Cudillero, Asturias (X-2020) © SVM |
Antonio Colinas: “Fe de vida”
Esperar junto a este mar en el que
nacieron las ideas 1
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas.)
Ser sólo la brisa en la copa del pino
grande,
el aroma del azahar, la noche de las
orquídeas
en las calas olvidadas.
5
Sólo permanecer viendo el ave que pasa
y no regresa; quedar
esperando a que el cielo amarillo
arda y se limpie con los relámpagos
que llegarán saltando de una isla a otra isla. 10
O contemplar la nube blanca
que, no siendo nada, parece ser feliz.
Quedar flotando y transcurriendo de aquí
para allá,
sobre las olas que pasan,
como remo perdido. 15
O seguir, como los delfines,
la dirección de un tiempo sentenciado.
Ser como la hora de las barcas en las
noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Dejadme, no con la luz del
conocimiento 20
(que nació y se alzó de este mar),
sino simplemente con la luz de este mar.
O con sus muchas luces:
las de oro encendido y las de frío
verdor.
O con la luz de todos los azules. 25
Pero, sobre todo, dejadme con la luz
blanca,
que es la que abrasa y derrota a los
hombres heridos,
a los días tensos, a las ideas como
cuchillos.
Ser como olivo o estanque.
Que alguien me tenga en su mano 30
como a puñado de sal.
O de luz.
Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón –¡al fin!– pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca
en mí. 35
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas;
dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de
junio,
que guardan el temblor del agua en las
últimas fuentes. 40
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.
(De Libro de la mansedumbre,
1997)
- ANÁLISIS
- Resumen
Antonio Colinas Lobato (La Bañeza, León,
1946) es uno de los más sugestivos y originales poetas de la generación de los
“Novísimos”. Su singular voz poética combina percepción natural, reflexión
trascendente y recuerdo intimista, tamizados por un sentimiento de nostalgia y
de construcción de su mundo interior, sin olvidar su compromiso con la realidad
circundante.
El poema “Fe de vida” posee un marcado
tono expositivo, reflexivo y existencial. El yo poético enuncia su fe de vida,
es decir, nos llega como un documento o prueba de que vive, está ahí, en el
mundo, formando parte de él. Los verbos en infinitivo de la primera mitad del
poema imprimen un todo atemporal, como si la línea del tiempo no se
interrumpiera. Los primeros verbos, “esperar”, “ser” y “permanecer”,
“contemplar”, “quedar”, “seguir”, etc. indican bien cierto estatismo y quietud.
El sujeto enunciador anhela fundirse emocional y espiritualmente con la
naturaleza circundante: mar, islas, barcas, árboles y aves, etc. Es un modo de
encontrar un sentido pleno a su vida en el mundo que lo rodea. Las percepciones
sensoriales tienen especial significación: olores, sonidos, visiones, etc.
En la cuarta estrofa se introduce un elemento importante: un vosotros al que se le pide que deje al yo poético con su contemplación intimista (“Pero sobre todo dejadme…”, v. 26). El elemento percibido más importante es la luz, la “luz blanca” (v. 26) que elimina todo lo negativo o pernicioso que se extiende por el mundo. La última estrofa es un paso más, definitivo: “cerrar los ojos” (v. 33 y 35) indica que ya no es necesario percibir por los sentidos, sino sentirlos interiormente. Pide a los demás que lo dejen extasiarse y fundirse con el “silencio” y la “soledad”. El corazón del yo poético al fin encuentra el sentido pleno de su existencia en el amor, que implica la pérdida gozosa de la libertad a través de la amada.
2.
Tema
Este texto se condensa en torno a un testimonio de vida: la del yo poético que reclama su derecho a fundirse con la naturaleza, a encontrar el sentido de la vida en el silencio y la contemplación, que conducen directamente al amor compartido.
3. Apartados temáticos
El poema presenta dos apartados temáticos
bien visibles temática y gramaticalmente considerado. De este modo, tenemos:
-Primer apartado (vv. 1-25): dibuja o expone la figura del yo poético contemplando la naturaleza, el mundo y fusionándose con ella. Es una sección estática y atemporal porque los verbos en infinitivo imprimen una significación de continuidad cronológica.
-Segundo apartado (vv. 26-42): aquí el poema se torna más dinámico, se interpela a los demás a que permitan al yo poético seguir con su proceso de contemplación y fundido con la naturaleza. Pero también se hace más personal y sentimental, en el sentido de que el amor emerge como una fuerza imprescindible que conduce al yo poético a la felicidad.
4. Aspectos métricos y de rima
Este poema está compuesto por cuarenta y dos versos agrupados en cinco estrofas. No se aprecia una rima regular, aunque algunas asonancias, como á-o, se perciben de vez en cuando. La medida de los versos es variada. Oscila desde el tetrasílabo (v. 32) al de dieciséis sílabas (v. 18). Se observa una cierta regularidad en la disposición de los versos largos, que suelen estar al principio de la estrofa; entre cada verso largo suelen interponerse dos o tres cortos . En consecuencia, estamos ante un poema compuesto en verso libre.
5. Comentario estilístico
“Fe de vida” se atiene en su contenido a
su título: es un testimonio de que el yo poético vive, no está desaparecido, y
nos desea comunicar qué hace o qué en qué ocupa sus horas. El poema deviene en
una respuesta del yo poético a la pregunta de
“¿dónde estás, que no sabemos nada de ti?”. Las dos primeras estrofas y
los dos primeros versos de la tercera presentan verbos en infinitivo cuyo
sujeto implícito es el yo poético. Estos verbos transmiten contemplación,
observación, identificación con el paisaje y estatismo. Son: “esperar” (v.1) en
un ambiente marítimo, sin pensar en nada. La paradoja de no tener ninguna idea “Y así tenerlas todas” (v. 2) incide en
la importancia de despojarse de prejuicios y avanzar hacia un recogimiento
interior. El segundo verbo es “ser” (v. 3); y lo que el yo poético pretende es
fusionarse con la brisa, el aroma y la noche; una percepción táctil, otra
olfativa y la tercera visual. Crean una sensación sinestésica difusa y
permanente que alude a la comunión del yo poético con la naturaleza, la cual es
primitiva, sencilla, marinera y solitaria (“calas olvidadas”, v. 5).
Ya en la segunda estrofa, los verbos en
infinitivo son “permanecer” (v. 6), “quedar esperando” (v. 7), “contemplar” (v.
11) y “quedar flotando y transcurriendo” (v. 13). El gerundio que aparece en
dos casos imprime una sensación de alargamiento de la acción, de su
estiramiento en el tiempo. Los objetos contemplados son sencillos y rutinarios:
un “ave que pasa”, una tormenta, muy bien personificada, a la que se nombra,
por metonimia, a través de “cielo amarillo” y “relámpagos”, una nube blanca
personificada y simbolizada como ejemplo de felicidad y, finalmente, los
“delfines” (v. 16). El símil “como remo perdido” aplicado al yo poético insiste
en la idea de que este es solo un elemento más dentro de un grandioso y bello
marco natural, en el que se integra sin estridencias. La sensación de seguir
una corriente espacial y temporal inevitable se aprecia muy bien en la metáfora
“tiempo sentenciado” (v. 17): es mejor fluir con el ritmo natural de las cosas
porque todo está previsto desde siempre.
La tercera estrofa presenta dos versos que
coinciden en el tono y la estructura de los anteriores. El verbo de apertura es
“ser” (v. 18), que abre una bella metáfora sinestésica sobre el tiempo repetido
y circular de la noche en el que las barcas se balancean en el puerto. Están
acompañadas de “narcisos y faros” (v. 19), es decir, fragancia y una suave luz.
De pronto, el poema da un quiebro importante, expresado a través del verbo
“Dejadme” (v. 20). El yo poético ruega a los demás que lo dejen permanecer así,
al lado del mar, con su luces, que varían; precisa que pueden ser amarilla,
verde o azul, dependiendo de las circunstancias que antes había enunciado
--momento del día, estación del año, tipo de cielo y nubes, etc.--. Renuncia al
conocimiento, a pesar de haber nacido en ese lugar; se refiere, seguramente, a
la cultura greco-latina, de ámbito mediterráneo; el poeta Colinas vivió muchos
años en Ibiza, en plena cuenca mediterránea. El conocimiento libresco, pues, no
le aporta nada para seguir su camino interior.
La cuarta estrofa presenta una nueva luz,
la blanca, adjetivo epíteto de intensa significación. Y desea esta luz porque
posee un carácter purificador, ya que aniquila aspectos negativos o
destructores, aludidos metafóricamente: “hombres heridos” (v. 27), “los días tensos”
e “ideas como cuchillos” (v. 28). Vuelve a los infinitivos de tiempo alargado a
través de “ser” (v. 29). La repetición del verbo en imperativo “dejadme” (v.
26) hace hincapié en la necesidad del yo poético de soledad y comunión con la
naturaleza. El símil “como olivo o estanque” incide en lo longevo, lo paciente
y lo estático. Pide después, a un “alguien” no identificado (¿una divinidad,
por ejemplo?), que lo sostenga en su mano como si fuera algo sencillo y
natural. Lo expresa con dos símiles chocantes y paradójicos: “como a puñado de
sal. / O de luz” (vv. 31-32). Podemos apreciar cómo se recorre un camino hacia
la simplicidad, lo natural y la integración.
La última estrofa posee un carácter
conclusivo y recopilatorio. Comienza con una honda metáfora sinestésica que
señala la ruta del recogimiento, ahora ya sin luz exterior, pues “cerrar los
ojos” (v. 33, repetido otra vez en el v. 35) indica cierto desprendimiento de
los sentidos. Es paradójico que haya que cerrarlos para que “el corazón --¡al
fin!-- pueda ver” (v. 34), pero ya sabemos que estamos ante un itinerario
interior y más bien estático. El corazón es quien debe actuar ahora. El verso
35 posee una importancia medular porque indica cuál era la finalidad de la
contemplación absorta: “para que el amor crezca en mí”. El yo poético está
inmerso en un proceso de enamoramiento de una mujer a la que entrega su
libertad. Todavía insiste en que se le deje, pero ahora ya no solo, sino
“compartiendo” (v. 36) el silencio, la soledad y la hospitalidad; no dice con
quién, pero lo podemos inferir: con la persona amada. El último elemento
natural que aparece crea una bella imagen nocturna y sonora: “el plenilunio de
los ruiseñores de junio”; este momento es especial y único por su intimidad
remota, al guardar “el temblor del agua en las últimas fuentes” (v. 40). La
última oración del poema encierra una
intensa paradoja y desvela el sentido último del poema: el yo poético está
enamorado y, libremente, decide entregar su libertad para “que se pierde / en
los labios de una mujer” (vv. 41-42); es decir, se entrega con la naturalidad y
la fatalidad necesaria al amor.
El poema se presenta como un itinerario interior, arduo y purificador que, exteriormente, es estático. La comprensión de uno mismo y su lugar en el mundo permiten al yo poético entender su enamoramiento y entrega a la mujer amada en un ciclo natural, cósmico, diríamos
6. Contextualización
Como ya afirmamos, Antonio Colinas (La
Bañeza, León, 1946) es uno de los más sugestivos y originales poetas del grupo de
los “Novísimos”, y eso a pesar de no aparecer en la famosa antología de José
María Castellet, Nueve novísimos poetas
españoles (1970). Los distintos poemarios de Colinas han ofrecido un poeta
sereno, grave, profundo y dueño de un lenguaje y un estilo poéticos personales.
La contemplación, la reflexión y la intertextualidad son notas comunes a todos
ellos. El poema comentado procede de un libro de madurez, lleno de reflexión
existencial y exaltación natural. Podemos apreciar muy bien su adensamiento expresivo,
su hondura indagatoria y su pulcritud expresiva.
Algunos de sus poemarios más importantes son: Sepulcro en Tarquinia (1975), Noche más allá de la noche (1983), Libro de la mansedumbre --del que
procede el poema que ahora comentamos-- y Amor
que enciende más amor (1999).
Algunas
notas de su poesía son:
-Equilibrio
y contención: en la poesía de Colinas se aprecia una tendencia a la armonía
expresiva, lejos de estridencias o salidas de tono epatantes.
-Intertextualidad
y sincretismo cultural: estamos ante una poesía que recoge, quintaesenciada,
distintas tradiciones poéticas y filosóficas. Colinas asimila estas corrientes
en una experiencia poética personal, honda y enriquecedora.
-Diálogo del poeta y el mundo, el interior y el exterior, lo subjetivo personal y lo objetivo colectivo: de modo sereno, pero firme, Colinas abre su mirada al mundo natural y social.
7.
Interpretación y valoración
Este poema nos presenta una contemplación
de un paisaje marítimo e isleño (identificable con la isla de Ibiza, donde
Colinas vivió un importante tramo de su vida). La contemplación es estática,
pero en el interior del yo poético se ha recorrido un camino de purificación de
sentimientos --en concreto, el amoroso-- y de comunión con la naturaleza. Su
acercamiento es emocional, sensitivo e intenso; alude a elementos sencillos y,
al mismo tiempo, recónditos. En el análisis hemos podido descubrir una
arquitectura poética original y eficaz a efectos estéticos. Las nubes, el canto
de los ruiseñores, algunas flores, el mar y, sobre todo, la luz son elementos
de ese camino de conocimiento interior.
La selección léxica, referido al mundo
natural, principalmente, es evidente; el uso sutil y potente de las figuras
retóricas nos permiten descubrir un texto intimista, hondo y con una enorme
autenticidad: fondo y forma, contenido y expresión se alían para expresar un
sentimiento de amor humano en armonía
con el mundo natural.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
(Las siguientes actividades
se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en
clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las
circunstancias lo aconsejen).
2.1. Comprensión lectora
1) Resume el poema (100 palabras,
aproximadamente).
2) Señala su tema principal y los
secundarios.
3) Delimita los apartados temáticos,
atendiendo a las modulaciones de sentido.
4) Analiza los aspectos métricos y de
rima; deduce la estrofa empleada.
5) ¿Qué tono tiene el poema: positivo,
optimista, esperanzado, o todo lo contrario?
6) Señala las imágenes más importantes que
jalonan el poema, sobre todo referidas a los elementos de la naturaleza, y cómo
impactan en el poeta.
7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Qué sentimiento del yo poético nuclea
el sentido del poema?
2) El poeta, ¿qué busca en la naturaleza?
¿Lo encuentra?
3) Localiza las percepciones auditivas,
olfativas y visuales. ¿Qué sensación aportan?
4) ¿Cómo se aprecia en texto la
importancia de la luz?
5) ¿Qué momentos del día aparecen en el
poema? ¿Por qué será así?
6) ¿Qué tipos de verbos predominan en el poema? ¿Qué sentido aportan?
2.3. Fomento de la
creatividad
1) Elabora un poema o texto en prosa que
exprese la contemplación de un paisaje especialmente significativo. Puedes imprimir un sentido intimista, como ha
realizado Antonio Colinas.
2) Imagina y transcribe una conversación o
plática entre la clase y el poeta Antonio Colinas a propósito de su poema y de
su vida.
3) Realiza una exposición sobre Antonio
con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición
bibliográfica, etc.
4) Aporta o crea imágenes de paisajes,
lugares o edificios, que sirvan de metáfora de un sentimiento especialmente
relevante para ti, siguiendo el ejemplo de Antonio Colinas. Colinas, su poesía
y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar.
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