León (X-2020) © SVMA |
LUIS CERNUDA - “ELEGÍA ESPAÑOLA”
“Elegía española, I”
[1] Dime, háblame
Tú, esencia misteriosa…
De nuestra raza
Tras de tantos siglos,
Hálito creador
De los hombres hoy vivos,
A quienes veo laborados del odio
Hasta alzar con su esfuerzo
La muerte como paisaje de tu vida.
[2] Cuando la antigua primavera
Vuelve a tejer su encanto
Sobre tu cuerpo inmenso,
¿Cuál ave hallará nido
Y qué savia una rama
Donde brotar con verde impulso?
¿Qué rayo de la luz alegre,
Qué nube sobre el campo solitario,
Hallarán agua, cristal de viejo hogar en calma
Donde reflejen su irisado juego?
[3] Háblame, madre;
Y al llamarte así, digo
Que ninguna mujer lo fue de nadie
Como tú lo eres mía.
Háblame, dime
Una sola palabra en estos lentos días,
En lo días informes
Que frente a ti se esgrimen
Como amargo cuchillo
Entre las manos de tus propios hijos.
[4] No te alejes así, ensimismada
Bajo los largos velos cenicientos
Que nos niegan tus ojos anchos bellos.
esas flores caídas,
Pétalos rotos entre sangre y lodo,
En tus manos estaban luciendo eternamente
Desde siglos atrás, cuando mi vida
Era un sueño en la mente de los dioses.
[5] Eres tú, son tus ojos lo que busca
Quien te llama luchando con la muerte,
A ti, remota y enigmática
Madre de tantas almas idas
Que te legaron, con un fulgor de clara piedra,
Su afán de eternidad cifrado en hermosura.
[6] Pero no eres tan sólo
Dueña de afanes muertos;
Tierna, amorosa has sido con nuestro afán viviente,
Compasiva ante nuestra desdicha de efímeros.
¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?
[7] Contempla ahora a través de las lágrimas:
Mira cuántos traidores,
Mira cuántos cobardes
Lejos de ti en fuga vergonzosa,
Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada
Tus hijos oscuramente sienten
La recompensa de estas horas fatídicas.
[8] No sabe qué es la vida
Quien jamás alentó bajo la guerra.
Ella sobre nosotros sus densas alas cierne
y oigo su silbido helado
Y veo los bruscos muertos
Caer sobre la hierba calcinada,
Mientras el cuerpo mío
Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.
[9] No sé qué tiembla y muere en mí
Al verte así dolida y solitaria.
En ruinas los claros dones
De tus hijos a través de los siglos,
Porque mucho he amado tu pasado,
Resplandor victorioso entre sombra y olvido.
[10] Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo eres
La aurora que aún no alumbra nuestros campos.
Tú sola sobrevives,
Aunque venga la muerte
Sólo en ti está la fuerza
De hacernos esperar a ciegas el futuro.
[11] Que por encima de
estos y esos muertos
Y encima de estos y esos vivos que combaten
Algo advierte que tú sufres con todos;
Y su odio, su crueldad, su lucha,
Ante ti vanos son como sus vidas,
Porque tú eres eterna
Y sólo los creaste
Para la paz y gloria de su estirpe.
“Elegía española, II”
A Vicente Aleixandre
[1] Ya la distancia entre los dos abierta
Se lleva el sufrimiento, como nube
Rota en lluvia olvidada, y la alegría,
Hermosa claridad desvanecida;
Nada altera entre tú, mi tierra, y yo,
Pobre palabra tuya, el invisible
Fluir de los recuerdos, sustentando
Almas con la verdad de tu alma pura.
Sin luchar contra ti ya asisto inerte
A la discordia estéril que te cubre,
Al viento de locura que te arrastra.
Tan sólo Dios vela sobre nosotros,
Árbitro inmemorial del odio eterno.
[2] Tus pueblos han ardido y tus campos
Infecundos dan cosecha de hambre;
Rasga tu aire el ala de la muerte;
Tronchados como flores caen tus hombres
Hechos para el amor y la tarea;
Y aquellos que en la sombra suscitaron
La guerra, resguardados en la sombra,
Disfrutan su victoria. Tú en silencio,
Tierra, pasión única mía, lloras
Tu soledad, tu pena y tu vergüenza.
[3] Fiel aún, extasiado como el pájaro
Que en primavera hacia su nido antiguo
Llegaba a ti y en ti dejaba el vuelo,
Con la atracción remota de un encanto
Ineludible, rosa del destino,
Mi espíritu se aleja de estas nieblas,
Canta su queja por tu cielo vasto,
Mientras el cuerpo queda vacilante,
Perdido, lejos, entre sueño y vida,
y oye el susurro lento de las horas.
[4] Si nunca más pudieran estos ojos
Enamorados reflejar tu imagen.
Si nunca más pudiera por tus bosques,
El alma en paz caída en tu regazo,
Soñar el mundo aquel que yo pensaba
Cuando la triste juventud lo quiso.
Tú nada más, fuerte torre en ruinas,
Puedes poblar mi soledad humana,
y esta ausencia de todo en ti se duerme.
Deja tu aire ir sobre mi frente,
Tu luz sobre mi pecho hasta la muerte,
Única gloria cierta que aún deseo.
Luis Cernuda
- ANÁLISIS
(Por las características
compositivas de ambos poemas –longitud considerable y verso libre-, casi
versículo-, es aconsejable abordar un análisis global de los mismos, sin
distinguir las distintas secciones que solemos realizar en otros poemas. Se
puede observar que son dos poemas, pero tan estrechamente interrelacionados en
fondo y forma que no separarlos es como amputarlos. Por eso ofrecemos los dos,
para apreciar la continuidad y modulación del pensamiento de Cernuda sobre
España, su guerra civil y el destino de su patria. La longitud de los poemas
aconseja numerar las estrofas, para facilitar la localización de las
referencias).
Los dos poemas con los que
trabajamos, “Elegía española, I” y “Elegía española, II” fueron compuestos
entre 1937 y 1938. Se publicaron por primera vez en revistas republicanas
españolas durante los años de la guerra. Luego fueron incorporados a Las nubes: 1937-1938 (Buenos Aires,
1943). Ocupa la sección VII de la poesía completa de Cernuda, titulada La realidad y el deseo (ya aparece en la
primera edición de esta, México, Editorial Séneca, 1940).
Estrofa 1. El poema se abre con una
interpelación, apelación o apóstrofe del yo poético a su patria, España. Los
dos imperativos del primer verso expresan la urgencia del sujeto poético por
recibir una respuesta que le aclare dos asuntos: la esencia o sustancia de
España y la razón de por qué se están matando entre ellos, llenos de odio. El
encono es tal que la vida es muerte; en esta paradoja se resume la perplejidad
del yo poético. Antes reconoce que su patria es una “raza” antigua cuya médula
se le presenta oculta (según expresa la bella metáfora de “esencia misteriosa”,
seguida de una suspensión que refuerza la perplejidad).
Estrofa 2. La segunda estrofa
describe un paisaje bucólico. La naturaleza emerge como fuerza hermosa y
poderosa. Sin embargo, cuatro interrogaciones retóricas tiñen de nubarrones lo
que parecía un marco natural idílico, tejido en torno a la primavera, que ocupa
el “cuerpo inmenso” de la patria, pues esta posee mucha extensión geográfica.
Enumera a un ave que busca un nido, una savia que inquiere por una rama, un
rayo de luz, una nuble, y el agua, donde aquella se refleje. Los adjetivos
cromáticos y sensoriales son muy expresivos, creando sinestesias eficaces
(“verde impulso”, “rayo de luz alegre”, “campo solitario” e “irisado juego”).
Todos ellos connotan paisajes y sensaciones alegres, optimistas y positivas.
Pero el efecto de las interrogaciones los vuelve justo al contrario: nada de
todos esos elementos encontrarán acomodo en la patria porque está en llamas.
Estrofa 3. La tercera estrofa retoma
el tono imperativo y repite el verbo “háblame”; el yo poético necesita
comunicarse con su patria. La llama “madre, y aclara en una interpolación que
así la siente él, con un símil hiperbólico (“como ninguna mujer lo fue de
nadie”) para recalcar el sentimiento filial que siente por el solar patrio. La
repetición anafórica de “háblame”, ahora combinado con “dime”, repite el verso
1, pero invirtiendo el orden, creando así un quiasmo a distancia enfático y
angustiado. Solo necesita “una sola palabra” que le den sentido a los días
“lentos” e “informes” (ambos adjetivos connotan la angustia que no afloja al
ver que el conflicto se alarga). Se alude a la conflagración bélica a través de
dos metonimias tenebrosas, “cuchillo”, calificado de “amargo”, metonimia feliz
del dolor; y “manos” de tus propios hijos: los españoles se matan entre sí con
cruel ferocidad, y no tiene visos de acabar.
Estrofa 4. Ahora el sujeto poético
habla de él en relación a su patria. Primero le suplica a la patria que no se
aleje (en realidad, es él quien se está marchando, físicamente, al exilio, del
que no volverá). No percibe ya con nitidez los perfiles de España porque “velos
cenicientos” (se puede referir metafóricamente a la humareda del campo de
batalla en que se ha convertido el país entero). Tampoco puede ver sus “ojos
anchos bellos”, donde, como en un rostro bonito, se concentra toda la belleza.
Cuando era feliz en su patria (su vida se equiparaba a “un sueño en la mente de
los dioses”), veía flores y pétalos radiantes; pero ahora se han convertido en
“flores caídas”, “pétalos rotos entre sangre y lodo”: se ha acabado la
hermosura y la dicha porque la sangre, metonimia de la guerra, lo ha convertido
todo en un lodazal, no sólo físico, sino anímico y existencial. Esta estrofa
presenta una viva antítesis entre el antes de la guerra, que se retrotrae a
“siglos atrás”, tiempos felices y dichosos, y el ahora sangriento y sucio.
Estrofa 5. El soldado o combatiente
(expresado con una bella y aterradora perífrasis: “Quien te llama luchando con
la muerte”) en realidad busca a su patria como razón de su conducta. La
califica otra vez de “Madre”, y otra vez la percibe distante e incomprensible
(“remota y enigmática”). Muchos compatriotas se entregaron al combate cegados
por un ideal hermoso, pero inalcanzable y mortal, pues su vida acabó en el
“fulgor de clara piedra”, entendible como la fría muerte. La antítesis
sinestésica (fulgor / piedra) resalta la ironía que expresa el último verso de
la estrofa: el “afán de eternidad cifrado en hermosura” finaliza en la muerte
de los compatriotas.
Estrofa 6. La sexta estrofa posee un
carácter retrospectivo y melancólico. Adjetiva a la patria como “tierna”,
“amorosa” y “compasiva” a lo largo de los siglos; vemos que se asimila a una
madre cariñosa y comprensiva. Su eternidad, percibida como positiva y
consolatoria, contrasta con los afanes de los “efímeros” (que está
sustantivado, potenciando su significado metonímico sobre la brevedad de la
vida del hombre). Duda que los compatriotas hayan sido dignos de la patria,
dada su baja catadura moral. He aquí otra vez el choque entre la patria como
lugar (físico y emocional) apacible y los compatriotas, violentos y crueles.
Estrofa 7. Esta estrofa es más
dialógica, incisiva y apremiante. El sujeto poético se dirige a la patria a
través de tres imperativos (“contempla”, “mira” y otra vez “mira” en situación
anafórica), de naturaleza sensitiva, lo que crea una inmediata personificación
de la patria. La apremia a que observe la considerable cantidad de “traidores”
y de “cobardes” que huyen ante las dificultades. Los leales, sin embargo,
apenas reciben “recompensa”; él mismo se incluye (“alzamos”, el verbo en
primera persona del plural lo aclara bien) en el número de los leales a la
patria que no “reniegan de tu nombre y tu regazo”. El yo poético desea
corresponder con la patria, devolviéndole algo de lo que de ella ha recibido.
Estrofa 8. De repente, se emplea la
palabra central del poema: “guerra”; pero no una cualquiera, sino la de unos
españoles contra otros. Crea la imagen de la guerra como un ave que cierne sus
alas siniestras sobre las personas, eliminándolas. El otro vocablo clave en
esta estrofa es “muertos”. Expresa así las consecuencias del conflicto
fratricida, aludido a través de una metonimia sinestésica muy impactante:
“silbido helado”. Es el ruido de las balas mortales. La metáfora que genera
“hierba calcinada” ofrece un marco físico donde se desenvuelve la guerra; es un
lugar arrasado y sin vida. El yo poético habla de sí mismo a través de la
metonima “el cuerpo mío”, en situación dolorosa (la bimembración “sufre y
lucha” hace hincapié en ello), entre ambos grupos enfrentados.
Estrofa 9. Esta estrofa presenta un
carácter reflexivo y retrospectivo, bajo una atmósfera intimista. La
contemplación de la patria destruida (“dolida y solitaria”) lo aturde y
confunde. El yo poético se aferra a los logros históricos (“claros dones”) de
sus compatriotas en los siglos pasados. Consigna que “mucho he amado tu
pasado”, que lo valora muy positivamente (a través de la metáfora “resplandor
victorioso”), signo de su devoción a la tierra. Pero ahora solo queda “sombra y
olvido”; de nuevo la mezcla de dos percepciones diferentes crea una sinestesia
honda y aporta dramatismo.
Estrofa 10. La estrofa décima mezcla
un análisis temporal sobre la significación de la patria, referido al pasado y
al presente y la expresión de un anhelo profundo para el futuro. Nos consigna
la visión paradójica de que la patria es la “aurora”, metáfora de un porvenir
más razonable. No sucumbe a la visita de la muerte porque ella posee la
“fuerza” para no perder la esperanza en el “futuro”. El juego temporal
pasado/presente/futuro es dinámico; la tensión entre un pasado glorioso y un presente
desastroso se alivia en el anhelo de un futuro feliz, de algún modo garantizado
por la energía de la patria.
Estrofa 11. La última estrofa se
constituye por una expresión desiderativa y varios oxímoros muy chocantes:
hombres de ambos bandos (cosificados despectivamente en “estos y esos muertos”)
frente a patria, crueldad de aquellos frente a sufrimiento de esta, efímero de
estos y sus acciones contra la eternidad de esta, odio y lucha contra la paz y
gloria de esta. Pero el destino, más deseado que asegurado, ha de ser positivo
y brillante porque la patria creó a sus hijos “para la paz y gloria de su
estirpe”. El final del poema es agridulce: el yo poético reconoce la muerte y
el dolor, pero entrevé la paz y la prosperidad futura.
Comprimimos en varias notas
sintéticas algunos rasgos compositivos de este hondo y estremecedor poema:
Estamos ante un poema en verso
libre. El número de sílabas es muy variable, pero predomina el verso de arte
mayor. No se aprecia una rima reconocible, aunque sí ciertas asonancias en
algunas estrofas (por ejemplo, la a es
la rima predominante en la estrofa 7). Los 86 versos de la composición revelan
muy bien su carácter reflexivo, profundo y sostenido. Los versos se pueden
considerar versículos, pues son largos y ofrecen, en general, una unidad de
sentido.
El ritmo está muy cuidado. Fluye una
melodía claramente lúgubre, angustiosa, muy a tono con el contenido elegíaco
del texto poético. A esta tensión rítmica entre el fluir cadencioso del
versículo y la ruptura violenta contribuye la alta cantidad de encabalgamientos
e hipérbatos que pueblan el poema. La ruptura del orden lógico de la oración y
del verso establece una analogía con el contenido triste y violento del poema.
El título, “Elegía”, nos da la pista
para entender con qué tipo de composición trabajamos. La elegía es una
modalidad poética especializada en la expresión del dolor por la desaparición
de seres queridos. Cernuda ha querido asentar desde el principio su queja
angustiada por los resultados de una guerra civil especialmente cruel y
sangrienta.
Si nos fijamos en los tiempos
verbales, nos permite comprender su naturaleza analítica y, al tiempo,
emocional. La mayoría de los verbos están en presente de indicativo: índice
claro del tono algo expositivo y argumentativo del poema (aunque los propios
españoles no merecen los dones de su patria, esta no se los negará porque es
generosa y buena). Los tiempos en pasado aluden a la historia gloriosa de la
patria (por ejemplo, “Que te legaron, con un fulgor de clara piedra”). Son
importantes las formas verbales en imperativo porque expresan las peticiones,
las súplicas del yo poético a la patria para que detenga el conflicto e imponga
la cordura.
El tono dialógico del poema también
es perceptible. El poema entero se puede considerar un diálogo frustrado (solo
habla un interlocutor y no sabemos si el otro escucha). Esto condiciona su
naturaleza, oscilante entre el deseo de comunicarse y la frustración por no
completar del todo esa interlocución.
Se perciben algunos restos del surrealismo,
como imágenes más o menos oníricas (“Pétalos rojos entre sangre y lodo”),
cierto desconyuntamiento sintáctico (la primera estrofa es un ejemplo bastante
claro; repeticiones, elipsis, alusiones, separación de los complementos de sus
verbos, etc.). Con todo, la tendencia a cierto clasicismo contenido, al estilo
de Juan Ramón Jiménez y Jorge Guillén, imponen ritmo, armonía y lógica poética.
Finalmente, el poema muestra muy bien ciertos aspectos neorrománticos, de cuño becqueriano. La subjetividad del yo poético late y fluye a lo largo de todo el texto. No se trata, pues, de una argumentación objetiva, antes bien, estamos ante una contemplación intimista, interiorizada y personalizada en el sujeto poético que observa, siente y sufre, al tiempo que anhela un futuro más dichoso. En el poema se observa una tensión entre la subjetivación y la objetivación, la mirada interior y la exterior. Cernuda guarda un difícil equilibrio entre ambos polos, siempre dentro de la contención expresiva y emocional.
“Elegía española, II”
Estrofa 1. En un tono dialógico, el
yo poético se dirige a un tú, “mi tierra”, metonimia de patria, es decir, de
España. La distancia (Cernuda ya no está en España cuando compone el poema) ha
tenido el efecto de llevarse “el sufrimiento” y “la alegría”, esto es, lo bueno
y lo malo de un país en llamas. El sufrimiento es como una nube que descarga su
lluvia y luego se olvida; el símil insiste en su carácter pasajero. La alegría,
sin embargo, se identifica con “hermosa claridad desvanecida”; la asociación sinestésica
de la luz y la hermosura transmite directamente la connotación positiva de la
alegría que se ha esfumado. La antítesis entre ambos elementos, sufrimiento y
alegría, al borde de la paradoja, aclara los efectos contradictorios de la
salida de España, en plena guerra. Hay algo que no cambia, sin embargo, es el
“invisible fluir de los recuerdos”. Una corriente de memoria une al poeta con
la patria. No casualmente, el yo poético se considera “pobre palabra tuya”: la
lengua y sus creaciones lo une a su “tierra”. Ese es el baluarte que “sustenta”
su alma en momentos agitados. La fuerza de la patria procede de “tu alma pura”,
es decir, la autenticidad sin mácula de un espacio, físico y espiritual, libre
de vicios y traiciones. El yo poético declara su carácter pacifista, lo que no
lo libra de contemplar la guerra civil, nombrada como “discordia estéril”; tras
la lucha, nadie ganará, todos perderán, desea advertir. A continuación indaga
en las causas de la “discordia”; encuentra un “viento de locura”, esto es, como
un arrebato de enajenación colectivo, que mana del “odio eterno”. Un Dios
indiferente o aburrido “vela sobre nosotros”, en clara ironía de que su patria
y sus compatriotas están abandonados a su suerte por culpa de sus bajas y
violentas pasiones. La estrofa se vertebra en torno a dos antítesis, tú / yo, y
sufrimiento / alegría. El resultado de la relación de esos elementos es
desalentador y doloroso.
Estrofa 2. La segunda estrofa ofrece
un mensaje más descriptivo y explicativo en torno a la guerra civil. La
conflagración ha traído destrucción (nombrada a través de la metonimia del
fuego destructor) y hambre (aludida por la metonimia de “cosecha de hambre”).
La “muerte” se identifica con un ángel exterminador que aniquila la vida. A
continuación, se fija en los “hombres”, destruidos “como flores”; el símil
resalta la crueldad de la guerra, pues caen soldados que habían sido destinados
para algo más noble, “el amor y la tarea”, metonimia de familia y trabajo, los
dos aspectos esenciales de una vida plena. Acto seguido, se critica ferozmente
a los instigadores del conflicto, que no mueren ni arriesgan nada porque están
“resguardados en la sombra”, porque son taimados cobardes; antes al contrario,
“disfrutan de su victoria” en lugar seguro. Lo cual contrasta vivamente con la
tierra, “pasión única mía”, que “lloras / Tu soledad, tu pena y tu vergüenza”.
La antítesis entre el disfrute de los muñidores de la guerra y el dolor de la
patria aporta patetismo extremo. La enumeración final insiste en la idea de patria
solitaria, dolorida y avergonzada por las atrocidades de sus hombres. Interesa
también insistir en los sentimientos del poeta, que se declara apasionadamente
enamorado de la patria, ahora postrada y abandonada.
Estrofa 3. La tercera estrofa es
intimista y subjetiva. El yo poético vierte sus sentimientos de fidelidad y
dolor por el estado calamitoso de su “tierra”. Se compara con el pájaro que
retorna, en primavera, a su antiguo nido; así lo hace él con su patria. A
continuación establece una dicotomía entre “cuerpo” y “espíritu”, correspondida
con cielo y tierra, respectivamente. El cuerpo, medio sonámbulo, se arrastra en
una zona ignota y confusa, “entre sueño y vida”, con la única percepción del
paso del tiempo. Su espíritu se aleja de “estas nieblas” (metonimia e
Inglaterra, donde vivió la fase final de la guerra y la primera posguerra) y
expresa su “queja” por la pérdida de su tierra, volando mentalmente por su
extenso cielo.
Estrofa 4. En la última estrofa, la
más extensa, plantea y se teme un futuro siniestro para él y para su patria. Se
nombra metonímicamente a través de “sus ojos”, y a la tierra a través de “sus
bosques”, a los que teme no ver más. Si ocurriese esta desgracia (y realmente
así fue, pues Cernuda nunca visitó ni regresó a España), solo pide poder soñar
su tierra, como ha hacía en su juventud, que califica de “triste”, pues no
colmó sus expectativas. Reconoce que solo su tierra, paradójicamente percibida
como “fuerte torre en ruinas” puede aliviar su dolor y su soledad, pues
cualquier cosa puede faltar, menos su tierra. Cierra el poema con una súplica a
su tierra: sentir “su aire ir sobre mi frente” y “tu luz sobre mi pecho”. Es la
única recompensa que desea antes de su muerte. “Aire” y “luz” son dos hermosas
metáforas referidas, parece, a los aspectos materiales y sensibles (aire) y a
los culturales y emocionales propios de su patria (luz). La nostalgia presente
y futura que expresan estos versos es muy aguda y aportan gran dramatismo al
conjunto del poema.
Como en el poema anterior, comprimimos
en varias notas sintéticas algunos rasgos compositivos de este hondo y
estremecedor poema:
Estamos ante un poema en verso
libre. El número de sílabas es muy variable, pero predomina el verso de arte
mayor. No se aprecia una rima reconocible, aunque sí ciertas asonancias en
algunas estrofas (por ejemplo, la e-e
y e-o es la rima predominante en la
estrofa 4 y última). Los 45 versos de la composición revelan muy bien su
carácter reflexivo, profundo y sostenido. Los versos se pueden considerar
versículos, pues son largos y ofrecen, en general, una unidad de sentido.
El ritmo está muy cuidado. Fluye una
melodía claramente lúgubre, angustiosa, muy a tono con el contenido elegíaco
del texto poético. A esta tensión rítmica entre el fluir cadencioso del
versículo y la ruptura violenta contribuye la alta cantidad de encabalgamientos
e hipérbatos que pueblan el poema. La ruptura del orden lógico de la oración y
del verso establece una analogía con el contenido triste y violento del poema.
El título, “Elegía”, nos da la pista
para entender con qué tipo de composición trabajamos. La elegía es una
modalidad poética especializada en la expresión del dolor por la desaparición
de seres queridos. Cernuda ha querido asentar desde el principio su queja
angustiada por los resultados de una guerra civil especialmente cruel y
sangrienta.
Si nos fijamos en los tiempos verbales,
nos permite comprender su naturaleza analítica y, al tiempo, emocional. La
mayoría de los verbos están en presente de indicativo: índice claro del tono
algo expositivo, melancólico y premonitorio del poema (la separación definitiva
del yo poético de su tierra es dolorosa y se atisba definitiva, por eso aquel
le suplica que no lo abandone). Los pocos verbos en tiempo en pasado aluden a
las calamidades de la guerra (por ejemplo, “Tus pueblos han ardido”). Son
importantes las formas verbales en imperativo porque expresan las peticiones,
las súplicas del yo poético a la patria para que no lo abandone en su soledad
(“Deja tu aire ir sobre mi frente”).
El tono dialógico del poema también
es perceptible. El poema entero se puede considerar un diálogo frustrado (solo
habla un interlocutor y no sabemos si el otro escucha). Esto condiciona su
naturaleza, oscilante entre el deseo de comunicarse y la frustración por no
completar del todo esa interlocución.
Se perciben algunos restos del
surrealismo, como imágenes más o menos oníricas (“Mientras el cuerpo queda
vacilante, / Perdido, lejos, entre sueño y vida, / y oye el susurro lento de
las horas.”) y cierto desconyuntamiento sintáctico (la primera parte de la
última estrofa es un ejemplo bastante claro; repeticiones, elipsis, alusiones,
separación de los complementos de sus verbos, etc.). Con todo, la tendencia a
cierto clasicismo contenido, al estilo de Juan Ramón Jiménez y Jorge Guillén,
imponen ritmo, armonía y lógica poética.
Finalmente, el poema muestra muy bien
ciertos aspectos neorrománticos, de cuño becqueriano. La subjetividad del yo
poético late y fluye a lo largo de todo el texto. No se trata, pues, de una
exposición objetiva, antes bien, estamos ante una contemplación intimista,
interiorizada y personalizada en el sujeto poético que observa, siente y sufre,
al tiempo que anhela un futuro personal más dichoso. En el poema se observa una
tensión entre la subjetivación y la objetivación, la mirada interior y la
exterior. Cernuda guarda un difícil equilibrio entre ambos polos, siempre
dentro de la contención expresiva y emocional. La súplica final imprime un tono
personal y suplicante al conjunto del texto.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen; se pueden realizar con cada poema, por separado, o a la vez).
2.1. Comprensión lectora
1) Resume el
poema (100 palabras, aproximadamente).
2) Señala su
tema principal y los secundarios.
3) Delimita
los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido.
4) Analiza
los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa empleada.
5) ¿Qué tono
tiene el poema: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario?
6) Señala
las imágenes más importantes que jalonan el poema, sobre todo referidas a
elementos naturales y cómo impactan en el poeta.
7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado.
2.2. Interpretación y pensamiento analítico
1) Razona si
se puede sostener que el poema es un diálogo frustrado. Indica quiénes son sus
interlocutores.
2) Señala
las características que el poeta le asigna a la tierra, metáfora de patria.
3) ¿Por qué
el poeta le llama a su tierra “madre”? ¿Qué quiere decir ello?
4) Cuando
escribe su poema, ¿está el poeta en España? ¿Dónde lo percibimos?
5) ¿Aparece
el pronombre “yo” en el algún momento? ¿Es importante la subjetividad del poeta
en el conjunto de la significación del poema?
6) En el
poema se habla “sufrimiento” y “muerte”. ¿A qué se refiere? Busca otras
palabras con la misma referencia.
7) Localiza las referencias sensitivas del poema: vista, oído, tacto y olfato. Indica qué connotaciones crean, positivas o negativas.
2.3. Fomento de la creatividad
1) Compón un
poema o texto en prosa que describa un lugar siniestro y tétrico.
2) Ciertos
cementerios poseen una significación especial; localiza alguno, cuanto más
próximo geográficamente a ti será más interesante; aporta imágenes y explica su
interés.
3) Realiza
una exposición sobre Luis Cernuda, su poesía y su tiempo, para ser presentada
ante la clase o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres,
fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc.
4) Aporta o crea imágenes de
paisajes devastados y siniestros tras una guerra; ¿qué podría ocurrir en ellos?
Puedes escribir un texto gótico, o de novela negra.
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