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Ourense (IV-2021) © SVM |
DULCE MARÍA LOYNAZ – Seis
poemas representativos (“Amor tardío”, “Tiempo”, “Hoja seca”, “Lección primera”, “La
fuga inútil” y “La hija pródiga”); análisis y propuesta didáctica
Contextualización y datos
biográficos
Dulce María (originariamente, María
Mercedes) Loynaz Muñoz (La Habana, 1902 — 1997) es una original y potente
escritora cubana. Obtuvo el Premio Miguel de Cervantes en 1992. Fue hija de
militar; recibió una esmerada educación en el seno de una familia próspera y
con inclinación a las letras. Estudió Derecho en la Universidad de La Habana.
Sin demasiada vocación, ejerció la abogacía hasta 1961.
Sus primeras composiciones aparecieron en
el periódico La Nación a la edad de
17 años: Invierno de almas y Vesperal; en dicha publicación
aparecieron otros textos entre 1920 y 1938. En 1929 Dulce María realiza un
viaje por el Medio Oriente y Egipto. En algunas composiciones se percibe el
impacto de la cultura egipcia.
En 1947 publica el poemario Juegos de agua; a partir de 1950 su obra se edita también en
España. De esta época, específicamente de 1951, data la publicación de su única
novela, Jardín (publicada en España
en 1951); aparece como una precursora de los procedimientos y temas del recurso
mágico. Le seguirían Carta de amor al rey
Tut-Ank-Amen (1953), Poemas sin nombre
(1958) y Un verano en Tenerife,
(libro de viajes) que, según la autora, fue "lo mejor que he
escrito". Estableció un vínculo duradero con España, como su segunda
patria. Por esa época, colabora con la prensa cubana y de otros países. Dentro
de su prosa también sobresale el texto autobiográfico Fe de vida.
A raíz del triunfo de la Revolución
cubana, la poetisa se impuso un autoaislamiento por su posición neutral y lejos
del fervor revolucionario. Ello le costó el desconocimiento en su propia
tierra.
Sus últimas publicaciones en Cuba fueron Poemas escogidos (1985), Bestiarium (1991) y La novia de Lázaro (1991). La Diputación de Cádiz publicó, en 1992,
Poemas náufragos, y la editorial
Espasa Calpe una amplia antología de su obra.
La poeta estuvo muy unida a la ciudad de
Pinar del Río; financió en ella la construcción del "Centro de Promoción y
Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz". De entre los galardones
recibidos, destaca el Premio Cervantes en 1992. Mantuvo una intensa vida
cultural a lo largo de su vida. Por su casa pasaron Federico García Lorca y los
premios Nobel de literatura, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez, la poetisa
uruguaya Juana de Ibarbourou, etc. Falleció en abril de 1997, a los 94 años de
edad.
En su poesía se aprecia una sensibilidad
tardorromántica muy depurada, un tono reflexivo, de naturaleza existencial y el
empleo de la naturaleza como correspondencia de su estado interior. Su poesía
tiende a la transparencia; el empleo de formas clásicas más o menos
flexibilizadas muestran un gran talento en el manejo de la lengua y de las
técnicas poéticas.
Amor
que llegas tarde,
tráeme
al menos la paz:
Amor
de atardecer, ¿por qué extraviado
camino
llegas a mi soledad?
Amor
que me has buscado sin buscarte,
no
sé qué vale más:
la
palabra que vas a decirme
o
la que yo no digo ya...
Amor...
¿No sientes frío? Soy la luna:
Tengo
la muerte blanca y la verdad
lejana...
—No me des tus rosas frescas;
soy
grave para rosas. Dame el mar...
Amor
que llegas tarde, no me viste
ayer
cuando cantaba en el trigal...
Amor
de mi silencio y mi cansancio,
hoy
no me hagas llorar.
Exégesis
Este
hermoso poema plantea un diálogo frustrado entre el yo poético y el amor (lo
nombra anafóricamente en cada estrofa; es la primera palabra que abre cada una
de ellas). El yo poético le pide al amor que, simplemente, la deje tranquila.
Cuando quiso vivir el amor, no pudo (omite las razones). Reprocha al amor
llegar tarde e importunarla en una edad o estado en que no desea más aventuras.
La razón la expresa en los últimos versos: “silencio y cansancio”, pero miedo a
caer en sus redes otra vez y fracasar (“hoy no me hagas llorar”). Le reclama la
paz, puesto que otras cosas ya no las espera, dasa su perspectiva sombría y
negativa; no desea rosas, sino mar, metáforas de la belleza juvenil impetuosa y
de la extensión misteriosa propia de una edad ya avanzada.
Por
eso se identifica con la luna y el color blanco, símbolos de la muerte. El yo
poético muestra un estado de abatimiento a primera vista insuperable. Recuerda
que en su pasado reciente (“ayer”) fue alegre y divertido, pero ya pasó esa
ocasión. El tono del poema es más bien elegíaco y pesimista. El poema exhibe
silencios y elisiones por parte del yo poético, dotándolo de un aire de
misterio melancólico (“la palabra que vas a decirme / o la que yo no digo
ya…”). Las suspensiones, bastantes frecuentes, abonan esta naturaleza de
tristeza reprimida, mejor para ser callada que publicada.
Los
dieciséis versos del poema se agrupan en cuatro estrofas. Los versos son, en
general, endecasílabos, pero pero alternan con algún heptasílabo (como el
último). La rima es estable en todo el poema; los versos pares riman en á, quedando los impares libres (se
trata, pues, de una rima romanceada).
2)
Tiempo
1
El
beso que no te di
se
me ha vuelto estrella dentro...
¡Quién
lo pudiera tornar
—y
en tu boca...— otra vez beso!
2
Quién
pudiera como el río
ser
fugitivo y eterno:
Partir,
llegar, pasar siempre
y
ser siempre el río fresco...
3
Es
tarde para la rosa.
Es
pronto para el invierno.
Mi
hora no está en el reloj...
¡Me
quedé fuera del tiempo!...
4
Tarde,
pronto, ayer perdido...
mañana
inlogrado, incierto
hoy...
¡Medidas que no pueden
fijar,
sujetar un beso!...
5
Un
kilómetro de luz,
un
gramo de pensamiento...
(De
noche el reloj que late
es
el corazón del tiempo...)
6
Voy
a medirme el amor
con
una cinta de acero:
Una
punta en la montaña
La
otra... ¡clávala en el viento!
Exégesis
Este
poema expresa tristeza y arrepentimiento por un beso que el yo poético no dio.
En las dos primeras estrofas admite que una oportunidad perdida de la que
ahora, pasado el tiempo, se arrepiente. Anhela ser como un río que siempre
cambia, pero siendo el mismo; así, no siente el paso del tiempo, ni se van las
oportunidades. En la tercera estrofa admite que el amor pasó, pero aún no ha
llegado el “invierno” de su vida. Se siente, pues, en un estado de indefinición
que no sabe cómo afrontar. La cuarta estrofa expresa su confusión y perplejidad
ante el paso del tiempo.
Sin
embargo, en la quinta estrofa es capaz de poner límites a sus sentimientos y
percepciones; tiene un kilómetro de “luz”, un gramo de “pensamiento”; el latido
del corazón es el reloj del tiempo. De este modo, parece entenderse y
comprender su situación. En la sexta y última estrofa encuentra el ánimo y las
fuerzas para “medirme el amor”. Es tan grande que un cabo está en una montaña;
el otro, en el viento; es decir, inmensurable. Sigue amando, a través de los
días y sus vicisitudes, a esa persona a quien no dio un beso, pero que aún está
presente en su corazón.
El
“beso” de las primeras estrofas es la metáfora del “amor” de las dos últimas.
El poema desprende una cierta amargura por no haberse atrevido a vivir un amor
que el yo poético nunca ha podido olvidar. Este se dirige a alguien desconocido
“el beso que no te di”), objeto de su amor. Dialoga con él (aunque
imperfectamente, pues este nunca responde). De ahí procede un tono confesional
e intimista muy interesante. El título del poema, “Tiempo”, alude a cómo el
amor ha sobrevivido a todas las vicisitudes.
Los
veinticuatro versos heptasílabos se agrupan en seis estrofas de cuatro versos
cada una. Riman en asonante los versos pares en é-o, quedando los impares libres. Estamos, pues, ante un romancillo
distribuido en algo parecido a cuartetas. El ritmo del poema está muy logrado:
cadencioso, melancólico, a mitad de camino entre el arrepentimiento y la
esperanza.
3)
Hoja seca
A
mis pies la hoja seca viene y va
con
el viento;
hace
tiempo que la miro,
hecho
un hilo, de fino, el pensamiento...
Es
una sola hoja pequeñita,
la
misma que antes vino
junto
a mi pie y se fue y volvió temblando...
¿Me
enseñará un camino?
Exégesis
Este
bello y delicado poema posee un tono reflexivo, intimista y melancólico muy
marcado. La hoja se torna símbolo de los vaivenes de la vida, de los tumbos que
el hombre da en ella y de la incertidumbre que nos aguarda en el futuro. El yo
poético observa atentamente la hoja de árbol que cae a sus pies. Su pensamiento
se afina buscando el sentido de la presencia de la hoja seca arrastrada por el
viento. Las suspensiones con que se cierran las dos primeras estrofas expresan
muy bien la incertidumbre de la vida, simbolizada en la hoja seca.
La
última estrofa está formada por un solo verso que contiene una oración
interrogativa: “¿Me enseñará un camino?”. El yo poético se pregunta a sí mismo,
a la vez que dialoga con el lector, e incluso con la propia hoja, si la
presencia de tan insignificante elemento natural será la señal de que
emprenderá una ruta nueva en su vida. La identificación con el mundo natural,
la observación atenta y la transformación en símbolos de aquel están muy
logrados en este breve e intenso poema.
Los
ocho versos se agrupan en tres estrofas; cuatro versos para la primera, tres
para la segunda y uno para la tercera. Este ritmo decreciente puede simbolizar
la incertidumbre del recorrido existencial del yo poético. En la primera
estrofa los versos pares riman en asonante. En la segunda no aparece ninguna
rima, pero el segundo verso de esta rima con el único de la tercera, en í-o. Se establece así una musicalidad de
suavidad, cierta melancolía y abandono, a tono con el contenido del poema.
Estamos ante un denso y hermoso poema en el que la correspondencia entre el
mundo natural y el emocional del yo poético se armonizan magníficamente.
4)
Lección primera
Tegernaria doméstica
(Araña
común)
La
Araña gris de tiempo y de distancia
tiende
su red al mar quieto del aire,
pescadora
de moscas y tristezas
cotidianas...
Sabe
que el amor tiene
un
solo precio que se paga
pronto
o tarde: la Muerte.
Y
Amor y Muerte con sus hilos ata...
Exégesis
Este
poema toma como pretexto la observación de un animal cotidiano: la araña común.
Pero pronto se transforma en símbolo del paso del tiempo y de las pérdidas de
todo tipo, que se acumulan en el yo poético. La persona, en analogía con la
araña, atrapa moscas, pero también “tristezas cotidianas”.
En
la segunda estrofa las imágenes son más duras y lúgubres. Los hilos de la tela
de araña están hechos de Amor y Muerte (con mayúscula, resaltando su
importancia). La araña conoce que el amor se paga con la muerte, pues ese es su
precio. De este modo, nos presenta una visión pesimista y dolorosa de la
existencia. La muerte se anuda con el dolor y todo sucede de modo inexorable.
En realidad, el poema casi funciona como una fábula, o una parábola, o una
alegoría: así la vida discurre como lo hace la araña en su paciente tejido de
su red. Su tono es lúgubre y triste, a lo que contribuyen las dos suspensiones
que cierran ambas estrofas.
Los
ocho versos del poema se distribuyen en dos estrofas de cuatro versos cada una.
En la primera, predomina el endecasílabo, pero no hay rima. En la segunda, la
medida es más irregular, pero los versos pares riman en asonante en á-a. El conjunto forma un poema en verso
libre.
5)
La fuga inútil
El
agua del río va huyendo de sí misma: Tiene miedo de eternidad.
Exégesis
Este
brevísimo poema, de un solo verso, posee una potente densidad significativa. Lo
hemos elegido por su condensación expresiva. Funciona como un apotegma (“Dicho
breve, sentencioso y feliz, especialmente el que tiene celebridad por haberlo
proferido o escrito alguna personalidad o por cualquier otro concepto.”, DLE). También la podemos considerar una
sentencia (“Dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad.”, DLE). Una vez más, Loynaz se preocupa
por el paso del tiempo, inexorable, por la huida que produce la sensación de
frenesí, pero todo eso es solo espejismo. El agua del río avanza
precipitadamente porque teme a la eternidad, a lo permanente e inmutable, como
es el propio río desde una perspectiva más general.
Igualmente
nosotros huimos hacia adelante para no pensar en lo esencial: no existe la
eternidad, no se puede detener el tiempo y cada momento que pasa nos acerca a
la muerte. En el fondo, es un poema muy duro y amargo. El hecho de suprimir el
nexo por los dos puntos contribuye a adensar su inquietante significación. Es
uno de los poemas breves más hermosos en lengua española. La paradoja implícita
es incisiva: la huida del agua es la que garantiza su eternidad, aunque la
teme. Formidable pensamiento y magnífica expresión se concentran en esta perla
poética.
6)
La hija pródiga
¿Qué
me queda por dar, dada mi vida?
Si
semilla, aventada a otro surco,
si
linfa, derramada en todo suelo,
si
llama, en todo tenebrario ardida.
¿Qué
me queda por dar, dada mi muerte
también?
En cada sueño, en cada día;
mi
muerte vertical, mi sorda muerte
que
nadie me la sabe todavía.
¡Que
me queda por dar, si por dar doy
—y
porque es cosa mía, y desde ahora
si
Dios no me sujeta o no me corta
las
manos torpes— mi resurrección...!
Exégesis
He
aquí otro poema subjetivo, intimista, existencial y de tono sombrío. Se
entiende muy bien fijándonos en el título: “La hija pródiga”. Las dos primeras
estrofas son de naturaleza interrogativa y declarativa. La tercera, sin
embargo, es exclamativa y reivindicativa. El yo poético ha entregado a los
demás todo lo que tiene. En primer lugar, la vida. Como una semilla, como el
agua o como el fuego: ha contribuido a que los demás tengan vida a su costa.
Las oraciones de esta primera estrofa son muy elípticas (se ha suprimido el
verbo). Insinúa también su sufrimiento, pues ha ardido en un candelabro de
quince velas, que eso es un tenebrario, en momentos de pasión religiosa.
En
segundo lugar, ha entregado también su muerte. Lo ha hecho en cada sueño y cada
día. Su muerte ha sido “vertical” y “sorda”. Son dos metáforas que pueden
aludir a su abandono en vida y a su clamor no oído por los demás. Su
aislamiento e incomprensión, eso es lo que parece desprenderse de esos
adjetivos sinestésicos, ha sido tan intenso que nadie sabe que está muerta. La
paradoja insiste en su sombrío destino.
La
tercera estrofa va un paso más allá en el pensamiento y la expresión: el yo
poético ha entregado su “resurrección”. Es la afirmación desesperada de la
persona que ha sido muy generosa con todos los demás (ya ha donado su vida
terrenal, de ultratumba y celestial), pero todavía le piden más. Como no lo
puede dar, se desespera. ¿A quién ha entregado todo su ser? Lo ignoramos. El
título, “La hija pródiga”, nos hace sospechar que se trata de su entorno
familiar, pero no pasa de especulación. Lo que se evidencia claramente es el
enfado desesperado del yo poético ante la insistencia para que dé más de sí
misma.
La
anáfora y paralelismo que abre las tres estrofas (“Qué me queda por dar”; en las
dos primeras con entonación interrogativa, en la tercera, con exclamativa) es
muy incisiva y crea un ritmo vivo de agitación y énfasis. La derivación o
poliptoton repetido que se crea con el verbo “dar” insiste en el vaciamiento
del yo poético en su relación con los demás. La estrofa final forma un
epifonema muy eficaz para expresar la protesta y el enfado frente a las
presiones ajenas. El poema es una magnífica muestra de poesía intimista, pero
proyectada hacia los demás. Los doce versos endecasílabos del poema se agrupan
en tres estrofas de cuatro versos. Por su rima, la primera es un cuarteto (con
una variante en la rima del tercer verso); la segunda es un serventesio; la
tercera, un cuarteto. El conjunto del poema posee una musicalidad firme y expresiva,
contribuyendo a un tono de firmeza reivindicativa y asertiva.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
(Estas
actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula
o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas,
requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume el poema (aproximadamente, 120 palabras).
2)
Señala su tema y sus apartados temáticos. Para ello, contesta a la cuestión ¿de
qué se habla y cómo se expresa?
3)
Establece la métrica, la rima y la forma estrófica utilizada.
4)
Distingue y aclara los núcleos semánticos del poema.
5)
Localiza una docena de recursos estilísticos y explica su eficacia
significativa y estética.
2.2.
Interpretación y pensamiento analítico
1)
Explica cómo se percibe el contenido existencial y grave del poema.
2)
Indica cómo se percibe el tono reflexivo del poema.
3)
Aparte del yo poético, ¿qué otras personas aparecen en el poema? ¿Qué sentido
posee?
4) ¿Estamos ante una poesía alegre o triste?
Razona la respuesta.
2.3. Fomento de la creatividad
1)
Documéntate sobre Dulce María Loynaz, Premio Cervantes 1992, y realiza una
exposición en la clase con ayuda de medios TIC, creando un póster, etc., sobre
su vida y obra literaria.
2)
Transforma el poema en un relato en prosa, o teatral, con cierto matiz
reflexivo y existencial, como en el poema de Dulce María Loynaz.
3) Imagina
un encuentro de Dulce María Loynaz con tu grupo de clase. Idea preguntas sobre
su poesía; otros compañeros pueden dar las respuestas que podrían ser acordes
con las de Loynaz.
4)
Se puede realizar un recital poético o una declamación de poemas de Dulce María
Loynaz, acompañado de imágenes alusivas y música, ante la clase o la comunidad
educativa. Ahí se pondrá de manifiesto la enorme hondura expresiva y la gran
musicalidad de los poemas de nuestra poeta.
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