Esgos, Ourense (IV-2021) © SVM |
JUAN GELMAN – Seis poemas escogidos (“Límites”, “Lo que pasa”, “Nota XXII”, “El juego en que andamos”,
“Regresos” y “Confianzas”); análisis y propuesta didáctica
Contextualización y datos
biográficos
Juan Gelman (Buenos Aires, 1930 — Ciudad
de México, 2014) es un importante poeta
argentino del siglo XX. Sus padres eran emigrantes judíos ucranianos. Comenzó a
escribir poesía en su niñez. Luego ya nunca abandonó la escritura poética. La
compaginó con sus trabajos como
periodista en distintos medios de comunicación y traductor. Militó en
organizaciones guerrilleras argentinas de extrema izquierda revolucionaria.
Exiliado durante la dictadura militar iniciada en 1976, retornó a Argentina en
1988; al poco se instaló en México, donde vivió hasta el final de sus días.
Buena parte de su vida y obra literaria se vieron condicionadas por el exilio,
primero, y por el secuestro y desaparición de sus hijos y la búsqueda de su
nieta nacida en cautiverio, en el entorno de la dictadura militar argentina,
después. Fue galardonado, entre otras distinciones, con el Premio Miguel de
Cervantes en 2007.
Fue
miembro del grupo poético "El pan duro" (1955-1963). Abogaban por una
poesía más popular, comprometida e incisiva tanto en su expresión como en su
compromiso social. Luego pasa por una etapa experimental, radical en la
expresión, tratando de liberar el lenguaje, pero profundamente arraigada su
poesía en el pueblo, en manifestaciones como el tango y la cultura popular.
Publicó después varios libros con seudónimos (Sidney West, por ejemplo), en un
tono más festivo, humorístico y experimental. La expresión del sentimiento
amoroso, que ocupa muchos poemas, se tiñe de un erotismo más o menos
posromántico.
El exilio de más de una década (en varios
países de Europa y América del Sur) a causa de la dictadura militar argentina
le afectó profundamente. Ello se agravó con sus problemas para entrar en
Argentina tras el fin del régimen militar por razones judiciales, pues tenía
causas abiertas por sus actividades políticas. Tras unos años sin publicar (1973-1980)
dio a la imprenta poemarios graves y empapados de dolor y pérdidas (sus dos
hijos y su nuera fueron liquidados por la dictadura; su nieta apareció años
después en Uruguay). Siguió publicando hasta el final de su vida, en un tono
algo más optimista, esperanzado y abierto a la utopía. Algunos poemarios
destacados son Violín y otras cuestiones
(1956), Hechos y relaciones (1980), Carta a mi madre (1989), Valer la pena (2001) y El
emperrado corazón amora, (2011). Toda su producción poética está disponible
en Poesía reunida (2012).
Gelman es reputado como un poeta original,
hondo y paradigmático, dentro de la
poesía hispanoamericana del convulso siglo XX; es un período en que las
revoluciones, las dictaduras y el exilio juegan un papel muy importante.
¿Quién
dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta
aquí el agua?
¿Quién
dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta
aquí el fuego?
¿Quién
dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta
aquí el odio?
¿Quién
dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta
aquí no?
Sólo
la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.
Exégesis
Estamos
ante un poema apelativo y, al mismo tiempo, reflexivo. Formalmente, se basa en
un juego de paralelismos y anáforas rigurosamente establecidas que interpelan
al lector. El tema del poema se desliza en cada estrofa, que es una oración: no
hay límites, no debemos conceder credibilidad a quien los marque. Nosotros
marcamos el hito hasta donde podemos llegar. Los elementos a los que hace
referencia son propios del mundo natural: agua, aire, fuego. Pero, sin
transición, los mezcla con otros personales y emocionales: sed, amor y odio. Se
agrupan todos ellos en el término “hombre”. La última estrofa es afirmativa,
frente a las interrogativas previas. Es un modo de reforzar el vocablo central:
la “esperanza”. Esta aparece pura, a través de una metáfora metonimizada, pues
tiene “las rodillas nítidas”. Sin embargo, la paradoja final, a través de una
oración univerbal aumenta el dramatismo del poema: “Sangran”.
Es
un modo de expresar que sin esfuerzo y sufrimiento no se alcanzan las ilusiones
o anhelos que nos planteamos en la vida. En efecto, es chocante comprobar que,
como dice el título, los “límites” nos los ponemos nosotros. Ahora bien, cuanto
más altos, o lejanos, más sacrificios entrañará su consecución. La construcción
del poema (tanto en su aspecto estrófico, como en el sintáctico) es original y
expresivamente muy efectiva. Los versos largos (primero de cada estrofa) son
endecasílabos; los cortos (segundo), pentasílabos, excepto el último, que es
bisílabo.
El
efecto rítmico y de concentración expresiva es inmediato. En conjunto, estamos
ante un poema en verso libre de tono trágico dolorosamente esperanzado.
2)
Lo que pasa
Yo
te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis
manos, mi cabeza,
y
lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como
un día de mayo dulcísimo de otoño,
y
lo que es más aún, todo mi olvido
para
que lo deshagas y dures en la noche,
en
la tormenta, en la desgracia,
y
más aún, te di mi muerte,
veré
subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y
aún no puedo abarcarte, sigues creciendo
como un fuego,
y
me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.
Exégesis
Este
hermoso poema es una declaración de amor, o de entrega, del yo poético a una
persona indeterminada (su amor, por ejemplo). La subjetividad lo abarca todo:
se abre el texto con el pronombre “yo”; todos los verbos están en primera
persona del singular, excepto los que aparecen en el antepenúltimo y el último
verso; estos corresponden a la segunda persona, ese tú al que se dirige el yo
poético. Estamos, pues, ante un poema dialógico, con un tono coloquial y hasta
conversacional explícito y expresivo. En la primera parte, el yo poético
enumera lo que le ha entregado: sangre, sonido, manos, cabeza y soledad. El
listado no es coherente, pero expresa muy bien los elementos corporales y
emocionales que él le ha entregado: cuerpo y alma, sensaciones y percepciones.
En la segunda parte del poema, introducida tres veces por la expresión “y lo
que es más”, o “más aún”, añade soledad, olvido y muerte como elementos
adicionados. Son metáfora de la vida entera y su desaparición. El poema se
cierra con una potente paradoja: “me destruyes” y “me construyes” son las
acciones que el yo poético le atribuye a esa persona amada que lo envuelve y lo
arrastra hacia así. Funciona como una fuerza vivificadora y destructora al
mismo tiempo; son las acciones previsibles de un amor avasallador
descontrolado.
Existen
dos símiles impactantes y profundos: “como un día de mayo” y “como un fuego”.
Ambos expresan vivamente el efecto beneficioso, pero destructor, que provoca en
el yo poético esa persona ansiada, aunque terriblemente poderosa. Todo el poema
forma una oración compleja (excepto una breve oración del último verso); las
yuxtaposiciones y coordinaciones se suceden creando una sensación de
acumulación un tanto ingobernable, aunque buscada. La paradoja final: “eres
oscura como la luz” expresa vivamente el efecto paradójico de la entrega
amorosa: ilumina la vida y, al mismo tiempo, la destruye.
El
poema está formado por doce versos, casi todos de arte mayor (existen dos de
arte menor), sin una rima reconocible. Estamos ante un poema en verso libre. El
ritmo crea una sensación de acumulación amenazante, lo que funciona como imagen
de todo el poema: la presencia de la persona amada trastoca el orden de las
cosas e imprime un nuevo sentido a la vida del yo poético.
3)
Nota XXII
huesos
que fuego a tanto amor han dado
exiliados
del sur sin casa o número
ahora
desueñan tanto sueño roto
una
fatiga les distrae el alma
por
el dolor pasean como niños
bajo
la lluvia ajena/una mujer
habla
en voz baja con sus pedacitos
como
acunándoles no ser/o nunca
se
fueron del país o patria o puma
que
recorría la belleza como
dicha
infeliz/país de la memoria
donde
nací/morí/tuve sustancia/
huesitos
que junté para encender/
tierra
que me entierraba para siempre.
Exégesis
Este
poema funciona como una glosa de un texto de Quevedo (“Amor constante más allá
de la muerte”, soneto celebérrimo de nuestro conceptista barroco). El tono es
radicalmente distinto, pues aquí vemos que el escepticismo amargo tiñe todo el
poema; en este sentido, es un poema profundamente irónico, pues muestra el
descreimiento del yo poético en la eternidad del amor. El yo poético tiñe de
subjetividad todo el texto, aunque gramaticalmente no lo vemos hasta la última
estrofa, con los verbos en primera persona del singular. Los huesos son el
núcleo referencial de las tres primeras estrofas.
En
la primera estrofa se expresa la “fatiga” y la distancia respecto de la tierra
originaria. Los sueños ya no existen y todo está destruido (“sueño roto”), sin
esperanza. La segunda estrofa presenta dos imágenes surrealistas que expresan
dolor, abandono y miseria: los sueños pasean como niños bajo la lluvia; la
segunda imagen es más siniestra: una mujer habla y acuna a los trocitos de
hueso que ha juntado. Dolor absurdo y apocalíptico es la imagen y sentido que
nos llega.
En
la tercera estrofa explica que los huesos se fueron de su tierra natal; alude,
creemos, al exilio del propio poeta, tras la instauración de la dictadura
argentina. El país abandonado es hermoso y sugerente; se transforma en un lugar
de memoria y de retiro emocional; allí es adonde se han refugiado los huesos.
En la cuarta y última estrofa, el yo poético identifica esa tierra como su
lugar de vida y muerte, su alegría y pena. Es ahí donde realiza una acción
final: juntar sus huesos para encender (se entiende que su amor. Sin embargo,
la tierra donde yacen los huesos es la tumba definitiva. Allí ya no crece nada,
si perdura la llama de los huesos enamorados, como en Quevedo. El final es,
pues, desolador y amargo. Algunas paradojas incrementan esta mirada desolada.
Formalmente,
el poema toma la apariencia de un soneto (como el original quevediano). Los
versos son endecasílabos, pero no se aprecia una rima regular. Estamos, pues,
ante un poema en endecasílabos blancos; el ritmo está muy marcada; es vivo,
algo caótico (imagen del propio devenir de la vida) y expresivo. Llama la
atención el uso de neologismos (“desueñan”, “entierraban”); es un modo de
reforzar ciertos significados, como se ve, negativos. También es llamativo el
uso de la barra (/) para separar enunciados. Este procedimiento estuvo en boga
en la poesía hispanoamericana de los sesenta, setenta y ochenta. Su dudosa
eficacia expresiva hizo que desapareciera pronto. El conjunto del poema es
hermoso y denso. Se trata de una reflexión existencial sobre el sentido de la
vida, en relación al amor y a la tierra donde uno ha nacido. El tono es
escéptico y un tanto amargo, pues nada justifica la creencia de la pervivencia
de sentimientos o ideales después de la muerte. Y en cuanto a la tierra
materna, solo queda como tumba de todas las ilusiones.
4)
El juego en que andamos
Si
me dieran a elegir, yo elegiría
esta
salud de saber que estamos muy enfermos,
esta
dicha de andar tan infelices.
Si
me dieran a elegir, yo elegiría
esta
inocencia de no ser un inocente,
esta
pureza en que ando por impuro.
Si
me dieran a elegir, yo elegiría
este
amor con que odio,
esta
esperanza que come panes desesperados.
Aquí
pasa, señores,
que
me juego la muerte.
Exégesis
Este
texto es la expresión de la antítesis y de la paradoja en su estado más
intenso. Se presentan siete paradojas: salud / enfermedad; dicha / infelicidad;
inocencia / malicia, pureza / impureza (en la primera estrofa); amor / odio,
esperanza /desesperanza (segunda estrofa); vida / muerte (tercera estrofa).
Todas ellas se presentan como una hipótesis del yo poético, si pudiera elegir
su modo de vida. Y lo que elige es cada una de las paradojas; es decir,
imposibles; y por eso mismo, más apetecibles.
El
poema es subjetivo y trágicamente utópico. La estrofa final aclara muy bien el
tono general. El yo poético se dirige a un auditorio (nosotros, lectores, por
ejemplo) para aclarar o advertir que en su elección se juega el sentido de la
vida y su propia muerte. No es un juego verbal ni conceptual. Está expresando
su sentido de la existencia; ambiciona un equilibrio entre lo posible y lo
inalcanzable, y eso le crea zozobra interna. Los efectos de los recursos de
repetición son fuertes; repite “si me dieran a elegir, yo eligiría” (creando un
paralelismo cadencioso), insistiendo en la imposibilidad de su deseo, pues
nadie le va a dar a elegir nada. El demostrativo “este” (y sus variaciones de
género y número), al principio de muchos versos, crea una anáfora que subraya
el choque entre la realidad y el deseo.
El
tono coloquial que introduce la última estrofa rebaja el contenido más severo
de todo lo precedente. El vocativo “señores” aporta cierto dialogismo y
coloquialismo. El poema está formado por once versos. Los de las dos primeras
estrofas son de arte mayor; los dos que forman la última, son de arte menor; se
insiste, así, en su tono apelativo. No existe una rima regular, aunque sí
cierta asonancia en ía. En conjunto
es un poema en verso libre.
5)
Regresos
La
palabra que
cruzó
el horror, ¿qué hace?
¿Pasa
los campos del delirio
sin
protección?
¿Se
amansa? ¿Se pudre?
¿No
quiere tener alma?
¿Amora
todavía, torturada y violada,
tiene
figuras remotas
donde
un niño de espanto calla?
La
palabra
que
vuelve del horror, ¿lo nombra
en
el infierno de su inocencia?
Exégesis
Este
texto reflexiona sobre el horror y la palabra que lo nombra. Es, pues, de
naturaleza metalingüística, o metarreflexiva. No se concreta qué tipo de
horror, pero lo podemos imaginar: la guerra, la tortura, el exilio, la
violencia absurda, etc. El poema contiene siete oraciones interrogativas, más o
menos retóricas. El yo poético se instala a medio camino entre la afirmación
sombría y la duda ligeramente esperanzada. La “palabra” es metáfora del
conocimiento. Cuando conocemos el horror, ¿cómo debemos reaccionar, con el
olvido, o el silencio? He aquí el tema del poema.
La
palabra (se repite este vocablo dos veces en el poema) está personificada:
entra en el campo del “horror”, y cuando vuelve de ese lugar, la perplejidad lo
llena todo. La cuestión es cómo reaccionar cuando se ha visitado el “horror”,
metáfora de la violencia, la muerte, acaso la tortura, el rapto, etc. El yo
poético nos pregunta si es suficiente con nombrarlo y nada más. Acaso el
compromiso ulterior del visitante de ese siniestro lugar quede herido
emocionalmente y no pueda reaccionar, insinúa el poema.
La
metáfora de “niño de espanto” expresa la repugnancia que produce la
contemplación de la violencia (seguramente, provocada por el hombre, pero no se
dice). El estupor es difícil de gestionar y la reacción puede que sea
decepcionante: silencio, hundimiento, desesperación, etc. En los tres versos
finales se plantea muy bien la antítesis y paradoja del poema: horror /
inocencia; ambas realidades se enlazan a través de la palabra y su acción, “nombrar”.
Los
doce versos del poema se agrupan en una sola estrofa. La medida de los versos
es irregular, aunque predomina el verso en arte menor. No existe una rima
regular. Es, por tanto, un poema en verso libre. El tono interrogativo y
angustioso presenta una reflexión profunda sobre la necesidad de afrontar los
aspectos más tétricos de la existencia a través de la palabra y el compromiso
subsiguiente.
6)
Confianzas
se
sienta a la mesa y escribe
«con
este poema no tomarás el poder» dice
«con
estos versos no harás la Revolución» dice
«ni
con miles de versos harás la Revolución» dice
y
más: esos versos no han de servirle para
que
peones maestros hacheros vivan mejor
coman
mejor o él mismo coma viva mejor
ni
para enamorar a una le servirán
no
ganará plata con ellos
no
entrará al cine gratis con ellos
no
le darán ropa por ellos
no
conseguirá tabaco o vino por ellos
ni
papagayos ni bufandas ni barcos
ni
toros ni paraguas conseguirá por ellos
si
por ellos fuera la lluvia lo mojará
no
alcanzará perdón o gracia por ellos
«con
este poema no tomarás el poder» dice
«con
estos versos no harás la Revolución» dice
«ni
con miles de versos harás la Revolución» dice
se
sienta a la mesa y escribe
Exégesis
El
yo poético se presenta a sí mismo desdoblado, como viéndose en un espejo, o una
cámara que lo graba. Le advierte (o acaso se dirige a un poeta distinto, o tal
vez al propio lector virtual) que, a través de la escritura, no logrará grandes
objetivos, ni colectivos (la “Revolución”, escrita con mayúscula), ni
individuales (no podrá ganarse la vida con ello). Nombra muchas lacras
sociales: el hambre de muchas personas, la vida miserable de muchos más, la
miseria del mismo poeta y otros tantos como él.
El
poema es circular en su sentido y su forma: comienza y acaba de la misma manera
y los mismos versos. El verso final es el primero; se cierra el sentido en sí
mismo; es un modo de enfatizar el contenido. A pesar de la inanidad de la
escritura, la persona escribe. Su cabezonería, acaso su esperanza, son más
fuertes que el desaliento y no tira la toalla.
La
absoluta falta de puntuación del poema es metáfora, en sí misma, del caos en el
que vive el escribiente y de las escasas esperanzas, pero también de su
tenacidad en contra de toda evidencia. Aquí se plantea una cuestión
interesante: ¿y quién escribe? No se explicita, pero lo hace para alcanzar el
“poder” y hacer la “Revolución”. Acaso sea un literato revolucionario (¿el
propio poeta?), acaso un pensador, o un político. Los efectos de repetición son
muy notables. En la primera y última estrofas, los paralelismos de los tres
versos centrales es muy expresivo; a lo que podemos añadir el paralelismo
inverso (el primer verso de la primera estrofa es el último de la última). Lo
mismo ocurre con el “no” de la segunda estrofa y el “ni” de la tercera, en
posición anafórica. También en esas estrofas centrales se repiten las
enumeraciones, con el fin de subrayar la falta de efectos prácticos de la
escritura.
El
poema está compuesto por veinte versos de arte mayor distribuidos en cinco
estrofas de cuatro versos cada una. La rima es muy original; casi se da una
monorrima total en cada estrofa; la primera y la última, en íe; la segunda forma un cuarteto; la
tercera es monorrima en éo; y la
cuarta forma un serventesio, algo irregular. El conjunto del poema crea una
musicalidad expresiva donde la repetición evoca la insistencia del escribiente.
El ritmo es cadencioso y marcado, reiterativo, insistiendo en el constante acto
de la escritura. El conjunto del poema es compacto, coherente y armónico, tanto
en el fondo como en la forma.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
(Estas
actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula
o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las
creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).
2.1. Comprensión lectora
1)
Resume el poema (aproximadamente, 120 palabras).
2)
Señala su tema y sus apartados temáticos. Para ello, contesta a la cuestión ¿de
qué se habla y cómo se expresa?
3)
Establece la métrica, la rima y la forma estrófica utilizada.
4)
Distingue y aclara los núcleos semánticos del poema.
5)
Localiza una docena de recursos estilísticos y explica su eficacia significativa
y estética.
2.2.
Interpretación y pensamiento analítico
1)
Explica cómo se percibe el contenido existencial y grave del poema.
2)
Indica cómo se percibe el tono reflexivo del poema.
3)
Aparte del yo poético, ¿qué otras personas aparecen en el poema? ¿Qué sentido
posee?
4) ¿Estamos ante una poesía alegre o triste?
Razona la respuesta.
2.3. Fomento de la creatividad
1)
Documéntate sobre Juan Gelman, Premio Cervantes 2007, y realiza una exposición
en la clase con ayuda de medios TIC, creando un póster, etc., sobre su vida y
obra literaria.
2)
Transforma el poema en un relato en prosa, o teatral, con cierto matiz reflexivo
y existencial, como en el poema de Juan Gelman.
3)
Imagina un encuentro de Ida Vitale con tu grupo de clase. Idea preguntas sobre
su poesía; otros compañeros pueden dar las respuestas que podrían ser acordes
con las de Gelman.
4)
Se puede realizar un recital poético o una declamación de poemas de Juan
Gelman, acompañado de imágenes alusivas y música, ante la clase o la comunidad
educativa. Ahí se pondrá de manifiesto la enorme hondura expresiva y la gran
musicalidad de los poemas de nuestra poeta.
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