27/10/2020

Antonio Colinas: "Plegaria en los páramos negros"; análisis y propuesta didáctica

 


Mombuey, Zamora (VIII-2020) © SVMA



ANTONIO COLINAS - "Plegaria de los páramos negros"


[1] Gracias por la muerte de estos montes                           1

y por la de estos pueblos, en los que sólo las piedras

se mantienen con vida;

gracias por estos negros páramos del invierno

en los que la tierra asciende a los cielos                        5    

y las nubes descienden hasta rozar la tierra;

gracias por esta hora de todos los vacíos

en la que se intuye un final.

De tanta pureza y soledad, de tanta muerte

sólo puede brotar una vida más cierta.                         10    


[2] Gracias por la noche, que a punto está de llegar

con la bondad de sus nieves,

y por ese perro vagabundo

que prueba a calentar con su hocico

el estanque helado                                                       15

para extraer un poco de agua;

gracias porque no nos hemos cruzado

con ningún ser humano

para pulsar el dolor,

y por la pana remendada de parcelas y prados,            20

que conservan como un tesoro

las heridas de los disparos,

los tizones de los últimos incendios;

gracias por los frutales grises de los mínimos huertos

y por las colmenas adormecidas,                                  25

y por la casa cerrada desde hace muchos años

de la que no se conoce su dueño.


[3] Y, sin embargo, en este anochecer,

yo quisiera ofrecer lo mejor de mi vida

a toda esta muerte;                                                   30

yo quisiera cambiar todo el gozo y el oro

que hubo en mi vida

por la contemplación (desde estos páramos negros)

de las montañas últimas.

Porque aquí empezó todo para mí,                             35           

porque cuanto he sido, y soy, digo,

nada sería sin las raíces de las luces frías,

sin esos senderos impenetrables

que sólo han recibido la visita

de los rayos amargos.                                                40


[4] Por eso, quiero ser esa lastra ferrosa

bajo la que duerme la víbora,

o la yerba tan fuerte, o su escarcha,

que el sol no logró deshacer a lo largo del día.

Quisiera arrodillarme como tapia abatida,                 45

como pinar abrasado.

No deseo ni puedo volver hacia atrás la mirada,

desandar el camino (¡tan largo!) recorrido,

pues ya sé que, vacío,

en la hora en que todo ya parece morir                     50

a punto está todo de nacer.                                      


[5] La mirada vuela sobre la fosa del valle

(sobre la fosa de la vida),

hacia la gran mole coronada de silencio,

hacia la cima que alberga los misterios.                 55

Gracias por este anochecer                                       

en el que me he quedado entre las manos

con las pobres, escasas semillas

de las que habrá de germinar luz perpetua.


[6] En el anochecer de los páramos negros                  60

estoy solo y profundamente en paz.                       


                        De Preludios a una noche total (1969)


1. ANÁLISIS


1) Resumen

Antonio Colinas Lobato (La Bañeza, León, 1946) es uno de los más sugestivos y originales poetas de la generación de los “Novísimos”. Su singular voz poética combina percepción natural, reflexión trascendente y recuerdo intimista, tamizados por un sentimiento de nostalgia y de construcción de su mundo interior, sin olvidar su compromiso con la realidad circundante.

El poema “Plegaria de los páramos negros” contiene una mirada original y una reacción emocional y existencial de hondas raíces antropológicas. El texto se presenta como una “plegaria”, es decir, una oración dirigida a la divinidad; en este caso, esta es “los páramos negros”, esto es, la tierra en la que ha vivido y ahora contempla. En las dos primeras estrofas se agradece la existencia de ese lugar, miserable, duro y áspero desde cualquier punto de vista. El sujeto lírico agradece la “muerte” y la “noche” que todo lo envuelve en el momento de la mirada. 

En las dos estrofas siguientes (3 y 4), el sujeto lírico expresa un profundo deseo: dar todo lo que tiene por contemplar una vez más la tierra a la que le debe todo, por un lado; por otro, quiere fundirse con los elementos del paisaje, con las humildes cosas que contempla: piedras, yerbas, edificaciones en ruina, etc.  La identificación con esos elementos es total, pues se fusionan en una nueva realidad. La penúltima estrofa posee un tono recopilatorio; primero describe cómo la mirada del sujeto lírico se extiende a lo largo del paisaje, del valle a la “gran mole” (seguramente, una alusión al monte Teleno, bien visible desde La Bañeza, lugar de residencia del poeta en la mayor parte de su juventud). 

Acto seguido, vuelve a dar las gracias por el anochecer, el momento del recogimiento y del balance del cotidiano vivir; el sujeto lírico se siente satisfecho porque posee algunas semillas de donde surgirá la vida, la “luz perpetua”, es decir, el impulso vital que justifica la existencia. La última estrofa, breve, es recopilatoria e intimista; el sujeto lírico ya no mira hacia fuera, sino hacia dentro de sí mismo; está “solo” y reconciliado con esa humilde tierra que, sin embargo, le proporciona equilibrio y satisfacción interior.


2) Tema

Los temas más destacados de este poema son:

-Agradecimiento espiritual a la tierra donde vive porque en ella encuentra la paz y el sentido de su vida.

-Identificación y fusión profunda con los paisajes de su vida porque aportan la tranquilidad de alma necesaria para abordar la existencia.

-Expresión del sentimiento de paz y soledad reconfortante y beneficioso para que la persona comprenda el sentido de su vida, a pesar de las sombras que la envuelven a menudo. 


3) Apartados temáticos

El poema presenta cuatro apartados temáticos, bien visibles temática y gramaticalmente considerado. De este modo, tenemos:

-Primer apartado (estrofas 1 y 2, vv. 1-27): es el momento del agradecimiento; la palabra “gracias” se repite tres veces en cada estrofa. El sujeto lírico agradece a la tierra poder contemplarla, admirarla y los frutos que ha producido; tampoco su olvida de la “pureza y soledad”, de la que solo puede venir más vida.

-Segundo apartado (estrofas 3 y 4, vv. 28-51): el sujeto lírico desea devolver a esa tierra lo que ha recibido de ella. Se identifica con ella, como una manifestación de respeto y amor.

-Tercer apartado (estrofa 5, vv. 52-59): expresa el movimiento espiritual de la mirada del sujeto lírico sobre los “paramos negros” y, de nuevo, el agradecimiento por todo lo que ha recibido de ellos, que es mucho.

-Cuarto apartado (estrofa 6 y última, vv. 60-61): son solo dos versos en los que el sujeto lírico manifiesta su circunstancia física (“solo”) y espiritual (“en paz”). Es un modo de expresar su estado de serenidad y soledad ante la tierra en la que ha nacido y se ha criado.


4) Aspectos métricos y de rima

Este poema está compuesto por sesenta y un versos agrupados en cinco estrofas. No se aprecia una rima regular, aunque se detectan algunas asonancias, como é-a y é-o en la zona inicial e intermedia del poema y, finalmente, í-o en la sección final. De vez en cuando se localizan pareados precisamente con las asonancias señaladas. La medida de los versos es variada, pero no aleatoria. Oscila desde el hexasílabo (v. 32) al tetradecasílabo o alejandrino (v. 54), la medida más repetida, aunque hay otros tipos de versos. En la parte inicial predominan los versos cortos; en la intermedia, alternan; en la final, predominan los largos. En consecuencia, estamos ante un poema compuesto en verso libre. El poema mantiene un ritmo cadencioso, de lentitud y refrenamiento, en analogía con la acción contemplativa de su contenido.


5) Comentario estilístico

El recurso central de la primera estrofa es la anáfora formada por la palabra “gracias” (vv. 1, 4 y 7). El sujeto lírico agradece a la tierra que contempla su mera presencia. Es el lugar donde vive y, presuntamente, ha vivido durante bastantes años. De esa tierra destaca “montes” y “pueblos” aparentemente muertos, pues así lo expresa la paradoja hiperbolizada “sólo las piedras / se mantienen con vida” (vv. 2-3). A través de un hermoso quiasmo, indica la fusión de la tierra y el cielo en una nueva realidad, difusa pero precisa, silenciosa y misteriosa.

La expresión “negros páramos del invierno” (v. 4) sintetiza, metonímicamente, la tierra de la que habla: es un territorio elevado, pobre, frío y un tanto inhóspito. También se alude a lo oscuro, a lo agónico y a lo nocturno. Así lo apreciamos en los conceptos de “todos los vacíos” (v. 7), “pureza”, “soledad” y “muerte” (v. 9). Sin embargo, la paradoja que cierra la primera estrofa advierte que ahí se esconde una “vida más cierta” (v. 10); el adjetivo “cierta” posee una fuerte carga emocional y existencial. No se trata de una vida ligera o repetitiva, sino de otra auténtica y genuina. Esta idea se repetirá en el poema y es el verdadero eje vertebrador de su contenido.

La segunda estrofa es más larga (la componen diecisiete versos), pero la estructura conceptual es la misma, como se advierte en la repetición de la anáfora con “gracias” (vv. 11, 16 y 24). Continúa el tono de agradecimiento a la tierra por estar ahí y cobijar al sujeto lírico. Ahora se acotan las circunstancias de la contemplación, que no es abstracta, sino bien concreta. Estamos en el anochecer, en invierno (“noche, que a punto está de llegar” (v. 11) y “nieves” (v. 12) así lo manifiestan). El sujeto lírico aprecia un ser vivo: “ese perro vagabundo” (v. 13) que lucha por su supervivencia en pleno invierno. 

El segundo agradecimiento se dirige al hecho de no haber visto a ningún ser humano durante su contemplación, pues sería doloroso. Las tierras y praderas son pequeñas y desvalidas, pero también reciben el agradecimiento. “Las heridas de los disparos” (v. 22) alude metonímicamente a los restos de enfrentamientos, seguramente una alusión a la guerra civil española, o choques de otro tipo, de carácter bélico. Lo mismo podemos pensar de los “tizones de los últimos incendios” (v. 23); son alusiones a experiencias negativas de las gentes que habitan ese lugar. 

El tercer agradecimiento de esta segunda estrofa se dirige a los humildes frutales, las colmenas sin actividad y las casas durante muchos años cerradas. Vemos que son tres metáforas del mundo vegetal, del animal y del lugar donde mora el hombre. Las tres tienen un matiz negativo y connotan pobreza, esfuerzo por sobrevivir y abandono. Como en sordina, nos llegan los ecos de un mundo rural pobreto, acaso algo sórdido y difícil de sobrevivir. Hasta aquí, es notable la nula presencia del hombre, expresado en el último verso a través de una circunloquio misterioso y expresivo, “de la que no se conoce su dueño” (v. 27). Por momentos, parece un paisaje seco, áspero e inhóspito. 

Los adjetivos cromáticos aluden a tonos fríos y apagados: blanco, por el color de la nieve “grises” de los frutales. Por supuesto, “negros” referido a los páramos de la estrofa anterior apuntan en la misma dirección. Está en coherencia con el paisaje y su percepción desolada.

La tercera estrofa se inicia con una oración adversativa, advirtiendo así del cambio de pensamiento. Inicia de este modo la fase del ofrecimiento del sujeto lírico a esos “páramos negros”, ahora identificados con “toda esta muerte” (v. 30); lo que todo ha contemplado no es sino imagen de la muerte, en claro eco quevediano. Ofrece nada menos que “lo mejor de mi vida” (v. 29). 

Luego explica en qué consiste a través de varias metáforas: “el gozo y el oro” (v. 31), es decir, sus posesiones o experiencias emocionales y materiales. Y lo presenta a cambio de una “contemplación” (v. 33) de “las montañas últimas” (v. 34), metáfora y metonimia del último paisaje visible, de la frontera final donde todo acaba. La oración causal que va de los versos 35 al 38 explica por qué anhela esa visión intimista: es su lugar de origen, donde están sus “raíces”, donde estableció sus coordenadas existenciales que duran hasta el momento de la enunciación del texto poético. 

Los verbos han pasado a primera persona del singular (“soy”, “digo”, v. 36) y los posesivos se refieren al sujeto lírico (“mi vida”, v. 32). Aunque la tierra tan pobre solo ha recibido la visita de los “rayos amargos” (v. 40), metáfora de su miseria, son parte de las señas de identidad del poeta, de ahí su respeto y su aprecio. La hermosa sinestesia de esa metáfora expresa perfectamente la negatividad que contiene esa tierra.

La cuarta estrofa sigue en la línea causal-consecutiva de la anterior, pues explica las razones del sujeto lírico para pedir que esa tierra siga igual y lo acepte como parte de ella. Desea identificarse con una “lastra” (v. 41), una gran piedra plana y grande; es una metáfora de lo permanente e inamovible; sin embargo, dentro de ella puede haber peligro, metaforizado en la “víbora” (v. 42) que duerme bajo ella; lo acepta con naturalidad. Las enumeraciones metafóricas que siguen poseen una intensa significación en cuanto a los duros y férreos elementos naturales que resisten tenazmente las calamidades: yerba, escarcha, tapia y pinar. 

Estamos ante dos elementos vegetales, un fenómeno meteorológico y una humilde construcción propia del páramo, la tapia, construida con tierra húmeda apelmazada. La humildad y sencillez de estos elementos indican muy bien la pobreza del lugar y las sencillas, pero realistas, pretensiones del yo lírico. Este habla ahora de sí mismo: admite que ya lleva recorrido un largo camino que no se puede desandar; se siente “vacío” (v. 49), metáfora de cierto desvalimiento existencial, acaso por haberse alejado demasiado de su tierra natal. Su atenta mirada advierte que cuando todo parece “morir” (v. 49), “a punto está todo de nacer” (v. 50). 

Nos interesa destacar la antítesis viva establecida entre “morir” y “nacer” y la repetición retórica de “todo”, indicio de que esa naturaleza es abarcadora e incluyente. El hecho de que el sujeto lírico desee arrodillarse (v. 45) es una imagen de sumisión, respeto e identificación con la naturaleza contemplada.

La quinta estrofa posee un movimiento visual muy importante; el sujeto lírico dirige su “mirada” hacia el valle, que aparece como una “fosa” (v.52), metáfora, pues, de muerte y desolación; inmediatamente la dirige a las montaña, a la que alude metafóricamente como “la gran mole coronada de silencio” (v. 54); en esta perífrasis vemos una alusión al Teleno, el monte tutelar de los páramos bañezanos. No es una montaña cualquiera, pues en su “cima que alberga los misterios” (v. 55) se encuentran enigmas importantes que el sujeto lírico no esclarece. De nuevo agradece los frutos recibidos, unas “pobres, escasas semillas” (v.58), metáfora de la humildad pobreta de esa tierra; nos recuerda el momento preciso de la contemplación: el “anochecer” (v. 56), el crepúsculo, metáfora en sí mismo del cierre o final de un ciclo. Sin embargo, el cierre de la estrofa introduce un quiebro muy fuerte. 

Justamente, de esas semillas “habrá de germinar la luz perpetua” (v. 59); este sintagma aparece como metáfora de la vida plena y con sentido, además de imperecedera. Ahora comprendemos cómo de la tierra áspera y pobre surge, como en un milagro, una vida superior, con sentido total. También percibimos que el esfuerzo sostenido del sujeto lírico por integrarse en esos páramos negros tenía un sentido superior: en ellos se esconde el misterio de la existencia luminosa, a la que él desea acceder.

La última y breve estrofa posee un carácter sintético muy elevado; recoge el tiempo de la contemplación (se repite la palabra “anochecer”, v. 60) y el lugar, “los páramos negros”. Y se va un paso más allá: se aclaran las circunstancias físicas y espirituales del yo poético, hasta ahora obviadas; está solo y se siente “en paz” (v. 61, cierre del poema). Todo tiene un sentido superior, pleno y total. 

El yo poético se identifica con esa tierra, forma parte de ella, en su aspereza y humildad, y eso es suficiente para dotar de sentido su existencia. Subterráneamente, la luz recorre ese espacio grisáceo, casi oscuro, dotándolo de un horizonte de esperanza.


6) Contextualización

Como ya afirmamos, Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) es uno de los más sugestivos y originales poetas del grupo de los “Novísimos”, y eso a pesar de no aparecer en la famosa antología de José María Castellet, Nueve novísimos poetas españoles (1970); no siempre tienen por qué acertar los antologadores. Los distintos poemarios de Colinas nos han ofrecido un poeta sereno, grave, profundo y dueño de un lenguaje y un estilo poéticos personales. La contemplación, la reflexión y la intertextualidad son notas comunes a todos ellos. El poema comentado procede de un libro de juventud o primera madurez. 

Sin embargo, posee una asombrosa profundidad de sentido y se muestra pleno de mensajes sociales y exaltación natural. Podemos apreciar muy bien su adensamiento expresivo, su hondura indagatoria y su pulcritud expresiva. Todo está comprimido, insinuado y eludido, como si el poeta quisiera dejar al lector una puerta abierta al mundo poético, lleno de misterios y verdades, muchas de ellas desagradables.

Algunos de sus poemarios más importantes son: Preludios a una noche total (1969), libro del que procede el poema que comentamos, Sepulcro en Tarquinia (1975), Noche más allá de la noche (1983), Libro de la mansedumbre y Amor que enciende más amor (1999). Su producción poética total se halla en Obra poética completa (Ediciones Siruela, 2016).

Algunas notas de su poesía son:

-Equilibrio y contención formal: en la poesía de Colinas se aprecia una tendencia a la armonía expresiva, lejos de estridencias o salidas de tono epatantes.

-Intertextualidad y sincretismo cultural: estamos ante una poesía que recoge, quintaesenciada, distintas tradiciones poéticas y filosóficas. Colinas asimila estas corrientes en una experiencia poética personal, honda y enriquecedora.

-Diálogo del poeta y el mundo, el interior y el exterior, lo subjetivo personal y lo objetivo colectivo: de modo sereno, pero firme, Colinas abre su mirada al mundo natural y social.

-Atención a la realidad natural y antropológica: la naturaleza y el hombre no son ajenos a la mirada contemplativa del poeta. Se interesa por el respeto y el cuidado de la naturaleza y lamenta las penosas condiciones de vida de muchas personas. 


8) Interpretación y valoración

El poema “Plegaria de los páramos negros” es un perfecto ejemplo de integración del hombre y la naturaleza. El sujeto lírico contempla un paisaje y se identifica plenamente con él. Se percibe una comunión profunda del sujeto lírico y los “páramos negros”, ahora ya identificable con Antonio Colinas, y el paisaje, los páramos bañezanos, con el monte Teleno al fondo.

La expresión es muy contenida y reconcentrada; el poeta mira con detenimiento sus paisajes originales; los asume en su pobreza material y en su esencialidad metafísica. En la contemplación no hay ni trampa ni cartón, pues no existe ocultamiento ni un falso lirismo manipulado: la realidad es dura y áspera, pero pura y auténtica. Eso es, justamente, lo que aporta verdad poética: la asunción material y espiritual de una tierra que parece muerta, que porta vida y luz, es decir, existencia y belleza verdadera.

El lenguaje es esencialista, apegado a la tierra descrita: tapias, lastras, víboras, frutales, etc. La analogía de fondo entre la expresión y el contenido aporta una enorme autenticidad poética. La postura del sujeto lírico es de humildad religiosa; la palabra “plegaria” indica muy bien la naturaleza espiritualizada de la visión del paisaje, con fuertes ingredientes antropológicos. Esto ocurre desde el momento en que el poeta busca y encuentra una luminosidad transcendente en la contemplación del paisaje; comprenderlo, amarlo, respetarlo y adoptarlo como parte de sí mismo aporta sentido a la existencia y proporciona unas coordenadas vitales necesarias para la travesía humana.

En síntesis, este hermoso poema nos permite apreciar la expresión lírica de una visión esencialista, telúrica y espiritualizada de un paisaje original, en sí bastante sobrio, pobre e inhóspito; sin embargo, quien sabe mirarlo encuentra en sus entrañas el germen de “la luz perpetua”. Lo que comenzó siendo negro acaba luminoso; es el camino de la muerte a la vida.


2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).

2.1. Comprensión lectora 


1) Resume el poema (100 palabras, aproximadamente). 

2) Señala su tema principal y los secundarios. 

3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido. 

4) Analiza los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa empleada. 

5) ¿Qué tono tiene el poema: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario? 

6) Señala las imágenes más importantes que jalonan el poema, sobre todo referidas a los elementos de la naturaleza, y cómo impactan en el poeta. 

7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. 

 

2.2. Interpretación y pensamiento analítico 

1) ¿Qué entendemos por “páramos negros”? 

2) El poeta, ¿qué hace: descansa, pasea, contempla, participa en un evento social? 

3) ¿Existe mucha presencia humana en el paisaje de los páramos? ¿Qué sensación aporta? 

4) ¿Cómo se aprecia los momentos dolorosos vividos en ese lugar (muertes, enfrentamientos, etc.)?

5) ¿Qué momento del día aparece en el poema? ¿Por qué será así? 

6) ¿Qué tipos de verbos y tiempos verbales predominan en el poema (por ejemplo, primera o tercera persona)? ¿Qué sentido aportan? 

 

2.3. Fomento de la creatividad

1) Elabora un poema o texto en prosa que exprese la contemplación de un paisaje y su efecto emocional sobre el contemplador.  Puedes imprimir un sentido espiritual, como ha realizado Antonio Colinas.

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el poeta Antonio Colinas a propósito de su poema y de su vida. 

3) Realiza una exposición sobre Antonio con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc. 

4) Aporta o crea imágenes de viajes, paisajes, lugares o edificios, con un sentido de plegaria, es decir, de oración o de agradecimiento, por su propia existencia, siguiendo el ejemplo de Antonio Colinas. Colinas, su poesía y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar.


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