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ANA MARÍA MATUTE: “CAMINOS” (DE HISTORIAS DE LA ARTÁMILA)
- ANÁLISIS
- Resumen
Damián y Timotea, conocidos por los Francisquitos, forman, un humilde y honrado matrimonio; viven en el pueblo con algunas pocas tierras. No tienen hijos, a pesar de que los deseaban. Tenían un caballo muy valioso, “Crisantemo”, de buena planta y porte; es como un seguro de vida. Algunos vecinos del pueblo, entre ellos el juez, el más rico del pueblo, se lo quieren comprar, pero no venden. Un hombre pasa por el pueblo cantando, acompañado de dos niños que bailan. Sufren un accidente fortuitamente. Al niño pequeño, Barrito, lo atropella un carro y le lastima una pierna. Los Francisquitos lo recogen y lo curan en su casa. El supuesto padre desaparece sin más aviso. Los Francisquitos adoptan al niño, Barrito, de unos diez años, que cura y se hace trabajador y obediente. Pronto el padrastro, Damián, le enseña las primeras letras y algo de números. El niño es noble y servicial, aunque poco efusivo o cariñoso, cosa la madre lamenta. Con catorce años, el chico enferma de los ojos y la operación necesaria es cara, pero Damián y Timotea acuerdan vender el caballo para sacar el dinero suficiente, aunque comprenden que el juez le daría mala vida al animal y lo vendería a cualquiera. El niño escucha casi por casualidad esta conversación entre los padres adoptivos. Al día siguiente Barrito va por leña, pero el caballo, ya de noche, vuelve solo.
- Tema
El tema de este cuento se puede enunciar así: la fatalidad y el amor a un animal conducen al suicido y a la devastación de un joven. Al lado, aparecen subtemas como: la lealtad a los seres queridos con consecuencias trágicas, la generosidad desemboca en el sacrificio de un muchacho, la pobreza parece recompensar a las personas de corazón noble, pero sólo como espejismo. El propio título, “Caminos”, indican la sustancia del cuento: la vida es una ruta desconocida llena de sobresaltos, entre tragedias y lealtades.
- Apartados temáticos
La
disposición de la materia narrativa es clásica: una breve introducción, que
ocupa los primeros nueve párrafos del texto; se presenta al matrimonio, su
caballo “Crisantemo” y su decisión de no venderlo bajo ningún pretexto. Acaba
en: “--Que no se vende. --Que no”.
Le
sigue el desarrollo, la parte más larga, en el que se desenvuelve la intriga
hasta llegar al clímax narrativo. Está muy bien desarrollado y la intriga
creciente se dosifica con gran maestría narrativa, a base de alusiones y
elusiones constantes.
El desenlace ocupa los últimos cinco párrafos, desde “Pero Barrito y Crisantemo habían desaparecido...”, hasta el final.
- Personajes
Damián
y Timotea, los Francisquitos, son los protagonistas, pues en el fondo el cuento
trata de su vida común y sus destinos. Se trata de un matrimonio campesino,
pobre, de mediana edad, noble y trabajador. El amor de ella a los niños hace
que adopten al niño sin dudarlo demasiado.
Barrito
también es protagonista, aunque de otro modo. Al principio, es más bien un
personaje pasivo, receptor de las actitudes de los demás. Sólo al final emerge
con una tremenda fuerza narrativa. Ahí descubrimos el amor a “Crisantemo” y la
lealtad a sus padres adoptivos, hasta el punto de sacrificar su vida.
Estos
protagonistas están dibujados con algunas pinceladas, pero con una precisión de
bisturí. El lector descubre su transparencia, su humildad, su nobleza y su
destino trágico. Con asombro y consternación se descubre la fatalidad que
planea sobre sus vidas, sin merecerlo en absoluto.
Aparece un antagonista –aunque inconsciente por su parte--, Nemesio, el juez del pueblo, rico y caprichoso. Desea comprar a “Crisantemo” a toda costa, pero los Francisquitos se resisten. Y aquí radica la causa de la tragedia que cae sobre la familia campesina.
- Narrador
El narrador aparece en tercera persona; es omnisciente, aunque con cierta limitación en su conocimiento. Por ejemplo, escamotea el final, que lo deja al albur de la interpretación del lector. Muestra cierta simpatía por Barrito y el matrimonio, aunque manteniendo la distancia necesaria para no perder la objetividad narrativa.
- Lugar y tiempo
La
acción se desarrolla en Artámila, un lugar imaginario pero muy bien
contorneado. Es un pueblo pequeño, aislado, pobre y con un bosque cercano. Como
Matute afirmó en muchas ocasiones, es reflejo de Mansilla de la Sierra, el
pueblo riojano de donde procedían sus padres y ella pasó largas temporadas de
su infancia, incluyendo los veranos. Sus gentes, algo brutas y primitivas,
exhiben rasgos de nobleza, sacrificio y abnegación. Solidarios cuando lo
estiman, egoístas cerriles a veces, son personajes duros y ásperos que
sobreviven en un medio natural bastante hostil. Artámila, ciertamente, no es
lugar fácil para vivir, aunque sus habitantes lo llevan con resignación
cristiana.
El tiempo de la escritura se remonta a la década de 1950, momento en que el cuento, junto con los otros que componen el volumen –publicado en 1961--, salieron a la luz en diferentes revistas españolas. El tiempo de la acción narrada nos remite a una o dos décadas atrás, es decir, recién finalizada la guerra civil española, entre 1940 y 1950. Pobreza material, miseria intelectual, gentes abandonadas por el poder central, naturaleza inhóspita y poco feraz es el cuadro que nos pinta Matute, en verdad inquietante, espejo de una época muy dura para la mayoría de los españoles. La duración de la acción está bien delimitada: cuatro años, desde los diez a los catorce años de Barrito, es decir, el tiempo de su convivencia con el matrimonio de los Francisquitos.
- Aspectos estilísticos
Lógicamente,
Matute utiliza variada y atinadamente los tres procedimientos narrativos:
narración, descripción y diálogo. El primer párrafo es un ejemplo perfecto de
descripción literaria, incluyendo prosopografía y etopeya. En unas pocas
líneas, el matrimonio de Damián y Timotea queda perfectamente perfilado. Le
sigue un diálogo entre los personajes, que también es caracterizador: sobrio,
contenido, popular y expresivo. El final del cuento es un bello ejemplo de
narración: “Pero Barrito y Crisantemo
habían desaparecido. Un gran fío entró en sus corazones (…). Así estuvieron un
rato, hasta que oyeron la campana de la iglesia, dando la hora”.
El empleo que realiza Matute de los recursos estilísticos es acertadísimo, brillante y creativo. Metáforas, personificaciones, comparaciones, epíteto caracterizador, elipsis, etc. Iluminan un texto muy expresivo y con imágenes de una potencia sorprendente. Aportamos un ejemplo que sirve para apreciar el excelente dominio del lenguaje y de los recursos retóricos para embellecer un texto asombrosamente poético y expansivo:
También Barrito estaba orgulloso de Crisantemo. Cuando le llevaba a beber al
gamellón, carretera delante, en la entrada del bosque. Cuando le llevaba a la
leña. Cuando le llevaba a la tierra. Sólo por Crisantemo se le vio sonreír, con dientes menudos y cariados, una
vez que le dijo el juez, viéndole pasar:
--Buen caballo tenéis, Barrito.
- Contextualización del autor y la obra
Ana
María Matute (Barcelona, 1925 – 2014) es una de las narradoras más importantes
de posguerra. Sin ajustarse a escuelas artísticas ni movimientos a la moda
(realismo social, objetivismo, novela estructural, etc.), Matute supo alcanzar
un estilo propio caracterizado por el expresionismo y un portentoso dominio de
la lengua castellana y de los recursos literarios. Aportan una extraordinaria
poeticidad y un lirismo en la construcción de ambientes y personajes llenos de
tormentos, dudas y temores, lejos de los héroes de otros tiempos.
Matute aborda la problemática social, las injusticias y los atropellos de toda índole, con valentía y sinceridad, en momentos de censura política importante, pues estamos en pleno franquismo. Por otro lado, la atención que dedica a los niños es extraordinaria. Denuncia sus carencias materiales, intelectuales y emocionales, producto de una sociedad violenta, agresiva y muy poco sensible a las preocupaciones de los niños y adolescentes. Sin educación, sin cultura, sin protección, los niños crecen en el desamparo y el dolor. Con todo, en su interior se esconden valores de amor y lealtad que afloran en los momentos más inopinados con una tremenda fuerza y contundencia. Barrito, al inmolarse, da una lección de su amor a “Crisantemo” y a sus padres adoptivos más allá de toda lógica.
- Interpretación
“Caminos”
es un cuento denso y cargado de significación. El protagonismo recae en una
familia humilde, pero noble y consecuente; poseen una dignidad muy alta, pues
se respetan a sí mismos y se hacen respetar. Quien mejor capta esto es el niño
adoptado, sin papeles ni burocracia. Asimismo, Barrito comparte protagonismo:
lo encontramos explotado por un adulto despiadado, al principio; al final, se
desaparece para no disgustar a sus padres adoptivos y hacerles vender el
caballo “Crisantemo”. Matute realiza una crítica social inteligente e incisiva;
denuncia el estado de postración de familias pobres y el abandono e
incomprensión de la infancia.
En una España pobre y ruin, en las primeras décadas de posguerra, la situación social y política era realmente penosa para la gran mayoría de la población. Matute refleja con poeticidad esta lamentable realidad a través de una simple anécdota ocurrida en un pueblo perdido. Apela a lo más hondo del lector y plantea interrogantes que desbordan lo literario para entrar en la esfera de lo ético y lo social.
- Valoración
Este
cuento es un verdadero y hermoso artefacto literario. Lo más sorprendente es
cómo de una mera anécdota rural se salta a una reflexión de carácter universal.
Ello se logra a través de un uso maestro de la lengua literaria. Matute cuenta
con mucho lirismo: las anécdotas adquieren un sentido mucho más profundo
gracias a insinuaciones que van jalonando la narración. Los sentidos
metafóricos amplían la significación del conjunto hasta límites insospechados
al principio de la lectura.
La
escritora barcelonesa sabe transcender la anécdota local para lograr un relato
de significación universal. Los valores que emergen en la lectura son la
lealtad, el amor contenido, tanto a las personas como a los animales. También
es muy llamativo el sentido de la generosidad de Barrito, ese niño silencioso
que se sacrifica trágicamente para que sus padres adoptivos y su caballo
“Crisantemo” sigan unidos. Y justo lo hace el niño explotado por los pueblos
desde su más tierna infancia. Recibió egoísmo y devuelve generosidad, aunque
dolorosa para sus padres, en sí mismos ejemplo de sencillez rural atravesada de
humanitarismo.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
2.1. Comprensión lectora
1) Resume el texto.
2) Señala su tema principal y
los secundarios.
3) Delimita los apartados
temáticos.
4) Analiza los personajes
principales.
5) Explica la figura del
narrador.
6) Señala los aspectos de
lugar y tiempo relativos al cuento.
7) Localiza y explica media docena de recursos estilísticos.
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Qué rasgos de época
--España de posguerra-- se aprecian en el texto?
2) Indica los móviles del
comportamiento de los Francisquitos y Barrito.
3) ¿Qué importancia narrativa
posee “Crisantemo”?
4) ¿Cómo se aprecia en el
texto las diferencias sociales y económicas?
5) El destino irónico aparece
en el texto: ¿cómo?
6) ¿Qué pensar de la actitud
de Barrito? Razona plausiblemente.
7) ¿Cómo podemos juzgar la actitud de los padres? Aporta argumentos.
2.3. Comentario de texto específico
Al
día siguiente los de la guitarra habían desaparecido del pueblo. En un
principio se pensó en seguirles, pero la Timotea habló a su marido, y éste al
alcalde.
--Damián,
vamos a quedarnos a Barrito.
--¿Y
eso, mujer?
--Más
a gusto trabajará en nuestra tierra que de caminos. ¡No tenemos hijos, Damián!
El
alcalde se rascó la cabeza, cuando se lo dijeron. Al fin, se encogió de
hombros:
--Mejor
es así, Francisquita, mejor es así. Piero si un día le reclaman...
--Sea
lo que Dios quiera –dijo ella.
Y
se quedaron con Barrito.
Pasó
el tiempo y nadie lo vino a reclamar. Barrito era un niño callado, como si no
pudiera quitarse del todo su aire triste, huraño y como amedrentado. Los
Francisquitos le tenían como hijo de verdad, del corazón. Barrito aprendió a
trabajar. Ayudaba a Damián a sostener el arado e iba con Timotea a cavar, con
su pequeña azada al hombro. Enseguida aprendió de simientes y de riegos, de
tierra buena y mala, de piedras, árboles y pájaros. Barrito era dócil,
ciertamente. Escuchaba en silencio a los Francisquitos, cuando le hablaban, y
obedecía. A veces, Timotea hubiera querido verlo más cariñoso, y le decía a su
marido:
--Sólo
un pero tiene el niño, Damián: que no creo que nos tenga amor. Es bueno, eso
sí. Y obediente. Porque agradecido sí parece. ¡Ay, Damián!, pero cariñoso no,
cariño no le despertamos.
Damián
liaba un cigarrillo, despacio.
--Mujer
-decía--, mujer, ¿qué más quieres?
También
Barrito estaba orgulloso de Crisantemo.
Cuando le llevaba a beber al gamellón, carretera delante, a la entrada del
bosque. Cuando le llevaba a la leña. Cuando le llevaba a la leña. Cuando le
llevaba a la tierra. Sólo por Crisantemo
se le vio sonreír, con dientes menudos y cariados, una vez que le dijo el juez,
viéndole pasar:
--Buen
caballo tenéis, Barrito.
Barrito cumplió catorce años. Francisquito le enseñó, paciente, durante las noches de invierno, a leer y a escribir. Y también algo de cuentas.
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