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G. A. BÉCQUER - (RIMA I), “YO SÉ UN HIMNO GIGANTE Y EXTRAÑO”
Yo sé un
himno gigante y extraño 1
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle, del hombre 5
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!, 10
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
- ANÁLISIS
Estamos ante
un texto metapoético de hondo calado y significación perteneciente a nuestro
genial Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836 – Madrid, 1870). Pertenece al
primer bloque temático de la división clásica de la poesía becqueriana,
centrado en la reflexión sobre la naturaleza de la poesía, su origen, su
manifestación verbal y las tensas relaciones entre inspiración y razón. En el
fondo, Bécquer indaga sobre su oficio de poeta, sobre su vocación de escritor
lírico aun en contra de la corriente literaria ya en boga en su edad adulta (el
Realismo). En este sentido, Bécquer es un autor posromántico o tardo romántico,
lo mismo que Rosalía de Castro.
El poema
apenas consta de doce versos dodecasílabos distribuidos en tres estrofas de
cuatro versos cada una. Los versos pares riman en asonante y los impares quedan
libres. Estamos, pues, ante una estructura próxima al romance heroico; la
separación en estrofas, con el consiguiente cambio de rima, es el toque
original que Bécquer se ha permitido. Por otro lado, es típico de los poetas
románticos introducir variaciones en los versos, las rimas y las estrofas
clásicos. Estos autores, como por ejemplo Espronceda, innovaron y ampliaron los
márgenes de las formas estróficas de un modo muy apreciable.
El poema
presenta un tono elusivo y dialógico sorprendente. El poeta escamotea los
nombres de la esencia del poema: la esencia de la poesía, el misterio de la
creación verbal, el difuso origen de la inspiración, todo ello mezclado con
sensaciones (en concreto, musicales) y emociones (exactamente, las amorosas).
Metaforiza este concepto a través de términos musicales (“himno”, “cadencias”,
“notas”), que rápidamente mezcla con el lenguaje (“idioma”), formando un todo
inseparable. En el fondo, Bécquer nos desea transmitir que la poesía es un tipo
de música, de melodía, tan difícil de captar como de reproducir. La
identificación de la naturaleza musical de la poesía la establece claramente en
la primera estrofa, cuando enuncia que “estas páginas son de ese himno /
cadencias que el aire dilata en las sombras”.
En la primera
estrofa juega con el sonido y la luz y los colores. El poeta se encuentra en
“la noche del alma” (v.2), es decir, sumido en la oscuridad, metáfora de la
confusión, la angustia y el malestar. Pero “estas páginas”, es decir, sus
poemas, son cadencias, esto es, melodías rítmicas de ese himno “gigante y
extraño”. La fuerza que se esconde en el magma poético es muy intensa y firme:
equivale a una música grandiosa y desconocida que desborda lo conocido, tanto
dentro como fuera de la persona. Las dos personificaciones de la primera
estrofa aportan una extraordinaria viveza: el himno “anuncia”, como un heraldo,
algo grandioso en la oscuridad del alma del poeta. El aire “dilata” (v. 4) en
las sombras, esto es, extiende una leve luz de esperanza y optimismo en los
oscuros sentimientos del yo poético.
En la segunda
estrofa, sometida a unos fuertes hipérbatos y encabalgamientos (con un caso de
leísmo, cosa rara en nuestro poeta), el yo poético nos aclara parte del
significado elusivo de la primera: su herramienta de trabajo es el idioma; es a
través del lenguaje con que crea la música. “Escribir” y “palabras” son los
vocablos que nos dan la clave: el himno es verbal, no se escribe en un
pentagrama, ni se interpreta con instrumentos musicales: mana de las palabras
combinadas, formando el poema.
La tarea no
es fácil porque el lenguaje se revela escaso “rebelde, mezquino” son los dos
adjetivos aplicados a idioma: es pobre y nada sumiso, de modo que el trabajo
poético resulta hercúleo. Si el yo poético pudiera manejarlo a su gusto,
expresaría con las palabras, a la vez “suspiros y risas, colores y notas” (v.
8): estos cuatro sustantivos crean un concepto sinestésico, entre lo cromático,
lo auditivo, lo alegre y lo triste. Todo eso deberían expresar las palabras,
pero no es fácil por su rebeldía y pobreza. Las antítesis aportan una gran
intensidad significativa: “suspiros y risas” nos hacen ver el magma emocional
del poeta: amarguras y esperanzas se entremezclan en un continuo inextricable.
La última
estrofa comienza admitiendo la derrota: no es posible domeñar al idioma, no hay
clave que permita eso. Sin embargo, se abre una vía de comunicación de esa
melodía a través del amor, del contacto entre los dos amantes (“teniendo en mis
manos las tuyas”). El himno se puede cantar, en un acto íntimo y de
comunicación privada, entre el yo poético, poseedor de esa melodía, y la mujer
amada, receptora del mismo. El poema finaliza, así, en un tono de optimismo
contenido, de esperanza vislumbrada: el amor proporciona las herramientas para
compartir y entender ese “himno gigante y extraño”. Bécquer nos deja entrever
que está compuesto de emoción, comunión amorosa y armonía entre dos almas
enamoradas. Lo mismo ocurre con “noche” y “aurora” en la primera estrofa: los
claroscuros nos dejan ver un alma en ebullición.
Llama mucho
la atención el tono de diálogo con que se cierra el poema. Comprendemos que el
yo poético habla, más o menos en un tono real, acaso imaginario, con su amada,
a la que invoca con un “¡oh, hermosa!”. La expresión nos permite vislumbrar que
el poeta está enamorado y ese himno nace, precisamente, de ese estado
emocional. A través de él se puede expresar, y no de otra manera. Genialidad
poética y sentimiento amoroso se juntan y se necesitan recíprocamente.
El poema
exhibe las típicas notas románticas: mucha subjetividad (las primeras palabras
del poema son “yo sé”), intimidad omnipresente, creencia en el genio poético,
el amor como fuerza superior que elimina todo tipo de obstáculos y da sentido
último a la existencia y, finalmente, una cierta presencia de la naturaleza que
acompaña y, en última instancia, presta un marco de comprensión de los vaivenes
del alma del yo poético.
El aspecto
metapoético es bien evidente: el poeta reflexiona sobre qué es la poesía, su
naturaleza, su modo de operar. El poema nos deja una respuesta: es una música
oculta, próxima a la región de las emociones, expresada en música, sólo
transmisible en un acto de confidencialidad amorosa. Estamos ante un bellísimo
poema romántico lleno de emoción, reflexión y expresión; del amor, de la
naturaleza de la poesía, y del ansia de comunicación emocional-poética,
respectivamente.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
2.1.
Comprensión lectora
1) Resume el poema, anota
su tema y sus apartados temáticos.
2) ¿Quiénes son los
protagonistas del poema?
3) Realiza un estudio de la
métrica y la rima del poema y establece la estrofa utilizada.
4) Localiza media docena de recursos estilísticos y explica cómo crean significado y belleza.
2.2.
Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Crees que el poema
refleja las angustias e ilusiones del poeta? Aporta razones.
2) ¿Podemos decir que los
niños muestran miedo? Aporta razones.
3) Localiza los contrastes o antítesis que aportan viveza al poema
2.3.
Fomento de la creatividad
1) Trasforma el texto en un
relato en prosa, acompañado de alguna anécdota, en el que aprecie la
“genialidad” del artista romántico. Puedes continuar la historia según te
parezca oportuno.
2) Escribe una breve pieza
literaria sobre el deseo de decir algo profundo y no encontrar las palabras
para ello, inspirándote más o menos en el poema de Bécquer.
3) Realiza una presentación
ante la clase o la comunidad educativa, ayudándote de medios TIC, sobre la vida
y la obra de Gustavo Adolfo Bécquer.
4) Intenta pasar la escena
del poema: el poeta y su amada acaso tomados de la mano, a una escena plástica,
de dibujo o pintura, en la que se capten detalles sugestivos e interesantes.
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