Parque del Bernesga, León (XI-2020) © SVM |
B.
PÉREZ GALDÓS - “MIAU” (CAPÍTULO I)
TEXTO ORIGINAL
- I
-
A las cuatro de la tarde,
la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente
de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los
muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el
que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la
disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando. La
furia insana con que se lanzan a los más arriesgados ejercicios
de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pacífico
transeúnte, el delirio de la autonomía individual que a veces acaba en
porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los triunfos
revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres...
Salieron, como digo, en tropel; el último quería ser el primero, y los pequeños
chillaban más que los grandes. Entre ellos había uno de menguada estatura, que
se apartó de la bandada para emprender solo y calladito el camino de su casa. Y
apenas notado por sus compañeros aquel apartamiento que más bien parecía huida,
fueron tras él y le acosaron con burlas y cuchufletas, no del mejor gusto. Uno
le cogía del brazo, otro le refregaba la cara con sus manos inocentes, que eran
un dechado completo de cuantas porquerías hay en el mundo; pero él logró
desasirse y... pies, para qué os quiero. Entonces dos o tres de los
más desvergonzados le tiraron piedras, gritando Miau; y toda la
partida repitió con infernal zipizape: Miau, Miau.
El pobre chico de este modo
burlado se llamaba Luisito Cadalso, y era bastante mezquino de talla, corto de
alientos, descolorido, como de ocho años, quizá de diez, tan tímido que
esquivaba la amistad de sus compañeros, temeroso de las bromas de algunos, y
sintiéndose sin bríos para devolverlas. Siempre fue el menos arrojado en las
travesuras, el más soso y torpe en los juegos, y el más formalito en clase,
aunque uno de los menos aventajados, quizás porque su propio encogimiento le
impidiera decir bien lo que sabía o disimular lo que ignoraba. Al doblar la
esquina de las Comendadoras de Santiago para ir a su casa, que estaba en la
calle de Quiñones, frente a la Cárcel de Mujeres, uniósele uno de sus
condiscípulos, muy cargado de libros, la pizarra a la espalda, el pantalón
hecho una pura rodillera, el calzado con tragaluces, boina azul en la pelona, y
el hocico muy parecido al de un ratón. Llamaban al tal Silvestre Murillo, y era
el chico más aplicado de la escuela y el amigo mejor que Cadalso tenía en ella.
Su padre, sacristán de la iglesia de Montserrat, le destinaba a seguir la
carrera de Derecho, porque se le había metido en la cabeza que el mocoso aquel
llegaría a ser personaje, quizás orador célebre, ¿por qué no ministro? La
futura celebridad habló así a su compañero:
«Mia tú, Caarso,
si a mí me dieran esas chanzas, de la galleta que les pegaba les ponía la cara
verde. Pero tú no tienes coraje. Yo digo que no se deben poner motes a
las presonas. ¿Sabes tú quién tie la culpa? Pues Posturitas,
el de la casa de empréstamos. Ayer fue contando que su mamá había dicho
que a tu abuela y a tus tías las llaman las Miaus, porque tienen la
fisonomía de las caras, es a saber, como las de los gatos. Dijo que en el
paraíso del Teatro Real les pusieron este mal nombre, y que siempre se sientan
en el mismo sitio, y que cuando las ven entrar, dice toda la gente del público:
'Ahí están ya las Miaus'».
Luisito Cadalso se puso muy
encarnado. La indignación, la vergüenza y el estupor que sentía, no le
permitieron defender la ultrajada dignidad de su familia.
«Posturitas es
un ordinario y un disinificante -añadió Silvestre-, y eso de poner
motes es de tíos. Su padre es un tío, su madre una tía, y sus tías unas tías.
Viven de chuparle la sangre al pobre, y ¿qué te crees?, al que
no desempresta la capa, le despluman, es a saber, que se la venden y
le dejan que se muera de frío. Mi mamá las llama las arpidas.
¿No las has visto tú cuando están en el balcón colgando las capas para que les
dé el aire? Son más feas que un túmulo, y dice mi papá que con las narices que
tienen se podrían hacer las patas de una mesa y sobraba maera...
Pues también Posturitas es un buen mico; siempre pintándola y
haciendo gestos como los clos del Circo. Claro, como a él le
han puesto mote, quiere vengarse, encajándotelo a ti. Lo que es a mí no me lo
pone ¡contro!, porque sabe que tengo yo mu malas pulgas,
pero mu malas... Como tú eres así tan poquita cosa, es a saber, que
no achuchas cuando te dicen algo, vele ahí por qué no te guarda
el rispeto».
Cadalsito, deteniéndose en
la puerta de su casa, miró a su amigo con tristeza. El otro, arreándole un
fuerte codazo, le dijo: «Yo no te llamo Miau, ¡contro!, no tengas
cuidado que yo te llame Miau»; y partió a escape hacia Montserrat
Benito
Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1845 – Madrid, 1920): Miau
(Madrid, 1888)
1. 1. ANÁLISIS
En
otra entrada nos hemos ocupado del conjunto de la novela “Miau”, una de las más
completas y sólidas de nuestro excelente novelista realista. Estamos ante un
texto de largo aliento, en el que la situación de un cesante, Ramón Villaamil,
da a pie a la presentación de la sociedad española, madrileña para más
concreción, en la última década del S. XIX. Han pasado 110 años desde su
publicación, pero la obra no ha perdido vigencia en absoluto. Es más, diríamos
que exhibe una descarada actualidad en muchos aspectos políticos,
socio-económicos e ideológicos: dudosa moralidad pública, tretas descaradas de
los trepadores sociales, desaliento de las masas desamparadas, corrupción
política, funcionarios baqueteados, cinismo en la clase dirigente, etc.
El
comienzo de la novela es un prodigio de narración, de observación de la
sociedad, en concreto de los niños, de captación de un ambiente social áspero,
duro y difícil para los más débiles. Galdós fija su mirada en los niños,
revoltosos y ruidosos; en concreto, en dos niños de carácter opuesto: Luisito
Cadalso y Silvestre Murillo. Su acercamiento cervantino, bondadoso, cariñoso,
no está exento de cierta crudeza y aspereza observadora. A continuación
realizaremos un comentario clásico, con mucho de glosa (explicación) y más de
exégesis (interpretación).
1)
Resumen
Un
numeroso grupo de niños sale de la escuela pública de la plazuela del Limón, en
Madrid. Montan un gran alboroto con sus carreras y gritos. Uno de ellos,
Luisito Cadalso, se aparta discretamente, pero pronto recibe las burlas y
vejaciones verbales y físicas de sus compañeros. Como era de carácter apocado y
tímido, lo aguanta estoicamente. Camino de casa, lo acompaña su mejor amigo,
Silvestre Murillo, un muchachote rudo y con coraje, quien, primero, le explica el
mote de Miau que recibe su familia, obra del resentimiento de la familia
de Posturitas. Finalmente, le aconseja defenderse de esas ofensas, como
él haría.
2)
Tema
La
idea central o asunto de este texto se puede enunciar así: Salida tumultuosa de
los niños de una escuela colegio y vejaciones recibidas por uno de ellos, a
quien otro amigo le aconseja defenderse.
3)
Apartados temáticos
Se
aprecian en el texto tres apartados temáticos o secciones de contenido con
bastante nitidez:
-El
primer párrafo conforma el primer apartado: es la presentación del espacio y de
los protagonistas; una escuela de Madrid, los niños y los abusos recibidos por
uno de ellos.
-El
segundo párrafo forma el segundo apartado: el narrador describe al niño
Luisito, apocado, tímido y solitario. También nos presenta a su amigo
Silvestre, quien, como su nombre indica, es todo lo contrario.
-El
resto del texto ocupa el tercer apartado: se trata de un diálogo, cuasi
monólogo, pues sólo habla Silvestre, quien le explica a su amigo el mote Miau
y su origen; le aconseja defenderse y le anuncia que él nunca le llamará por
ese nombre; los amigos se separan y cada va por su lado.
4)
Personajes
En
este texto tenemos dos personajes más o menos protagonistas, Luisito y
Silvestre. Ambos son niños de unos nueve años. Son antitéticos tanto física
como psicológicamente: el primero es desmedrado y tímido; el segundo, se
presume fortachón y atrevido. Dudaríamos si realmente son protagonistas porque
Luisito no pasa de ser la persona pasiva que recibe los golpes e insultos de
los compañeros. Silvestre explica y aconseja, pero hace. En este sentido,
podemos hablar de un personaje colectivo formado por la chiquillería que sale
de la escuela.
5) Lugar y tiempo
El
lugar, en una perspectiva de más a menos amplitud, es evidente: España, Madrid,
plazuela del Limón y sus alrededores.
El
tiempo tampoco ofrece dudas. El tiempo de la escritura corresponde a los años
previos a 1888, fecha de publicación de la novela. Galdós recrea, pues, los
años 1880, próximo ya el cambio de siglo. El tiempo de la acción narrada
corresponde con el de la escritura: grosso modo, dos últimas décadas del
siglo XIX. La duración de la acción tal vez alcance la media hora: salida del
colegio y paseo a casa; es un lapso de tiempo relativamente breve.
6)
Figura del narrador
Estamos
ante un narrador en tercera persona, omnisciente y externo, pero con sus
particularidades. Galdós, muy bien asimilada la lección cervantina de
inteligencia narrativa, aplica filtros que relativizan este papel. En una
ocasión afirma: “salieron, como digo, en tropel...”; aquí asoma su
rostro y nos hace ver que anda por allí, que él escribe el relato. Algo más
adelante nos informa que Luisto es “como de ocho años, quizás de diez”.
Estamos, pues, ante un narrador omnisciente, pero con ramalazos de
ominisciencia limitada de vez en cuando y externo al relato, esto es, un
narrador heterodiegético, pero juguetón con el lector porque va y viene en su
focalización.
7)
Procedimientos narrativos y recursos estilísticos
Galdós
utiliza los tres procedimientos narrativos disponibles y clásicos:
-Narración:
el arranque del texto es un magnífico ejemplo al respecto: “A las cuatro de la
tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón
salió...”. Recordemos que el pretérito perfecto simple es el tiempo apropiado
en español para contar cosas que pasaron (si las acciones son repetidas, se
emplea el pretérito imperfecto de indicativo; si son anteriores a otra pasada,
el pluscuamperfecto de indicativo.
-Descripción:
el comienzo de la segunda parte nos sirve de ejemplo: “El pobre chico de este
modo burlado llamábase Luisito Cadalso y era...”. Se puede apreciar que el
tiempo de la descripción es el pretérito imperfecto (además, claro está, de
otros muchos recursos distintos a los verbales, como la adjetivación,
especialmente relevante).
-Diálogo:
el tercer procedimiento ocupa el tercio final del texto. Digamos que es un
tanto atípico, porque Silvestre habla y Luisito escucha; se aproxima al
monólogo, pero es una actitud del narrador, intencionada, para dejarnos ver el
apocamiento de Luisito y la bravuconería de Silvestre.
Los
recursos estilíticos abundan de un modo abrumador. El texto está sometido a una
alta e intensa elaboración estética. A continuación explicitamos, sin ánimo de
agotar el catálogo, algunos de ellos, con el fin de apreciar el trabajo con el
lenguaje que Galdós realiza con gran éxito. Explicamos su sentido:
-Metáfora:
“oprimidos” por niños de escuela; “grilletes” por normas disciplinarias del
ámbito educativo; “tragaluces” por agujeros en los zapatos.
-Metonimia:
“pelona” por cabeza de los niños, rapada rigurosamente para evitar, entre otras
cosas, plagas de piojos.
-Prosopografía:
“mezquino de talla”, “descolorido”, referido a la figura física de Luisito.
-Etopeya:
“corto de alientos”, “tan tímido...”, “temeroso”, “sintiéndose sin bríos...”,
todas ellos rasgos de carácter de Luisito, como se ve negativos y que denotan
carencia.
-Retrato:
la combinación de los dos recursos anteriores conforma un retrato, mezcla de
los rasgos físicos y psicológicos.
-Comparación
o Símil: “el hocico muy parecido al de un ratón”, afirma el narrador
describiendo a Silvestre; “son más feas que un túmulo”, afirma Silvestre para
describir a la familia de “Posturitas”. La fuerza expresiva y la eficacia en la
conformación de imágenes en el lector es evidente.
-Polisíndeton: “Dijo que... y que... y que”,
afirma Silvestre repitiendo las palabras de la madre de “Posturitas”
vilipendiando a la Luisito. Crea un efecto inmediato de acumulación,
amontonamiento y apabullamiento.
-Hipérbole o exageración: “de la galleta que
les pegaba les ponía la cara verde”, afirma Silvestre para enfatizar su fuerza
y su enfado; el narrador afirma de la gritería de los niños que “ningún himno a la libertad parece
tan hermoso...”.
-Paralelismo:
“muy cargado de libros, la mochila a la espalda, boina azul en la pelona”; son
estructuras sintácticas que, además de completar la significación
acuciosamente, crean una musicalidad evidente en el ritmo de lectura.
-Bimembración:
“piando y saltando”, “el más soso y torpe”; es un recurso muy caro a Galdós,
con el que crea efectos expresivos y de significación muy interesantes.
-Trimembración:
“porrazos, lágrimas y cardenales”; este procedimiento es muy plástico y
efectivo para crear imágenes.
-Ironía:
Silvestre le dice a su amigo que nunca le llamará “Miau”, pero se lo dice dos veces
en la misma intervención; el efecto cómico es inmediato. Otro ejemplo lo
apreciamos cuando el narrador afirma de Silvestre que es la “futura
celebridad”, cuando el lector sospecha que el pobre chico tendrá un futuro gris
y sufrido.
-Elipsis:
“¿Sabes tú quién tie la culpa?, pues Posturitas, el de la casa de
empréstamos”; la omisión del sujeto y el verbo en las dos últimas oraciones
acelera el ritmo y comprime la significación en un atributo y un complemento
circunstancial de lugar. En este caso el habla elíptica es resultado de la
imitación del lenguaje popular y hasta vulgar,
-Vulgarismos
y modismos: en boca de Silvestre, los vulgarismos surgen como hongos: “”tie”,
“presonas”, “arpidas”, “mu”, etc. Es un procedimiento expresivo muy caro a
nuestro novelista, que lo utiliza para caracterizar y para proporcionar
verosimilitud a su ficción. Los modismos, como “echarse a la calle”, que
utiliza el narrador, en cursiva, a modo de advertencia y guiño al lector,
también ayudan a construir un relato contemporáneo y ambientado en ese Madrid
de finales del siglo XIX.
-Onomatopeya:
el propio mote, “Miau”, “zipizape” son palabras cuya fonética nos remite
directamente a realidades concretas: el felino y el jaleo de los niños al salir
de la escuela. Galdós utiliza este recurso con habilidad y gracia.
-Animalización:
los niños salen de la escuela “piando y saltando”, remitiéndonos a una realidad
de pájaros libres; Silvestre tenía “el hocico muy parecido al de un ratón”; el
primero presenta una connotación positiva, pero el segundo es claramente
negativa, además del efecto humorístico inherente en sí mismo.
-Apóstrofe
o invocación: “mía tú”, Caarso” es el caso más llamativo. Propio del
diálogo coloquial, es lógico que sea frecuente en el discurso de Silvestre,
quien interpela y llama la atención de su amigo con frecuencia, como intentando
que no desvíe su atención.
-Estilo
indirecto libre: sólo aparece una vez en el texto, pero empleado con una
maestría suprema. Tras relatar los altos designios que el padre de Silvestre
reserva para su hijo, el narrador continúa: “el mocoso aquel llegaría a ser
personaje, tal vez orador célebre ¿por qué no ministro?”. El narrador se ha
apropiado de las palabras y el pensamiento del personaje y nos las transmite en
tercera persona. El efecto expresivo, humorístico y casi sarcástico surge por
sí mismo. Se ve muy bien en la ironía que continúa: “la futura celebridad habló
así a su compañero”.
-Epíteto:
el adjetivo embellecedor es común en este texto, como en otros de nuestro
novelista: “furia insana”, “manos inocentes”, “infernal zipizape”. Como no
puede ser de otro modo, insuflan expresividad y plasticidad.
-Exclamación
e interrogación retórica: “¿Sabes tú quién tie la culpa?”, “¡Contro!” son
muestras de estos recursos típicos del habla coloquial, tal como se manifiesta
en boca de Silvestre. Llaman la atención del interlocutor y, a efectos de
lectura, imprimen vivieza y sentido de la realidad.
-Antítesis:
“el último quería ser el primero y los pequeños chillaban más que los grandes”,
este es el ejemplo más llamativo. Sirve para crear contrastes y variedad en el
discurso que agradan al lector
-Lítote:
“no del mejor gusto” son las cuchufletas de los compañeros de escuela de
Cadalso. Ante la agresión física, el narrador rebaja la violencia con este modo
indirecto de afirmar.
-Perífrasis
o circunloquio: “que en edad menos dichosa han de celebrar...”; para aludir a
los años adultos o de madurez, el narrador prefiere hacer un rodeo que aporta
frescura y evita repeticiones.
-Enumeración:
“uno le cogía del brazo, otro le refregaba la cara”; otros casos, como cuando
describe la ropa de Silvestre son muy llamativos. Sirven para transmitir una
imagen completa de un personaje, de un pensamiento, de una acción, etc.
-Repetición:
las más llamativas aparecen en boca de Silvestre, como ocurre con la palabra
“tío”, con la expresión culta “es a saber”, con la exclamación interjectiva
“¡contro!”, etc. Insisten en tal o cual aspecto de su personalidad o de una
acción realizada por un personaje.
-Polisemia:
se aprecia muy bien en la expresión “y sus tías unas tías”; en la primera
aparición significa “hermana de su madre”, pero en la segunda, “persona tústica
o grosera” (acepción número 8).
De
este catálogo que aquí ofrecemos, que no agota en absoluto la nómina completa,
se aprecia muy bien el altísimo dominio de la lengua, de la retórica y de la
narración que Galdós posee. Este texto es un excelente ejemplo de composición
narrativa pletórica de aciertos y excelencias literarias.
8)
Contextualización socio-histórica, cultural y autorial
El
Realismo es un período cultural que ocupa, aproximadamente, la segunda mitad
del siglo XIX. En Reacción al Romanticismo, se vuelve hacia la realidad
objetiva y plasma en la obra literaria el vivir cotidiano, especialmente de los
burgueses, pero también del pueblo humilde, tal como se aprecia en este texto.
El
Realismo plantea una visión minuciosa y objetiva de la realidad, de lo que este
texto es un ejemplo cabal. Para ello, Galdós se vale de la descripción realista,
del empleo de lugares físicos reales para enmarcar la acción y de las acciones
de la vida cotidiana, bien reconocibles por los lectores de su época y por los
posteriores.
Galdós
extiende una mirada a medio camino entre la distancia, el objetivismo, la
cercanía y la complicidad. La sociedad entera es objeto de su atención
comprensiva y crítica: expone los vicios y virtudes con igual pulso, pero se
duele de las miserias humanas. Se fija en los niños con detalle, compasión,
benevolencia y cierta rabia contenida por el estado deplorable en que se
hallan, tanto en los aspectos materiales como en los emocionales, como podemos
comprobar en este texto, arranque de la novela.
Benito
Pérez Galdós es uno de los máximos novelistas del Realismo español y de todos
los tiempos. Su dominio de la lengua es extraordinario: capta con agudeza y
expresa con precisión, plasticidad y belleza toda la realidad, el diario vivir
de gentes de toda laya, unos favorecidos por la fortuna, otros dejados en la
cuneta de la historia. Esta novela se centra en la figura de un cesante, el
abuelo del niño, Ramón Villaamil, pero el joven Luisito Cadalso ocupa su
protagonismo para transmitirnos la ingenuidad y las miserias de la vida
infantil decimonónica en el Madrid de la Restauración.
Miau no es una novela de tesis, sino más bien
espiritual, integradora, muy equilibrada en contenido e intenciones
estilísticas e ideológicas. Galdós, dueño de un poderoso instinto y técnica
narrativos, aborda con exhaustividad comprensiva una realidad en sí misma
triste: la vida de un pobre funcionario cesante que espera su reincorporación
de un momento a otro, pero que nunca llega.
9)
Interpretación
A
nuestro leal entender, Galdós nos proporciona las claves para entender los
defectos y enfermedades de una sociedad débil y muy desigual centrándose en la
salida de la escuela de los niños y en las vejaciones que recibe Luisito. La
actitud, entre fatua y noble, de su amigo Silvestre nos permite observar la
vida esforzada de unos niños poco felices, resignados, pero con enormes ganas
de vivir.
10)
Valoración
Este
texto es hermoso, profundo y significativo porque nos proporciona una visión y
conocimiento de la sociedad madrileña de finales del siglo XIX. Galdós se fija
en el niño y en la educación: aquel aparece como un ser sufrido y no bien
tratado; esta es masificada, rodeada de violencia –sobre todo, entre los
escolares— y anodina.
Galdós
realiza un acercamiento cervantino: comprensivo con las debilidades, amable con
el hombre, condolido con el sufriente. Tal vez sea esta última idea la que
recoge muy bien el impacto lector de esta lectura, fertilizada también por un
estilo narrativo preciso, dinámico y muy elaborado.
2. 2. Propuesta didáctica
2.1.
Comprensión lectora
1)
Resume el texto (100 palabras aprox., equivalentes a 10 líneas).
2)
Señala su tema
3)
Indica los apartados temáticos.
4)
Acota el lugar y tiempo.
5)
Explica la figura del narrador tal y como aparece en este texto.
6) Analiza los recursos estilísticos y cómo contribuyen a crear significado.
2.2. Comprensión y pensamiento analítico
1)
Contextualiza al autor y su obra desde el punto de vista social e histórico.
2)
Interpreta y discierne la intención y sentido del texto en cuanto a la niñez y
la educación.
3) Valora tu experiencia lectora sobre esos aspectos y otros.
2.3. Fomento de la creatividad
1)
Transforma el texto con un lenguaje y en un contexto actual manteniendo su
esencia.
2)
Realiza una presentación, con medios TIC o tradicionales, sobre la figura de
Galdós y su obra.
3)
Inventa un encuentro tuyo con Galdós. Realiza preguntas sobre la obra y otros
aspectos que te interesen.
4)
Recuerda tus años de escuela infantil y primaria: narra la salida del colegio
más o menos inspirado en Galdós en cuanto a técnica y estilo.
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