naufragios, ed. de J.
Estruch, Fontamara, Barcelona.
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(1984): Naufragios, ed. de P.L.
Crovetto, Cisalpino-Goliardica, Milano.
SANCHO
DE SOPRANIS, Hipólito (1963): "Notas y documentos sobre Alvar Núñez Cabeza
de Vaca", Revista de Indias, n.
91-2, pp. 207-41.
ZUBIZARRETA, Carlos (1957): Capitanes de la aventura. Ed. Cultura Hispánica, Madrid.
TEXTOS PARA EXÉGESIS TEXTUAL
NAUFRAGIOS
Capítulo
XIV
Cómo
se partieron los cuatro cristianos
Partidos estos cuatro cristianos, dende a pocos días sucedió tal tiempo de fríos y tempestades, que los indios no podían arrancar las raíces, y de los cañales en que pescaban ya no había provecho ninguno, y como las casas desabrigadas, comenzóse a morir la gente; y cinco cristianos que estaban en rancho en la costa llegaron a tal extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno solo, que por ser solo no quien lo comiese. Los nombres de ellos son estos: Sierra, Diego López Coral, Palacios, Gonzalo Ruiz. De este caso se alteraron tanto los indios, y hobo entre ellos tan gran escándalo, que sin duda si al principio ellos lo vieran, los mataran, y todos nos viéramos en grande trabajo. Finalmente, en muy poco tiempo, de ochenta hombres que de ambas partes allí llegamos, quedaron vivos solos quince; y después de muertos estos, dio a los indios de la tierra una enfermedad del estómago, de que murió la mitad de la gente de ellos, y creyeron que nosotros éramos los que los matábamos; y teniéndolo por muy cierto, concertaron entre sí de matar a los que habíamos quedado ya que lo venían a poner en efecto, un indio que a mí me tenía les dijo que no creyesen que nosotros éramos los que los matábamos, porque si nosotros tal poder tuviéramos, excusáramos que no murieran tantos de nosotros como ellos vían que habían muerto sin que les pudiéramos poner remedio; y que ya no quedábamos sino muy pocos, y que ninguno hacía daño sin perjuicio; que lo mejor era que nos dejasen y quiso nuestro Señor que los otros siguiesen ese consejo y parecer, y ansí se estorbó su propósito.
A esta isla pusimos por nombre isla del Mal Hado [cerca de Galvestón]. La gente que allí hallamos son grandes y bien dispuestos [indios caravaucas, en la costa de Texas]; no tienen otras armas sino flechas y arcos, en que son por extremos diestros Tienen los hombres la una teta horadada, por una parte a otra, y algunos hay que las tienen ambas, y por el agujero que hacen traen una caña atravesadas tan larga como dos palmos y medio, y tan gruesa como dos dedos; traen también horadado el labio de abajo, y puesto en él un pedazo de caña delgada como medio dedo. Las mujeres son para mucho trabajo. La habitación que en esta isla hacen es desde octubre hasta en fin de hebrero. El su mantenimiento es las raíces que he dicho, sacadas de bajo el agua or noviembre y diciembre. Tienen cañales, y no tienen más peces de para este tiempo de ahí adelante comen las raíces. En fin de hebrero van a otras partes a buscar con qué mantenerse porque entonces las raíces comienzan a nascer, y no son buenas.
Es la gente del mundo que más aman a sus hijos y mejor tratamiento
les hacen; y cuando acaesce que a alguno se le muere el hijo, llóranle los
padres y los parientes, y todo el pueblo, y el llanto dura un año cumplido, que
cada día por la mañana antes que amanezca comienzan primero a llorar los
padres, y tras esto todo el pueblo; y esto mismo hacen al mediodía y cuando
anochece; y pasado un año que los han llorado, hácenles las honras del muerto,
y lávanse y límpianse del tizne que traen. A todos los defuntos lloran de esta
manera, salvo a los viejos, de quien no hacen caso, porque dicen que ya han
pasado su tiempo, y de ellos ningún provecho hay; ante ocupan la tierra y
quitan el mantenimiento a los niños. Tienen por costumbre de enterrar los
muertos, si no son los que entre ellos son físicos, que a estos quémanlos; y
mientras el fuego arde, todos están bailando y haciendo muy gran fiesta, y
hacen polvo los huesos; y pasado un año, cuando se hacen sus hornas, todos se
sajan en ellas; y a los parientes dan aquellos polvos a beber, de los huesos en
agua. Cada uno tiene una mujer, conoscida Los físicos son los hombres más
libertados; pueden tener dos, y tres, y entre estas hay muy gran amistad y
conformidad Cuando viene que alguno casa a su hija, el que la toma por mujer,
dende el día que con ella se casa, todo lo que matase cazando pescando, todo lo
trae la mujer a la casa de su padre, sin osar tomar ni comer alguna cosa de
ello, y de casa del suegro le llevan a él de comer; y en todo este tiempo el
suegro ni la suegra no entran en su casa, ni él ha de entrar en casa de los
suegros ni cuñados; y si acaso se toparen por alguna parte, se desvían un tiro
de ballesta el uno del otro, y entretanto que así van apartándose, llevan la
cabeza baja y los ojos en tierra puestos porque tienen por cosa mala verse ni
hablarse. Las mujeres tienen libertad para comunicar y conversar con los
suegros y parientes, y esta costumbre se tiene desde la isla hasta más de
cincuenta leguas por la tierra adentro.
Otra costumbre hay, y es
que cuando algún hijo o hermano muere, en la casa donde muriere, tres meses no
buscan de comer, antes se dejan morir de hambre, y los parientes y los vecinos
les proveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que aquí estuvimos
murió tanta gente de ellos, en las más casas había muy gran hambre, por guardar
también su costumbre y ceremonia; y los que lo buscaban, por mucho que
trabajaban, por ser tiempo tan recio, no podían sino muy poco; y por esta causa
los indios que a mí me tenían se salieron de la isla, y en unas canoas se
pasaron a Tierra Firme, a unas bahías adonde tenían muchos ostiones, y tres meses
del año no comen otra cosa, y beben muy mala agua. Tienen gran falta de leña, y
de mosquitos muy grande abundancia. Sus casas son edificadas de esteras sobre
muchas cáscaras de ostiones, y sobre ellos duermen en cueros, y no tienen sino
es acaso; y así estuvimos hasta en fin de abril, que fuimos a la costa de la
mar, a do comimos moras de zarzas todo el mes, en el cual no deja de hacer sus
areitos [cantos y bailes propios de los indígenas antillanos] y fiestas.
Capítulo
XXXVII
De
cómo nos mudamos y fuimos bien rescebidos
Después que nos partimos de los que dejamos llorando, fuímonos con los otros a sus casas, y de los que en ellas estaban fuimos bien rescebidos y trujeron sus hijos para que les tocásemos las manos y dábannos mucha harina de mezquiquez. Este mequiquez es una fruta que cuando está en el árbol es muy amarga [Inga Fagifolia], y es de la manera de algarrobas, y cómese con tierra, y con ella está dulce y bueno de comer. La manera que tienen con ella es ésta: que hacen un hoyo en el suelo, de la hondura que cada uno quiere, y después de echada la fruta en este hoyo, con un palo tan gordo como la pierna y de braza y media en largo, la mueles hasta muy molida; y demás que se le pega de la tierra del hoyo, traen otros puños y échanla en el hoyo y tornan otro rato a moler, y después échanla en una vasija de manera de una espuerta, y échale tanta agua que basta a cubrirla, de suerte que quede agua por cima, y el que la ha molido pruébala, y si le parece que no está dulce, pide tierra y revuélvela todos alrededor y cada uno mete la mano y saca lo que puede, y las pepitas de ella tornan a echar sobre unos cueros y las cáscaras; y el que lo ha molido las coge y las torna a echar en aquella espuerta, y echa agua como de primero, y tornan a exprimir el zumo y agua que de ello sale, y las pepitas y cáscaras tornan a poner en el cuero, y de esta manera hacen tres o cuatro veces cada moledura; y los que en este banquete, que para ellos es muy grande, se hallan, quedan las barrigas muy grandes, de la tierra y agua que han bebido; y de esto nos hicieron los indios muy gran fiesta, y hobo entre ellos muy grandes bailes y areitos en tanto que allí estuvimos.
Y cuando de noche dormíamos, a la puerta del rancho donde estábamos nos velaba a cada uno de nosotros seis hombres con gran cuidado, sin que nadie nos osase entrar dentro hasta que el sol era salido. Cuando nosotros nos quisimos partir de ellos, llegaron allí unas mujeres de otros que vivían adelante; y informados de ellas dónde estaban aquellas casas, nos partidos para allá, aunque ellos nos rogaron mucho que por aquel día nos detuviésemos, porque las casas adonde íbamos estaban lejos, y no había camino para ellas, y que aquellas mujeres venían cansadas, y descansando, otro día se irían con nosotros y nos guiarían, ansí nos despedimos; y dende a poco las mujeres que habían venido, con otras del mismo pueblo, se fueron tras nosotros; mas como por la tierra no había caminos, luego nos perdimos, y ansí anduvimos cuatro leguas, y al cabo de ellas llegamos a beber a un agua adonde hallamos las mujeres que nos seguían, y nos dijeron el trabajo que habían pasado por alcanzarnos. Partimos de allí llevándolas por guía, y pasamos un río cuandoya vino la tarde que nos daba el agua a los pechos [Río Gable]; sería tan ancho como el de Sevilla, y corría muy mucho, y a puesta del sol llegamos a cien casas de idios; y antes que llegásemos salió toda la gente que en ellas había a recebirnos con tanta grita que era espanto; y dando en los muslos grandes palmadas; traían las calabazas horadadas, con piedras dentro, que es la cosa de mayor fiesta, y no las sacan sino a bailar o para curar, ni las osa nadie tomar sino ellos; y dicen que aquellas calabazas tienen virtud y que vienen del cielo, porque por aquella tierra no las hay, ni saben dónde las haya, sino que las traen los ríos cuando vienen de avenida.
Era tanto el miedo
y turbación que estos tenían, que por llegar más prestos los unos que los otros
a tocarnos, nos apretaron tanto que por poco nos hobieran de matar; y sin
dejarnos poner los pies en el suelo, nos llevaron a sus casa, y tantos cargaban
sobre nosotros y de tal manera nos apretaban, que nos metimos en las casas que
nos tenían hechas, y nosotros no consentimos en ninguna maera que aquella noche
hiciesen más fiesta con nosotros. Toda aquella noche pasaron entre sí en
areitos y bailes, y otro día de mañana nos trajeron toda la gente de aquel
pueblo para que los tocásemos y santiguásemos, como habíamos hecho a los otros,
con quien habíamos estado, Y después de esto hecho, dieron muchas flechas a las
mujeres del otro pueblo que habían venido con las suyas Otro día partimos de
allí y toda la gente del pueblo fue con nosotros, y como llegamos a otros
indios, fuimos bien recebidos, como de los pasados; y ansí nos dieron de lo que
tenían y los venados que aquel día habían muerto; y entre estos vimos una nueva
costumbre, y es que los que venían a curarse, los que con nosotros estaban les
tomaban el arco y las flechas; y zapatos y cuentas, si las traían, y después de
haberlas tomado nos las traían delante de nosotros para que los curásemos; y
curados, se iban muy contentos, diciendo que estaban sanos. Así nos partimos de
aquellos y nos fuimos a otros, de quien fuimos muy bien recebidos, y nos
trajeron sus enfermos, que santiguándolos decían que estaban sanos; y el que no
sanaba creía que podíamos sanarle, y con o que los otros que curábamos les
decían, hacían tantas alegrías y bailes que no nos dejaban dormir.
COMENTARIOS
Capítulo
X
Del
miedo que los indios tienen a los caballos
A los 14 días del mes de
enero yendo caminando por entre lugares de indios de la generación de los
guaraníes, todos los cuales los rescibieron con mucho placer, y los venían a
ver y traer maíz, gallinas y miel y de los otros mantenimientos; y como el gobernador
se lo pagaba tanta a su voluntad, traíanle tanto, que lo dejaban sobrado por
los caminos.
Toda
esta gente anda desnuda en cueros así los hombres como las mujeres tenían muy
gran temor de los caballos, y rogaban al gobernador que les dijese a los caballos
que no se enojasen, por los tener contentos los traían de comer: y así llegaron
a un río ancho y caudaloso que se llama Iguatu [Guazu, afluente del Paraná], el
cual es muy bueno y de buen pescado y arboledas, en la ribera del cual está un
pueblo de indios de la generación de los guaraníes, los cuales siembra su maíz
y cazabi como en todas las otras partes por donde habían pasado, y los dos
salieron a recebir como hombres que tenían noticia de su venida y del buen
tratamiento que les hacían; y les trujeron muchos bastimentos, porque los
tienen. En toda aquella tierra hay muy grandes piñales de muchas maneras, y
tienen las piñas como ya está dicho atrás. En toda esta tierra los indios
servían, porque siempre el gobernador les hacía buen tratamiento. Este Iguatu
está de la banda del Oeste en 25 grados; serán tan ancho como el Gualdalquivir.
En la riber del cual, según la relación hobieron de los naturales, y por lo que
vio por vista de ojos, está muy poblado, y es la más rica gente de toda aquella
tierra y provincia, de labrar y criar, porque crían muchas gallinas, patos y
otras aves, y tienen mucha caza de puercos y venados, y dantas [auta, tapir
americano] y perdices, codornices y faisanes, y tienen en el río gran pesquería
y siembran y cogen mucho maíz, batatas, cazabi, mandubíes [cacahuetes], y
tienen otras muchas grutas, y de los árboles cogen gran cantidad de miel.
Estando en este pueblo, el gobernador acordó de escribir a los oficiales de Su
Majestad, y capitanes y gentes que residían en la ciudad de Ascensión,
haciéndoles saber cómo por mandado de Su Majestad os iba a socorrer, y envió
dos indios naturales de la tierra con la carta. Estando en este río del Piqueri
[afluente del Uruguay], una noche mordió un perro en una pierna a un Francisco
Orejón, vecino de Ávila, y también allí le adolescieron otros catorce
españoles, fatigados del largo camino; los cuales se quedaron con el Orejón que
estaba mordido del perro, para venirse poco a poco; y el gobernador les encargó
a los indios de la tierra que los favoresciesen y mirasen por ellos, y los
encaminasen para que pudiesen venirse en su seguimiento estando buenos; y
porque tuviesen voluntad de lo hacer dio al principal del pueblo y a otros
indios naturales de la tierra y provincia muchos rescates, con que se quedaron
muy contentos los indios y su principal. En todo este camino y tierra por donde
iba el gobernador y su gente haciendo el descubrimiento, hay grandes campiñas
de tierras, y muy buenas aguas, ríos, arroyos y fuentes, y arboledas y sombras,
y la más fértil tierra del mundo, muy aparejada para labrar y criar, y mucha
parte de ella para ingenios de azúcar, y tierra de mucha caza, y la gente que
vive en ella,, de la generación de los guaraníes, comen carne humana, y todos
son labradores y criadores de patos y gallinas, y toda gente muy doméstica y
amiga de cristianos, y que con poco trabajo vernán en conoscimiento de nuestra
santa fe católica, como se ha visto por experiencia; y según la manera de la
tierra, se tiene por cierto que si minas de plata de haber, ha de ser allí.
Capítulo
LX
De
cómo volvieron las lenguas de los xarayes
Estos indios xarayes
alcanzan grandes pesquerías, así del río como de lagunas, y mucha caza de
venados. Habiendo estado los españoles con el indio principal todo el día, le
dieron los rescates y bonete de grana que el gobernador le enviaba, con lo cual
se holgó mucho, y lo recibió con tanto sosiego, que fue cosa de ver y
maravillar; y luego el indio principal mandó traer allí muchos penachos de
plumas de papagayos y otros penachos, y los dio a los cristianos para que los
trujesen al gobernador; los cuales eran muy galanes, y luego se despidieron de
Camire para venirse, el cual mandó a veinte de los suyos que acompañasen a los
cristianos; y así se salieron y los acompañaron hasta los pueblos de los indios
artaneses, y de allí se volvieron a su tierra y quedó con ellos el día que el
principal les dio; el cual el cual el gobernador recebió y le mostró cariño; y
luego con intérpretes de la guía guaraní quiso preguntar e interrogar al indio,
para saber si sabía el camino de las poblaciones de la sierra, y le preguntó de
qué generación era y de dónde era natural.
Dijo que era de la
generación de los guaraníes y natural de Itati, que es en el río del Paraguay;
y que siendo él muy mozo, los de su generación hicieron gran llamamiento y
junta de indios de toda la tierra, y pasaron a la tierra y población de la
tierra adentro, y él fue con su padre y parientes para hacer guerra a los
naturales de ella, y les tomaron y robaron las planchas y joyas que tenían de
oro y plata; y habiendo llegado a las primeras poblaciones, comenzaron luego a
hacer guerra y mar muchos indios, y se despoblaron muchos pueblos y se fueron
huyendo a recogerse a los pueblos de más adentro; y luego se juntaron las generaciones
de toda aquella tierra y vinieron contra los de su generación, y desbarataron y
mataron muchos de ellos, y otros se fueron huyendo por muchas partes y los
indios enemigos los siguieron y tomaron los pasos y mataron a todos, que no
escaparon (a lo que señaló) doscientos indios de tantos como eran, que cubrían
los campos, y que entre los que escaparon se salvó este indio, y que la mayor
parte se quedaron en aquellas montañas por donde habían pasado, para vivir en
ellas, porque no habían osado pasar por temor que los matarían los guaxarapos y
guatos y otras generaciones que estaban por donde habían de pasar; y que este
indio no quiso quedar con estos, y se fue con los que quisieron pasar adelante,
a su tierra, y que en el camino habían sido sentidos de las generaciones, y una
noche habían dado en ellos y los habían muerto a todos, y que este indio se
había escapado por lo espeso de los montes, y caminando por ellos había venido
a tierra de los xarayes, los cuales lo habían tenido en su poder y lo habían criado
mucho tiempo, hasta que, teniéndole mucho amor, y él a ellos, le habían casado
con una mujer de su generación.
Fue preguntado que si
sabían bien el camino por donde él y los de su generación fueron a las
poblaciones de la tierra adentro. Dio que había mucho tiempo que anduvo por el
camino, y cuando los de su generación pasaron, que iban abriendo camino y
cortando árboles y desmontando la tierra, que estaba muy fragosa, y que ya
aquellos caminos les paresce que serán tornados a cerrar del monte y yerba
porque nunca más los tornó a ver, ni andar por ellos; pero que le paresce que
comenzando a ir por el camino lo sabrá seguir e ir por él, y que dende una
montaña alta, redonda, que está a la vista de este puerto de los Reyes, se toma
el camino. Fue preguntado en cuántos días de camino podrán llegar a la primera
población. Dijo que, a lo que se acuerda, en cinco días se llegará a la primera
tierra poblada, donde tienen mantenimientos muchos; que son grandes labradores,
aunque cuando los de su generación fueron a la guerra los destruyeron y
despoblaron muchos pueblos; pero que ya estaban tornados a poblar. Y fuéle
preguntado si en el camino hay ríos caudalosos o fuentes. Dijo que vio ríos,
pero que no son muy caudalosos, y que hay otros muy caudalosos, y fuentes,
lagunas y cazas de venados y anteas, mucha miel y fruta. Fue preguntado si al
tiempo que los de su generación hicieron guerra a los naturales de la tierra,
si vio que tenían oro o plata Dijo que en los pueblos que saquearon había
habido muchas planchas de plata y oro, y barbotes [batoques], y orejeras, y
brazaletes, y coronas, y hachuelas, y vasijas pequeñas, y que todos se lo
tornaron a tomar cuando los desbarataron, y que los que se escaparon trujeron
algunas planchas de plata, y cuentas y barbotes, y se lo robaron los guaxarapos
cuando pasaron por su tierra, y los mataron, y los que quedaron en las montañas
tenían, y les quedó asimismo alguna cantidad de ello, y que ha oído decir que
lo tienen los xarayes, y cuando los xarayes van a la guerra contra los indios,
les ha visto sacar planchas de plata de las que trujeron y les quedó de la
tierra adentro. Fue preguntado si tiene voluntad de irse en su compañía. Dijo
que sí, que de buena voluntad lo quiere hacer, y que para lo hacer lo envió su
principal. El gobernador le apercibió y dijo que mirase que dijese la verdad de
lo que sabía del camino, y no dijese otra cosa, porque de ello le podría venir
mucho daño; y diciendo la verdad, mucho bien provecho; el cual dijo que él
había dicho la verdad de lo que sabía del camino, y que para lo enseñar y
descubrir a los cristianos quería irse con ellos.
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