06/03/2021

Francisco de Quevedo: "Miré los muros de la patria mía" (soneto); análisis y propuesta didáctica

León (II-2021) © SVM

 

FRANCISCO DE QUEVEDO: “MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA”

 

Miré los muros de la patria mía,              1

si un tiempo fuertes ya desmoronados

de la carrera de la edad cansados

por quien caduca ya su valentía.

 

Salime al campo: vi que el sol bebía        5

los arroyos del hielo desatados,

y del monte quejosos los ganados

que con sombras hurtó su luz al día.

 

Entré en mi casa: vi que amancillada

de anciana habitación era despojos,         10

mi báculo más corvo y menos fuerte.

 

Vencida de la edad sentí mi espada,

y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte.

 

 

1.      ANÁLISIS

1)   Resumen

Francisco de Quevedo (Madrid, 1580 – Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645) es el máximo ejemplo del conceptismo barroco español. Este poema es un ejemplo de ello en sus múltiples facetas, formales o del plano de la expresión, y de significación o del plano del contenido. En otras palabras, nos sirve muy bien para entender la mentalidad y los presupuestos estéticos barrocos.

El yo lírico realiza un paseo, acaso físico, acaso mental. Primero detiene su mirada en los “muros de la patria mía”; patria acaso se refiera a la nación española, acaso a su patria chica, Madrid. Sus muros están abatidos, a fuerza de viejos y poco defendidos. En la segunda estrofa la contemplación se extiende al “campo”. Los arroyos están secos, sin agua; los ganados pasan sed y hambre y se quejan, en la hora crepuscular, o acaso de noche.

El yo lírico entra en su casa y la mira detenidamente. Solo encuentra restos inservibles de antiguas glorias. El bastón en el que apoya, el báculo, está más torcido y debilitado que la última vez que lo miró. En la última estrofa su mirada se detiene en la espada, que está “vencida de la edad”, es decir, derrotada por vieja, inservible. Los dos últimos versos poseen un fuerte carácter conclusivo y sumario. Todo lo que ha mirado, mira y podría mirar refleja la muerte, el acabamiento, referido tanto al yo lírico, como a la patria y a su casa.

2)    Tema

El tema del poema se puede enunciar así: contemplación desolada del yo lírico dirigida a su patria, a su casa y a sí mismo. En otras palabras, es una visión pesimista del estado natural y moral de su nación.

3)   Apartados temáticos

Como es de esperar por la estructura estrófica empleada, el soneto, se distinguen muy bien dos secciones de contenido, aunque no en su distribución habitual:

-      Las tres primeras estrofas y el primer verso de la cuarta (vv. 1-112) forman la primera sección temática: se expone, declara o enuncia realidades objetivas observables: el estado de la patria, el muro y la casa del yo lírico es lamentable, pues todo es ruina, desmoramiento y destrucción.

-      Los dos últimos versos (vv. 13-14) conforman la segunda sección temática: poseen un carácter conclusivo y causal-consecutivo: todo lo que rodea al yo lírico es imagen de la muerte, pues el estado calamitoso de los objetos y animales es de ruina total.

4) Análisis métrico y de la rima

Quevedo ha elegido el soneto como forma estrófica (ABBA, ABBA, CDE, DCE). Lógicamente, los versos son endecasílabos, la rima consonante y las estrofas se distribuyen en dos cuartetos y dos tercetos; estos tienen una rima consecutiva, sin repetirse dentro del propio terceto. Es una opción típica de Quevedo, al fin y al cabo deudor de la tradición garcilasiana y petrarquista.

5) Comentario estilístico

Este bellísimo poeta es un auténtico prodigio compositivo. El yo lírico se anuncia en la primera palabra del poema, “Miré” (v. 1); son actos subjetivos e íntimos que denotan su preocupación por lo contemplado. Los “muros de la patria mía” se puede referir a la nación española, o acaso solo a las murallas de su ciudad, en este caso, Madrid. Anota tres características negativas que denotan ruina y desmoronamiento. Son dos adjetivos, “desmoronados” (v. 2) y “cansados” (v. 3); la tercera característica equivale a “arruinados”, pero se expresa a través de un circunloquio, que ocupa el último verso del primer cuarteto: ya no poseen la valentía suficiente para plantar cara al enemigo.

El segundo cuarteto, en riguroso paralelismo, comienza como el primero: el yo lírico sale al campo. Lo que allí contempla es desolador: la sequía de los cauces (se nombra con una metonimia, “los arroyos”, v. 6) y agostamiento de los campos provoca el lamento de los “ganados”, metonimia de los seres vivos, que no tienen comida ni bebida. El último verso precisa la hora de esta acción: al anochecer, pues los montes proyectan su sombra sobre los campos, robándoles su luz. La personificación de “sol” (v. 5) y “monte” (v. 7) y los hipérbatos crean un efecto estético de acabamiento  y desolación.

En el primer terceto continúael paralelismo creado por el verbo de movimiento en la primera posición de la estrofa. En concreto, el paralelismo entre los versos 5 y 9 es muy hermoso y crea una sensación de repetición infructuosa, por parte del yo lírico, que busca soluciones ante el estado de alarma que observa a su alrededor. Ahora el movimiento es inverso, pues el yo lírico no va hacia fuera, sino hacia dentro, en este caso de su “casa”. La encuentra arruinada e inservible (el adjetivo metaforizado “amancillada”, v. 9, da una idea exacta de la situación). En ella solo existen “despojos”, es decir, restos despreciables de algo que fue importante. Fija su mirada en el “báculo”, el bastón en el que se apoya, aquí, vía metonímica, podemos inferir que el yo lírico necesita apoyo para moverse; su estado es como el de lo que observa: viejo, impedido y torpe. Esta idea se confirma con los dos adjetivos que le asigna al cayado: corvo y “menos fuerte” (v. 11); la lítote ahonda en la impresión de que fue robusto un día, pero ya no lo es ahora. El paralelismo antítético (formado con “más” y menos”) es muy expresivo.

En el último terceto aún detiene su mirada en otro objeto: la espada. También es metáfora de un pasado guerrero y, presumiblemente, victorioso, pues se alude varias veces a un pasado fuerte y glorioso. El adjetivo asignado a la espada es “vencida” (v. 12): todo es derrota, se afirma metonímicamente. Los dos últimos versos muestran una naturaleza conclusiva cerrada y lapidaria: todo lo que mira el yo lírico es memoria de la muerte, imagen de la derrota final, de la extinción de las glorias pasadas y de la agonía presente. La palabra “cosa” (v. 13) es importante porque expresa que todo, sin excepción, está agotado y perdido. La expresión “poner los ojos” (v. 13) nos confirma el tono contemplativo y reflexivo del poema y de las actividades del yo lírico. Ha estado buscando indicios de que no se acerca el final, pero ha sido inútil,  no halla nada. “Recuerdo de la muerte” (v. 14) es una intensa metáfora que remacha la idea pesimista y agónica que recorre todo el poema: se acerca el final, la extinción (y el yo lírico se refiere tanto a la patria, como a sí mismo) pues nada se puede hacer por remediarlo.

El poema alcanza un equilibrio perfecto entre la expresión y el contenido. Existe un componente dinámico (las acciones del yo lírico, expresadas a través de verbos de movimiento) muy bien armonizado con otro estático y reflexivo: la situación material de su patria y la emocional propia del yo lírico. Por otro lado, los objetos observados también indica un movimiento, como el “travelling” de una cámara: del exterior al interior, del campo a la casa, de lo más grande a lo más pequeño. El movimiento también es intelectual y emocional: de cierta neutralidad al pesimismo y derrotismo inapelable.

6) Contextualización

Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1570 - Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645) es uno de los más grandes escritores de la literatura española y universal. Su versatilidad es asombrosa, junto con enorme capacidad expresiva sobre temas y formas muy distintas entre sí. Es el ejemplo más firme de la literatura conceptista barroca: expresión reconcentrada, anfibología o doble sentido en los enunciados,densidad significativa, juegos verbales y mentales que exigen un notable esfuerzo del lector para descubrir el ingenio del escritor, etc.

La producción poética es de gran envergadura y calidad. Se calcula que compus sobre 875 poemas, bajo el molde de casi todos los subgéneros de su época: poesía satírico-burlesca, amorosa, moral e inmoral, religiosos (donde se incluyen sus célebres Salmos) y fúnebres. Se incluyen  poemas metafísicos y filosóficos de carácter neoestoico. En vida circularon de forma manuscrita muchos poemas. En forma impresa se recogieron póstumamente en dos obras: El Parnaso español (1648, al cuidado de sus amigo José Antonio González de Salas) y Las Tres Musas Últimas Castellanas (1670, al cuidado de su sobrino Pedro Alderete).

Sus obras en prosa también son muy abundantes. Según su contenido, se clasifican en varios grupos. Primero, veremos las obras literarias.

Entre las obras satírico-morales, sobresale Sueños y discursos, donde critica oficios, personajes y tipos sociales de su época; su estilo es mordaz, casi cínico, satírico y un punto escéptico. Toma el modelo de escritor griego Luciano de Samósata.
Escribió dos «fantasías morales», el Discurso de todos los diablos y de La hora de todos. Ambas son también sátiras lucianescas de característico tono tragicómico; alcanza gran elegancia y virtuosismo. La diosa Fortuna da a cada uno lo que merece; el desbarajuste es tal que es mejor volver al desorden previo. Su  novela picaresca Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños, apareció impresa en Zaragoza en 1626. Alcanzó fama en su época por su estilo expresionista y su homor negro, esperpéntico y corrosivo; la hipérbolización, cosificación y animalización de los inmorales personajes es el procedimiento continuo de degradación de la realidad.
Premática y aranceles, hechas por el fiel de las putas, Consejos para guardar la mosca y gastar la prosa, Premática del tiempo, Capitulaciones matrimoniales y Capitulaciones de la vida de la Corte son sátiras burlescas de los géneros burocráticos-administrativos habituales en las secretarías del gobierno.

En Cartas del caballero de la Tenaza (1625), en forma epistolar, cuenta las argucias y pretextos de un hidalgo tacaño que evita que su enamorada le extraiga dinero.

El Libro de todas las cosas y otras muchas más. Compuesto por el docto y experimentado en todas materias. El único maestro malsabidillo. Dirigido a la curiosidad de los entremetidos, a la turbamulta de los habladores, y a la sonsaca de las viejecitas.

Otro título chocante es Gracias y desgracias del ojo del culo. Se trata de una obra breve en el que describe detalladamente, con humor negro, corrosivo y escatológico, las vicisitudes alegres y tristes relacionadas con el ano y sus aledaños.

Quevedo también escribió teatro. No existe un catálogo definitivo de sus obras, pero  destacan Cómo ha de ser el privado y un conjunto de entremeses, como  La polilla de Madrid, El marido pantasma, El marión, El caballero de la Tenaza, El niño y Peralvillo de Madrid, La ropavejera y Los refranes del viejo celoso.

Entre las obras no literarias, algunas son de naturaleza política. Destaca España defendida… Argumenta a favor de la calidad y virtudes de las letras españolas y de su cultura humanista, además de la historia hispana, ya por entonces atacada a través de la “leyenda negra”. En Política de Dios, gobierno de Cristo defiende un gobierno regido por los principios cristianos. Defiende la aparición del Apóstol y su patronazgo de España en Memorial por el patronato de Santiago. Su defensa, agresiva y fuerte, de la política económica del valido Conde-Duque de Olivares en El chitón de las tarabillas (1630) es tan mordaz que se retiró al poco de publicarse. Su antijudaísmo lo vertió por escrito en Execración contra los judíos (1633); ahí desliza críticas al Conde-Duque, lo que luego pagaría con su encarcelamiento en San Marcos de León. Critica la revuelta catalana de 1640 en La rebelión de Barcelona ni es por el güevo ni es por el fuero. La Vida de Marco Bruto, recrea la vida del hijo y homicida de Julio César.

También compuso obras de contenido religioso y de consejos de una vida cristiana. Son sus obras ascéticas, como Vida de Santo Tomás de Villanueva, ​Providencia de Dios (es un tratado contra los ateos, compuesto bajo el principio de un cristianismo estoico), Vida de San Pablo y La constancia y paciencia del santo Job.

Entre las obras filosóficas sobresale por su densidad, su estilo limpio y su estoicismo un tanto escéptico La cuna y la sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas.

Escribió varios volúmenes de crítica literaria, dirigidos a vituperar el estilo culterano y al propio Luis de Góngora, por quien sentía mucha antipatía. El título más célebre es La aguja de navegar cultos con la receta para hacer Soledades en un día. La culta latiniparla es un libro burlesco y satírico, con “consejos” para dominar el estilo gongorino.

Asimismo, dejó un jugoso epistolario y muchas traducciones del latín (Propercio y Séneca, a quienes admiraba) y del griego (criticadas por flojas).

7) Interpretación y valoración

El poema “Miré los muros de la patria mía” es de contenido existencial y cívico. Se trata de una contemplación reflexiva sobre el estado social, político y económico de su patria. El resultado es pesimista y amargo: todo es abandono, acabamiento, ruina y muerte. Y ello referido tanto al ámbito colectivo, como al personal y más subjetivo.

La construcción del soneto es bellísima. La dinámica interna lo dota de una rara armonía, a pesar de su amargo contenido. Parece que vemos cómo se va desplazando la mirada del yo lírico por los espacios mentados. La elección de los elementos objeto de su mirada y descripción son metonímicos respecto de un estado general de derrota y ruina material y moral.

La adjetivación llama poderosamente la atención porque posee un poder connotativo enorme. Contribuyen mucho a un tono pesimista y derrotista. El conjunto del soneto resulta de una asombrosa belleza, a pesar de su triste mensaje. Estamos ante uno de los sonetos cívicos y morales de más honda belleza de la poesía española.

 

2.      PROPUESTA DIDÁCTICA

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el poema.

2) Expresa su tema y sus apartados temáticos.

3) Estudia la medida de los versos y la rima, indica las estrofas y la composición estrófica empleada por Quevedo.

4) Explica los recursos estilísticos más interesantes que nos permitan comprender el poema en su intención emocional, existencial y filosófica.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) Indica los rasgos propios de la cultura barroca visibles en el poema.

2) ¿Qué objetos físicos de la geografía general y personal que rodean al yo lírico se aprecian en el poema?

3) La visión de la vida que se desprende, ¿es optimista o pesimista? Aporta razones.

4) A qué se refiere la expresión “recuerdo de la muerte” (v. 12).

5) ¿Qué relación exite entre el pasado y el presente del yo lírico? Razona la respuesta.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Explica o recrea en un texto creativo, en prosa o en verso, el contenido del poema. Se trata de recoger objetos o lugares que anuncian un mal futuro de algo o de alguien.

2) Imagina una entrevista de tu clase con Francisco de Quevedo. ¿Qué preguntas harías?

3) Redacta un diálogo teatral más o menos fiel al poema. Tendrá dos personajes, el yo lírico y alguien con un pensamiento contrario. ¿Es posible la conciliación de los puntos de vista?

4) Prepara una exposición o presentación ante la clase o la comunidad educativa, con un cartel, o con medios TIC, sobre Francisco de Quevedo y su tiempo barroco.


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