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BLAS DE OTERO - “HOMBRE”, de ÁNGEL FIERAMENTE HUMANO (1950)
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, 1
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte 5
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos. 10
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser --y no ser-- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Blas
de Otero, de Ángel fieramente humano (1950)
- ANÁLISIS
Blas de Otero
(Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es el poeta más emblemático de la
poesía existencial y social española de posguerra. Sus poemarios recogen con
viveza y expresividad lingüística el malestar espiritual y la protesta contra
la situación social y política en la España franquista. Sin embargo, sus
registros van más allá de los encasillamientos; también posee una poesía
religiosa inicial y otra intimista final muy interesante.
- Resumen
El poema que ahora comentamos, “Hombre”, presenta un contenido existencial visible a primera vista, bajo una luz reflexiva, honda y dramática. En las dos primeras estrofas el poeta presenta su asunto: se siente morir, busca a Dios y no lo encuentra por ningún lado. Se siente en una situación límite (“al borde del abismo”, v. 2), pues se enfrenta a la muerte. Grita buscando a Dios, pero solo le llega el silencio retumbante, que “ahoga mi voz” en un ambiente fantasmagórico y desolador, un “vacío inerte”. El yo poético está rodeado de la vacuidad más siniestra. En la segunda estrofa admite que puede morir, por eso quiere tener a Dios a su lado, a quien invoca dos veces en oraciones exclamativas de tono desesperado. Sin embargo, no pierde la esperanza de que, en algún momento, Dios lo escuche. Por eso sigue su lucha “hablando solo” y “arañando sombras”, dos maneras de insistir en su soledad radical, acaso solo poblada de fantasmas siniestros. En la tercera estrofa Dios despierta, pero de un modo terrible: descarga tres golpes crueles y demoledores contra el yo poético: le cercena las manos, le arranca los ojos y le niega el agua que aplaque su sed. En la última estrofa, de carácter conclusivo, se infiere en qué consiste la naturaleza humana: horror a raudales (“a manos llenas”, v. 12), vivir en una especie de agonía huyendo de la muerte y de las angustias. El epifonema final expresa una paradoja tremenda: el hombre es un ángel, pero sin posibilidades de volar, porque grandes cadenas lo amarran al suelo. Podemos imaginar lo que podríamos hacer y descubrir, pero no lo podemos hacer, pues nuestra naturaleza nos lo veda.
- Tema
El tema del poema se puede enunciar así: reflexión pesimista sobre la condición humana, interrogando infructuosamente a Dios, pero no se hallan respuestas, lo que aumenta la angustia existencial.
- Apartados temáticos
El poema
presenta una línea lógica y coherente compacta. Plantea la cuestión de la
naturaleza humana, pregunta a Dios sobre ella y, al no recibir respuestas,
concluye que la existencia del hombre es paradójica y sufrida. Podemos
distinguir tres apartados temáticos:
-El primer
apartado (dos primeras estrofas, vv. 1-8) expone, y casi narra, la esforzada
búsqueda del sentido de la vida por parte del ser poético. Lo hace cuando se
siente al borde de la muerte, o cuando entiende que esta es el elemento
determinante de su existencia. Grita a Dios, pero solo obtiene como respuesta
silencio y sombras inquietantes.
-El segundo
apartado (tercera estrofa, vv. 9-11) concreta y amplía las acciones del yo
poético buscando respuestas en Dios en torno a su vida. Aquel sigue mudo, pero
castiga con acciones horribles al hombre: le corta las manos, le arranca los
ojos y lo priva de agua.
-El tercer apartado (cuarta estrofa, vv. 9-12) posee un carácter conclusivo y definitivo: el verbo en presente de indicativo ya indica sobre la validez atemporal del enunciado. Ser hombre es doloroso, amargo y convivir con la eterna sensación de huida, aunque sin saber a dónde. Pudimos ser algo maravilloso, pero estamos encadenados a nuestra temporalidad
- Aspectos métricos y de rima
El poema está compuesto por catorce versos endecasílabos, distribuidos en cuatro estrofas. En la primera y segunda estrofa observamos la rima consonante (ABBA); son dos cuartetos. En la tercera y cuarta la rima es CDC; forman, pues dos tercetos. Las cuatro estrofas forman la estructura poética conocida como soneto; es de origen italiano; fue introducida en España en el siglo XV por el Marqués de Santillana y aclimatada maravillosamente un siglo después, ya en el período renacentista, por el clásico y excelso Garcilaso de la Vega.
- Comentario estilístico
El primer
aspecto que llama la atención es el título del poema, “Hombre”; indica muy bien
el tema del poema: una reflexión sobre la condición humana, sus límites y sus
contradicciones. El poema bascula entre una visión subjetiva, la del yo
poética, y otra más objetiva y generalizante. Aquel representa,
metonímicamente, al conjunto de la humanidad. Es interesante comprobar que los
verbos, en presente de indicativo, expresan la atemporalidad de las acciones;
son válidas para hoy y para el futuro. Tambíen resulta interesante observar que
los verbos de las tres primeras estrofas se conjugan en primera persona (las
acciones del yo poético) o en tercera (las de Dios). Se establece así una
contraposición viva e intensa que dura hasta la penúltima estrofa. En la
última, los verbos pasan a tercera persona, cuyo sujeto es el hombre,
genéricamente considerado. Es el momento de establecer las conclusiones o de
enunciar la triste condición humana.
En el primer
cuarteto narra cómo el yo poético se enfrenta “cuerpo a cuerpo” (v. 1), como en
una batalla bélica sin cuartel, a la muerte. Pero va perdiendo la batalla y se
siente próximo al fin, lo que se expresa con la metáfora “al borde del abismo”
(v. 2). Son dos giros coloquiales o frases hechas, de hondo y sorprende impacto
lector, pues están descontextualizadas, es decir, usadas fuera de su entorno
semántico normal y esperable. Llama a voces a Dios, pero solo halla un “vacío
inerte” (v. 4), metáfora del silencio sideral que lo rodea. Esta vaciedad total
se hace más dramática con la paradoja sinestésica “silencio, retumbando” (v.
3). Todavía, aparece otra metáfora sinestésica que aporta dramatismo y
frustración es “ahoga mi voz” (v. 4), referido a la respuesta divina. El
encabalgamiento abrupto de los versos 2-3 aumenta la sensación de soledad,
lucha y caos; lo mismo ocurre con el suave de los versos 3-4.
El segundo
cuarteto se abre con una apóstrofe dirigida a la divinidad; se vuelve a repetir
(v. 7) para enfatizar más la situación angustiosa del yo poético. Aquí la
sensación predominante es la de desesperación. El yo poético admite que puede
morir, pero, casi como venganza, desea que Dios esté despierto en ese momento.
La expresión “noche a noche” (v. 6), netamente coloquial, advierte de las tinieblas
que rodean al sujeto poético. No le queda más remedio que admitir que “estoy
hablando solo” (vv. 7-8). Cierra esta estrofa una metáfora dramática: está
“Arañando sombras para verte” (v. 8). Al borde de la desesperación, se esfuerza
por contactar con Dios, bien por la palabra, bien por la visión, pero sólo ve
“sombras”, es decir, reflejos inaprensibles de una realidad oculta. En esta
estrofa se localizan tres encabalgamientos abruptos, por lo que la sensación de
ruptura caótica y de angustia furiosa va en aumento. Las dos expresiones “Oh
Dios”, que en sí forman enunciados exclamativos, aparecen en una situación
ambigua, pues no aparecen signos de exclamación; esta ausencia se puede
interpretar como la creciente debilidad del yo poético; ya no tiene fuerzas
para gritar.
La tercera
estrofa, el primer terceto, presenta tres construcciones paralelísticas, una
por verso, y otra más interna, dentro de cada verso, correspondiente a la
oración verbo + complemento directo; lógicamente, se aprecian variaciones
dentro del sintagma general. Son dos acciones realizadas por el yo poético,
correspondiente a los dos primeros versos; el tercer verso expresa una
sensación, la de la sed, que no solo es atendida por la divinidad, sino que la
agrava al darle a beber sal. En el primer verso levanta la mano y es cortada;
en el segundo, abre los ojos y son arrancados. El contenido sangriento y
horroroso saltan a la vista. Dentro de cada verso se observa también una
antítesis entre cada mitad del verso: alzar / cercenar (v. 9), abrir / sajar
(v. 10) y tener sed / volverse sal las arenas (v. 11). Aumentan la sensación de
violencia y crueldad por parte de la divinidad hacia el hombre, representado
metonímicamente por el yo poético. Dios, además de no escuchar, es cruel y
sádico, parece poder deducirse. Ahora ya no aparecen encabalgamientos, ni en la
siguiente estrofa. Es el momento de las afirmaciones duras y terribles.
El último terceto posee un carácter conclusivo y sintético muy claro. De todo lo anterior se deduce que ser hombre equivale a “horror a manos llenas” (v. 12); es una metonimia que incide en el sufrimiento que el hombre ha de padecer en vida. El siguiente verso forma una oración completa: “Ser --y no ser— eternos, fugitivos.” (v. 13). La elipsis (falta el sujeto) y el asíndeton siguiente (falta la conjunción copulativa “y”) comprimen extraordinariamente la significación de esta oración, en sí una paradoja rotunda: el hombre es, al mismo tiempo, eterno y fugitivo, es decir, huye de algo permanentemente (y acaso esta huida siga en la vida de ultratumba), aunque sin saber de qué. Se cierra el poema con un hermoso y dramático epifonema: el hombre puede ser eterno y celestial como un ángel, pero está amarrado al duro suelo porque sus alas son cadenas. Observamos una metáfora (el hombre es un ángel), y una paradoja final muy cruel (sus alas están hechas de cadenas), por lo que nunca podrá volar, metáfora de la felicidad; sólo puede imaginar cómo sería si fuera libre, lo que aumenta su sufrimiento.
- Contextualización
Blas de Otero
(Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es un eminente poeta que supo
expresar el malestar, la angustia, el dolor y la frustración personal y
colectiva a causa de los terribles conflictos bélicos de la primera mitad del
siglo XX. Él mismo, con poco más de veinte años, hubo de luchar como soldado en
el bando franquista (que bien pudo ser el otro) en un conflicto muy frustrante
y cruel.
Su poesía pasó
por una fase espiritual, coincidente con los primeros tanteos y aprendizaje,
bajo el influjo de la poesía de Juan Ramón Jiménez y de la Generación del 27.
Estos poemas religiosos están recogidos en un poemario que imita el título del
de San Juan de la Cruz, por donde podemos ver las influencias de la poesía
clásica española, Cántico espiritual
(1942). A continuación, inicia una fase existencial, esto es, centrada en el
presente, en la existencia como un deber a veces doloroso, frustrante y con
aspectos inextricables. Esta visión pesimista genera sentimientos de amargura y
de desfallecimiento existencial. Queda recogido este ciclo en sus poemarios Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951).
La etapa social es la siguiente. El poeta se fusiona con el pueblo doliente y se erige como en su portavoz. El tono de denuncia y crítica contra una situación política de supresión de libertades y adoctrinamiento es un vector principal de su poesía. Blas de Otero contempla cómo una amplia capa de la sociedad, humilde, esforzada, al borde de la hambruna, y carente de cultura y de educación está abandonada a su suerte. Critica airadamente esta situación y exige respuestas de justicia e igualdad. Los poemarios más importantes de esta fase son Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1977) y Que trata de España (1964). Posteriormente, retorna a una poesía más intimista y personal
- Interpretación y valoración
Blas de Otero
es un magnífico poeta. Representa muy bien el ambiente cultural de posguerra
española, dominado por el existencialismo pesimista, en un primer momento; y
por la literatura social, con intención política, en un segundo momento. Su
poesía rebosa autenticidad, expresividad y frescura, gracias, entre otras
cosas, a su empleo del lenguaje coloquial transpuesto a un nivel poético y a
construcciones sintácticas sorprendentes y rupturistas. Lo alcanza, muchas
veces, como se ve en este poema, con la creación de encabalgamientos abruptos,
hipérbatos desconcertantes y manipulación de frases hechas, giros coloquiales y
modismos.
El poema
“Hombre” es de una belleza y un contenido estremecedores. Se trata de una
reflexión sobre la condición humana, siempre con la muerte acechante. Por eso
se acerca a Dios, pero no encuentra respuestas satisfactorias, solo más dolor.
El fondo y la forma del poema se conjuntan perfectamente para expresar
angustia, dolor y sufrimiento. El epifonema final, “¡Ángel con grandes alas de
cadenas!” explica muy bien la influencia del existencialismo en Blas de Otero.
Estamos ante una visión angustiosa de la vida, una percepción amarga de las
contradicciones del propio vivir. Nuestro poeta bilbaíno lo transmite con viva
expresividad, desplazando el lenguaje coloquial al poético, creando imágenes
impactantes y originales y utilizando el encabalgamiento y el hipérbaton de
modo eficaz, para transmitir desorden, caos y dolor.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).
2.1. Comprensión lectora
1) Resume el poema (100 palabras, aproximadamente).
2) Señala su tema principal y los secundarios.
3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones
de sentido.
4) Analiza los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa
empleada.
5) ¿Qué tono tiene el poema: positivo, optimista, esperanzado, o
todo lo contrario?
6) Señala las imágenes más importantes que jalonan el poema, sobre
todo referidas al dolor y la angustia, y cómo impactan en el poeta.
7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Dónde y en qué momento se halla el poeta en su poema?
2) ¿Tiene importancia la muerte en esa situación?
3) ¿A quién le pide ayuda?
4) ¿Cómo se aprecia en el texto el miedo y el dolor?
5) Fíjate en las personas en que se conjugan los verbos. ¿Quiénes
protagonizan la acción? ¿Ocurre lo mismo en todas las estrofas (fíjate en la
última para contestar atinadamente)?
6) El poeta, ¿sobre qué está reflexionando? ¿Cómo percibimos la
filosofía del existencialismo en este poema?
7) En la cuarta estrofa aparecen unas paradojas muy intensas. Explícalas.
2.3. Fomento de
la creatividad
1) Elabora un poema o texto en prosa que exprese una búsqueda o
una lucha contra algo que no se percibe bien, que solo parecen sombras; trata
de expresar la desesperación del protagonista ante esta situación.
2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre el poeta
Blas de Otero y la divinidad.
3) Realiza una exposición sobre Blas de Otero, su poesía y su
tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de
medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.
4) Aporta o
crea imágenes, o selecciona una música, que visualicen el poema; puede ser
también de una situación dramática que tú imagines, siguiendo el ejemplo de
Blas de Otero.
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