26/10/2020

Juan Pablo Forner: "Oración apologética por la España y su mérito literario"; análisis y propuesta didáctica

Monte San Isidro, León (X-2020) © SVM

 

JUAN PABLO FORNER - Oración apologética por la España y su mérito literario


[1] España ha sido docta en todas edades. ¿Y qué, habrá dejado de serlo en alguna porque con los nombres de sus naturales no puede aumentarse el catálogo de los célebres soñadores? No hemos tenido en los efectos un Cartesio, no un Newton: démoslo de barato: pero hemos tenido justísimos legisladores y excelentes filósofos prácticos, que han preferido el inefable gusto de trabajar en beneficio de la humanidad a la ociosa ocupación de edificar mundos imaginarios en la soledad y silencio de un gabinete. 

 [2] No ha salido de nuestra Península el optimismo, no la armonía preestablecida, no la ciega e invencible fatalidad, no ninguno de aquellos ruidosos sistemas ya morales, ya metafísicos, con que ingenios más audaces que sólidos han querido convertir en sofistas, porque ellos lo son, todos los hombres, y trocar en otro el semblante del universo; pero han salido varones de un juicio suficiente para conocer y destruir la vanidad de las opiniones arbitrarias, suministrando en su lugar a las gentes las doctrinas útiles, y señalando las sendas rectas del saber según las necesidades de la flaca y débil mortalidad. 

[3] Si el mérito de las ciencias se ha de medir por la posesión de mayor número de fábulas, España opondrá sin gran dificultad duplicado número de novelas urbanas a todas las filosóficas de que hacen ostentación Grecia, Francia e Inglaterra. Y no se atribuya a donaire o jovialidad este que parecerá extraño y poco regular parangón. Las ficciones que van fundadas en la verosimilitud, sin otra norma, objeto o fin que el de pintar al mundo o al hombre en ciertas situaciones y circunstancias, que aun cuando no se hayan verificado pudieran bien verificarse, no se autorizan por la materia. Para mí entre el Quijote de Cervantes, y el Mundo de Descartes, o el Optimismo de Leibniz no hay más diferencia, que la de reconocer en la novela del español infinitamente mayor mérito que en las fábulas filosóficas del francés y del alemán. 

[4] Porque siendo todas ficciones diversas sólo por la materia, la cual no constituye el mérito en las fábulas, en el Quijote logró el mundo el desengaño de muchas preocupaciones que mantenía con perjuicio suyo; pero las fábulas filosóficas han sido siempre el escándalo de la razón. Acrecientan y añaden peso al número de los engaños; el capricho coherente y bien enlazado toma en ellas la máscara de la verdad, y hace pasar por dogmas de la experiencia las que son conjeturas de la fantasía-, tal vez pervierten las ideas más comunes y recibidas, y por la ambición de aparecer con singularidad desnudan al hombre de su mismo ser, trasladándole a regiones, imperios y estados imaginarios, dignos sólo de habitarse por quien los funda; suscitan parcialidades, cuyos partidarios, sacrificando al vergonzoso ministerio de propugnar ficciones ajenas aquel talento émulo de la divinidad que se les concedió para levantarse por sí al descubrimiento y contemplación de las verdades más santas y más augustas, le envilecen y hacen esclavo de la vanidad con injuria de la dignidad eminente de su naturaleza. 

[5] En suma los sistemas de la filosofía, fábulas tan dañosas a los adelantamientos de las ciencias como las antiguas sibaríticas a la pureza de las costumbres, ninguna otra utilidad dan de sí sino la de admirar la extraordinaria habilidad de algunos hombres para ordenar naturalezas y universos inútiles, y aquellas apariencias admirables con que hacen pasar por interpretaciones de las obras de Dios las que son en el fondo adivinaciones tan poco seguras como las de los Arúspices o Agoreros.

[6] Estemos pues en la confianza de que las acriminaciones con que nos maltrata la precipitada malignidad de algunas plumas extranjeras, no proceden de nuestra ignorancia, sino de la suya; no de la escasez de nuestros progresos científicos, sino de las ideas poco fieles, o más bien falsas, que tiene de las ciencias el vulgo de los que las tratan, y en especial los que sin tratarlas hablan de ellas con magisterio. Señal es, cuando acertamos a defendernos, que no ignoramos la sustancia de los capítulos sobre que nos condenan. La Lógica no es entre nosotros un cúmulo de observaciones vulgares entretejidas con retazos de todas las artes, y por eso gritan que lo ignoramos. No entendemos por Física el arte de sujetar la naturaleza al capricho, en vez del raciocinio a la naturaleza, y por eso claman que no la conocemos. Razonamos, no fingimos, en la Metafísica, y califican por ignorancia lo que es con propiedad no dar entrada al error. La Moral, la divina ciencia del hombre, la doctrina de su orden, de su fin, de su felicidad, la que une a la más noble de las criaturas con su próvido y liberal Criador, no ha sido entre nosotros todavía contaminada con aquellas legislaciones absurdas que hacen al hombre o brutal, o impío, o ridículo, y atribuyen a barbarie la prudencia de no querer hacernos bestiales, impíos o ridículos. En vano proponemos los nombres de nuestros grandes teólogos; la ciencia de la religión no es de este siglo, y precisamente ha de pasar por bárbara aquella nación en que se ha consumido más tiempo, más atención, y más papel en hablar de Dios y de sus inefables fines. 

[7] Hemos tenido grandes juristas, sapientísimos legisladores, eminentes intérpretes de la razón civil, pero entre ellos ninguno ha escrito el espíritu de las leyes en epigramas, ni ha destruido en las penas el apoyo de la seguridad pública, ni se ha resuelto a perder el tiempo y el trabajo en fundar repúblicas impracticables; se han contentado con mejorar los establecimientos de aquella en que vivían: consiguientemente todos deben pasar por bárbaros y rudos. Nuestros médicos, curando sin el mecanismo, sin la fibra motriz, sin aquellas suposiciones vanas que adivinan, no deducen las ocasiones y causas de las dolencias, y ateniéndose sólo a la experiencia -y observación, ¿cómo han de satisfacer la severidad infalible de nuestros jueces? Ni según son sus juicios se debe esperar mayor benignidad en las artes. Nuestra lengua no permite versos en prosa, ni nuestros poetas saben helarlos con una afectación filosófica, fría e insípida, incompatible con las agitaciones del ímpetu divino: y ved aquí que, con nuevo e inaudito modo de juzgar, no son buenos nuestros poetas porque lo son realmente. Llamarían desaliño en nuestros historiadores a lo que es sencilla y escrupulosa atención a la verdad. Hinchazón apellidan la majestuosa sonoridad de nuestro idioma, imperceptible a los extranjeros que no la hablan como hablaba Cicerón la de Atenas... ¿Para qué me canso? Dan nombre de ignorancia a la juiciosa precaución de no acomodarnos a las ideas poco justas que ellos tienen del saber: y porque en nuestra Península se hace poco aprecio de la arrogante ostentación, y se desestima la peligrosa libertad de escudriñar los arcanos del Hacedor más de lo que es debido, y de hablar de todo insolentemente, debemos sin remisión sufrir la nota de poco cultos.

[7] Y he aquí uno de los principales fundamentos en que apoyan sus acusaciones los que después del extravagante Voltaire no saben pensar sino lo que él escribió. En España no se piensa: la libertad de pensar es desconocida en aquella Península: el español para leer y pensar necesita la licencia de un fraile... Pero, ¿qué es lo que no se piensa en España, sofistas malignos, ignorantes de los mismos principios de la filosofía que tanto os jactáis profesar? Es verdad: los españoles no pensamos en muchas cosas; pero señaladlas, nombradlas específicamente, y daréis con ellas un ejemplo de nuestra solidez y vuestra ligereza. No se piensa en España: así es: no se piensa en derribar las aras que la humana necesidad, guiada por una infalible revelación, ha levantado al Arbitro del universo: no se piensa en conturbar el sosiego de la paz pública, combatiendo con sofismas indecorosos las creencias en cuya esperanza y verdad sobrellevan los hombres las miserias de esta calamitosa vida: no se piensa en arrancar del corazón humano los naturales sentimientos de la virtud, ni en apagar las secretas acusaciones que despedazan el interior de los delincuentes; no se piensa en elogiar las culpables inclinaciones de que ya por sí se deja llevar voluntariamente la fragilidad de nuestra naturaleza. En nada de esto se piensa en España; ni los que la habitan tienen por ocupación digna de sus reflexiones investigar defensivos al vicio, a la impiedad y a la sedición. ¿Y querrán decir todavía nuestros acusadores que es bárbara la constitución de nuestro Gobierno porque nos asegura de los tropiezos que trae consigo la licenciosa y desenfrenada libertad de pervertir los establecimientos más autorizados, y las ideas que ha aprobado por verdaderas el general consentimiento de todas las gentes? Si en la república civil se prohíben santísimamente las acciones que desbaratan el nudo de la seguridad pública, en cuya base se afirma y mantiene la sociedad, menos desordenada que si los hombres viviesen rey cada uno y soberano de si mismo, -¿por qué en la república literaria no se prohibirán con igual calificación las doctrinasen que mezclada la avilantez con el sacrilegio, y con el magisterio vano la ambición de pervertirlo todo, se atropellan los principios más sagrados de la religión y de la sociedad? Será delito en el homicida despojar de la vida a su semejante; ¿y no será delincuente el sofista por enseñar que en la acción del homicidio no hay maldad por naturaleza? Subirá al cadalso el sacrílego que usurpó al templo los vasos consagrados al ministerio del culto; ¿y le será lícito al falso filósofo declamar contra la santidad de los ritos, y erigirse en acusador de la religión que establece la paz y la virtud en la tierra? Será condenado a la rueda el rebelde, el comunero, el que se levanta contra la Autoridad suprema; ¿y se permitirá pacíficamente al insolente literato que esparza las semillas de la rebelión, trate de tiranos a los depositarios de la justicia, y acuerde a los súbditos los miserables derechos de aquella libertad, que si permaneciese convertiría el mundo en un teatro horrible de violencias, de guerras, de usurpaciones y de maldades, que harían gemir a la naturaleza misma? ¿Qué privilegios dan las letras al hombre para que pueda persuadir y enseñar en los libros aquellas acciones que ejecutadas se castigan con el dogal o con la cuchilla? Cedamos, cedamos en buena hora a nuestros acriminadores el infame mérito de esta libertad misera e inicua, en que el abuso de la racionalidad, convertido a la adulación de la malicia, da autoridad al vicio, y se hace defensor de las abominaciones. Pensemos siempre en la verdad y virtud, y trátennos en hora buena de rudos los que prefieren a la verdad el sofisma, y a la virtud los medios de justificar las acciones viciosas. Seamos bárbaros como Sócrates, y dejémosles la gloria de emular la sabiduría de los jactanciosos sofistas que le desacreditaban. Menos importa nuestro descrédito para con ellos que nuestra corrupción: vale más ser sabios con sobriedad que caer por demasiada sabiduría en errores de que se avergonzaría la misma insensatez.




  1. ANÁLISIS

1. Resumen

Juan Pablo Forner (Mérida, 1756 - Madrid, 1797) es uno de los principales ensayistas españoles de la Ilustración. Fue una persona culta, leída y con un buen talento literario, empleado en ensayos de diversa naturaleza. Aquí comentamos un texto extraído de la Oración apologética por la España y su mérito literario (1786).

En el primer párrafo asienta la tesis de que España ha sido un país docto y cultivado a lo largo del tiempo, desde una perspectiva práctica y sensata. En el segundo párrafo señala que España ha producido pensadores que han creado filosofías útiles y moralmente beneficiosas a nivel individual y colectivo. En el tercer párrafo confirma que España ha producido más y mejores “fábulas” (textos de ficción) que los demás países; en concreto, Cervantes supera con creces a Descartes y a Leibniz. En el cuarto párrafo defiende las fábulas literarias, como el Quijote, y critica y rechaza las fábulas filosóficas por dañinas a la razón y a la moral. El quinto párrafo confirma que los sistemas filosóficos de algunos autores extranjeros son supercherías sin fundamento que no conviene considerar. Añade que en Lógica, Metafísica, Moral, Artes y Jurisprudencia España ha producido eminentes personas, pero no se han entregado a frivolidades ni imaginaciones que perjudican el orden social y la salud moral de las personas. En el sexto párrafo señala que los ignorantes son los extranjeros, no los españoles; por ejemplo, los teólogos españoles han sido muy brillantes, pero no es una ciencia que interese en ese momento. En el séptimo y último parágrafo ataca a Voltaire por sus doctrinas libertinas y por su afirmación de que los españoles no sabemos pensar con libertad. Sí podemos, pero no queremos porque hay que preservar la tranquilidad social, el orden moral y las creencias religiosas cristianas, pilares de una sociedad pacífica. Es fácil ser sofistas, pero es mejor mantener la verdad.


2. Tema

El tema de este texto se puede enunciar así: reivindicación de España como un país culto y fértil en inteligencias sublimes, ateniéndose en su pensamiento al criterio de paz social y orden moral bajo el paraguas del cristianismo; complementariamente, critica a los extranjeros por sofistas, fantasiosos y poco prácticos.


3. Apartados temáticos

Este ensayo se ordena en los tre apartados de contenido clásico: 

  • Una presentación o introducción, un tanto abrupta, que ocupa el primer parágrafo; anuncia el hilo conductor de su texto: defensa de la producción intelectual y científica de España, equiparable al resto de los países europeos.

- Un desarrollo o nudo argumentativo, con ejemplos y argumentos (párrafos 2-6); defiende a pensadores y escritores de distintos ámbitos, destacando Cervantes y el Quijote  como obra suprema.

- Un desenlace o conclusión (séptimo y último párrafo) en el que refuerza su tesis de que en España ha habido y hay grandes pensadores, pero de orden práctico y sereno; saben pensar por sí mismos, pero no desean romper la paz social..

Se trata de un despliegue lógico para un texto expositivo-argumentativo; el pensamiento está secuenciado con bastante orden y claridad, en aras de la persuasión.


4. Características formales

Este texto es de naturaleza ensayística, es decir, no presenta rasgos propios de los escritos de ficción o narrativos (lugar, tiempo, narrador, etc.). El autor vierte su pensamiento ordenado con una intención persuasiva. La cohesión, coherencia y adecuación textual al público lector determinan la disposición formal. 


5. Comentario estilístico

El estilo de Forner posee amplias similitudes con el de Cadalso, Jovellanos y fray Jerónimo Feijoo; ello no es de extrañar, pues comparten temas, intenciones, género y época cultural. Por eso podemos aplicar las características que ya explicamos de esos a aquel. En síntesis, tenemos:

  1. Naturaleza textual instructiva o persuasiva: el autor escribe para convencer al lector sobre la validez o bondad de las ideas u opiniones expuestas. En este caso, Forner alecciona a sus lectores sobre la importancia de los frutos intelectuales que se han producido en España, equiparables a los de cualquier país europeo.

  2. Tono conversacional, de diálogo implícito, entre autor y lector. Aquel se dirige a este para apelar a su experiencia lectora y asumir sus postulados. Forner crea una atmósfera de cierta cordialidad entre él, emisor, y el lector, receptor. No se distancia exhibiendo saberes inalcanzables o una abrumadora experiencia, sino que se acerca al lector con un tono coloquializante y conversacional, como si ambos estuvieran presentes en la interlocución. Con todo, destaca la reacción airada, de enfado a duras penas reprimido, contra los que acusan a España de falta de libertad de pensamiento.

  3. Naturaleza subjetiva de las opiniones vertidas. El autor no se oculta; vemos a Forner en su escrito; está detrás de las opiniones vertidas; el carácter personal e individual del texto no se disimula, casi al contrario, se deja ver con bastante ruido verbal.

  4. Empleo de argumentos de todo tipo para aumentar la capacidad de convicción de las ideas expuestas: de experiencia (podemos apreciar la calidad de la producción intelectual española), de mayoría (el conjunto de escritores y creadores españoles es superior al europeo), de evidencia (el Quijote es muy superior al resto de las ficciones europeas), de analogía (la producción de los intelectuales españoles está en correspondencia con los designios divinos de armonía y paz), etc. El procedimiento inferencial es constante, variando de las deducciones a las inducciones según la materia tratada.

  5. Equilibrio dinámico entre la subjetividad y la objetividad como método persuasivo. Forner alterna entre la exposición objetiva y distante y la subjetiva, personal y cercana; cada una de ellas colabora eficazmente para aumentar la persuasión textual.

  6. Estilo cuidado, elegante y altamente elaborado. La selección léxica es muy acertada; Cadalso emplea vocablos claros, apropiados y precisos, entendible por cualquier lector de instrucción media; se percibe también su variedad, evitando repeticiones enojosas. Las oraciones son de extensión moderada; como corresponde a este tipo de escrito, las oraciones compuestas, coordinadas y subordinadas, y, dentro de estas, las causales, condicionales, consecutivas y comparativas son bastante frecuentes. La longitud de las cláusulas es la adecuada para asegurar una exposición precisa y una comprensión lectora exacta. Los conectores aseguran una construcción argumentativa exacta y convincente; alternan los textuales y los argumentales con un empleo eficaz y apropiado. El nivel lingüístico es medio, estándar o de la lengua común, con cierta tendencia al culto; el registro, por tanto, es formal. En este sentido, conviene destacar la importancia de la interrogación retórica como recurso clave; es una forma distinta de afirmar; los paralelismos, las metáforas y las enumeraciones son frecuentes. Con todo, a causa de un tono exaltado, a veces al borde del atropellamiento verbal, el estilo no alcanza la fluidez y elegancia expresiva de un Jovellanos, o la persuasión de un Cadalso o Feijoo.

  7. Disposición textual sometida a un orden claro y una estructura precisa que facilite el entendimiento lector. La estructura general se somete a una ordenación de presentación (primer párrafo), desarrollo (del segundo al quinto párrafo, ambos inclusive) y conclusión (sexto apartado). Forner emplea una estructura argumentativa paralela y mixta. Enuncia y desarrolla sucesivamente; extrae conclusiones parciales según la necesidad argumentativa; etc.

              

6. Contextualización

Como ya expresamos, Juan Pablo Forner (Mérida, 1756 - Madrid, 1797) es uno de los más importantes pensadores, políticos y escritores de la España del siglo XVIII. Su contribución al pensamiento (sobre todo, al histórico y al filológico) y a las letras españolas es bastante significativa.

Tras completar sus estudios universitarios en Derecho en la Universidad de Salamanca, ejerció de fiscal y juez en varias ciudades españolas, gracias a la protección de Manuel Godoy, valido de Carlos IV. Fue un temible polemista, célebre por la fiereza con que se enfrentaba a sus contrarios, entre los que destacaba el fabulista canario Tomás de Iriarte, mucho más célebre que él, lo que no llevaba de buen grado. 

Forner se sentía profundamente español, de ahí que defendiera apasionadamente la cultura española (sus frutos literarios y artísticos, su concepción de la vida, etc.) sin titubeos. Ello se aprecia muy bien en su respuesta a la valoración negativa de Masson de Morvilliers en la Enciclopédie Méthodique (1782): "¿Qué se debe a España?". El francés, volteriano, opina que en España apenas existe libertad de pensamiento y expresión, dado el control de estos aspectos por el estamento eclesiástico. Recuerda también que las obras españolas estimables en el campo de las ciencias sociales, científicas, etc. es escaso, por no decir nulo. Forner contesta con su Oración apologética por la España y su mérito literario (1786); la escribió a instancias del Conde de Floridablanca, quien financió su publicación. Son muy interesantes y valiosas otras obras salidas de su pluma. La palabra “oración” en el título no es arbitraria, pero sí aparatosa; en su cuarta acepción, “oración” significa “Obra de elocuencia, razonamiento pronunciado en público a fin de persuadir a los oyentes o mover su ánimo” (DLE). Y “apologética” tampoco, puesto que, derivada de “apología” significa “Discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo”.

En Discurso sobre el modo de escribir y mejorar la historia de España reflexiona en profundidad sobre la historia nacional y el mejor modo de estudiarla y comprenderla con criterios científicos modernos. En Exequias de la lengua castellana realiza un perspicaz recorrido por la historia de la literatura española y reflexiona sobre la lengua y su uso por los literatos de su tiempo, a los que critica duramente; utiiza la fórmula del sueño quevediano o del viaje al Parnaso, según el modelo cervantino. El título, un tanto estrambótico, utiliza la palabra “exequias” (no tiene singular), que se define como las honras fúnebres ofrecidas a un difunto. Forner expresa así su idea de que la lengua castellana estaba muriendo a manos de galicistas y latinistas bárbaros.


7. Interpretación y valoración

Forner defiende con fuerza y pasión la cultura española. Realiza una comparación explícita, a veces concreta, a veces generalista, de los frutos literarios y científicos españoles frente al resto de los europeos. 

Su tono algo altisonante no oculta cierta debilidad o miedo a no estar a la altura o a no convencer al lector de la plausibilidad de su apología. Ciertamente, el empeño que se propone es peligroso y temerario, pero lo hizo. Abraza abiertamente planteamientos muy conservadores en cuanto al pensamiento social, cultural y religioso; es el mejor modo de defender la cultura española, piensa él. Leído hoy, produce cierta melancolía y nos deja un sabor agridulce. A Forner le duele España, qué duda cabe; como a nosotros nos sigue lastimando, entendemos muy bien su esfuerzo, acaso no baldío.

El ilustrado emeritense emplea un estilo directo y vivo, reforzando su argumentación a través de ejemplos y analogías y empleando la interrogación retórica como recurso repetido para aportar elegancia y convicción. Su tendencia a la enumeración, a las comparaciones casi hiperbólicas y a los efectos de repetición aportan frescura e ímpetu a su texto.

El léxico empleado es variado y expresivo, lo que contribuye a una lectura amena y entretenida. 

Como suele ocurrir con los escritores perspicaces, su reflexión no ha perdido totalmente su actualidad, a lo que contribuye un estilo vivo y como de torrente. Nos preguntamos si cabe hacernos hoy su pregunta (¿Qué se debe a España?) y si podemos defender con dignidad su respuesta y sus argumentos.


2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).

2.1. Comprensión lectora 

1) Resume el texto (100 palabras, aproximadamente). 

2) Señala su tema principal y los secundarios. 

3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido. 

4) Analiza los aspectos propios del género literario al que pertenece, teniendo en cuenta que aparece una carta y que se trata de exponer persuasivamente un tema de actualidad. 

5) ¿Qué tono tiene el texto de Forner: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario? 

6) ¿Qué tipo de argumento es el más empleado? 

7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. 

 

2.2. Interpretación y pensamiento analítico 

1) ¿Por qué afirma Forner que “España ha sido docta en todas las edades” ? 

2) ¿A quién tacha de sofistas? ¿Por qué?

3) En un momento dado, afirma Forner: “Pensemos siempre en la verdad y virtud, y trátennos en hora buena de rudos los que prefieren a la verdad el sofisma, y a la virtud los medios de justificar las acciones viciosas”. Explica su sentido más profundo.

4) ¿Cómo introduce Cervantes y el Quijote en su razonamiento de defensa de la cultura española?

5) Afirma Forner de los doctos españoles: “Ni se ha resuelto [el ilustrado español] a perder el tiempo y el trabajo en fundar repúblicas impracticables”. ¿Concibe España como un país dinámico y utópico? ¿Es bueno o mano para un país el idealismo avanzado? 

2.3. Fomento de la creatividad

1) Elabora un poema o texto en prosa de ficción, o  ensayística que exprese una cuestión cultural como la planteada por Forner; puedes sugerir soluciones. Puedes hacerlo imitando el tono discursivo, como Jovellanos. 

2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el escritor Juan Pablo Forner a propósito de su obra y de su vida. 

3) Realiza una exposición sobre Juan Pablo Forner, su literatura y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc. 

4) Aporta o crea imágenes que sirvan para expresar las aportaciones de la cultura española a la universal. Arguméntalo con ejemplos y otras razones convincentes, siguiendo el ejemplo de Juan Pablo Forner.


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