"Niebla" © SVM |
- ANÁLISIS
- Resumen
Niebla es una novela de Miguel Unamuno publicada en 1914 (aunque escrita
en 1907). Justamente en este texto el autor crea y explica el término “nivola”,
su particluar versión del concepto de novela: son obras de ficción con
predominio del diálogo y el pensamiento sobre la acción y el movimiento; se
concentran en la vida interior de un personaje, en su intimidad, su
esencialidad existencial, frente al mero devenir de hechos exteriores de la
vida cotidiana. En La tía Tula y San Manuel bueno, mártir también
aparecen estas características; son, pues, otros ejemplos de “nivolas”.
Augusto Pérez
es un hombre bastante joven y educado, quien lleva una vida apacible. De
posición acomodada, vive solo porque sus padres ya habían muerto; comparte la
casa con sus criados, el matrimonio formado por Domingo y Liduvina. Además de
las tareas domésticas, actuarán de consejeros en momentos delicados.
Augusto se topa
en la calle con una muchacha bella y atractiva, Eugenia, de la que se enamora
instantánea y locamente. Le sonsaca información a Margarita, la portera del
inmueble; Eugenia es profesora particular de piano y vive con unos tíos de
humilde pasar. Augusto, a solas, en su casa, imagina una vida común con la
muchacha, formando una familia. Al poco se entera de que Eugenia tiene un
novio, llamado Mauricio, hombre indolente, vago y un tanto cínico. Por
casualidad (se cae una jaula con un pájaro, Augusto la recoge y resulta que el
propietario son los tíos de Eugenia, Fermín y Ermelinda), entra en casa de
Eugenia y entabla conversación y amistad con los tíos. Insinúa sus pretensiones
para con la joven, cosa que a los tutores les parece bien, pues a la vista está
que Augusto es una persona adinerada.
Augusto juega
al ajedrez en el casino con su amigo Víctor Goti; le pide consejo sentimental y
este le recomienda prudencia y cabeza fría. El capítulo cuatro justifica el
título de la novela: Augusto monologa –piensa en voz alta, mejor estaría decir,
a modo de corriente de conciencia— y concluye que la vida está sumida en
niebla, pues no se puede discernir con claridad los objetos, emociones e ideas
que pueblan la mente humana. Su criado Domingo comparte con él unos juegos de
tute y le aconseja que, puesto que es inevitable, se case con la chica que ama.
Sueña con la joven y eso lo consuela y lo desasosiega a la vez. Pasea por la
alameda de la ciudad; encuentra un cachorrito de perro abandonado y se lo lleva
a casa. Lo nombra intencionadamente Orfeo (como el héroe mitológico griego que
descendió a los infiernos para rescatar a su amada Eurídice, a la que perdió en
el último momento por mirar atrás y contemplarla, cosa que se le había
prohibido expresamente). Augusto vuelve a la casa de la joven y habla con sus
tíos, que lo acogen de buena gana, pero no así ella, que le da largas y lo
trata con frialdad. Siguen los pensamientos de Augusto, ahora expresados a
Orfeo, acerca de la sustancia de la vida y la muerte, la incógnita del más
allá, la angustia del fin de la vida, etc. También se enamorisca de todas las
mujeres con las que se cruza, pues le parecen bellas y atractivas.
Otro encuentro
con su amigo Víctor le hace ver que el enamoramiento es algo más hondo que una
mera atracción, lo que le hace dudar de sus verdaderos sentimientos. En un
encuentro a solas con la chica, en la casa de ella, se porta como un
adolescente atolondrado, lo que provoca una situación embarazosa que solo
finaliza con la llegada de los tíos de ella. Les anuncia que les pagará la
hipoteca, para que acaben sus agobios económicos, noticia que los tíos acogen
con alivio y deseando ya claramente la boda de Eugenia con Augusto. Este, por
su parte, sufre una súbita atracción por Rosario, la chica planchadora; ella le
corresponde e inician una relación. No mucho después Eugenia le manifiesta su
malestar por haber pagado la hipoteca, pues ella se sentía rehén de la
situación.
Otro amigo de
Augusto, Avito Carrascal, casado y padre de un joven que se había suicidado, le
plantea la hipóteis de que casarse es como reencontrar la madre desaparecida.
Víctor le cuenta a Augusto que su matrimonio no era exactamente feliz; aunque
lo habían intentado, no habían logrado tener un hijo; cuando ya habían
desesperado de ello, la mujer quedó encinta y dio a luz un niño, que,
paradójicamente, rompió la armonía matrimonial; por eso Víctor le insinúa que
se lo cede en adopción. Eugenia se alarma ante el propósito firme de Augusto de
buscar el compromiso matrimonial con ella. Se lo cuenta a su novio Mauricio,
quien le propone que se case con el rico impertinente y ellos mantener su
relación en secreto y vivir a costa de Augusto. Eugenia queda desconcertada e
irritada. En tanto, Augusto coquetea con Rosario, la planchadora, y le cuenta a
su perro sus dudas y confusiones, pues no logra entender del todo su propia
situación.
Ermelinda se
presenta en casa de Augusto y le cuenta que su sobrina Eugenia ha roto con
Mauricio, por lo que es el momento de proponerle matrimonio en toda regla a su
sobrina. Otra conversación con Eugenia le hace ver que ella no lo quiere. Sin
embargo, Rosario, suspira por él; por eso planea un viaje con ella a un lugar
lejano, para vivir felices. Su mayordomo Domingo le recomienda que se entienda
con las dos, pues no hay más remedio. Su amigo Antonio le explica, por su
propia experiencia (vivía feliz con la antigua esposa del hombre con el que se
fugó su propia mujer), que los asuntos del amor son impredecibles y difíciles
de gobernar. Su amigo Víctor le informa ahora que es feliz con su hijo pequeño
en casa, que ha traído esperanza.
Augusto se
entrevista con un psicólogo o filósofo, Antolín Sánchez, quien le explica los
misterios de la psicología femenina. Este hombre le aconseja que se case para
experimentar realmente los misterios femeninos. Confuso, vuelve a su casa y
vive escaramuzas de amor con Rosario, sin saber muy lo que hace. Eugenia al fin
cede y, sin muchos requerimientos, le concede palabra de matrimonio, a lo que
Augusto reacciona con euforia. Eugenia le pide que le gestione un trabajo para
Mauricio lejos de la ciudad, para alejarlo; Augusto lo hace inmediatamente,
pero al día siguiente lo visita Mauricio para darle las gracias y para
anunciarle que se va, pero no solo, sino con Eugenia, pues se aman. Augusto,
entre aturdido e irritado, no sabe si vive o sueña.
Eugenia le pide
contención a su futuro esposo y le insinúa que Mauricio se ha fugado con
Rosario, lo que desconcierta a Augusto, pues él tenía sentimientos por esa
joven. Al día siguiente recibe una carta de Eugenia, y solo quedan tres días
para la boda, revelándole toda la verdad: no lo ama y se va con Mauricio, de
modo que lo abandona. Su amigo Víctor le aconseja paciencia.
Augusto viaja a
Salamanca para entrevistarse con Unamuno, el autor de la novela y de un ensayo
sobre el suicidio que le parecía muy interesante. Al percatarse que Unamuno es
el autor de sus propias vivencias, lo amenaza con matarlo, pero Unamuno le hace
ver que su vida depende él, pues el autor decide el destino de los personajes,
que no se pueden rebelar. Augusto le pide clemencia y, de paso, le recuerda que
él también morirá, de modo que sus pretensiones de ser un dios creador no pasan
del papel. Toma el tren de vuelta a casa, angustiado por el paso del tiempo y
la cercanía de la muerte. Ya en casa, come hasta no poder más; se acuesta en la
cama, se despierta súbitamente y cae muerto acto seguido. Su perro Orfeo muere
también a su lado, fiel hasta el final.
Unamuno recibe un telegrama enviado por el mayordomo de Augusto anunciándole la muerte de Augusto. A Unamuno le entran remordimientos y cierta zozobra; sueña con el joven personaje e intenta volver a soñar para resucitarlo, pero todo es vano. Augusto muere como lo hizo don Quijote trescientos años antes.
- Tema
Esta “nivola” toca temas filosóficos y existenciales de hondo calado. Entre ellos, hallamos: la verdadera naturaleza de la existencia humana, entre la ficción o el sueño y la realidad más o menos perceptible; la influencia de los sentimientos, muchas veces inexplicables e ingobernables, en el destino de las personas; y, finalmente, la angustia ante la muerte, fin último de la vida humana.
- Apartados temáticos
Estamos ante el
típico relato que fluye en un continuum
sin posibilidad de distinguir secciones de contenido claramente distintas. Los
sentimientos, miedos, esperanzas y zozobras de Augusto Pérez fluyen a lo largo
de los treinta y tres capítulos de la novela, van y vienen, saltan, avanzan y
retroceden en un cierto caos producto de la casualidad y de sus decisiones,
casi todas confusas y titubeantes. Es cierto que se puede apreciar desde otro
punto de vista. De este modo, se distinguen los apartados clásicos, aunque a
veces de modo borroso:
-Una
introducción a los personajes y sus acciones –tres primeros capítulos--.
-Un desarrollo
lleno de pensamientos, sentimientos y alguna peripecia –del capítulo cuatro,
dedicado a la reflexión sobre la “niebla” que constituye la existencia humana,
hasta el treinta y uno--.
-Un final o cierre, que ocupa los dos últimos capítulos del texto; relata la de muere Augusto y la reacción agridulce de su creador y escritor, Unamuno.
- Personajes
Augusto Pérez
es el protagonista de la novela; también es el antagonista: se enfrenta a sí mismo,
a sus miedos, dudas paralizantes, esperanzas difusas y una confusión mental
espeluznante. Es un joven que desea vivir y no se atreve. Piensa mucho en su
vida y su existencia, alterada por la aparición de Eugenia, bella y
manipuladora a partes iguales. Augusto, al final, comprende que su vida sólo
está hecha de tinta y papel y se suicida de un modo patético e histriónico:
comer hasta indigestarse. Es un personaje redondo, profundo y atractivo en el
sentido que vemos cómo trata de desenredar la madeja de su existencia.
El segundo
personaje que llama la atención es Eugenia Domingo del Arco. Es una joven
independiente que trata de vivir con honestidad conforme a sus sentimientos y
deseos. Participa en una trampa a Augusto, acaso como castigo a este por haberse
entremetido demasiado en su vida y manipular a sus tíos. Por otro lado, es
evidente que no es feliz con su trabajo y sus escasos recursos materiales.
También es un personaje redondo porque evoluciona conforme avanza la acción,
aunque no en la mejor dirección. Al fin, traiciona a Augusto y desaparece con
su novio.
Víctor Goti, el
amigo y confidente de Augusto, resulta un personaje un tanto ambiguo y
atrabiliario. Siempre escucha con atención a su amigo, mientras comparten una
partida de ajedrez, pero le da unos consejos a veces ridículos, a veces
absurdos. Su propia reacción ante su hijo, del rechazo a la felicidad exultante
en cosa de días es muestra de su inestabilidad mental. Este personaje también
adquiere relevancia porque es el que enuncia la teoría de la nivola como un
texto de ficción de base dialogada y materia reflexiva de naturaleza filosófica
y existencial. Del mismo modo, conviene recordar que es el autor del prólogo de
la novela, donde defiende la memoria de su amigo Augusto.
Domingo y
Liduvina, los criados de la casa de Augusto, adquieren bastante relevancia
porque, además de gobernar la casa en los aspectos materiales, han de realizar
tareas de consejeros del confuso Augusto. Representan el sentido común, el
sentir de la mayoría, de la calle.
Rosario, la
planchadora, es la víctima colateral de la confusión mental de Augusto. Este la
enamora, ella acepta y se ve envuelta en una aventura amorosa que promete mucho
y acaba en nada. La joven, humilde y sincera, se deja llevar por sus
sentimientos de atracción por Augusto, sin comprender que el joven actúa
atolondradamente y guiado por el amor a Eugenia, su único sentimiento firme a
lo largo de todo el relato.
Unamuno, el autor real de la novela, también es un personaje en los tres últimos capítulos. Se le piden cuentas por el destino que reserva a los personajes. No le queda más remedio que declarar su total poder creador –y destructor— sobre los personajes. Claro que la comprobación de que él mismo morirá, y ahora de verdad, como le recuerda Augusto, más allá de la tinta y el papel, no le hace mucha gracia.
- Narrador
La historia la
cuenta un narrador en tercera persona, más o menos omnisciente total, más o
menos externo a la diégesis, más o menos distante y objetivo. Cede la visión y
la voz a Augusto Pérez, el protagonista, para que vierta sus sentimientos y
miedos sin ser interrumpido. Generalmente, estos pensamientos, soliloquios,
fluir de conciencia del protagonista aparecen entrecomillados, por lo que el
lector sabe a qué atenerse en cada momento.
Es cierto que el prólogo de Víctor Goti, en el que se presenta como fuente de la información sobre Augusto, el post-prólogo de Unamuno, donde se trata de personaje, y el Prólogo a esta edición, o sea, historia de “Niebla”, de 1935, de Unamuno, en el que se presenta como autor y realiza un recorrido por algunas de sus creaciones de ficción, desde Paz en la guerra en adelante, complica la estructura narrativa; nos recuerda inmediatamente a Cervantes y la confusión de las fuentes, además del juego entre verdad/mentira/verosimilitud que se observa en el Quijote. Por otro lado, nos remite directamente al concepto de “nivola” como artefacto narrativo dialogado (monologado, en muchos casos), introspectivo y de acción física escasa e irrelevante, pero de acción mental o emocional intensa y constante.
- Lugar y tiempo de la diégesis o
acción narrativa
La acción
discurre en una ciudad innominada. Se puede decir que es de tamaño medio y de
ambiente provinciano. Se mienta el casino, la alameda, etc., lugares típicos de
las ciudades españolas de provincias de finales del S. XIX y primeras décadas
del XX. Dos capítulos transcurren en Salamanca (donde vive el Unamuno real
–novelista-- y el imaginario –personajes que es el autor de la novela--). La
acción va alternando entre espacios exteriores (las viviendas de Augusto y de
Eugenia, algún tramo en el casino...) y exteriores (jardines, alameda, calles,
bulevares, etc.).
El tiempo de la publicación (1914) no coincide con el de la escritura (1907), aunque el trecho temporal no es muy grande. El tiempo de la acción narrada es contemporáneo al de la escritura: se recrea la vida urbana de gente de mediano pasar en la primera década del siglo XX. La duración de la acción se puede cuantificar en varios meses; desde que Augusto conoce y se enamora perdidamente de Eugenia hasta la muerte de aquel pasa alrededor de medio año. La acción interna, desde el punto de vista cronológico, está bastante concentrada y adensada, rasgo típico de la “nivola”.
- Aproximación estilística
Unamuno posee
un alto dominio de la retórica y de la lengua española. Ello le permite crear
narraciones significativas, originales y de calado reflexivo. Utiliza
ampliamente el diálogo, algo menos la descripción y menos la narración. Los
personajes hablan y, en el caso de Augusto, monologa o deja fluir su conciencia
ampliamente. Gracias a ello, conocemos minuciosamente sus esperanzas y miedos,
sus anhelos y temores.
Extraemos del capítulo I un ejemplo del arte narrativo de Unamuno
Y
se detuvo a la puerta de una casa donde había entrado la garrida moza que le
llevara imantado tras de sus ojos. Y entonces se dio cuenta Augusto de que la
había venido siguiendo. La portera de la casa le miraba con ojillos maliciosos,
y aquella mirada le sugirió a Augusto lo que entonces debía hacer. «Esta
Cerbera aguarda ––se dijo–– que le pregunte por el nombre y circunstancias de
esta señorita a que he venido siguiendo y, ciertamente, esto es lo que procede
ahora. Otra cosa sería dejar mi seguimiento sin coronación, y eso no, las obras
deben acabarse. ¡Odio lo imperfecto!» Metió la mano al bolsillo y no encontró
en él sino un duro. No era cosa de ir entonces a cambiarlo, se perdería tiempo
y ocasión en ello.
––Dígame,
buena mujer ––interpeló a la portera sin sacar el índice y el pulgar del
bolsillo––, ¿podría decirme aquí, en confianza y para inter nos, el nombre de
esta señorita que acaba de entrar?
––Eso
no es ningún secreto ni nada malo, caballero.
––Por
lo mismo.
––Pues
se llama doña Eugenia Domingo del Arco.
––¿Domingo?
Será Dominga...
––No,
señor, Domingo; Domingo es su primer apellido.
––Pues
cuando se trata de mujeres, ese apellido debía cambiarse en Dominga. Y si no,
¿dónde está la concordancia?
––No
la conozco, señor.
––Y
dígame... dígame... ––sin sacar los dedos del bolsillo––, ¿cómo es que sale así
sola? ¿Es soltera o casada? ¿Tiene padres?
––Es
soltera y huérfana. Vive con unos tíos...
––¿Paternos
o maternos? ––Sólo sé que son tíos.
––Basta
y aun sobra.
––Se
dedica a dar lecciones de piano.
––¿Y
lo toca bien?
––Ya
tanto no sé.
––Bueno,
bien, basta; y tome por la molestia.
––Gracias,
señor, gracias. ¿Se le ofrece más? ¿Puedo servirle en algo? ¿Desea le lleve
algún mandado?
––Tal
vez... tal vez... No por ahora... ¡Adiós!
––Disponga
de mí, caballero, y cuente con una absoluta discreción.
«Pues señor ––iba diciéndose Augusto al separarse de la portera––, ve aquí cómo he quedado comprometido con esta buena mujer. Porque ahora no puedo dignamente dejarlo así. Qué dirá si no de mí este dechado de porteras. ¿Conque... Eugenia Dominga, digo Domingo, del Arco? Muy bien, voy a apuntarlo, no sea que se me olvide. No hay más arte mnemotécnica que llevar un libro de memorias en el bolsillo. Ya lo decía mi inolvidable don Leoncio: ¡no metáis en la cabeza lo que os quepa en el bolsillo! A lo que habría que añadir por complemento: ¡no metáis en el bolsillo lo que os quepa en la cabeza! Y la portera, ¿cómo se llama la portera?».
Se aprecia muy
bien aquí el empleo proporcionado de la narración, la descripción y el diálogo
de modo eficaz. Junto a ello, el monólogo interior también ocupa una buena
proporción, pues es el medio preferido del narrador para hacernos llegar los
pensamientos y sentimientos íntimos de Augusto.
El empleo de los procedimientos retóricos para aumentar la densidad estética y la intensidad estilística también está presente a lo largo de la narración. Ofrecemos un ejemplo, que es el comienzo del capítulo V, bien elocuente:
Cruzaban
las nubes, águila refulgente, con las poderosas alas perladas de rocío, fijos
los ojos de presa en la niebla solar, dormido el corazón en dulce aburrimiento
al amparo del pecho forjado en tempestades; en derredor, el silencio que hacen
los rumores remotos de la tierra, y allá en lo alto, en la cima del cielo, dos
estrellas mellizas derramando bálsamo invisible. Desgarró el silencio un
chillido estridente que decía: «¡La Correspondencia!...» Y vislumbró Augusto la
luz de un nuevo día.
«¿Sueño o vivo? ––se preguntó embozándose en
la manta––. ¿Soy águila o soy hombre? ¿Qué dirá el papel ese? ¿Qué novedades me
traerá el nuevo día consigo? ¿Se habrá tragado esta noche un terremoto a
Corcubión? ¿Y por qué no a Leipzig? ¡Oh, la asociación lírica de ideas, el
desorden pindárico! El mundo es un caleidoscopio. La lógica la pone el hombre.
El supremo arte es el del azar. Durmamos, pues, un rato más.» Y diose media
vuelta en la cama.
¡La
Correspondencia!... ¡El vinagrero! Y luego un coche, y después un automóvil, y
unos chiquillos después.
«¡Imposible!
––volvió a decirse Augusto––. Esto es la vida que vuelve. Y con ella el amor...
¿Y qué es el amor? ¿No es acaso la destilación de todo esto? ¿No es el jugo del
aburrimiento? Pensemos en Eugenia; la hora es propicia.»
Y
cerró los ojos con el propósito de pensar en Eugenia. ¿Pensar?
Pero
este pensamiento se le fue diluyendo, derritiéndosele, y al poco rato no era
sino una polca. Es que un piano de manubrio se había parado al pie de la
ventana de su cuarto y estaba sonando. Y el alma de Augusto repercutía notas,
no pensaba.
«La
esencia del mundo es musical ––se dijo Augusto cuando murió la última nota del
organillo––. Y mi Eugenia, ¿no es musical también? Toda ley es una ley de
ritmo, y el ritmo es el amor. He aquí que la divina mañana, virginidad del día,
me trae un descubrimiento: el amor es el ritmo. La ciencia del ritmo son las
matemáticas; la expresión sensible del amor es la música. La expresión, no su
realización; entendámonos.»
Le
interrumpió un golpecito a la puerta.
––¡Adelante!
––¿Llamaba,
señorito? ––dijo Domingo.
––¡Sí...
el desayuno! Había llamado, sin haberse dado de ello cuenta, lo menos hora y
media antes que de costumbre, y una vez que hubo llamado tenía que pedir el
desayuno, aunque no era hora. «El amor aviva y anticipa el apetito ––siguió
diciéndose Augusto––. ¡Hay que vivir para amar! Sí, ¡y hay que amar para
vivir!»
Se
levantó a tomar el desayuno.
––¿Qué
tal tiempo hace, Domingo?
––Como
siempre, señorito.
––Vamos,
sí, ni bueno ni malo.
––¡Eso!
Era la teoría del criado, quien también se las tenía. Augusto se lavó, peinó, vistió y avió como quien tiene ya un objetivo en la vida, rebosando íntimo arregosto de vivir. Aunque melancólico.
Enumeramos,
para hacernos una idea, los recursos estilísticos más interesantes de este
párrafo:
-Personificación:
“Cruzaban las nubes”, “Desgarró el silencio”.
-Metáfora:
“águila refulgente, con las poderosas alas...”, “ojos de presa”, “bálsamo
invisible”, “el mundo es un caleidoscopio”.
-Paradoja:
“niebla solar”.
-Sinestesia:
“dulce aburrimiento”.
-Nominalización:
“pecho forjado en tempestades”.
-Aliteración:
“rumores remotos de la tierra”.
-Bimembración y
antítesis: “¿Sueño o vivo?”.
-Interrogación
retórica, con paralelismo y anáfora: “¿soy águila o soy hombre?”.
-Metonimia con
personificación: “¿qué dirá el papel ese?”.
-Polisíndeton,
con elipsis y quiasmo: “y luego un coche, y después un automóvil, y unos
chiquillos después”.
-Exclamación
retórica: “¡Oh, la asociación lírica de ideas...!”.
-Hipérbaton:
“la lógica la pone el hombre”.
-Epíteto y
adjetivación expresiva: “divina mañana”.
-Suspensión: “Y
con ella el amor...”.
-Paralelismo:
“¿No es acaso la destilación de todo esto? ¿No es el jugo del aburrimiento?.
-Apóstrofe:
“¿Llamaba, señorito?”.
-Retruécano:
“¡Hay que vivir para amar! Sí ¡y hay que amar para vivir!”.
-Enumeración,
con elipsis: “Augusto se lavó, peinó, vistió y avió”.
-Comparación o
símil: “como quien tiene ya un objetivo en la vida”.
-Hipérbole:
“rebosando íntimo arregosto [complacencia] de vivir”.
-Antítesis con
elipsis: “Aunque con melancolía”.
En esta
enumeración no están todos los recursos empleados, sólo una muestra. Tampoco
hemos explicado el efecto estético que produce en la mente lectora para hacer
más ligera la exposición. En conjunto, todos los recursos crean imágenes
sugerentes y sorprendentes, crean expansiones significativas originales y
adensan la significación notablemente. Esta reflexión es suficiente para
calibrar la densidad estilística con la que Unamuno compone su relato.
Conviene notar el vivo y expresivo contraste de las elucubraciones mentales de Augusto con los diálogos, cortos, breves, elípticos y chocantes en muchas ocasiones. El arte de novelar transciende, pues, el mero hecho de contar una historia más o menos atractiva para entrar en el terreno de la fabulación connotativa de estados emocionales y del impacto del mundo exterior en el individuo.
- Contextualización
Miguel de
Unamuno y Jugo (Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936) es uno de los escritores más
importantes de la Generación del 98 y del siglo XX español. Artista muy
versátil y heterogéneo, compuso novelas, ensayo, teatro y poesía de gran
calidad, hondura y singularidad. Muchas de sus obras están atravesadas por una
problemática existencial, religiosa y filosófica de gran profundidad. Unamuno
quería tener fe en el Dios cristiano, pero la razón no se lo pone fácil.
Anhelaba intensamente aferrarse a la creencia en un ser superior que dotara de
sentido y transcendencia a la vida humana; sin Dios, todo es un baile de
máscaras absurdo y ridículo.
También en Niebla aparecen estas cuestiones, aunque
más atenuadas, pues la presencia del amor humano entre un hombre y una mujer
eclipsa otros asuntos. En este sentido, esta novela es una exploración sobre
las consecuencias del amor humano, que bien puede destruir la vida de los
afectados, o acaso dotar sus vidas de una transcendencia superior, como Augusto
busca, pero sin resultado. Sin embargo, cuando Augusto, el personaje central,
se entrevista con Unamuno, el novelista, percibimos muy bien la angustia
existencial del personaje que no quiere morir, que se rebela ante las leyes de
la creación artística, etc.
También Unamuno
aborda temas más comunes en su grupo literario, como la decadencia de España,
la necesidad de una regeneración ética que sirva de impulso para levantarse de
la postración histórica, la influencia negativa de instituciones como la
Iglesia, la presencia de gobiernos zoquetes, ignorantes y con una pulsión
dictatorial (recuérdese que estuvo desterrado en Fuerteventura y exiliado en
Francia por temporadas), etc.
Su estilo, a tono con su época, es sobrio, contenido, incisivo, preciso y tremendamente expresivo. De ahí que hoy sus textos se lean con gusto, pues no han perdido para nada la fuerza y la frescura con que fueron compuestos hace más de un siglo.
- Interpretación
Niebla es una de las novelas más originales y sorprendentes de Miguel de
Unamuno. Estamos ante una narración con un argumento raro, casi estrambótico.
Sin embargo, le sirve al novelista para explorar los recovecos del alma humana,
presentar el espectáculo de la reflexión que anhela transcender y las
vicisitudes de la vida –propias y ajenas— que reducen la existencia a un camino
bastante patético, doloroso y, al fin, trágico: nacemos para morir, nos guste o
no, y conviene aceptar las leyes de la naturaleza. Como los personajes acaban
sus días en la última página, véase don Quijote, así también los humanos
tenemos los días contados.
Augusto es un
hombre confuso, contradictorio y un sí es no es cínico. Comprende las reglas de
la existencia, pero se rebela inútilmente ante ellas. Su final, a causa de un
atracón de comida, es patético y bochornoso, pero ¿tenía otra salida tras la
sentencia de muerte pronunciada por Unamuno escritor? El conjunto de la novela
nos parece amargo y pesimista: el amor no fructifica y lo que hacen los demás
(Eugenia y Mauricio) es aprovecharse y extraer beneficio material; el único que
parece comprender las tribulaciones amorosas y existenciales de Augusto es el
perro Orfeo, que también se deja morir.
El monólogo interior, referido a Augusto, y los diálogos vivos y jugosos entre personajes nos permite ahondar y conocer un alma patética, errática, perdida en una existencia materialmente regalada y espiritualmente estéril y pavorosamente vacía. Los amigos de Augusto tampoco ayudan a encontrar una salida satisfactoria. Víctor está incluso más perdido que él; el científico Antolín Sánchez le propone soluciones chuscas o impracticables. Todo es niebla en la vida del hombre y sólo se disipa con su muerte, parece querer decirnos.
- Valoración
Niebla es una novela original, profunda y bella. Unamuno nos ha regalado
un texto formalmente rupturista, pues por algo es “nivola”, y no novela. Su
juego metanarrativo de un personaje que parece ser la fuente de la narración,
un autor que es personaje, un personaje que increpa al autor e intenta
rebelarse a sus designios, etc. nos muestran a un novelista en plena posesión
de excelentes y potentes herramientas narrativas.
Unamuno es un
novelista que casi hace ensayo o poesía cuando escribe una “nivola”. El nivel
de reflexión sobre temas transcendentes y vitales, junto con una aproximación
poética, patética, provoca que los textos transciendan ampliamente el contenido
meramente circunstancial o anecdótico y entre en el terreno del sentido de la
vida, de la existencia y de la certeza de la muerte.
Todo ello lo
realiza en un juego de contrastes muy medido. Un uso denso y acertado de los
más variados recursos retóricos dan como resultado una narración chocante,
impactante y dotada de una frescura indiscutible. Los temas que aborda en la
novela son eternos, la forma es original y clásica: he ahí el secreto de la perdurabilidad
de la “nivola”.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume la obra en su trama principal (300 palabras, aproximadamente).
2)
Señala su tema principal y los secundarios.
3)
Delimita los apartados temáticos o secciones de contenido.
4)
Analiza los personajes y establece su relevancia argumental.
5)
Explica los aspectos de lugar y tiempo en los que se desenvuelve la acción
narrada.
6)
Describe la figura del narrador a lo largo de la novela.
7)
Explica por qué este texto pertenece a la literatura contemporánea y a la
Generación del 98 de modo más específico.
8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y pensamiento
analítico
1)
¿Qué rasgos propios de la novela moderna aparecen en este texto?
2)
¿Se puede decir que la vida es como un paisaje de niebla, a tenor de lo que
leemos en Niebla? Razona la
respuesta.
3)
¿Qué importancia posee el amor, en distintas variantes, en esta novela?
4)
¿En qué consiste el concepto de “nivola” y cómo cristaliza en este texto?
5)
En la novela aparece una evidente tensión entre el mundo de los deseos e
ideales frente al mundo de la materialidad y la concreción. Explica cómo se
percibe en cuanto a personajes y acciones.
6)
¿Explica el papel de Unamuno como personaje? ¿Se cree Dios? Razona la respuesta
con ejemplos.
7) Explica la importancia
de la traición en esta novela la novela.
8) Orfeo es un perro con una actitud muy determinada. Analiza su papel e importancia en la obra.
2.3. Comentario de texto específico
(fragmento extraído del capítulo XXXI)
––A
ver, ¿por qué me equivoco?, ¿en qué me equivoco? Muéstreme usted en qué está mi
equivocación. Como la ciencia más difícil que hay es la de conocerse uno a sí
mismo, fácil es que esté yo equivocado y que no sea el suicidio la solución más
lógica de mis desventuras, pero demuéstremelo usted. Porque si es difícil,
amigo don Miguel, ese conocimiento propio de sí mismo, hay otro conocimiento
que me parece no menos difícil que el...
––¿Cuál
es? ––le pregunté.
Me
miró con una enigmática y socarrona sonrisa y lentamente me dijo:
––Pues
más difícil aún que el que uno se conozca a sí mismo es el que un novelista o
un autor dramático conozca bien a los personajes que finge o cree fingir...
Empezaba
yo a estar inquieto con estas salidas de Augusto, y a perder mi paciencia.
––E
insisto ––añadió–– en que aun concedido que usted me haya dado el ser y un ser
ficticio, no puede usted, así como así y porque sí, porque le dé la real gana,
como dice, impedirme que me suicide.
––¡Bueno,
basta!, ¡basta! ––exclamé dando un puñetazo en la camilla–– ¡cállate!, ¡no
quiero oír más impertinencias...! ¡Y de una criatura mía! Y como ya me tienes
harto y además no sé ya qué hacer de ti, decido ahora mismo no ya que no te
suicides, sino matarte yo. ¡Vas a morir, pues, pero pronto! ¡Muy pronto!
––¿Cómo?
––exclamó Augusto sobresaltado––, ¿que me va usted a dejar morir, a hacerme
morir, a matarme?
––¡Sí,
voy a hacer que mueras!
––¡Ah,
eso nunca!, ¡nunca!, ¡nunca! ––gritó.
––¡Ah!
––le dije mirándole con lástima y rabia––. ¿Conque estabas dispuesto a matarte
y no quieres que yo te mate? ¿Conque ibas a quitarte la vida y te resistes a
que te la quite yo?
––Sí,
no es lo mismo...
––En
efecto, he oído contar casos análogos. He oído de uno que salió una noche
armado de un revólver y dispuesto a quitarse la vida, salieron unos ladrones a
robarle, le atacaron, se defendió, mató a uno de ellos, huyeron los demás, y al
ver que había comprado su vida por la de otro renunció a su propósito.
––Se
comprende ––observó Augusto––; la cosa era quitar a alguien la vida, matar un
hombre, y ya que mató a otro, ¿a qué había de matarse? Los más de los suicidas
son homicidas frustrados; se matan a sí mismos por falta de valor para matar a
otros...
––¡Ah,
ya, te entiendo, Augusto, te entiendo! Tú quieres decir que si tuvieses valor
para matar a Eugenia o a Mauricio o a los dos no pensarías en matarte a ti
mismo, ¿eh?
––¡Mire
usted, precisamente a esos... no!
––¿A
quién, pues?
––¡A
usted! ––y me miró a los ojos.
––¿Cómo?
––exclamé poniéndome en pie––, ¿cómo? Pero ¿se te ha pasado por la imaginación
matarme?, ¿tú?, ¿y a mí?
––Siéntese
y tenga calma. ¿O es que cree usted, amigo don Miguel, que sería el primer caso
en que un ente de ficción, como usted me llama, matara a aquel a quien creyó
darle ser... ficticio?
––¡Esto
ya es demasiado ––decía yo paseándome por mi despacho––, esto pasa de la raya!
Esto no sucede más que...
––Más
que en las nivolas ––concluyó él con sorna.
––¡Bueno,
basta!, ¡basta!, ¡basta! ¡Esto no se puede tolerar! ¡Vienes a consultarme, a
mí, y tú empiezas por discutirme mi propia existencia, después el derecho que
tengo a hacer de ti lo que me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me dé
la real gana, lo que me salga de...
––No
sea usted tan español, don Miguel...
––¡Y
eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación,
de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre
todo y ante todo, y el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero
creer es una España celestial y eterna y mi Dios un Dios español, el de Nuestro
Señor Don Quijote, un Dios que piensa en español y en español dijo: ¡sea la
luz!, y su verbo fue verbo español...
––Bien,
¿y qué? ––me interrumpió, volviéndome a la realidad.
––Y
luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme?, ¿a mí?, ¿tú? ¡Morir yo a
manos de una de mis criaturas! No tolero más. Y para castigar tu osadía y esas
doctrinas disolventes, extravagantes, anárquicas, con que te me has venido,
resuelvo y fallo que te mueras. En cuanto llegues a tu casa te morirás. ¡Te
morirás, te lo digo, te morirás!
––Pero
¡por Dios!... ––exclamó Augusto, ya suplicante y de miedo tembloroso y pálido.
––No
hay Dios que valga. ¡Te morirás!
––Es que yo quiero vivir, don Miguel, quiero
vivir, quiero vivir... ––¿No pensabas matarte?
––¡Oh,
si es por eso, yo le juro, señor de Unamuno, que no me mataré, que no me
quitaré esta vida que Dios o usted me han dado; se lo juro... Ahora que usted
quiere matarme quiero yo vivir, vivir, vivir...
––¡Vaya
una vida! ––exclamé.
––Sí,
la que sea. Quiero vivir, aunque vuelva a ser burlado, aunque otra Eugenia y
otro Mauricio me desgarren el corazón. Quiero vivir, vivir, vivir... ––No puede
ser ya... no puede ser...
––Quiero
vivir, vivir... y ser yo, yo, yo...
––Pero
si tú no eres sino lo que yo quiera...
––¡Quiero
ser yo, ser yo!, ¡quiero vivir! ––y le lloraba la voz.
––No
puede ser... no puede ser...
––Mire
usted, don Miguel, por sus hijos, por su mujer, por lo que más quiera... Mire
que usted no será usted... que se morirá. Cayó a mis pies de hinojos,
suplicante y exclamando:
––¡Don
Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo!
––¡No
puede ser, pobre Augusto ––le dije cogiéndole una mano y levantándole––, no
puede ser! Lo tengo ya escrito y es irrevocable; no puedes vivir más. No sé qué
hacer ya de ti. Dios, cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata. Y no se
me olvida que pasó por tu mente la idea de matarme...
––Pero
si yo, don Miguel...
––No
importa; sé lo que me digo. Y me temo que, en efecto, si no te mato pronto acabes
por matarme tú.
––Pero
¿no quedamos en que...?
––No
puede ser, Augusto, no puede ser. Ha llegado tu hora. Está ya escrito y no
puedo volverme atrás. Te morirás. Para lo que ha de valerte ya la vida...
––Pero...
por Dios...
––No
hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete!
––¿Conque
no, eh? ––me dijo––, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la
niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme:
¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor
creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la
nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá,
aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi
historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo
mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez,
ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi
creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes
nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima...
––¿Víctima?
––exclamé.
––¡Víctima,
sí! ¡Crearme para dejarme morir!, ¡usted también se morirá! El que crea se crea
y el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán
todos los que me piensen! ¡A morir, pues!
Este
supremo esfuerzo de pasión de vida, de ansia de inmortalidad, le dejó extenuado
al pobre Augusto.
Y le empujé a la puerta, por la que salió cabizbajo. Luego se tanteó como si dudase ya de su propia existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva.
a) Comprensión lectora
1) Resume el texto, señala
el tema e indica los apartados temáticos o secciones de contenido.
2) Analiza brevemente los
personajes que intervienen y su papel en la obra.
3) ¿Qué ha ocurrido antes
de este fragmento? ¿Y después?
4) Indica el lugar y el
momento donde se desarrolla la acción.
5) Localiza y explica media docena de recursos estilísticos que embellecen el mensaje.
b) Interpretación
1) Analiza la relación de
Augusto con Unamuno, desde el punto de vista de personaje-autor y de individuos
frente a su destino.
2) ¿Por qué dice
Unamuno-narrador en la última línea que “me enjugué una lágrima furtiva”?
3) ¿Podemos afirmar que
Unamuno-narrador es cruel con Augusto?.
4) Augusto afirma que es más difícil que el autor conozca a sus personajes que uno se conozca a sí mismo. ¿Compartes esa afirmación?
2.4. Fomento de la creatividad
1)
Escribe un cuento, en prosa o en verso o forma dramática, con un contenido más
o menos inspirado en Niebla.
2)
¿Es común el estilo de vida de Augusto que se desprende del fragmento? Razona
tu respuesta y narra el tipo de vida de un joven adinerado hoy.
3)
Realiza una exposición sobre Miguel de Unamuno, sus obras y su tiempo, para ser
presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o
pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.
4)
Aporta o crea imágenes de la vida urbana de provincias (Salamanca aparece como
uno de los escenarios) de principios del siglo XX (lugares, ambientes, etc.),
en los que se pudo desarrollar esta novela y comenta su significación.
5) Leed algún fragmento del texto, de forma dramatizada, en grupos, ante la clase, acompañada la declamación de música e imágenes apropiadas.
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