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Río Bernesga, León (X-2020) © SVM |
ANTONIO BUERO VALLEJO – El concierto de San Ovidio
- ANÁLISIS
- Resumen
Nuestro extraordinario
dramaturgo Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 – Madrid, 2000) nos dejó
con El concierto de San Ovidio (1962)
una magnífica pieza teatral. Se trata de una honda y sostenida reflexión sobre
la desigualdad, la opresión de los débiles y la triste condición de las
personas con minusvalías, en este caso, la ceguera.
La acción se desarrolla en
París, en el verano y otoño de 1771, como se advierte en los créditos
iniciales. El hospicio de los Quince Veintes acoge a unos cientos de ciegos
desde el siglo XIII bajo la protección de la corona francesa. En el siglo XVIII
los mendigos, ataviados con un hábito que ostentaba la flor de lis subsistían
mendigando y tocando algún instrumento por las calles de la capital francesa.
Acto I
Luis María Valindin es un
negociante que ha hecho fortuna. Convence a la priora del hospicio para que le
permita contratar a media docena de ciegos que, mal que bien, tocan algún
instrumento musical. Lo disfraza de piedad y filantropía, pero es una persona
egoísta avariciosa. En efecto, forma un grupeto musical de ciegos para que
toquen en su tasca de la feria de San Ovidio; piensa que es un medio de atraer
público y amasar más fortuna. Los ciegos dudan, pero al fin ceden y firman un
contrato de un año. David es el ciego más crítico; desea tocar de verdad,
aprender en su arte y poder leer y aprender cosas algún día. De niño había
tenido vista, pero la perdió por la enfermedad y la pobreza. Protege a Donato,
otro ciego adolescente e inexperto, con aspecto repulsivo por las manchas de
viruela. Lucas, el ciego anciano, ya de vuelta de todo, está derrotado por la
vida. Nazario es el ciego vividor que sólo se interesa por satisfacer sus
necesidades primarias, pues el sufrimiento lo ha hecho cínico. Elías, triste y
retraído, se refugia en su ceguera para aceptar resignadamente su destino.
Finalmente, Gilberto agrava su condición de invidente con su retraso mental; le
encanta cantar y actuar sin reparar en el ridículo que puede hacer.
Valindin los lleva a su
casa para ensayar, bajo la dirección de Lefranc, algunas piezas. Adriana, la
amante de Valindin los acoge y se siente atraída por David. Nos enteramos que
Adriana fue tabernera y medio cantante que anduvo por los caminos de la mala
vida hasta que Valindin la acogió; aspira a tener un hijo heredero con ella.
David tiene un encontronazo con Lefranc y abandona el ensayo. Están a once días
de la inauguración de la feria. Valindin brinda con su “galga” Adriana por el
éxito de su taberna con la actuación de los ciegos, a quienes se les prepara
unas ropas algo misteriosas. Un pobre menestral, Bernier, arregla los muebles y
realiza reparaciones a domicilio para
Acto II
Los ciegos solo van al
hospicio a dormir. Valindin les paga la comida en un figón cercano a su casa.
Allí ensayan intensa pero superficialmente canciones triviales, groseras y
avulgaradas para complacer a un público igual de zafio. Adriana colabora, por
órdenes de su señor, en que los ciegos acepten sus condiciones. David quiere
que toquen con contrapunto y con cierta complejidad, para así demostrar de lo
que son capaces los ciegos si se les enseña. Lefranc se niega porque los
considera incapaces. Se crea una seria disensión entre el grupo y Valindin.
Descubren que les ponen una capa ridícula, unas grandes orejas de burro y unas
gafas gigantes de mentira; la partitura se la colocan al revés para que los
parroquianos lo vean y se rían. Finalmente, los ciegos se avienen a tocar.
David cede porque desea proteger a Donato, muerto de miedo por las violencias
que puedan sufrir si abandonan al empresario. Gilberto está encantado porque
puede cantar en una especie de trono presidido por un pavo real, animal que
simboliza la ignorancia fatua. Y cantan canciones ridículas picantes que hace
las delicias del público grosero. Valentin Haüy es un filántropo que se indigna
contra el espectáculo por la ridiculización de los ciegos, que han de balar
como ovejas haciendo coro, pero lo echan a gritos y empellones.
Acto III
El negocio ha ido muy bien para Valindin, que ha ganado mucho dinero. Le entrega a las monjas una buena cantidad de dinero por los servicios de los ciegos y por las oraciones pro su alma. Propone a los ciegos seguir de gira por todo el país, ahora hacia el Mediodía. Estos discuten entre sí. David no quiere ir, pero los otros, sí. Adriana habla algo más con David y se entera de sus duras condiciones de vida y de las frustraciones que el ciego arrastra por falta de educación y de dinero para pagarla. Adriana, compadecida y dispuesta a ayudar a los ciegos, le concede un desahogo sexual a Donato, pero la pilla Valendin y promete vengarse de ella. David roba una llave de la taberna y se dirige a ella. También va allí Valendin, muy borracho. Hablan y este desprecia y humilla al ciego, sin contemplaciones, y mostrando su cara más avara y explotadora. David lo mata de un garrotazo. Luego se va a casa de él y se entrevista con Adriana; se confiesan su amor y su deseo de vivir juntos. Pero llega Latouche, el comisario de policía, y su ayudante Dubois; a la entrada se encuentra a Donato y lo interrogan duramente. Los policías descubren que David había robado la llave de la taberna y había matado Valendin, entre las protestas de Adriana, a la que avisan que debe abandonar la casa, pues al no estar casada, pasan todos los bienes a manos del hermano de él. Cierra la obra una intervención de Haüy, treinta años después, leyendo una noticia o texto sobre el episodio de la orquestina de los ciegos. Haüy entregó su vida a la música y a los ciegos, para que pudieran leer y tocar instrumentos. Ahí nos enteramos también que a David lo ahorcaron. La música es la única respuesta a muchos misterios de la vida, opina Haüy.
- Personajes
-Luis María Valindin: negociante desalmado y cínico, es quien
organiza la orquestina de los ciegos. Estaba protegido por un noble de alta
alcurnia, que lo había hecho peluquero real de un infante que no llegó a nacer.
Vive amancebado con Adriana, de quien espera un hijo. Amigo del alcohol, es
autoritario, avaricioso y cínico, pues se las da de generoso y filántropo
cuando es todo lo contrario.
-Adriana: es la amante de
Valindin. Había sido moza de tasca, adonde había ido a parar por necesidad. De
allí la rescató el negociante, pero ella no lo ama. Se enamora de David, con
quien está dispuesto a compartir su vida, a pesar de la miseria. Antes le hace
un favor a Donato, movida por la piedad. Su situación peligra cuando su amo la
descubre y la amenaza con graves penas.
-Gilberto, el primer ciego:
es un pobre hombre que le encanta cantar y actuar, pero su falta de
inteligencia no le permite comprender cómo Valindin lo utiliza y explota
haciendo el ridículo para el público de la tasca. Es de carácter acomodaticio y
cobarde, de modo que hacen de él lo que quieren.
-Lucas, el segundo ciego:
es mayor y arrastra una vida de decepciones y traiciones. Desconfía de los
demás, pero su falta de fuerzas para enfrentarse a los demás le hacen sucumbir;
sus compañeros aprecian sus opiniones.
-Nazario, el tercer ciego:
hombre rudo y vividor, sólo aspira a ganar algo de dinero y a gastarlo por las
tabernas y sitios de mala nota. No ve más allá de sus narices; su carácter
bravucón hace que a los demás le resulte simpático, pero en el fondo es
bastante cobarde.
-Elías, el cuarto ciego:
como es reservado y taciturno, hace lo que le mandan de mejor o peor grado y no
se mete en complicaciones. Le molesta que lo exploten con la ridiculización,
pero se aguanta.
-Donato, el quinto ciego: solo
adolescente, vive atemorizado y angustiado por el daño que le puedan hacer los
hombres normales. Es feo y repulsivo porque su rostro está picado de viruelas,
que son las que lo dejaron ciego. Solo aspira a algo de felicidad y
tranquilidad, pero no lo tiene fácil por carácter y por las terribles
circunstancias sociales y económicas de la época.
-David, el sexto ciego: es
la persona más enérgica, idealista y solidaria. Cree que los ciegos también
pueden leer, estudiar, amar, etc. Protege a Donato como si fuera un hijo porque
lo ve desvalido. Ama idealistamente a Melania de Salignac, la noble francesa
que hizo grandes progresos en la lectura para ciegos. Es su modelo, pero sabe
que, como es pobre, no podrá llegar a sus metas. También es algo violento y de
hecho, mata a Valindin para vengarse de lo que les había hecho. Ostenta un
cinismo de fachada por sus duras experiencias.
-Violista Jerónimo Lefranc:
cínico y amargado, también maltrata a los ciegos, sobre todo de palabra, porque
no cree en sus posibilidades artísticas.
-Ireneo Bernier:
interesante este personaje, calderero y carpintero que se dedica a reparaciones
caseras. Había dejado a su mujer y sus cinco hijos en el pueblo; uno ya había
fallecido de hambre. Trata de ahorrar para alimentar a su familia. Valindin lo
maltrata y lo explota a fondo.
-Latouche y Dubois: son los
dos policías en connivencia con Valindin; este los soborna. Como muchos de su
clase, maltratan al débil y son serviles ante los poderosos.
-Valentín Haüy: es un
personaje muy interesante. Existió realmente y ha pasado a la historia como
inventor de un lenguaje para ciegos. Fundó una institución para enseñar oficios
a jóvenes invidentes. Su aparición en el drama dota de profundidad histórica y
verosimilitud, casi verismo, a la obra. Al cerrar la pieza, aparece casi como
testigo de lo ocurrido. Representa la esperanza de mejora en el futuro y la
defensa de la dignidad de las personas con minusvalía.
-La priora y sus monjas auxiliares: cumplen su papel con dignidad y seriedad. No son tan conformistas ni serviles como cabría esperar.
- Tema
El tema de este drama
histórico-simbolista se puede enunciar como: la lucha por la dignidad y la
justicia en una sociedad hostil y egoísta acaba con los hombres más
comprometidos. Obviamente, la lectura de la obra no ha de ser negativa, pues
los esfuerzos de esos ciegos y del mismo Haüy muestran que no fue en vano y que
los avances posteriores se basan en su tenacidad.
Es obvio que el tema se podría enunciar de otros modos igualmente válidos. Lo importante es destacar la demanda de justicia, autenticidad y desarrollo de los talentos naturales, encarnados en los ciegos, frente a las fuerzas negativas de la codicia, la falsedad, etc. que circulan por el París dieciochesco prerrevolucionario muy libremente.
- Apartados temáticos
La pieza está dividida en tres actos, sin escenas dentro de ellos. Nos indica claramente la división de la materia dramática en una introducción o presentación de los personajes y la situación. Le sigue un desarrollo matizado –acto II-- en el que conocemos los recovecos de personajes siniestros y codiciosos. El acto tercero intensifica la acción dramática hasta llevarla a su clímax. El desenlace trágico es rápido y amargo. La intervención final de Haüy es como un colofón; a treinta años vista, confirma que esa lucha no fue inútil y que la esperanza por un futuro mejor para los invidentes estaba bien fundada.
- Lugar y tiempo de la acción dramática
La acción se desarrolla en
París. Oscila entre el hospicio, la casa de Valindin y la tasca de este en el
recinto donde se celebra la feria de San Ovidio. Los espacios son muy distintos
entre sí, pero se complementan estupendamente. El hospicio evoca el mundo
religioso, reglado y de vida rutinaria y sufrida; el hogar de Valindin recrea
la vida burguesa desahogada y cómoda de las personas con patrimonio;
finalmente, la tasca nos lleva al mundo popular, avulgarado y violento de las
clases populares parisinas.
El tiempo de la escritura de El concierto de San Ovidio coincide con los años previos a 1962, momento de su estreno. El tiempo de la acción representada sabemos que es el año de 1771, pues así lo indica el autor en la página de los créditos y se deduce de la recreación histórica del drama. La acción dramática se extiende durante meses. También en la misma aclaración se habla de “verano-otoño” de 1771. La intervención final de Haüy, casi treinta años después, rompe la unidad temporal. Al introducir esta perspectiva final, nos permite a nosotros realizar una lectura más optimista del contenido.
- Acercamiento estilístico
Buero Vallejo domina todos
los recovecos de la lengua con gran maestría y propiedad. Veamos algunas notas
distintivas:
-Variedad de niveles y
registros: en la obra aparecen distintos modos de empleo de la lengua. Podemos
apreciar desde el estrato vulgar, acanallado, propio de los ciegos, hasta el
culto y elevado, algo amanerado, de Valindin, las monjas del hospicio, etc.
-Propiedad en la expresión:
como es habitual en Buero Vallejo, todos los personajes se expresan con
precisión y propiedad. Dicen lo que quieren decir sin andarse por las ramas ni
rodeos enfadosos o un empleo confuso de la lengua. Desde el calderero Bernier
hasta la priora, la expresión es clara y apropiada. Son personajes que quieren
ser entendidos.
-Naturalidad en la
expresión: cada personaje desde su posición, todos ellos hablan con un estilo
fluido y natural. No fuerzan la lengua en ningún momento y su expresión suena
convincente y apropiada. Desde la expresión de la priora hasta Adriana,
percibimos inmediatamente la llaneza de expresión y la adecuación del lenguaje
a la posición socio-económica y política de los personajes. Los personajes
hablan en el drama como hablaban en la época, con las fórmulas de tratamiento y
las personas verbales requeridas. La impresión lectora es de verosimilitud y
verismo, es decir, de gran fidelidad histórica.
-Moderado retoricismo: el
lenguaje no está sometido a verbalismo. La tarea del dramaturgo es la búsqueda
de una expresión natural, convincente y apropiada. Aquí se puede apreciar
cierta influencia de García Lorca, a quien Buero Vallejo admiraba.
-Cierto laconismo o
contención expresiva: los personajes no hablan por hablar. Manifiestan sus pensamientos,
sentimientos, etc. con una propensión a la precisión y a la economía
lingüística.
Un ejemplo ilustra estos rasgos:
ADRIANA.-
(Retrocede, humillada.) ¿Solo habláis
para mofaros? ¿Respondéis siempre así cuando se os brinda ayuda y afecto?
DAVID.-
(Se vuelve airado y avanza.) ¡Basta
de farsa! Tú eres la amante de Valindin y quieres que su negocio le salga bien.
¡No presumas de generosidad!
ADRIANA.-
(Sublevada.) ¿Qué modos son esos?...
DAVID.-
¡Los que tiene él con nosotros! (Avanza
más y ella retrocede.) ¿Qué vas a sacar tú de esto? ¿Un vestido a la
góndola? ¿Tal vez una joya?
ADRIANA.-
(Se acaricia instintivamente el broche
que VALINDIN le puso al cuello.) ¡Sois un bribón!
DAVID.-
¡A mí no me engañas! ¡Y guárdate de engañar a ese pobre niño! A él no me lo
engatuses. Lo destrozarías, y yo... no te lo perdonaría.
ADRIANA.-
(Roja, tartamudea.) ¿Cómo os atrevéis
a pensar que yo...?
DAVID.-
¿Qué se puede esperar de una mujer como tú?
ADRIANA.-
(Grita.) ¿De quién entonces? ¿De
alguna bachillera ridícula? ¿De alguna damisela soñada?
(Pausa.)
DAVID.-
(Rígido.) ¿Por qué dices eso?
ADRIANA.-
(Ríe.) ¡Guardaos vos de presumir!
¿Qué sabéis vos de mujeres de carne y hueso?
DAVID.-
(Frío.) Sé a lo que saben y sé que
saben bien. No les pido más.
ADRIANA.-
(Vibrante.) Las pagas y te vas, ¿eh?
¡Un cerdo, como todos!
DAVID.-
¡Eso tú lo sabrás!
ADRIANA.-
¡Sí que lo sé! ¡Los hombres pagáis porque no os atrevéis a pedir más! (Ríe con desprecio.) ¡Te deseo que
encuentres pronto una mujer a quien no tengas que comprar! (Él se vuelve nuevamente hacia el chaflán.) ¡Pero de carne y hueso!
(Él atiende y reanuda su marcha. Ella da
unos pasos hacia él y le habla con repentina suavidad.) A pesar de todo...
¿Queréis mi brazo? Podríais tropezar.
DAVID.- (Sonríe.) Conozco el camino mejor que tú. Puedo andarlo sin luz.
En el ejemplo previo se puede comprobar el uso muy acertado de los diversos procedimientos retóricos y la propiedad y precisión de las acotaciones. El conjunto conforma un texto dramático denso y hermoso.
- Contextualización
Es interesante señalar
algunas notas contextuales que explican el sentido y la intención de la obra:
-Buero Vallejo padeció años
de cárcel en el franquismo por sus ideas y compromiso republicano. Sin embargo,
supo superar sus duras vivencias de la inmediata posguerra para buscar una
dimensión más aperturista y proyectada al futuro de la humanidad.
-El posibilismo es su
postura estética y política ante la intransigencia del régimen y la existencia
de la censura. Buero Vallejo compone sus obras de modo tal que pasan el filtro
de la censura pero, al mismo tiempo, incitan a una reflexión --del lector o del
espectador— en la que se critica el régimen monárquico absolutista y se apuesta
por una convivencia más humana y atenta a los desvalidos.
-Buero Vallejo emplea una
situación de injusticia y violencia de la historia francesa para explicar el
presente. En esta obra la ceguera es un símbolo de las desgracias humanas, a
veces sobrevenidas y a veces infligidas por unas personas a otras. La situación
de los invidentes sirve para reflexionar sobre la condición humana. En
concreto, se percibe muy bien la violencia social, el egoísmo atroz de muchas
personas, el cinismo y la lucha de unos pocos por mejorar la condición de los
desvalidos y desfavorecidos. Buero Vallejo defiende la sinceridad en las
relaciones, la filantropía como norma de conducta y la necesidad de justicia.
-El teatro de nuestro autor
se ha adscrito al subgénero del drama: tragedias contemporáneas, aunque no en
este caso, en las que las personas luchan por una vida más luminosa y
auténtica. Los finales abiertos e inciertos manifiestan bien la responsabilidad
del lector: él mismo ha de optar por una postura enérgica y moderadamente
optimista o darse por derrotado.
-El hecho de que el propio Buero Vallejo haya escrito la letra de la canción que cantan los ciegos es significativo de su gran empeño artístico (aparece al final del texto dramático). Refleja la seriedad artística y las grandes habilidades artísticas de nuestro dramaturgo.
- Interpretación y sentido
A través de un pobre grupo
musical de ciegos franceses dieciochescos, Buero Vallejo invita al lector a una
reflexión sobre el presente. Es una gran virtud de esta pieza provocar un
análisis sobre la necesidad de empatía, justicia, equidad social y socorro para
las personas con deficiencias innatas o sobrevenidas. ¿Son hoy las cosas muy
distintas? ¿Dedicamos los esfuerzos y recursos necesarios para una mayor
justicia social? Son algunas de las cuestiones que asaltan al lector
contemporáneo. Como en muchas obras de Buero Vallejo, late una defensa firme de
la justicia y equidad como ideas rectoras de una sociedad sana.
De esta obra se ha dicho
que es una parábola, y es verdad. Nos presenta una situación a modo de ejemplo
para incitar a una aplicación personal, actual. La situación de los invidentes
parisinos es un ejemplo de cómo las personas débiles pueden ser explotadas
cruelmente por la codicia y el egoísmo. Debemos estar prevenidos contra esas
pulsiones injustas que atropellan todo tipo de derechos de los demás.
Conviene insistir en que nuestro dramaturgo huye de los maniqueísmos de buenos contra malos. Cada uno de nosotros es portador de vicios y virtudes; es nuestra responsabilidad reprimir aquellos y cultivar estas para alcanzar algo parecido a la plenitud vital. David encarna muy bien al hombre valiente, ansioso de conocimiento y de poder avanzar en el mundo de la música. Sin embargo, maltrata de palabra y físicamente a alguno de sus compañeros; llega hasta matar por venganza a Valindin. Este mismo tiene algún rasgo de generosidad para con los invidentes; es cierto que con él viven materialmente mejor que en el hospicio. Buero crea personas, con sus luces y sombras, no fantoches que se mueven en el escenario. Es una de las grandes cualidades de su teatro.
- Valoración
El
concierto de San Ovidio es
una extraordinaria pieza muy lograda y perfecta en su construcción. Nos
presenta una reflexión simbólica muy perfecta y equilibrada. Al mismo tiempo,
nos hace pensar sobre la necesidad de la justicia social y política. No
descuida la dimensión ética de cada persona, pues cada uno de nosotros se ve
apelado a reaccionar; la llamada de atención hacia el imperativo de la verdad,
la justicia y la honestidad es bien evidente.
Los personajes se expresan
con naturalidad, propiedad y llaneza. Cuando leemos, entendemos muy bien lo que
nos quieren transmitir, lo que genera cierta empatía hacia ellos. La
reconstrucción lingüística es muy convincente. Con un lenguaje distinto, nos
hablan de nuestros problemas, de nuestros miedos y esperanzas. La inclusión de
dos personajes históricos en el drama aporta verosimilitud y fuerza persuasiva.
Tal vez aquí radica su mayor virtud, junto con la invitación al moderado
optimismo forjado en la perseverancia y la verdad frente a la mentira y la
maldad, como Haüy representa.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
2.1.
Comprensión lectora
1) Describe el modo de
vestir y narra la vida diaria de los ciegos de los Quince Veintes.
2) Caracteriza física y
psicológicamente a los seis ciegos.
3) ¿Cede fácilmente la priora
del hospicio a los deseos de Valindin? ¿Cómo lo vemos?.
4) ¿Por qué Valindin quiere
montar la orquestina de ciegos? Sin embargo, ¿qué razón le da a la priora para
convencerla?
5) ¿Cómo es la actitud de
Adriana hacia los ciegos?
6) ¿Quién es el invidente
más ilusionado con el proyecto de montar la orquestina? ¿Dónde lo apreciamos?
7) El pavo real, las orejas
de burro y las enormes gafas con que se atavían los ciegos cuando actúan, ¿qué
imagen dan? ¿Les agrada?
8) El público, ¿reacciona
con pena o con risa a la orquestina? ¿Por qué adopta esa actitud?
9) La figura de Haüy es muy
significativa. ¿Qué opina de la orquestina? ¿Qué representa, pensando en el
futuro?
10) El final es trágico: explíquese. ¿Posee un tono pesimista u optimista?
2.2.
Interpretación y pensamiento analítico
1) Señala la trayectoria
vital de Adriana. ¿Podemos afirmar que acaba igual de mal a como había
empezado?
2) La pobreza, las
injusticias y la mala vida del pueblo llano son evidentes: muéstralas y analiza
sus causas y consecuencias.
3) Analiza la personalidad
de David. ¿Podemos considerarlo un asesino despiadado, o justo todo lo
contrario?
4) Analiza la situación de
la mujer en el drama y contrasta con la realidad actual.
5) ¿Es importante en la
pieza el papel de la religión? Argumenta y ejemplifica sobre ello.
6) El amor aparece de un modo difuso en la pieza: muestra cómo es y se desarrolla este sentimiento.
2.3. Comentario de texto específico
(Se inclina [DUBOIS, el
policía]. VALINDIN le dedica un desvaído ademán amistoso y sale con paso
inseguro por la izquierda, mientras se saca una llave del bolsillo. DUBOIS
levanta el farol para verle marchar. Luego menea la cabeza y sale por la
derecha, al tiempo que se descorren las cortinas negras. En el segundo término
se oye el ruido de una cerradura. A poco, la amarilla claridad del farol
comienza a iluminar el interior de la barraca. El telón de la Galga está
recogido y la tribuna con su gran pavo real se perfila en la penumbra. Óyese un
portazo y de nuevo el ruido de la cerradura. VALINDIN aparece por la izquierda
y, en el centro, levanta el farol y mira a su alrededor. Luego va a la derecha
y sale de escena. Se le oye abrir y cerrar otra puerta. El resplandor de la
linterna pasea su enorme sombra por las paredes. Reaparece con una botella y va
a la tribuna, que acaricia mientras la rodea, saliendo por su izquierda para
volver al centro. Allí suspira, deja el farol y la botella sobre la mesa de la
izquierda y empieza a quitarse la casaca. A medio sacar ésta, se detiene,
absorto.)
VALINDIN.-
¡Al diablo todas las perras del mundo! (Termina
de quitarse la casaca, que deja en una silla; aparta otra y se sienta
pesadamente. Atrapa la botella, destapona y bebe un largo trago. Se pasa la
mano por los ojos.) No te vas a enternecer, Valindin. Tienes vino y ya no
eres joven. ¡Al diablo!
DAVID.-
Señor Valindin. (Una pausa. VALINDIN
levanta la cabeza de pronto, sin creer a sus oídos.) Señor Valindin, soy
yo, David.
(VALINDIN se levanta
súbitamente, con una exclamación, y mira a la tribuna. De pronto toma el farol
y se acerca. La figura de DAVID se distingue ahora mejor: en su rostro hay una
leve sonrisa, acaso humilde.)
VALINDIN.-
¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?
DAVID.-
Con la llave.
VALINDIN.-
¿Qué llave?
DAVID.-
L otra llave. Ahora os la devolveré.
VALINDIN.-
¡Ah! ¿Conque te la ha dado Adriana?
DAVID.-
(Ríe suavemente.) Ella no sabe
nada... todavía. Yo estaba en el corredor el día en que se la disteis y oí
dónde la guardó.
VALINDIN.- (Que
lucha contra las nieblas del vino.) ¿Y has venido a robar?
DAVID.-
Si hubiese venido a robar no os habría llamado.
VALINDIN.-
¿Qué quieres? ¿Tu violín?
DAVID.-
Para eso tampoco os habría llamado.
VALINDIN.-
De todos modos has hecho mal en venir. ¡A mi barraca no se entra así, y lo vas
a pagar!
(Va hacia la izquierda.)
DAVID.-
¿Dónde vais?
VALINDIN.-
A llamar al vigilante.
DAVID.-
Está muy lejos. Lo habéis mandado al retén. ¿No queréis saber a qué he venido?
VALINDIN.-
No tengo nada que hablar contigo. ¡Baja y vete! Por esta vez lo dejaremos aquí.
DAVID.-
Señor Valindin, he venido a deciros que acepto vuestra propuesta [de abandonar
la orquestina de ciegos para hacer una gira por provincias].
VALINDIN.-
(Se acerca a la tribuna.) ¿Qué
propuesta?
DAVID.-
La de separarme de vos.
VALINDIN.-
¿Y para eso has venido a estas horas y has robado una llave?
DAVID.-
Es que además he de contaros un secreto. Algo que atañe a vos... y a Adriana.
(Un silencio.)
VALINDIN.-
¡Baja de ahí!
DAVID.-
(Desplazándose hacia la escalera.) Os
agradezco que queráis oírme. (Tantea el
arranque de loso peldaños con su garrote y comienza a bajar.) Sería una
lástima que nos separásemos... para siempre sin hablar. (VALINDIN lo ve bajar, asombrado. Él llega al suelo y se encamina al
primer término.) ¿No es aquí donde estabais sentado? (Palpa la botella sobre la mesa.) Así estaremos mejor. (Se sienta con calma en una silla. VALINDIN
se acerca despacio y deja el farol sobre la mesa. DAVID, como asustado por el
golpe, tiende sus manos y lo palpa.) ¿Qué es eso? ¡Ah!... Vuestro farol.
(Retira sus manos.)
VALINDIN.-
(Apoya sus manos en la mesa.) ¡Di lo
que tengas que decir!
DAVID.-
Me habéis dado una gran lección y quiero agradecérosla. Cuando la priora nos
habló de vos, me dije: “¡Al fin! Yo ayudaré a ese hombre y lo veneraré toda mi
vida.”. Después..., comprendí que se trataba de hacer reír. Pero todos somos
payasos, a fin de cuentas. (Ríe.) Gracias
por haberme convertido en un payaso. Ha sido una experiencia inolvidable.
VALINDIN.-
(Sonríe.) Me diviertes, loco.
(Y va a sentarse de nuevo,
tomando la botella.)
DAVID.-
¡Me alegro! (Ríe.) Divertir es lo
mejor. (Imita grotescamente los ademanes
de un violinista.) “Los corderitos balan: bee, bee, bee...”
VALINDIN.-
¡Eso, loco, eso!
(Subraya sus palabras con
palmadas sobre la mesa; ríe, y DAVID ríe con él. Luego bebe)
DAVID.-
Es la única manera de librarse del miedo. Bueno, hay otra, pero para pocos. Los
más tienen que saltar como animalitos de feria para aplacarlo. O ponerse a
soñar...
VALINDIN.-
Oye, ¿y ese secreto?
DAVID.-
Pronto os lo cuento. Os decía que yo antes soñaba con olvidar mi miedo. Soñaba
con la música, y que a amaba a una mujer a quien si siquiera conozco... Y
también soñé que nadie me causaría ningún mal, ni yo a nadie... ¡Qué iluso!
¿Verdad? Atreverse a soñar tales cosas en un mundo donde nos pueden matar de
hambre, o convertirnos en peleles de circo, o golpearnos... O encerrarnos para
toda la vida con una carta secreta. (VALINDIN
lo mira, serio.) Era como dar palos de ciego.
VALINDIN.-
¿Por qué dices eso?
DAVID.-
Por nada..., por nada. A mí siempre me irritó eso de que los palos de los
ciegos hiciesen reír. Porque soy un iluso, señor Valindin; pero no soy un
necio. ¿Recordáis aquella vez, en vuestra casa, que os die en el pie con mi
garrote?
VALINDIN.-
(Sin quitarle ojo.) Sí.
DAVID.-
Me he adiestrado mucho en eso... Puedo poner mi garrote donde quiera.
VALINDIN.-
¡Oye, truhán!...
DAVID.-
(Extiende su mano.) ¡Un momento! Pensad que si os lo confieso será
por algo.
VALINDIN.-
(Golpea la mesa con sus nudillos.)
¡Suelta ya el secreto y lárgate!
DAVID.-
(Suspira.) Es una lástima que la
plaza Luis XV sea tan grande y tan oscura. Cuando no hay luna no se ve ni gota.
VALINDIN.-
Y eso, ¿qué puede importarte a ti?
DAVID.-
A mí, no; pero a vos, sí.
VALINDIN.-
¿A mí?
DAVID.-
Esta tarde me dijisteis que nunca intentara nada contra un hombre con los ojos
en su sitio. Fue un buen consejo y os lo voy a pagar con otro.
VALINDIN.-
(Ríe.) ¿Tuyo? ¿Y cuál es, loco?
(Toma la botella. Cuando va
a beber, DAVID comienza a hablar y él se detiene y lo escucha.)
DAVID.-
Nunca golpeéis a ciegos... ni a mujeres.
VALINDIN.-
(Calla un instante. Luego estalla en una
carcajada.) ¿Me amenazas? (Ríe y
comienza a beber. En ese momento DAVID sus rápidas manos al farol, lo abre
apaga la candela con dos dedos. Oscuridad absoluta en el escenario.) ¿Qué
haces? (Se oyen las manos de VALINDIN
palpando sobre la mesa.) ¿Y el farol?
DAVID.-
(Su voz llega de otro lugar.) Ya no
está en la mesa.
(VALINDIN se levanta con
ruido de tropezones.)
VALINDIN.-
¡Tráelo, imbécil!
DAVID.-
Os diré ahora el secreto. Ya no volveréis a ver a Adriana.
VALINDIN.-
¿Qué dices, necio? ¡Será mía mientras yo viva!
DAVID.-
Es que tú, Valindin..., no vas a vivir.
(Un silencio.)
VALINDIN.-
(Con la voz velada.) ¿Qué?
DAVID.-
Ya no ultrajarás más a los ciegos.
VALINDIN.-
¡Bribón! ¡Deja que te atrape y verás!
(Se le oye caminar,
tropezando con otras sillas.)
DAVID.-
(Desde otro lugar.) ¡Cuánto más te
muevas, más tropezarás!
VALINDIN.-
(Se detiene.) ¿Me... quieres matar?
DAVID.-
No te muevas. No hables. Cada vez que lo haces, mi garrote sabe dónde está tu
nuca. (Un silencio.) Te oigo. No
vayas a la puerta. (Un silencio.) Los
ciegos han rezado ya bastante por tu alma sucia. Reza tú ahora, si sabes rezar.
VALINDIN.-
¡Hijo de perra!
(Se abalanza furioso hacia
donde sonó la voz. Tropieza.)
DAVID.-
(Ríe.) Es inútil... Yo nunca estaré
donde tú vayas. Pero siempre sabré dónde estás tú. Eres pesado, tu aliento es
ruidoso... ¡Y hueles! ¡Ya no diré una sola palabra más, Valindin!
(Un silencio.)
VALINDIN.-
(Con la voz temblona.) ¡David!... (Vuelve el silencio. Con la voz comida de
lágrimas.) No has comprendido... Yo quería ayudaros... Yo no soy malo...
Todos sois unos ingratos... (Vuelve el
silencio. De pronto, VALINDIN corre sollozando hacia la puerta.) ¡No!...
¡No!... ¡Socorro!... ¡Adriana!...
(Un golpe seco lo derriba.
Uno, dos golpes más, se oyen tal vez. En medio de un silencio total, las
cortinas negras se corren, al tiempo que el primer término se va iluminando,
hasta llegar a la plena claridad de un día soleado. ADRIANA y CATALINA, a la
izquierda atienden a LATOUCHE y a DUBOIS, que están a la derecha.)
a)
Actividades de comprensión lectora
1) Resume el contenido.
Trata de ubicarlo en el conjunto de la obra.
2) Analiza los personajes
que intervienen. Fíjate bien en las razones de David para acabar con Valindin.
3) Destaca media docena de
recursos estilísticos que crean belleza literaria.
4) Valindin, ¿qué vicio muestra en el pasaje? ¿Le impide comprender la situación en la que se halla?
b)
Actividades de interpretación
1) Analiza las relaciones
de David con Valindin, a la luz de su comportamiento en este texto.
2) ¿Cuáles son las
ilusiones de ambos personajes y que exponen en sus intervenciones?
3) Para David, su ceguera, ¿es fuente de sufrimiento? ¿Cómo lo apreciamos? ¿Lo hace infeliz?
2.4.
Fomento de la creatividad
1) La realización de una
lectura dramatizada (con el texto de las intervenciones de cada personaje al
lado) es una actividad placentera y de gran potencial didáctico. Se puede
realizar con una sección de la obra.
2) Transformar el texto
dramático en otro narrativo, manteniendo su esencia.
3) Imagina una persona con
una minusvalía, en un ambiente hostil o con muchas intrigas. Imagina cómo
soluciona su situación.
4) Se puede pasar a
ilustración o cómic el contenido de todo o parte de la obra; lógicamente, habrá
que modificar muchos aspectos.
5) Ejercicio de écfrasis: tómese el cuadro de Riña de músicos, de Georges de Latour, y descríbase en detalle su contenido; se puede interpretar también la personalidad de los representados.
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