29/10/2020

Octavio Paz: "La vida sencilla"; análisis y propuesta didáctica

 

Río Miño, Ourense (XII-2018) © SVM


OCTAVIO PAZ - “La vida sencilla”

 

Llamar al pan y que aparezca                   1

sobre el mantel el pan de cada día;

darle al sudor lo suyo y darle al sueño

y al breve paraíso y al infierno

y al cuerpo y al minuto lo que piden;        5

reír como el mar ríe, el viento ríe,

sin que la risa suene a vidrios rotos;

beber y en la embriaguez asir la vida,

bailar el baile sin perder el paso,

tocar la mano de un desconocido             10

en un día de piedra y agonía

y que esa mano tenga la firmeza

que no tuvo la mano del amigo;

probar la soledad sin que el vinagre

haga torcer mi boca, ni repita                 15

mis muecas el espejo, ni el silencio

se erice con los dientes que rechinan:

estas cuatro paredes --papel, yeso,

alfombra rala y foco amarillento--

no son aún el prometido infierno;            20

que no me duela más aquel deseo,

helado por el miedo, llaga fría,

quemadura de labios no besados:

el agua clara nunca se detiene

y hay frutas que se caen de maduras;      25

saber partir el pan y repartirlo,

el pan de una verdad común a todos,

verdad de pan que a todos nos sustenta,

por cuya levadura soy un hombre,

un semejante entre mis semejantes;       30

pelear por la vida de los vivos,

dar la vida a los vivos, a la vida,

y enterrar a los muertos y olvidarlos

como la tierra los olvida: en frutos...

Y que a la hora de mi muerte logre          35

morir como los hombres y me alcance

el perdón y la vida perdurable

del polvo, de los frutos y del polvo.

  

  1. ANÁLISIS

1.1. Resumen

Comentamos ahora un poema reflexivo de tono existencial del célebre escritor mexicano Octavio Paz (Ciudad de México, 1914 - 1998). El yo poético expone su ideal de vida, imagina su existencia feliz en un entorno de sencillez, autenticidad, nobleza y verdad. En este sentido, el poema está a medio camino entre los tópicos de la literatura clásica del Carpe diem y el Beatus ille.  Imagina un trayecto vital completo, desde la infancia hasta la vejez y la muerte. Primero se refiere a la necesidad del trabajo para obtener el sustento; continúa con la necesidad de amor y de diversión (a través de la metonimia del baile).

Se refiere también a la necesidad de la solidaridad entre las personas en los momentos duros (“días de piedra”); insiste en no acobardarse ante la necesidad de amar y de corresponder a la llamada del afecto y del amor; lo pasado, pasado está, pues los remordimientos no nos llevan a ningún lado (“que no me duela más aquel deseo”, v. 21). Retoma el asunto de la compasión y la solidaridad entre las personas, pues aporta un sentido superior a la existencia (“saber partir el pan y repartirlo”, v. 26), desde una visión de optimismo antropológico; así, por ejemplo, alude a la descendencia como un modo de eternidad (“en frutos”, v. 34). Se cierra el poema con una reflexión sobre la muerte, que se ha de aceptar como inevitable; y para recibirla en paz, nos debemos considerar dignos del “perdón” y de la “vida perdurable del polvo” (vv. 37-38); es decir, un modo de eternidad en la nada.

1.2. Tema del poema

El poema aborda el tema del sentido de la existencia y del mejor ideal de vida: vivir con sencillez, autenticidad, amor y fidelidad a uno mismo y a la naturaleza, bajo un sentido de la compasión amorosa y de la solidaridad, pues es lo que nos concederá el perdón y la eternidad.

1.3. Apartados temáticos o de contenido

Si nos fijamos en el poema, no existe ni un solo punto y seguido, o punto y aparte. El poema forma un continuo que fluye. Solamente los puntos suspensivos del verso 34 lo podemos entender como un corte. A nuestro entender, siguiendo ese criterio, encontramos:

-Un primer apartado que expone cómo vivir la vida, con sus luces y sus sombras (vv. 1-34). Abarca las actividades propias de toda persona: el trabajo, el alimento, el amor, las malas rachas, propias y ajenas, la solidaridad, la valentía y tenacidad para enfrentarse a las malas pasadas de la vida, etc. Y todo bajo el denominador común de “la vida sencilla”, tal y como se expresa en el título del poema.

-Un segundo apartado se dedica específicamente al asunto de la muerte (vv. 35-38). Se ha de aceptar como parte de la vida, sin grandes aspavientos, pero con un matiz metafísico o espiritual muy interesante: el hombre ha de ser digno del perdón otorgado por el “polvo” y por los “frutos”, es decir, la nada y, acaso, el bien que hizo en vida a los demás

1.4. Aspectos métricos, de la rima y estróficos

El poema está compuesto por treinta y ocho versos agrupados en una sola estrofa. Los versos son de once sílabas, es decir, versos endecasílabos; es un verso noble, musical, amplio para expresar pensamientos y sentimientos completos, pero sometidos a cierta contención. No existe una rima regular perceptible, aunque son frecuentes las repeticiones en forma de pareados  (los versos 3-4 forman el primero) y una clara tendencia a la asonacia en ía, más frecuente en la primera mitad que en la segunda. En conjunto, estamos ante un poema en verso blanco (todos los versos tienen la misma medida, pero existe una rima regular).

1.5. Comentario estilístico

El poema descansa en un juego de metáforas y metonimias, combinadas entre elisiones y alusiones, referidas al recorrido vital de una persona. Los dos primeros versos reconocen que el hombre ha de alimentarse y bregar por la procura del alimento de cada día; alude a ello con dos metonimias: “pan” (v. 1) y “mantel” (v.2). Ello se ganará con “sudor” (v. 3), metonimia del trabajo esforzado. La vida diaria tiene sus momentos de “breve paraíso” (v. 4), metáfora de la felicidad sencilla, pero combinados con otros de “infierno” (v. 4), metáfora del dolor o de la infelicidad. Un poderoso polisíndeton advierte que se acumulan sin solución de continuidad los dichas y las desdichas, a veces de forma inesperada.

Hace un llamado a la dicha, la alegría y el disfrute; se alude a ello a través de la metonimia de “reír” (v. 6). Se repite cuatro veces la familia léxica de la risa en dos versos; es una derivación o políptoton que expresa con viveza la necesidad del goce en la vida del hombre. La comparación de la risa del hombre con la del mar (v. 6) desea resaltar su poder vivificador; lo cual se ve resaltado con el paralelismo y el símil implícito con la sonrisa del viento. La metáfora “sin que la risa suene a vidrios rotos” (v. 7) alude, creemos, al rechazo de la hipocresía o de la farsa en el momento de la alegría. “Beber” (v. 8) y “bailar” (v. 9) son metonimias de la aceptación el disfrute como parte sustancial de la existencia. “Asir la vida” es metáfora de la invitación a la fruición existencial.

En el verso 10 cambia de tema porque ahora aborda los momentos negativos y dolorosos de la existencia; se alude a ellos en “un día de piedra y agonía” (v. 11), hermosa sinestesia del sufrimiento. También se exhorta (así lo indica el verbo “tenga”, en modo subjuntivo, frente a los verbos en modo indicativo, todos los anteriores) a la solidaridad entre los hombres. La entereza ante las adversidades se expresa con una potente metáfora: “probar la soledad sin que el vinagre / haga torcer mi boca” (vv. 14-15).

El “silencio” (v. 16), metáfora del abandono y de la incomprensión, no han de doblegar al hombre ni hacerle pasar miedo (se expresa con la bella metonimia “ni el silencio / se erice con los dientes que rechinan” (vv. 16-17). El valor, la resistencia y la entereza han de superar a los momentos de amargura, que se dan como inevitables. Y no pensemos que nuestras miserias cotidianas, aludidas con las metonimias del espacio físico que nos envuelve, o que, mejor será decir, rodean al yo poético, es ya una antesala del infierno. Son solo momentos de amargura en una trayectoria a la que volverá la luz.

Acto seguido rechaza los remordimientos absurdos por lo que quisimos y no hicimos, a lo que refiere la honda metáfora “deseo, / helado por el miedo, llaga fría, / quemadura de labios no besados” (vv. 21-23). La vida sigue, pues “el agua clara nunca se detiene” (v. 24), hermosísima metáfora de que el flujo de la vida continúa en su autenticidad, si es sincero el planteamiento. Las cosas buenas llegarán, como las “frutas maduras” (v. 25), es decir, como consecuencia de una evolución natural de las cosas; pero hay que tener paciencia para saber esperar.

También llama a la moderación y al sentido de la equidad, como saber compartir los bienes (a lo que se alude a través de la metáfora del “pan”, repetida tres veces, vv. 26, 27 y 28) con los demás, pues, al fin, todos somos iguales, estamos hechos de la misma “levadura” (v. 29). El sentido de la igualdad radical del hombre se expresa con una repetición contundente, con una metáfora implícita: “un semejante entre mis semejantes” (v. 30).

A partir del verso 31 el poema adquiere un aire recopilatorio. Se establece una antítesis entre la vida y la muerte; por la primera hay que “pelear”, expresado a través de una repetición y derivación que casi raya en la tautología: “dar la vida a los vivos, a la vida” (v.32). Sin ruptura, aborda la muerte, la ajena, primero, y la propia, después. Recomienda una aceptación natural de la misma; a los muertos se los entierra y se los olvida en “frutos” (v. 34), paradoja muy intensa para significar que el recuerdo y la memoria son los que salvan del olvido a las personas ya difuntas. La suspensión que cierra el verso 34 advierte del misterio que aguarda tras la muerte. Y esa es, precisamente, la palabra que aparece en verso 36, aplicada por el yo poético a sí mismo.

Al comenzar ese verso con la conjunción “y” ya se intuye la naturaleza de cierre del pensamiento del poema entero. La derivación creada entre “muerte” y “morir” ahondan en el carácter grave del asunto del fallecimiento.  En un acto de humildad y sencillez, que es la línea de todo el poema, el yo poético pide morir “como los hombres” (v. 36), es decir, sin sentirse nadie especialmente señalado.

A pesar de este tono dramático, asoma un cierto optimismo al afirmar que espera el “perdón” (v. 37), aunque no aclara quién lo otorga ni para qué. También espera “la vida perdurable” (v. 37): aquí parece que el poema adquiere un matiz religioso cristiano, pero todo se diluye con un tremendo quiebro. Lo que quería para lo concede, o acaba en, “el polvo” (v. 38), metáfora y metonimia de la nada y la extinción definitiva. Sin embargo, esa afirmación desoladora se ve amortiguada, o es  otra vez contradicha por “los frutos”, metáfora de las buenas obras que hicimos en vida.

Como podemos apreciar, las paradojas son abundantes y jalonan el poema. Y conducen a una verdad poética: la vida sencilla conduce a la felicidad, aunque sabemos que tiene fecha de caducidad, que hay que afrontar con la naturalidad con que se ha vivido; acaso haya un fruto inesperado como premio a una vida desarrollada con sabiduría. El eco de fray Luis de León y su “Oda a la vida retirada” es perceptible, lo que nos permite ver que Paz se inscribe en una corriente literaria clásica de desarrollo de los tópicos “Beatus ille” y “Carpe diem”, junto con el de menosprecio de corte y alabanza de aldea (el libro del obispo de Mondoñedo, fray  Antonio de Guevara, con el mismo título, también deja su eco en el poema).

El polisíndeton de los versos 35-38 connotan claramente la suma de acciones de un hombre que justifican una muerte con sentido y en paz. La epanadiplosis de la palabra “polvo” en el verso final (38) nos recuerda que la consistencia de la vida es endeble y que la vida acaba en su disolución, si es que nada ni nadie lo puede remediar. Esta palabra nos recuerda inmediatamente el soneto de Góngora "Mientras por competir con tu cabello", señal inequívoca de cómo Paz absorbió con gran  inteligencia la tradición poética barroca española de los Siglos de Oro. La ambigüedad, pues, circula en esta parte final del poema e impregna todo su sentido.

Es importante fijarse en que la mayoría de los verbos importantes del poema (colocados al principio del verso) aparecen en infinitivo. Es un índice claro de la validez universal que el poeta desea imprimir a su poema. Lo que dice no es una anécdota personal, sino una reflexión de validez universal y atemporal.

1.6. Contextualización

Octavio Paz Lozano  (Ciudad de México, 1914 - 1998) es uno de los más agudos e innovadores poetas en lengua castellana en el siglo XX. Dotado de una sólida cultura, lector voraz y atento, supo encontrar su voz propia en la poesía mexicana y española en el turbulento siglo XX. Transitó por el posmodernismo, bebió de las vanguardias, absorbió de la posmodernidad, con el propósito de buscar su propio camino literario, cosa que alcanzó con creces.

Su poesía se distingue por la originalidad lírica, la exploración formal y temática y la indagación reflexiva sobre temas existenciales y filosóficos, como el paso del tiempo, el sentido de la vida, a significación del amor, los misterios naturales y esotéricos, etc. La recepción del Premio Cervantes en 1981 y el Premio Nobel en 1990 acredita su extraordinaria calidad.

Algunos de sus poemarios más reconocidos son Libertad bajo palabra (1949), Topoemas (1971; se trata de poemas aéreos, como caligramas, donde se fusionan imagen y texto, sentido y disposición espacial de las letras y las palabras; su originalidad es muy alta.) y Árbol adentro (1987). También fue un extraordinario ensayista; sus monografías sobre el pasado mexicano y sobre ciertos autores y obras han adquirido gran prestigio; aquí sobresalen por su hondura  brillantez analítica, con una prosa muy elegante, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) y El laberinto de la soledad (1950).

1.7. Interpretación y valoración

El hermoso y denso poema “La vida sencilla” es la exposición de un ideario de vida, el del yo poético. Funciona como una exposición o declaración de intenciones de cuál es la mejor forma de vivir --y de morir--. Inscrito en la corriente clásica del “Beatus ille”, el poema alaba la existencia tranquila y consecuente con las leyes de la naturaleza, con una clara defensa del amor y de la solidaridad entre las personas.

Se trata de un poema muy intelectualmente hondo, meditativo y trascendente, pues el poeta intenta alcanzar y exponer el verdadero sentido de la vida y, en consecuencia, el mejor modo de vivirla, en un marco de trabajo, alegría, amor, perdón, solidaridad y sabiduría interior para aceptar la muerte sin demasiadas estridencias.

Seguramente, la palabra más importante del poema es “fruto” (repetida en los versos 34 y 38), referida a las consecuencias de las acciones del hombre, del amor, de la solidaridad, de la compasión, del buen hacer y hasta de saber morir. Acaso la existencia no tenga mucho sentido, pero obrar conforme a la ley natural del respeto garantiza la coherencia interna necesaria para alcanzar un cierto grado de felicidad.

La disposición formal o el plano de la expresión del poema también es muy llamativa. La mayoría de los versos es de arte mayor, lo que dota al poema de un tono grave, cadencioso y solemne; nos advierte, así, de la hondura del asunto y de su trascendencia. 

En conjunto, este poema es un verdadero hallazgo literario porque adentra al lector en la reflexión existencial de un modo poético. La incitación al lector es sutil y persistente: así es mi ideal de vida, ¿coincide con el tuyo?, parece plantearnos el poeta. En este sentido, el poema es filosófico y de raíces senequistas: aceptemos la vida como es, con sus alegrías y sus penas, pero no olvidemos la alegría, el perdón y la amistad como herramientas de goce y significación existencial.

 

2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el poema (100 palabras, aproximadamente).

2) Señala su tema principal y los secundarios.

3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido, si ello es posible.

4) Analiza los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa empleada.

5) ¿Qué tono tiene el poema: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario?

6) Señala las imágenes o recursos estilísticos más importantes que jalonan el poema, sobre todo los referidos a los sentimientos del hombre, y cómo impactan en el poeta.

7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.

 

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

 

1) ¿A qué se refiere el poema con “el breve paraíso y el infierno” del verso 4?

2) La vida entera, ¿siempre discurre con felicidad? ¿Dónde se aprecia esa valoración?

3) Localiza las paradojas con las que se explica el sentido de un poema. ¿Qué sensación aportan?

4) ¿Cómo se aprecia en el texto la importancia de la solidaridad con otras personas?

5) La soledad, ¿aparece en algún momento? ¿Qué reacciones suscita al yo poético?

6) Una epanadiplosis cierra el poema: localízala  y explica su sentido.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Elabora un poema o texto en prosa que exprese tu ideal de vida. Puedes dotarlo de un sentido reflexivo, grave y meditativo, como ha realizado Octavio Paz.

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el poeta Octavio Paz a propósito de su poema y de su vida.

3) Realiza una exposición sobre Octavio, su poesía y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.

4) Aporta o crea imágenes que sirvan para expresar cómo podemos valorar la existencia, es decir, la exposición de un ideal de vida. Puedes realizar uno y, al lado, su contrario, para contrastar los beneficios y perjuicios de cada uno. 

 

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios: