Sergio Ramírez Mercado (Masatepe, Nicaragua, 1942) es un original y excelente novelista de nuestra época. Su fértil y dilatada vida le ha permitido volcarse en el mundo de la política, referida a su país, Nicaragua, donde llegó a ser vicepresidente de la república (1984-1990). Su contribución al desarrollo y dinamización del pensamiento cultural nicaragüense es significativa. Participó activamente en la revolución sandinista, pero supo apartarse a tiempo cuando llegaron los desmanes (robos, abusos, avaricia destada, soberbia, etc. perpetrados por los nuevos gobernantes sandinistas). Él mismo ha reflexionado sobre este asunto en su perspicaz ensayo “Cuadernos de encargos”. Sin embargo, sigue creyendo en la necesidad del esfuerzo compartido para crear sociedades prósperas y equilibradas.
Sus libros de ensayos reflexionan sobre el lamentable estado socioeconómico y cultural de Centroamérica; asimismo, propone soluciones por la vía educativa y del compromiso solidario con los desfavorecidos. Ha organizado congresos, encuentros y diversas actividades culturales para fomentar el desarrollo artístico de su país y su región geográfica. Fundó varias editoriales para divulgar la producción cultural centroamericana y ha ejercido la docencia en algunos periodos en instituciones educativas norteamericanas. Su actividad, por tanto, no es menor ni esporádica; ha contribuido al desarrollo intelectual y literario de Centroamérica a lo largo de muchas décadas y con iniciativas de calado.
Sin embargo, su mayor aportación se ubica en la ficción narrativa. Ramírez había publicado cuentos ya desde 1960, pero su carrera como narrador y novelista comienza propiamente en 1977, cuando publica su primera novela, ¿Te dio miedo la sangre? Desde entonces, los títulos se han sucedido con regularidad, acompañados por otros de cuentos, en muchos casos, realmente excelentes.
Ramírez aborda la historia nicaragüense con intención analítica y constructiva. Trata de analizar las causas del retraso cultural, buscar explicaciones suficientes, para identificar sus raíces e insinuar soluciones. Sus novelas abarcan temporalmente desde el siglo XIX, es decir, la independencia, hasta nuestros días, incluida la Nicaragua actual posrevolucionaria. En este sentido, muchos de sus textos son novelas históricas; recrean la sociedad y la vida nicaragüense (también europea, en una novela, al menos) a lo largo de los últimos doscientos años. Las causas señaladas como el origen del subdesarrollo son dos: la tremendas injusticias sociales producto de una muy desproporcionada distribución de la riqueza (una minoría acapara una gran cantidad de la riqueza nacional, además de ostentar el poder político) y la falta de una educación generalizada que alfabetice toda la sociedad, independientemente de su estrato social.
La intención constructiva se percibe claramente en las sugerencias en favor de una mejor distribución de los bienes y una acción enérgica impulsada desde la intelectualidad y la burguesía local (al lado del gobierno, que ha de dirigirla) en favor del desarrollo económico y cultural que llegue a los pobres y olvidados. En este sentido, se puede percibir muy bien un cierto sentimiento humanista y compasivo, de raíz cervantina, dirigido a los marginados; pueblan los suburbios de las ciudades y habitan aldeas remotas de acceso complicado y vida de subsistencia.
Al lado de esa corriente humanista, corre la del compromiso cívico. Siguiendo la huella de Rubén Darío, literato especialmente dilecto para Ramírez, se puede detectar en su producción una preocupación social por su país y su región. Las novelas de ámbito nicaragüense contienen una apelación a la acción en forma de solidaridad y esfuerzo compartido para construir un país mejor. Ramírez desliza un exhorto a la reacción personal que redunde en el levantamiento de una sociedad más próspera y equilibrada. A medida que evoluciona su escritura, se puede observar una evolución hacia la mirada transigente y compasiva. Elimina las aristas de brutalidad para insistir en la necesidad de la concordia para lograr una convivencia fructífera.
Muchos de los ensayos de la primera época (1977-1995) responden a su ideología revolucionaria y sandinista. La naturaleza política no se oculta en ningún momento, pues a veces los destinatarios eran los militantes sandinistas de base. Estos textos, desde la perspectiva actual, adolecen de excesiva ideología y mirada parcial, a veces, incluso bélica y exaltada. Sin embargo, la evolución ha sido muy interesante. El texto Adiós muchachos (2007) representa un paso decidido hacia una mirada más ecuánime, objetiva y compasiva. Aquí encontramos a un escritor equilibrado y firme, lejos de todo fanatismo; su compromiso es la democracia, no la ideología sandinista, u otra cualquiera.
En los ámbitos narratológicos y estilísticos, podemos observar también una clara evolución en la narrativa de Ramírez. Las primeras tres novelas responden a la estructura del relato estructural, es decir, el argumento se somete voluntariamente a un descoyuntamiento bastante severo. Esto funciona como analogía del contenido narrativo: el caos de unos personajes que viven en sociedades fragmentadas y violentas corresponde con el desorden narrativo en la disposición de la trama. La ruptura de la línea del tiempo y del orden lógico de la sucesión de acontecimientos provoca inmediatamente una confusión lectora importante. Es un paso más en la superación del realismo decimonónico y una influencia importante de los grandes renovadores de la narrativa internacional: Joyce, Proust y Kafka. El resultado no siempre es satisfactorio, a nuestro entender.
Sin embargo, a medida que pasan los años y se calma la furia estructuralista, unido al influjo de los grandes maestros del realismo mágico, provoca una vuelta al relato más visiblemente organizado, donde el desarrollo lógico de la materia narrativa adquiere relevancia de significado. Frente a la forma, es decir, a disposición del contenido, como elemento rector de la novela, se evoluciona a una mayor atención hacia el contenido, que ha de ser original y, sobre todo, ejemplar. La cuarta novela de Ramírez, Margarita, está linda la mar (1998), funciona como una transición del modelo estructural al lógico interno (este punto lo desarrollaremos más adelante). Desde la quinta novela hasta la última, hasta la fecha, se adscriben a un modelo compositivo de estructura más ordenada y sometida a las leyes de la lógica narrativa: respeto, aunque no del todo, a la secuencia temporal y adopción de estructuras narratológicas reclamadas por la materia narrada.
El estilo de Ramírez ha evolucionado muy significativamente a lo largo de sus cuarenta años de producción narrativa. En general, se puede afirmar que ha pasado de un estilo neorretórico a otro depurado y transparente. En las tres primeras novelas el lenguaje (léxico y sintaxis) y la estilística, es decir, el manejo de los procedimientos retóricos y narrativos, son deliberadamente oscuros, complejos, a veces incluso sofisticados y alejados de la naturalidad expresiva. La cuarta novela sirve de transición, como ya vimos arriba. Las cinco últimas novelas están compuestas y escritas bajo un marco de claridad significativa y de transparencia delicadamente elaborada. Esto permite una concentración lectora superior, una recepción más amplia y profunda y un diálogo entre el lector y el autor de enorme riqueza conceptual y cultural.
El hecho de que Sergio Ramírez recibiera el Premio Cervantes en 2017 supuso un fuerte respaldo en cuanto a su prestigio e influencia entre los lectores y el mundo cultural hispanoamericano. Sus lectores se cuentan por miles y sus novelas son recibidas con expectación y reconocimiento en los ámbitos literarios iberoamericanos. El hecho de que sea uno de los pocos novelistas centroamericanos contemporáneos bien conocido en el mundo cultural occidental, no solo hispanoamericano, nos ha animado a aportar nuestro análisis de su literatura de ficción y ensayística, desde una perspectiva semiológica. Deseamos contribuir a un mejor y más profundo conocimiento y comprensión de la literatura de este estupendo novelista. En sí mismo, Ramírez es un signo del despegue cultural de los países de América Central. Su aportación supone un importante esfuerzo en la incorporación de la literatura centroamericana al concierto de la de lengua española y de la universal.
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