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MIGUEL DE UNAMUNO: SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR
- ANÁLISIS
- Resumen
San
Manuel Bueno, mártir (1931) es una de las novelas más célebres y
leídas de nuestro escritor Miguel de Unamuno, miembro de la Generación del 98.
Estamos ante una “nivola”, es decir, una novela de contenido filosófico y
existencial, con presencia importante del diálogo, escasa acción y mucha
reflexión. A continuación ofrecemos un breve resumen de la obra.
Una mujer ya metida en la
cincuentena, Ángela Carballido, decide pasar a papel sus recuerdos de don
Manuel, el cura fallecido de Valverde de Lucerna; el obispado de Renada desea
impulsar su beatificación, pues fue un hombre bueno y con visos de santidad.
Ángela apenas recuerda a su padre biológico, pero sí mucho a don Manuel, su
padre espiritual y guía religiosa hasta su muerte. Los primeros recuerdos se
remontan a cuando ella tenía diez años. Don Manuel, en la mitad de su
treintena, es un hombre fuerte, alto y delgado, con unos intensos ojos azules,
que a ella le recuerdan las aguas del lago próximo al pueblo. Participa en las
tareas rurales ayudando a los lugareños y los reconforta espiritualmente con
mucha eficacia. Su vida ejemplar, sencilla y entregada al servicio de los
demás, es modélica para sus paisanos; de ahí que lo admiren y aprecien. Pero
esa línea de memoria se interrumpe cuando ella ingresó en un internado de la
ciudad para estudiar; su hermano Lázaro, afincado en América, financia sus
estudios, con el objeto de ser una señorita culta y no una aldeana. El
sacerdote, sin embargo, guarda un secreto que la narradora desconoce en ese
momento.
En el internado donde
Ángela estudia llegan ecos de la santidad de don Manuel; ella trata de
satisfacer la curiosidad de todo el mundo, en especial de una amiga, gran
admiradora del cura de Valverde. La chica regresa a su casa de Valverde con
quince años, y se entrega a la ayuda y asistencia de don Manuel. De este se
dice que pudo haber tenido una buena carrera eclesiástica, pero renunció a ella
para hacerse cargo de la iglesia de Valverde. Blasillo el bobo imita al cura y
repite como un loro la famosa frase evangélica: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué
me has abandonado?”. Ante su presencia, nadie osa mentir, tal es su autoridad
moral, pero rehúye de la justicia humana. La gente decía que había hecho algún
milagro de sanación, pero él lo relativiza. No descuida los aspectos materiales
de sus feligreses, de ahí que los exhorte y los ayude a vestir con decencia y
ser higiénicos.
Don Manuel es un hombre
habilidoso y trabajador, de ahí que ayude con ganas a sus vecinos. Es contrario
a la ociosidad, madre de vicios, lo que no le impide tocar algún instrumento
musical los días de fiesta. Guarda para
sí unas tablas del nogal principal del pueblo cuando se secó; también talló
juguetes para niños. Suele auxiliar a los enfermos y entierra en lugar sagrado
a los suicidas porque piensan que son creyentes. Insiste a los feligreses en
que no pierdan la alegría de vivir, la fe ardiente en Dios, la firmeza de sus
creencias, garantía de una vida plena y contenta. Ángela empieza a comprender
que detrás existe una gran tristeza, perceptible cuando pasea solo por los
restos de un monasterio cisterciense próximo al pueblo.
En el momento en que Ángela
regresa al pueblo, se vuelca en ayudarle, aunque es tímida y le cuesta
arrancar. En el confesionario casi se hacen cómplices de sus secretos, dudas
espirituales y temores, aunque el cura la esquiva muy bien dando largas y
acogiéndose a la doctrina de la Iglesia en las cuestiones más arduas, como la
existencia del infierno. La madre de ella piensa que su hija va para monja,
pero le replica que su convento es Valverde. Ángela desarrolla un sentimiento
maternal de comprensión y afecto hacia el clérigo.
Cuando ella tiene 24 años,
su hermano Lázaro regresa de América. Su intención es asentarse en la ciudad
con su hermana y su madre, pero estas se niegan y él cede. Lázaro en el cura un
contrincante, con algo de embaucador, pues representa un mundo antiguo,
crédulo, atrasado. Sin embargo, le atrae su inteligencia y su bondad, por lo
que inicia un acercamiento hacia él. Muere la madre de Lázaro y Ángela, momento
que don Manuel aprovecha para que aquel se inicie en la oración piadosa. Con
todo, parece que guarda un secreto apenas entrevisto, como la leyenda de
Valverde de que las campanas de un antiguo pueblo sumergido en el lago se oyen
en la noche de San Juan.
Lázaro completa su conversión
y asiste a misa y comulga. Pero le revela a su hermana que todo es una farsa
preparada con don Manuel: ninguno de los dos cree en Dios. Mantienen las formas
para que el pueblo siga creyendo, porque lo necesita para ser feliz y mantener
la ilusión y el sentido de sus existencias, con proyección en un más allá tras
su muerte. No obstante, Lázaro reza por su madre y por sus amigos, para
mantener la ficción de que la fe fortalece la existencia de la gente llana, que
así será más dichosa en vida. En muerte... ya se verá. En una confesión
recíproca, don Manuel le confiesa su verdad a Ángela, que sigue firme en su fe,
a lo que le exhorta el sacerdote. En un paseo campestre, el cura le confiesa a
Lázaro cierta pulsión suicida que a duras penas mantiene a raya. Pero piensa
que vivir es morir poco a poco, como el lago ante el cielo, buscando
inútilmente la eternidad. Justifica las supersticiones del pueblo porque hacen
a la gente feliz. Se muestra indiferente ante la fundación de un sindicato
católico; la Iglesia ya da consuelo a todo el mundo. Sí, admite que la religión
es un opio para el pueblo, pero es bueno y necesario para garantizar la
felicidad y dar un sentido a la vida.
La salud de don Manuel se
quiebra y su aspecto se hace más triste y sombrío. Le confiesa a Ángela que el
único delito del hombre es, como afirma Calderón, “haber nacido”, lo que a ella
deja perpleja y confusa al comprobar que la angustia de su admirado sacerdote
es muy honda y dolorosa. Viendo próxima su muerte, lo conducen a la iglesia, recomienda
rezar mucho a sus amigos y feligreses y allí mismo muere, en paz y acaso
esperando la eternidad; el ataúd se hace con las tablas que él había tallado.
Blasillo el tonto también muere acto seguido. El pueblo lo cree santo y todos
quieren poseer alguna reliquia, que extraen de su casa. Lázaro es considera su
discípulo y sigue su labor en el pueblo. No ser creyente no le impide
fortalecer la fe de la gente para que encuentre felicidad y consistencia en su
vida. Pasa muchas horas del día al lado de su tumba, recordando a su amigo.
Muere también por una enfermedad y pide que recen por su alma, aunque su
hermana conoce su falta de fe. Un nuevo párroco llega al pueblo y trata de
mantener la fe acrisolada de la gente. Ángela, ya mayor, vive en el pueblo, pues
la vida en la ciudad, anónima, la horroriza; reflexiona sobre la vida de esos
dos hombres, que tanto la marcaron. Cree que murieron creyendo. Creían que no
creían, pero no era así. Nieva en el pueblo, ya blanco, como su sien. Al obispo
le envía una versión ligera de don Manuel. Pero ella, en sus memorias, escribe
la terrible y agónica verdad, que no desea que la Iglesia conozca, pues la
teme.
Unamuno, en el epílogo, informa que cayó en sus manos las memorias de Ángela, pero no desea concretar. Puede que los personajes tengan su alma inmortal, como Augusto Pérez, en “Niebla”, desea de veras. El pueblo llano cree en actos, no en palabras, por eso es mejor guardar las dudas corrosivas que no ayudan a las almas simples. Cierra su intervención justificando que en el texto apenas exista acción, pero eso mismo ocurre en las personas con fe firme e inquebrantable.
- Tema
Unamuno aborda en este
texto varios temas, estrechamente interrelacionados:
-La creencia en Dios como
un modo razonable de organizar la existencia, a pesar del conflicto irresoluble
entre razón y fe.
-La paradoja de una vida
carente de fe entregada a fomentarla en los demás. Es el martirio que ha de
sufrir don Manuel: aparentar una fe inquebrantable y fructífera para hacer
felices a los demás.
-El sentido de la vida
humana ante la muerte como final inevitable.
-Los procedimientos para alcanzar la plenitud y la felicidad, entre la fe firme, simple e ignorante y la duda inteligente y racional.
- Apartados temáticos
Esta “nivola” se organiza
de un modo poco convencional. No existe una separación formal en capítulos,
sino solo secciones o secuencias con una línea en blanco separadora entre
ellas; en conjunto, son 25 secuencias, junto con un prólogo de Unamuno (fechado
en 1933), el autor; ahí aclara algunos aspectos compositivos y temáticos. La
última secuencia procede de Unamuno autor-narrador; luego procede a estampar el
lugar y fecha de cierre del original de la novela: “Salamanca, noviembre de
1930”. Estamos ante la técnica del “Manuscrito encontrado” (de raigambre
cervantina, pues el narrador del Quijote
ya la emplea en el capítulo VIII de la primera parte de la inmortal novela).
Así, tenemos los siguientes apartados de contenido:
-Primera sección temática
(ocho primeras secuencias): Ángela recuerda su infancia en Valverde y su primer
conocimiento de don Manuel; abarca desde su más tierna infancia hasta los diez
años, cuando va a estudiar a un internado.
-Segunda sección temática
(conformada por las catorce secuencias siguientes, de la 9 a la 22, ambas
inclusive). Ángela, con quince años, regresa al pueblo y conoce a fondo a don
Manuel; también regresa su hermano de América y traba una profunda amistad con
el sacerdote; aquí también se desvela su secreto trágico: no tiene fe y, por
tanto, no cree en Dios. Finaliza con la muerte de la madre de Ángela, don
Manuel y su hermano Lázaro.
-Tercera sección temática
(compuesta por las dos secuencias siguientes; son las secuencias 23 y 24):
Ángela, metida en la cincuentena, escribe desde un “ahora”, que es el momento
de la escritura; esta se ha desatado porque el obispo desea recopilar los recuerdos
sobre don Manuel para intentar su subida a los altares.
-Cuarta sección temática (última secuencia, la 25). Unamuno explica que se ha decidido a publicar el original que le llegó por medios que no desea desvelar. Especula sobre la inmortalidad de los personajes, acaso más duradera que la de las personas y confirma que la fe simple y rocosa aporta sentido y felicidad a la existencia.
- Personajes
Realizamos un breve
recorrido analítico sobre los personajes nucleares de la novela:
-Don Manuel Bueno, o San
Manuel: es un sacerdote rural, en un pueblo de montaña, Valverde de Lucerna.
Unamuno aclara en el prólogo que San Martín del Castañar y el ahora extinto
Riba de Lago, en la Sanabria zamorana, pueden ser el referente real, aunque no
de un modo exacto. Don Manuel es un hombre bueno, como indica su apellido,
jovial, y generoso ayudando a los demás. Sin embargo, su fe cristiana fuerte,
práctica y alegre es lo que más destaca de su personalidad ante sus feligreses,
que lo tratan con respeto y devoción, como un santo en vida. Poco a poco el
lector descubre que arrastra una penosa escisión existencial: carece de fe, es
decir, es ateo; solo actúa con una aparente y teatral gran devoción para
fortalecer la de sus paisanos y hacerles la vida más feliz y dotada de sentido.
Cuando muere, acaso haya recuperado la fe, acaso abandona el mundo con la
convicción de que Dios no existe. Ángela, la narradora y su mejor confidente,
tiene sus dudas. Su nombre, Manuel, que significa “Dios está con nosotros”,
resulta irónico y cruel cuando el lector comprende el drama existencial que
azota al personaje.
-Ángela Carballido: esta
mujer, de la que conocemos su vida entera, adquiere especial significación
porque es coprotagonista y narradora. De niña es admiradora de la virtud del
cura; de adulta es como su confidente y amiga del alma; próxima a la senectud,
se erige como la portadora de la memoria y la relatadora de la vida de don
Manuel. Su existencia, pues, está mediatizada por completo por la del cura, que
la guía por el camino de la fe y la virtud cristiana. Adopta una posición de
comprensión y benevolencia ante el desgarro existencial de don Manuel y,
finalmente, no se pronuncia sobre si murió en la fe o fuera de ella, ni el
grado de sufrimiento que él sobrellevó toda su vida. Su nombre propio también
es simbólico, esta vez sin ironías: ella es como un ángel que acompaña,
reconforta y lleva las noticias (o las trae a los lectores).
-Lázaro es hermano de
Ángela. Ocupa un papel relevante e interesante. Primero se erige en antagonista
de don Manuel. Es un hombre moderno, de pensamiento avanzado e ideas abiertas.
Sin embargo, cuando comprende el drama interior de don Manuel, sufre una honda
transformación y adopta las posiciones existenciales y religiosas del cura.
Cuando este muere, Lázaro lo añora seriamente y él mismo dejará el mundo unos
años después. Su nombre recuerda al personaje bíblico que resucitó gracias a un
milagro de Jesús. En el caso de Lázaro Carballido, su “resurrección” es agónica
porque trata de retornar a la fe de su infancia, aunque con tremendas dudas y
sufrimiento interior. En su caso, pues, no hay milagro aparente. Su nombre
también es irónico y con unas gotas de crueldad.
-La madre de Ángela y
Lázaro, junto con Blasillo el tonto son personajes secundarios de cierta
importancia. La primera representa la fe popular, firme y serena. El segundo,
la fe acrítica e imitativa. En ambos casos la creencia aporta seguridad y
felicidad.
-La gente de Valverde, el pueblo llano, los habitantes rurales de la población apartada: funciona a modo de personaje colectivo; la narradora lo suele nombrar como “el pueblo” casi siempre matizado con “el pueblo todo”. Gente sufrida, esforzada, recia en costumbres y en la fe cristiana, ritualista y simple. Don Manuel los conoce bien, los respeta, los ama y los refuerza en su fe, llave del sentido y la felicidad de sus vidas.
- Lugar y tiempo de la diégesis
La acción discurre
enteramente en un pueblo pequeño, apartado y algo aislado: Valverde de Lucerna.
Ya explicamos que Unamuno indica en el prólogo que tiene un referente real vago
en San Martín de Castañeda, en la comarca de Sanabria, provincia de Zamora;
había visitado el pueblo y el Lago de Sanabria el uno de junio de 1930. Existe
un lugar, de leyenda en el imaginario colectivo de los lugareños, llamado
precisamente Valverde de Lucerna. Es un pueblo sumergido en las aguas del lago;
en la noche de San Juan repican las campanas de su iglesia. Fiel a su idea de
“nivola”, Unamuno apenas la describe y no pasa de un escenario más entrevisto
que pintado con detalle y vida.
El tiempo de la escritura lo expresa Unamuno en el epílogo o secuencia final: 1930; se publicó en 1931. El tiempo de la acción narrada es contemporáneo al de la escritura. Al recoger aquel toda una vida, se remonta a muchas décadas atrás, pero ambos hitos temporales confluyen al final. La duración de la acción coincide con la edad de la narradora, menos una década --la correspondiente a su primera infancia, de la que, lógicamente, poco o nada recuerda--: unos cincuenta años. Parece lógico deducir que la acción se mueve entre 1880 y 1930.
- Figura del narrador
Unamuno adopta el esquema
narrativo del “Manuscrito encontrado”. Alguien escribe un texto y el autor
real, el novelista, se presenta como solo editor: lo enmienda de errores
menores y lo prepara para la imprenta. Quien escribe el texto que a nosotros
nos llega es Ángela Carballido, una mujer soltera y sola que vive en Valverde
de Lucerna. Realiza un acto de memoria y pone, negro sobre blanco, la vida de
don Manuel Bueno, el sacerdote de su pueblo durante décadas. Ángela no ejerce
solamente de narradora testigo: a veces adquiere cierto protagonismo –en sus
conversaciones de confesionario con don Manuel--, opina y valora los actos del
clérigo, expresa el impacto que sobre ella tienen estos, etc.
Oscila entre la primera persona y la tercera, según focalice la acción en ella misma o en don Manuel –que es las más de las veces--. Por lo dicho, bien se puede deducir su rol intradiegético: está dentro de la acción, no es objetiva, ni distante, ni omnisciente. Cuenta lo que vivió, observó o conoció de boca de los protagonistas, el cura y su hermano Lázaro.
- Análisis estilístico
Con la creación del
artefacto narrativo de la “nivola”, Unamuno concreta un modo específico de
novelar: la reflexión, el pensamiento y el sentimiento predomina sobre la
acción o la peripecia; el diálogo prima sobre la narración y la descripción;
los conflictos internos, existenciales, pesan más que los externos o sociales;
el personaje en su expresión emerge con más intensidad que el personaje en su
acción, muchas veces solo anecdótica. Estos rasgos se localizan fácilmente en
cualquier texto de San Manuel Bueno,
mártir.
Unamuno domina con gran maestría los procedimientos retóricos y posee un hondo conocimiento de la lengua española. De ahí que en esta novela se encuentren diseminados por doquier, utilizados muy intencionadamente con el objeto de crear belleza literaria y contribuir a la significación total de la novela. En conjunto, el estilo es contenido, sobrio, sencillo y elegantemente sencillo. Hemos elegido un fragmento al azar donde se puede apreciar el uso intensivo y acertado de los recursos literarios; los recursos se señalan entre corchetes [], omitiendo repeticiones para no caer en la pesadez, de ahí que en la parte final, casi todos los recursos ya repetidos, se omiten. El recuento es asombroso por su riqueza y variedad:
Quedamos
mi hermano y yo solos en la casa. Lo que pasó en la muerte de nuestra madre
puso a Lázaro en relación con Don Manuel, que pareció descuidar algo a sus
demás pacientes [metáfora], a sus demás menesterosos [metáfora], para atender a
mi hermano. Íbanse por las tardes de paseo, orilla del lago, o hacia las ruinas
[paralelismo], vestidas de hiedra [personificación y metáfora], de la vieja
abadía [epíteto] de cistercienses [elipsis y metonimia].
--Es
un hombre maravilloso --me decía Lázaro--. Ya sabes que dicen que en el fondo
de este lago hay una villa sumergida y que en la noche de san Juan, a las doce,
se oyen las campanadas de su iglesia.
--Sí
--le contestaba yo--, una villa feudal y medieval... [suspensión, enumeración y
bimembración]
-Y
creo -añadía él- que en el fondo del alma de nuestro Don Manuel hay también
sumergida, ahogada, una villa y que alguna vez se oyen sus campanadas
[metáforas, alegoría].
-Sí
-le dije-, esa villa sumergida en el alma de Don Manuel, ¿y por qué no también
en la tuya [interrogación retórica]?, es el cementerio de las almas de nuestros
abuelos, [metáfora] los de esta nuestra Valverde de Lucerna... [suspensión]
¡feudal y medieval! [exclamación retórica, bimembración, metáfora y elipsis]
Acabó
mi hermano por ir a misa siempre, a oír a Don Manuel, y cuando se dijo que
cumpliría con la parroquia, que comulgaría cuando los demás comulgasen,
recorrió un íntimo regocijo [personificación y metáfora] al pueblo todo
[hipérbaton e hipérbole], que creyó haberle recobrado. Pero fue un regocijo
tal, tan limpio, que Lázaro no se sintió ni vencido ni disminuido.
Y
llegó el día de su comunión, ante el pueblo todo, con el pueblo todo
[repetición retórica, hipérbole]. Cuando llegó la vez a mi hermano pude ver que
Don Manuel, tan blanco como la nieve de enero en la montaña [símil] y temblando
como tiembla [derivación o políptoton] el lago cuando le hostiga el cierzo, se
le acercó con la sagrada forma en la mano, y de tal modo le temblaba esta al
arrimarla a la boca de Lázaro que se le cayó la forma a tiempo que le daba un
vahído. Y fue mi hermano mismo quien recogió la hostia y se la llevó a la boca
[polisíndeton]. Y el pueblo [metonimia] al ver llorar a Don Manuel, lloró
diciéndose: «¡Cómo le quiere!». Y entonces, pues era la madrugada, cantó un
gallo [símbolo].
Al
volver a casa y encerrarme en ella con mi hermano, le eché los brazos al cuello
y besándole le dije:
--¡Ay
Lázaro, Lázaro, qué alegría nos has dado a todos, a todos, a todo el pueblo, a
todos, a los vivos y a los muertos, y sobre todo a mamá, a nuestra madre!
¿Viste? El pobre Don Manuel lloraba de alegría. ¡Qué alegría nos has dado a
todos! [exclamación retórica, interrogación retórica]
--Por
eso lo he hecho --me contestó.
--¿Por eso? ¿Por darnos alegría? Lo habrás hecho ante todo por ti mismo, por conversión.
Este libro también nos da muestras de la pericia poética de Unamuno. En su prólogo de 1932 incluyó dos poemas que cantan con emoción los paisajes y las personas de San Martín y Ribadelago; las reproducimos a continuación, con el breve texto introductorio de la pluma de Unamuno:
Y voy a estampar aquí dos poesías que escribí a raíz de haber visitado por primera vez ese lago el día primero de junio de 1930. La primera dice:
San
Martín de Castañeda,
espejo
de soledades,
el
lago recoge edades
de
antes del hombre y se queda
soñando
en la santa calma
del
cielo de las alturas,
la
que se sume en honduras
de
anegarse, ¡pobre! el alma.
Men
Rodríguez, aguilucho
de
Sanabria, el ala rota
ya
el cotarro no alborota
para
cobrarse el conducho.
Campanario
sumergido
de
Valverde de Lucerna,
toque
de agonía eterna
bajo
el caudal del olvido.
La
historia paró; al sendero
de
San Bernardo la vida
retorna,
y todo se olvida,
lo que no ha sido primero.
Y la segunda, ya de rima más artificiosa, decía y dice así:
Ay
Valverde de Lucerna,
hez
del lago de Sanabria,
no
hay leyenda que dé cabria
de
sacarte a luz moderna.
Se
queja en vano tu bronce
en
la noche de San Juan,
tus
hornos dieron su pan
la
historia se está en su gonce.
Servir
de pasto a las truchas
es,
aun muerto, amargo trago;
se
muere Riba de Lago
orilla de nuestras luchas.
Se trata de una sucesión de redondillas (8a, 8b, 8b, 8a, rima consonante) en las que recrea con emoción y hondura la historia, los paisajes y las leyendas de San Martín de Castañeda y Riba de Lago (hoy el topónimo se escribe “Ribadelago”), donde, por cierto, en 1959 ocurrió una terrible desgracia cuando cedió el muro del embalse de Vega de Tera y anegó el pueblo, dejando 144 víctimas mortales.
- Contextualización
San
Manuel Bueno, mártir es
una de las más hermosas y significativas “nivolas” de nuestro escritor por el
tema y por la originalidad de su tratamiento. Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao,
1864 – Salamanca, 1936) es uno de los más eximios componentes de la Generación
del 98. Comparten todos ellos una honda preocupación por la lamentable
situación social y cultural de España, la falta de una auténtica educación y
una cultura popular y cuidada. Escriben con un estilo sobrio, contenido, y,
digámoslo así, esencialista. Unamuno también responde a estas características
perfectamente.
Unamuno tuvo que encarar varias
crisis religiosas, íntimas y personales, donde la creencia en Dios se
tambaleaba peligrosamente. Hombre combativo, que no se arredraba ante las
dificultades --políticas, sociales, culturales, etc.--, encaró sus dudas con
energía y, en consecuencia, las afrontó con absoluta honestidad y
transparencia. La agonía del cristianismo
es un tratamiento ensayístico del asunto; San
Manuel Bueno, mártir, constituye la aproximación literaria. Hondo conocedor
de la lengua española, persona profundamente culta y leída, Unamuno supo
afrontar los problemas de su tiempo con originalidad y gallardía intelectual y
artística.
Inventa el concepto de “nivola” para elaborar un artefacto artístico, una novela, para abreviar, densa y hermosa. Su lectura no deja indiferente al lector; antes bien, conmueve profundamente y lo invita a una reflexión analógica al protagonista. ¿Creer o no creer? ¿Creer que creemos o no creer que no creemos? Además de las ironías, paradojas y algunos retruécanos, Unamuno nos dejó textos vivos y profundos que apelan a lo más hondo del lector. Su estilo clásico, sobrio, preciso y rico satisfacen al lector más exigente, ayer como hoy.
- Interpretación
Su predilección por los
temas existenciales y filosóficos justifica muchas de sus obras. Su tremenda
lucha interior entre la fe religiosa pura y firme y las dudas que introduce la
razón. Unamuno quiere creer en Dios, pero casi no puede. Creer es algo más que
un acto de voluntad. Desea creer en una divinidad que le dé sentido y
transcendencia a su vida, que aporte una plenitud y una justificación de la
vida y la muerte. La novela es la versión ficcional de ese magnífico y denso
ensayo, La agonía del cristianismo; ahí
repasa las opciones, pros y contras, etc. de la creencia religiosa, para llegar
a la conclusión que la única opción viable es creer en Jesucristo, redentor de
los hombres.
En la novela que tratamos
las cosas no son tan claras. Los dos personajes centrales, don Manuel y Lázaro,
se mueven en un mar de dudas y titubeos. No sabemos si en el trance de la
muerte abrazaron la fe; lo que conocemos bien es su martirio en vida: luchar
por creer, convencer a los demás y no acabar de verlo claro para uno mismo. El
título de la novela encierra la paradoja e ironía que contiene en su interior:
don Manuel Bueno es un santo, pero no tanto por lo que ayudó a los demás cuanto
por lo que se soportó a sí mismo, con sus luchas religiosas internas. Tantas y
tan hondas que se erige en un mártir, pero ¿de quién? ¿Del cristianismo? ¿De sí
mismo?
Estamos ante un texto de ficción que casi bordea el ensayo filosófico. El despliegue del tema central se hace con extraordinaria originalidad: la duda metafísica encarnada en un cura de pueblo que convence a los demás para que crean y, de este modo, ser más felices y llevar una vida más plena, en tanto que él sufre en sus dudas y negaciones. El artefacto narrativo es muy acertado: una mujer ya en edad adulta avanzada que recrea ciertos acontecimientos (la vida de don Miguel Bueno) y le permite adoptar una perspectiva más distante y serena, melancólica y comprensiva.
- Valoración
San
Manuel Bueno, mártir es
una novela ambiciosa y muy satisfactoria para el lector actual. El tema que
aborda es profundo y conmovedor. El tratamiento narrativo es original y efectivo;
provoca la reflexión del lector y la satisfacción de la buena novela que, al
cerrar la última página, sigue dialogando con el lector. El ritmo narrativo,
pausado y fluido al mismo tiempo, y el desarrollo, continuo y al mismo tiempo
algo demorado, son dos grandes aciertos.
La ambientación rural, en
una zona tan alejada como la Sanabria occidental, limítrofe con Orense, en un
lugar apartado, pero auténtico y, por momentos, bucólico, invitan a una
recreación lectora original y sorprendente.
Esta novela constituye, sin
duda, una grata experiencia lectora, conmovedora y fértil en sí misma. Aunque
han pasado casi cien años desde su escritura, mantiene la frescura y la
autenticidad de la buena literatura: invita a un diálogo profundo al lector,
que se ve trasportado a terrenos existencialmente escabrosos y ásperos, pero
cuya contemplación e interiorización lectora valen la pena experimentar y
disfrutar.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume la obra en su trama principal (300 palabras, aproximadamente).
2)
Señala su tema principal y los secundarios.
3)
Delimita los apartados temáticos o secciones de contenido.
4)
Analiza los personajes y establece su relevancia argumental.
5)
Explica los aspectos de lugar y tiempo en los que se desenvuelve la acción
narrada.
6)
Describe la figura del narrador a lo largo de la novela.
7)
Explica por qué este texto pertenece a la literatura contemporánea y a la
Generación del 98 de modo más específico.
8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y pensamiento
analítico
1)
¿Qué rasgos propios de la novela moderna aparecen en este texto?
2)
¿Se puede decir que la vida es como un paisaje de niebla, a tenor de lo que
leemos en Niebla? Razona la
respuesta.
3)
¿Qué importancia posee el amor, en distintas variantes, en esta novela?
4)
¿En qué consiste el concepto de “nivola” y cómo cristaliza en este texto?
5)
En la novela aparece una evidente tensión entre el mundo de los deseos e
ideales frente al mundo de la materialidad y la concreción. Explica cómo se
percibe en cuanto a personajes y acciones.
6)
¿Explica el papel de Unamuno como personaje? ¿Se cree Dios? Razona la respuesta
con ejemplos.
7) Explica la importancia
de la traición en esta novela la novela.
8) Orfeo es un perro con una actitud muy determinada. Analiza su papel e importancia en la obra.
2.3. Comentario de texto específico
Se
le llevó [a don Manuel] a la iglesia y se le puso, en el sillón, en el
presbiterio, al pie del altar. Tenía entre sus manos un crucifijo. Mi hermano y
yo nos pusimos junto a él, pero fue Blasillo el bobo quien más se arrimó.
Quería coger de la mano a Don Manuel, besársela. Y como algunos trataran de impedírselo,
Don Manuel les reprendió diciéndoles:
--Dejadle
que se me acerque. Ven, Blasillo, dame la mano.
El
bobo lloraba de alegría. Y luego Don Manuel dijo:
-Muy
pocas palabras, hijos míos, pues apenas me siento con fuerzas sino para morir.
Y nada nuevo tengo que deciros. Ya os lo dije todo. Vivid en paz y contentos y
esperando que todos nos veamos un día en la Valverde de Lucerna que hay allí,
entre las estrellas de la noche que se reflejan en el lago, sobre la montaña. Y
rezad, rezad a María Santísima, rezad a Nuestro Señor. Sed buenos, que esto
basta. Perdonadme el mal que haya podido haceros sin quererlo y sin saberlo. Y
ahora, después de que os dé mi bendición, rezad todos a una el Padrenuestro, el
Ave María, la Salve, y por último el Credo.
Luego,
con el crucifijo que tenía en la mano dio la bendición al pueblo, llorando las
mujeres y los niños y no pocos hombres, y en seguida empezaron las oraciones,
que Don Manuel oía en silencio y cogido de la mano por Blasillo, que al son del
ruego se iba durmiendo. Primero el Padrenuestro con su «hágase tu voluntad así
en la tierra como en el cielo», luego el Santa María con su «ruega por
nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte», a seguida la Salve
con su «gimiendo y llorando en este valle de lágrimas», y por último el Credo.
Y al llegar a la «resurrección de la carne y la vida perdurable», todo el
pueblo sintió que su santo había entregado su alma a Dios. Y no hubo que
cerrarle los ojos, porque se murió con ellos cerrados. Y al ir a despertar a
Blasillo nos encontramos con que se había dormido en el Señor para siempre. Así
que hubo luego que enterrar dos cuerpos.
El
pueblo todo se fue en seguida a la casa del santo a recoger reliquias, a
repartirse retazos de sus vestiduras, a llevarse lo que pudieran como reliquia
y recuerdo del bendito mártir. Mi hermano guardó su breviario, entre cuyas
hojas encontró, desecada y como en un herbario, una clavellina pegada a un
papel y en este una cruz con una fecha.
Nadie
en el pueblo quiso creer en la muerte de Don Manuel; todos esperaban verle a
diario, y acaso le veían, pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo
por fondo las montañas; todos seguían oyendo su voz, y todos acudían a su
sepultura, en torno a la cual surgió todo un culto. Las endemoniadas venían
ahora a tocar la cruz de nogal, hecha también por sus manos y sacada del mismo
árbol de donde sacó las seis tablas en que fue enterrado. Y los que menos
queríamos creer que se hubiese muerto éramos mi hermano y yo.
Él,
Lázaro, continuaba la tradición del santo y empezó a redactar lo que le había
oído, notas de que me he servido para esta mi memoria.
--Él
me hizo un hombre nuevo, un verdadero Lázaro, un resucitado --me decía--. Él me
dio fe.
--¿Fe?
--le interrumpía yo.
--Sí,
fe, fe en el consuelo de la vida, fe en el contento de la vida. Él me curó de
mi progresismo. Porque hay, Angela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos:
los que convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne,
atormentan, como inquisidores que son, a los demás para que, despreciando esta
vida como transitoria, se ganen la otra, y los que no creyendo más que en este...
--Como
acaso tú... --le decía yo.
--Y
sí, y como Don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo, esperan no sé
qué sociedad futura, y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer
en otro...
--De
modo que...
--De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión.
a) Comprensión lectora
1) Resume el texto, señala
el tema e indica los apartados temáticos o secciones de contenido.
2) Analiza brevemente los
personajes que intervienen y su papel en la obra.
3) ¿Qué ha ocurrido antes
de este fragmento? ¿Y después?
4) Indica el lugar y el
momento donde se desarrolla la acción.
5) Localiza y explica media docena de recursos estilísticos que embellecen el mensaje.
b) Interpretación
1) Analiza la relación de
don Manuel con Lázaro, desde el punto de vista de su amistad y de sus creencias
religiosas.
2) ¿Qué siente don Manuel
por Blasillo el bobo? ¿Cómo interpretar su muerte casi simultánea?
3) ¿Podemos afirmar que don
Manuel fue un ejemplo de comportamiento para su pueblo? ¿Engañó a sus
feligreses?
4) Lázaro afirma, al final del fragmento, que “hay que hacer que [las personas] vivan de la ilusión [de que Dios existe]”. ¿Compartes esa afirmación? Razona la respuesta.
2.4. Fomento de la creatividad
1)
Escribe un cuento, en prosa o en verso o forma dramática, con un contenido más
o menos inspirado en San Manuel Bueno,
mártir.
2)
¿Sigue existiendo el tipo de vida que se recrea en la novela? Razona tu
respuesta y narra el tipo de vida, focalizando en las creencias religiosas, que
se lleva hoy.
3)
Realiza una exposición sobre Miguel de Unamuno, sus obras y su tiempo, para ser
presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o
pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.
4)
Aporta o crea imágenes de la vida rural aislada, como en Valverde de Lucerna,
de principios del siglo XX (lugares, ambientes, etc.), en los que se pudo
desarrollar esta novela y comenta su significación.
5) Leed algún fragmento del texto, de forma dramatizada, en grupos, ante la clase, acompañada la declamación de música e imágenes apropiadas.
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