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HORACIO QUIROGA: “El loro pelado”, Cuentos de la selva para niños (1918)
Había una vez una banda de loros que vivía en el monte.
De mañana temprano iban a comer choclos a la chacra, y de tarde
comían naranjas. Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro
de centinela en los árboles más altos, para ver si venía alguien.
Los loros son tan dañinos como la langosta, porque abren los
choclos para picotearlos, los cuales, después, se pudren con la lluvia. Y como
al mismo tiempo los loros son ricos para comer guisados, los peones los cazaban
a tiros.
Un día un hombre bajó de un tiro a un loro centinela, el que cayó
herido y peleó un buen rato antes de dejarse agarrar. El peón lo llevó a la
casa, para los hijos del patrón, y los chicos lo curaron porque no tenía más
que un ala rota. El loro se curó muy bien, y se amansó completamente. Se
llamaba Pedrito. Aprendió a dar la pata; le gustaba estar en el hombro de las
personas y con el pico les hacía cosquillas en la oreja.
Vivía suelto y pasaba casi todo el día en los naranjos y
eucaliptos del jardín. Le gustaba también burlarse de las gallinas. A las
cuatro o cinco de la tarde, que era la hora en que tomaban el té en la casa, el
loro entraba también en el comedor, y se subía con el pico y las patas por el
mantel, a comer pan mojado en leche. Tenía locura por el té con leche.
Tanto se daba Pedrito con los chicos y tantas cosas le decían las
criaturas, que el loro aprendió a hablar. Decía: «¡Buen día, lorito!…»«¡Rica la
papa!…» «¡Papa para Pedrito!…» Decía otras cosas más que no se pueden decir,
porque los loros, como los chicos, aprenden con gran facilidad malas palabras.
Cuando llovía, Pedrito se encrespaba y se contaba a sí mismo una
porción de cosas, muy bajito. Cuando el tiempo se componía, volaba entonces
gritando como un loco.
Era, como se ve, un loro bien feliz, que además de ser libre, como
lo desean todos los pájaros, tenía también, como las personas ricas, su five o’clock tea.
Ahora bien: en medio de esta felicidad, sucedió que una tarde de
lluvia salió por fin el sol después de cinco días de temporal, y Pedrito se
puso a volar gritando:
--¡Qué lindo día, lorito!… ¡Rica, papa!… ¡La pata, Pedrito! –-y no
volaba lejos, hasta que vio debajo de él, muy abajo, el río Paraná, que parecía
una lejana y ancha cinta blanca. Y siguió, siguió volando, hasta que se asentó
por fin en un árbol a descansar.
Y he aquí que de pronto vio brillar en el suelo, a través de las
ramas, dos luces verdes, como enormes bichos de luz.
--¿Qué será? --se dijo el loro--. ¡Rica, papa!, ¿Que será eso?
¡Buen día, Pedrito!…
El loro hablaba siempre así, como todos los loros, mezclando las
palabras sin ton ni son, y a veces costaba entenderlo. Y como era muy curioso,
fue bajando de rama en rama, hasta acercarse. Entonces vio que aquellas dos
luces verdes eran los ojos de un tigre que estaba agachado, mirándolo
fijamente.
Pero Pedrito estaba tan contento con el lindo día, que no tuvo
ningún miedo.
--¡Buen día, tigre! --le dijo--. ¡La pata, Pedrito!
Y el tigre, con esa voz terriblemente ronca que tiene, le
respondió:
–-¡Bu-en día!
--¡Buen día, tigre! --repitió el loro--. ¡Rica papa!… ¡rica,
papa!… ¡rica, papa!…
Y decía tantas veces «¡rica papa!» porque ya eran las cuatro de la
tarde, y tenía muchas ganas de tomar té con leche. El loro se había olvidado de
que los bichos del monte no toman té con leche, y por esto lo convidó al tigre.
--¡Rico té con leche! --le dijo--. ¡Buen día, Pedrito!… ¿Quieres
tomar té con leche conmigo, amigo tigre?
Pero el tigre se puso furioso porque creyó que el loro se reía de
él, y además, como tenía a su vez hambre, se quiso comer al pájaro hablador.
Así que le contestó:
--¡Bue-no! ¡Acérca-te un
po-co que soy sor-do!
El tigre no era sordo; lo que quería era que Pedrito se acercara
mucho para agarrarlo de un zarpazo. Pero el loro no pensaba sino en el gusto
que tendrían en la casa cuando él se presentara a tomar té con leche con aquel
magnífico amigo. Y voló hasta otra rama más cerca del suelo.
--¡Rica, papa, en casa! --repitió gritando cuanto podía.
–-¡Más cer-ca! ¡No oi-go!
-respondió el tigre con su voz ronca.
El loro se acercó un poco más y dijo:
--¡Rico, té con leche!
–-¡Más cer-ca to-da-vía!
--repitió el tigre.
El pobre loro se acercó aún más, y en ese momento el tigre dio un
terrible salto, tan alto como una casa, y alcanzó con la punta de las uñas a
Pedrito. No alcanzó a matarlo, pero le arrancó todas las plumas del lomo y la
cola entera. No le quedó una sola pluma en la cola.
–¡Toma! --rugió el
tigre--. Anda a tomar té con leche…
El loro, gritando de dolor y de miedo, se fue volando, pero no
podía volar bien, porque le faltaba la cola que es como el timón de los
pájaros. Volaba cayéndose en el aire de un lado para otro, y todos los pájaros
que lo encontraban se alejaban asustados de aquel bicho raro.
Por fin pudo llegar a la casa, y lo primero que hizo fue mirarse
en el espejo de la cocinera. ¡Pobre Pedrito! Era el pájaro más raro y más feo
que puede darse, todo pelado, todo rabón, y temblando de frío. ¿Cómo iba a
presentarse en el comedor, con esa figura? Voló entonces hasta el hueco que
había en el tronco de un eucalipto y que era como una cueva, y se escondió en
el fondo, tiritando de frío y de vergüenza.
Pero entretanto, en el comedor todos extrañaban su ausencia:
--¿Dónde estará Pedrito? --decían.
Y llamaban:
--¡Pedrito! ¡Rica, papa, Pedrito! ¡Té con leche, Pedrito!
Pero Pedrito no se movía de su cueva, ni respondía nada, mudo y
quieto. Lo buscaron por todas partes, pero el loro no apareció. Todos creyeron
entonces que Pedrito había muerto, y los chicos se echaron a llorar.
Todas las tardes, a la hora del té, se acordaban siempre del loro,
y recordaban también cuánto le gustaba comer pan mojado en té con leche. ¡Pobre
Pedrito! Nunca más lo verían porque había muerto.
Pero Pedrito no había muerto, sino que continuaba en su cueva sin
dejarse ver por nadie, porque sentía mucha vergüenza de verse pelado como un
ratón. De noche bajaba a comer y subía enseguida. De madrugada descendía de
nuevo, muy ligero, e iba a mirarse en el espejo de la cocinera, siempre muy
triste porque las plumas tardaban mucho en crecer.
Hasta que por fin un día, o una tarde, la familia sentada a la
mesa a la hora del té vio entrar a Pedrito muy tranquilo, balanceándose como si
nada hubiera pasado. Todos se querían morir, morir de gusto cuando lo vieron
bien vivo y con lindísimas plumas.
--¡Pedrito, lorito! --le decían--. ¡Qué te pasó, Pedrito! ¡Qué
plumas brillantes que tiene el lorito!
Pero no sabían que eran plumas nuevas, y Pedrito, muy serio, no
decía tampoco una palabra. No hacía sino comer pan mojado en té con leche. Pero
lo que es hablar, ni una sola palabra.
Por eso, el dueño de casa se sorprendió mucho cuando a la mañana
siguiente el loro fue volando a pararse en su hombro, charlando como un loco.
En dos minutos le contó lo que le había pasado: un paseo al Paraguay, su
encuentro con el tigre, y lo demás; y concluía cada evento, cantando:
--¡Ni una pluma en la cola de Pedrito! ¡Ni una pluma! ¡Ni una
pluma!
Y lo invitó a ir a cazar al tigre entre los dos.
El dueño de la casa, que precisamente iba en ese momento a comprar
una piel de tigre que le hacía falta para la estufa, quedó muy contento de
poderla tener gratis. Y volviendo a entrar en la casa para tomar la escopeta,
emprendió junto con Pedrito el viaje al Paraguay. Convinieron en que cuando
Pedrito viera al tigre, lo distraería charlando, para que el hombre pudiera
acercarse despacito con la escopeta.
Y así pasó. El loro, sentado en una rama del árbol, charlaba y
charlaba, mirando al mismo tiempo a todos lados, para ver si veía al tigre. Y
por fin sintió un ruido de ramas partidas, y vio de repente debajo del árbol
dos luces verdes fijas en él: eran los ojos del tigre.
Entonces el loro se puso a gritar:
–-¡Lindo día!… ¡Rica, papa!… ¡Rico té con leche!… ¿Quieres té con
leche?…
El tigre enojadísimo al reconocer a aquel loro pelado que él creía
haber muerto, y que tenía otra vez lindísimas plumas, juró que esa vez no se le
escaparía, y de sus ojos brotaron dos rayos de ira cuando respondió con su voz
ronca:
–-¡Acér-ca-te más! ¡Soy
sor-do!
El loro voló a otra rama más próxima, siempre charlando:
--¡Rico, pan con leche!… ¡ESTÁ AL PIE DE ESTE ÁRBOL!…
Al oír estas últimas palabras, el tigre lanzó un rugido y se
levantó de un salto.
–-¿Con quién estás hablando?
--bramó--. ¿A quién le has dicho que
estoy al pie de este árbol?
--¡A nadie, a nadie! --gritó el loro--. ¡Buen día, Pedrito!… ¡La
pata, lorito!…
Y seguía charlando y saltando de rama en rama, y acercándose. Pero
él había dicho: está al pie de este árbol para avisarle al hombre, que se iba
arrimando bien agachado y con la escopeta al hombro.
Y llegó un momento en que el loro no pudo acercarse más, porque si
no, caía en la boca del tigre, y entonces gritó:
--¡Rica, papa!… ¡ATENCIÓN!
–-Más cer-ca aún!
--rugió el tigre, agachándose para saltar.
--¡Rico, té con leche!… ¡CUIDADO, VA A SALTAR!
Y el tigre saltó, en efecto. Dio un enorme salto, que el loro
evitó lanzándose al mismo tiempo como una flecha en el aire. Pero también en
ese mismo instante el hombre, que tenía el cañón de la escopeta recostado
contra un tronco para hacer bien la puntería, apretó el gatillo, y nueve
balines del tamaño de un garbanzo cada uno entraron como un rayo en el corazón
del tigre, que lanzando un bramido que hizo temblar el monte entero, cayó
muerto.
Pero el loro, ¡qué gritos de alegría daba! Estaba loco de
contento, porque se había vengado -¡y bien vengado!- del feísimo animal que le
había sacado las plumas!
El hombre estaba también muy contento, porque matar a un tigre es
cosa difícil, y, además, tenía la piel para la estufa del comedor.
Cuando llegaron a la casa, todos supieron por qué Pedrito había
estado tanto tiempo oculto en el hueco del árbol, y todos lo felicitaron por la
hazaña que había hecho.
Vivieron en adelante muy contentos. Pero el loro no se olvidaba de
lo que le había hecho el tigre, y todas las tardes, cuando entraba en el
comedor para tomar el té, se acercaba siempre a la piel del tigre, tendida
delante de la estufa, y lo invitaba a tomar té con leche.
--¡Rica, papa!… --le decía--. ¿Quieres té con leche?… ¡La papa
para el tigre!
Y todos se morían de risa. Y Pedrito también.
Horacio Quiroga
(Salto, Uruguay, 1878 – Buenos Aires, Argentina, 1937)
- ANÁLISIS
1. Resumen
El loro Pedrito, en su alegría vital, es capturado por unos peones de un rancho, en algún lugar cerca del río Paraná, entre Argentina y Paraguay. Pronto pasa a formar parte de la familia; aprende oraciones y hace reír a todo el mundo. Al encontrarse casualmente con un tigre, desea entablar amistad y lo invita a tomar el té de las cinco con él y su familia. El felino lo que desea es merendarlo y a punto está de matarlo de un zarpazo. El loro logra huir, pero pierde muchas plumas y queda “pelado”, como afirma el título. De feo que se ve, se esconde en el hueco de un árbol y no reaparece hasta recuperar el aspecto antiguo. Le cuenta al patrón lo que le ha pasado; este desea capturar un tigre para emplearlo como alfombra. Vuelven al lugar del primer encuentro y el loro Pedrito hace que el tigre se exponga; pronto cae abatido por los perdigonazos del patrón. Desde entonces, Pedrito se burla de él ofreciéndole papas, para alegría de la familia y del mismo loro.
- Tema
La frustración por el ofrecimiento de una amistad rechazada conduce a la venganza, para satisfacción de humanos y animales.
- Apartados temáticos
Estamos ante un
cuento de disposición lineal, lógica y clásica: introducción o presentación de
los personajes y el conflicto, desarrollo de la intriga o nudo, y final o
desenlace, es decir, resolución de la tensión narrativa.
El primer apartado temático ocupa los ocho primeros párrafos (desde el principio hasta “... five o´clock tea”. El segundo apartado abarca desde el párrafo nueve hasta el octavo contando del final al principio (desde “Ahora bien...”, hasta “¡CUIDADO, VA A SALTAR!”). El tercer apartado de contenido se extiende desde el séptimo párrafo (contando a la inversa) hasta el final del cuento (desde “Y el tigre saltó, en efecto...”, hasta “Y Pedrito tambien”).
- Personajes
El protagonista
es Pedrito, un loro charlatán, afable y cariñoso. Pero cambia su carácter
cuando el tigre rechaza su amistad, lo quiere comer y queda “pelado”. Entonces
se hace vengativo por sentirse traicionado. Habla mucho, aunque casi siempre
con las mismas frases. Es lo propio de un loro; responde, en este aspecto, al
estereotipo que tenemos de esta ave.
El antagonista es el tigre (que debemos entender por jaguar, naturalmente), que se nos presenta como un animal solitario, serio y agresivo. No busca la maldad ni el daño gratuitamente; al fin y al cabo, solo quiere comer. El resto de los personajes, que son humanos, son secundarios. Tal vez el patrón, que mata al tigre por hacer una alfombra con su piel cerca de la chimenea de su salón, destaca de entre los humanos, este sí, por su crueldad y caprichismo un tanto injustificado. Son personajes sorprendentemente redondos: evolucionan según cambian las circunstancias y han de pasar por diferentes vicisitudes, sobre todo el loro Pedrito.
- Lugar y tiempo
La acción se
desarrolla en un marco hispanoamericano, y en un ambiente selvático. Los dos
topónimos que aparecen (Paraná y Paraguay) nos permiten localizar la acción en
el territorio argentino separado de Paraguay por el río Paraná (el loro y el
dueño “emprendieron el viaje al Paraguay”). Es una naturaleza indómita,
bastante selvática y, a ojos occidentales o urbanos, exótica.
El tiempo de la escritura ronda los años previos a 1918 (hace ahora justamente un siglo), momento en que se publicó el libro de cuentos infantiles de Horacio Quiroga. Acaso se publicó antes en una publicación periódica, pero ignoramos este dato. El tiempo de la acción narrada es contemporáneo al de la escritura: dos primeras décadas del siglo XX. El ambiente descrito, el tipo de casa y de actividades que se desarrollan son los propios de esa época. La duración de la acción está difusa. El narrador evita ofrecer claves temporales precisas. Por eso, podemos decir que el cuento se extiende durante meses, acaso un año, aproximadamente.
- Narrador
El narrador aparece en tercera persona, externo (heterodiegético), con omnisciencia total y objetivo. No se involucra en la acción ni en los personajes, aunque existen ligerísimas excepciones cuando realiza afirmaciones generales –-se aprecia bien en los cuatro primeros párrafos--.
- Procedimientos narrativos y recursos
estilísticos
Quiroga emplea
los tres procedimientos propios del texto narrativo. La narración (“El pobre
loro se acercó aún más...”); la descripción (“Vivía suelto y pasaba casi todo
el día en los naranjos...”); y, finalmente, el diálogo, introducidos todos
ellos por la raya inicial de párrafo, y solo una vez por el entrecomillado,
cuando Pedrito habla por primera vez.
Los recursos
estilísticos son muy abundantes y embellecen notablemente el discurso
narrativo. El hecho de que el cuento esté protagonizado por animales
antropomorfizados explica la presencia de algunos de ellos, que a continuación
numeramos, para mayor comodidad lectora:
1) La
aliteración, la onomatopeya y la repetición retórica están presentes en casi
todas las intervenciones del loro Pedrito: ¡Buen día, lorito! ¡Rica la papa!
¡La para para el lorito! ¡La pata, Pedrito! son las expresiones que más se
reiteran en boca del loro. También ahí aparece la exclamación retórica, la
paronomasia, el juego de palabras y la elipsis.
2) La
comparación o símil también está muy presente: “Charlando como un loco”,
“Balanceándose como si nada hubiera pasado” son algunos ejemplos. Aportan
colorido y gran expresividad
3) La metáfora
también se emplea con bastante frecuencia: “De sus ojos brotaron dos rayos de
ira”; esta frase, aplicada al tigre, nos permite entender muy bien la mirada
penetrante y pavorosa.
4) Las
apóstrofes, lógicamente, abundan. El loro llama a sus amigos los humanos, o
interpela al tigre, como en “¿Quieres tomar té con leche conmigo, amigo
tigre?”. Suelen aparecer en oraciones exclamativas e interrogativas, lo cual es
esperable.
5)
Bimembraciones y enumeraciones también jalonan el texto: “... en los naranjos y
eucaliptos del jardín...”, “el loro se curó muy bien, y se amansó
completamente”. Estas construcciones paralelísticas y enumerativas aportan
musicalidad, cadencia y un ritmo narrativo melodioso y fluido.
6) La hipérbole
hace acto de presencia en varias ocasiones: cinco días ininterrumpidos de
temporal, el loro todos los días recordaba al tigre, un bramido “que hizo
temblar el monte entero”, etc. Es un procedimiento muy esperable en este tipo
de relatos, pues aumentan la plasticidad poderosamente.
7) La antropomorfización es un elemento clave en la composición textual. El tigre y el loro piensan y actúan como hombres. Adquieren y representan los vicios y virtudes del ser humano. Sin embargo, Quiroga mantiene un sutil equilibrio entre la parte animal y la humana; nunca sabemos del todo en qué terreno se desenvuelve la acción y las motivaciones de los dos animales. Es un modo de aumentar la intriga, la polisemia significativa y la atracción lectora.
- Contextualización socio-histórica y
autorial
El narrador
uruguayo-argentino Horacio Quiroga (Salto, Uruguay, 1878 – Buenos Aires,
Argentina, 1937) representa muy bien el extraordinario cultivo del cuento en
las primeras décadas del siglo XX en Hispanoamérica. Sus relatos breves
(recogidos en obras como Cuentos de amor,
de locura y de muerte y Cuentos de la
selva) poseen una gran calidad y entroncan el cuento en lengua española con
la mejor tradición occidental del siglo XIX, representada en E. A. Poe,
especialmente.
La atención a
la arquitectura compositiva adquiere un papel relevante: equilibrio entre las
partes, tendencia a la elipsis, por lo que se potencia mucho la elisión y la
alusión como recursos nucleares para comprender el cuento, etc. El lenguaje
recibe una especial atención: la elaboración y el cuidado estilísticos son
líneas de escritura fundamentales (a tono con el modernismo, muy bien
manifestado, por ejemplo, en los cuentos de Rubén Darío).
La ubicación
espacio-temporal se apega notablemente a la realidad cotidiana del autor y de
los lectores. Casi podemos ver la chacra, los peones, los árboles, la “cinta
ancha y blanca” del Paraná, etc.Por el contrario, y de modo complementario, se
busca la parte de la realidad más oculta, menos accesible, es decir, con
potencial simbólico: las cosas son y expresan mucho más de lo que aparentan a
primera vista. Objetos, paisajes y acciones, humanas o no, esconden unas
correspondencias secretas (Baudelaire, al fondo) que explican la auténtica
esencia del mundo y el orden lógico, críptico, que lo sustenta.
Este cuento de Quiroga se dirige a los niños, pero ofrece amplia materia de reflexión también para el adulto. El mundo animal se rige también por leyes naturales primarias, muchas veces violentas y hasta crueles, pero necesarias y justas en sí mismas. Quiroga muestra una especial querencia por el tema del choque entre hombre y naturaleza, entre “civilización y barbarie”, como se decía en la época.
- Interpretación
Un cuento infantil sobre un loro pelado es la
puerta de acceso a una lectura literaria muy placentera y reflexiva. Quiroga
cuida extraordinariamente la lengua literaria, matiza su texto con un lenguaje
selecto, incisivo y estéticamente intencionado. De ahí que la elipsis y la
alusión jueguen un papel tan importante en este delicioso cuento.
En el fondo,
plantea una reflexión sobre la espontaneidad, la justicia, la amistad y la venganza.
Pedrito, el loro pelado, solo busca ser amigo del tigre, pero este tan solo
desea satisfacer su apetito y seguir con su vida. El loro casi muere, pero al
final, quien lo hace, es el tigre, y no por malo, sino porque la vida es así,
incluyendo el caprichismo humano.
Tras las risas, porque el cuento es gracioso, provocadas por el comportamiento un tanto aparatoso del loro, su modo cacofónico de hablar, sus caricias con su pico, detrás de las orejas, a los dueños, Quiroga nos desliza un interrogante arduo de contestar: ¿quién es el malo en este concierto natural? Seguramente, nadie. Cada uno hace lo necesario para sobrevivir con cierta holgura, eso es todo.
- Valoración
Destacaríamos
de este cuento cuatro valores importantes:
-El lenguaje
empleado es muy cuidado, a veces llega a lo poético, siempre procede de una
selección estética rigurosa. No existe ganga, todo es significativo.
-La
arquitectura narrativa es sencilla, pero muy eficaz: la trama fluye, pero está
jalonada por hitos (encuentro casual del loro y el tigre, la cercanía de la
muerte de aquel, su vergüenza posterior por quedar desplumado, su venganza y
los chistes cotidianos de Pedrito, el loro, ante la alfombra del tigre, a costa
del felino).
-El humor y la
gracia son parte consustancial de este cuento. El modo de hablar de Pedrito,
sus diálogos con unos y otros, su imagen de loro pelón, etc., sin duda son
elementos humorísticos que, en una primera instancia, provocan risa.
-La incitación
a la reflexión es un valor muy destacable. Tras la sonrisa, viene el
pensamiento. ¿Por qué el loro se quiere vengar del tigre? ¿Casi por haberlo
matado? Pues no especialmente, sino por haber rechazado su amistad y por
haberlo avergonzado ante la familia con la que vive. ¿Tan importante es la
amistad y la satisfacción con la imagen de uno mismo? Evidentemente, sí; y para
disolver las dudas, que se lo pregunten al loro escondido en el agujero de un
eucalipto durante meses para que no lo vieron todo desastrado.
Quiroga nos ha
regalado un delicioso cuento de animales y humanos, con algún toque de fábula y
con unas gotas de apólogo, pero con una ambientación moderna e
hispanoamericana, lo cual crea un vivo contraste. De este modo, “El loro
pelado” resulta una lectura rica e incitadora a la reflexión. Aquí reside su
calidad y su actualidad, a pesar de que han transcurrido cien años desde su
publicación.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume el cuento (100 palabras, aproximadamente).
2)
Señala su tema principal y los secundarios.
3)
Delimita los apartados temáticos del texto: presentación de los personajes, del
marco espacio temporal y de las acciones y el conflicto, desarrollo argumental
y conclusión o cierre.
4)
Delimita el espacio y el tiempo en el que discurre la acción.
5)
Analiza los personajes y su relevancia.
6)
Comenta la figura del narrador.
7)
Señala los procedimientos narrativos empleados y una docena de recursos
retóricos que sirvan para crear imágenes, expresividad, significación, etc.
8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. Fíjate especialmente en el juego con los sonidos y la repetición de palabras.
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1)
¿Qué animales aparecen en el cuento? Explica el concepto de antropomorfización.
Esos animales, ¿encarnan valores positivos o negativos?
2)
Indica los tipos de emociones que aparecen en el cuento, por ejemplo, el de la
venganza.
3)
El loro Pedrito está a punto de morir dos veces. ¿Tiene influencia en su
comportamiento?
4)
¿Cómo se aprecia en el texto el valor de la amistad? ¿Y del desprecio? Indica
en qué personajes se verifica su relevancia.
5)
El hecho de que Pedrito quede rabón tras el ataque del tigre, ¿qué
repercusiones tendrá?
6)
El final, ¿es duro, cómico, o las dos cosas a la vez?
7) Los hombres, ¿se conducen con los mismos criterios existenciales que los animales? Razona tu respuesta.
2.3. Fomento de la creatividad
1)
Escribe un poema o texto en prosa, con intervención de animales, en el que se
desarrollen conflictos más o menos similares a los del cuento de Quiroga.
2)
Imagina y transcribe una conversación o plática entre el tigre y el loro
Pedrito, si el tigre no hubiera tenido hambre.
3)
Realiza una exposición sobre Horacio Quiroga, su literatura y su tiempo, para
ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o
pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.
4) Aporta o crea imágenes --de animales, o de paisajes, por ejemplo--, o localiza melodías musicales que sirvan para ambientar un relato en el que se aprecie el choque de lo salvaje y lo civilizado o domesticado, entre lo natural y lo artificial.
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