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PADRE ISLA - FRAY GERUNDIO DE CAMPAZAS
(Madrid, Imprenta de Gabriel Ramírez, 1758)
- ANÁLISIS
- Resumen del contenido
Al público, poderosísimo señor.
El público lector es
poderoso y soberano para decidir si leer o no. Firma con el seudónimo de don
Francisco Lobón de Salazar.
Aprobación del muy R.P.M.
Fr. Alonso Cano.
Alaba la obra por
inteligente, satírica y necesaria, además de bien escrita.
Prólogo con morrión
En el prólogo justifica la
necesidad de su obra para satirizar a los predicadores barrocos y exagerados
que un lenguaje recargado cansan al auditorio sin aportar nada. Reivindica su derecho a
escribir, aunque su pluma esté por debajo de los grandes clásicos y de los
famosos europeos. Acarrea muchos ejemplos de la literatura universal. Rechaza
el plagio y reivindica su originalidad. Ruega al lector benevolencia y
paciencia para su novela y dice escribir bajo el criterio de la doctrina
cristiana. Se dirige a un Vuestra Reverendísima, con quien establece un diálogo
joquiserio acerca de la intención de su obra de censurar a los malos
predicadores. También se dirige al lector y le pide paciencia para con su obra.
Primera parte
Libro I
Capítulo I
Campazas es un pueblo de
la “provincia de Campos”, es decir, el sur de la provincia de León y norte de
Valladolid. Es una aldea pobre y humilde, de treinta chozas, “mal llamadas
casas”. Vive el rico del pueblo, Antón Zotes, en una casona de labranza. Ha
tenido un hermano religioso donde vive la familia de Taranilla; su esposa es la
tía Catuja; la hija, bastante agraciada, se llamaba Petrona. Tiene un hermano
religioso que murió joven. Escribe cierto tratadillo teológico, con una
dedicatoria en latín, a su hermano, que exhibe en su portal como una obra
mayor. Satiriza un predicador del Páramo, llamado Taranilla, grandilocuente y exagerado, que apenas sabe
latín. El hermano del labrador rico tiene un estilo más disparatado que el de
Taranilla.
Capítulo II
Ridiculiza la dedicatoria
y la presenta como un valioso manuscrito que pasa por manos de nobles y
eruditos franceses durante siglos. Al fin, desvela que el religioso copia
ciertos textos franceses. Primero la
ofrece en latín y luego en castellano. Es altisonante, exagerada y casi sin
sentido.
Capítulo III
El campesino rico se llama
Antón Zotes. Es de mediano pasar. Bajo y fuerte. Ha estado en un colegio
religioso, en los teatinos de Villagarcía, hasta los veinticinco años (es mal
estudiante) y parece que va para cura, pero una moza le pone pleito y ha de
casarse con ella. Es Catanla (Catalina) Rebollo. Antón ha salido de
disciplinante un jueves santo, vestido ridículamente, y azotándose, lo que a
ella conmueve. Lo acompaña a su casa para curarle las heridas y luego quedan
solos en una habitación, sin que el narrador sepa qué pasa. Luego se casan y el
hijo nace en el “tiempo legal y competente”.
Capítulo IV
Nace el niño y le van a
llamar Perote, en honor de su padrino, Quijano de Perote (guiño al “Quijote”,
de los muchos que aparecen), otro capellán atrabiliario del pueblo de Zotes. El
padre, al fin, impone el nombre de Gerundio, pues gracias a un gerundio gana
puntos para su banda escolar en un concurso, en sus años juveniles. Guiños a
los nombres del “Quijote”. Antón habla con muchos vulgarismos y solecismos. Por
casa de Antón pasan muchos predicadores, donde se alojan. Uno que ha sido
colegial en Salamanca, predicador en Cabrerizos, pronostica que el niño
Gerundio ha de ser gran latinista y predicador. Se toma desde entonces como
pronóstico cierto. El niño escucha muy atentamente y aprende de memoria parte
de los sermones y discursos de estos predicadores atronados.
Capítulo V
Gerundio asiste a la escuela de Villaornate, donde el cojo le enseña las primeras letras. Este, a su vez, ha sido discípulo de un “maestro famoso” de León que dibuja garambainas muy primorosamente, por eso le llaman Socaliñas. El cojo de Villaornate ha leído a un ortografista etimologista, otro fonemático y otro tradicionalista o costumbrista, y se ha hecho un lío. El narrador ridiculiza las tres tendencias de escritura. Escribe con mayúscula todos los sustantivos si se refieren a objetos o animales grandes y minúsculas si son pequeños. Martin es su nombre. Trata muy bien a Gerundico porque sus padres le pagan, además del real cada mes, con comida de temporada. Martín quiere que todos los sustantivos y adjetivos tengan terminación en -o y -a para masculino y femenino; odia las palabras que comienzan por arre- porque suenan a animales y burros. El niño aprende extravagancias y disparates; luego, vuelve a su casa porque en Villaornate no puede aprender más. Demuestra sus conocimientos extravagantes ante un cura y sus padres acerca de la gramática
Capítulo VI
El niño aprende las primeras letras de modo extravagante e ilógico. Su maestro le inculca teorías peregrinas, como que los sustantivos que designan objetos o seres grandes se han de escribir con mayúscula, y los que nombran objetos pequeños, con minúscula. Acaba la escuela y vuelve a casa y hace demostración ridícula de sus saberes gramaticales con sus padres, que lo tienen por un pequeño genio.
Capítulo VII
A los diez años lo lleva a estudiar con un dómine con fama de gran latinista y predicador por la comarca. Es un latinista extravagante y grandilocuente. Aburre a los pupilos explicando la importancia del título de una obra. Admira los títulos de los libros en latín que son extravagantes, exagerados y rimbombantes
Capítulo VIII
Alaba que los autores, bajo su nombre, enumeren sus títulos, cargos, posición social, origen geográfico y las obras escritas hasta el presente. Explica a sus alumnos que las dedicatorias son muy importantes para darle crédito al libro. Aconseja que sean firmes, claras y que el dedicado proteja al autor, pues “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le acobija”.
Capítulo IX
Gerundio avanza en sus conocimientos de cómo componer un discurso. Hace uno a sus compañeros, extravagante y ridículo. El dómine, apodado Zancas-Largas, lo aplaude. Un ejemplo de su aberrante educación:
“De todo lo cual, legítima y perentoriamente se concluía que la verdadera retórica y la verdadera elocuencia no consistía en nada de eso, sino principalísimamente en tener bien decoradas las figuras retóricas con los nombres griegos y retumbantes con que había sido bautizada cada una, estando pronto el retórico a dar su propia y adecuada definición, siempre que fuese legítimamente preguntado”.
Les explica que los anagramas y otros juegos de palabras es cosa de trastornados.
Capítulo
X
Gerundio está con Zancas-Largas cinco años, cuatro meses, veinte días, tres horas y siete minutos. El chico va aprendiendo latín extravagante; recibe 410 vueltas de azotes, tres a la semana. Falta a clase alguna vez para hacer travesuras. En casa les habla en latín macarrónico e impresiona a todos, admirados de su saber. Pasa un provincial de una orden religiosa. Un lego que lo acompañaba le pinta la vida de fraile, y más de predicador, como la mejor del mundo. Gerundio se convence y le dice a sus padres, en la cena, que quiere ser fraile; ellos lo apoyan.
Libro
II
Capítulo
I
Ya en el convento, es regular y puntual en sus deberes. Bebe y come a hurtadillas todo lo que puede, aunque nunca lo cogen porque es hábil. Es disimulado y adula al maestro de novicio, un hombre sencillo y piadoso. Roba media docena de huevos y se le estrellan en el pecho ante el maestro de novicios. Pero Gerundio le hace creer que son heridas de hacer penitencia. Fray Toribio es un lector memorioso y aristotélico, amigo de la lógica, perdido en los prolegómenos de la ciencia.
Capítulo
II
Lleva muy mal la escolástica y lo reduce todo a términos cotidianos y risibles para los demás. Un predicador del convento, en su edad madura, predica de modo extravagante; se llama fray Blas; busca el aplauso y la recompensa económica. Un zapatero del pueblo, también del convento, es quien decide, a nivel vulgar, si el sermón ha sido bueno o malo, lo que tiene consecuencias en el estipendio del predicador.
Capítulo
III
Un padre provincial reconviene severamente a fray Blas pidiéndole prudencia y sencillez, pensando en Cristo y los apóstoles. Le argumenta en pro de la humildad, la verdad y la moderación.
Capítulo
IV
Fray Blas no le hace caso y lo deja plantado. Este le explica a Fray Gerundio su sermón para la ermita de San Benito. Está lleno de latinismos medio inventados y de argumentos forzados y capciosos para impresionar a los campesinos. El prior del convento los interrumpe.
Capítulo
V
Un clérigo beneficiado del pueblo, bien instruido y sensato, expone su pensamiento sobre la oratoria predicadora. Rechaza a los exagerados y extravagantes y exige predicadores rectos y virtuosos. Critica a los extremistas, tanto del experimentalismo como de los aristotélicos, pues se ha de quedar con lo mejor de cada parte.
Capítulo
VI
El clérigo beneficiado tiene una conversación privada con fray Gerundio y le aconseja que estudie de todo y con seriedad, sin despreciar autores o escuelas distintas. Ello a propósito de un libro del Barbadiño y del pensador Antonio Gómez Pereira.
Capitulo
VII
Fray Gerundio escucha con educación. Luego le confiesa que no entiende todo lo que dice. Que la filosofía no le gusta y la teología eclesiástica, menos; antes lo empareden que que lo estudie y le entre en la cabeza. El beneficiado no puede convencer a fray Gerundio de nada. Vuelve a visitar a sus frailes amigos y les dice que no puede convencer al joven de nada
Capítulo
VIII
Fray
Gerundio, pues, ni estudiaba filosofía, ni teología. Los superiores le mandan
que prepare un sermón para la hora de la comida, en el refectorio. Es un modo
de probar a los jóvenes, que cojan experiencia predicadora y confianza en sí
mismo. Fray Blas trae buena ganancia económica del sermón de San Benito, en
Cevico de la Torre. Encuentran papeles en el convento refiriendo estas acciones
de fray Gerundio.
Fray Gerundio prepara su discurso y comienza con él en el refectorio. Son tantos los disparates y sandeces que el prior manda que pare al acabar la salutación o introducción. Los compañeros ríen escandalosamente y alguno vomita de tanto reír.
Capítulo
IX
El provincial trata de persuadir a fray Gerundio para que no predique incoherencias, pero este le enseña un libro titulado “Florilegio”, de donde ha extraído estas sandeces y otras muchas incoherencias. Le va a quitar el libro, pero no puede porque Gerundio lo tiene en préstamo y debe devolverlo. No se encuentran ejemplares porque está agotado, dado su gran éxito
Capítulo
X
Lo nombran sacerdote y predicador sabatino, aunque el provincial se opone mucho. La mayoría apoya a fray Gerundio. Fray Prudencio, fraile de autoridad en el convento, lo apoya porque piensa reconducirlo. Tiene entonces veinticinco años. Fray Blas se alegra mucho porque piensa tener el mejor discípulo. Fray Prudencio y fray Gerundio van un mes a una casa de campo para que este se reforme y aprenda a predicar con coherencia. Ataca al autor portugués Vieíra por mal ejemplo. Le aconseja que lea sermonarios acreditados.
Libro
III
Capítulo
I
Los visita fray Blas con unos campesinos, que hablan muy mal castellano. Prepara un discurso sobre Santa Orosia para un pueblo de la comarca. El fraile quiere ver a su discípulo, para disgusto de fray Prudencio, que desea enmendarlo. A la tarde viene a visitarlos el arcipreste de la zona, lo que fastidia al fraile maestro porque no puedeavanzar en la corrección de fray Gerundio
Capítulo
II
Paseo por el campo de fray Blas y fray Gerundio. Aquel le aconseja a este que elija títulos de sermones rimbombantes y raros. Que utilice palabras raras, latín mezclado con castellano, que aluda a citas sin aclarar exactamente quién es el autor y que las invente si es necesario El ritmo de la elocución tiene que ser convincente y que impresione al auditorio. Le aconseja que con la Biblia y algunos poco libros más ya es bastante para predicar bien.
Capítulo
III
Discuten sobre un sermón que fray Blas tiene como ejemplo. Es un cúmulo de disparates y fray Prudencio se lo hace ver, pero fray Blas no se deja convencer. También el viejo prudente critica los elogios desmedidos a los autores, pues son innecesarios
Capítulo
IV
En la cena, Gerundio, Blas y Prudencio disputan sobre el buen gusto y algunas obras en latín. Blas no se entera de casi nada. Gerundio, algo más. Prudencio se desespera.
Capítulo
V
Fray Gerundio se estrena con un sermón que la cofradía de la villa le ha encargado para una procesión para rogar por las lluvias, pues hay sequía. Les hace un sermón disparatado, mezclando dioses paganos con otros mexicanos. Todos lo felicitan y los padres de Gerundio reciben la felicitación de todo el vecindario. No han entendido casi nada, solo que se disciplinen, pero lo tienen por gran sermón. Un capitán de infantería que pasa unos días en el pueblo le hace comentarios burlescos sobre el sermón.
Capítulo
VI
Fray Prudencio lo critica ásperamente, así como los frailes serios. Los jóvenes y compañeros lo alaban. Le hacen un soneto laudatorio donde lo pintan como el mayor predicador de España.
Segunda
parte
Libro
IV
Capítulo
I
Fray Blas le envía una carta de felicitación por su triunfo en el púlpito. Acepta predicar en su pueblo a ruego de su padre, mayordomo de la cofradía ese año. Compone el sermón con ocurrencias y disparates que se le van ocurriendo.
Capítulo
II
Le pasan los papeles de un predicador juicioso, recién fallecido, de su convento que acaba de morir. En uno de ellos critica los estilos equivocados, falsos grandilocuentes y exagerados. Lee el papel, se enfada, lo hace trizas y lo tira por la ventana. Luego compone un sermón disparatado para su pueblo.
Capítulo
III
La iglesia de Campazas no es muy grande. Está a reventar de fieles y curiosos. Fray Gerundio sube al púlpito con gran continente y denuedo. Se limpia el sudor y se suena los mocos con pañuelos de lujo, distintos. Se siente majestuoso y soberbio.
Capítulo
IV
El narrador duda si copiar a la letra todo el sermón o solo una parte. Al fin, se inclina por esta segunda; ofrecer solo partes. Quiere probar que Campazas es el hogar del santísimo sacramento; y si esto no es así en la Iglesia no hay fe. Su tío el magistral de León, escondido en el confesionario, pasa una vergüenza horrorosa. Lo interrumpen con gritos de alegría y jolgorio, además de un gaitero maragato tocando a pleno pulmón. Don Basilio, el cura, tiene sus dudas ante tantos disparates. Cuando acaba, sale de la iglesia entre gritos y vítores, llevado en volandas. La gente del común está exultante.
Capítulo
V
Sueltan coplas en forma de puyas unos contra otros. El padre Bartolo, don Basilio, el familiar y fray Blas componen décimas y octavas celebratorias. Celebran el sermón de fray Gerundio como algo grandioso y sublime y le auguran un gran futuro.
Capítulo
VI
Fray Blas, el padre Vicario, el familiar, don Basilio, el canónigo y fray Gerundio traban una conversación sobre el estilo de los predicadores. Aceptan que la teatralidad engancha al auditorio. Hablan y discrepan si los herejes pueden escribir bien, si se ha de conocer la vida del autor del libro, del libro de Moreri titulado “Diccionario histórico, abreviado”. Algunos comensales se van a dormir la siestas y otros platican sin orden ni concierto.
Capítulo
VII
El magistral vuelve de la siesta y critica a su sobrino Gerundio muy ásperamente por su discurso disparatado. Lamenta falta de teología, filosofía y dialéctica. Le advierte que los sabios se reirán de sus dislates.
Capítulo
VIII
Don Carlos Osorio, un joven algo noble, aparece repentinamente para agradecer al magistral su ayuda, a través de unas cartas, en unos pleitos. Viene totalmente afrancesado en costumbres, vestimenta y modo de hablar. Petimetre con todas las de la ley. El magistral rechaza los galicismos sin ton ni son, solo por modo. Don Carlos, al verse derrotado, se va pretextando dormir en La Bañeza.
Capítulo
IX
Le cuenta fray Gerundio a fray Blas que está muy afectado por la riña que le hizo su tío el magistral. Está por dejar la predicación y volver a los estudios porque se siente avergonzado. Fray Blas lo convence que todo es tontería y que siga su camino de predicador.
Libro
V
Capítulo
I
El clérigo Flechilla ha de encargar un sermón de cabo de año del escribano de su pueblo, de aquella comarca. Queda prendado de la locuacidad de Gerundio y le encarga el sermón por doscientos reales. Le manda una carta al prior para pedirle licencia, con unos regalos de viandas de sus padres (un carnero y una cántara de vino); se la otorga.
Capítulo
II
Todos vuelven a sus lugares de origen: dos canónigos, el familiar de la Inquisición, el padre vicario, el fraile y el donado. Quedan solos fray Blas, algo celoso del triunfo de fray Gerundio, y este. Van al campo ambos a hablar a solas sobre el sermón de honra que debía dar. Fray Blas le da consejos: tono grave, alabar al muerto aunque hubiese sido un sinvergüenza, latines entremezclados, etc.
Capitulo
III
Se encuentran con Casimiro, colegial trilingüe de Salamanca, en traje de cazador muy atildado y elegante. Pasa unos días en Valderas, en casa de una hermana. Blas y Casimiro de los años de Salamanca, aunque de años distintos porque Blas es mucho mayor, ya es padre colegial.
Capítulo
IV
Los recibe Catanla, la madre de Gerundio y le hace grandes reverencias al colegial, que acepta quedar a dormir después de enviar un recado a Valderas. El colegial, don Casimiro, se da cuenta de la pobreza intelectual de sus interlocutores. Les da lecciones de cómo utilizar la invención de modo comedido en un sermón. Hablan de jeroglíficos y emblemas como fuente de inspiración. Fray Blas demuestra su ignorancia sobre las Sagradas Escrituras y lo mismo Gerundio, pero Casimiro les hace ver su ignorancia y atrevimiento
Capítulo
V
Utiliza un “Florilogio” para componer el sermón de honras y otro sermón impreso del mismo autor que dio al Regimiento de Toledo. Le ayuda fray Blas Cebollón de la Remolacha (estos eran sus apellidos), que le llama “pobre hombre” y “mentecato”; y Gerundio se llama “zopenco”.
Capítulo
VI
Se
dirige Gerundio en compañía de su padre a Pero Rubio a predicar el sermón de
honras, o sea, de difunto. El licenciado Quijano quiere asistir, pero no puede
por las almorranas. Hacen noche en Fregenal del Palo, en casa de un familiar.
Los campesinos hablan ruda y vulgarmente, con mil solecismos. El familiar
contradice a Gerundio sobre la significación del sermón y la necesidad de ser
claros y transmitir una lección moral
sin afectación. Cecilia Cebollón no quiere enviar a su hijo al colegio
de los teatinos de villagarcía de Campos, pero el padre sí. Discuten sobre eso.
Llegan a Pero Rubio y los recibe el licenciado Flechilla. Hay un abad benedictino pariente del muerto, hombre culto y educado. Lleva por socio a un predicador segundo de la casa. El cura de Pero Rubio, arcipreste también, es cuchicheador, crédulo y vanidoso
Capítulo
VII
El sermón disparatado es un éxito de fray Gerundio. Lo felicitan aparatosamente. Un estudiante de leyes le hace una décima laudatoria algo ridícula. La gente está sobrecogida y aturdida por el sermón, excepto el abad y su predicador.
Capítulo
VIII
Conversación de paseo campestre de fray Blas, fray Gerundio, el abad, su ayudante y el comisario. El abad defiende la moderación y la erudición. Los otros, el atropello y la improvisación. El abad dice que el sermón fúnebre ha de ayudar a los vivos a ser mejores personas, aunque el muerto fuese mala persona.
Capítulo
IX
De vuelta en Fregenal del Palo, hablan con el tío de fray Gerundio y su mujer. Discuten sobre cómo deben vestir los religiosos y las mujeres. El tío del pueblo es algo bruto, pero avispado. Pide pobreza para los religiosos; los demás, como la tía Cecilia, mujer del campesino pariente, defienden que han de vestir con decoro, religiosos y mujeres, por parecer más decentes y apropiados.
Libro
VI
Capítulo
I
Nombran a fray Gerundio predicador mayor del convento. Fray Prudencio y su ayudante se ríen de él porque lo estiman ignorante. Le entregan una esquela diciendo que escaparon del manicomio de Toledo dos docenas de locos que se disfrazaron de predicadores y andan predicando barbaridades por toda España. Pide que los capturen y los devuelvan. Luego le enseña un cartel exagerado anunciado una ceremonia de Santa Teresa. Está llena de metáforas grandilocuentes y oscuras. Fray Gerundio lo alaba. Fray Prudencio lo critica. El beneficiado critica con sarcasmo a fray Gerundio.
Capítulo
II
Leen carteles anunciando novenas en varias ciudades a cual más disparatado y exagerado en el estilo grotesco, grandilocuente y estrafalario. Fray Gerundio los defiende. Fray Prudencio se ríe de ellos y los ataca.
Capítulo
III
Prepara de modo extravagante los sermones de Semana Santa para en Pero Rubio. El borrador muestra los dislates y exageraciones, mezclando latín y castellano, sin ton ni son.
Capítulo
IV
El
narrador dice que recoge papeles de muchos lados y archivos para escribir su
historia de fray Gerundio. Encuentran material en un monasterio copto de
Egipto. Están escritos en árabe y persa. Los trae un monje a España y se
esparcen por muchos lados, sin hacerles caso porque están escritos en lenguas
exóticas. Se los traduce al narrador un coepíscopo armenio del Cairo, se
entiende que copto, llamado Abusemblat. Se hospeda en casa del narrador unos
meses para hacer su trabajo. Se hace con papeles del archivo de Cotanes, que
tratan de fray Gerundio.
Pasa un erudito inglés por su casa, camino de Portugal. Es experto en lenguas orientales y antigüedades bíblicas Descubre que la traducción del obispo armenio es disparatada. Ni es obispo ni armenio. Todo son invenciones e imaginaciones. El inglés le recomienda que diga en el título Historia “que pudo ser” del famoso predicador fray Gerundio de Campazas. Acaba la obra con un guiño. El narrador dice que ya en el prólogo había avisado que él lo ha inventado todo y es el autor de fray Gerundio.
2. Tema
El tema de la novela se puede enunciar así: crítica satírica y ridiculizante de los predicadores fatuos e hiperbólicos que engañan a un auditorio ignorante y crédulo.
- Apartados temáticos
Se puede apreciar por el resumen que ofrecemos
arriba que la novela posee una disposición lineal y de lógica temporal.
Comienza con la infancia de Gerundio, su juventud estudiantil y su primera
madurez como predicador. El texto se atiene, pues, a una presentación, un
desarrollo muy largo y un cierre de la intriga, que se da en el último capítulo
(IV) del libro sexto, que es el que cierra el libro.
El “Prólogo con morrión” (el “morrión” es un casco de soldado, frecuentemente adornado de plumas; es una metáfora irónica de que es el elemento de protección del autor frente a los ataques que le podrían caer encima) se sitúa fuera de la novela. Su considerable extensión lo hace pesado. Su importancia radica en que en él se dan claves interpretativas del texto: Cervantes como modelo superior, el narrador juega a la confusión entre realidad y ficción, crítica a la retórica grandilocuente, especialmente en los púlpitos, etc.
- Lugar y tiempo de la acción narrada
El
lugar de la acción narrativa se sitúa, genéricamente, en la “provincia de
Campos”, es decir, el sur de la provincia de León y el norte de las de
Valladolid y Palencia. Aparecen pueblos reales que hoy siguen existiendo en esa
zona como Valderas, Villaornate, Villanueva de Campos, Villaquejida, etc. Otros
son de invención del autor, como Pero Rubio y, sobre todo, Campazas, el lugar
de origen de Gerundio.
El tiempo de la escritura en su fase final lo conocemos bien (acaso Isla trabajó con borradores desde años atrás, hipótesis nada descartable): alrededor de 1753 y primeros meses de 1754. En marzo de ese año se puso a la venta. El tiempo de la acción narrada coincide con el de la escritura; es decir, son acciones contemporáneas. La acción ficcional se desarrolla a mediados del siglo XVIII. La duración de la acción coincide con la vida de fray Gerundio hasta llegar a ser predicador consagrado: entre veinticinco y treinta años.
- Figura del narrador
El narrador en esta novela es complejo y variable, siguiendo el modelo de Cervantes en el Quijote. Suele manifestarse en tercera persona, es decir, narra desde fuera de la acción; se caracteriza como heterodiegético. Al principio y al final de cada capítulo introduce sus propias reflexiones, vicisitudes y valoraciones, empleando la primera persona; en estos casos se caracteriza como homodiegético. En estos casos, aclara cómo accedió a los papeles escritos que narran la vida de Gerundio, sus sermones, etc. También valora negativamente las opiniones de algunos como fray Blas, mentor de fray Gerundio, partidarios de la retórica vacua, absurda y altisonante.
- Personajes
En
cierto modo, esta novela es una biografía, de modo que fray Gerundio es el
protagonista y acaparador de la atención narrativa. Pero existen otros muchos
personajes con bastante importancia en el relato. Los caracterizamos
brevemente:
-Fray
Gerundio de Campazas: al principio de la narración es un niño normal, nacido en
el ámbito rural. Es el único hijo de Antón Zotes y Catalina (todos le llaman
Catanla). Este chico es víctima de una pésima educación, sin rigor ni orden. Le
enseñan disparates sin sistema, sobre todo lo referido a la gramática
castellana y latina. Holgazán para los libros y de buen apetito, pasa por
distintos maestros rurales a cual más disparatado. El resultado final es un
predicador risible porque en sus sermones no hay coherencia ni mensaje
inteligible, aunque suenan muy bien al oído ignorante.
-Fray
Blas: es su compañero de orden religiosa (de la que no se concreta más) y
mentor. Es tan disparatado como fray Gerundio, pero al tener más experiencia,
conoce mañas y trucos para engañar al auditorio analfabeto. Es cínico porque
sabe que su modo de predicar es falso y absurdo, pero ni se corrige ni deja de
llevar por el mismo camino a fray Gerundio.
-Fray
Prudencio: compañero de convento, es un hombre culto, sensato y prudente. Trata
de apartar a fray Gerundio de su mal modo de aprender y de predicar, pero no lo
logra. Con una paciencia infinita, intenta coaccionar al joven predicador para
que se enmiende. Cuando parece que lo logra, fracasa, lo que lo decepciona
hondamente. Al final, opta por reírse de fray Gerundio, más por desesperación
que por maldad. En este grupo de personajes cultos y sensatos entran el prior
del convento, el familiar canónigo de León, el colegial trilingüe de Salamanca,
etc.
-Antón
y Catanla, los padres de fray Gerundio: son hombres de buen pasar económico,
ingenuos y generosos para con los poderosos, sobre todo si son eclesiásticos.
Son crédulos, ignorantes y papanatas. Creen todo lo que les dicen los hombres
de iglesia y adoptan e imitan todas sus opiniones y gustos. Resultan patéticos
porque no saben defenderse con una razón clara y firme frente a los abusos de
los demás. Se escapa algo el familiar de la Inquisición, pariente de fray
Gerundio, al demostrar más independencia de criterio.
-Zancas-Largas: es el primer maestro de latín de fray Gerundio. Extravagante, de juicio poco formado y disparatado, inculca a sus alumnos conocimientos aberrantes. Como él, aparece el maestro de primeras letras y alguno más, de modo colateral. Los procedimientos educativos resultan pobres, falsos e improductivos a efectos de formación. El lector recibe una imagen terrible de esos formadores alocados, algo avaros y sin sensibilidad ninguna, ni hacia los niños, ni hacia la educación.
- Comentario estilístico
Sintetizamos
sus rasgos caracterizadores:
-Práctica
de la lección cervantina interpretada por la novela inglesa: Isla capta muy bien el modelo
cervantino de novela moderna. Temas variados y contemporáneos, estilo ameno y
multiforme, narrador ambiguo, diálogo de este con los lectores, confusión
deliberada de fuentes, confusa delimitación entre historia y novela, juego
narratológico, etc. Isla también conocía la novela inglesa de Sterne, Defoe,
etc., que va en la misma dirección.
-Intención
didáctica y moral: Tras la superficie narrativa, Isla no oculta su finalidad
educativa, lo cual es propio del Neoclasicismo. Desea erradicar una predicación
exagerada, incoherente, atrabiliaria y sin eficacia estética o ética de ningún
tipo. La obra, pues, contiene una intención reformista ética y estética.
Justamente el defecto mayor de la novela es la enorme extensión de las
digresiones morales o de las discusiones entre personajes sobre cómo se ha de
componer un sermón sensato y coherente. Aquí las intervenciones se alargan
excesivamente y el lector se fatiga sin remedio.
-Estilo
natural: isla emplea un español variado, apropiado y muy expresivo. Alterna un
estilo cultista, latinizado y algo culturizante con otro llano, simple y
cotidiano. En este ámbito se incluye su imitación del español vulgar y plagado
de solecismos, que el autor atribuye a los campesinos ignaros y analfabetos.
-Visión
de la vida diaria: A pesar de que la carga digresiva de la obra es elevadísima,
el conjunto del texto narra la vida diaria de estudiantes, profesores, personas
de religión, campesinos, etc. Podemos ver su estilo de vida, sus comidas, sus
ropas, sus conversaciones, sus actividades laborales, etc. No es una visión
exhaustiva ni completa, pero el lector se hace una idea cabal de esas vidas en
sus circunstancias sociales.
-Sátira,
humor e ironía: Isla capta muy bien la importancia del humor en una obra
literaria. A base de hipérboles, ironías y una constante sátira, logra crear
escenas de humor, bien por la acción de los personajes, bien por lo que dicen o
cómo lo dicen, en especial cuando hablan los campesinos.
- Contextualización del autor y la
obra
José
Francisco de Isla y Rojo nació en Vidanes, cerca de Cistierna, en la montaña
oriental leonesa el 24 o 25 de abril de 1703. Su familia procedía de Tierra de
Campos, en el sur de León. Sus padres, de posición económica acomodada, José
Francisco Vildanes y Ambrosia Rojo se ocuparon de enseñarle las primeras
letras. Obtiene el título de bachiller en Derecho Civil a la temprana edad de
once años, en 1714. A los dieciséis años ingresa como novicio en la Compañía de
Jesús, en el convento y colegio que la orden tenía en Villagarcía de Campos
(Valladolid). Realizó sus estudios superiores de filosofía y teología en
Salamanca. Fue alumno del prestigioso profesor Luis de Losada, autor de del Cursus Philosophicus (1724). Influyó en
su educación, junto con otros pensadores como Martín Martínez y fray Jerónimo
Feijoo. Precisamente las primeras obras de Isla son una defensa de las ideas
ilustradas del autor de Teatro crítico
universal y Cartas eruditas. Se
trata de Papeles crítico-apologéticos
(1726) y El tapaboca (1727). En ese
mismo año compuso, al alimón con Luis Losada (1681-1748), una sátira criticando
las exageraciones de boato en las fiestas de la canonización de Luis Gonzaga y
Estanislao de Kostka, titulada La
juventud triunfante. Dos años después redactó y no publicó Crisis de predicadores (1729); abordó
por primera vez el asunto de cierta predicación tan exagerada como vacua.
Su
actividad docente fue continua e intensa. Ejerció como profesor de sagrada
escritura, filosofía y teología en colegios jesuitas de Medina del Campo, Segovia (donde frecuenta
La Granja y conoce eclesiásticos e intelectuales de ese entorno), Santiago de
Compostela, Pamplona, San Sebastián (lugar en que conoce y frecuenta al padre
Larramendi), Valladolid (ya en 1750) y otra vez Salamanca (como prefecto de la
Congregación de los Caballeros). Viaja por Portugal y realiza algunas
traducciones. Tradujo del francés en 1731 El
héroe español. Historia del emperador Teodosio el Grande, de Fléchier. En
1732 edita las Cartas, de Juan del
Enzina, poeta y dramaturgo salmantino del siglo XV. Profesa de los cuatro votos
religiosos el 8-9-1737. Traduce en 1547 el Compendio
de la historia de España, de Duchesne. Hace lo mismo en 1753 con Año cristiano de Croiset.
Publicó
Isla en Madrid Triunfo del amor y de la
lealtad, día grande de Navarra (1746). En la década de los cincuenta se
rodeó de amigos e intelectuales ilustrados con capacidad de influencia:
Leopoldo Jerónimo Puig --capellán del rey y redactor del Diario de los literatos-- Juan Manuel de Santander, José de Rada y
Aguirre, Montiano y el marqués de la Ensenada. Precisamente este noble cayó en
desgracia en 1754, lo que afectó a Isla; también declinó la invitación a ser
confesor de la reina portuguesa Bárbara de Braganza. Pasó temporadas de
descanso en casas de nobles (como la señora de Goyanes, hermana de la condesa
de Amarante). Dedicó varios meses de ese año a pulir Fray Gerundio en el convento de Villagarcía de Campos, cuya primera
parte salió de la imprenta en marzo de 1754; el éxito editorial fue inmediato.
Apenas
un mes después, la Inquisición suspendió la impresión de la segunda parte y la
reimpresión de la primera, para disgusto de Isla. Editó en ese mismo año de
1754 en Villagarcía de Campos los diálogos de Cicerón De senectute y De Amicitia.
Para evitar más roces con la Inquisición, y también por problemas familiares no
bien aclarados, se desplaza al colegio jesuita de Santiago de Compostela.
Enseña en el colegio de Pontevedra durante cinco años (1761-1767)
El
año 1762 trajo una novedad negativa para Isla: se le prohíbe por ley publicar
obras nuevas. En ese año muere su padre, en Santiago de Compostela, donde había
contraído segundas nupcias con M.ª Rosa Losada. Una hija de ese matrimonio, M.ª
Francisca, mantendría una estrecha relación. La situación personal de Isla se
tornó difícil en 1767, cuando en abril se decretó la expulsión de los jesuítas
de España. Durante el viaje de Pontevedra a La Coruña Isla sufrió una
hemiplejía (boca y lengua) que lo puso a la boca de la muerte, a los 64 años de
edad. Arribó, con otros correligionarios, a Córcega en el barco “San Juan
Nepomuceno”.
En
1768 se imprime una edición clandestina del segundo tomo de Fray Gerundio, que se prohibió en 1776.
Escribió un Memorial a Carlos III en
nombre de todos los jesuitas, que nunca llegó a las manos del rey (se publicó
póstumamente en Madrid, 1882). A finales de año se instaló en Crespelano, cerca
de Bolonia, donde vivió con el conde Grossi.
El
quinquenio de 1769 a 1770 es muy movido para Isla, a pesar de su avanzada edad.
Recibió una visita del editor Baretti, que quiere publicar la novela en edición
completa. En julio de 1773 fue desterrado a Budrio, localidad próxima a la
ciudad de Bolonia, por rechazar la canonización de Juan de Palafox, solicitada
por Carlos III. En agosto, se decretó la extinción de la Compañía de Jesús. Por
esos años, Isla se llamaba a sí mismo «monsieur l'abbé», «il abbate Neonato»,
«el abate Picolomim». Frecuentaba el salón de la marquesa Tanari, cuya casa de
campo visitó numerosas veces.
Isla
pudo regresar en 1775 a Bolonia; allí vivía con los condes Tedeschi y con los
Tanari. En casa de los primeros traduce la novela picaresca francesa Gil Blas (escrita por Alain-René Lesage
entre 1715 y 1735); se publicaría en 1787); tres tomos más con el título de Adición a las aventuras de Gil Blas, o
historia del joven siciliano, del canónigo Monti (publicada entre 1791 y
1792). Finalmente, tradujo el tratado religioso Arte de encomendarse a Dios, del religioso italiano Antonio Francisco
Bellati (Valencia, 1788). Su salud sufre un duro golpe en 1779, pues una
parálisis le inutilizó el lado izquierdo de su torso. Isla falleció el
2-11-1781 en Bolonia. Fue enterrado en la iglesia de Santa María de la Muratela
de la misma ciudad.
Amigos y familiares publican obras inéditas de Isla. Así, en 1785 salen a la luz las Cartas atrasadas del Parnaso y el Sueño. Un año después, en 1786, su hermana publica las Cartas a familiares y amigos. En 1790 se edita Rebusco de las obras de Isla; y en 1797 aparecieron otros dos tomos de Rebusco de las obras literarias. Entre los años 1792 y 1795 salieron a la luz sus Sermones morales y Sermones panegíricos. Finalmente, en 1882 se publicó el Memorial a Carlos III escrito en Córcega.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
- Texto original (Libro I, Capítulo VI)
6. Un día, pues, habiendo corregido las
planas más aprisa de lo acostumbrado, llamó a Gerundico, hízole poner en pie
delante de la mesa, tocó la campanilla a silencio, intimó atención a todos los
muchachos, y dirigiendo la palabra al niño Gerundio, le preguntó con mucha
gravedad:
--Dime, hijo, ¿cuántas son las letras?
Respondió el niño prontamente:
--Señor maestro, yo no lo sé, porque no las he contado.
--Pues has de saber --continuó el cojo-- que son veinte y cuatro; y
si no, cuéntalas.
Contolas el niño y dijo con intrepidez:
--Señor maestro, en mi cartilla salen veinte y cinco.
--Eres un tonto --le replicó el maestro--, porque las dos A a primeras no son más que una letra
con forma o con figura diferente.
Conoció que se había cortado el chico, y para alentarle añadió:
--No extraño que siendo tú un niño, y no habiendo más que un año
que andas a la escuela, no supieses el número de las letras, porque hombres
conozco yo que están llenos de canas, se llaman doctísimos y se ven en grandes
puestos, y no saben cuántas son las letras del abecedario. Pero, ¡así anda el
mundo!
Y al decir esto, arrancó un profundísimo suspiro.
--La culpa de esta fatal ignorancia la tienen las repúblicas y los
magistrados, que admiten para maestros de escuela a unos idiotas que no valían
aun para monacillos; pero esto no es para vosotros ni para aquí; tiempo vendrá
en que sabrá el rey lo que pasa. Vamos adelante.
7. »De estas veinte y cuatro
letras, unas se llaman vocales, y
otras consonantes. Las vocales son
cinco: a, e, i, o, u. Llámanse
vocales porque se pronuncian con la boca.
--Pues, ¿acaso las otras, señor maestro -le interrumpió Gerundico
con su natural viveza-, se pronuncian con el cu...? --y díjolo por entero.
Los muchachos se rieron mucho; el cojo se corrió un poco; pero,
tomándolo a gracia, se contentó con ponerse un poco serio, diciéndole:
--No seas intrépido, y déjame acabar lo que iba a decir. Digo,
pues, que las vocales se llaman así, porque se pronuncian con la boca, y
puramente con la voz, pero las consonantes se pronuncian con otras vocales.
Esto se explica mejor con los ejemplos. A,
primera vocal, se pronuncia abriendo mucho la boca: a.
Luego que oyó esto Gerundico, abrió su boquita, y mirando a todas
partes, repetía muchas veces:
--A, a, a; tiene razón el
señor maestro.
Y éste prosiguió:
--La e se pronuncia
acercando la mandíbula inferior a la superior, esto es, la quijada de abajo a
la de arriba: e.
--A ver, a ver cómo lo hago yo, señor maestro -dijo el niño-: e, e, e, a, a, a, e. ¡Jesús, y qué cosa
tan buena!
--La i se pronuncia
acercando más las quijadas una a otra, y retirando igualmente las dos
extremidades de la boca hacia las orejas: i,
i.
--Deje usted, a ver si yo sé hacerlo: i, i, i.
--Ni más ni menos, hijo mío, y pronuncias la i a la perfección. La o
se forma abriendo las quijadas, y después juntando los labios por los extremos,
sacándolos un poco hacia fuera, y formando la misma figura de ellos como una
cosa redonda, que representa una o.
Gerundillo, con su acostumbrada intrepidez, luego comenzó a hacer
la prueba y a gritar: o, o, o. El
maestro quiso saber si los demás muchachos habían aprendido también las
importantísimas lecciones que los acababa de enseñar, y mandó que todos a un
tiempo y en voz alta pronunciasen las letras que les había explicado. Al punto
se oyó una gritería, una confusión y una algarabía de todos los diantres: unos
gritaban a, a; otros e, e; otros i, i; otros o, o. El cojo
andaba de banco en banco, mirando a unos, observando a otros y enmendando a
todos: a éste le abría más las mandíbulas; a aquél se las cerraba un poco; a
uno le plegaba los labios; a otro se los descosía; y en fin, era tal la
gritería, la confusión y la zambra, que parecía la escuela ni más ni menos al
coro de la Santa Iglesia de Toledo en las vísperas de la Expectación.
8. Bien atestada la cabeza de estas impertinencias, y muy
aprovechado en necedades y en extravagancias, leyendo mal y escribiendo peor,
se volvió nuestro Gerundio a Campazas; porque el maestro había dicho a sus
padres que ya era cargo de conciencia tenerle más tiempo en la escuela, siendo
un muchacho que se perdía de vista, y encargándoles que no dejasen de ponerle
luego a la gramática, porque había de ser la honra de la tierra. La misma noche
que llegó hizo nuestro escolín ostentación de sus habilidades y de lo mucho que
había aprendido en la escuela, delante de sus padres, del cura del lugar y de
un fraile que iba con obediencia a otro convento, porque de éstos apenas se
limpiaba la casa. Gerundico preguntó al cura:
--¿A que no sabe usted cuántas son las letras de la cartilla?
El cura se cortó oyendo una pregunta que jamás se la habían hecho,
y respondió:
--Hijo, yo nunca las he contado.
--Pues cuéntelas usted -prosiguió el chico- ¿y va un ochavo a que,
aun después de haberlas contado, no sabe cuántas son?
Contó el cura veinte y cinco, después de haberse errado dos veces
en el a, b, c, y el niño, dando
muchas palmadas, decía:
--¡Ay, ay!, que le cogí, que le gané, porque cuenta por dos letras
las dos A a primeras, y no es más que
una letra escrita de dos modos diferentes.
Después preguntó al padre:
--¿Vaya otro ochavo a que no me dice usted cómo se escribe burro, con b pequeña, o con B
grande?
--Hijo -respondió el buen religioso--, yo siempre le he visto
escrito con b pequeña.
--¡No señor! ¡No, señor! --le replicó el muchacho--. Si el burro es
pequeñito y anda todavía a la escuela, se escribe con b pequeña; pero si es un burro grande, como el burro de mi padre,
se escribe con B grande; porque dice
señor maestro que las cosas se han de escribir como ellas son, y que por eso
una pierna de vaca se ha de escribir con una P mayor que una pierna de carnero.
A todos les hizo gran fuerza la razón, y no quedaron menos
admirados de la profunda sabiduría del maestro, que del adelantamiento del
discípulo; y el buen padre confesó que, aunque había cursado en las dos
Universidades de Salamanca y Valladolid, jamás había oído en ellas cosa
semejante. Y vuelto a Antón Zotes y a su mujer, los dijo muy ponderado:
--Señores hermanos, no tienen que arrepentirse de lo que han
gastado con el maestro de Villaornate, porque lo han empleado bien.
Cuando el niño oyó arrepentirse,
comenzó a hacer grandes aspamientos, y a decir:
--¡Jesús! ¡Jesús! ¡Qué mala palabra, arrepentirse! ¡No, señor! ¡No, señor! No se dice arrepentirse, ni cosa que lleve arre; que eso, dice señor maestro, que
es bueno para los burros, o para las ruecas.
--Recuas querrás decir,
hijo -le interrumpió Antón Zotes, cayéndole la baba.
--Sí, señor, para las recuas, y no para los cristianos, los cuales
debemos decir enrepentir, enremangar, enreglar el papel, y cosas semejantes.
El cura estaba aturdido, el religioso se hacía cruces, la buena de
la Catanla lloraba de gozo, y Antón Zotes no se pudo contener sin exclamar:
--¡Vaya, que es una bobada! --que es la frase con que se pondera en
Campos una cosa nunca vista ni oída.
9. Como Gerundico vio el aplauso con que se celebraron sus
agudezas, quiso echar todos los registros; y volviéndose segunda vez al cura,
le dijo:
-Señor cura, pregúnteme usted de las vocales y de las consonantes.
El cura, que no entendía palabra de lo que el niño quería decir, le
respondió:
--¿De qué brocales, hijo? ¿Del brocal del pozo del Humilladero, y
del otro que está junto a la ermita de San Blas?
--No, señor, de las letras consonantes y de las letras vocales.
Cortose el bueno del cura, confesando que a él nunca le habían
enseñado cosas tan hondas.
--Pues a mí, sí -continuó el niño.
Y de rabo a oreja, sin faltarle punto ni coma, los encajó toda la ridícula
arenga que había oído al cojo de su maestro sobre las letras vocales y
consonantes; y en acabando, para ver si la habían entendido, dijo a su madre:
--Madrica, ¿cómo se pronuncia la a?
--Hijo, ¿cómo se ha de pronunciar? Así: a, abriendo la boca.
--No, madre; pero ¿cómo se abre la boca?
-¿Cómo se ha de abrir, hijo? De esta manera: a.
-Que no es eso, señora; pero cuando usted la abre para pronunciar
la a, ¿qué es lo que hace?
-Abrirla, hijo mío --respondió la bonísima Catanla.
-¡Abrirla! Eso cualquiera lo dice. También se abre para pronunciar e, y para pronunciar i, o, u, y entonces no se pronuncia a. Mire usté, para pronunciar a, se baja una quijada y se levanta
otra, de esta manera.
Y cogiendo con sus manos las mandíbulas de la madre, la bajaba la
inferior y la subía la superior, diciéndola que cuanto más abriese la boca,
mayor sería la a que pronunciaría.
Hizo después que el padre pronunciase la e,
el cura la i, el fraile la o, y él escogió por la más dificultosa
de todas la pronunciación de la u, encargándolos
que todos a un tiempo pronunciasen la letra que tocaba a cada uno, levantando
la voz todo cuanto pudiesen y observando unos a otros la postura de la boca,
para que viesen la puntualidad de las reglas que le había enseñado el señor
maestro. El metal de las voces era muy diferente: porque la tía Catanla la
tenía hombruna y carraspeña; Antón Zotes, clueca y algo aternerada; el cura,
gangosa y tabacuna; el padre, que estaba ya aperdigado para vicario de coro,
corpulenta y becerril; Gerundico, atiplada y de chillido. Comenzó cada uno a
representar su papel y a pronunciar su letra, levantando el grito a cuál más
podía: hundíase el cuarto, atronábase la casa. Era noche de verano, y todo el
lugar estaba tomando el fresco a las puertas de la calle. Al estruendo y a la
algazara de la casa de Antón Zotes, acudieron todos los vecinos, creyendo que
se quemaba, o que había sucedido alguna desgracia: entran en la sala, prosiguen
los gritos descompensados, ven aquellas figuras, y como ignoraban lo que había
pasado, juzgan que todos se han vuelto locos. Ya iban a atarlos, cuando sucedió
una cosa nunca creída ni imaginada, que hizo cesar de repente la gritería y por
poco no convirtió la música en responsos. Como la buena de la Catanla abría
tanto la boca para pronunciar su a, y
naturaleza liberal la había proveído de este órgano abundantísimamente, siendo
mujer que de un bocado se engullía una pera de donguindo hasta el pezón, quiso
su desgracia que se la desencajó la mandíbula inferior tan descompasadamente,
que se quedó hecha un mascarón de retablo, viéndosela toda la entrada del
esófago y de la traquiarteria, con los conductos salivales, tan clara y
distintamente, que el barbero dijo descubría hasta los vasos linfáticos, donde
excretaba la respiración. Cesaron las voces, asustáronse todos, hiciéronse mil
diligencias para restituir la mandíbula a su lugar; pero todas sin fruto, hasta
que al barbero le ocurrió cogerla de repente y darla por debajo de la barba un
cachete tan furioso, que se la volvió a encajar en su sitio natural, bien que
como estaba desprevenida, se mordió un poco la lengua y escupió algo de sangre.
Con esto paró en risa la función; y habiéndose instruido los concurrentes del
motivo de ella, quedaron pasmados de lo que sabía el niño Gerundio, y todos dijeron
a su padre que le diese estudios, porque sin duda había de ser obispo.
- Actividades didácticas sobre todo el texto o una parte de él
1)
Resume el texto, establece su tema y
señala los apartados temáticos.
2)
Analiza los personajes en sus aspectos
físicos y psíquicos; establece su importancia en la narración.
3)
Explica el lugar y el tiempo (de la
escritura, de la narración y duración de la acción) en los que transcurre la
acción.
4)
Delimita la figura del narrador.
5)
Realiza una contextualización cultural y
cronológica del Padre Isla y su obra.
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