01/11/2020

Horacio Quiroga: "El loro pelado"; análisis y propuesta didáctica

 

Ourense (I-2020) © SVM


HORACIO QUIROGA: “El loro pelado”, Cuentos de la selva para niños (1918)

Había una vez una banda de loros que vivía en el monte.

De mañana temprano iban a comer choclos a la chacra, y de tarde comían naranjas. Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro de centinela en los árboles más altos, para ver si venía alguien.

Los loros son tan dañinos como la langosta, porque abren los choclos para picotearlos, los cuales, después, se pudren con la lluvia. Y como al mismo tiempo los loros son ricos para comer guisados, los peones los cazaban a tiros.

Un día un hombre bajó de un tiro a un loro centinela, el que cayó herido y peleó un buen rato antes de dejarse agarrar. El peón lo llevó a la casa, para los hijos del patrón, y los chicos lo curaron porque no tenía más que un ala rota. El loro se curó muy bien, y se amansó completamente. Se llamaba Pedrito. Aprendió a dar la pata; le gustaba estar en el hombro de las personas y con el pico les hacía cosquillas en la oreja.

Vivía suelto y pasaba casi todo el día en los naranjos y eucaliptos del jardín. Le gustaba también burlarse de las gallinas. A las cuatro o cinco de la tarde, que era la hora en que tomaban el té en la casa, el loro entraba también en el comedor, y se subía con el pico y las patas por el mantel, a comer pan mojado en leche. Tenía locura por el té con leche.

Tanto se daba Pedrito con los chicos y tantas cosas le decían las criaturas, que el loro aprendió a hablar. Decía: «¡Buen día, lorito!…»«¡Rica la papa!…» «¡Papa para Pedrito!…» Decía otras cosas más que no se pueden decir, porque los loros, como los chicos, aprenden con gran facilidad malas palabras.

Cuando llovía, Pedrito se encrespaba y se contaba a sí mismo una porción de cosas, muy bajito. Cuando el tiempo se componía, volaba entonces gritando como un loco.

Era, como se ve, un loro bien feliz, que además de ser libre, como lo desean todos los pájaros, tenía también, como las personas ricas, su five o’clock tea.

Ahora bien: en medio de esta felicidad, sucedió que una tarde de lluvia salió por fin el sol después de cinco días de temporal, y Pedrito se puso a volar gritando:

--¡Qué lindo día, lorito!… ¡Rica, papa!… ¡La pata, Pedrito! –-y no volaba lejos, hasta que vio debajo de él, muy abajo, el río Paraná, que parecía una lejana y ancha cinta blanca. Y siguió, siguió volando, hasta que se asentó por fin en un árbol a descansar.

Y he aquí que de pronto vio brillar en el suelo, a través de las ramas, dos luces verdes, como enormes bichos de luz.

--¿Qué será? --se dijo el loro--. ¡Rica, papa!, ¿Que será eso? ¡Buen día, Pedrito!…

El loro hablaba siempre así, como todos los loros, mezclando las palabras sin ton ni son, y a veces costaba entenderlo. Y como era muy curioso, fue bajando de rama en rama, hasta acercarse. Entonces vio que aquellas dos luces verdes eran los ojos de un tigre que estaba agachado, mirándolo fijamente.

Pero Pedrito estaba tan contento con el lindo día, que no tuvo ningún miedo.

--¡Buen día, tigre! --le dijo--. ¡La pata, Pedrito!

Y el tigre, con esa voz terriblemente ronca que tiene, le respondió:

–-¡Bu-en día!

--¡Buen día, tigre! --repitió el loro--. ¡Rica papa!… ¡rica, papa!… ¡rica, papa!…

Y decía tantas veces «¡rica papa!» porque ya eran las cuatro de la tarde, y tenía muchas ganas de tomar té con leche. El loro se había olvidado de que los bichos del monte no toman té con leche, y por esto lo convidó al tigre.

--¡Rico té con leche! --le dijo--. ¡Buen día, Pedrito!… ¿Quieres tomar té con leche conmigo, amigo tigre?

Pero el tigre se puso furioso porque creyó que el loro se reía de él, y además, como tenía a su vez hambre, se quiso comer al pájaro hablador. Así que le contestó:

--¡Bue-no! ¡Acérca-te un po-co que soy sor-do!

El tigre no era sordo; lo que quería era que Pedrito se acercara mucho para agarrarlo de un zarpazo. Pero el loro no pensaba sino en el gusto que tendrían en la casa cuando él se presentara a tomar té con leche con aquel magnífico amigo. Y voló hasta otra rama más cerca del suelo.

--¡Rica, papa, en casa! --repitió gritando cuanto podía.

–-¡Más cer-ca! ¡No oi-go! -respondió el tigre con su voz ronca.

El loro se acercó un poco más y dijo:

--¡Rico, té con leche!

–-¡Más cer-ca to-da-vía! --repitió el tigre.

El pobre loro se acercó aún más, y en ese momento el tigre dio un terrible salto, tan alto como una casa, y alcanzó con la punta de las uñas a Pedrito. No alcanzó a matarlo, pero le arrancó todas las plumas del lomo y la cola entera. No le quedó una sola pluma en la cola.

¡Toma! --rugió el tigre--. Anda a tomar té con leche…

El loro, gritando de dolor y de miedo, se fue volando, pero no podía volar bien, porque le faltaba la cola que es como el timón de los pájaros. Volaba cayéndose en el aire de un lado para otro, y todos los pájaros que lo encontraban se alejaban asustados de aquel bicho raro.

Por fin pudo llegar a la casa, y lo primero que hizo fue mirarse en el espejo de la cocinera. ¡Pobre Pedrito! Era el pájaro más raro y más feo que puede darse, todo pelado, todo rabón, y temblando de frío. ¿Cómo iba a presentarse en el comedor, con esa figura? Voló entonces hasta el hueco que había en el tronco de un eucalipto y que era como una cueva, y se escondió en el fondo, tiritando de frío y de vergüenza.

Pero entretanto, en el comedor todos extrañaban su ausencia:

--¿Dónde estará Pedrito? --decían.

Y llamaban:

--¡Pedrito! ¡Rica, papa, Pedrito! ¡Té con leche, Pedrito!

Pero Pedrito no se movía de su cueva, ni respondía nada, mudo y quieto. Lo buscaron por todas partes, pero el loro no apareció. Todos creyeron entonces que Pedrito había muerto, y los chicos se echaron a llorar.

Todas las tardes, a la hora del té, se acordaban siempre del loro, y recordaban también cuánto le gustaba comer pan mojado en té con leche. ¡Pobre Pedrito! Nunca más lo verían porque había muerto.

Pero Pedrito no había muerto, sino que continuaba en su cueva sin dejarse ver por nadie, porque sentía mucha vergüenza de verse pelado como un ratón. De noche bajaba a comer y subía enseguida. De madrugada descendía de nuevo, muy ligero, e iba a mirarse en el espejo de la cocinera, siempre muy triste porque las plumas tardaban mucho en crecer.

Hasta que por fin un día, o una tarde, la familia sentada a la mesa a la hora del té vio entrar a Pedrito muy tranquilo, balanceándose como si nada hubiera pasado. Todos se querían morir, morir de gusto cuando lo vieron bien vivo y con lindísimas plumas.

--¡Pedrito, lorito! --le decían--. ¡Qué te pasó, Pedrito! ¡Qué plumas brillantes que tiene el lorito!

Pero no sabían que eran plumas nuevas, y Pedrito, muy serio, no decía tampoco una palabra. No hacía sino comer pan mojado en té con leche. Pero lo que es hablar, ni una sola palabra.

Por eso, el dueño de casa se sorprendió mucho cuando a la mañana siguiente el loro fue volando a pararse en su hombro, charlando como un loco. En dos minutos le contó lo que le había pasado: un paseo al Paraguay, su encuentro con el tigre, y lo demás; y concluía cada evento, cantando:

--¡Ni una pluma en la cola de Pedrito! ¡Ni una pluma! ¡Ni una pluma!

Y lo invitó a ir a cazar al tigre entre los dos.

El dueño de la casa, que precisamente iba en ese momento a comprar una piel de tigre que le hacía falta para la estufa, quedó muy contento de poderla tener gratis. Y volviendo a entrar en la casa para tomar la escopeta, emprendió junto con Pedrito el viaje al Paraguay. Convinieron en que cuando Pedrito viera al tigre, lo distraería charlando, para que el hombre pudiera acercarse despacito con la escopeta.

Y así pasó. El loro, sentado en una rama del árbol, charlaba y charlaba, mirando al mismo tiempo a todos lados, para ver si veía al tigre. Y por fin sintió un ruido de ramas partidas, y vio de repente debajo del árbol dos luces verdes fijas en él: eran los ojos del tigre.

Entonces el loro se puso a gritar:

–-¡Lindo día!… ¡Rica, papa!… ¡Rico té con leche!… ¿Quieres té con leche?…

El tigre enojadísimo al reconocer a aquel loro pelado que él creía haber muerto, y que tenía otra vez lindísimas plumas, juró que esa vez no se le escaparía, y de sus ojos brotaron dos rayos de ira cuando respondió con su voz ronca:

–-¡Acér-ca-te más! ¡Soy sor-do!

El loro voló a otra rama más próxima, siempre charlando:

--¡Rico, pan con leche!… ¡ESTÁ AL PIE DE ESTE ÁRBOL!…

Al oír estas últimas palabras, el tigre lanzó un rugido y se levantó de un salto.

–-¿Con quién estás hablando? --bramó--. ¿A quién le has dicho que estoy al pie de este árbol?

--¡A nadie, a nadie! --gritó el loro--. ¡Buen día, Pedrito!… ¡La pata, lorito!…

Y seguía charlando y saltando de rama en rama, y acercándose. Pero él había dicho: está al pie de este árbol para avisarle al hombre, que se iba arrimando bien agachado y con la escopeta al hombro.

Y llegó un momento en que el loro no pudo acercarse más, porque si no, caía en la boca del tigre, y entonces gritó:

--¡Rica, papa!… ¡ATENCIÓN!

–-Más cer-ca aún! --rugió el tigre, agachándose para saltar.

--¡Rico, té con leche!… ¡CUIDADO, VA A SALTAR!

Y el tigre saltó, en efecto. Dio un enorme salto, que el loro evitó lanzándose al mismo tiempo como una flecha en el aire. Pero también en ese mismo instante el hombre, que tenía el cañón de la escopeta recostado contra un tronco para hacer bien la puntería, apretó el gatillo, y nueve balines del tamaño de un garbanzo cada uno entraron como un rayo en el corazón del tigre, que lanzando un bramido que hizo temblar el monte entero, cayó muerto.

Pero el loro, ¡qué gritos de alegría daba! Estaba loco de contento, porque se había vengado -¡y bien vengado!- del feísimo animal que le había sacado las plumas!

El hombre estaba también muy contento, porque matar a un tigre es cosa difícil, y, además, tenía la piel para la estufa del comedor.

Cuando llegaron a la casa, todos supieron por qué Pedrito había estado tanto tiempo oculto en el hueco del árbol, y todos lo felicitaron por la hazaña que había hecho.

Vivieron en adelante muy contentos. Pero el loro no se olvidaba de lo que le había hecho el tigre, y todas las tardes, cuando entraba en el comedor para tomar el té, se acercaba siempre a la piel del tigre, tendida delante de la estufa, y lo invitaba a tomar té con leche.

--¡Rica, papa!… --le decía--. ¿Quieres té con leche?… ¡La papa para el tigre!

Y todos se morían de risa. Y Pedrito también.

 

Horacio Quiroga (Salto, Uruguay, 1878 – Buenos Aires, Argentina, 1937)

 

  1. ANÁLISIS

1. Resumen

El loro Pedrito, en su alegría vital, es capturado por unos peones de un rancho, en algún lugar cerca del río Paraná, entre Argentina y Paraguay. Pronto pasa a formar parte de la familia; aprende oraciones y hace reír a todo el mundo. Al encontrarse casualmente con un tigre, desea entablar amistad y lo invita a tomar el té de las cinco con él y su familia. El felino lo que desea es merendarlo y a punto está de matarlo de un zarpazo. El loro logra huir, pero pierde muchas plumas y queda “pelado”, como afirma el título. De feo que se ve, se esconde en el hueco de un árbol y no reaparece hasta recuperar el aspecto antiguo. Le cuenta al patrón lo que le ha pasado; este desea capturar un tigre para emplearlo como alfombra. Vuelven al lugar del primer encuentro y el loro Pedrito hace que el tigre se exponga; pronto cae abatido por los perdigonazos del patrón. Desde entonces, Pedrito se burla de él ofreciéndole papas, para alegría de la familia y del mismo loro.

  1. Tema

 La frustración por el ofrecimiento de una amistad rechazada conduce a la venganza, para satisfacción de humanos y animales.

  1. Apartados temáticos

Estamos ante un cuento de disposición lineal, lógica y clásica: introducción o presentación de los personajes y el conflicto, desarrollo de la intriga o nudo, y final o desenlace, es decir, resolución de la tensión narrativa.

El primer apartado temático ocupa los ocho primeros párrafos (desde el principio hasta “... five o´clock tea”. El segundo apartado abarca desde el párrafo nueve hasta el octavo contando del final al principio (desde “Ahora bien...”, hasta “¡CUIDADO, VA A SALTAR!”). El tercer apartado de contenido se extiende desde el séptimo párrafo (contando a la inversa) hasta el final del cuento (desde “Y el tigre saltó, en efecto...”, hasta “Y Pedrito tambien”).

  1. Personajes

El protagonista es Pedrito, un loro charlatán, afable y cariñoso. Pero cambia su carácter cuando el tigre rechaza su amistad, lo quiere comer y queda “pelado”. Entonces se hace vengativo por sentirse traicionado. Habla mucho, aunque casi siempre con las mismas frases. Es lo propio de un loro; responde, en este aspecto, al estereotipo que tenemos de esta ave.

El antagonista es el tigre (que debemos entender por jaguar, naturalmente), que se nos presenta como un animal solitario, serio y agresivo. No busca la maldad ni el daño gratuitamente; al fin y al cabo, solo quiere comer. El resto de los personajes, que son humanos, son secundarios. Tal vez el patrón, que mata al tigre por hacer una alfombra con su piel cerca de la chimenea de su salón, destaca de entre los humanos, este sí, por su crueldad y caprichismo un tanto injustificado. Son personajes sorprendentemente redondos: evolucionan según cambian las circunstancias y han de pasar por diferentes vicisitudes, sobre todo el loro Pedrito.

  1. Lugar y tiempo

La acción se desarrolla en un marco hispanoamericano, y en un ambiente selvático. Los dos topónimos que aparecen (Paraná y Paraguay) nos permiten localizar la acción en el territorio argentino separado de Paraguay por el río Paraná (el loro y el dueño “emprendieron el viaje al Paraguay”). Es una naturaleza indómita, bastante selvática y, a ojos occidentales o urbanos, exótica.

El tiempo de la escritura ronda los años previos a 1918 (hace ahora justamente un siglo), momento en que se publicó el libro de cuentos infantiles de Horacio Quiroga. Acaso se publicó antes en una publicación periódica, pero ignoramos este dato. El tiempo de la acción narrada es contemporáneo al de la escritura: dos primeras décadas del siglo XX. El ambiente descrito, el tipo de casa y de actividades que se desarrollan son los propios de esa época. La duración de la acción está difusa. El narrador evita ofrecer claves temporales precisas. Por eso, podemos decir que el cuento se extiende durante meses, acaso un año, aproximadamente.

  1. Narrador

El narrador aparece en tercera persona, externo (heterodiegético), con omnisciencia total y objetivo. No se involucra en la acción ni en los personajes, aunque existen ligerísimas excepciones cuando realiza afirmaciones generales –-se aprecia bien en los cuatro primeros párrafos--.

  1. Procedimientos narrativos y recursos estilísticos

Quiroga emplea los tres procedimientos propios del texto narrativo. La narración (“El pobre loro se acercó aún más...”); la descripción (“Vivía suelto y pasaba casi todo el día en los naranjos...”); y, finalmente, el diálogo, introducidos todos ellos por la raya inicial de párrafo, y solo una vez por el entrecomillado, cuando Pedrito habla por primera vez.

Los recursos estilísticos son muy abundantes y embellecen notablemente el discurso narrativo. El hecho de que el cuento esté protagonizado por animales antropomorfizados explica la presencia de algunos de ellos, que a continuación numeramos, para mayor comodidad lectora:

1) La aliteración, la onomatopeya y la repetición retórica están presentes en casi todas las intervenciones del loro Pedrito: ¡Buen día, lorito! ¡Rica la papa! ¡La para para el lorito! ¡La pata, Pedrito! son las expresiones que más se reiteran en boca del loro. También ahí aparece la exclamación retórica, la paronomasia, el juego de palabras y la elipsis.

2) La comparación o símil también está muy presente: “Charlando como un loco”, “Balanceándose como si nada hubiera pasado” son algunos ejemplos. Aportan colorido y gran expresividad

3) La metáfora también se emplea con bastante frecuencia: “De sus ojos brotaron dos rayos de ira”; esta frase, aplicada al tigre, nos permite entender muy bien la mirada penetrante y pavorosa.

4) Las apóstrofes, lógicamente, abundan. El loro llama a sus amigos los humanos, o interpela al tigre, como en “¿Quieres tomar té con leche conmigo, amigo tigre?”. Suelen aparecer en oraciones exclamativas e interrogativas, lo cual es esperable.

5) Bimembraciones y enumeraciones también jalonan el texto: “... en los naranjos y eucaliptos del jardín...”, “el loro se curó muy bien, y se amansó completamente”. Estas construcciones paralelísticas y enumerativas aportan musicalidad, cadencia y un ritmo narrativo melodioso y fluido.

6) La hipérbole hace acto de presencia en varias ocasiones: cinco días ininterrumpidos de temporal, el loro todos los días recordaba al tigre, un bramido “que hizo temblar el monte entero”, etc. Es un procedimiento muy esperable en este tipo de relatos, pues aumentan la plasticidad poderosamente.

7) La antropomorfización es un elemento clave en la composición textual. El tigre y el loro piensan y actúan como hombres. Adquieren y representan los vicios y virtudes del ser humano. Sin embargo, Quiroga mantiene un sutil equilibrio entre la parte animal y la humana; nunca sabemos del todo en qué terreno se desenvuelve la acción y las motivaciones de los dos animales. Es un modo de aumentar la intriga, la polisemia significativa y la atracción lectora.

  1. Contextualización socio-histórica y autorial

El narrador uruguayo-argentino Horacio Quiroga (Salto, Uruguay, 1878 – Buenos Aires, Argentina, 1937) representa muy bien el extraordinario cultivo del cuento en las primeras décadas del siglo XX en Hispanoamérica. Sus relatos breves (recogidos en obras como Cuentos de amor, de locura y de muerte y Cuentos de la selva) poseen una gran calidad y entroncan el cuento en lengua española con la mejor tradición occidental del siglo XIX, representada en E. A. Poe, especialmente.

La atención a la arquitectura compositiva adquiere un papel relevante: equilibrio entre las partes, tendencia a la elipsis, por lo que se potencia mucho la elisión y la alusión como recursos nucleares para comprender el cuento, etc. El lenguaje recibe una especial atención: la elaboración y el cuidado estilísticos son líneas de escritura fundamentales (a tono con el modernismo, muy bien manifestado, por ejemplo, en los cuentos de Rubén Darío).

La ubicación espacio-temporal se apega notablemente a la realidad cotidiana del autor y de los lectores. Casi podemos ver la chacra, los peones, los árboles, la “cinta ancha y blanca” del Paraná, etc.Por el contrario, y de modo complementario, se busca la parte de la realidad más oculta, menos accesible, es decir, con potencial simbólico: las cosas son y expresan mucho más de lo que aparentan a primera vista. Objetos, paisajes y acciones, humanas o no, esconden unas correspondencias secretas (Baudelaire, al fondo) que explican la auténtica esencia del mundo y el orden lógico, críptico, que lo sustenta.

Este cuento de Quiroga se dirige a los niños, pero ofrece amplia materia de reflexión también para el adulto. El mundo animal se rige también por leyes naturales primarias, muchas veces violentas y hasta crueles, pero necesarias y justas en sí mismas. Quiroga muestra una especial querencia por el tema del choque entre hombre y naturaleza, entre “civilización y barbarie”, como se decía en la época.

  1. Interpretación

 Un cuento infantil sobre un loro pelado es la puerta de acceso a una lectura literaria muy placentera y reflexiva. Quiroga cuida extraordinariamente la lengua literaria, matiza su texto con un lenguaje selecto, incisivo y estéticamente intencionado. De ahí que la elipsis y la alusión jueguen un papel tan importante en este delicioso cuento.

En el fondo, plantea una reflexión sobre la espontaneidad, la justicia, la amistad y la venganza. Pedrito, el loro pelado, solo busca ser amigo del tigre, pero este tan solo desea satisfacer su apetito y seguir con su vida. El loro casi muere, pero al final, quien lo hace, es el tigre, y no por malo, sino porque la vida es así, incluyendo el caprichismo humano.

Tras las risas, porque el cuento es gracioso, provocadas por el comportamiento un tanto aparatoso del loro, su modo cacofónico de hablar, sus caricias con su pico, detrás de las orejas, a los dueños, Quiroga nos desliza un interrogante arduo de contestar: ¿quién es el malo en este concierto natural? Seguramente, nadie. Cada uno hace lo necesario para sobrevivir con cierta holgura, eso es todo.

  1. Valoración

Destacaríamos de este cuento cuatro valores importantes:

-El lenguaje empleado es muy cuidado, a veces llega a lo poético, siempre procede de una selección estética rigurosa. No existe ganga, todo es significativo.

-La arquitectura narrativa es sencilla, pero muy eficaz: la trama fluye, pero está jalonada por hitos (encuentro casual del loro y el tigre, la cercanía de la muerte de aquel, su vergüenza posterior por quedar desplumado, su venganza y los chistes cotidianos de Pedrito, el loro, ante la alfombra del tigre, a costa del felino).

-El humor y la gracia son parte consustancial de este cuento. El modo de hablar de Pedrito, sus diálogos con unos y otros, su imagen de loro pelón, etc., sin duda son elementos humorísticos que, en una primera instancia, provocan risa.

-La incitación a la reflexión es un valor muy destacable. Tras la sonrisa, viene el pensamiento. ¿Por qué el loro se quiere vengar del tigre? ¿Casi por haberlo matado? Pues no especialmente, sino por haber rechazado su amistad y por haberlo avergonzado ante la familia con la que vive. ¿Tan importante es la amistad y la satisfacción con la imagen de uno mismo? Evidentemente, sí; y para disolver las dudas, que se lo pregunten al loro escondido en el agujero de un eucalipto durante meses para que no lo vieron todo desastrado.

Quiroga nos ha regalado un delicioso cuento de animales y humanos, con algún toque de fábula y con unas gotas de apólogo, pero con una ambientación moderna e hispanoamericana, lo cual crea un vivo contraste. De este modo, “El loro pelado” resulta una lectura rica e incitadora a la reflexión. Aquí reside su calidad y su actualidad, a pesar de que han transcurrido cien años desde su publicación.

 

2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el cuento (100 palabras, aproximadamente).

2) Señala su tema principal y los secundarios.

3) Delimita los apartados temáticos del texto: presentación de los personajes, del marco espacio temporal y de las acciones y el conflicto, desarrollo argumental y conclusión o cierre.

4) Delimita el espacio y el tiempo en el que discurre la acción.

5) Analiza los personajes y su relevancia.

6) Comenta la figura del narrador.

7) Señala los procedimientos narrativos empleados y una docena de recursos retóricos que sirvan para crear imágenes, expresividad, significación, etc.

8) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. Fíjate especialmente en el juego con los sonidos y la repetición de palabras.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) ¿Qué animales aparecen en el cuento? Explica el concepto de antropomorfización. Esos animales, ¿encarnan valores positivos o negativos?

2) Indica los tipos de emociones que aparecen en el cuento, por ejemplo, el de la venganza.

3) El loro Pedrito está a punto de morir dos veces. ¿Tiene influencia en su comportamiento?

4) ¿Cómo se aprecia en el texto el valor de la amistad? ¿Y del desprecio? Indica en qué personajes se verifica su relevancia.

5) El hecho de que Pedrito quede rabón tras el ataque del tigre, ¿qué repercusiones tendrá?

6) El final, ¿es duro, cómico, o las dos cosas a la vez?

7) Los hombres, ¿se conducen con los mismos criterios existenciales que los animales? Razona tu respuesta.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Escribe un poema o texto en prosa, con intervención de animales, en el que se desarrollen conflictos más o menos similares a los del cuento de Quiroga.

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre el tigre y el loro Pedrito, si el tigre no hubiera tenido hambre.

3) Realiza una exposición sobre Horacio Quiroga, su literatura y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.

4) Aporta o crea imágenes --de animales, o de paisajes, por ejemplo--, o localiza melodías musicales que sirvan para ambientar un relato en el que se aprecie el choque de lo salvaje y lo civilizado o domesticado, entre lo natural y lo artificial.

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