Monte San Isidro, León (X-2020) © SVM |
ANTONIO BUERO VALLEJO: LAS MENINAS
- ANÁLISIS
- Resumen
Nuestro extraordinario
dramaturgo Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 – Madrid, 2000) nos dejó
con Las Meninas (1960) una magnífica
pieza teatral. Se trata de un acercamiento histórico, pero bajo la perspectiva
del presente, a una de las personalidades artísticas más cautivadoras de la
historia de España: Diego Velázquez, el genial pintor sevillano.
La obra se divide en dos
partes más o menos simétricas. No posee actos ni escenas. De este modo,
presenta un continuo de acciones que ocurren en el Alcázar real de Madrid o en
la Casa del Tesoro, vivienda añadida donde Velázquez tenía sus aposentos
privados, merced a su cargo de pintor de cámara de Felipe IV y aposentador
mayor del rey. La acotación inicial del escenario por parte de Buero Vallejo es
muy precisa e ingeniosa: en él aparece el cuarto de los pintores y otra sala
del palacio real; pero se convierte en el salón de la casa de Velázquez.
También se ve un trozo de calle y plaza del palacio. La acción se sitúa en
1656, momento en que Velázquez pintaba Las
Meninas.
PARTE PRIMERA
Pedro y Martin (que fueron
los grotescos modelos de Velázquez para sus cuadros de Mesipo y Esopo), mal
vestidos, son ahora dos mendigos que merodean por los alrededores del Alcázar.
Nos enteramos que Pedro llegó a la corte no hace mucho procedente de La Rioja;
ha cambiado de nombre. Es un anciano semiciego, orgulloso y grave, que mantiene
como puede su dignidad. Había estado condenado en galeras por un robo que no
cometió. Martín, por el contrario, adula a todo aquel que se encuentra para
arrancarle una limosna. Conversa zalameramente con Isabel y Agustina, damas
jóvenes de compañía de la infanta. Doña Marcela y Ruiz de Azcona son los
guardadamas que vigilan los movimientos de las jóvenes y coartan sus
movimientos.
En casa de Velázquez vive
su esposa D.ª Juana Pacheco y el yerno de estos, Mazo, también pintor, casado
con la hija de ambos; varios niños, nietos de Velázquez, pueblan la casa. Juan
de Pareja, antiguo esclavo de Velázquez, ahora hombre libre, ayuda a este en
sus pinturas. Velázquez conversa amigablemente y con afecto con la infanta
María Teresa, mujer que gusta de pensar y hablar con libertad, aunque no lo
tiene fácil. Pareja y Mazo ven un cuadro que Velázquez tiene guardado en la
buhardilla de su casa para que nadie lo vea: es La Venus del espejo. La Inquisición prohibía desnudos lascivos en
los cuadros y Velázquez lo oculta por precaución. Juana protesta porque cree
que Velázquez ha tenido amantes en Italia y alguna en Madrid, pero el pintor la
desengaña y le da tranquilidad. Doña Marcela, ya viuda, requiebra a Velázquez,
pues está enamorada de él, pero el pintor no le corresponde, lo que a ella
irrita.
Nieto es un primo de
Velázquez que también pretendía su cargo de aposentador, pero no lo logró y
quedó resentido, aunque lo disimula. Ahora es un beato y familiar de la
Inquisición. Juana le enseña el cuadro a Nieto, tras presionarla sutilmente, y
queda escandalizado. El maestro pintor Nardi, italiano afincado en España,
también vive en palacio y es rival de Velázquez por sus pinturas. El Marqués es
amigo de Nardi. Hablan del boceto que está en el bastidor, de Las Meninas. Les parece un cuadro
estrambótico e incomprensible, por pintar perros y bufones al lado de las
infantas, y el propio Velázquez pintando. El Marqués odia a Velázquez y hace lo
posible por incordiarlo.
Los barrenderos del palacio
se pusieron en huelga porque llevaban tres meses sin cobrar. Velázquez
comprende su posición. Está pendiente la autorización del rey para que pueda
pintar el cuadro, pues parece raro a todos los que lo han visto en boceto.
Velázquez (57 años en ese momento) admite ante la infanta María Teresa (18 años
en ese momento y prometida del rey de Francia) que su padre el rey tiene más de
treinta hijos bastardos, pues frecuentaba a todo tipo de mujeres
extramatrimonialmente. También pululan por palacio y salen en el cuadro el
italiano deforme Nicolasillo Pertusato, que tiene aires de grandeza; y la
alemana Mari Bárbola. Parecen niños, pero no lo son. En el cuadro también
saldrá la infanta Margarita, con los dos enanos al lado.
Pedro llega a casa de
Velázquez y, contra la voluntad de Juana, lo acoge y le hace un hueco en el
desván; le da de comer y le ofrece ropa limpia. Para Velázquez es un encuentro
maravilloso y reconoce en el viejo, medio ciego, la clarividencia para entender
su pintura. Pedro Briones le confiesa que quiso ser pintor, pero una falsa
acusación del estudiante a quien servía le arruinó la vida. Se hizo soldado y,
de alférez, mató en Flandes a su capitán por robar la paga de los soldados. El
rey dialoga con el Marqués, que descalifica el borrador de Las Meninas y se apoya también en la opinión de Nardi. Interrumpe
la reunión la infanta María Teresa, que informa a su padre del hambre que pasa
el pueblo; ni siquiera la reina pudo comer lo que deseaba por falta de dinero
en efectivo. El rey está preocupado porque no tiene descendencia de varones
para asegurar la línea sucesoria.
Velázquez y el rey dialogan
sobre infidelidades conyugales; Velázquez es fiel a su esposa y el rey confiesa
que le cuesta. Aún no ha decidido si se pintará el cuadro. Velázquez dialoga
con su primo Nieto en el taller. Le advierte que tenga cuidado con su pintura y
no infrinja las normas de la Inquisición. Pedro, el anciano ciego, y Velázquez
conversan sobre pintura: la luz, el diálogo de colores, es lo que salva a los
cuadros y les da transcendencia. Doña Marcela se alía con el Marqués para
hacerle daño a Velázquez. Le cuenta la conversación donde Pedro confiesa su
turbulento pasado al pintor.
PARTE SEGUNDA
El Marqués le informa al rey del cuadro con desnudo de Velázquez escondido en su casa, de que acoge a Pedro y de la falta de tino con Las Meninas. El rey le informa a Velázquez que lo someterá a un examen para aclarar lo del cuadro. Le da media hora para que vuelva a su casa y aclare la situación. La infanta María Teresa interrumpe y defiende al pintor ante su padre y le confiesa su afecto. En casa, el pintor descubre que su mujer Juana le enseñó el cuadro a su primo Nieto y que este lo denunció a la Inquisición por envidia y rencor, pues le había quitado el puesto de aposentador real. Pareja también había tenido un comportamiento desleal con Velázquez. Regresa a Palacio y lo someten a examen, ante el Marqués, el rey, un dominico, Nardi y Nieto, estos llamados por el Marqués y Velázquez respectivamente. Interrumpe María Teresa para defender al pintor. Velázquez hace confesar a su primo Nieto que lo denunció por envidia. También a Nardi que su pintura es inferior a la de él. En la calle, los alguaciles persiguen a Pedro, que se despeña y muere en un barranco. El rey acusa a Velázquez de traidor y desleal; este se defiende con la verdad y la justicia, necesarias para que un reino funcione. Vence dialécticamente a su primo, desenmascarando su envidia, y a Nardi, desvelando su mediocridad; también aclara el resentimiento amoroso de doña Marcela. La infanta María Teresa irrumpe en la reunión y defiende a Velázquez de las insidias del Marqués, que lo acusa también de haber protegido a un prófugo. Finalmente, el rey perdona al pintor y lo autoriza a pintar el cuadro. Velázquez se duele de la muerte de Pedro, único que entiende su pintura y su idea de plasmar la realidad total y cruda en sus cuadros, pero buscando la belleza en la verdad de las cosas, por humildes que sean.
- Personajes
-Diego Velázquez, “el
sevillano”: se nos presenta como un hombre de edad avanzada, de buen porte, de
mediana estatura, melena y barba. Aparece como un hombre enérgico, perspicaz,
inteligente, íntegro, genial en su pintura y sabio en los aspectos existenciales.
Su valentía, cantando verdades al rey Felipe IV, llama la atención en un
ambiente hipócrita e intoxicado de mentiras y apariencias.
-Juana Pacheco: mujer ya
metida en años, es la esposa del pintor desde hace muchos años. Se nos muestra
como una mujer celosa, bienintencionada y preocupada por el bienestar de los
miembros de su familia.
-Nieto, primo de Velázquez:
estamos ante el típico beato hipócrita y taimado. Pretendía el puesto de
aposentador de palacio que ostentaba Velázquez, de ahí que, cuando lo perdió,
movido por la envidia, traicione a su primo denunciándolo ante la Inquisición.
Proyecta sus obsesiones sensuales en los demás, síntoma de su debilidad de
carácter.
-Juan Bautista Mazo: es el
yerno del matrimonio Velázquez. Tiene poca importancia en el desarrollo del
drama. Sólo sabemos que es pintor y hombre cabal.
-Juan de Pareja: antiguo
esclavo de Velázquez libertado por el rey unos años antes. También es pintor y
trabaja ayudando a su antiguo amo. Es consciente de su inferioridad física,
social, familiar y artística, lo que parece que le hace sufrir para sus
adentros.
-Pedro Briones: estamos
ante una figura atractiva y llena de sorpresas. Le cuenta su vida a Velázquez,
por donde nosotros conocemos su trayectoria. De origen muy humilde, estudió en
Salamanca parte de su formación como pintor, sirviendo a un estudiante rico.
Este cometió un robo, pero, para librarse del castigo, depositó ciertas monedas
en el petate de su criado. Fue condenado a cinco años de galeras. En su pueblo
no lo querían, de modo que se enroló en los tercios de Flandes, donde luchó.
Mató a un capitán porque este robaba el salario de sus soldados. Desertó y volvió
a España. Fue modelo irónico de Velázquez para Mesipo, junto con su amigo
Martín, para Esopo. Participó después en tumultos callejeros contra la subida
desproporcionada e impuestos en Logroño. Su muerte violenta al final de la obra
es un símbolo de la arbitrariedad de los ricos y poderosos. A lo largo del
drama muestra hondura de pensamiento, admiración por la pintura de Velázquez y
mucha animadversión a la injusticia. Su sufrimiento y su ceguera final, aun
siendo el más clarividente despiertan la admiración y compasión del lector.
-Martín: es el otro modelo
y compañero de mendicidad de Pedro. De carácter alegre y apicarado, sobrevive
con su palabrería y jovialidad, a veces postiza, a veces auténtica.
-El rey Felipe IV: en el
drama se presenta como un hombre indeciso y un punto colérico. Sin embargo, su
sentido del poder hace que escuche a unos y a otros y sea precavido en sus
decisiones. Arrastra sus frustraciones personales, como el poco afecto que le
muestra su hija, o no haber logrado un descendiente varón.
-El Marqués: es el ejemplo
acabado de soberbia, doblez y arrogancia. Próximo al rey, maniobra para
perjudicar a sus enemigos (entre los que está Velázquez) y enriquecerse todo lo
que puede, como le echa en cara el propio pintor. Es el organizador taimado de
la trampa tendida a Velázquez ante el rey. Es un personaje que funciona por
antonomasia, es decir, representa a todo un grupo social; podría ser cualquiera
de ese grupo; por eso carece de nombre propio.
-María Teresa, la infanta
de España: es un personaje muy interesante porque se rebela ante su papel
secundario y de mero florero. Piensa por su cuenta, desea entender la realidad
e influir en la marcha del reino, pero su padre no se lo permite. Habla
francamente con Velázquez, que la comprende y consuela en su rabia.
-Marcela: guardiana de las
infantas y las meninas. Posee bastante importancia porque, despechada por el
poco caso que le hace Velázquez, se alía con el Marqués para perjudicar al
pintor.
-Nardi, el pintor italiano:
buen profesional, sin embargo, se siente frustrado por la genialidad de
Velázquez, a quien admira y odia a partes iguales. Se alía también con el
Marqués para perjudicar al sevillano.
-Las meninas y los bufones: encaran su destino con paciencia y amargura, excepto Nicolasillo, que espera un gran futuro para él, sin comprender exactamente la realidad.
- Tema
El tema de este drama
histórico se puede enunciar como: la lucha del deseo de verdad y justicia en un
ambiente hostil frente a la falsedad y la avaricia. Velázquez, Pedro y María
Teresa encarnan las virtudes. Nieto, el Marqués y Marcela personifican los
vicios más feos y penosos. En un terreno neutral queda el rey, Pareja, Juana
Pacheco y Martín. Tratan de comprender y sobrevivir, cada uno en su posición,
muy dispar entre sí.
Es obvio que el tema se podría enunciar de otro modo igualmente válido. Lo importante es destacar la demanda de verdad, justicia, autenticidad y desarrollo de los talentos naturales frente a las fuerzas negativas de la codicia, la falsedad, etc. que circulan por el Alcázar real muy libremente.
- Apartados temáticos
Las secciones de contenido
en esta pieza reciben un tratamiento muy original. La primera parte es, en sí
misma, la presentación y parte del nudo o desarrollo. Conocemos a los
protagonistas y los deseos e ideas que los mueven, aunque sin desvelar del todo
su verdadero rostro.
La segunda parte abarca un desarrollo in crescendo que culmina con el “examen” a Velázquez por tener guardado un cuadro con un desnudo femenino; se trata de La Venus del espejo. El interrogatorio es duro, pero Velázquez muestra su habilidad dialéctica y prueba su genio pictórico y su inteligencia superior frente a sus enemigos. Asimismo, le espeta al rey algunas verdades sobre las calamidades que pasaba el pueblo y los atropellos e injusticias que sufría a diario de manos de los poderosos. Se cierra esta segunda parte con el final y la resolución de la intriga. El pintor sale indemne de la amenaza de ser castigado por la Inquisición
- Lugar y tiempo de la acción dramática
La acción se desarrolla en
Madrid, en concreto, en el Alcázar (hoy desaparecido; ahora su lugar lo ocupa
el Palacio Real) y un edificio anexo conocido entonces como la Casa del Tesoro.
Aparecen cuatro espacios: el salón de la casa de Velázquez, el salón del
príncipe, donde pintan (y que aparece como escenario de Las Meninas), otro contiguo donde se celebra el “examen” al pintor
y el cuarto de los trebejos de los pintores.
El tiempo de la escritura de Las Meninas coincide con los años previos a 1960, momento de su estreno. El tiempo de la acción representada sabemos que es el año de 1656, fecha de la composición del cuadro. La acción dramática se extiende durante días, acaso semanas, pues es el lapso que discurre de una parte a otra. La concentración de la acción dramática es, pues, importante. Todo está adensado, comprimido, casi como a presión.
- Acercamiento estilístico
Buero Vallejo domina todos
los recovecos de la lengua con gran maestría y propiedad. Veamos algunas notas
distintivas:
-Variedad de niveles y
registros: en la obra aparecen distintos modos de empleo de la lengua. Podemos
apreciar desde el estrato vulgar, acanallado, propio de los mendigos, hasta el
culto y elevado, casi forense, de aspecto argumentativo (se ve muy bien en el
interrogatorio de Velázquez a su primo Nieto y al pintor Nardi).
-Propiedad en la expresión:
como es habitual en Buero Vallejo, todos los personajes se expresan con
precisión y propiedad. Dicen lo que quieren decir sin andarse por las ramas ni
rodeos enfadosos o un empleo confuso de la lengua.
-Naturalidad en la
expresión: cada personaje desde su posición, todos ellos hablan con un estilo
fluido y natural. No fuerzan la lengua en ningún momento y su expresión suena
convincente y apropiada. Desde la expresión del monarca, hasta la de Pedro y
Martín, percibimos inmediatamente la llaneza de expresión y la adecuación del
lenguaje a la posición socio-económica y política de los personajes. Esta
naturalidad se aprecia muy bien en el lenguaje arcaico que se emplea. Los
personajes hablan en el drama como hablaban en la época, con las fórmulas de
tratamiento y las personas verbales requeridas. La impresión lectora es de
verosimilitud y verismo, es decir, de gran fidelidad histórica.
-Moderado retoricismo: el
lenguaje no está sometido a verbalismo. La tarea del dramaturgo es la búsqueda
de una expresión natural, convincente y apropiada. Aquí se puede apreciar
cierta influencia de García Lorca, a quien Buero Vallejo admiraba.
-Cierto laconismo o
contención expresiva: los personajes no hablan por hablar. Manifiestan sus
pensamientos, sentimientos, etc. con una propensión a la precisión y a la
economía lingüística.
Un ejemplo ilustra estos
rasgos:
VELÁZQUEZ.-
¿Me admitiréis un socorro?
PEDRO.-
Vuestra esposa me dio ya vianda. Gracias. Una
pausa. VELÁZQUEZ se oprime las manos.) Una curiosidad me queda antes de
partir... Me la satisfacéis si os place y os dejo.
VELÁZQUEZ.-
Decid.
PEDRO.-
¿Recordáis que me hablabais de vuestra pintura?
VELÁZQUEZ.-
(Sorprendido.) Sí.
PEDRO.-
Un día dijisteis: las cosas cambian... Quizá su verdad esté en su apariencia,
que también cambia.
VELÁZQUEZ.-
(Cuyo asombro crece.) ¿Os acordáis de
eso?
PEDRO.-
Creo que dijisteis: si acertáramos a mirarlas de otro modo que los antiguos,
podíamos pintar hasta la sensación del hueco...
VELÁZQUEZ.-
¿Será posible que lo hayáis retenido?
PEDRO.-
Dijisteis también que los colores se armonizan con arreglo a leyes que aún no
comprendíais bien. ¿Sabéis ya algo de esas leyes?
VELÁZQUEZ.-
Creo que sí, mas... ¡me confunde vuestra memoria! ¿Cómo os importa tanto la
pintura sin ser pintor?
(Un silencio.)
PEDRO.-
(Con una triste sonrisa.) Es que yo,
don Diego..., quise pintar.
VELÁZQUEZ.-
(En el colmo del asombro.) ¿Qué?
PEDRO.-
No os lo dije entonces porque quería olvidarme de la pintura. No me ha sido
posible. Ahora, ya veis..., vuelvo a ella..., cuando sé que nunca pintaré.
VELÁZQUEZ.-
¡Qué poco sé de vos! ¿Por qué no habéis pintado?
PEDRO.-
Ya os lo diré.
VELÁZQUEZ.-
Sentaos. (Lo empuja suavemente y se
sienta a su lado.) Sabed que me dispongo justamente a pintar un cuadro
donde se resume cuanto sé. Nada de lo que pinté podrá parecérsele. Ahora sé que
los colores dialogan entre sí: ese es el comienzo del secreto.
PEDRO.-
¿Dialogan?
VELÁZQUEZ.-
En Palacio tengo ya un bosquejo de ese cuadro. ¿Querríais verlo?
PEDRO.-
Apenas veo, don Diego.
VELÁZQUEZ.-
Perdonad.
PEDRO.-
Pero querría verlo, si me lo permitís, antes de dejaros.
VELÁZQUEZ.-
(Le toca un brazo.) Pedro...
PEDRO.-
¿Cómo?
VELÁZQUEZ.-
Entonces me ocultabais muchas cosas; pero no me mentíais. Vuestro nombre es
Pedro.
PEDRO.-
(Contento.) ¡Veo que sois el mismo!
Disculpadme. La vida nos obliga a cosas muy extrañas. Yo os lo aclararé.
VELÁZQUEZ.-
Durante estos años creí pintar para mí solo. Ahora sé que pintaba para vos.
PEDRO.-
Soy viejo, don Diego. Me queda poca vida y me pregunto qué certeza me ha dado
el mundo... Ya solo sé que soy un poco de carne enferma llena de miedo y en
espera de la muerte. Un hombre fatigado en busca de un poco de cordura que le
haga descansar de la locura ajena antes de morir.
En el ejemplo previo se puede comprobar el uso muy acertado de los diversos procedimientos retóricos y la propiedad y precisión de las acotaciones. El conjunto conforma un texto dramático denso y hermoso.
- Contextualización
Es interesante señalar
algunas notas contextuales que explican el sentido y la intención de la obra:
-Buero Vallejo padeció años
de cárcel en el franquismo por sus ideas y compromiso republicano. Sin embargo,
supo superar sus duras vivencias de la inmediata posguerra para buscar una
dimensión más aperturista y proyectada al futuro de su país.
-El posibilismo es su
postura estética y política ante la intransigencia del régimen y la existencia
de la censura. Buero Vallejo compone sus obras de modo tal que pasan el filtro
de la censura pero, al mismo tiempo, incitan a una reflexión --del lector o del
espectador— en la que se critica el régimen franquista y se apuesta por una
convivencia democrática.
-Buero Vallejo emplea la
historia para explicar el presente. En esta obra –y en otras en las que utiliza
personajes de la historia de España-- toma un personaje y una situación del
pasado para reflexionar sobre el momento actual. En concreto, se percibe muy
bien cómo defiende la sinceridad en las relaciones, la justicia en la
administración del poder y la moderación en el comportamiento público.
-El teatro de nuestro autor se ha adscrito al subgénero del drama: tragedias contemporáneas, aunque no en este caso, en las que las personas luchan por una vida más luminosa y auténtica. Los finales abiertos e inciertos manifiestan bien la responsabilidad del lector: él mismo ha de optar por una postura enérgica y moderadamente optimista o darse por derrotado.
- Interpretación y sentido
Además de una recreación
histórica original y fresca, Buero Vallejo invita al lector a una reflexión
sobre el presente. Es una gran virtud de esta pieza provocar un análisis sobre
la necesidad de un poder justo y proporcionado, sobre la importancia de la
tolerancia y la comprensión de las ideas y sentimientos de los demás, etc.
Por supuesto, el sesgo
político también es evidente: los regímenes autoritarios provocan sufrimiento e
injusticias de todo tipo, lo cual no es tolerable. Se desliza una crítica al
régimen franquista y se aboga por espacios de libertad y de tolerancia para
lograr sociedades más homogéneas y felices.
Conviene insistir en que nuestro dramaturgo huye de los maniqueísmos de buenos contra malos. Cada uno de nosotros es portador de vicios y virtudes; es nuestra responsabilidad reprimir aquellos y cultivar estas para alcanzar algo parecido a la plenitud vital. Velázquez no es un héroe, solo un hombre de carne y hueso que admira a un pordiosero desastrado, Pedro. La infanta María Teresa no es necia ni casquivana, sino reflexiva y deseosa de conocer la verdad de las cosas y de las personas, incluido su padre, tan mujeriego. Las meninas y los bufones no son meros muñecos de entretenimiento, sino personas de carne y hueso que sufren y aman como todos los demás. Buero crea personas, no fantoches que se mueven en el escenario. Es una de las grandes cualidades de su teatro.
- Valoración
Las
Meninas es
una extraordinaria pieza muy lograda y perfecta en su construcción. Nos
presenta una lección de historia, muy perfecta y equilibrada. Al mismo tiempo,
nos hace pensar sobre la necesidad de la justicia social y política. No
descuida la dimensión ética de cada persona y la llamada de atención hacia el
imperativo de la verdad y la honestidad es bien evidente.
Los personajes se expresan
con naturalidad y llaneza. Cuando leemos, entendemos muy bien lo que nos
quieren transmitir, lo que genera cierta empatía hacia ellos. La reconstrucción
lingüística es muy convincente. Con un lenguaje distinto, nos hablan de
nuestros problemas. Tal vez aquí radica su mayor virtud, junto con la
invitación al moderado optimismo forjado en la perseverancia y la verdad frente
a la mentira y la maldad.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
2.1.
Comprensión lectora
1) ¿Cuál es la situación
económica y familiar de Velázquez?
2) ¿Cómo son las relaciones
entre Velázquez y su mujer Juana Pacheco?
3) ¿Cuántos pintores
aparecen en la pieza dramática? Caracterízalos.
4) Nieto, el primo de
Velázquez, tiene una personalidad turbia: muéstralo.
5) El Marqués es un hombre
poderoso. ¿Lo teme o lo respeta Velázquez? ¿Por qué?
6) ¿Quién desea conocer la
verdad completa de las cosas? ¿Por qué? ¿Quién le ayuda?
7) ¿Cómo son las relaciones
entre Felipe IV y Velázquez? Ilústralas con algún ejemplo.
8) El examen que le hacen a
Velázquez en realidad sirve para desenmascarar a sus enemigos. Enumera quiénes
son y qué intereses tienen.
9) Pedro es una figura
enigmática. ¿Por qué lo respeta tanto Velázquez?
10) Las meninas, los deformes y sus cuidadores poseen mucha relevancia en la obra: muestra cómo y cuándo.
2.2.
Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Cuál es el origen
superficial del conflicto de Velázquez con sus enemigos? ¿Y el profundo?
2) La pobreza, las
injusticias y la mala vida del pueblo llano son evidentes: muéstralas y analiza
sus causas y consecuencias.
3) Velázquez, ¿era un
artista comprendido? ¿Qué causas y consecuencias tiene eso en su vida?
4) Analiza la situación de
la mujer en el drama y contrasta con la realidad actual.
5) ¿Es importante en la
pieza el papel de la religión? Argumenta y ejemplifica sobre ello. Ten presente
que la Inquisición era una institución religiosa de gran importancia.
6) El amor aparece de un modo difuso en la pieza: muestra cómo es y se desarrolla este sentimiento.
2.3. Comentario de texto específico
EL
MARQUÉS.- Conmigo no valen argucias: no traeré aquí a mis espías. ¡Confesad,
señor aposentador! No os queda otro remedio.
(VELÁZQUEZ está
desconcertado. Teme.)
EL
REY.- (A media voz.)¿Quién les
escuchó?
(EL MARQUÉS se inclina y le
susurra un nombre al oído.)
MARÍA
TERESA.- (Que ha hecho lo posible por
captarlo.) Perdonad, padre mío...
EL
REY.- (Duro.) ¿Qué queréis?
MARÍA
TERESA.- He oído el nombre que os han dicho. No hay en Palacio persona más
enredadora y mentirosa.
EL
REY.- (Amenazante.) ¿Estáis intentado
defender a Velázquez?
MARÍA
TERESA.- (Inmutada.) Señor... Busco,
como vos, la justicia.
EL
REY.- (La mira duramente.) Tiempo
tendréis de hablar.
VELÁZQUEZ.-
Señor: si dan tormento a ese hombre, acabarán con él...
EL
REY.- ¿Tanto os importa?
VELÁZQUEZ.-
Es un anciano. Podrán quizá arrancarle confesiones falsas.
EL
MARQUÉS.- No es menester que confiese, don Diego. Vuestra rebeldía está
probada. Por lo demás, ese hombre ya no podrá decir nada.
(VELÁZQUEZ lo mira,
amedrentado.)
EL
REY.- ¿Por qué no?
EL
MARQUÉS.- Se dio a la fuga cuando lo prendían y cayó por el desmonte de los
Caños del Peral. Según parece, veía poco
VELÁZQUEZ.-
(Ruge.) ¿Qué?
EL
MARQUÉS.- Ha muerto.
VELÁZQUEZ.-
(Descompuesto.) ¿Muerto?
EL
MARQUÉS.- Vuestra majestad juzgará a Velázquez según su alto criterio. Yo he
dicho cuanto tenía que decir.
EL
REY.- Todas las pruebas están contra voz, don Diego. Por la pintura obscena que
habéis hecho habríais de ser excomulgado y desterrado. Por lo que el marqués
nos ha referido, el castigo tendría que ser mayor. ¿Tenéis algo que alegar en
vuestra defensa? (VELÁZQUEZ no oye:
desencajado y trémulo, mira al vacío con los ojos abiertos. Al fin, vacilante,
va hacia los peldaños.)¿Reconocéis vuestros yerros? (VELÁZQUEZ rompe a llorar.) ¡Cómo! ¿Lloráis?
EL
MARQUÉS.- Esa es su confesión.
(La infanta lo mira y se
levanta para acudir al lado de VELÁZQUEZ. Su mano, tímida, se alarga hacia él
sin osar tocarlo.)
MARÍA
TERESA.- ¡Don Diego!
(EL MARQUÉS se levantó al
hacerlo la infanta. EL REY, sombrío, no la pierde de vista.)
EL
REY.- (Al Marqués.) Dejadnos solos.
(EL MARQUÉS se inclina y
sale por la puerta de la izquierda, cerrando.)
MARÍA
TERESA.- ¡Don Diego, no lloréis...!
EL
REY.- (Helado.) Ponéis en vuestra voz
un sentimiento impropio de vuestra alcurnia. (La infanta, sin volverse, atiende.) Me pregunto si mostraréis la
misma pena cuando vuestro padre muera. (La
infanta se va incorporando despacio, sin volverse. VELÁZQUEZ escucha.) Me
pregunto si, en vez de estar ante un culpable, no estoy ante dos.
MARÍA
TERESA.- (Se vuelve, airada.) ¿Qué
queréis decir?
(VELÁZQUEZ los mira.)
EL
REY.- (Se levanta.) ¿Por qué habéis
venido aquí? ¿Qué es él para vos?
MARÍA
TERESA.- ¡No es propio hablar así a una infanta de España no estando a solas!
EL
REY.- (Va a su lado.) ¡Luego lo
reconocéis!
MARÍA
TERESA.- ¡Nada reconozco!
EL
REY.- (Se aparta bruscamente y baja los
peldaños para situarse a la derecha del primer término.) Es vano que
neguéis. Estoy informado de vuestras visitas a esta sala en los días en que el
pintor cerraba con llave. De vuestras escapadas sin séquito para ver a este
hombre.
MARÍA
TERESA.- ¿Qué cosa horrible y sucia estáis insinuando?
EL
REY.- Hablo la lengua de la experiencia. Quizá no os disteis entera cuenta de
lo que hacíais. Quizá la niña loca y díscola que sois se dejó... fascinar. (A VELÁZQUEZ.) Mas ¿y vos? (Va hacia él.) ¿Cómo osasteis poner
vuestros impuros ojos de criado en mi hija? ¡Vos, el esposo fiel, el de la
carne fuerte, el invulnerable a los galanteos de Palacio, os resevabais para el
más criminal de ellos! ¡Mal servidor, valedor de rebeldes, orgulloso, desdeñoso
de la autoridad real, falso! Ahora todos se aclara. Pintasteis con intención
obscena, protegisteis a un malvado porque despreciáis mi Corona y... habéis
osado trastornar el corazón y los pensamientos de la más alta doncella de la
Corte.
VELÁZQUEZ.-
Señor, os han informado mal.
EL
REY.- ¡No me contradigáis! Sé lo que digo y me ha bastado observaros a los dos
aquí para confirmarlo. Pagaréis por esto, don Diego.
MARÍA
TERESA.-Padre mío...
EL
REY.- ¡Callad vos!
MARÍA
TERESA.- No callaré, padre. Si vos habláis la lengua de la experiencia, yo soy
una mujer y también sé lo que digo. Esta tarde no he visto aquí más que
mezquinas invidias disfrazadas de acusaciones contra quien sufre la desgracia
de ser el mejor pintor de la Tierra y un hombre cabal. Si él no se defiende, yo
lo defenderé; porque en esa infamia que nos imputáis veo también un rencor...
¡y sé de quién procede!
EL
REY.- ¡El calor de vuestras palabras me prueba lo que pretendéis negar! No
pronunciéis ni una más.
MARÍA
TERESA.- Si yo os dijese el nombre de quien delató, ¿nos escucharíais?
EL
REY.- ¡No podéis dar nombre alguno!
MARÍA TERESA.- ¿No es doña Marcela de Ulloa?
a)
Actividades de comprensión lectora
1) Resume el contenido.
Trata de ubicarlo en el conjunto de la obra.
2) Analiza los personajes
que intervienen. Fíjate bien en el carácter de la hija del rey, María Teresa.
3) Destaca media docena de
recursos estilísticos que crean belleza literaria.
4) ¿Qué pretende, en realidad, el Marqués?
b)
Actividades de interpretación
1) Analiza las relaciones
del rey con Velázquez y con su hija, a la luz de su comportamiento en este
texto.
2) ¿Era fácil la vida en
palacio en el siglo XVII, a juzgar por las intrigas que observamos?
3) Para el rey, ¿qué es más importante, su cargo o su papel de padre?
2.4.
Fomento de la creatividad
1) La realización de una
lectura dramatizada (con el texto de las intervenciones de cada personaje al
lado) es una actividad placentera y de gran potencial didáctico. Se puede realizar
con una sección de la obra.
2) Transformar el texto
dramático en otro narrativo, manteniendo su esencia.
3) Imagina un artista
genial e íntegro, como se ve en Velázquez, en un ambiente hostil o con muchas
intrigas. Imagina cómo soluciona su situación.
4) Se puede pasar a
ilustración, apoyándose en el cuadro Las
Meninas, el contenido de todo o parte de la obra; lógicamente, habrá que
modificar muchos aspectos.
5) Ejercicio de écfrasis:
tómese el cuadro de Las Meninas y
descríbase en detalle su contenido; se puede interpretar también la
personalidad de los representados.
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