02/11/2020

Benito Pérez Galdós: "Miau" (cap. I); análisis y propuesta didáctica

 

Parque del Bernesga, León (XI-2020) © SVM


B. PÉREZ GALDÓS - “MIAU” (CAPÍTULO I) 

TEXTO ORIGINAL

- I - 

A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando. La furia insana con que se lanzan a los más arriesgados ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pacífico transeúnte, el delirio de la autonomía individual que a veces acaba en porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres... Salieron, como digo, en tropel; el último quería ser el primero, y los pequeños chillaban más que los grandes. Entre ellos había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para emprender solo y calladito el camino de su casa. Y apenas notado por sus compañeros aquel apartamiento que más bien parecía huida, fueron tras él y le acosaron con burlas y cuchufletas, no del mejor gusto. Uno le cogía del brazo, otro le refregaba la cara con sus manos inocentes, que eran un dechado completo de cuantas porquerías hay en el mundo; pero él logró desasirse y... pies, para qué os quiero. Entonces dos o tres de los más desvergonzados le tiraron piedras, gritando Miau; y toda la partida repitió con infernal zipizape: Miau, Miau

El pobre chico de este modo burlado se llamaba Luisito Cadalso, y era bastante mezquino de talla, corto de alientos, descolorido, como de ocho años, quizá de diez, tan tímido que esquivaba la amistad de sus compañeros, temeroso de las bromas de algunos, y sintiéndose sin bríos para devolverlas. Siempre fue el menos arrojado en las travesuras, el más soso y torpe en los juegos, y el más formalito en clase, aunque uno de los menos aventajados, quizás porque su propio encogimiento le impidiera decir bien lo que sabía o disimular lo que ignoraba. Al doblar la esquina de las Comendadoras de Santiago para ir a su casa, que estaba en la calle de Quiñones, frente a la Cárcel de Mujeres, uniósele uno de sus condiscípulos, muy cargado de libros, la pizarra a la espalda, el pantalón hecho una pura rodillera, el calzado con tragaluces, boina azul en la pelona, y el hocico muy parecido al de un ratón. Llamaban al tal Silvestre Murillo, y era el chico más aplicado de la escuela y el amigo mejor que Cadalso tenía en ella. Su padre, sacristán de la iglesia de Montserrat, le destinaba a seguir la carrera de Derecho, porque se le había metido en la cabeza que el mocoso aquel llegaría a ser personaje, quizás orador célebre, ¿por qué no ministro? La futura celebridad habló así a su compañero: 

«Mia tú, Caarso, si a mí me dieran esas chanzas, de la galleta que les pegaba les ponía la cara verde. Pero tú no tienes coraje. Yo digo que no se deben poner motes a las presonas. ¿Sabes tú quién tie la culpa? Pues Posturitas, el de la casa de empréstamos. Ayer fue contando que su mamá había dicho que a tu abuela y a tus tías las llaman las Miaus, porque tienen la fisonomía de las caras, es a saber, como las de los gatos. Dijo que en el paraíso del Teatro Real les pusieron este mal nombre, y que siempre se sientan en el mismo sitio, y que cuando las ven entrar, dice toda la gente del público: 'Ahí están ya las Miaus'». 

Luisito Cadalso se puso muy encarnado. La indignación, la vergüenza y el estupor que sentía, no le permitieron defender la ultrajada dignidad de su familia. 

«Posturitas es un ordinario y un disinificante -añadió Silvestre-, y eso de poner motes es de tíos. Su padre es un tío, su madre una tía, y sus tías unas tías. Viven de chuparle la sangre al pobre, y ¿qué te crees?, al que no desempresta la capa, le despluman, es a saber, que se la venden y le dejan que se muera de frío. Mi mamá las llama las arpidas. ¿No las has visto tú cuando están en el balcón colgando las capas para que les dé el aire? Son más feas que un túmulo, y dice mi papá que con las narices que tienen se podrían hacer las patas de una mesa y sobraba maera... Pues también Posturitas es un buen mico; siempre pintándola y haciendo gestos como los clos del Circo. Claro, como a él le han puesto mote, quiere vengarse, encajándotelo a ti. Lo que es a mí no me lo pone ¡contro!, porque sabe que tengo yo mu malas pulgas, pero mu malas... Como tú eres así tan poquita cosa, es a saber, que no achuchas cuando te dicen algo, vele ahí por qué no te guarda el rispeto». 

Cadalsito, deteniéndose en la puerta de su casa, miró a su amigo con tristeza. El otro, arreándole un fuerte codazo, le dijo: «Yo no te llamo Miau, ¡contro!, no tengas cuidado que yo te llame Miau»; y partió a escape hacia Montserrat

                 Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1845 – Madrid, 1920): Miau (Madrid, 1888)

 

 

1.       1. ANÁLISIS

En otra entrada nos hemos ocupado del conjunto de la novela “Miau”, una de las más completas y sólidas de nuestro excelente novelista realista. Estamos ante un texto de largo aliento, en el que la situación de un cesante, Ramón Villaamil, da a pie a la presentación de la sociedad española, madrileña para más concreción, en la última década del S. XIX. Han pasado 110 años desde su publicación, pero la obra no ha perdido vigencia en absoluto. Es más, diríamos que exhibe una descarada actualidad en muchos aspectos políticos, socio-económicos e ideológicos: dudosa moralidad pública, tretas descaradas de los trepadores sociales, desaliento de las masas desamparadas, corrupción política, funcionarios baqueteados, cinismo en la clase dirigente, etc.

El comienzo de la novela es un prodigio de narración, de observación de la sociedad, en concreto de los niños, de captación de un ambiente social áspero, duro y difícil para los más débiles. Galdós fija su mirada en los niños, revoltosos y ruidosos; en concreto, en dos niños de carácter opuesto: Luisito Cadalso y Silvestre Murillo. Su acercamiento cervantino, bondadoso, cariñoso, no está exento de cierta crudeza y aspereza observadora. A continuación realizaremos un comentario clásico, con mucho de glosa (explicación) y más de exégesis (interpretación).

1) Resumen

Un numeroso grupo de niños sale de la escuela pública de la plazuela del Limón, en Madrid. Montan un gran alboroto con sus carreras y gritos. Uno de ellos, Luisito Cadalso, se aparta discretamente, pero pronto recibe las burlas y vejaciones verbales y físicas de sus compañeros. Como era de carácter apocado y tímido, lo aguanta estoicamente. Camino de casa, lo acompaña su mejor amigo, Silvestre Murillo, un muchachote rudo y con coraje, quien, primero, le explica el mote de Miau que recibe su familia, obra del resentimiento de la familia de Posturitas. Finalmente, le aconseja defenderse de esas ofensas, como él haría.

2) Tema

La idea central o asunto de este texto se puede enunciar así: Salida tumultuosa de los niños de una escuela colegio y vejaciones recibidas por uno de ellos, a quien otro amigo le aconseja defenderse.

3) Apartados temáticos

Se aprecian en el texto tres apartados temáticos o secciones de contenido con bastante nitidez:

-El primer párrafo conforma el primer apartado: es la presentación del espacio y de los protagonistas; una escuela de Madrid, los niños y los abusos recibidos por uno de ellos.

-El segundo párrafo forma el segundo apartado: el narrador describe al niño Luisito, apocado, tímido y solitario. También nos presenta a su amigo Silvestre, quien, como su nombre indica, es todo lo contrario.

-El resto del texto ocupa el tercer apartado: se trata de un diálogo, cuasi monólogo, pues sólo habla Silvestre, quien le explica a su amigo el mote Miau y su origen; le aconseja defenderse y le anuncia que él nunca le llamará por ese nombre; los amigos se separan y cada va por su lado.

4) Personajes

En este texto tenemos dos personajes más o menos protagonistas, Luisito y Silvestre. Ambos son niños de unos nueve años. Son antitéticos tanto física como psicológicamente: el primero es desmedrado y tímido; el segundo, se presume fortachón y atrevido. Dudaríamos si realmente son protagonistas porque Luisito no pasa de ser la persona pasiva que recibe los golpes e insultos de los compañeros. Silvestre explica y aconseja, pero hace. En este sentido, podemos hablar de un personaje colectivo formado por la chiquillería que sale de la escuela.

 5) Lugar y tiempo

El lugar, en una perspectiva de más a menos amplitud, es evidente: España, Madrid, plazuela del Limón y sus alrededores.

El tiempo tampoco ofrece dudas. El tiempo de la escritura corresponde a los años previos a 1888, fecha de publicación de la novela. Galdós recrea, pues, los años 1880, próximo ya el cambio de siglo. El tiempo de la acción narrada corresponde con el de la escritura: grosso modo, dos últimas décadas del siglo XIX. La duración de la acción tal vez alcance la media hora: salida del colegio y paseo a casa; es un lapso de tiempo relativamente breve.

6) Figura del narrador

Estamos ante un narrador en tercera persona, omnisciente y externo, pero con sus particularidades. Galdós, muy bien asimilada la lección cervantina de inteligencia narrativa, aplica filtros que relativizan este papel. En una ocasión afirma: “salieron, como digo, en tropel...”; aquí asoma su rostro y nos hace ver que anda por allí, que él escribe el relato. Algo más adelante nos informa que Luisto es “como de ocho años, quizás de diez”. Estamos, pues, ante un narrador omnisciente, pero con ramalazos de ominisciencia limitada de vez en cuando y externo al relato, esto es, un narrador heterodiegético, pero juguetón con el lector porque va y viene en su focalización.

7) Procedimientos narrativos y recursos estilísticos

Galdós utiliza los tres procedimientos narrativos disponibles y clásicos:

-Narración: el arranque del texto es un magnífico ejemplo al respecto: “A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió...”. Recordemos que el pretérito perfecto simple es el tiempo apropiado en español para contar cosas que pasaron (si las acciones son repetidas, se emplea el pretérito imperfecto de indicativo; si son anteriores a otra pasada, el pluscuamperfecto de indicativo.

-Descripción: el comienzo de la segunda parte nos sirve de ejemplo: “El pobre chico de este modo burlado llamábase Luisito Cadalso y era...”. Se puede apreciar que el tiempo de la descripción es el pretérito imperfecto (además, claro está, de otros muchos recursos distintos a los verbales, como la adjetivación, especialmente relevante).

-Diálogo: el tercer procedimiento ocupa el tercio final del texto. Digamos que es un tanto atípico, porque Silvestre habla y Luisito escucha; se aproxima al monólogo, pero es una actitud del narrador, intencionada, para dejarnos ver el apocamiento de Luisito y la bravuconería de Silvestre.

Los recursos estilíticos abundan de un modo abrumador. El texto está sometido a una alta e intensa elaboración estética. A continuación explicitamos, sin ánimo de agotar el catálogo, algunos de ellos, con el fin de apreciar el trabajo con el lenguaje que Galdós realiza con gran éxito. Explicamos su sentido:

-Metáfora: “oprimidos” por niños de escuela; “grilletes” por normas disciplinarias del ámbito educativo; “tragaluces” por agujeros en los zapatos.

-Metonimia: “pelona” por cabeza de los niños, rapada rigurosamente para evitar, entre otras cosas, plagas de piojos.

-Prosopografía: “mezquino de talla”, “descolorido”, referido a la figura física de Luisito.

-Etopeya: “corto de alientos”, “tan tímido...”, “temeroso”, “sintiéndose sin bríos...”, todas ellos rasgos de carácter de Luisito, como se ve negativos y que denotan carencia.

-Retrato: la combinación de los dos recursos anteriores conforma un retrato, mezcla de los rasgos físicos y psicológicos.

-Comparación o Símil: “el hocico muy parecido al de un ratón”, afirma el narrador describiendo a Silvestre; “son más feas que un túmulo”, afirma Silvestre para describir a la familia de “Posturitas”. La fuerza expresiva y la eficacia en la conformación de imágenes en el lector es evidente.

 -Polisíndeton: “Dijo que... y que... y que”, afirma Silvestre repitiendo las palabras de la madre de “Posturitas” vilipendiando a la Luisito. Crea un efecto inmediato de acumulación, amontonamiento y apabullamiento.

 -Hipérbole o exageración: “de la galleta que les pegaba les ponía la cara verde”, afirma Silvestre para enfatizar su fuerza y su enfado; el narrador afirma de la gritería de los  niños que “ningún himno a la libertad parece tan hermoso...”.

-Paralelismo: “muy cargado de libros, la mochila a la espalda, boina azul en la pelona”; son estructuras sintácticas que, además de completar la significación acuciosamente, crean una musicalidad evidente en el ritmo de lectura. 

-Bimembración: “piando y saltando”, “el más soso y torpe”; es un recurso muy caro a Galdós, con el que crea efectos expresivos y de significación muy interesantes.

-Trimembración: “porrazos, lágrimas y cardenales”; este procedimiento es muy plástico y efectivo para crear imágenes. 

-Ironía: Silvestre le dice a su amigo que nunca le llamará “Miau”, pero se lo dice dos veces en la misma intervención; el efecto cómico es inmediato. Otro ejemplo lo apreciamos cuando el narrador afirma de Silvestre que es la “futura celebridad”, cuando el lector sospecha que el pobre chico tendrá un futuro gris y sufrido.

-Elipsis: “¿Sabes tú quién tie la culpa?, pues Posturitas, el de la casa de empréstamos”; la omisión del sujeto y el verbo en las dos últimas oraciones acelera el ritmo y comprime la significación en un atributo y un complemento circunstancial de lugar. En este caso el habla elíptica es resultado de la imitación del lenguaje popular y hasta vulgar, 

-Vulgarismos y modismos: en boca de Silvestre, los vulgarismos surgen como hongos: “”tie”, “presonas”, “arpidas”, “mu”, etc. Es un procedimiento expresivo muy caro a nuestro novelista, que lo utiliza para caracterizar y para proporcionar verosimilitud a su ficción. Los modismos, como “echarse a la calle”, que utiliza el narrador, en cursiva, a modo de advertencia y guiño al lector, también ayudan a construir un relato contemporáneo y ambientado en ese Madrid de finales del siglo XIX.

-Onomatopeya: el propio mote, “Miau”, “zipizape” son palabras cuya fonética nos remite directamente a realidades concretas: el felino y el jaleo de los niños al salir de la escuela. Galdós utiliza este recurso con habilidad y gracia.

-Animalización: los niños salen de la escuela “piando y saltando”, remitiéndonos a una realidad de pájaros libres; Silvestre tenía “el hocico muy parecido al de un ratón”; el primero presenta una connotación positiva, pero el segundo es claramente negativa, además del efecto humorístico inherente en sí mismo.

-Apóstrofe o invocación: “mía tú”, Caarso” es el caso más llamativo. Propio del diálogo coloquial, es lógico que sea frecuente en el discurso de Silvestre, quien interpela y llama la atención de su amigo con frecuencia, como intentando que no desvíe su atención.

-Estilo indirecto libre: sólo aparece una vez en el texto, pero empleado con una maestría suprema. Tras relatar los altos designios que el padre de Silvestre reserva para su hijo, el narrador continúa: “el mocoso aquel llegaría a ser personaje, tal vez orador célebre ¿por qué no ministro?”. El narrador se ha apropiado de las palabras y el pensamiento del personaje y nos las transmite en tercera persona. El efecto expresivo, humorístico y casi sarcástico surge por sí mismo. Se ve muy bien en la ironía que continúa: “la futura celebridad habló así a su compañero”. 

-Epíteto: el adjetivo embellecedor es común en este texto, como en otros de nuestro novelista: “furia insana”, “manos inocentes”, “infernal zipizape”. Como no puede ser de otro modo, insuflan expresividad y plasticidad.

-Exclamación e interrogación retórica: “¿Sabes tú quién tie la culpa?”, “¡Contro!” son muestras de estos recursos típicos del habla coloquial, tal como se manifiesta en boca de Silvestre. Llaman la atención del interlocutor y, a efectos de lectura, imprimen vivieza y sentido de la realidad.

-Antítesis: “el último quería ser el primero y los pequeños chillaban más que los grandes”, este es el ejemplo más llamativo. Sirve para crear contrastes y variedad en el discurso que agradan al lector

-Lítote: “no del mejor gusto” son las cuchufletas de los compañeros de escuela de Cadalso. Ante la agresión física, el narrador rebaja la violencia con este modo indirecto de afirmar.

-Perífrasis o circunloquio: “que en edad menos dichosa han de celebrar...”; para aludir a los años adultos o de madurez, el narrador prefiere hacer un rodeo que aporta frescura y evita repeticiones.

-Enumeración: “uno le cogía del brazo, otro le refregaba la cara”; otros casos, como cuando describe la ropa de Silvestre son muy llamativos. Sirven para transmitir una imagen completa de un personaje, de un pensamiento, de una acción, etc.

-Repetición: las más llamativas aparecen en boca de Silvestre, como ocurre con la palabra “tío”, con la expresión culta “es a saber”, con la exclamación interjectiva “¡contro!”, etc. Insisten en tal o cual aspecto de su personalidad o de una acción realizada por un personaje.

-Polisemia: se aprecia muy bien en la expresión “y sus tías unas tías”; en la primera aparición significa “hermana de su madre”, pero en la segunda, “persona tústica o grosera” (acepción número 8).

De este catálogo que aquí ofrecemos, que no agota en absoluto la nómina completa, se aprecia muy bien el altísimo dominio de la lengua, de la retórica y de la narración que Galdós posee. Este texto es un excelente ejemplo de composición narrativa pletórica de aciertos y excelencias literarias.

8) Contextualización socio-histórica, cultural y autorial

El Realismo es un período cultural que ocupa, aproximadamente, la segunda mitad del siglo XIX. En Reacción al Romanticismo, se vuelve hacia la realidad objetiva y plasma en la obra literaria el vivir cotidiano, especialmente de los burgueses, pero también del pueblo humilde, tal como se aprecia en este texto.

El Realismo plantea una visión minuciosa y objetiva de la realidad, de lo que este texto es un ejemplo cabal. Para ello, Galdós se vale de la descripción realista, del empleo de lugares físicos reales para enmarcar la acción y de las acciones de la vida cotidiana, bien reconocibles por los lectores de su época y por los posteriores.

Galdós extiende una mirada a medio camino entre la distancia, el objetivismo, la cercanía y la complicidad. La sociedad entera es objeto de su atención comprensiva y crítica: expone los vicios y virtudes con igual pulso, pero se duele de las miserias humanas. Se fija en los niños con detalle, compasión, benevolencia y cierta rabia contenida por el estado deplorable en que se hallan, tanto en los aspectos materiales como en los emocionales, como podemos comprobar en este texto, arranque de la novela.

Benito Pérez Galdós es uno de los máximos novelistas del Realismo español y de todos los tiempos. Su dominio de la lengua es extraordinario: capta con agudeza y expresa con precisión, plasticidad y belleza toda la realidad, el diario vivir de gentes de toda laya, unos favorecidos por la fortuna, otros dejados en la cuneta de la historia. Esta novela se centra en la figura de un cesante, el abuelo del niño, Ramón Villaamil, pero el joven Luisito Cadalso ocupa su protagonismo para transmitirnos la ingenuidad y las miserias de la vida infantil decimonónica en el Madrid de la Restauración.

Miau no es una novela de tesis, sino más bien espiritual, integradora, muy equilibrada en contenido e intenciones estilísticas e ideológicas. Galdós, dueño de un poderoso instinto y técnica narrativos, aborda con exhaustividad comprensiva una realidad en sí misma triste: la vida de un pobre funcionario cesante que espera su reincorporación de un momento a otro, pero que nunca llega.

9) Interpretación

A nuestro leal entender, Galdós nos proporciona las claves para entender los defectos y enfermedades de una sociedad débil y muy desigual centrándose en la salida de la escuela de los niños y en las vejaciones que recibe Luisito. La actitud, entre fatua y noble, de su amigo Silvestre nos permite observar la vida esforzada de unos niños poco felices, resignados, pero con enormes ganas de vivir.

10) Valoración

Este texto es hermoso, profundo y significativo porque nos proporciona una visión y conocimiento de la sociedad madrileña de finales del siglo XIX. Galdós se fija en el niño y en la educación: aquel aparece como un ser sufrido y no bien tratado; esta es masificada, rodeada de violencia –sobre todo, entre los escolares— y anodina.

Galdós realiza un acercamiento cervantino: comprensivo con las debilidades, amable con el hombre, condolido con el sufriente. Tal vez sea esta última idea la que recoge muy bien el impacto lector de esta lectura, fertilizada también por un estilo narrativo preciso, dinámico y muy elaborado. 

 

2.       2. Propuesta didáctica

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el texto (100 palabras aprox., equivalentes a 10 líneas).

2) Señala su tema

3) Indica los apartados temáticos.

4) Acota el lugar y tiempo.

5) Explica la figura del narrador tal y como aparece en este texto.

6) Analiza los recursos estilísticos y cómo contribuyen a crear significado.

2.2. Comprensión y pensamiento analítico

1) Contextualiza al autor y su obra desde el punto de vista social e histórico.

2) Interpreta y discierne la intención y sentido del texto en cuanto a la niñez y la educación.

3) Valora tu experiencia lectora sobre esos aspectos y otros.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Transforma el texto con un lenguaje y en un contexto actual manteniendo su esencia.

2) Realiza una presentación, con medios TIC o tradicionales, sobre la figura de Galdós y su obra.

3) Inventa un encuentro tuyo con Galdós. Realiza preguntas sobre la obra y otros aspectos que te interesen.

4) Recuerda tus años de escuela infantil y primaria: narra la salida del colegio más o menos inspirado en Galdós en cuanto a técnica y estilo.


No hay comentarios: