Nigrán, Pontevedra (VIII-2020) © SVM |
BENITO
PÉREZ GALDÓS- El terror de 1824
(“EPISODIO NACIONAL", 2.ª SERIE, 7.º VOLUMEN)
1.
ANÁLISIS
1. Resumen
La acción comienza el 2 de octubre de
1823, en Madrid (cuando acaba el Trienio Liberal y los monárquicos o realistas
y conservadores se hacen con el poder político tras un golpe de estado
propiciado por el propio rey Fernando VII). Patricio Sarmiento, un “vejete” mal
vestido, desastrado, con la ropa hecha jirones, cara de hambre y desaliñado, se
acercó al puesto de control militar a las afueras de Madrid en la carretera de
Andalucía, preguntando si había nuevas de su hija Lucas, soldado en las filas
progresistas o patrióticas, al mando de Riego. Garrote, el coronel al mando, le
informa que no hay noticias. Se encuentra con Francisco Romo, voluntario
realista, hombre malencarado y siniestro de aspecto. Le pide que le lleve una
carta a Elenita Cordero, hija de Benigno Cordero. Le ofrece una peseta por el
favor, pero Sarmiento se niega taxativamente porque no es alcahuete.
II
Aparecen varias carretas con milicianos
reales. Llevan a Riego preso. Es un guiñapo, herido, acobardado y de aspecto
derrotado. Sarmiento trata de hablar con él, pues es su admirador, pero no
puede. Sin embargo, habla con el soldado prisionero Pujitos, con un bayonetazo
en la barriga, muy herido, amigo íntimo de su hijo Lucas. Le informa que su
hijo murió porque, cada vez que se aproximaba una batalla, se ponía enfermo, de
calenturas, medio trastornado. Sarmiento, con el juicio trastocado, piensa que
su hijo es un héroe. Los prisioneros son dirigidos al Seminario de Nobles,
trasformado en prisión. Sarmiento, hablando en voz alta, con el juicio
trastocado, se dirige a su casa de la calle Coroleros. Habla en voz alta: pide
la muerte gloriosa para subir a los cielos como héroe y descansar con los
ángeles, pues ha sido una buena persona. Se acuerda que a su vecino De la
Cuadra no lo trató bien, pues lo llevaban prisionero los constitucionalistas,
le pidió agua y no se la dio. Tiene mala conciencia por ello. Se desmaya al
llegar a su casa.
III
Lo recoge Soledad Gil de la Cuadra en su
casa. Cuando se despierta, lo asea y le da de comer. Sarmiento se niega al
principio, pero lo acepta de buena gana después. Le recuerda a Sola que son
enemigos políticos, pero ella lo relativa, le da largas en política y lo manda
a dormir. Ella había estado ausente unos meses.
IV
Estamos en el 6 de noviembre de 1823, en
la Plazuela de la Cebada, fea y siniestra. Levantan un cadalso para ahorcar a
los prisioneros patrióticos. Chaperón dirige el montaje del cadalso. Romo y
Regato pasan por allí y charlan sobre la necesidad de ajusticiar a todos los
liberales y progresistas, sin que quede uno. Aparece a lomos de mula el
Trapense o padre Marañón, “con un cortejo que lo vitoreaba”, otro voluntario
realista estrafalario, sanguinario y siniestro de semblante. Hablan sobre la
ejecución de los presos al día siguiente. También aparece Bragas Piapón, que
quiere montar un espectáculo con mujeres vestidas de majas. Los demás le
recriminan que busque favores para sus amigos, como Benigno Cordero, detenido
en Zaragoza y amenazado de muerte.
V
Muerte de Riego en el suplicio. El
narrador lo critica ásperamente, pues Riego no tenía nobleza ni firmeza de
ánimo. Se retractó de sus creencias políticas pensando salvar la vida, pero lo
ahorcaron igual. Para el narrador, el “héroe de las Cabezas” era un mediano
militar y peor político que no supo digerir la fama. Hubo otros con gran
nobleza que no se les reconoció su valía. Él, como narrador, piensa recogerlos
en su texto. Lo ejecutaron el día 7, a las diez de la mañana.
VI
Sarmiento se iba recuperando de salud de
alma y cuerpo. Quiere dejar la casa de Sola para ir a la calle a reclamar
justicia. Busca la muerte como un héroe, imitando a Cristo. Sola lo amenaza con
una escoba y le obliga a sentarse y permanecer en casa, sin dejarle ir a la
calle a discursear a los ociosos, que se reían de él.
VII
Sarmiento, que era un maestro de escuela
jubilado, le da clases de escritura a Sola. Amaga con marchar, pero vive
cómodamente en casa de Sola, que lo trata con cariño y todo tipo de atenciones.
Le pide un beso a Sola como símbolo de su respeto y, acaso, enamoramiento.
VIII
Benigno Cordero tiene una tienda de
encajes. Casado con Robustiana, mujer corpulenta y de ideas firmes, tiene tres
hijos. Elena es la mayor, muy amiga de Sola, su vecina. Era constitucionalista
y colaboró activamente en el trienio. Luego lo cogen prisionero y casi lo
ejecutan. Acaba detenido en Zaragoza. La familia era amiga de Francisco Romo,
otro comerciante, pero realista. Intervino para que soltaran a Cordero, lo que
fue efectivo en agosto de 1824.
IX
Sola recibe muchas cartas y un paquete con
dinero. Le anuncia a Sarmiento que se irá para Inglaterra. Habla con Elena
largo rato. Su madre desea que corresponda a los amores de Romo, pero la chica
se niega porque es muy feo y basto; y porque quiere de verdad a Ángel
Seudoquis, militar. Un hermano de este, liberal, exiliado en Inglaterra, había
vuelto a España. Los realistas encarcelan al militar como represalia. Elena y
Ángel se intercalan cartas de amor criticando a Romo.
X
Elena rechaza a Romo en un tenso diálogo.
Este tiene una de las cartas que le envió a Seudoquis. En el momento de máxima
tensión, entre Cordero por la puerta, proveniente de Zaragoza.
XI
Sola le sugiere a Benigno Sarmiento
recogerse en un asilo si ella se va a Inglaterra. Él lo rechaza y hace
protestas de su amor. Lee una carta de Sola mientras esta duerme, de los
exiliados en Londres y ahí comprende que Sola desea marchar.
XII
Cena en casa de los Cordero. Está Pipaón,
Sola y falta Romo, invitado, pero ausente. No saben por qué, pero Elena lo
sospecha. Juan Pipaón, el Bragas, come furibundamente. De pronto, llega la
policía y se llevan detenidos a Benigno y a su hija Elena por liberales o
conspiradores.
XIII
Pipaón hace gestiones para que suelten a
Benigno, pero no es fácil. Le dice a Robustiana que están ejecutando a gente en
toda España para controlar la situación. Su marido y su hija fueron delatados,
aunque no saben por quién. Sola se siente triste e inquieta, y Sarmiento lo
capta, lo que le apena.
XIV
La Superintendencia General de la Policía
y la Comisión Militar, que juzgaba a los liberales, estaba en lo que en tiempos
del narrador era el Ministerio de Ultramar; antes se llamaba Cárcel de Corte.
Es un lugar sórdido, sucio, desapacible, oscuro. Como el infierno; y los
policías y escribas que allí trabajan, parecen pequeños demonios. Sola pide
entrar, entre el gentío arremolinado en la entrada, para ver a Chaperón, el
juez instructor de las causas de los liberales.
XV
Chaperón recibe en su cubil a Sola. Esta
exculpa a Benigno y a Elena y se inculpa con tal de que suelten a Cordero y a
Elena. Les dice que es hija de Urbano Gil de la Cuadra, realista insigne. Da el
nombre de la persona que la protege desde Londres, aunque el narrador lo omite.
El plumífero se llama Lobo, un hombre torvo y retorcido.
XVI
Irrumpe una señora elegante y bien
vestida, esposa de un alto cargo del gobierno, relacionada con Calomarde,
ministro de Fernando VII. Pide que le hagan inmediatamente un pasaporte para
irse a Inglaterra. Sola declara que una de las cartas de los exiliados era para
esa señora; luego se desmaya; la llevan a la cárcel.
XVII
Detienen a Sarmiento y lo llevan a prisión
con Sola. Están abatidos. Conversan sobre su negro destino, Sola abatida;
Salmerón, contento de ganar fama eterna y la salvación de su alma.
XVIII
Ante la policía, Sarmiento declara los
destinatarios de las cuatro cartas. Doña Genara, que es la dama apuesta de
antes, es una de las destinatarias; es mujer del coronel Navarro Garrote. Se
autoinculpa y sostiene ser el máximo liberal constitucionalista. Sola oye con
resignación.
XIX
Genara presiona a Lobo para que cambie las
declaraciones y exculpe a Sola e inculpe a Sarmiento.
XX
En el despacho de Chaperón. Garrote le
pide más diligencia y menos contemplaciones en las penas a los rebeldes; lo
apoya Romo a pies juntillas. Tramitan casos de horca y condenas de diez años
por gritar “Viva la constitución” o besar el lugar donde estuvo Riego.
Absuelven a Cordero y su hija. Romo declara que delató a los Cordero. Acuerdan
enviar a la horca a Soledad y al manicomio a Sarmiento, pero luego tienen dudas
y lo dejan para el día siguiente.
XXI
Chaperón habla con Lobo. Condena a Soledad
a horca por culpable.
XXII
En la celda compartida, Sarmiento se
arrepiente de su declaración porque perjudica a Soledad. Están ambos preparados
para morir. El lugar es lóbrego, insalubre y oscuro. Sarmiento habla
grandilocuentemente sobre la gloria que le espera tras ser ejecutado, en la
tierra y en el cielo, con los santos.
XXIII
El padre Alelí visita Sole y Sarmiento en
la celda. Les lleva palabras consolatorias. Sole le pide que le diga a Genara
que la perdone. Ya la había perdonado. Sarmiento no quiere tratos con él y se
declara buen cristiano.
XXIV
Genara presiona a Chaperón para liberar a
Soledad, y su marido, Garrote, lo contrario. El rey recibe a Chaperón y le
ordena ser justo. Lobo y Genara convencen a Chaperón para que declare inocente
a Sole y culpable a Sarmiento. Le hacen saber la sentencia. Este se alegra
porque alcanzará la gloria que merece.
XXV
En la capilla de los condenados, Sarmiento
muestra gran entereza y juicio recto y a veces extraviado. Da gracias por ser
condenado a muerte porque alcanzará la gloria eterna y la mundana. Sola lo
acompaña y reza por él. Está acongojada. Alelí y su colega el fraile Salmón no
saben qué pensar de Sarmiento.
XXVI
Chaperón lo visitó en la cárcel y dialogó
con Sarmiento. Este se muestra jubiloso por su muerte y vaticina el fin del
absolutismo en pocos años.
XXVII
Sarmiento le dice a Sola que coja unos
apuntes con su vida que dejó guardados en la casa. Así, cuando los
historiadores escriban su vida, tendrán a mano los datos precisos.
XXVIII
Se confiesa y no encuentra muchos pecados.
Con todo, Alelí y Salmón no le dan la absolución por detalles. A Sarmiento le
da igual. Se siente en paz con Dios y espera gozoso su muerte. Lo conducen al
cadalso. Cuando va a gritar “Viva la…”, el verdugo lo empuja y muere. La gente
que abarrotaba la plaza, feliz del espectáculo. Un murmullo general.
XIX
Capítulo muy breve. Es una reflexión del
narrador sobre el incierto destino de las almas. Se pregunta dónde está la
frontera entre lo sublime y lo trivial, como en Sarmiento. Lamenta que muchos
han ganado gran fama con menos motivos, y otros han pasado a la historia
habiendo sido menos sublimes.
“Madrid, octubre de 1877”
- Temas
de la novela
“El terror de 1824” aborda varios temas de
gran interés. Como es una novela histórica, muy apegada a la realidad, es fiel
a los acontecimientos históricos que relata. Galdós tenía una intención
literaria y pedagógica con la composición de sus Episodios nacionales, lo que afecta inmediatamente a los temas
abordados, condicionados por el tramo histórico que aborda en su escritura y el
deseo de que esta sirva de reflexión, análisis y comprensión del siglo XIX
español. Los temas abordados, bajo esta perspectiva, son:
-La represión política por parte del bando
realista y conservador (sustentador del rey Fernando VII) contra los
constitucionalistas o progresistas.
-La denuncia de la violencia, la tortura y
la brutalidad de los realistas en su restauración del orden público.
-El fanatismo ideológico y religioso como
tapadera de personalidades miserables y malvadas.
-El amor, la generosidad y el cariño como
antídoto contra la perversión.
-El idealismo y la fe en la fraternidad, con un componente religioso, como vías de redención de los hombres y la sociedad.
- Apartados
temáticos
La novela que analizamos exhibe una
estructura clásica, basada en el respeto al orden cronológico y lógico de los
hechos narrados. De este modo, encontramos:
-Introducción o presentación de los
personajes y el conflicto: ocupa los cinco primeros capítulos. Sarmiento y Sola
son los dos personajes que acaparan la acción; él se opone a la acción del
gobierno conservador desde postulados idealistas y retóricos, sin efectos
prácticos de ningún tipo; ella socorre a Sarmiento y lo rescata de la miseria y
de la locura.
-Desarrollo o nudo: es la parte más
extensa y abarca desde el capítulo VI hasta el XXIII. El encarcelamiento de
Sarmiento y Sola, junto con su farsa de juicio, dirigido por Chaperón, es el
eje central. Percibimos vivamente todas las injusticias y atropellos judiciales
de los realistas, los celos y venganzas, centrados en Romo, y las desdichas de
las personas comunes, como la familia Cordero.
-Desenlace o resolución de la tensión narrativa; va del capítulo XXIV hasta el XXIX y final. Asistimos al triste y amargo final del relato. Los inocentes son ejecutados, los crueles campan a sus anchas y el mundo, violento y absurdo, sigue su tortuoso camino.
5.
Figura del narrador
El narrador se manifiesta en tercera
persona en la mayoría del relato. Sin embargo, de vez en cuando se deja ver. Se
trata de un narrador parcialmente omnisciente, externo al relato, pero bastante
subjetivo, en el sentido de que toma partido por los constitucionalistas y las
personas de bien. Por el contrario, critica o deja entrever cierta
animadversión contra los crueles y tiranos, así como contra los cínicos y los
calculadores que nadan y guardan la ropa al mismo tiempo.
El último capítulo, por lo demás corto, es una reflexión del narrador sobre la materia narrada. Ahí opina que la ejecución de Sarmiento fue una salvajada y que la hipocresía y el cinismo campan a sus anchas. Lamenta el final de su personaje y advierte que, en la vida real, otros más locos y peligrosos andan sueltos, y otros más famosos para nada han hecho méritos elevados por los que deban ser recordados.
6.
Personajes
Analicemos los personajes principales:
-Patricio Sarmiento: maestro de escuela
jubilado, vive solo, pues está viudo y su hijo ha muerto en las revueltas entre
progresistas y realistas. Tiene el juicio algo trastornado; progresista o
constitucionalista totalmente convencido, predica por Madrid las ventajas del
progreso. Sus ideas políticas se mezclan con aspectos de la religión cristiana,
de modo que funde la bondad, el progreso, la generosidad, la fama póstuma y la
salvación del alma en una única amalgama a veces algo incoherente, pero siempre
auténtica y genuina.
-Soledad Gil de la Cuadra (Sola): es una
joven muchacha hija de una familia conservadora; vive sola, en una posición
económica desahogada. Es una chica de corazón muy grande. Ayuda a todo el mundo
por guiada por su generosidad natural. Por eso acoge y cuida en su casa a
Sarmiento durante meses. Su integridad moral es muy alta, por eso se
autodelata, para librar a la familia Cordero de la represión realista. A punto
de ser condenada a muerte, acepta su destino con resignación cristiana y fuerza
moral.
-Francisco Romo: es justo el envés de la
moneda. Se trata de un hombre torvo, envidioso, fanático de la monarquía de
Fernando VII y de la religión católica. Aprovecha la victoria de su bando para
tratar de seducir a Elena Cordero, pero esta lo rechaza por su carácter
desabrido, desagradable y autoritario. Amigo de la violencia, no duda en pedir
la pena de muerte para sus enemigos políticos.
-Chaperón: responsable del tribunal o
comisión que juzga a los progresistas encarcelados. Trata de ser justo, dentro
de su estrecho marco mental de conservadurismo y monarquismo a ultranza, pero
no lo logra. Su fondo moral no es del todo turbio, pero las presiones lo
derrumban y le hacen actuar desalmada y cruelmente. Condena a muerte a
Sarmiento sabiendo que es un pobre hombre inocente.
-Lobo: aquí se presenta al típico
burócrata leguleyo que nada a dos aguas. Cumple con su deber plumífero
escrupulosamente, como parte de su espíritu adulador. Se siente tratado
injustamente, en relación a sus méritos, por eso colabora con Genara. Colabora
gratamente en la represión de los progresistas, lo que da idea de su alma
oscura y turbia.
-Pipaón o Bragas: personaje turbio,
ambiguo y cínico; se aprovecha de todo el mundo para vivir del cuento. Su
ideología es ambigua y se adapta a las circunstancias que lo rodean. Maniobra a
favor de unos u otros para obtener beneficio material, pues vive de estas
andanzas. -Seudoquis: son dos hermanos progresistas; uno se tuvo que exiliar
para no morir; el otro, militar, enamorado de Elena Cordero, es probable que
sufra represiones por su amor, no por su posición política, totalmente
neutral.
-Genara:
mujer noble, rica y poderosa, esposa del coronel Garrote, un hombre
cruel, violento y fanático que pide pena de muerte para los progresistas por
los motivos más ridículos. Genara es
quien salva la vida de Sola. Aunque no se aclara, parece que es de ideología
progresista y conspira contra los realistas conservadores.
-Familia Cordero: Comerciantes de buen pasar que desean el progreso y el avance para España. El marido es un hombre pacífico, pero de ideas liberales firmes. Se ve atropellado por el curso de los acontecimientos y no muere ajusticiado de milagro, lo mismo que su hija Elena. Fueron denunciados por Romo por venganza y resentimiento, pues la chica lo rechazó.
7.
Lugar y tiempo de la acción narrada
Madrid es el lugar donde se desarrolla
toda la acción narrada. Galdós la pinta como una ciudad bastante destartalada,
poco agraciada, más bien inhóspita (barro, suciedad, frío, lluvia helada,
etc.). Al mismo tiempo, resulta un lugar familiar, heterogéneo y, a pesar de su
suciedad, benevolente con sus habitantes.
El tiempo de la escritura lo declara la última línea del texto: 1877, coincidiendo con la madurez artística de Galdós. El tiempo de la acción narrada es muy preciso: finales de 1823 y 1824. Se trata de la restauración del poder monárquico de Fernando VII tras el Trienio liberal comandado por Riego (y contra el que el narrador escribe duras palabras, tachándolo de pusilánime, irresponsable e inconsistente en sus ideas y actuaciones), el militar que aparece en el texto, pero no actúa, y que fue ajusticiado a finales de 1833. La duración de la acción, por lo dicho, se puede deducir que dura aproximadamente medio año: del otoño de 1823 a la primavera de 1824.
8.
Contextualización
Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran
Canaria, 1843 – Madrid, 1920) constituye un auténtico regalo imperecedero para
las letras españolas. Y no sólo por su estupenda literatura, sino por su
compromiso con ideales y valores de progreso, liberalismo, justicia social,
atención a las clases abandonadas de la sociedad, etc. en un momento de graves
turbulencias políticas en España. Y lo
hubo de pagar muy caro, por ejemplo, sufriendo boicot desde España como candidato
más que probable para recibir el Premio Nobel.
Pérez Galdós pasó por varias etapas
literarias dentro de su amplio recorrido:
-Primero asistimos a una etapa inicial de
aprendizaje y de novelas de tesis, desde una posición progresista y liberal
(1870-1878); Doña Perfecta es la
mejor novela de este período de tanteos y aproximaciones bajo una intención
política liberal más o menos clara.
-La segunda etapa se denomina “novelas
españolas contemporáneas; ciclo de la materia” (1880-1879); de esta época data su
mejor novela, Fortunata y Jacinta;
otro título muy relevantes es Miau.
Aquí Galdós alcanza un gran nivel narrativo en forma y fondo, en expresión y
contenido.
-La tercera etapa es la de “novelas españolas contemporáneas; ciclo
espirituralista” (1890-1905); deja novelas de gran fuste y narrativamente
perfectas; algunos títulos son Tristana
y Misericordia.
-La última fase creativa se ha dado en
llamar “etapa mitológica” (1909-1915); un título representativo de este período
es La razón de la sinrazón.
Dentro de su descomunal proyecto de los Episodios
nacionales, Galdós se propuso novelar con sentido y sensibilidad la
historia de España del siglo XIX, en cinco series de diez capítulos cada una
(escribió y publicó 46; desgraciadamente, no le alcanzó la vida para
completarlos todos, aunque dejó borradores y bocetos de los inconclusos). El terror de 1824 (1877) es el séptimo
volumen de la segunda serie. Estamos ante uno de los títulos más perfectos de
una sustanciosa colección; Galdós aborda unos acontecimientos tristes y
violentos que muestran los infinitos problemas de los españoles para vivir en
paz y concordia. Como siempre, funde ficción y realidad con gran maestría;
introduce la reflexión sobre la historia y crea una ficción de hondo
significado, dentro de un marco literario impecable.
Galdós es, junto con Clarín y Pardo Bazán,
el máximo novelista del realismo español. El realismo, que se desarrolla en la
segunda mitad del siglo XIX, se basa en los siguientes postulados:
-Observación minuciosa de la realidad
social y cotidiana. Se intenta una reproducción fiel, como una fotografía, de
la misma.
-Atención a todo tipo de personajes:
hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, ricos y pobres, tontos y listos,
etc., circulan por las novelas realistas.
-Carga reflexiva (y reformista) importante
sobre las miserables condiciones de vida de un porcentaje muy amplio de la
población.
-El burgués y su ideología burguesa es el foco principal del relato realista.
9.
Interpretación y valoración
El
terror de 1824 es
uno de los “Episodios Nacionales” galdosianos de más feliz realización y
contenido. Galdós nos presenta una España desguazada en lo material, lo
intelectual y lo moral. Los personajes abyectos, miserables, violentos y
sanguinarios abundan por doquier. Los buenos e idealistas apenas tienen margen
de actuación. Sucumben ante la brutalidad de los poderosos. Es muy llamativo el
afán de venganza (encarnada en Romo, Chaperón y Navarro Garrote) por ideas
políticas. El mensaje que Galdós desliza es que los españoles no podemos
convivir en paz y algo de armonía.
Aparece el Madrid más lúgubre, siniestro y
vengativo. Las fuerzas realistas, gente bárbara, sin educación ni sentido de la
convivencia responsable. El fanatismo ideológico y religioso de almas mezquinas
provoca asesinatos, ajusticiamientos arbitrarios y todo tipo de penalidades a
personas inocentes. El retrato del ambiguo que saca provecho de todo, del
burócrata resentido, del juez provisional con una confusa idea de la justicia,
etc., es despiadado y desalentador.
El contraste que se establece entre las
personas bondadosas, idealistas y pacíficas, frente a los violentos y
fanatizados es uno de los puntos de mayor riqueza narrativa del relato. Crea
una sutil línea de tensión temática que recorre todo el relato.
El papel del narrador es otro punto de
gran interés. Aquí se percibe inmediatamente la influencia cervantina en
Galdós. El capítulo final, con su declaración, más bien pesimista, de cómo los
lunáticos encierran en su locura más verdad y justicia de lo que aparenta es
muy importante. Sarmiento, siendo inocente, es ajusticiado vilmente, como bien
saben los verdugos. Las maniobras y arbitrariedades de gente poderosa lo
conducen al cadalso. El reo va de buena gana, pero su inocencia esconde la
crueldad de los demás, como reconocen en privado.
El
terror de 1824 es
una estupenda novela, densa, significativa y rica. Su composición resulta
equilibrada y feliz: el fondo y la forma se alían para crear un relato de
ambiente histórico que nos ayuda a comprender la terrible historia de España en
el reinado del infame Fernando VII.
2.
PROPUESTA DIDÁCTICA
1.Comprensión
lectora
1) ¿Qué busca Sarmiento en sus
pesquisas entre los controles militares establecidos en las afueras de Madrid?
2) ¿Qué contraste se establece
entre la idea que Sarmiento tiene de su hijo y la realidad más triste?
3) ¿Por qué Sola recoge en su
casa a Sarmiento?
4) ¿Por qué Chaperón manda
cambiar el cadalso que se monta en la madrileña
plaza de la Cebada? ¿Qué podemos colegir de su carácter?
5) Romo, el voluntario
realista, resulta especialmente falso y traidor: justifícalo.
6) ¿Qué mueve a Sola a
autodelatarse? ¿Cómo podemos valorar su actuación?
7) ¿Podemos hablar de un
proceso judicial con garantías de justicia y equidad? Razona tu respuesta.
8) ¿Cómo podemos explicar el
deseo de Sarmiento de ser ejecutado? ¿Qué busca con esta actitud?
9) La familia Cordero, ¿qué
ideología y estilo de vida representa?
10) ¿Por qué Romo actúa de un modo tan abyecto? ¿Lo mueve su ideología y su religión --como él dice-- u otros motivos?
2.Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Por qué los realistas
quieren tomarse su venganza? ¿Es lógico y moral ese tipo de actuación?
2) Analiza la figura del
narrador: ¿por quién toma partido?
3) La bondad parece un bien
escaso en el mundo novelesco de este relato: ¿por qué Galdós ha tomado una
posición tan pesimista?
4) Observa los nombres de los
personajes: ¿están en correspondencia con su carácter?
5) Fíjate en las ejecuciones sumarias que establecen Chaperón y Navarro Garrote: ¿cuáles son las causas? ¿Parece razonable y justo esta actuación?
3.
Comentario de texto específico
Capítulo XV
Uno
estaba en pie, colocado frente al marco de la puerta, de modo que recibiendo la
luz por detrás, todo él parecía negro, negro el uniforme, negras las manos,
negra la cara. Pero en la sombra podía reconocerse fácilmente al celoso
funcionario que dispuso la elevación de la horca en la plaza de la Cebada el 6
de Noviembre de 1823.
El otro estaba sentado y
escribía con la soltura y garbo de quien ha consagrado una existencia entera al
oficio curialesco. Era un viejecillo encorvado y pergaminoso, con espejuelos
verdes, las facciones amomiadas, el cuerpo enjuto. Mientras escribía, su
espinazo afectaba una perfecta curva, cuyo extremo, o sea la región capital,
casi tocaba el papel. Al dejar la pluma, recobraba lentamente su posición
vertical, que siempre era bastante incorrecta, por tener su cabeza cierta
tendencia a colgar balanceándose, como fruta madura que va a caer de la rama.
Tenía la costumbre de subirse a la frente las antiparras verdes mientras
escribía, y entonces parecía estar dotado de cuatro ojos, dos de los cuales se
encargaban de vigilar la estancia mientras sus compañeros cubrían el papel de
una hermosa letra de Torío que en claridad podía competir con la de imprenta.
Su nariz y la desaforada boca combinaban armoniosamente sus formas para
producir una muequecilla entre satírica y benévola que producía distintos
efectos en los que tenían la dicha de ser mirados por el licenciado Lobo, pues
tal era el nombre de este personaje, no desconocido para nuestros lectores.
La joven balbució un saludo
dirigiéndose al de la mesa, que le parecía más principal. Después extendió sus
miradas por toda la pieza, que se le figuró no menos triste y lóbrega que un
panteón. Cubría los polvorientos ladrillos del suelo una estera de empleita que
a carcajadas se reía por varios puntos. Los muebles no superaban en aseo ni
elegancia al resto de las oficinas, y las mesas, las sillas, los estantes se
decoraban con el mismo tradicional mugre que era peculiar a todo cuanto en la
casa existía, no librándose de él ni aun el retrato de nuestro Rey y señor D.
Fernando VII, que en el testero principal, y dentro de un marco prolijamente
decorado por las moscas, mostraba la augusta majestad neta. Los grandes ojos
negros del Rey, fulgurando bajo la espesa ceja corrida, parecían llenar toda la
sala con su mirada aterradora.
--¿Qué quiere usted?
--gritó bruscamente Chaperón, mirando a la joven.
La turbación suele causar
algo de sordera; así es que la interpelada dejose caer en una silla con
muestras de gran cansancio.
--Gracias, señor, me
sentaré. Estoy muy fatigada; no me puedo tener.
Su entrecortado aliento, su
palidez, la sequedad de sus labios indicaban una fatiga capaz de producir la
muerte si se prolongara mucho.
--No he dicho a usted que
se siente, sino que qué quiere --manifestó con desabrimiento el brigadier.
La joven se levantó
vacilante como un ebrio.
--Puede usted sentarse, sí,
siéntese usted --dijo Chaperón con menos dureza.
Lobo le hizo una seña
amistosa, obsequiándola al mismo tiempo con un ejemplar de su sonrisa.
--Yo --dijo la joven
dirigiéndose a Lobo que le parecía más amable-, quería hablar con el Sr. de
Chaperón.
-Pues pronto, amiguita
--gruñó este--, despachemos, que no estamos aquí para perder el tiempo.
--¿Es Vuecencia el Sr. D.
Francisco Chaperón?
--Sí, yo soy... ¿qué se te
ofrece? --repuso el funcionario practicando su sistema de tutear a los que no
le parecían personas de alta calidad.
--Quería hablar a Vuecencia
--dijo la muchacha temblando--, acerca de D. Benigno Cordero y su hija.
--Cordero... --dijo
Chaperón recordando--. ¡Ah! ya... el encajero. Está bien. ¿Tú has servido en su
casa?
--No señor.
-Su causa está muy
adelantada. No creo que haya nada por esclarecer. Sin embargo... Señor
licenciado Lobo, recoja usted las declaraciones de esta joven.
--¿Cómo se llama usted?
--preguntó Lobo tomando la pluma.
--Soledad Gil de la Cuadra.
--¡Gil de la Cuadra!
--exclamó Chaperón con sorpresa dando algunos pasos hacia la joven-. Yo conozco
ese nombre.
--Mi padre --dijo Sola
reanimándose- era muy afecto a la causa del Rey. Quizás Vuecencia le conocería.
--D. Urbano Gil de la
Cuadra... Ya lo creo. ¿Se acuerda usted, Lobo?... Últimamente se oscureció y no
supimos más de él... Era una benemérito español que jamás se dejó embaucar por
la canalla.
--Murió pobre y olvidado de
todo el mundo --manifestó Sola, triste por la memoria y gozosa al mismo tiempo
por una circunstancia que despertaría tal vez interés hacia ella en el ánimo de
aquellos señores tan serios--. Sabiendo quién soy y recordando la veracidad y
honradez de mi padre, tengo mucho adelantado en la opinión de Vuecencias.
-Seguramente.
--Y darán crédito a lo que
diga.
--El pertenecer a una
familia que se distinguió siempre por su aborrecimiento a las novedades
constitucionales, es aquí la mejor de las recomendaciones.
--Pues bien, señores --dijo
Soledad animándose más-, yo diré a Vuecencias muchas cosas que ignoran en el
asunto de D. Benigno Cordero.
--Anote usted,
licenciado... En efecto, siempre me han parecido algo oscuros los hechos de ese
endiablado asunto de Carnero...¿no es Carnero?... No, Cordero. Tengo la
convicción de su culpabilidad; pero...
--¡Oh! señor -dijo Soledad
con viveza--, precisamente yo vengo a decir que el Sr. D. Benigno y su hija son
inocentes.
Chaperón, que iba en camino
de la ventana, dio una rápida vuelta sobre su tacón, como los muñecos que giran
en las veletas al impulso del viento.
--¡Inocente! --exclamó
arrugando todas las partes arrugables de su semblante, que era su modo especial
de manifestar sorpresa.
Lobo dejó la pluma y bajó
sus anteojos.
--Sí señor, inocente
--repitió Sola.
--Oye, tú -añadió
Chaperón--. ¿Habrás venido aquí a burlarte de nosotros?...
--No señor, de ningún modo
--repuso la huérfana temblando--. He venido a decir que el Sr. Cordero es
inocente.
--Cordero... inocente...
Inocente... Cordero... ¡Qué bien pegan las dos palabrillas, —eh! --dijo el Comisario militar con la
bufonería horripilante que le aseguraba el primer puesto en la jerarquía de los
demonios judiciales.
Se había acercado a la
joven, casi hasta tocar con sus botas marciales las rodillas de ella, y
cruzando los brazos y arrugando el ceño, la miraba de arriba abajo
desdeñosamente, como pudiera mirar el can a la hormiga. Soledad elevaba los
ojos para poder ver la tenebrosa cara suspendida sobre ella como una amenaza
del cielo. Su convicción y su abnegación dábanle algún valor, por lo cual,
desafiando la siniestra figura, se expresó de este modo:
--Yo afirmo que los
Corderos son inocentes, que están presos por equivocación. Ya se supone que no
habré venido sin pruebas.
Ella ignoraba que en aquel
odioso tribunal las pruebas no hacían falta para condenar ni para absolver. No
hacían falta para lo primero porque se condenaba sin ellas, ni para lo segundo,
porque se condenaba también, a pesar de ellas.
--Conque pruebas... --dijo
el vestiglo marcando más el tono de su bufonería--. ¿Y cuáles son esas
pruebecitas?
--Yo no vengo a negar el
delito -afirmó Soledad con voz entrecortada, porque apenas podía hablar
mientras sintiera encima el formidable
peso de la mirada chaperoniana--. Yo no vengo a negar el delito, no
señor; vengo a afirmarlo. Pero he dicho... que el Sr. Cordero es inocente de
ese delito, que el delito ¿me entienden ustedes? se ha achacado al Sr. Cordero
por equivocación... y esto lo probaré revelando quién es el verdadero...
culpable, sí señor; el culpable del delito... del delito.
--Eso varía --dijo Chaperón
apartándose--. Para probarme que no vienes a burlarte de nosotros, dime cuál es
el delito.
--Un oficial del ejército
llamado D. Rafael Seudoquis, vino de Londres con unas cartas.
--¡Ah!... estás en lo
cierto --dijo Chaperón con gozo, interrumpiéndola--. Por ahí, por ahí...
--Como Seudoquis no podía
estar en Madrid sino día y medio, las cartas venían en un paquete a cierta
persona que las debía distribuir y recoger las contestaciones.
--Admirable --dijo Chaperón
como un maestro que recibe del examinando la contestación que esperaba--. Y
Seudoquis no celebró entrevistas con Cordero, sino con otra persona. ¿No es eso
lo que quieres decir?
--Sí señor; Cordero ni
siquiera le conoce. Lo del noviazgo de Elena con Angelito es verdad; pero D.
Rafael no ha visto a su hermano ni a
ninguna otra persona de su familia en las treinta horas que estuvo en Madrid.
--Vamos, veo que conoces el
paño... Bien, paloma. Ahora, revélanos todo lo que sabes. Lobo, anote usted.
Lobo tomó la pluma y subió
otra vez a la frente sus verdes ojos sin pestañas.
--Yo no diré nada --afirmó
Soledad con la firmeza de un mártir-, no diré una palabra, aunque me den
tormento, si antes Vuecencia no me da palabra de poner en libertad al Sr.
Cordero y a su hija.
--Según y conforme... Aquí
no somos bobos. Si yo veo clara la equivocación...
--¡Pues no ha de verla!...
Deme Vuecencia su palabra de ponerles en libertad desde que conozca al
verdadero culpable.
--Bueno; te la doy, te doy
mi palabra; mas con una condición. No soltaré a los Corderos si no resulta que
el verdadero delincuente es un ser vivo y efectivo, ¿me entiendes? Aquí no
queremos fantasmas. Si es persona a quien podemos traer aquí para que confiese
y dé noticias y vomite todo lo que sabe y expíe sus crímenes... corriente.
Tendremos mucho gusto en reparar la equivocación. ¿Para qué estamos aquí si no
es para hacer justicia?
--El delincuente --dijo
Sola con firmeza--, es un ser vivo y
efectivo, podrá confesar, podrá expiar su culpa... Acabemos, señores, soy yo.
Chaperón y el experto
licenciado habían visto muchas veces en aquella misma siniestra sala y en otras
dependencias del tribunal, personas que negaban su culpabilidad, otras que
delataban al prójimo, algunas que intentaban con lágrimas y quejidos ablandar
el corazón de los jueces; habían visto muchas lástimas, infamias sin cuento,
algo de abnegación en pocos casos, afectos diversos y diversísimas especies de
delincuentes; pero hasta entonces no habían visto a ninguno que a sí mismo se
acusara. Hecho tan inaudito les desconcertó a entrambos y se miraron
consultándose aquella jurisprudencia superior a sus alcances morales.
--¿De modo que tú dices que
tú misma eres quien cometió esos delitos que Su Majestad nos ha mandado
castigar? ¿Tú?...
--Sí señor, yo misma.
a)
Comprensión lectora
1) ¿Cómo es el lugar donde
trabaja el juez? ¿Qué efecto provoca en el lector y en Sola?
2) ¿Cómo trata de palabra
Chaperón a Sola? ¿Por qué?
3) ¿Cómo es la familia de la
que proceda Soledad?
4) ¿Por qué se autodelata
Sola?
5) ¿Cómo reaccionan los
leguleyos ante la autoinculpación?
6) Localiza en el texto media docena de recursos estilísticos que sirven para hacer más expresivo y bello el relato.
b)
Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Cómo apreciamos la bondad
y la maldad en este relato?
2) ¿Por qué los leguleyos no
creen a Sola en un primer momento?
3) ¿Qué personaje utiliza la ironía y el sarcasmo cuando habla? ¿Por qué lo hace así?
3.
Fomento de la creatividad
1) ¿Qué harías tú si hubieras sido
Sarmiento o Sola? Explica y razona con detalle.
2) Transforma el final de la novela, de
modo que te parezca más justo o razonable.
3) Realiza una exposición con un panel o
con medios TIC sobre la vida y la obra de Pérez
Galdós. Puede ir acompañado de música,
proyecciones de imágenes de la época, cuadros de pintores del momento, etc.
4) Escribe un relato más o menos inspirado
en los acontecimientos de 1824 que hemos conocido, pero ambientado en nuestros
días, abordando los mismos temas.
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