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BLAS
DE OTERO – “A
LA INMENSA MAYORÍA” (DE PIDO LA PAZ Y LA PALABRA, 1955)
A la inmensa mayoría
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre 1
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
Así es, así fue. Salió una noche 5
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento; 10
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren 15
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno. 20
Blas
de Otero, de Pido la paz y la palabra (1955)
- ANÁLISIS
Blas de Otero
(Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es el poeta más emblemático de la
poesía existencial y social española de posguerra. Sus poemarios recogen con
viveza y expresividad lingüística el malestar espiritual y la protesta contra
la situación social y política en la España franquista. Sin embargo, sus
registros van más allá de los encasillamientos; también posee una poesía
religiosa inicial y otra intimista final muy interesante.
- Resumen
El poema que ahora comentamos, “A la inmensa mayoría”, presenta un contenido social visible a primera vista, en una eficaz combinación narrativa y explicativa, de tono intimista. El yo poético se presenta a sí mismo frente a la comunidad. Realiza un pequeño repaso de su vida previa, que coincide con el cierre de un ciclo vital centrado en su persona y aislado del exterior. Al agotarse ese estilo de vida (“murió por dentro”, v. 2), decide abrirse al mundo y a la gente. En ese momento comprende su situación y decide comenzar de cero (“rompió todos sus versos”, v. 4). En la segunda estrofa afirma que ese es su pasado, pero solo hasta el día de la ruptura, que es su presente. Una noche sale de su encerramiento y está dispuesto a escuchar, comprender y compartir con los demás sus cuitas y necesidades, pues comprende que en la comprensión y empatía hacia los demás se halla el sentido de la vida y la clave de la felicidad personal. Huye de su muerte interior, que lo había poseído (“adonde el aire no apestase a muerto”, v. 8). En la tercera estrofa se dibuja a sí mismo, en el campo, como un elemento positivo y alegre, pues se identifica con “tiendas de paz” y tiendas de campaña (“pabellones”, v. 9) como acunados (“brizados”, v. 9), ofreciendo un refugio. Pero pronto se ve asaltado por “olas de sangre” y “olas de odio” que cubren su cuerpo. Las exclamaciones de la cuarta estrofa parecen que llama a unos enemigos armados, para que se centren en él; se acercan por el cielo con aviones de combate (“ángeles atroces / en vuelo horizontal”, vv. 12-13) y por el mar en barcos de guerra (“horribles peces de metal”, v. 15). La quinta y última estrofa expresa su deseo de que acaben los enfrentamientos y llegue la paz. Para ello, el yo poético entrega lo que tiene: “todos mis versos” (v. 17), que es su palabra definitiva y última, como si fuera un testamento. De ahí que se cierre el poema como si fuera un documento público, consignando el lugar y la fecha de su escritura (Bilbao, 11-4-1951). En las tres primeras estrofas el poeta está desdoblado, pues habla de sí mismo en tercera persona, como si él se viera fuera. En la última estrofa asume su entera personalidad, pues los verbos están en primera persona (“Yo doy...”, v. 17). Como si se hubiera encontrado a sí mismo y el sentido de su vida, por eso lo constata a modo de escritura pública.
- Tema
El tema del poema se puede enunciar así: constatación del hallazgo del sentido de su vida del yo poético, que, al abandonar su ensimismamiento y abrirse al mundo, ofrece lo que tiene y lo que es para que el hombre encuentre la paz y la concordia, superando las guerras.
- Apartados temáticos
El poema
presenta una línea lógica y coherente compacta. Cuenta una historia (al modo
poético, no al narrativo), su sentido y su conclusión. Cada estrofa introduce
una modulación de contenido nueva, de modo que podemos distinguir cinco
apartados temáticos:
-El primer
apartado (vv. 1-4) se centra en la prehistoria del yo poético; vivía aislado y
como que se desesperó y pudrió por dentro porque no encontraba ni sentido ni
salida para sus actos y su vida. Todo eso acaba cuando “un buen día” decide
salir a la calle y se encuentra con la vida real.
-El segundo
apartado (vv. 5-8) cuenta cómo sale a la calle buscando el encuentro y la
comunicación con otras personas, absorbido por una corriente intensa de
filantropía. Allí encontró la vida, frente a su muerte interior, que desea
dejar atrás.
-El tercer
apartado (vv. 9-12) presenta un fuerte contraste entre la paz y la concordia
que ofrece el yo poético y lo que recibe: sangre y odio.
-El cuarto
apartado (vv. 13-16) alcanza el culmen del choque entre sus intenciones de
encuentro pacífico y las máquinas de guerra. Llama acaso a los demás, acaso a
los agresores. Y le hacen daño, como expresa la interjección “¡Ay!” (v. 13).
Explicita cómo son esos artefactos bélicos a través de dos metáforas: aviones
de combate y barcos (o submarinos) de guerra.
-El quinto y último apartado (vv. 17-20) adquiere un tono conclusivo explícito. El yo poético da todo lo que tiene, que son sus versos, por alcanzar la paz entre los hombres. Lo presenta como su “última voluntad”, es decir, como un acto testamentario otorgado ante un notario, idea que se refuerza con la inclusión del lugar y la fecha donde se levantó ese documento, que, en realidad, es el poema que tenemos delante.
- Aspectos métricos y de rima
El poema está compuesto por veinte versos endecasílabos, excepto el último, que solo tiene diez sílabas (se diría que deliberadamente, como para romper la armonía del poema y trasladar el texto a un ámbito administrativo). En cada estrofa, los versos 1 y 3 riman entre sí, y los versos 2 y 4. Los versos pares riman en asonante (ó-e) y los impares quedan en é-o, justo la rima inversa. Cada estrofa forma, pues, un serventesio (ABAB), aunque se observan ligeros desvíos en la rima (por ejemplo, el verso 6).
- Comentario estilístico
El primer
aspecto que llama la atención es el título del poema, pues es toda una
declaración de intenciones. El poeta se dirige a la sociedad en su conjunto, a
la mayoría de las personas. Juega, a la contra, con el famoso título de Juan
Ramón Jiménez, “a la inmensa minoría”. Frente a un supuesto elitismo
esteticista de este, una poesía social, abierta y de ambición generalista de
este. Ello se ve confirmado en la primera estrofa, en la que se dirige, a
través de un verbo en segunda persona del plural, “tenéis” (v. 1), a un
“vosotros” implícito que coincide con los lectores o los miembros de la
comunidad en la que el poeta se incardina. El poeta se abre enteramente y se
ofrece a esa comunidad; lo hace “en canto y alma” (v. 1); llama la atención la
alteración de la frase hecha, “en cuerpo y alma” a otra nueva. Es un recurso
muy típico de la poesía de Blas de Otero; con ello, crea una nueva y potente
expresividad. La palabra “canto” funciona como metonimia de “poeta”, llamando
así la atención sobre voluntad de apertura social. Tres verbos en situación
paralela en el verso 2 comprimen toda la vida previa del yo poético; por
cierto, acaba en un fracaso importante, como delata la metáfora contenida en
“murió por dentro” (v. 2). Afortunadamente, todo cambia cuando se abre a la
sociedad; lo expresa con la metáfora “bajó a la calle” (v. 3). Ahí comprende
que su salvación radica en saber escuchar y solidarizarse con los demás. Esa
revelación es tan radical que comienza su tarea poética de cero, como expresa
con la metáfora “y rompió todos sus versos” (v. 4) porque carecen da validez.
La segunda
estrofa resume todo lo dicho con una antítesis de tiempos verbales y una
repetición, creando un efecto paralelístico impactante: “Así es, así fue” (v.
5); el juego de presente / pasado intensifica la idea de una trayectoria
asfixiante. Luego continúa su relato: el yo poético se lanzó a la calle, sin
importarle que fuera de noche, lleno de ilusión y ardor filantrópicos, como
sugieren las metáforas “echando espuma por los ojos, / ebrio de amor” (vv.
5-6). Expresa su necesidad de encontrarse y compartir con los demás. Para ello,
lo importante es huir de sí mismo, un lugar donde “el aire no apestase a
muerto” (v. 8), que era su situación previa. La concatenación (anadiplosis)
creada con “adonde” (vv. 7-8) expresa muy bien la determinación del yo poético
de buscar un lugar más respirable para vivir.
En la tercera
estrofa describe lo que encuentra en el exterior. Él monta tiendas y pabellones
acogedores en son de paz y confraternidad. El símil establecido con un
hipérbaton chocante “eran sus brazos, como llama al viento” (v. 10). Pero lo
que recibe, en viva antítesis, es odio y agresión con malas intenciones. Lo
expresa con las metáforas y metonimias “olas de sangre” (v. 11) y “enormes /
olas de odio” (vv. 11-12). Las repeticiones, los paralelismos y el epíteto
“enormes” (v. 11) enfatizan los sufrimientos que hubo de arrostrar en su
persona, expresado tautológica y metonímicamente con “por todo el cuerpo” (v.
12). El imperativo “ved” (v. 11) es una llamada de atención, a través de una
apóstrofe, a los lectores, acaso a los miembros de su comunidad, con los que
desea confraternizar.
La cuarta
estrofa cambia bruscamente de tono. De uno descriptivo, pasa a otro
exclamativo, con nada menos que tres enunciados exclamativos; en el primero
pide ayuda o anima al coraje (“¡Aquí!”, v. 13); en el segundo los apremia para
que reaccionen pronto (“¡Llegad!”, v.
13); en el tercero expresa dolor, pues tal vez está herido (“¡Ay!”, v. 13). Las
tres exclamaciones crean una atmósfera bélica, de choque. Acto seguido, explica
su precaria situación: es atacado por aire y por mar. Lo expresa con dos
impactantes metáforas referidas a los aviones de guerra (“ángeles atroces”, v.
13) y a los barcos bélicos (“horribles peces de metal”, v. 15).
La quinta y última estrofa adquiere un aire conclusivo. Tras las vivencias previas, el yo poético propone un pacto para acabar con los enfrentamientos, la guerra y la muerte entre personas: da “todos mis versos” (v. 17) metonimia de lo más valioso de sus posesiones, con tal de alcanzar la paz. Cierra el poema con un giro intenso y chocante. Convierte el poema en un testamento que recoja sus últimas voluntades. Y lo hace “en carne y hueso” (v. 18), es decir, con toda la fuerza de su persona física y espiritual. Y lo cierra como se hace un documento público, con el lugar y la fecha en el que se levantó la escritura: “Bilbao, a once / de abril, cincuenta y uno” (vv. 19-20). El aire de verosimilitud que imprime al poema es convincente, al introducir este prosaísmo. Por otro lado, la fecha nos coloca en un contexto temporal preciso: 1951. Estamos en plena posguerra española y europea, tras el fin del conflicto civil y de la Segunda Guerra Mundial
- Contextualización
Blas de Otero
(Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es un eminente poeta que supo
expresar el malestar, la angustia, el dolor y la frustración personal y
colectiva a causa de los terribles conflictos bélicos de la primera mitad del
siglo XX. Él mismo, con poco más de veinte años, hubo de luchar como soldado en
el bando franquista (que bien pudo ser el otro) en un conflicto muy frustrante
y cruel.
Su poesía
pasó por una fase espiritual, coincidente con los primeros tanteos y
aprendizaje, bajo el influjo de la poesía de Juan Ramón Jiménez y de la Generación
del 27. Estos poemas religiosos están recogidos en un poemario que imita el
título del de San Juan de la Cruz, por donde podemos ver las influencias de la
poesía clásica española, Cántico
espiritual (1942). A continuación, inicia una fase existencial, esto es,
centrada en el presente, en la existencia como un deber a veces doloroso,
frustrante y con aspectos inextricables. Esta visión pesimista genera
sentimientos de amargura y de desfallecimiento existencial. Queda recogido este
ciclo en sus poemarios Ángel fieramente
humano (1950) y Redoble de conciencia
(1951).
La etapa social es la siguiente. El poeta se fusiona con el pueblo doliente y se erige como en su portavoz. El tono de denuncia y crítica contra una situación política de supresión de libertades y adoctrinamiento es un vector principal. Blas de Otero contempla cómo una amplia capa de la sociedad, humilde, esforzada, al borde de la hambruna, y carente de cultura y de educación está abandonada a su suerte. Critica airadamente esta situación y exige respuestas de justicia e igualdad. Los poemarios más importantes de esta fase son Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1977) y Que trata de España (1964). Posteriormente, retorna a una poesía más intimista y personal.
- Interpretación y valoración
Blas de Otero es un
magnífico poeta. Representa muy bien el ambiente cultural de posguerra
española, dominado por el existencialismo pesimista, en un primer momento; y
por la literatura social, con intención política, en un segundo momento. Su
poesía rebosa autenticidad, expresividad y frescura, gracias, entre otras
cosas, a su empleo del lenguaje coloquial transpuesto a un nivel poético y a
construcciones sintácticas sorprendentes y rupturistas. Lo alcanza, muchas
veces, como se ve en este poema, con la creación de encabalgamientos abruptos,
hipérbatos desconcertantes y manipulación de frases hechas, giros coloquiales y
modismos.
Este poema alcanza un
magnífico equilibrio entre la subjetividad y la objetividad, entre el mundo interior
y el exterior. Expresa su malestar interno, por vivir como encerrado y ajeno al
sufrimiento de mucha gente en su comunidad y su decisión de abrirse al mundo y
actuar en él. En esa apertura, encuentra guerras, enfrentamientos y odio a
raudales. Reacciona ofreciendo lo que tiene, sus versos, para contribuir a la
paz y la concordia.
El cierre del poema con una
fórmula lingüística propia del mundo administrativo y leguleyo imprime
originalidad y sorprende al lector, que no espera una transposición tan sorprendente.
El lenguaje del poema es muy expresionista: las palabras crean imágenes
potentes, con efectos sensoriales perceptibles a cada paso.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume el poema (100 palabras, aproximadamente).
2)
Señala su tema principal y los secundarios.
3)
Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido.
4)
Analiza los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa empleada.
5)
¿Qué tono tiene el poema: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo
contrario?
6)
Señala las imágenes más importantes que jalonan el poema, sobre todo referidas
al dolor y la angustia, y cómo impactan en el poeta.
7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y
pensamiento analítico
1)
¿Dónde y en qué momento se halla el poeta en su poema?
2)
¿Está satisfecho con su vida el poeta, a juzgar por sus palabras?
3)
¿Qué importancia poética posee la sociedad, la comunidad, en el poema?
4)
¿Cómo se aprecia en el texto el valor del amor?
5)
¿Aparece el pronombre “yo” en el algún momento? (Busca en el verso 14). ¿En qué
lugar está situado? ¿Es importante la subjetividad del poeta en el conjunto de
la significación del poema?
6)
El poeta, ¿a quién se dirige?
7) En la cuarta estrofa se pinta un ambiente bélico. ¿Qué conflictos hubo recientes en Europa que pudieron afectar a Blas de Otero?
2.3. Fomento de la
creatividad
1)
Elabora un poema o texto en prosa que exprese la ruptura de una persona con su
mundo interior, insatisfactorio, para pasar a otro nuevo.
2)
Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el poeta Blas
de Otero.
3)
Realiza una exposición sobre Blas de Otero, su poesía y su tiempo, para ser
presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o
pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.
4) Aporta o crea imágenes
de paisajes inquietantes y poco acogedores para contemplarlos y proponer una
transformación, siguiendo el ejemplo de Blas de Otero.
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