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Gondomar, Pontevedra (VIII-2019) ©SVM |
- ANÁLISIS
Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran
Canaria, 1843 – Madrid, 1920) es uno de los novelistas más intensos y
magistrales de la literatura española. Desde postulados realistas perfectamente
asimilados, nos dejó una inmensa y estimable producción literaria, auténtico
regalo para la literatura española. Marianela
(1878) es una de las mejores y últimas novelas del ciclo inicial de las
"novelas de tesis".
La acción se desenvuelve en un pequeño
pueblo, aislado y montañoso, de ambiente cántabro, Aldeacorba, y un lugar donde
se explotan unas minas de lo que se llamaba calamina, llamado Socartes; sirven
de sustento a muchas familias del pueblo. Allí vive con su adinerada familia el
joven ciego Pablo de Penáguilas, a quien la joven Marianela, huérfana y pobre,
le sirve de lazarillo. Francisco de Penáguilas, labrador rico, viudo y hombre
recto, el padre del joven, le lee libros de ciencias y literatura a su hijo
para mantenerlo al día y cultivar su inteligencia, "para que no fuera
ciego dos veces". Pablo y Marianela se complementan muy bien porque ella
le describe la realidad más sensible y él la interpreta y sublima en un plano
idealizado superior. Por ejemplo, el hecho de que Marianela sea poco atractiva
no importa en la relación amorosa platónica que se establece entre los jóvenes.
Marianela, verdaderamente llamada María
Manuela Téllez, huérfana y abandonada, malvive con la familia Centeno,
encargados de cuidar de las sesenta mulas que trasportaban el mineral. El
padre, Sinforoso la protege, pero la madre, Señana, no la puede ver. Celipín,
el pequeño de los cuatro hijos del matrimonio Centeno sueña con ir a Madrid,
estudiar medicina y ejercer de médico. Se lleva muy bien con Marianela y, en su
mentalidad infantil-adolescente, representa muy bien el deseo y la necesidad de
adquirir educación y cultura para escapar de la vida sórdida de su familia.
Un buen día llega a Socartes el
oftalmólogo Teodoro Golfín, hombre de mundo, desenvuelto y optimista. El motivo
de su estancia es el de visitar a su hermano Carlos, el ingeniero encargado de
la explotación mineral. Su matrimonio con Sofía es feliz, aunque sin hijos.
Aportan algo de humanidad en medio de la pobreza y rudeza reinantes en
Socartes. Cuando Teodoro Golfín se entera de la dolencia de Pablo, lo examina y
da esperanzas a la familia de que el muchacho recupere la vista con una
intervención. La noticia es muy bien recibida por todos, menos por Marianela,
que sospecha, no sin fundamento, que si Pablo recupera la vista, ella será
abandonada por su fealdad y pobreza. La llegada al pueblo de Florentina, joven
bella y de buena posición, prima de Pablo, la altera todavía más.
En su religión sincrética de cristianismo,
paganismo, etc., Nela reza para salir bien librada. En el campo, tiene una
visión de la Virgen, pero sólo era Florentina vista difusamente. Los padres de
Pablo y Florentina comienzan a preparar la boda de ambos primos, pues se caen
bien y el patrimonio quedaría agrupado. Nela se apesadumbra cada día más; con
frecuencia, comienza a pasear sola por el campo y a alejarse de Pablo y las
demás personas. Teodoro opera de la vista a Pablo: la intervención sale muy
bien y, tras unos días, el muchacho recupera la visión.
Nela planea abandonar el pueblo, pero el
doctor Golfín la convence para que se quede y visite a Pablo en su casa de
Aldeacorba, la población donde se halla Socartes. Pero lo que la abatida
Marianela comprueba es que Pablo se enamora de su prima, aunque piense, en un
primer momento, que es Nela. Deshecho el equívoco, la joven comprende que ha
perdido a Pablo y sus ilusiones para siempre. Cae inmediatamente en un estado
de postración que será mortal. Nela muere a los pocos días. Recibe un rico
funeral con asistencia de todo el pueblo. Los primos se casan y la vida sigue
su rumbo. Un buen día aparecen por Aldeacorba unos extranjeros que resultaron
ser periodistas, indagando sobre la verdadera historia de Nela. Fantasean sobre
la chica en periódicos ingleses tratándola de noble, rica, independiente y de
espíritu inquieto. El narrador, sabedor de ello, ha decidido contarla él para
que los demás la conozcamos puntualmente.
El final es irónico y triste:
XXII -Adiós
¡Cosa
rara, inaudita! La Nela que nunca había tenido cama, ni ropa, ni zapatos, ni
sustento, ni consideración, ni familia, ni nada propio, ni siquiera nombre,
tuvo un magnífico sepulcro que causó no pocas envidias entre los vivos de
Socartes. Esta magnificencia póstuma fue la más grande ironía que se ha visto
en aquellas tierras calaminíferas. La señorita Florentina, consecuente con sus
sentimientos generosos, quiso atenuar la pena de no haber podido socorrer en
vida a la Nela, con la satisfacción de honrar sus pobres despojos después de la
muerte. Algún positivista empedernido, criticona por esto; pero nosotros vemos
en tan desusado hecho una prueba más de la delicadeza de su alma.
Cuando
la enterraron, los curiosos que fueron a verla ¡esto sí que es inaudito y raro!
la encontraron casi bonita; al menos así lo decían. Fue la única vez que
recibió adulaciones.
Los
funerales se celebraron con pompa, y los clérigos de Villamojada abrieron
tamaña boca al ver que se les daba dinero por echar responsos a la hija de la
Canela. Era estupendo, fenomenal que un ser cuya importancia social había sido
casi casi semejante a la de los insectos, fuera causa de encender muchas luces,
de tender muchos paños y de poner roncos a sochantres y sacristanes. Esto, a
fuerza de ser extraño, rayaba en lo chistoso. No se habló de otra cosa en seis
meses.
La
sorpresa y... dígase de una vez, la indignación de aquellas buenas muchedumbres
llegaron a su colmo cuando vieron que por el camino adelante venían dos carros
cargados con enormes piezas de piedra blanca y fina. ¡Ah! En el entendimiento
de la Señana se verificaba una espantosa confusión de ideas, un verdadero
cataclismo intelectual, un caos, al considerar que aquellas piedras blancas y
finas eran el sepulcro de la Nela. Si ante la Señana volara un buey o
discurriera su marido, ya no le llamaría la atención.
Revolvieron
los libros parroquiales de Villamojada, porque era preciso que después de muerta tuviera un nombre fijo la que se había
pasado sin él en vida, como lo prueba esta misma historia, donde se la nombra
de distintos modos. Hallado aquel requisito indispensable para figurar en los
archivos de la muerte, la magnífica piedra sepulcral que se ostentaba orgullosa
en medio de las rústicas cruces del cementerio de Aldeacorba tenía grabados
estos renglones:
R. I. P.
MARÍA MANUELA TÉLLEZ
RECLAMOLA EL CIELO
EN 12 DE OCTUBRE DE 186...
Una
guirnalda de flores primorosamente tallada en el mármol coronaba esta inscripción.
Algunos meses después, cuando ya Florentina y Pablo Penáguilas se habían casado
y cuando (dígase la verdad, porque la verdad es antes que todo)... cuando nadie
en Aldeacorba de Suso se acordaba ya de la Nela, fueron viajando por aquellos
países unos extranjeros de esos que llaman turistas,
y luego que vieron el soberbio túmulo de mármol alzado en el cementerio por la
piedad religiosa y el afecto sublime de una ejemplar mujer, se quedaron
embobados de admiración, y sin más averiguaciones escribieron en su cartera de
apuntes estas observaciones, que con el título de Sketches from Cantabria
publicó más tarde un periódico inglés.
Estamos ante una novela original, extraña
y de sabor agridulce. Los temas tratados son muchos y de enjundia. El primero
que, a nuestro juicio, aborda Galdós es el lamentable abandono de los pobres y
desfavorecidos sociales. La novela encierra una reflexión y una crítica acerba
a las consecuencias materiales, educativas y morales de una sociedad muy poco
equitativa. Nela, por descontado, encarna a la persona pobre de solemnidad que
no tiene dónde caer muerta de hambre. Sólo por caridad la familia Centeno la
atiende en sus necesidades mínimas. Esa familia también vive al borde de la
necesidad, pero van sorteando el destino. Las consecuencias de la falta de
recursos se reflejan en la carencia de educación, de letras, de una visión
amplia de la vida, etc. Los pobres se aferran a creencias y ritos antiguos que,
en realidad, propician el inmovilismo social, ideológico y moral.
Galdós es poco maniqueo; antes al contrario, fomenta una reflexión
matizada y amplia sobre la conducta humana. Los pobres no son mejores que los
ricos; simplemente resultan más bárbaros y brutos en sus costumbres, con
algunas dosis de violencia incluida. Complementariamente, los ricos no son más
egoístas o caprichosos que los pobres; casi se podría decir que ocurre lo
contrario: los hermanos Golfín son más bien personas bondadosas, hechas a sí
mismas, pues también habían conocido la pobreza cuando fueron niños (cap. X);
Sofía, la esposa de Carlos, realiza obras de caridad y muestra sensibilidad a
las penalidades de los demás. Y, sin embargo, percibimos que Nela y Celipín,
por ejemplo, podían haber sido personas superiores en todos los órdenes con la
ayuda económica adecuada. En este sentido, conviene recordar que parte del
capítulo IV lo dedica el narrador a una reflexión honda sobre la importancia de
la educación y la formación moral en el marco familiar para las personas.
El segundo tema de la novela, a nuestro
entender, es que las apariencias engañan y las consecuencias de esa falsa
percepción pueden ser fatales. Cuando Pablo recupera la vista, casi
inevitablemente se enamora de su bella y primorosa prima Florentina. Lo bello
atrae y lo feo repele, casi por ley natural, parece querer decirnos el
narrador. Las protestas de amor idealizado y de fidelidad eterna quedaron,
simplemente, en nada; disueltas. ¿Es culpable Pablo por ello? No, simplemente
se impuso el sentido común de los jóvenes y de las familias que, evidentemente,
fomentan esta relación que preserva el patrimonio familiar.
El tercer asunto destacado de la novela es
la reflexión sobre la realidad y el deseo, tomando la fórmula de nuestro poeta
Luis Cernuda. Casi habría que invertir el orden de los dos elementos: los
deseos de Pablo se fijan en conocer y amar a Nela; los de sus padres, que cure
su ceguera; los de Nela, corresponder a los sentimientos de Pablo; los de
Celipín, ser médico; los de Teodoro Golfín, vivir y ejercer su profesión médica
con alegría y optimismo, etc. Pero la realidad, paradójica y cruel, es que el
cumplimiento de los deseos de algunos acarrea indefectiblemente la desgracia de
otros. Cuando Pablo recupera la vista gracias a la destreza médica de Teodoro,
Nela comprende que su futuro se oscurece terriblemente. Florentina acude a
ayudar a su primo, trata de ayudar a Nela, pero su enamoramiento supone la
frustración de las ilusiones de la pobre huérfana. La realidad es de un modo
que la felicidad de algunos, en general ricos y favorecidos, acarrea la
desgracia de otros, como Nela.
En este sentido, conviene preguntarse, ¿de
qué muere Nela? Acaso de rabia, de desesperación, de desengaño de sí misma y
del mundo, que la ha maltratado a gusto y gana. Desgraciadamente, su fealdad
física pesa más que su belleza moral y su nobleza espiritual. Cuando comprueba
esta dura realidad, opta por quitarse de en medio. El narrador pasa factura a
esos vecinos que sólo la encontraron bonita cuando ya estaba muerta.
Como muchas veces ocurre en Galdós, el
narrador cierra la narración con alguna reflexión personal, o anunciando una continuación, etc. En este
caso, el carácter irónico del último capítulo raya la brutalidad. Nela, la niña
de la que en vida casi ignoraban su nombre, descansa para siempre bajo una
"magnífica piedra sepulcral" pagada por Florentina (paradójicamente,
la mujer que provocó su desgracia); pero medio año después de muerta, ya nadie
se acordaba de ella. Tuvieron que venir unos turistas ingleses a reparar en la
hermosa tumba y la fascinante historia que contiene. Fantasean a gusto en sus
"Bosquejos de Cantabria", de ahí que el narrador se aplique a
contarnos la verdad de la historia. El influjo cervantino es manifiesto y nos
aclara el magisterio de nuestro primer clásico sobre Galdós, con la lección muy
bien aprendida.
El narrador asoma al texto aquí y allá, en
primera persona del plural, a medio camino entre el mayestático y la maniobra
envolvente para captar al lector. Un ejemplo extraído del capítulo IV nos lo
aclara muy bien: "En lo interior el edificio servía para probar
prácticamente un aforismo que ya
conocemos [resaltado mío], por haberlo visto enunciado por la misma
Marianela; es, a saber, que ella, Marianela, no servía más que de
estorbo". Estamos ante este narrador omnisciente cuando quiere, algo
juguetón, objetivo y subjetivo al mismo tiempo, distante y cercano, etc.
Los personajes son de la más pura estirpe
galdosiana: auténticos, variados, muy bien dibujados, perfilados rotundamente a
través de sus acciones, sus pensamientos, sus sentimientos y su lenguaje. Todos
ellos son verosímiles, cercanos, como familiares al lector. En general, parecen
lineales o planos, pero su riqueza y hondura radica en su obstinación en ser
como son, aunque les cueste trabajo mantener su línea de conducta. Parte de la
intriga de las novelas de Galdós descansa en conocer si los personajes serán
capaces de ser fieles a sí mismos cuando cambian las circunstancias. En este
caso, todos cambian y, como consecuencia, los efectos negativos acaban en tragedia
para Nela.
Esta es una novela rural, del campo, en un
lugar llamado Aldeacorba (no pasemos por alto
la ironía del nombre), pero con un ingrediente de la industrialización
más salvaje y depredadora. Parece que Galdós tiene interés en recoger lo peor de
ambos mundos. Se desprende una mirada escéptica y pesimista sobre el rumbo del
mundo y de las personas, tal vez algo atenuado por el hecho de que Pablo,
co-protagonista, recupera la vista y encuentra el amor con su prima Florentina.
La duración de la acción narrada no se
extiende mucho. Semanas, tal vez algunos meses, pero nada más: la llegada del
doctor Golfín a Aldeacorba, preparativos de la operación de Pablo, éxito de la
misma y muerte de Marianela. El epílogo final, seis meses después, sirve para enfatizar
el sarcasmo del destino de Nela: olvidada, rescatada imaginariamente por los
turistas ingleses y traída a nosotros por el narrador.
El estilo galdosiano es asombrosamente
plástico y vivaz: describe como dibujando, narra como si viéramos una película,
hace que los personajes dialoguen como si nadie los escuchara, con toda la
naturalidad del mundo. Es, pues, un estilo expresivo, contenido y con ramalazos
de poeticidad aquí y allá. Su dominio del lenguaje ha sido alabado, y con
razón. La exactitud y precisión de las descripciones, el fondo de verdad que
late en sus obras –producto de una concienzuda documentación previa— y la
propiedad de sus diálogos son características que potencian la eficacia
artística. No en vano, Galdós es uno de los grandes novelistas de la literatura
española: a través de sus obras conocemos la historia oculta, íntima y humilde
de las personas normales (es la "intrahistoria" de Unamuno, pero
medio siglo antes); tan verdadera y conmovedora como una fotografía de época.
- PROPUESTA
DIDÁCTICA
2.1. Comprensión lectora
1) ¿Quién ayuda a Golfín a llegar a
Socartes? ¿Qué le sorprende de su guía?
2) ¿Cómo es la casa donde vive la familia
Centeno? ¿Con qué animales hacen pared?
3) ¿Quién es "Choto"? ¿A quién
acompaña?
4) ¿Qué desea Pablo que aprenda Nela? ¿Por
qué?
5) ¿Cómo reaccionan Pablo y Nela ante la
perspectiva de la operación ocular?
6) Carlos Golfín y Sofía no tienen hijos:
¿qué propone Teodoro? ¿Cómo reaccionan los afectados?
7) Celipín, ¿ha ido a la escuela? ¿Qué
desea ser de mayor? ¿Es paradójico?
8) ¿Qué intenta hacer Nela con la ayuda de
Celipín para no sufrir más?
9) Pablo, al recuperar la vista, cambia de
sentimientos amorosos, ¿en qué sentido?
10) ¿De qué muere Nela? El doctor Golfín lo manifiesta en un momento dado.
2.2.
Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Qué se dice de la educación a lo largo
de la novela? Señala quiénes la poseen o carecen de ella.
2) Señana es muy avara, ¿cómo lo apreciamos
en la novela? ¿Quién paga las consecuencias?
3) ¿Cómo vemos en la novela la importancia
de una mentalidad abierta, liberal y con sensibilidad hacia los demás? ¿Qué
personaje encarna estos ideales?
4) La avaricia recibe una severa crítica
por parte del narrador: identifica dónde y concreta cuál es la que peor le
parece.
5) Nela no desea vivir más cuando comprende que ya no es amada por Pablo. ¿Es lógico este sentimiento?
2.3. Comentario de texto específico
(Cap.
XVI)
Cuando
estuvieron solas Florentina dijo a María [Nela]:
-Ruégale
a Dios de día y de noche que conceda a mi querido primo ese don que nosotros
poseemos y de que él ha carecido. ¡En qué ansiedad tan grande vivimos! Con su
vista vendrán mil felicidades y se remediarán muchos males. Yo he hecho a la
Virgen una promesa sagrada: he prometido que si da la vista a mi primo he de
recoger al pobre más pobre que encuentre, dándole todo lo necesario para que
pueda olvidar completamente su pobreza, haciéndole enteramente igual a mí por
las comodidades y el bienestar de la vida. Para esto no basta vestir a una
persona, ni sentarla delante de una mesa donde haya sopa y carne. Es preciso
ofrecerle también aquella limosna que vale más que todos los mendrugos y que
todos los trapos imaginables, y es la consideración, la dignidad, el nombre. Yo
daré a mi pobre estas cosas, infundiéndole el respeto y la estimación de sí
mismo. Ya he escogido a mi pobre, María; mi pobre eres tú. Con todas las voces
de mi alma le he dicho a la Santísima Virgen que si devuelve la vista a mi
primo, haré de ti una hermana: serás en mi casa lo mismo que soy yo, serás mi
hermana.
Diciendo
esto la Virgen estrechó con amor entre sus brazos la cabeza de la Nela y diole
un beso en la frente.
Es
absolutamente imposible describir los sentimientos de la vagabunda en aquella
culminante hora de su vida. Un horror instintivo la alejaba de la casa de
Aldeacorba, horror con el cual se confundía la imagen de la señorita de
Penáguilas, como las figuras que se nos presentan en una pesadilla; y al mismo
tiempo sentía nacer en su alma admiración y simpatía considerables hacia
aquella misma persona... A veces creía con pueril inocencia que era la Virgen
María en esencia y presencia. De tal modo comprendía su bondad que creía estar
viendo, como el interior de un hermoso paraíso abierto, el alma de Florentina,
llena de pureza, de amor, de bondades, de pensamientos discretos y
consoladores. La Nela tenía la rectitud suficiente para adoptar y asimilarse al
punto la idea de que no podría aborrecer a su improvisada hermana. ¿Cómo
aborrecerla, si se sentía impulsada espontáneamente a amarla con todas las
energías de su corazón? La aversión, la repulsión eran como un sedimento que al
fin de la lucha debía quedar en el fondo para descomponerse al cabo y desaparecer,
sirviendo sus elementos para alimentar la admiración y el respeto hacia la
misma amiga bienhechora. Pero si desaparecía la aversión, no así el sentimiento
que la había causado, el cual, no pudiendo florecer por sí ni manifestarse
solo, con el exclusivismo avasallador que es condición propia de tales afectos,
prodújole un aplanamiento moral que trajo consigo la más amarga tristeza. En
casa de Centeno observaron que la Nela no comía, que parecía más parada que de
costumbre, que permanecía en silencio y sin movimiento como una estatua
larguísimos ratos, que hacía mucho tiempo que no cantaba de noche ni de día. Su
incapacidad para todo había llegado a ser absoluta, y habiéndola mandado
Tanasio por tabaco a la Primera de
Socartes, sentóse en el camino y allí se estuvo todo el día.
Una
mañana, cuando habían pasado ocho días después de la operación, fue a casa del
ingeniero jefe, y Sofía le dijo:
-¡Albricias,
Nela! ¿No sabes las noticias que corren? Hoy han levantado la venda a Pablo...
Dicen que ve algo, que ya tiene vista... Ulises, el jefe de taller, lo acaba de
decir... Teodoro no ha venido aún, pero Carlos ha ido allá; pronto sabremos si
es verdad.
Quedose
la Nela al oír esto más muerta que viva, y cruzando las manos exclamó así:
-¡Bendita
sea la Virgen Santísima, que es quien lo ha hecho!... Ella, ella sola es quien
lo ha hecho.
-¿Te
alegras?... Ya lo creo: ahora la señorita Florentina cumplirá su promesa -dijo
Sofía en tono de mofa-. Mil enhorabuenas a la señora doña Nela... Ahí tienes tú
como cuando menos se piensa se acuerda Dios de los pobres. Esto es como una
lotería... ¡qué premio gordo, Nelilla!... Y puede que no seas agradecida... no,
no lo serás... No he conocido a ningún pobre que tenga agradecimiento. Son
soberbios, y mientras más se les da, más quieren... Ya es cosa hecha que Pablo
se casará con su prima: es buena pareja; los dos son guapos chicos; y ella no
parece tonta... y tiene una cara preciosa, ¡qué lástima de cara y de cuerpo con
aquellos vestidos tan horribles!... No, no, si necesito vestirme, no me traigan
acá a la modista de Santa Irene de Campó.
Esto
decía cuando entró Carlos. Su rostro resplandecía de júbilo.
-¡Triunfo
completo! -gritó desde la puerta-. Después de Dios, mi hermano Teodoro.
-¿Es
cierto?...
-Como la luz del día... Yo no lo creí... ¡Pero qué triunfo Sofía! ¡Qué triunfo! No hay para mí gozo mayor que ser hermano de mi hermano... Es el rey de los hombres... Si es lo que digo: después de Dios, Teodoro.
a) Comprensión lectora
1) Resume el texto, señala el tema e
indica los apartados temáticos o secciones de contenido.
2) Analiza brevemente los personajes que
intervienen y su papel en la obra.
3) ¿Qué ha ocurrido antes de este
fragmento? ¿Y después?
4) Indica el lugar y el momento donde se
desarrolla la acción.
5) Localiza y explica media docena de recursos estilísticos que embellecen el mensaje.
b) Interpretación
1) Analiza la intervención de Sofía.
¿Trata bien a Nela?
2) ¿Es posible que el bien de unos
provoque la desgracia de otros?
3) ¿Qué sentimientos expresa Carlos hacia su hermano? ¿Por qué?
2.4.
Fomento de la creatividad
1) ¿Qué harías tú si hubieras sido Pablo o
Nela? Explica y razona con detalle.
2) Transforma el final de la novela, de
modo que te parezca más justo o razonable.
3) Realiza una exposición con un panel o
con medios TIC sobre la vida y la obra de Pérez Galdós.
4) Escribe un relato más o menos inspirado
en Marianela, pero ambientado en
nuestros días, abordando los mismos temas.
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