01/11/2020

Miguel de Unamuno: "San Manuel Bueno, mártir"; análisis y propuesta didáctica

 

Monte San Isidro, León (X-20220) © SVM


MIGUEL DE UNAMUNO: SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR

  1. ANÁLISIS
  1. Resumen

San Manuel Bueno, mártir (1931) es una de las novelas más célebres y leídas de nuestro escritor Miguel de Unamuno, miembro de la Generación del 98. Estamos ante una “nivola”, es decir, una novela de contenido filosófico y existencial, con presencia importante del diálogo, escasa acción y mucha reflexión. A continuación ofrecemos un breve resumen de la obra.

Una mujer ya metida en la cincuentena, Ángela Carballido, decide pasar a papel sus recuerdos de don Manuel, el cura fallecido de Valverde de Lucerna; el obispado de Renada desea impulsar su beatificación, pues fue un hombre bueno y con visos de santidad. Ángela apenas recuerda a su padre biológico, pero sí mucho a don Manuel, su padre espiritual y guía religiosa hasta su muerte. Los primeros recuerdos se remontan a cuando ella tenía diez años. Don Manuel, en la mitad de su treintena, es un hombre fuerte, alto y delgado, con unos intensos ojos azules, que a ella le recuerdan las aguas del lago próximo al pueblo. Participa en las tareas rurales ayudando a los lugareños y los reconforta espiritualmente con mucha eficacia. Su vida ejemplar, sencilla y entregada al servicio de los demás, es modélica para sus paisanos; de ahí que lo admiren y aprecien. Pero esa línea de memoria se interrumpe cuando ella ingresó en un internado de la ciudad para estudiar; su hermano Lázaro, afincado en América, financia sus estudios, con el objeto de ser una señorita culta y no una aldeana. El sacerdote, sin embargo, guarda un secreto que la narradora desconoce en ese momento.

En el internado donde Ángela estudia llegan ecos de la santidad de don Manuel; ella trata de satisfacer la curiosidad de todo el mundo, en especial de una amiga, gran admiradora del cura de Valverde. La chica regresa a su casa de Valverde con quince años, y se entrega a la ayuda y asistencia de don Manuel. De este se dice que pudo haber tenido una buena carrera eclesiástica, pero renunció a ella para hacerse cargo de la iglesia de Valverde. Blasillo el bobo imita al cura y repite como un loro la famosa frase evangélica: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. Ante su presencia, nadie osa mentir, tal es su autoridad moral, pero rehúye de la justicia humana. La gente decía que había hecho algún milagro de sanación, pero él lo relativiza. No descuida los aspectos materiales de sus feligreses, de ahí que los exhorte y los ayude a vestir con decencia y ser higiénicos.

Don Manuel es un hombre habilidoso y trabajador, de ahí que ayude con ganas a sus vecinos. Es contrario a la ociosidad, madre de vicios, lo que no le impide tocar algún instrumento musical los días de fiesta.  Guarda para sí unas tablas del nogal principal del pueblo cuando se secó; también talló juguetes para niños. Suele auxiliar a los enfermos y entierra en lugar sagrado a los suicidas porque piensan que son creyentes. Insiste a los feligreses en que no pierdan la alegría de vivir, la fe ardiente en Dios, la firmeza de sus creencias, garantía de una vida plena y contenta. Ángela empieza a comprender que detrás existe una gran tristeza, perceptible cuando pasea solo por los restos de un monasterio cisterciense próximo al pueblo.

En el momento en que Ángela regresa al pueblo, se vuelca en ayudarle, aunque es tímida y le cuesta arrancar. En el confesionario casi se hacen cómplices de sus secretos, dudas espirituales y temores, aunque el cura la esquiva muy bien dando largas y acogiéndose a la doctrina de la Iglesia en las cuestiones más arduas, como la existencia del infierno. La madre de ella piensa que su hija va para monja, pero le replica que su convento es Valverde. Ángela desarrolla un sentimiento maternal de comprensión y afecto hacia el clérigo.

Cuando ella tiene 24 años, su hermano Lázaro regresa de América. Su intención es asentarse en la ciudad con su hermana y su madre, pero estas se niegan y él cede. Lázaro en el cura un contrincante, con algo de embaucador, pues representa un mundo antiguo, crédulo, atrasado. Sin embargo, le atrae su inteligencia y su bondad, por lo que inicia un acercamiento hacia él. Muere la madre de Lázaro y Ángela, momento que don Manuel aprovecha para que aquel se inicie en la oración piadosa. Con todo, parece que guarda un secreto apenas entrevisto, como la leyenda de Valverde de que las campanas de un antiguo pueblo sumergido en el lago se oyen en la noche de San Juan.

Lázaro completa su conversión y asiste a misa y comulga. Pero le revela a su hermana que todo es una farsa preparada con don Manuel: ninguno de los dos cree en Dios. Mantienen las formas para que el pueblo siga creyendo, porque lo necesita para ser feliz y mantener la ilusión y el sentido de sus existencias, con proyección en un más allá tras su muerte. No obstante, Lázaro reza por su madre y por sus amigos, para mantener la ficción de que la fe fortalece la existencia de la gente llana, que así será más dichosa en vida. En muerte... ya se verá. En una confesión recíproca, don Manuel le confiesa su verdad a Ángela, que sigue firme en su fe, a lo que le exhorta el sacerdote. En un paseo campestre, el cura le confiesa a Lázaro cierta pulsión suicida que a duras penas mantiene a raya. Pero piensa que vivir es morir poco a poco, como el lago ante el cielo, buscando inútilmente la eternidad. Justifica las supersticiones del pueblo porque hacen a la gente feliz. Se muestra indiferente ante la fundación de un sindicato católico; la Iglesia ya da consuelo a todo el mundo. Sí, admite que la religión es un opio para el pueblo, pero es bueno y necesario para garantizar la felicidad y dar un sentido a la vida.

La salud de don Manuel se quiebra y su aspecto se hace más triste y sombrío. Le confiesa a Ángela que el único delito del hombre es, como afirma Calderón, “haber nacido”, lo que a ella deja perpleja y confusa al comprobar que la angustia de su admirado sacerdote es muy honda y dolorosa. Viendo próxima su muerte, lo conducen a la iglesia, recomienda rezar mucho a sus amigos y feligreses y allí mismo muere, en paz y acaso esperando la eternidad; el ataúd se hace con las tablas que él había tallado. Blasillo el tonto también muere acto seguido. El pueblo lo cree santo y todos quieren poseer alguna reliquia, que extraen de su casa. Lázaro es considera su discípulo y sigue su labor en el pueblo. No ser creyente no le impide fortalecer la fe de la gente para que encuentre felicidad y consistencia en su vida. Pasa muchas horas del día al lado de su tumba, recordando a su amigo. Muere también por una enfermedad y pide que recen por su alma, aunque su hermana conoce su falta de fe. Un nuevo párroco llega al pueblo y trata de mantener la fe acrisolada de la gente. Ángela, ya mayor, vive en el pueblo, pues la vida en la ciudad, anónima, la horroriza; reflexiona sobre la vida de esos dos hombres, que tanto la marcaron. Cree que murieron creyendo. Creían que no creían, pero no era así. Nieva en el pueblo, ya blanco, como su sien. Al obispo le envía una versión ligera de don Manuel. Pero ella, en sus memorias, escribe la terrible y agónica verdad, que no desea que la Iglesia conozca, pues la teme.

Unamuno, en el epílogo, informa que cayó en sus manos las memorias de Ángela, pero no desea concretar. Puede que los personajes tengan su alma inmortal, como Augusto Pérez, en “Niebla”, desea de veras. El pueblo llano cree en actos, no en palabras, por eso es mejor guardar las dudas corrosivas que no ayudan a las almas simples. Cierra su intervención justificando que en el texto apenas exista acción, pero eso mismo ocurre en las personas con fe firme e inquebrantable.

  1. Tema

Unamuno aborda en este texto varios temas, estrechamente interrelacionados:

-La creencia en Dios como un modo razonable de organizar la existencia, a pesar del conflicto irresoluble entre razón y fe.

-La paradoja de una vida carente de fe entregada a fomentarla en los demás. Es el martirio que ha de sufrir don Manuel: aparentar una fe inquebrantable y fructífera para hacer felices a los demás.

-El sentido de la vida humana ante la muerte como final inevitable.

-Los procedimientos para alcanzar la plenitud y la felicidad, entre la fe firme, simple e ignorante y la duda inteligente y racional.

  1. Apartados temáticos

Esta “nivola” se organiza de un modo poco convencional. No existe una separación formal en capítulos, sino solo secciones o secuencias con una línea en blanco separadora entre ellas; en conjunto, son 25 secuencias, junto con un prólogo de Unamuno (fechado en 1933), el autor; ahí aclara algunos aspectos compositivos y temáticos. La última secuencia procede de Unamuno autor-narrador; luego procede a estampar el lugar y fecha de cierre del original de la novela: “Salamanca, noviembre de 1930”. Estamos ante la técnica del “Manuscrito encontrado” (de raigambre cervantina, pues el narrador del Quijote ya la emplea en el capítulo VIII de la primera parte de la inmortal novela). Así, tenemos los siguientes apartados de contenido:

-Primera sección temática (ocho primeras secuencias): Ángela recuerda su infancia en Valverde y su primer conocimiento de don Manuel; abarca desde su más tierna infancia hasta los diez años, cuando va a estudiar a un internado.

-Segunda sección temática (conformada por las catorce secuencias siguientes, de la 9 a la 22, ambas inclusive). Ángela, con quince años, regresa al pueblo y conoce a fondo a don Manuel; también regresa su hermano de América y traba una profunda amistad con el sacerdote; aquí también se desvela su secreto trágico: no tiene fe y, por tanto, no cree en Dios. Finaliza con la muerte de la madre de Ángela, don Manuel y su hermano Lázaro.

-Tercera sección temática (compuesta por las dos secuencias siguientes; son las secuencias 23 y 24): Ángela, metida en la cincuentena, escribe desde un “ahora”, que es el momento de la escritura; esta se ha desatado porque el obispo desea recopilar los recuerdos sobre don Manuel para intentar su subida a los altares.

-Cuarta sección temática (última secuencia, la 25). Unamuno explica que se ha decidido a publicar el original que le llegó por medios que no desea desvelar. Especula sobre la inmortalidad de los personajes, acaso más duradera que la de las personas y confirma que la fe simple y rocosa aporta sentido y felicidad a la existencia.

  1. Personajes

Realizamos un breve recorrido analítico sobre los personajes nucleares de la novela:

-Don Manuel Bueno, o San Manuel: es un sacerdote rural, en un pueblo de montaña, Valverde de Lucerna. Unamuno aclara en el prólogo que San Martín del Castañar y el ahora extinto Riba de Lago, en la Sanabria zamorana, pueden ser el referente real, aunque no de un modo exacto. Don Manuel es un hombre bueno, como indica su apellido, jovial, y generoso ayudando a los demás. Sin embargo, su fe cristiana fuerte, práctica y alegre es lo que más destaca de su personalidad ante sus feligreses, que lo tratan con respeto y devoción, como un santo en vida. Poco a poco el lector descubre que arrastra una penosa escisión existencial: carece de fe, es decir, es ateo; solo actúa con una aparente y teatral gran devoción para fortalecer la de sus paisanos y hacerles la vida más feliz y dotada de sentido. Cuando muere, acaso haya recuperado la fe, acaso abandona el mundo con la convicción de que Dios no existe. Ángela, la narradora y su mejor confidente, tiene sus dudas. Su nombre, Manuel, que significa “Dios está con nosotros”, resulta irónico y cruel cuando el lector comprende el drama existencial que azota al personaje.

-Ángela Carballido: esta mujer, de la que conocemos su vida entera, adquiere especial significación porque es coprotagonista y narradora. De niña es admiradora de la virtud del cura; de adulta es como su confidente y amiga del alma; próxima a la senectud, se erige como la portadora de la memoria y la relatadora de la vida de don Manuel. Su existencia, pues, está mediatizada por completo por la del cura, que la guía por el camino de la fe y la virtud cristiana. Adopta una posición de comprensión y benevolencia ante el desgarro existencial de don Manuel y, finalmente, no se pronuncia sobre si murió en la fe o fuera de ella, ni el grado de sufrimiento que él sobrellevó toda su vida. Su nombre propio también es simbólico, esta vez sin ironías: ella es como un ángel que acompaña, reconforta y lleva las noticias (o las trae a los lectores).

-Lázaro es hermano de Ángela. Ocupa un papel relevante e interesante. Primero se erige en antagonista de don Manuel. Es un hombre moderno, de pensamiento avanzado e ideas abiertas. Sin embargo, cuando comprende el drama interior de don Manuel, sufre una honda transformación y adopta las posiciones existenciales y religiosas del cura. Cuando este muere, Lázaro lo añora seriamente y él mismo dejará el mundo unos años después. Su nombre recuerda al personaje bíblico que resucitó gracias a un milagro de Jesús. En el caso de Lázaro Carballido, su “resurrección” es agónica porque trata de retornar a la fe de su infancia, aunque con tremendas dudas y sufrimiento interior. En su caso, pues, no hay milagro aparente. Su nombre también es irónico y con unas gotas de crueldad.

-La madre de Ángela y Lázaro, junto con Blasillo el tonto son personajes secundarios de cierta importancia. La primera representa la fe popular, firme y serena. El segundo, la fe acrítica e imitativa. En ambos casos la creencia aporta seguridad y felicidad.

-La gente de Valverde, el pueblo llano, los habitantes rurales de la población apartada: funciona a modo de personaje colectivo; la narradora lo suele nombrar como “el pueblo” casi siempre matizado con “el pueblo todo”. Gente sufrida, esforzada, recia en costumbres y en la fe cristiana, ritualista y simple. Don Manuel los conoce bien, los respeta, los ama y los refuerza en su fe, llave del sentido y la felicidad de sus vidas.

  1. Lugar y tiempo de la diégesis

La acción discurre enteramente en un pueblo pequeño, apartado y algo aislado: Valverde de Lucerna. Ya explicamos que Unamuno indica en el prólogo que tiene un referente real vago en San Martín de Castañeda, en la comarca de Sanabria, provincia de Zamora; había visitado el pueblo y el Lago de Sanabria el uno de junio de 1930. Existe un lugar, de leyenda en el imaginario colectivo de los lugareños, llamado precisamente Valverde de Lucerna. Es un pueblo sumergido en las aguas del lago; en la noche de San Juan repican las campanas de su iglesia. Fiel a su idea de “nivola”, Unamuno apenas la describe y no pasa de un escenario más entrevisto que pintado con detalle y vida.

El tiempo de la escritura lo expresa Unamuno en el epílogo o secuencia final: 1930; se publicó en 1931. El tiempo de la acción narrada es contemporáneo al de la escritura. Al recoger aquel toda una vida, se remonta a muchas décadas atrás, pero ambos hitos temporales confluyen al final. La duración de la acción coincide con la edad de la narradora, menos una década --la correspondiente a su primera infancia, de la que, lógicamente, poco o nada recuerda--: unos cincuenta años. Parece lógico deducir que la acción se mueve entre 1880 y 1930.

  1. Figura del narrador

Unamuno adopta el esquema narrativo del “Manuscrito encontrado”. Alguien escribe un texto y el autor real, el novelista, se presenta como solo editor: lo enmienda de errores menores y lo prepara para la imprenta. Quien escribe el texto que a nosotros nos llega es Ángela Carballido, una mujer soltera y sola que vive en Valverde de Lucerna. Realiza un acto de memoria y pone, negro sobre blanco, la vida de don Manuel Bueno, el sacerdote de su pueblo durante décadas. Ángela no ejerce solamente de narradora testigo: a veces adquiere cierto protagonismo –en sus conversaciones de confesionario con don Manuel--, opina y valora los actos del clérigo, expresa el impacto que sobre ella tienen estos, etc.

Oscila entre la primera persona y la tercera, según focalice la acción en ella misma o en don Manuel –que es las más de las veces--. Por lo dicho, bien se puede deducir su rol intradiegético: está dentro de la acción, no es objetiva, ni distante, ni omnisciente. Cuenta lo que vivió, observó o conoció de boca de los protagonistas, el cura y su hermano Lázaro.

  1. Análisis estilístico

Con la creación del artefacto narrativo de la “nivola”, Unamuno concreta un modo específico de novelar: la reflexión, el pensamiento y el sentimiento predomina sobre la acción o la peripecia; el diálogo prima sobre la narración y la descripción; los conflictos internos, existenciales, pesan más que los externos o sociales; el personaje en su expresión emerge con más intensidad que el personaje en su acción, muchas veces solo anecdótica. Estos rasgos se localizan fácilmente en cualquier texto de San Manuel Bueno, mártir.

Unamuno domina con gran maestría los procedimientos retóricos y posee un hondo conocimiento de la lengua española. De ahí que en esta novela se encuentren diseminados por doquier, utilizados muy intencionadamente con el objeto de crear belleza literaria y contribuir a la significación total de la novela. En conjunto, el estilo es contenido, sobrio, sencillo y elegantemente sencillo. Hemos elegido un fragmento al azar donde se puede apreciar el uso intensivo y acertado de los recursos literarios; los recursos se señalan entre corchetes [], omitiendo repeticiones para no caer en la pesadez, de ahí que en la parte final, casi todos los recursos ya repetidos, se omiten. El recuento es asombroso por su riqueza y variedad:

Quedamos mi hermano y yo solos en la casa. Lo que pasó en la muerte de nuestra madre puso a Lázaro en relación con Don Manuel, que pareció descuidar algo a sus demás pacientes [metáfora], a sus demás menesterosos [metáfora], para atender a mi hermano. Íbanse por las tardes de paseo, orilla del lago, o hacia las ruinas [paralelismo], vestidas de hiedra [personificación y metáfora], de la vieja abadía [epíteto] de cistercienses [elipsis y metonimia].

--Es un hombre maravilloso --me decía Lázaro--. Ya sabes que dicen que en el fondo de este lago hay una villa sumergida y que en la noche de san Juan, a las doce, se oyen las campanadas de su iglesia.

--Sí --le contestaba yo--, una villa feudal y medieval... [suspensión, enumeración y bimembración]

-Y creo -añadía él- que en el fondo del alma de nuestro Don Manuel hay también sumergida, ahogada, una villa y que alguna vez se oyen sus campanadas [metáforas, alegoría]. 

-Sí -le dije-, esa villa sumergida en el alma de Don Manuel, ¿y por qué no también en la tuya [interrogación retórica]?, es el cementerio de las almas de nuestros abuelos, [metáfora] los de esta nuestra Valverde de Lucerna... [suspensión] ¡feudal y medieval! [exclamación retórica, bimembración, metáfora y elipsis]

Acabó mi hermano por ir a misa siempre, a oír a Don Manuel, y cuando se dijo que cumpliría con la parroquia, que comulgaría cuando los demás comulgasen, recorrió un íntimo regocijo [personificación y metáfora] al pueblo todo [hipérbaton e hipérbole], que creyó haberle recobrado. Pero fue un regocijo tal, tan limpio, que Lázaro no se sintió ni vencido ni disminuido.

Y llegó el día de su comunión, ante el pueblo todo, con el pueblo todo [repetición retórica, hipérbole]. Cuando llegó la vez a mi hermano pude ver que Don Manuel, tan blanco como la nieve de enero en la montaña [símil] y temblando como tiembla [derivación o políptoton] el lago cuando le hostiga el cierzo, se le acercó con la sagrada forma en la mano, y de tal modo le temblaba esta al arrimarla a la boca de Lázaro que se le cayó la forma a tiempo que le daba un vahído. Y fue mi hermano mismo quien recogió la hostia y se la llevó a la boca [polisíndeton]. Y el pueblo [metonimia] al ver llorar a Don Manuel, lloró diciéndose: «¡Cómo le quiere!». Y entonces, pues era la madrugada, cantó un gallo [símbolo].

Al volver a casa y encerrarme en ella con mi hermano, le eché los brazos al cuello y besándole le dije:

--¡Ay Lázaro, Lázaro, qué alegría nos has dado a todos, a todos, a todo el pueblo, a todos, a los vivos y a los muertos, y sobre todo a mamá, a nuestra madre! ¿Viste? El pobre Don Manuel lloraba de alegría. ¡Qué alegría nos has dado a todos! [exclamación retórica, interrogación retórica]

--Por eso lo he hecho --me contestó.

--¿Por eso? ¿Por darnos alegría? Lo habrás hecho ante todo por ti mismo, por conversión.

Este libro también nos da muestras de la pericia poética de Unamuno. En su prólogo de 1932 incluyó dos poemas que cantan con emoción los paisajes y las personas de San Martín y Ribadelago; las reproducimos a continuación, con el breve texto introductorio de la pluma de Unamuno:

Y voy a estampar aquí dos poesías que escribí a raíz de haber visitado por primera vez ese lago el día primero de junio de 1930. La primera dice: 

San Martín de Castañeda,

espejo de soledades,

el lago recoge edades

de antes del hombre y se queda

soñando en la santa calma

del cielo de las alturas,

la que se sume en honduras

de anegarse, ¡pobre! el alma.

Men Rodríguez, aguilucho

de Sanabria, el ala rota

ya el cotarro no alborota

para cobrarse el conducho.

Campanario sumergido

de Valverde de Lucerna,

toque de agonía eterna

bajo el caudal del olvido.

La historia paró; al sendero

de San Bernardo la vida

retorna, y todo se olvida,

lo que no ha sido primero.

Y la segunda, ya de rima más artificiosa, decía y dice así:

Ay Valverde de Lucerna,

hez del lago de Sanabria,

no hay leyenda que dé cabria

de sacarte a luz moderna.

Se queja en vano tu bronce

en la noche de San Juan,

tus hornos dieron su pan

la historia se está en su gonce.

Servir de pasto a las truchas

es, aun muerto, amargo trago;

se muere Riba de Lago

orilla de nuestras luchas.

Se trata de una sucesión de redondillas (8a, 8b, 8b, 8a, rima consonante) en las que recrea con emoción y hondura la historia, los paisajes y las leyendas de San Martín de Castañeda y Riba de Lago (hoy el topónimo se escribe “Ribadelago”), donde, por cierto, en 1959 ocurrió una terrible desgracia cuando cedió el muro del embalse de Vega de Tera y anegó el pueblo, dejando 144 víctimas mortales.

  1. Contextualización

San Manuel Bueno, mártir es una de las más hermosas y significativas “nivolas” de nuestro escritor por el tema y por la originalidad de su tratamiento. Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936) es uno de los más eximios componentes de la Generación del 98. Comparten todos ellos una honda preocupación por la lamentable situación social y cultural de España, la falta de una auténtica educación y una cultura popular y cuidada. Escriben con un estilo sobrio, contenido, y, digámoslo así, esencialista. Unamuno también responde a estas características perfectamente.

Unamuno tuvo que encarar varias crisis religiosas, íntimas y personales, donde la creencia en Dios se tambaleaba peligrosamente. Hombre combativo, que no se arredraba ante las dificultades --políticas, sociales, culturales, etc.--, encaró sus dudas con energía y, en consecuencia, las afrontó con absoluta honestidad y transparencia. La agonía del cristianismo es un tratamiento ensayístico del asunto; San Manuel Bueno, mártir, constituye la aproximación literaria. Hondo conocedor de la lengua española, persona profundamente culta y leída, Unamuno supo afrontar los problemas de su tiempo con originalidad y gallardía intelectual y artística.

Inventa el concepto de “nivola” para elaborar un artefacto artístico, una novela, para abreviar, densa y hermosa. Su lectura no deja indiferente al lector; antes bien, conmueve profundamente y lo invita a una reflexión analógica al protagonista. ¿Creer o no creer? ¿Creer que creemos o no creer que no creemos? Además de las ironías, paradojas y algunos retruécanos, Unamuno nos dejó textos vivos y profundos que apelan a lo más hondo del lector. Su estilo clásico, sobrio, preciso y rico satisfacen al lector más exigente, ayer como hoy.

  1. Interpretación

Su predilección por los temas existenciales y filosóficos justifica muchas de sus obras. Su tremenda lucha interior entre la fe religiosa pura y firme y las dudas que introduce la razón. Unamuno quiere creer en Dios, pero casi no puede. Creer es algo más que un acto de voluntad. Desea creer en una divinidad que le dé sentido y transcendencia a su vida, que aporte una plenitud y una justificación de la vida y la muerte. La novela es la versión ficcional de ese magnífico y denso ensayo, La agonía del cristianismo; ahí repasa las opciones, pros y contras, etc. de la creencia religiosa, para llegar a la conclusión que la única opción viable es creer en Jesucristo, redentor de los hombres.

En la novela que tratamos las cosas no son tan claras. Los dos personajes centrales, don Manuel y Lázaro, se mueven en un mar de dudas y titubeos. No sabemos si en el trance de la muerte abrazaron la fe; lo que conocemos bien es su martirio en vida: luchar por creer, convencer a los demás y no acabar de verlo claro para uno mismo. El título de la novela encierra la paradoja e ironía que contiene en su interior: don Manuel Bueno es un santo, pero no tanto por lo que ayudó a los demás cuanto por lo que se soportó a sí mismo, con sus luchas religiosas internas. Tantas y tan hondas que se erige en un mártir, pero ¿de quién? ¿Del cristianismo? ¿De sí mismo?

Estamos ante un texto de ficción que casi bordea el ensayo filosófico. El despliegue del tema central se hace con extraordinaria originalidad: la duda metafísica encarnada en un cura de pueblo que convence a los demás para que crean y, de este modo, ser más felices y llevar una vida más plena, en tanto que él sufre en sus dudas y negaciones. El artefacto narrativo es muy acertado: una mujer ya en edad adulta avanzada que recrea ciertos acontecimientos (la vida de don Miguel Bueno) y le permite adoptar una perspectiva más distante y serena, melancólica y comprensiva.

  1. Valoración

San Manuel Bueno, mártir es una novela ambiciosa y muy satisfactoria para el lector actual. El tema que aborda es profundo y conmovedor. El tratamiento narrativo es original y efectivo; provoca la reflexión del lector y la satisfacción de la buena novela que, al cerrar la última página, sigue dialogando con el lector. El ritmo narrativo, pausado y fluido al mismo tiempo, y el desarrollo, continuo y al mismo tiempo algo demorado, son dos grandes aciertos.

La ambientación rural, en una zona tan alejada como la Sanabria occidental, limítrofe con Orense, en un lugar apartado, pero auténtico y, por momentos, bucólico, invitan a una recreación lectora original y sorprendente.

Esta novela constituye, sin duda, una grata experiencia lectora, conmovedora y fértil en sí misma. Aunque han pasado casi cien años desde su escritura, mantiene la frescura y la autenticidad de la buena literatura: invita a un diálogo profundo al lector, que se ve trasportado a terrenos existencialmente escabrosos y ásperos, pero cuya contemplación e interiorización lectora valen la pena experimentar y disfrutar.

 

  1. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).

2.1. Comprensión lectora

1) Resume la obra en su trama principal (300 palabras, aproximadamente).

2) Señala su tema principal y los secundarios.

3) Delimita los apartados temáticos o secciones de contenido.

4) Analiza los personajes y establece su relevancia argumental.

5) Explica los aspectos de lugar y tiempo en los que se desenvuelve la acción narrada.

6) Describe la figura del narrador a lo largo de la novela.

7) Explica por qué este texto pertenece a la literatura contemporánea y a la Generación del 98 de modo más específico.

8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) ¿Qué rasgos propios de la novela moderna aparecen en este texto?

2) ¿Se puede decir que la vida es como un paisaje de niebla, a tenor de lo que leemos en Niebla? Razona la respuesta.

3) ¿Qué importancia posee el amor, en distintas variantes, en esta novela?

4) ¿En qué consiste el concepto de “nivola” y cómo cristaliza en este texto?

5) En la novela aparece una evidente tensión entre el mundo de los deseos e ideales frente al mundo de la materialidad y la concreción. Explica cómo se percibe en cuanto a personajes y acciones.

6) ¿Explica el papel de Unamuno como personaje? ¿Se cree Dios? Razona la respuesta con ejemplos.

7) Explica la importancia de la traición en esta novela la novela.

8) Orfeo es un perro con una actitud muy determinada. Analiza su papel e importancia en la obra.

2.3. Comentario de texto específico

Se le llevó [a don Manuel] a la iglesia y se le puso, en el sillón, en el presbiterio, al pie del altar. Tenía entre sus manos un crucifijo. Mi hermano y yo nos pusimos junto a él, pero fue Blasillo el bobo quien más se arrimó. Quería coger de la mano a Don Manuel, besársela. Y como algunos trataran de impedírselo, Don Manuel les reprendió diciéndoles:

--Dejadle que se me acerque. Ven, Blasillo, dame la mano.

El bobo lloraba de alegría. Y luego Don Manuel dijo:

-Muy pocas palabras, hijos míos, pues apenas me siento con fuerzas sino para morir. Y nada nuevo tengo que deciros. Ya os lo dije todo. Vivid en paz y contentos y esperando que todos nos veamos un día en la Valverde de Lucerna que hay allí, entre las estrellas de la noche que se reflejan en el lago, sobre la montaña. Y rezad, rezad a María Santísima, rezad a Nuestro Señor. Sed buenos, que esto basta. Perdonadme el mal que haya podido haceros sin quererlo y sin saberlo. Y ahora, después de que os dé mi bendición, rezad todos a una el Padrenuestro, el Ave María, la Salve, y por último el Credo.

Luego, con el crucifijo que tenía en la mano dio la bendición al pueblo, llorando las mujeres y los niños y no pocos hombres, y en seguida empezaron las oraciones, que Don Manuel oía en silencio y cogido de la mano por Blasillo, que al son del ruego se iba durmiendo. Primero el Padrenuestro con su «hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo», luego el Santa María con su «ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte», a seguida la Salve con su «gimiendo y llorando en este valle de lágrimas», y por último el Credo. Y al llegar a la «resurrección de la carne y la vida perdurable», todo el pueblo sintió que su santo había entregado su alma a Dios. Y no hubo que cerrarle los ojos, porque se murió con ellos cerrados. Y al ir a despertar a Blasillo nos encontramos con que se había dormido en el Señor para siempre. Así que hubo luego que enterrar dos cuerpos.

El pueblo todo se fue en seguida a la casa del santo a recoger reliquias, a repartirse retazos de sus vestiduras, a llevarse lo que pudieran como reliquia y recuerdo del bendito mártir. Mi hermano guardó su breviario, entre cuyas hojas encontró, desecada y como en un herbario, una clavellina pegada a un papel y en este una cruz con una fecha.

Nadie en el pueblo quiso creer en la muerte de Don Manuel; todos esperaban verle a diario, y acaso le veían, pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo por fondo las montañas; todos seguían oyendo su voz, y todos acudían a su sepultura, en torno a la cual surgió todo un culto. Las endemoniadas venían ahora a tocar la cruz de nogal, hecha también por sus manos y sacada del mismo árbol de donde sacó las seis tablas en que fue enterrado. Y los que menos queríamos creer que se hubiese muerto éramos mi hermano y yo. 

Él, Lázaro, continuaba la tradición del santo y empezó a redactar lo que le había oído, notas de que me he servido para esta mi memoria.

--Él me hizo un hombre nuevo, un verdadero Lázaro, un resucitado --me decía--. Él me dio fe.

--¿Fe? --le interrumpía yo.

--Sí, fe, fe en el consuelo de la vida, fe en el contento de la vida. Él me curó de mi progresismo. Porque hay, Angela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que son, a los demás para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la otra, y los que no creyendo más que en este...

--Como acaso tú... --le decía yo.

--Y sí, y como Don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo, esperan no sé qué sociedad futura, y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer en otro...

--De modo que...

--De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión.

a) Comprensión lectora

1) Resume el texto, señala el tema e indica los apartados temáticos o secciones de contenido.

2) Analiza brevemente los personajes que intervienen y su papel en la obra.

3) ¿Qué ha ocurrido antes de este fragmento? ¿Y después?

4) Indica el lugar y el momento donde se desarrolla la acción.

5) Localiza y explica media docena de recursos estilísticos que embellecen el mensaje.

b) Interpretación

1) Analiza la relación de don Manuel con Lázaro, desde el punto de vista de su amistad y de sus creencias religiosas.

2) ¿Qué siente don Manuel por Blasillo el bobo? ¿Cómo interpretar su muerte casi simultánea?

3) ¿Podemos afirmar que don Manuel fue un ejemplo de comportamiento para su pueblo? ¿Engañó a sus feligreses?

4) Lázaro afirma, al final del fragmento, que “hay que hacer que [las personas] vivan de la ilusión [de que Dios existe]”. ¿Compartes esa afirmación? Razona la respuesta.

2.4. Fomento de la creatividad

1) Escribe un cuento, en prosa o en verso o forma dramática, con un contenido más o menos inspirado en San Manuel Bueno, mártir.

2) ¿Sigue existiendo el tipo de vida que se recrea en la novela? Razona tu respuesta y narra el tipo de vida, focalizando en las creencias religiosas, que se lleva hoy.

3) Realiza una exposición sobre Miguel de Unamuno, sus obras y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.

4) Aporta o crea imágenes de la vida rural aislada, como en Valverde de Lucerna, de principios del siglo XX (lugares, ambientes, etc.), en los que se pudo desarrollar esta novela y comenta su significación.

5) Leed algún fragmento del texto, de forma dramatizada, en grupos, ante la clase, acompañada la declamación de música e imágenes apropiadas.

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