Catedral de León (I-2020) © SVM |
DELMIRA AGUSTINI -
Clarobscuro
CLAROBSCURO
Cuando sonriente, la
aurora 1
Sus áureos cabellos suelta
Y en el pálido horizonte
Su faz sonrosada muestra,
Y las albas avecillas 5
De sus manos marfileñas,
Van rasgando de la noche
El amplio manto de niebla,
Un níveo, frágil
insecto
De sus ensueños
despierta, 10
Y agitando dulcemente
Sus alas leves, etéreas,
Sediento en busca de flores
Su vuelo ondulante
eleva.
Flores que recién se abran 15
Y en sus copas soñolientas,
Le brinden savia, perfumes
¡Y una llovizna de perlas!
Tenue, vaporoso
insecto
Cuyas alas nacareñas, 20
Del lirio tienen la albura
Y la suave transparencia,
Tal vez de su vara al toque
El hada Delicadeza,
Formólo de una sonrisa 25
Un silfo, un sueño, una
perla.
¡Y la luz diole por sangre
Una gota de su esencia!
Existe un lúgubre
insecto
De alas pesadas y
negras, 30
Que espera ansioso el momento
De silencio y de tinieblas
En que en brazos de la
noche
Duerme enlutada la
tierra,
Y entonces alza su
vuelo 35
De lentitudes funéreas,
¡Vuelo pesante, fatídico,
De vibraciones siniestras!
¡Tétrico, ominoso
insecto!
¡Animalaña funesta! 40
Al vivo fulgor del día
Permanece inmóvil, yerta,
La helada sombra nocturna
Da vida a sus alas
muertas.
Es que tal vez de la
noche 45
Le brinda la copa inmensa,
De la esencia del misterio
El vivificante néctar,
Esencia que por lo
oscura
Parece su propia
esencia! 50
¡Raro, sublime contraste!
¡Atrayente diferencia!
Aquél, una estrella alada,
Éste, un jirón de
tiniebla;
Aquél, graciosa
alegría, 55
Éste, fúnebre tristeza;
Aquél tiene la celeste,
La luminosa belleza,
Del astro claro,
radiante,
De una sonrisa
arcangélica, 60
Éste tiene la sombría
Severa magnificencia,
La atracción trágica,
extraña,
Irresistible, funesta,
Del abismo devorante! 65
De la sima negra, tétrica!
- ANÁLISIS
1. Resumen
Delmira Agustini (Montevideo, Uruguay,
1886 - 1914) es una de las voces poéticas más relevantes de la poesía en lengua
española en la primera mitad del siglo XX. En un ambiente de postromanticismo y
de modernismo, supo encontrar un tono lírico propio, innovando en temas y en
tonos de un modo sorprendente. En su poesía se percibe un intimismo apasionado,
en una atmósfera de celebración del amor, pero bajo la sombra de la pérdida, de
lo efímero y de la muerte.
El poema al que ahora nos acercamos es
original chocante, tanto por su tema como por la perspectiva que adopta el yo
lírico. Se trata de la observación de dos insectos, uno diurno, bello y
simpático; otro, nocturno, siniestro y repelente. También nos llega la reacción
del sujeto poético a esta contemplación: el insecto diurno, una mariposa, lo
atrae por su gracia y armonía. Pero el nocturno, en contra de la primera
impresión, también le resulta atractivo, precisamente por su aspecto siniestro
y misterioso.
En la primera estrofa se establece el
momento del día en que el insecto despierta y se activa. Es el primer instante
del amanecer, del que destaca el color del cielo y las primeras aves surcando
el cielo en procura de sus sustento. En ese instante, un “insecto” muy blanco,
seguramente una mariposa, echa a volar buscando flores para libar el néctar de
las hermosas flores que se lo ofrecen con generosidad.
La segunda estrofa exalta la hermosura
delicada y admirable de la mariposa. Destaca su blancura y la transparencia en
algunas partes de su cuerpo. Es tal su encanto que acaso un hada o un silfo
(seres mágicos de vida oculta) colaboraron a su perfecta creación. Parece que
posee gotas de luz en su interior, tal es su belleza mágica, ligera, casi
etérea.
La tercera estrofa cambia bruscamente de
contenido, que no de tema. Se presenta a un “lúgubre insecto” que es todo lo
contrario al anterior. Ahora estamos ante un insecto negro, de alas “pesadas”,
que despierta al caer la noche. Estamos ante escarabajos; son los coleópteros
con ese color y hábitos de vida. En la obscuridad nocturna emprenden su vuelo
“pesante, fatídico”, es decir, que anuncia malas noticias; además, se oye
perfectamente.
La cuarta estrofa muestra la reacción
negativa y repulsiva del yo poético hacia este repelente insecto, que provoca
miedo. Agustini se inventa un neologismo, “animalaña”, mezcla de animal y de
alimaña, para fundir las palabras y su significado: ser vivo dañino y temible
(si es que no es una errata de imprenta). Narra sus hábitos de vida: de día, no
se mueve, está quieto. De noche, al amparo de la oscuridad, confundido con el
negro nocturno, emprende el vuelo. Acaso reciba su alimento (“vivificante
néctar”) de la propia noche, pues parece que él forma parte de ella.
La quinta y última estrofa expresa la reacción del yo lírico ante estos dos insectos. Advierte del contraste entre ellos, que le resulta bello y atractivo. Señala aspectos concretos de su contraposición: lo blanco frente a lo negro, lo alegre frente a lo triste y, finalmente, la belleza luminosa de aquel frente a la negra ¡belleza! de este. En efecto, en los últimos versos, el yo poético confiesa que también este insecto lúgubre, feo y siniestro es elegante a su manera y lo atrae con su misterio originario de los abismos siniestros del mundo.
2.
Tema
El tema del poema se centra en la cautivadora atracción que provoca la contemplación de dos insectos opuestos en forma y hábitos de vida y, también en la belleza escondida, repulsiva pero real, que el insecto nocturno posee en su misterio y en su fealdad. Existen otros temas secundarios como la descripción exaltatoria de una mariposa y la denigrante de un escarabajo.
3.
Apartados temáticos
El poema presenta tres apartados temáticos
bien reconocibles. Tenemos:
-Primera sección, formada por las dos
primeras estrofas (vv. 1-28). Descripción positiva y empática de una mariposa
que destaca por sus hábitos diurnos, su estilo de vida, conviviendo con las
flores, de las que se alimenta, y su belleza etérea casi sobrenatural.
-Segunda sección, formada por la tercera y
cuarta estrofas (vv. 29-50). Descripción negativa y repulsiva de un escarabajo;
de él señala su color negro siniestro y sus hábitos nocturnos, pues vuela y
vive cuando cae la noche; es un insecto lúgubre y feo, del que conviene
alejarse.
-Tercera sección, formada por la quinta y última estrofa (vv. 51-66). Expresión de la reacción del yo lírico. Le cautiva el fuerte contraste que es establece entre ambos animales; no solo por sus colores opuestos, sino por sus hábitos de vida, diametralmente opuestos. El yo lírico encarece el permanente contraste entre ambos bichos; y, sorprendentemente, al final, confiesa que le atraen los dos, pues ambos son, cada uno a su manera, hermosos y portadores de una vida oculta; alegre y visible la mariposa, triste y lúgubre el escarabajo.
4.
Aspectos métricos y de rima
Este poema está compuesto por sesenta y seis versos octosílabos distribuidos en cinco estrofas de desigual tamaño (de diez a dieciocho versos). Los versos pares riman en asonante, en é-a, en tanto que los impares quedan libre. Estamos, pues, ante un romance. Esta estrofa es de origen popular, colectivo, anónimo y oral; surgió hacia el siglo XV, sin que haya establecido a ciencia cierta su origen. Mucha de la poesía tradicional española se ha compuesto y transmitido a través de esta estrofa. Desde el siglo XVI, los poetas individuales la adoptaron y cultivaron por su versatilidad y su asombrosa naturalidad para la transmisión de todo tipo de mensajes poéticos. Hasta nuestros días, su empleo ha sido continuo y feliz. Recordemos, por ejemplo, a Antonio Machado y a F. García Lorca como dos de sus más eximios cultivadores modernos.
5.
Comentario estilístico
El poema presenta su contenido en el
título: “clarobscuro”. Ahí mismo se señala el meollo del poema: el contraste
entre la luz y la oscuridad, la claridad y la negrura, pero todo fusionado,
indisoluble, como el haz y el envés de una hoja. Para que exista una, ha de
existir la otra; es una relación biunívoca que forma parte de la realidad
física o material y psíquica o emocional.
El poema juega profundamente con la
suspensión. Se establece un marco, se precisan circunstancias
espacio-temporales en las que algo va a ocurrir, pero no sabemos qué pasará. El
poema se abre con una doble
prosopografía clásica: “Cuando sonriente, la aurora / Sus áureos cabellos
suelta” (vv. 1-2). Sigue en los versos siguientes para expresar que está
amaneciendo. La adjetivación con epítetos es muy llamativa: “áureos cabellos”
(v. 2), “pálido horizonte” (v. 3) . Observemos que toda la primera estrofa hay
dos oraciones (una hasta el verso 14,
inclusive, y la otra los tres versos finales; algo parecido ocurre en las
estrofas siguientes. Esto significa que los encabalgamientos y los hipérbatos
aparecen con mucha frecuencia. Otro recurso muy abundante es el de la
sinestesia. Se fusionan en una sola entidad o realidad percepciones distintas,
como vemos en “manos marfileñas” (v.6), “níveo, frágil insecto” (v. 9), “alas
leves, etéreas” (v. 12), etc. Los efectos de repetición fonética también
contribuyen a la expansión signficativa, como se aprecia en la aliteración de
la /l/ en “su vuelo ondulante eleva” (v. 14). Las enumeraciones asedian la
significación de un modo más acuciante; se aprecian en “Le brinden savia,
perfumes” (v. 17), reforzada por un asíndeton; en general, se presentan en
forma de bimembraciones sonoras.. Se cierra la primera estrofa con una
exclamación retórica que funciona como un epifonema: “¡Y una llovizna de
perlas!” (v. 18). Es una hermosa metáfora para significar las gotas del rocío
que reposan en las hojas de las flores.
La segunda estrofa continúa con la
descripción admirativa de la mariposa (o eso se puede inferir, pues en el poema
solo se nombra como “insecto”), con los correspondientes efectos sinestésicos (“suave transparencia”,
v. 22) y de ruptura del orden sintáctico y versal. Se introducen dos seres
fantásticos, el hada y el silfo, para acentuar la naturaleza casi irreal (“un
sueño”, v. 26) de la belleza blanca de este insecto. Se cierra la estrofa con
un epifonema en el que se comprime una metáfora personificada y una hipérbole:
el encanto del insecto es tal que parece que la luz le dio parte de sí misma
como sangre.
La tercera estrofa cambia completamente
de contenido. Ahora se describe a otro insecto, pero es justo lo contrario del
anterior. Este es negro, de vida noctura y de aspecto siniestro y desapacible.
Por supuesto, la noche, personificada, es su mejor aliada: “En brazos de la
noche” (v. 33). Otra vez abundan los epítetos, pero ahora evocan oscuridad,
miedo y fealdad: “lúgubre” (v. 29), “pesadas y negras” (v. 30), etc. Véase en
este último ejemplo el efecto sinestésico y la bimembración, como ya antes
comentamos. También se cierra la estrofa con una exclamación retórica que
insiste en los siniestro de este insecto nocturno que hasta su mismo vuelo
causa pavor, pues está lleno de “vibraciones siniestras” (v. 38). El efecto de
repulsión y asco queda, así, muy marcado. Como ya vimos antes, en la estrofa
solo existen dos oraciones; el tiempo está como paralizado; los sujetos son más
importantes que las acciones que puedan realizar.
La cuarta estrofa continúa la descripción
de este “tétrico, ominoso insecto” (v. 39). Se abre con dos exclamaciones
retóricas que muestran la repulsión del yo poético ante su contemplación. Lo
metaforiza muy bellamente nombrándolo como “helada sombra nocturna” (v. 43). La
noche es su mejor aliada, de ahí que este insecto (que parece un escarabajo
nocturno, de color negro) la necesita casi como alimento, pues de ella viene el
“vivificane néctar” (v. 48). Se repite tres veces la palabra “esencia” en los
versos finales, repetición que refuerza la idea de la identificación de este
insecto con la nocturnidad; forma un quiasmo llamativo, casi como epanadiplosis
(vv. 47-50). Aquí aparece una palabra especial, “misterio” (v. 47); da a
entender que una parte de la vida de este insecto es una incógnita no exenta de
atractivo. Se cierra también la estrofa con una interrogación trunca (no se
abrió) que afecta a todo el enunciado.
La quinta y última estrofa cambia
bruscamente de tono. Ya no hay ni descripción, ni narración, sino la expresión
de la viva emoción positiva del yo lírico ante la contemplación de la antítesis
que forman estos dos animales. Lo expresa a través de cuatro exclamaciones
retóricas repartidas a lo largo de la estrofa. Los dos primeros versos son muy
elípticos (falta el verbo y el sujeto; solo aparece el atributo), y forman un
paralelismo enfático. Continúa estableciendo la antítesis con las palabras
“Este / Aquel”, situadas, alternativamente, al principio de cinco versos (vv.
53-57). Se crea así una anáfora en quiasmo de mucha belleza y significación.
Hasta el verso 61 no aparece un solo verbo. Toda la significación está
comprimida en sustantivos y adjetivos; la elipsis tan recurrente crea una
significación de tensión máxima. En el verso 57 (“Aquel tiene la celeste”)
comienza una oración que forma un paralelismo de honda significación con la que
comienza en el verso 61 (“Este tiene la sombría”). La primera oración ocupa
cuatro versos (vv. 57-60); la segunda, seis versos (vv. 61-66). Parece que
gravita la significación hacia este último insecto, que es, precisamente, el
nocturno y tétrico. Pero la percepción de este animal cambia. Ahora, el escarabajo
desprende una “atracción trágica, extraña, / irresistible”, vv. 63-64) que hace
que el yo lírico lo contemple elogiosamente, a pesar de reconocer que procede
del “abismo devorante” (v. 65) y de la “sima negra, tétrica” (v. 66). Le da
miedo, pero lo atrae y no puede rechazarlo. La repulsión y la atracción se
fusionan en una emoción ambigua y peligrosa.
El poema, por tanto, nos ofrece una pintura externa de dos insectos contrapuestos. Pero en paralelo, o por debajo, corre una reacción del yo poético ambigua y cambiante. Primero alaba al diurno y rechaza al nocturno. Sin embargo, finalmente, alaba a los dos y admira exaltatoriamente su contraste. La rara atracción por el insecto nocturno nos dice mucho del alma del yo poético, inclinado a la luz, pero también a la oscuridad; a la belleza diurna, pero también a la fealdad misteriosa nocturna; etc.
6. Contextualización
Delmira Agustini (Montevideo, Uruguay,
1886 - 1914) es una de las voces poéticas más relevantes de la poesía en lengua
española en la primera mitad del siglo XX. Recibió una educación esmerada, lo
que unido a su talento natural y a su vocación poética, dio como resultado una
de las voces líricas más originales y sugestivas de la poesía en lengua
española en los albores del siglo XX. En 1900 ya aparecieron sus primeras
colaboraciones en prensa, índice de su don natural en el manejo de la palabra.
Su vida, sin embargo, fue muy accidentada
y con un final trágico. Su matrimonio en 1913 con Enrique Job Reyes resultó un
fracaso al poco tiempo. En los pasos finales de su separación legal, en 1914,
él la mató y luego se suicidó. Apenas contaba con 27 años y ya había alcanzado
una gran madurez poética. Fue una terrible pérdida para la poesía en lengua
española.
Escribió y publicó tres poemarios en vida
(desde los 21 años hasta el año previo a su muerte; en una cadencia de uno cada
tres años, lo que es asombroso): El libro
blanco (1907), Cantos de la mañana
(1910) y Los cálices vacíos (1913).
Se recogieron en varios libros póstumos otros poemas, prosa y correspondencia
particular en el que se desvelan sus sentimientos más íntimos, teñidos de
erotismo y sexualidad. Desgraciadamente, esta faceta se ha impuesto sobre sus
otros méritos literarios, en claro perjuicio de su formidable calidad poética.
Agustini posee un mundo poético propio:
percibe el mundo y lo interioriza con extraordinaria sensibilidad, analiza sus
emociones, sus filias y fobias y las vierte en hermosos poemas que rezuman
sentimientos ahogados, ansias de felicidad y miedo a lo desconocido y
misterioso, aunque también la atraen poderosamente. Destacamos cuatro notas
compositivas de su poesía, que fue evolucionando de un tardorromanticismo
becqueriano a un modernismo avanzado, casi a las puertas de las vanguardias, lo
que se aprecia muy bien en su último libro Los
cálices vacíos:
-Mirada intimista hacia el mundo: todo lo
exterior lo contempla con mucho cuidado, atenta a los mínimos detalles; e
inmediatamente lo interioriza y vierte en su poesía su reacción emocional y
espiritual ante lo contemplado, sea una mera flor, a la gente pasar, el mar,
los usos sociales, como el carnaval, etc.
-Expresión plástica y visual: sus poemas
nos permiten crear imágenes en nuestra mente sobre lo que está escribiendo, sea
de tono más narrativo, o más lírico, no importa. Se imbrican en armonía los
aspectos externos del contenido y los elementos sentimentales, reflexivos o
espirituales que los acompañan.
-Preferencia por las formas poéticas
sencillas y la expresión transparente. Siguiendo la huella de Bécquer, de
Machado, de Juan Ramón Jiménez, algo mayores que ella, opta por una expresión
más natural, lejos de la sofisticación, más cercana a la poesía popular. Es
algo más que un capricho compositivo, pues se acerca más a una expresión
esencialista, honda, popular en el más genuino sentido de esta palabra (ella lo
expresó muy bien en el poema donde reflexiona sobre su herencia española y
germánica).
-Lirismo comunicativo subjetivo: Agustini se centra en la recepción interior del mundo, en su asimilación y en cómo determina su modo de vivir. La naturaleza, la sociedad, la historia mitificada son elementos que la conmueven. En sus poemas, nos transmite con un gran deseo de comunicación por qué ha observado y vivido de una determinada manera. Agustini desea contarnos sus pliegues íntimos más recónditos con el fin de entenderse y de ser entendida. Muchos de estos poemas están al borde de lo dialógico, pues establecen un diálogo sutil entre el yo lírico y el mundo, entre el emisor y el receptor, o entre aquel y algún protagonista de sus versos.
7.
Interpretación y valoración
El poema “Clarobscuro” es un hermoso
ejemplo de cómo la contemplación del mundo exterior nos comunica mucho sobre
cómo es el alma del ser contemplante. Los dos bichos contemplados son
contrapuestos, lo que levanta la admiración del yo poético. Se inclina por el
luminoso y diurno, pero a medida que avanza el poema ocurre un movimiento
contrario.
Agustini describe con precisión poética
ambos insectos. Pero lo que a ella le interesa es transmitir su reacción ante
su presencia, real o imaginaria, poco importa. Cuando en la quinta estrofa nos
hace saber que lo realmente hermoso es el contraste que se establece entre
ambos bichos, el lector da un respingo de sorpresa, pues pensaba que el poema
discurriría por el sendero abierto de alabanza del diurno y denigración del
nocturno. Pero aún hay otra sorpresa; en la parte final del poema, el yo
poético muestra aprecio y admiración por el insecto nocturno, de quien destaca
su grandiosidad, dentro de su naturaleza oscura y siniestra.
Agustini siente cierta atracción por el
lado oscuro del mundo, por los seres de las sombras. Nos viene a decir que son
parte de la vida; que, en su fealdad o en horrorosidad hay una belleza
escondida, un secreto de majestuosidad poco conocida que merece la pena
conocer.
La composición del poema guarda un
perfecto equilibrio entre las partes:una para el bicho diurno, otra para el
nocturno y otra para expresión del impacto emocional de ambos en el yo poético.
Podemos apreciar, por tanto, la armonía compositiva y el equilibrio entre las
partes y el todo.
El lenguaje poético es muy apropiado: evocador, preciso y expresivo. La lectura del poema causa una grata impresión estética, una de las metas de la buena literatura, como la poesía de Agustini.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
(Las siguientes actividades
se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en
clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las
circunstancias lo aconsejen).
2.1. Comprensión lectora
1) Resume el poema (100 palabras,
aproximadamente).
2) Señala su tema principal y los
secundarios.
3) Delimita los apartados temáticos,
atendiendo a las modulaciones de sentido.
4) Analiza los aspectos métricos y de
rima; deduce la estrofa empleada.
5) ¿Qué tono tiene el poema: positivo,
optimista, esperanzado, o todo lo contrario?
6) Señala las imágenes más importantes que
jalonan el poema, sobre todo referidas a las percepciones sensoriales al mar, y
cómo impactan en el poeta y, después, en el lector.
7) Localiza y explica una docena de
recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y
pensamiento analítico
1) ¿Qué dos objetos o seres se oponen en
el poema? Localiza cuatro cualidades de cada uno en las que se aprecie esa
antítesis.
2) La poeta, ¿qué sentimientos muestra
hacia ellos, teniendo en cuenta que puede ser cambiante?
3) Localiza las imágenes naturales con las
que se explica la belleza de ambos “insectos”. ¿Qué sensación aportan?
4) ¿Qué es lo que más aprecia el yo
poético del mundo de la luz y de las sombras ? ¿Ejerce una influencia positiva
o negativa sobre él?
5) Explica el tipo de vida del bicho
diurno, referido a acciones, y confróntalo con el nocturno.
6) Observa detenidamente el cierre del
poema. ¿Le resulta repulsiva la nocturnidad y lo lúgubre al yo poético? ¿Qué
podemos deducir de su sentido de la realidad?
2.3. Fomento de la
creatividad
1) Elabora un poema o texto en prosa que
exprese la predilección por un elemento natural o un ser vivo, en
contraposición con su contrario; describe cómo es y narra qué hace. Puedes
imprimir un sentido intimista, como ha realizado Delmira Agustini.
2) Imagina y transcribe una conversación o
plática entre la clase y la poeta Delmira Agustini a propósito de su poema y de
su vida.
3) Realiza una exposición sobre Delmira
Agustini, su poesía y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la
comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña
exposición bibliográfica, etc.
4) Aporta o crea imágenes
que sirvan para expresar la predilección por un elemento natural, como un
animal, por ejemplo, que se oponga a otro diametralmente opuesto; serán reflejo
de un sentimiento especialmente
relevante para ti, como el de admiración por el equilibrio, siguiendo el
ejemplo de Delmira Agustini.
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