25/04/2021

Francisco Brines: ocho excelentes poemas ("Causa de amor", "Despedida al pie de un rosal", "Último encuentro de los tres", "Los sinónimos", "Aquel verano de mi juventud", "El vaso quebrado", "Reencuentro" y "Mi resumen") ; análisis y propuesta didáctica

 

Esgos, Ourense (IV-2021) © SVM

FRANCISCO BRINES – Ocho poemas analizados con propuesta didáctica

 

Contextualización y datos biográficos

 

Francisco Brines Bañó (Oliva, Valencia, 1932) es un estupendo poeta español encuadrado en el grupo poético de los años 50 o Generación del Medio Siglo, con José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, etc. Desde 2001 es académico de la Real Academia Española (sillón X), en lugar del fallecido Antonio Buero Vallejo. Su poesía ha sido catalogada como “elegíaca”, en el sentido de que aborda el tema de la muerte inexorable, la brevedad de la vida y la angustia ante la desaparición de la persona. Por supuesto, este tipo de poesía procede del mundo grecolatino. En España posee una extensa y rica tradición literaria, con autores como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda.

Procede de una familia de agricultores valencianos bien situados. Estudió Derecho en las universidades de Deusto, Valencia y Salamanca. Asimismo, cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid.

Su poesía obtuvo un inmediato reconocimiento. Con su primer libro, Las brasas (1959) ganó el Premio Adonais. Palabras en la oscuridad (1966) se hizo acreedor del Premio Nacional de la Crítica.​ Ser incluido por José Batlló en la Antología de la nueva poesía española (1968) le proporcionó prestigio.

Brines trabajó como profesor de literatura española en la Universidad de Cambridge y más tarde de lengua española en la Universidad de Oxford.​ Su profunda admiración por el teatro clásico español le permitió, en 1988, la revisión y adaptación del texto de El alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca. Se estrenó su versión en noviembre de ese año por la Compañía Nacional de Teatro Clásico dirigida por José Luis Alonso.

Algunas constantes temáticas y compositivas de su  poesía son:

-Intimismo: Se observa una mirada interior y minuciosa de la vida subjetiva del yo poético. Se autoanaliza constantemente y vierte su subjetividad depurada en sus poemas.

-Paso del tiempo: este nos acerca inexorablemente a la muerte. No es posible esquivarlo, así que lo mejor es constatar  líricamente el propio envejecimiento y la correspondiente decrepitud. Visto, es cierto, con melancolía y comprensión.

-Infancia: aparece como el lugar de la felicidad, la época de la inocencia donde el equilibrio entre el mundo exterior y el interior es razonable. La niñez es dolorosamente evocada e inútilmente ansiada, pues nunca volverá.

-Vivencias de felicidad existen a lo largo de la vida. No todo es tragedia. Esos breves momentos de plenitud y alegría se evocan como islotes en el océano de la insignificancia.

-Memoria como elemento recuperador de la niñez y los momentos de felicidad. También es la herramienta que dota de sentido a la existencia, pues permite contemplar la trayectoria personal en una línea de continuidad, aunque dirigida hacia la muerte, la desaparición y la nada.

Su estilo es muy depurado, clásico y transparente. El léxico resulta muy expresivo y evocador, siempre muy apropiado. En sus poemas se observa un delicado equilibrio entre fondo y forma, expresión y contenido. En muchos poemas se percibe un tono conversacional, familiar y confesional, a veces hablando con amigos ausentes, a veces con el propio lector virtual; y casi siempre teñidos de melancolía dolorosa.

A continuación reseñamos su obra poética.

Las brasas, Madrid, Colección Adonais, 1960 (Premio Adonais 1959).

El santo inocente, Madrid, Poesía para todos, 1965.

Palabras a la oscuridad, Madrid, Ínsula, 1966 (Premio de la Crítica). Reeditado por Huerga & Fierro editores (1996)

Aún no, Barcelona, Llibres de Sinera, 1971.

Insistencias en Luzbel, Madrid, Visor, 1977.

El otoño de las rosas, Sevilla, Renacimiento, 1986 (Premio Nacional de Literatura). Es su poemario más reconocido por su alta calidad lírica.

La última costa, Barcelona, Tusquets, 1995. Premio Fastenrath de la Real Academia Española

Se han publicado numerosas antologías y reediciones de su obra.

 

1)     Causa del amor

 

Cuando me han preguntado la causa de mi amor

yo nunca he respondido: Ya conocéis su gran belleza.

(Y aún es posible que existan rostros más hermosos.)

Ni tampoco he descrito las cualidades ciertas de su espíritu

que siempre me mostraba en sus costumbres,

o en la disposición para el silencio o la sonrisa

según lo demandara mi secreto.

Eran cosas del alma, y nada dije de ella.

(Y aún debiera añadir que he conocido almas superiores.)

 

La verdad de mi amor ahora la sé:

vencía su presencia la imperfección del hombre,

pues es atroz pensar

que no se corresponden en nosotros los cuerpos con las almas,

y así ciegan los cuerpos la gracia del espíritu,

su claridad, la dolorida flor de la experiencia,

la bondad misma.

Importantes sucesos que nunca descubrimos,

o descubrimos tarde.

Mienten los cuerpos, otras veces, un airoso calor,

movida luz, honda frescura;

y el daño nos descubre su seca falsedad.

 

La verdad de mi amor sabedla ahora:

la materia y el soplo se unieron en su vida

como la luz que posa en el espejo

(era pequeña luz, espejo diminuto);

era azarosa creación perfecta.

Un ser en orden crecía junto a mí,

y mi desorden serenaba.

Amé su limitada perfección.

 

Exégesis

 

Estamos ante un poema explicativo e indagativo. El yo poético responde a una supuesta pregunta que alguien le dirige acerca de un su enamoramiento. La construcción del poema se basa en dos paradojas; la primera se refiere a que no va a contestar (acaso, no puede) a la razón de su amor por alguien; sin embargo, todo el poema es la respuesta. La segunda paradoja alude a que, aunque la vida es imperfecta y el cuerpo y el alma andan desacompasados, en esa persona de la que se enamoró avanzan armónicamente, pues es “creación perfecta”. Ya en la primera estrofa se percibe el análisis que el yo poético realiza de esa persona amada: el cuerpo y el espíritu (o “soplo”, o alma); aquel era bello; éste posee “cualidades ciertas”. Destaca su elevada condición, lo que expresa a través de la metáfora “la disposición para el silencio o la sonrisa”. Ahí radica la razón de que el yo poético esté hondamente enamorado de esa persona. Por otro lado, la persona amada se nos presenta como enigmática, misteriosa y escurridiza; no se nos comunica ninguna circunstancia personal que nos permitan su identificación. Escamotea datos concretos, que reserva para él. Solo explica la “causa de su amor” o “la verdad de mi amor”.

El movimiento del significado del poema va del ocultamiento al desvelamiento. La segunda estrofa inicia la clarificación de sus sentimientos amorosos: “La verdad de mi amor ahora la sé”. Resulta que es en la propia escritura del poema donde el yo poético descubre la naturaleza de su amor. Ahí explica por qué se enamoró. La otra persona vencía “la imperfección del hombre”, es decir, los defectos (físicos y espirituales) que acompañan al individuo; a su lado, la falta de correspondencia entre el cuerpo y el espíritu en sus manifestaciones externas.

La última estrofa comienza con el verso “La verdad de mi amor sabedla ahora”. Ahora comprendemos que el yo poético alcanza un sentido expresable de por qué surgió su amor: la sintonía que existía entre el cuerpo y el espíritu de la amada, lo que a él le proporcionaba serenidad, pues es desordenado. El último verso, una oración independiente, “Amé su limitada perfección” resume muy bien todo el poema: aun siendo consciente de las limitaciones de la vida, reconoce que el amor a una persona equilibrada le ha aportado paz y orden. Es un avance importante y confesable, a pesar de las reticencias iniciales.

El poema se presenta en tres estrofas (de nueve, doce y ocho versos cada una de ellas, sucesivamente). La medida de los versos es irregular y muy variable. Sin embargo, es interesante notar que en las dos primeras estrofas suelen ser de arte mayor y en la última, de arte menor. Se aprecia un movimiento hacia la condensación expresiva. No existe una rima reconocible, por lo que podemos afirmar que es un poema en verso libre. El poema tiene un ritmo muy perceptible; recuerda mucho al pie yambo (sílaba tónica y átona, en castellano; breve y larga, en griego) y baquio (sílaba tónica y dos átonas). Marca un ritmo cadencioso, sereno, reflexivo.

Por otro lado, se aprecia un tono conversacional que se sostiene a lo largo de todo el poema, expresado, principalmente, en el primer verso de cada estrofa. El yo poético platica con los lectores, o unos amigos (no se reconoce el interlocutor explícitamente); de ahí cierto carácter confesional perceptible a lo largo del poema.

 

 

2)     Despedida al pie de un rosal

 

Si no hay conocimientos en las cenizas

dejémoslas caer en la belleza frágil

de este rosal que tiembla en el otoño.

 

¿Amar, qué significa, si nada significa?

Huésped del tiempo esquivo, desnudo ya de mí,

retener el raído esplendor de la existencia

que una vez creí mía,

antes que, apresurado,

me ciegue en el reverso de esta luz.

Y aguardar esta espera sin alguna esperanza,

sentir la fe de nada, pues soplé en las cenizas

y nada hay fuera de ellas:

tan sólo amar, sin pensamiento alguno,

el declinar pausado del Engaño.

 

Arde extraña la vida, como si contemplase

en mi extinción la ajena,

y no puedo apartar los ojos de su fuego.

 

Canta en el aire un pájaro,

el pájaro invisible de mi infancia,

el que entonces cantaba ya sin vida.

 

Arde una brasa aún al pie de este rosal

y no quema mi mano.

Cuánto olor en el aire, y el aire se lo lleva.

 

Exégesis

 

Este poema posee un tono elegíaco muy intenso. Estamos ante una reflexión honda, amarga y pesimista sobre la inexorabilidad de la muerte y la disolución en la nada que nos aguarda, como humanos. Todo habla de la muerte: “cenizas” y “rosal” son las metáforas nucleares del poema; aparecen ya en la primera estrofa. La primera alude a la muerte como fin de la vida; la segunda la explica el yo poético; es la “belleza frágil” que también puede desaparecer con los fríos de invierno. La segunda estrofa plantea, a través de una interrogación retórica la vacuidad del amor. E inmediatamente el yo poético habla de sí mismo, para expresar su “desengaño” ante la existencia, pues todo es “raído esplendor”, es decir, despojos de una ficción. Existen dos paradojas intensas: esperar sin esperanza y fe y amor sin esperanza. El yo poético se siente compelido a interpretar un papel existencial que considera “nada” (palabra que se repite tres veces en esta estrofa). El último verso de esta sección es tremendo en cuanto a la expresión de la desolación: “el declinar pausado del Engaño”. Expresa la vida como un sueño inexplicable y tramposo. Las raíces del desengaño estoico del Barroco son innegables.

 La tercera estrofa desarrolla una alegoría: la vida es un fuego que se extingue en sí mismo, sin quedar nada. En la cuarta estrofa el yo poético eleva su mirada y sus aspiraciones, movido por el canto de un ave, que lo retrotrae a la infancia. Pero lo que encuentra en su memoria es desolador; el pájaro que cantaba ya no tenía vida. Las capas de amargura se van sobreponiendo. La quinta y última estrofa vuelve al rosal y al fuego que arde a su pie; es solo una ilusión, porque ya no quema, está muerto. El último verso, “Cuánto olor en el aire, y el aire se lo lleva”, introduce el sentido del olfato por primera vez. En el aire flotan fragancias, pero el aire lo lleva todo. No queda sino desolación, tristeza y soledad.

Ahora entendemos muy bien el título, “Despedida al pie de un rosal”. El yo poético se despide de la belleza, de las cosas agradables de la vida, porque han desaparecido, y él juntamente, sin quedar nada. Se despide de su vida y del mundo que la acogió. Como podemos apreciar, este es un poema intensamente elegíaco, dolorido y desolador. La anáfora “arde” es muy significativa sobre el estado de consunción en que desemboca el ser humano.

El poema está compuesto por veintitrés versos distribuidos en cinco estrofas; estas son de tres versos, excepto la segunda, que es de once versos. Alternan el arte mayor y menor. Aunque no hay una rima regular, la repetición en í-a es bien perceptible. Introduce una asonancia melódica que sintoniza muy bien con el tono desolador del poema, compuesto en verso libre.

 

 

3)    Último encuentro de los tres

 

La casa, envuelta en sol, deslumbra blanca,

y caen del tejado las palomas

a la terraza de ella. Los jazmines

huelen a otra mañana, y aquel lecho

de dos en la penumbra suena. Mirlos

en el laurel, moradas buganvilias

se asoman en el huerto, y el jardín

rompe luz y silencio con el agua.

Las puertas de la casa están abiertas,

y escondido en la clara galería,

el único habitante que ahora soy

oye sus pasos ya, cerca sus voces,

porque los dos regresan para siempre

de donde hubieran ido, y les espero

antes de que me vaya yo también.

 

Exégesis

 

Este poema es bellísimo y denso. Describe un encuentro en el momento presente, en el que ocurren los enigmáticos hechos que narra. Primero describe pormenorizadamente una casa, blanca, en el campo,con huerto y jardín. Solo aparecen dos animales: unas palomas en el tejado y un mirlo. El mundo vegetal es más abundante: aparecen jazmines, crece un laurel y buganvillas. Otros tres elementos imprescindibles completan un cuadro de casa mediterránea en verano: luz, silencio y agua. Ya ha introducido antes un elemento interior importante: “y aquel lecho / de dos en la penumbra suena”. Esta cama compartida por una pareja está personificada, pues “suena”. ¿Alguien habla en ella? ¿Acaso hay música en la habitación? No se explica.

A medio poema, la mirada del yo poético cambia; nos advierte que las puertas están abiertas; no hay nada que ocultar, o acaso se espera a alguien, no se especifica. El yo poético se hace presente, y nos comunica que es el único morador de la casa: “el único habitante que ahora soy”; notemos cómo introduce el tiempo presente, haciendo coincidir escritura y acción. Hubo más personas, pero se fueron. Oye que “los dos” (seguramente, las personas que compartían el lecho) regresan a casa “para siempre” (es decir, para la muerte); él los espera “antes de que me vaya yo también”. Notemos la paradoja de que los misteriosos habitantes regresan, pero él se va. ¿Con ellos? Parece que sí. Irse para quedar juntos los tres ha de ser la muerte, pues no cabe otra interpretación. ¿Quiénes son ellos? El yo poético no lo desvela. La interpretación más lógica es que “los dos” sean los padres del yo poético, creemos nosotros, estableciendo así una firme causalidad, cronológica, biológica y emocional, entre los tres. Él ahora se reúne con ellos en la muerte, pues ellos han venido a buscarlo. Otras interpretaciones son posibles: puede que aluda al propio yo poético con la persona que amó, de algún modo los dos ya muertos.

La construcción del poema es impecable. Son quince versos endecasílabos blancos (sin rima), formando una cadencia maravillosa. El ritmo in crescendo del contenido es magnífico; el aire de misterio que encierra el contenido se mantiene contenido y firmemente refrenado en todo momento. La solución a la tensión, casi narrativa, es enigmática: los tres “actantes” o personajes visibles del poema se reúnen para siempre, ¿donde? Probablemente, en la muerte. En una breve estructura poética con una musicalidad muy lograda, a través del endecasilabo y del ritmo proporcionado por la distribución de los acentos, se da cuenta del encuentro de los muertos con el yo poético, aún vivo, pero pronto será otro más entre ellos, en la nada, como sugiere el título, “Último encuentro de los tres”.

 

 

4)    Los sinónimos

 

Más allá de la luz está la sombra

y detrás de la sombra no habrá luz

ni sombra. Ni sonidos, ni silencio.

Llámale eternidad, o Dios, o infierno.

O no le llames nada.

Como si nada hubiera sucedido.

 

(De Insistencias en Luzbel, 1977)

 

Exégesis

 

Este compendioso poema es de naturaleza metafísica y tono marcadamente elegíaco. Especula sobre lo que hay más allá de la muerte: nada. El yo poético desea insistir en que las palabras no logran disfrazar la terrible realidad de la muerte; con ella, todo se acaba y no queda “nada” (se repite dos veces la palabra en los dos últimos versos). El poema es sentencioso. Se suprimen muchos verbos, elidiendo sistemáticamente partes de la oración, para concentrar el significado del poema. El poema se compone de seis versos y cinco oraciones, casi una por verso; se aprecia  ahí la condensación de significado. El yo poético apela al lector virtual en verso 4: “Llámale eternidad, o Dios, o infierno”, para advertirle que puede disfrazar el más allá con la palabra que le parezca, pero la realidad es que no hay nada.

El poema de seis versos endecasílabos (excepto el penúltimo, que es heptasílabo) blancos, aunque con una asonancia perceptible en io) somete a una fuerte presión significativa su sentido. El título, “Los sinónimos”, adquiere todo su sentido en el verso 4. Ahí afirma, categórico, que “eternidad, Dios, o infierno” es la misma realidad post mortem: la nada es lo que nos espera. La vida es como una mera representación teatral que a nadie importa; es igual actuar que no, “como si nada hubiera sucedido”. Nada altera el destino final y, en el fondo, la realidad ulterior es inmutable: nada. El poema es lúgubre, amargo y pesimista, pero es que el yo poético no encuentra un asidero (el amor, la belleza del mundo, la alegría, etc., que sí aparecen en otros poemas) que actúe como tabla de salvación.

 

 

5)    Aquel verano de mi juventud

 

¿Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano

en las costas de Grecia?

¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?

Si pudiera elegir de todo lo vivido

algún lugar, y el tiempo que lo ata,

su milagrosa compañía me arrastra allí,

en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.

 

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;

No queda ya el recuerdo de días sucesivos

en esta sucesión mediocre de los años.

Hoy vivo esta carencia,

y apuro del engaño algún rescate

que me permita aún mirar el mundo

con amor necesario;

y así saberme digno del sueño de la vida.

 

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,

saqueo avaramente

siempre una misma imagen:

sus cabellos movidos por el aire,

y la mirada fija dentro del mar.

Tan sólo ese momento indiferente.

Sellada en él, la vida.

 

(Ensayo de una despedida, antología, 1997)

 

Exégesis

 

Este poema aborda la nostalgia por la juventud perdida. Todo se concentra en un lugar: Grecia, un tiempo: un verano, y una época de la vida: la juventud. Los tres elementos son metáfora de la felicidad (“en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida”, afirma en el último verso de la primera estrofa). Ahora, en la adultez, acaso senectud, el yo poético admite que todo eso ya no existe nada. Trata de buscar razones para encarar su vida con optimismo, pero no halla nada, solo ese momento antes descrito; fue como una “milagrosa compañía” donde el lugar y el tiempo se armonizaron perfectamente. Las dos interrogaciones retóricas iniciales señalan ya que lo estable y firme ya no existe, que todo ha sido efímero.

En la segunda estrofa explica el sentido de la primera. Desde un presente más triste y amargo (“Hoy vivo esta carencia”), admite que esa vivencia griega la mantiene cuidadosamente en su memoria como un momento extraordinario, pues en el presente todo es “mediocre”. Ahora comprende que la vida es un “engaño”, pero se aferra  a esos recuerdos para contemplar su existencia y al mundo entero “con amor necesario”, es decir, con una mirada generosa. Sería una manera de darle sentido a su vida, que sabe que solo es un “sueño”. Como podemos apreciar, los ecos barrocos son fuertes y claros. Pesimismo, desencanto y amargura vitales inundan la reflexión poética.

La tercera y última estrofa posee un tono más intimista y confesional que las anteriores. El yo poético admite que vuelve repetidamente a ese recuerdo para rescatar, o robar, más bien, una imagen: los cabellos de una persona con la mirada fija en el mar. No se nos dice quién es, ni qué relación guarda con el yo poético. Sin embargo, hubo de ser muy especial, pues en esa imagen se personifica “la vida”. Acaso alude a un amor, o a una amistad, o a un descubrimiento de orden superior. El poema es triste y melancólico, teñido de amargura. Se fue la juventud y la felicidad, solo queda un recuerdo, cada vez más vano y doloroso. Esas dos metonimias referidas a una persona enigmática (cabellos y mirada) cifran la clave de la dicha que fue breve y ahora irrecuperable.

El poema está formado por veintidós versos distribuidos en tres estrofas, en las que varía el contenido. Los versos son de distinta medida, muy variada. No existe una rima reconocible, aunque la asonancia en í-a se repite bastante, sobre todo en las primera y tercera estrofas. Es un poema en verso libre. El ritmo, establecido por las oraciones y los acentos, imprimen una cadencia triste, lenta y elegíaca. La palabra “vida” se repite cuatro veces en el poema; signo inequívoco de su importancia. La paradoja reside en la constatación que, en realidad, es una quimera, un “sueño”.

 

 

6)    El vaso quebrado

 

Hay veces en que el alma

se quiebra como un vaso,

y antes de que se rompa

y muera (porque las cosas

se mueren también),

llénalo de agua

y bebe,

quiero decir que dejes

las palabras gastadas, bien lavadas,

en el fondo quebrado

de tu alma

y, que si pueden, canten.

 

(Para quemar la noche, antología, 2010)

 

Exégesis

 

Este poema es de naturaleza alegórica y exhortativa. Se presentan varias imágenes relacionadas entre sí por la significación. El alma es como un vaso, el agua que se vierte en él son las palabras, con las que se construye la poesía. El yo poético exhorta al lector a que beba el agua, es decir, a que diga todo lo que tenga que decir a través de las palabras; y, a ser posible, con belleza. El verbo en primera persona y el tono coloquial (“quiero decir”) aportan un tono familiar y conversacional interesante. El título alude a la muerte, a la ruptura del vaso, del alma misma, metonimia de la persona. En definitiva, el yo poético anima a vivir la vida intensamente, aun a sabiendas de que todo se acabará trágicamente.

El poema es sentencioso y de significación muy comprimida. Son solo doce versos heptasílabos (excepto el séptimo y el undécimo, que son trisílabos); no existe una rima regular, aunque la asonancia en á-a es insistente. Estamos ante un poema en verso libre. El tono apostrófico es muy notable; el yo poético exhorta al lector a apurar la vida en sus aspectos más nobles antes de que sea demasiado tarde. En este sentido, este aparentemente sencillo poema es como una variante del carpe diem en un tono grave y solemne, pero también cercano e intimista.

 

7)    Reencuentro

 

He bajado del coche

y el olor de azahar, que tenía olvidado,

me invade suave, denso.

He regresado a Elca

y corro,

no sé en qué año estoy

y han salido mis padres de la casa

con los brazos abiertos,

me besan,

les sonrío,

me miran

—y están muertos—,

y de nuevo les beso.

 

(De Elegías a M. B., 2010)

 

Exégesis

 

Este poema transmite una anécdota de la niñez del yo poético, recordada por el olor de azahar al llegar a Elca (localidad valenciana donde ha residido parte de su vida Francisco Brines, el poeta). La imagen de sus padres abrazándolo y besándolo se transmutan en la de la muerte de ambos. En el último verso, vuelve al presente de la escritura. El yo poético besa a sus padres, metafóricamente, entendemos, pues ya hace mucho que fallecieron. De este modo, el poema se torna en un homenaje dolorido a sus padres. Es muy interesante el movimiento temporal del texto. Presente no muy lejano, niñez y presente de la escritura. El hilo conductor que une los tres planos es el cariño, metonimizado en el beso entre padres e hijo.

Es un poema de significación muy comprimida y tensionada. Apenas está compuesto por trece versos más bien breves; aunque la medida de los versos es irregular, predominan los de arte menor. No existe una rima regular (aunque la asonancia en é-o se repite bastante), por lo que estamos ante un poema en verso libre. La dimensión sensorial (el olor del azahar) traslada al yo poético a otro plano temporal, para derivar en una reflexión filosófica y existencial. Los padres mueren, queda su cariño, pero este también desaparecerá con la muerte del hijo. El conjunto, pues, resulta elegíaco y grave. La infancia y la adultez se mezclan para recordarnos que el paso del tiempo es implacable y doloroso.

 

 

8)    Mi resumen

 

“Como si nada hubiera sucedido.”

Es ese mi resumen

y está en él mi epitafio.

 

Habla mi nada al vivo

y él se asoma a un espejo

que no refleja a nadie.

 

(Jardín nublado, antología, 2016).

 

Exégesis

 

“Mi resumen” es un poema conclusivo, de síntesis de toda una vida. El primer verso, entrecomillado, coincide con el último del poema comentado más arriba, titulado “Los sinónimos”. Existe, pues, una continuidad temática y léxica entre ambos. Los dos abordan el destino de la vida, lo inevitable de la muerte y la nada que la sigue. Por otro lado, el poema es muy subjetivo; se percibe en la abundancia de pronombres personales en primera persona.

Como ya vimos en el poema anterior, la palabra “nada” expresa todo el contenido del poema: la vida es puro vacío que no conduce a ninguna parte. Utiliza la metáfora del espejo para reflejar la vida, pero no aparece nadie en su superficie. Funcionan como metonimias “resumen” y “epitafio”, expresando en qué desemboca la existencia.

Ciertamente, es un poema elegíaco y trágico con tintes negros y tristes. Es muy breve y sentencioso, como si fuera el epitafio de la tumba del yo poético (al que dedicó otro poema, a propósito de una leyenda en piedra de un romano)- Apenas son seis versos heptasílabos (excepto el primero, que tiene once sílabas). Aunque no hay rima, se percibe la asonancia en í-o visiblemente. En conjunto, es un poema en verso libre. Cierto tono coloquial, casi familiar, no oculta el tono lúgubre y recopilatorio sobre la vida del yo poético, de la que hace su resumen: fue nada, “mi nada al vivo”, la denomina él. La paradoja de nada / vivo acentúa más el tono de angustia y cierta desesperación apenas aceptada.

 

2. PROPUESTA DIDÁCTICA

(Estas actividades se pueden desarrollar y realizar de modo oral o escrito, en el aula o en casa, de modo individual o en grupo. Algunas de ellas, sobre todo las creativas, requieren material o herramientas complementarias, como las TIC).

2.1. Comprensión lectora

1) Resume el poema (aproximadamente, 120 palabras).

2) Señala su tema y sus apartados temáticos. Para ello, contesta a la cuestión ¿de qué se habla y cómo se expresa?

3) Establece la métrica, la rima y la forma estrófica utilizada.

4) Distingue y aclara los núcleos semánticos del poema.

5) Localiza una docena de recursos estilísticos y explica su eficacia significativa y estética.

2.2. Interpretación y pensamiento analítico

1) Explica cómo se percibe el tono conversacional, confesional y familiar del poema.

2) Indica cómo se percibe el tono elegíaco del poema.

3) Aparte del yo poético, ¿qué personas aparecen en el poema? ¿Qué sentido posee?

4)  ¿Estamos ante una poesía alegre o triste? Razona la respuesta.

2.3. Fomento de la creatividad

1) Documéntate sobre Francisco Brines, Premio Cervantes 2021, y realiza una exposición en la clase con ayuda de medios TIC, creando un póster, etc., sobre su vida y obra literaria.

2) Transforma el poema en un relato en prosa, o teatral, con cierto matiz reflexivo y existencial, como en el poema de Brines.

3) Imagina un encuentro de Francisco Brines con tu grupo de clase. Idea preguntas sobre su poesía; otros compañeros pueden dar las respuestas que podrían ser acordes con las de Brines.

4) Se puede realizar un recital poético o una declamación de poemas de Francisco Brines, acompañado de imágenes alusivas y música, ante la clase o la comunidad educativa. Ahí se pondrá de manifiesto la enorme hondura expresiva y la gran musicalidad de los poemas de nuestro poeta.

 


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