31/10/2020

Blas de Otero: "Hombre"; análisis y propuesta didáctica

 

León (X-2020) © SVM


BLAS DE OTERO - “HOMBRE”, de ÁNGEL FIERAMENTE HUMANO (1950)

HOMBRE

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,       1
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte             5
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.                     10
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser --y no ser-- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

                                                          Blas de Otero, de Ángel fieramente humano (1950)

  1. ANÁLISIS

Blas de Otero (Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es el poeta más emblemático de la poesía existencial y social española de posguerra. Sus poemarios recogen con viveza y expresividad lingüística el malestar espiritual y la protesta contra la situación social y política en la España franquista. Sin embargo, sus registros van más allá de los encasillamientos; también posee una poesía religiosa inicial y otra intimista final muy interesante.

  1. Resumen

El poema que ahora comentamos, “Hombre”, presenta un contenido existencial visible a primera vista, bajo una luz reflexiva, honda y dramática. En las dos primeras estrofas el poeta presenta su asunto: se siente morir, busca a Dios y no lo encuentra por ningún lado. Se siente en una situación límite (“al borde del abismo”, v. 2), pues se enfrenta a la muerte. Grita buscando a Dios, pero solo le llega el silencio retumbante, que “ahoga mi voz” en un ambiente fantasmagórico y desolador, un “vacío inerte”. El yo poético está rodeado de la vacuidad más siniestra. En la segunda estrofa admite que puede morir, por eso quiere tener a Dios a su lado, a quien invoca dos veces en oraciones exclamativas de tono desesperado. Sin embargo, no pierde la esperanza de que, en algún momento, Dios lo escuche. Por eso sigue su lucha “hablando solo” y “arañando sombras”, dos maneras de insistir en su soledad radical, acaso solo poblada de fantasmas siniestros. En la tercera estrofa Dios despierta, pero de un modo terrible: descarga tres golpes crueles y demoledores contra el yo poético: le cercena las manos, le arranca los ojos y le niega el agua que aplaque su sed. En la última estrofa, de carácter conclusivo, se infiere en qué consiste la naturaleza humana: horror a raudales (“a manos llenas”, v. 12), vivir en una especie de agonía huyendo de la muerte y de las angustias. El epifonema final expresa una paradoja tremenda: el hombre es un ángel, pero sin posibilidades de volar, porque grandes cadenas lo amarran al suelo. Podemos imaginar lo que podríamos hacer y descubrir, pero no lo podemos hacer, pues nuestra naturaleza nos lo veda.

  1. Tema

El tema del poema se puede enunciar así: reflexión pesimista sobre la condición humana, interrogando infructuosamente a Dios, pero no se hallan respuestas, lo que aumenta la angustia existencial.

  1. Apartados temáticos

El poema presenta una línea lógica y coherente compacta. Plantea la cuestión de la naturaleza humana, pregunta a Dios sobre ella y, al no recibir respuestas, concluye que la existencia del hombre es paradójica y sufrida. Podemos distinguir tres apartados temáticos:

-El primer apartado (dos primeras estrofas, vv. 1-8) expone, y casi narra, la esforzada búsqueda del sentido de la vida por parte del ser poético. Lo hace cuando se siente al borde de la muerte, o cuando entiende que esta es el elemento determinante de su existencia. Grita a Dios, pero solo obtiene como respuesta silencio y sombras inquietantes.

-El segundo apartado (tercera estrofa, vv. 9-11) concreta y amplía las acciones del yo poético buscando respuestas en Dios en torno a su vida. Aquel sigue mudo, pero castiga con acciones horribles al hombre: le corta las manos, le arranca los ojos y lo priva de agua.

-El tercer apartado (cuarta estrofa, vv. 9-12) posee un carácter conclusivo y definitivo: el verbo en presente de indicativo ya indica sobre la validez atemporal del enunciado. Ser hombre es doloroso, amargo y convivir con la eterna sensación de huida, aunque sin saber a dónde. Pudimos ser algo maravilloso, pero estamos encadenados a nuestra temporalidad 

  1. Aspectos métricos y de rima

El poema está compuesto por catorce versos endecasílabos, distribuidos en cuatro estrofas. En la primera y segunda estrofa observamos la rima consonante (ABBA); son dos cuartetos. En la tercera y cuarta la rima es CDC; forman, pues dos tercetos. Las cuatro estrofas forman la estructura poética conocida como soneto; es de origen italiano; fue introducida en España en el siglo XV por el Marqués de Santillana y aclimatada maravillosamente un siglo después, ya en el período renacentista, por el clásico y excelso Garcilaso de la Vega.

  1. Comentario estilístico

El primer aspecto que llama la atención es el título del poema, “Hombre”; indica muy bien el tema del poema: una reflexión sobre la condición humana, sus límites y sus contradicciones. El poema bascula entre una visión subjetiva, la del yo poética, y otra más objetiva y generalizante. Aquel representa, metonímicamente, al conjunto de la humanidad. Es interesante comprobar que los verbos, en presente de indicativo, expresan la atemporalidad de las acciones; son válidas para hoy y para el futuro. Tambíen resulta interesante observar que los verbos de las tres primeras estrofas se conjugan en primera persona (las acciones del yo poético) o en tercera (las de Dios). Se establece así una contraposición viva e intensa que dura hasta la penúltima estrofa. En la última, los verbos pasan a tercera persona, cuyo sujeto es el hombre, genéricamente considerado. Es el momento de establecer las conclusiones o de enunciar la triste condición humana.

En el primer cuarteto narra cómo el yo poético se enfrenta “cuerpo a cuerpo” (v. 1), como en una batalla bélica sin cuartel, a la muerte. Pero va perdiendo la batalla y se siente próximo al fin, lo que se expresa con la metáfora “al borde del abismo” (v. 2). Son dos giros coloquiales o frases hechas, de hondo y sorprende impacto lector, pues están descontextualizadas, es decir, usadas fuera de su entorno semántico normal y esperable. Llama a voces a Dios, pero solo halla un “vacío inerte” (v. 4), metáfora del silencio sideral que lo rodea. Esta vaciedad total se hace más dramática con la paradoja sinestésica “silencio, retumbando” (v. 3). Todavía, aparece otra metáfora sinestésica que aporta dramatismo y frustración es “ahoga mi voz” (v. 4), referido a la respuesta divina. El encabalgamiento abrupto de los versos 2-3 aumenta la sensación de soledad, lucha y caos; lo mismo ocurre con el suave de los versos 3-4.

El segundo cuarteto se abre con una apóstrofe dirigida a la divinidad; se vuelve a repetir (v. 7) para enfatizar más la situación angustiosa del yo poético. Aquí la sensación predominante es la de desesperación. El yo poético admite que puede morir, pero, casi como venganza, desea que Dios esté despierto en ese momento. La expresión “noche a noche” (v. 6), netamente coloquial, advierte de las tinieblas que rodean al sujeto poético. No le queda más remedio que admitir que “estoy hablando solo” (vv. 7-8). Cierra esta estrofa una metáfora dramática: está “Arañando sombras para verte” (v. 8). Al borde de la desesperación, se esfuerza por contactar con Dios, bien por la palabra, bien por la visión, pero sólo ve “sombras”, es decir, reflejos inaprensibles de una realidad oculta. En esta estrofa se localizan tres encabalgamientos abruptos, por lo que la sensación de ruptura caótica y de angustia furiosa va en aumento. Las dos expresiones “Oh Dios”, que en sí forman enunciados exclamativos, aparecen en una situación ambigua, pues no aparecen signos de exclamación; esta ausencia se puede interpretar como la creciente debilidad del yo poético; ya no tiene fuerzas para gritar.

La tercera estrofa, el primer terceto, presenta tres construcciones paralelísticas, una por verso, y otra más interna, dentro de cada verso, correspondiente a la oración verbo + complemento directo; lógicamente, se aprecian variaciones dentro del sintagma general. Son dos acciones realizadas por el yo poético, correspondiente a los dos primeros versos; el tercer verso expresa una sensación, la de la sed, que no solo es atendida por la divinidad, sino que la agrava al darle a beber sal. En el primer verso levanta la mano y es cortada; en el segundo, abre los ojos y son arrancados. El contenido sangriento y horroroso saltan a la vista. Dentro de cada verso se observa también una antítesis entre cada mitad del verso: alzar / cercenar (v. 9), abrir / sajar (v. 10) y tener sed / volverse sal las arenas (v. 11). Aumentan la sensación de violencia y crueldad por parte de la divinidad hacia el hombre, representado metonímicamente por el yo poético. Dios, además de no escuchar, es cruel y sádico, parece poder deducirse. Ahora ya no aparecen encabalgamientos, ni en la siguiente estrofa. Es el momento de las afirmaciones duras y terribles.

El último terceto posee un carácter conclusivo y sintético muy claro. De todo lo anterior se deduce que ser hombre equivale a “horror a manos llenas” (v. 12); es una metonimia que incide en el sufrimiento que el hombre ha de padecer en vida. El siguiente verso forma una oración completa: “Ser --y no ser— eternos, fugitivos.” (v. 13). La elipsis (falta el sujeto) y el asíndeton siguiente (falta la conjunción copulativa “y”) comprimen extraordinariamente la significación de esta oración, en sí una paradoja rotunda: el hombre es, al mismo tiempo, eterno y fugitivo, es decir, huye de algo permanentemente (y acaso esta huida siga en la vida de ultratumba), aunque sin saber de qué. Se cierra el poema con un hermoso y dramático epifonema: el hombre puede ser eterno y celestial como un ángel, pero está amarrado al duro suelo porque sus alas son cadenas. Observamos una metáfora (el hombre es un ángel), y una paradoja final muy cruel (sus alas están hechas de cadenas), por lo que nunca podrá volar, metáfora de la felicidad; sólo puede imaginar cómo sería si fuera libre, lo que aumenta su sufrimiento.

  1. Contextualización

Blas de Otero (Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es un eminente poeta que supo expresar el malestar, la angustia, el dolor y la frustración personal y colectiva a causa de los terribles conflictos bélicos de la primera mitad del siglo XX. Él mismo, con poco más de veinte años, hubo de luchar como soldado en el bando franquista (que bien pudo ser el otro) en un conflicto muy frustrante y cruel.

Su poesía pasó por una fase espiritual, coincidente con los primeros tanteos y aprendizaje, bajo el influjo de la poesía de Juan Ramón Jiménez y de la Generación del 27. Estos poemas religiosos están recogidos en un poemario que imita el título del de San Juan de la Cruz, por donde podemos ver las influencias de la poesía clásica española, Cántico espiritual (1942). A continuación, inicia una fase existencial, esto es, centrada en el presente, en la existencia como un deber a veces doloroso, frustrante y con aspectos inextricables. Esta visión pesimista genera sentimientos de amargura y de desfallecimiento existencial. Queda recogido este ciclo en sus poemarios Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951).

La etapa social es la siguiente. El poeta se fusiona con el pueblo doliente y se erige como en su portavoz. El tono de denuncia y crítica contra una situación política de supresión de libertades y adoctrinamiento es un vector principal de su poesía. Blas de Otero contempla cómo una amplia capa de la sociedad, humilde, esforzada, al borde de la hambruna, y carente de cultura y de educación está abandonada a su suerte. Critica airadamente esta situación y exige respuestas de justicia e igualdad. Los poemarios más importantes de esta fase son Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1977) y Que trata de España (1964). Posteriormente, retorna a una poesía más intimista y personal 

  1. Interpretación y valoración

Blas de Otero es un magnífico poeta. Representa muy bien el ambiente cultural de posguerra española, dominado por el existencialismo pesimista, en un primer momento; y por la literatura social, con intención política, en un segundo momento. Su poesía rebosa autenticidad, expresividad y frescura, gracias, entre otras cosas, a su empleo del lenguaje coloquial transpuesto a un nivel poético y a construcciones sintácticas sorprendentes y rupturistas. Lo alcanza, muchas veces, como se ve en este poema, con la creación de encabalgamientos abruptos, hipérbatos desconcertantes y manipulación de frases hechas, giros coloquiales y modismos.

El poema “Hombre” es de una belleza y un contenido estremecedores. Se trata de una reflexión sobre la condición humana, siempre con la muerte acechante. Por eso se acerca a Dios, pero no encuentra respuestas satisfactorias, solo más dolor. El fondo y la forma del poema se conjuntan perfectamente para expresar angustia, dolor y sufrimiento. El epifonema final, “¡Ángel con grandes alas de cadenas!” explica muy bien la influencia del existencialismo en Blas de Otero. Estamos ante una visión angustiosa de la vida, una percepción amarga de las contradicciones del propio vivir. Nuestro poeta bilbaíno lo transmite con viva expresividad, desplazando el lenguaje coloquial al poético, creando imágenes impactantes y originales y utilizando el encabalgamiento y el hipérbaton de modo eficaz, para transmitir desorden, caos y dolor.

 

  1. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el poema (100 palabras, aproximadamente).

2) Señala su tema principal y los secundarios.

3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido.

4) Analiza los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa empleada.

5) ¿Qué tono tiene el poema: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario?

6) Señala las imágenes más importantes que jalonan el poema, sobre todo referidas al dolor y la angustia, y cómo impactan en el poeta.

7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) ¿Dónde y en qué momento se halla el poeta en su poema?

2) ¿Tiene importancia la muerte en esa situación?

3) ¿A quién le pide ayuda?

4) ¿Cómo se aprecia en el texto el miedo y el dolor?

5) Fíjate en las personas en que se conjugan los verbos. ¿Quiénes protagonizan la acción? ¿Ocurre lo mismo en todas las estrofas (fíjate en la última para contestar atinadamente)?

6) El poeta, ¿sobre qué está reflexionando? ¿Cómo percibimos la filosofía del existencialismo en este poema?

7) En la cuarta estrofa aparecen unas paradojas muy intensas. Explícalas.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Elabora un poema o texto en prosa que exprese una búsqueda o una lucha contra algo que no se percibe bien, que solo parecen sombras; trata de expresar la desesperación del protagonista ante esta situación.

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre el poeta Blas de Otero y la divinidad.

3) Realiza una exposición sobre Blas de Otero, su poesía y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.

4) Aporta o crea imágenes, o selecciona una música, que visualicen el poema; puede ser también de una situación dramática que tú imagines, siguiendo el ejemplo de Blas de Otero.

 

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