Ourense (IV-2021) ©SVM |
H. C. ANDERSEN: “Las cigüeñas”
Sobre
el tejado de la casa más apartada de una aldea había un nido de cigüeñas. La
cigüeña madre estaba posada en él, junto a sus cuatro polluelos, que asomaban
las cabezas con sus piquitos negros, pues no se habían teñido aún de rojo. A
poca distancia, sobre el vértice del tejado, permanecía el padre, erguido y
tieso; tenía una pata recogida, para que no pudieran decir que el montar la
guardia no resultaba fatigoso. Se hubiera dicho que era de palo, tal era su
inmovilidad. «Da un gran tono el que mi mujer tenga una centinela junto al nido
-pensaba-. Nadie puede saber que soy su marido. Seguramente pensará todo el
mundo que me han puesto aquí de vigilante. Eso da mucha distinción». Y siguió
de pie sobre una pata.
Abajo,
en la calle, jugaba un grupo de chiquillos, y he aquí que, al darse cuenta de
la presencia de las cigüeñas, el más atrevido rompió a cantar, acompañado luego
por toda la tropa:
Cigüeña,
cigüeña, vuélvete a tu tierra
más
allá del valle y de la alta sierra.
Tu
mujer se está quieta en el nido,
y
todos sus polluelos se han dormido.
El
primero morirá colgado,
el
segundo chamuscado;
al
tercero lo derribará el cazador
y
el cuarto irá a parar al asador.
--¡Escucha
lo que cantan los niños! --exclamaron los polluelos--. Cantan que nos van a
colgar y a chamuscar.
--No
os preocupéis --los tranquilizó la madre--. No les hagáis caso, dejadlos que
canten.
Y
los rapaces siguieron cantando a coro, mientras con los dedos señalaban a las
cigüeñas burlándose; sólo uno de los muchachos, que se llamaba Perico, dijo que
no estaba bien burlarse de aquellos animales, y se negó a tomar parte en el
juego. Entretanto, la cigüeña madre seguía tranquilizando a sus pequeños:
--No
os apuréis --les decía--, mirad qué tranquilo está vuestro padre, sosteniéndose
sobre una pata.
--¡Oh,
qué miedo tenemos! --exclamaron los pequeños escondiendo la cabecita en el
nido.
Al
día siguiente los chiquillos acudieron nuevamente a jugar, y, al ver las
cigüeñas, se pusieron a cantar otra vez.
El
primero morirá colgado,
el
segundo chamuscado.
--¿De
veras van a colgarnos y chamuscamos? --preguntaron los polluelos.
--¡No,
claro que no! --dijo la madre--. Aprenderéis a volar, pues yo os enseñaré;
luego nos iremos al prado, a visitar a las ranas. Veréis como se inclinan ante
nosotras en el agua cantando: «¡coax, coax!»; y nos las zamparemos. ¡Qué bien
vamos a pasarlo!
--¿Y
después? --preguntaron los pequeños.
--Después
nos reuniremos todas las cigüeñas de estos contornos y comenzarán los
ejercicios de otoño. Hay que saber volar muy bien para entonces; la cosa tiene
gran importancia, pues el que no sepa hacerlo como Dios manda, será muerto a
picotazos por el general. Así que es cuestión de aplicaros, en cuanto la
instrucción empiece.
--Pero
después nos van a ensartar, como decían los chiquillos. Escucha, ya vuelven a
cantarlo.
--¡Es
a mí a quien debéis atender y no a ellos! --regañoles la madre cigüeña--.
Cuando se hayan terminado los grandes ejercicios de otoño, emprenderemos el
vuelo hacia tierras cálidas, lejos, muy lejos de aquí, cruzando valles y
bosques. Iremos a Egipto, donde hay casas triangulares de piedra terminadas en
punta, que se alzan hasta las nubes; se llaman pirámides, y son mucho más
viejas de lo que una cigüeña puede imaginar. También hay un río, que se sale
del cauce y convierte todo el país en un cenagal. Entonces, bajaremos al fango
y nos hartaremos de ranas.
--¡Ajá!
--exclamaron los polluelos.
--¡Sí,
es magnífico! En todo el día no hace uno sino comer; y mientras nos damos allí
tan buena vida, en estas tierras no hay una sola hoja en los árboles, y hace
tanto frío que hasta las nubes se hielan, se resquebrajan y caen al suelo en
pedacitos blancos. Se refería a la nieve, pero no sabía explicarse mejor.
--¿Y
también esos chiquillos malos se hielan y rompen a pedazos? --Preguntaron los
polluelos.
--No,
no llegan a romperse, pero poco les falta, y tienen que estarse quietos en el
cuarto oscuro; vosotros, en cambio, volaréis por aquellas tierras, donde crecen
las flores y el sol lo inunda todo.
Transcurrió
algún tiempo. Los polluelos habían crecido lo suficiente para poder
incorporarse en el nido y dominar con la mirada un buen espacio a su alrededor.
Y el padre acudía todas las mañanas provisto de sabrosas ranas, culebrillas y
otras golosinas que encontraba. ¡Eran de ver las exhibiciones con que los
obsequiaba! Inclinaba la cabeza hacia atrás, hasta la cola, castañeteaba con el
pico cual si fuese una carraca y luego les contaba historias, todas acerca del
cenagal.
--Bueno,
ha llegado el momento de aprender a volar --dijo un buen día la madre, y los
cuatro pollitos hubieron de salir al remate del tejado. ¡Cómo se tambaleaban,
cómo se esforzaban en mantener el equilibrio con las alas, y cuán a punto
estaban de caerse!--. ¡Fijaos en mí! --dijo la madre--. Debéis poner la cabeza
así, y los pies así: ¡Un, dos, Un, dos! Así es como tenéis que comportaros en
el mundo--. Y se lanzó a un breve vuelo, mientras los pequeños pegaban un
saltito, con bastante torpeza, y ¡bum!, se cayeron, pues les pesaba mucho el
cuerpo.
--¡No
quiero volar! --protestó uno de los pequeños, encaramándose de nuevo al nido--.
¡Me es igual no ir a las tierras cálidas!
--¿Prefieres
helarte aquí cuando llegue el invierno? ¿Estás conforme con que te cojan esos
muchachotes y te cuelguen, te chamusquen y te asen? Bien, pues voy a llamarlos.
--¡Oh,
no! --suplicó el polluelo, saltando otra vez al tejado, con los demás.
Al
tercer día ya volaban un poquitín, con mucha destreza, y, creyéndose capaces de
cernerse en el aire y mantenerse en él con las alas inmóviles, se lanzaron al
espacio; pero ¡sí, sí...! ¡Pum! empezaron a dar volteretas, y fue cosa de darse
prisa a poner de nuevo las alas en movimiento. Y he aquí que otra vez se
presentaron los chiquillos en la calle, y otra vez entonaron su canción:
¡Cigüeña,
cigüeña, vuélvete a tu tierra!
--¡Bajemos
de una volada y saquémosles los ojos! --exclamaron los pollos.
--¡No,
dejadlos! --replicó la madre--. Fijaos en mí, esto es lo importante: ¡Uno, dos,
tres! Un vuelo hacia la derecha. ¡Uno, dos, tres! Ahora hacia la izquierda, en
torno a la chimenea. Muy bien, ya vais aprendiendo; el último aleteo, ha salido
tan limpio y preciso, que mañana os permitiré acompañarme al pantano. Allí
conoceréis varias familias de cigüeñas con sus hijos, todas muy simpáticas; me
gustaría que mis pequeños fuesen los más lindos de toda la concurrencia;
quisiera poder sentirme orgullosa de vosotros. Eso hace buen efecto y da un
gran prestigio.
--¿Y
no nos vengaremos de esos rapaces endemoniados? --preguntaron los hijos.
--Dejadlos
gritar cuanto quieran. Vosotros os remontaréis hasta las nubes y estaréis en el
país de las pirámides, mientras ellos pasan frío y no tienen ni una hoja verde,
ni una manzana.
--Sí,
nos vengaremos --se cuchichearon unos a otros; y reanudaron sus ejercicios de
vuelo.
De
todos los muchachuelos de la calle, el más empeñado en cantar la canción de
burla, y el que había empezado con ella, era precisamente un rapaz muy pequeño,
que no contaría más allá de 6 años. Los cigoñinos, empero, creían que tenía lo
menos cien, pues era mucho más corpulento que su madre y su padre. ¡Qué sabían
ellas de la edad de los niños y de las personas mayores! Este fue el niño que
ellas eligieron como objeto de su venganza, por ser el iniciador de la ofensiva
burla y llevar siempre la voz cantante. Las jóvenes cigüeñas estaban realmente
indignadas, y cuanto más crecían, menos dispuestas se sentían a sufrirlo. Al
fin su madre hubo de prometerles que las dejaría vengarse, pero a condición de
que fuese el último día de su permanencia en el país.
--Antes
hemos de ver qué tal os portáis en las grandes maniobras; si lo hacéis mal y el
general os traspasa el pecho de un picotazo, entonces los chiquillos habrán
tenido razón, en parte al menos. Hemos de verlo, pues.
--¡Si,
ya verás! --dijeron las crías, redoblando su aplicación. Se ejercitaban todos
los días, y volaban con tal ligereza y primor, que daba gusto.
Y llegó
el otoño. Todas las cigüeñas empezaron a reunirse para emprender juntas el
vuelo a las tierras cálidas, mientras en la nuestra reina el invierno. ¡Qué de
impresionantes maniobras! Había que volar por encima de bosques y pueblos, para
comprobar la capacidad de vuelo, pues era muy largo el viaje que les esperaba.
Los pequeños se portaron tan bien, que obtuvieron un «sobresaliente con rana y
culebra». Era la nota mejor, y la rana y la culebra podían comérselas; fue un
buen bocado.
--¡Ahora,
la venganza! --dijeron.
--¡Sí,
desde luego! --asintió la madre cigüeña--. Ya he estado yo pensando en la más
apropiada. Sé dónde se halla el estanque en que yacen todos los niños
chiquitines, hasta que las cigüeñas vamos a buscarlos para llevarlos a los
padres. Los lindos pequeñuelos duermen allí, soñando cosas tan bellas como
nunca más volverán a soñarlas. Todos los padres suspiran por tener uno de
ellos, y todos los niños desean un hermanito o una hermanita. Pues bien,
volaremos al estanque y traeremos uno para cada uno de los chiquillos que no
cantaron la canción y se portaron bien con las cigüeñas.
--Pero,
¿y el que empezó con la canción, aquel mocoso delgaducho y feo --gritaron los
pollos--, qué hacemos con él?
--En
el estanque yace un niñito muerto, que murió mientras soñaba. Pues lo
llevaremos para él. Tendrá que llorar porque le habremos traído un hermanito
muerto; en cambio, a aquel otro muchachito bueno --no lo habréis olvidado, el
que dijo que era pecado burlarse de los animales--, a aquél le llevaremos un
hermanito y una hermanita, y como el muchacho se llamaba Pedro, todos vosotros
os llamaréis también Pedro.
Y
fue tal como dijo, y todas las crías de las cigüeñas se llamaron Pedro, y
todavía siguen llamándose así.
- ANÁLISIS
El
danés Hans Christian Andersen (Odense, 1805 – Copenhague, 1875) es un escritor
fundamental de la literatura internacional. Aunque sus textos se suelen
etiquetar como cuentos de hadas para niños, en realidad estamos ante textos
literarios de mucha profundidad, dirigidos, leídos y degustados por cualquier
lector, sea infantil o adulto. Sus aportaciones son de máxima calidad por su
originalidad, su densidad narrativa y significativa y su bello estilo.
Si
echamos una ojeada a sus cuentos, encontramos rasgos comunes en todos ellos:
presencia de lo fantástico y mágico; recreación de una realidad dura y áspera,
conviviendo con otra más amable; atención a los valores espirituales como
sustento de la vida; cierto tono de tristeza y melancolía que parece ser
invencible; tensión o combate entre el bien, o las fuerzas del bien, y el mal,
las pulsiones malignas, con resultado indeciso; y, finalmente, una visión
elevada que busca en el cielo, el más allá, la otra vida, la región de los
espíritus, o como queramos llamarle, el consuelo, las respuestas a las
angustias y el sufrimiento y el amor que en la vida humana terrenal no parecen
tener cabida satisfactoriamente.
Andersen
invita al lector a trascender la vida diaria, sórdida y mezquina, para fijarse
en la espiritual o religiosa, donde sí hay puerto seguro a las zozobras
humanas. Sin embargo, siempre deja una sombra de titubeo, de duda, un sí es no
es sobre si nuestra lucha vale la pena, sobre si la rectitud moral y la entrega
tienen realmente recompensa en algún lugar y momento...
- Resumen
Una
familia de cigüeñas vive tranquilamente en su nido, situado en una casa
apartada de un pueblo innominado. El padre vigila, preocupado por apariencia,
la madre cuida a los cuatro cigoñinos. Un grupo de niños, excepto uno de ellos,
llamado Perico, les cantan una canción amenazante y agresiva; los increpan para
que se marchen; de lo contrario, les anuncia que acabarán muertos en la tartera
de una cocina. Las crías tienen miedo y quieren marchar, pero aún no saben
volar. Otro polluelo se resiste a aprender porque tiene miedo. Para animarlos a
aprender, venciendo sus miedos, la madre les describe Egipto, su belleza y su
abundante comida. Sin embargo, un polluelo se sigue resistiendo; su madre lo
amenaza con abandonarlo a los niños, o con que el general lo atraviese con su
pico. En ese momento, el cigoñino cede. Todos aprenden a volar, poco a poco,
bajo el paciente y eficaz magisterio de la madre. Los polluelos piden venganza
contra los niños. La madre da largas y les explica que eso no es tan
importante. Al fin, encuentra una solución inteligente. Como ellas traen a los
niños, a Pedro, el niño bueno que no las amenazó (a las cigüeñas, le trae dos
hermanos; al más agresivo, un hermano muerto. Y también para Pedro, como
homenaje, todos los polluelos de cigüeña se llamarán Pedro, para siempre.
- Tema
Los
temas abordados en este cuento son:
-La
violencia gratuita, ejercida por los niños, amenaza la vida de las cigüeñas,
pues las quieren expulsar o comer. Se rompe el equilibrio natural y la
convivencia pacífica por el odio injustificado de un componente, el menos
esperado: los niños del pueblo.
-Las
dotes de muy buena educadora de la cigüeña madre, combinando paciencia amorosa,
con exigencia y dedicación, logra los objetivos propuestos: salvar la vida de
los polluelos.
-Las
personas buenas reciben un premio del modo más inesperado, como Pedro; los
malos, un castigo duradero, como el niño más amenazador.
-El
aprendizaje exige esfuerzo, dedicación y una firme determinación o creencia en
uno mismo, manifestable en el compromiso.
- Apartados temáticos
“Las
cigüeñas” es un relato breve. Todo el contenido está comprimido y como a
presión. Este se dispone en las tres secciones clásicas:
-Introducción
o presentación: aparecen ante el lector unos personajes, un lugar, un tiempo y una
acción o acontecimiento generador de un conflicto, una intriga. Ocupa los tres
primeros párrafos. Llega hasta el párrafo que comienza “Al día siguiente los
chiquillos…”, excluido.
-Nudo
o desarrollo: es el más largo. Los polluelos tienen miedo a los niños; unido a
la necesidad de aprender a volar, la situación es tensa y preocupada. Abarca
desde el párrafo que comienza “Al día siguiente los chiquillos…” hasta el que
termina con “qué hacemos con él?”, ambos inclusive.
-Desenlace
o final: coincide con los dos últimos párrafos: la cigüeña madre encuentra una
asombrosa solución justa y razonable para los deseos de venganza de sus hijos
que, en realidad, consiste en premiar a los buenos y castigar a los malos
implacablemente.
- Personajes
Como
ocurre en muchos cuentos de Andersen, las cosas no son lo que parecen. Los
destinados a ser protagonistas no vuelven a aparecer; y viceversa, alguien que
irrumpe en el texto al final adquiere mucho relieve. Todos ellos dotan de un
sentido superior al relato, en el cual no existe un protagonista como tal. El
sentido final es el auténtico protagonista, como luego veremos. Hemos de tener
en cuenta que los personajes están antropomorfizados; son animales con los
atributos de las personas. Por orden de aparición, tenemos los siguientes
personajes:
-La
cigüeña madre: es un ser inteligente, paciente y bondadoso. Ha de lidiar con un
marido vanidoso, con unas crías miedosas y con unos niños crueles. Solventa
todas las complicaciones con inteligencia práctica. Es una gran educadora y
sabe mezclar la promesa de premios y la amenaza de castigos a sus cigoñinos
para estimular su aprendizaje. Es la protagonista, pero de un modo difuminado,
como disimulado.
-La
cigüeña padre: aparece solo una vez y conocemos su pensamiento, un tanto
atrabiliario y ridículo. No quiere ser reconocida como padre, sino como
guardiana del nido. Su vanidad es evidente. No participa en la educación de las
crías, lo que delata su irresponsabilidad.
-Los
polluelos o cigoñinos: actúan como un personaje colectivo; no tienen nombre
propio y actúan casi igual. Hay uno más miedoso, pero la madre lo reconduce
inteligentemente. Poco sabemos de ellos; muestran temor al aprendizaje y al
enfrentamiento a los retos de la vida. Tienen sus dosis de impulsos negativos,
pues piden venganza contra los niños repetidamente.
-El
grupo de niños del pueblo actúan, en parte, como antagonistas. Son violentos,
excluyentes y cerriles. Quieren expulsar a las cigüeñas de su pueblo, pero no
aportan ni una sola razón para actuar así.
-Pedro,
o Pedrito: es un niño tranquilo y apartado que no participa de la violencia de
sus compinches. Al final, recibe un premio por su ánimo pacífico y conciliador.
- Lugar y tiempo en los que se
desenvuelven la acción
Como
ocurre en los cuentos de hadas, también en los de Andersen, los aspectos
cronoespaciales están muy difuminados y carecen de interés. La acción discurre
en un lugar desconocido; se trata de un pueblo cualquiera en un país
cualquiera. Ahí hace mucho frío, el invierno es largo y la vida es dura. Más o
menos los podemos identificar con los pueblos del norte de Europa; seguramente
Andersen pensaba en cualquier pueblo danés que él conocía muy bien. El nido es
el lugar donde se desarrolla casi toda la acción. Se alude a Egipto como un
lugar tranquilo, agradable y apetecible para vivir, en contraste con el pueblo
donde viven las cigüeñas en verano.
El
tiempo tampoco ofrece una concreción exacta. Parece que Andersen nos quiere
decir que no importa cuándo ocurrieron las cosas. El tiempo de la escritura es,
aproximadamente, de mediados del siglo XIX. El tiempo de la acción narrada
también es difuso; se puede considerar contemporáneo de la acción narrada.
La
duración de la acción se puede establecer en algunos meses de un verano, pocos,
desde que los polluelos apenas han echado plumaje hasta que pueden volar. La
acción está, pues, bastante reconcentrada, aunque sin llegar a límites extremos.
En realidad, todo se concentra en dos momentos: las amenazas de los niños y la
exigencia de venganza de los polluelos; entre ambos puntos, pasan unos meses. Y
son esenciales: es cuando la cigüeña madre enseña a sus hijos a volar y a ser
justos y ecuánimes.
5. Narrador
El
relato es contado por un narrador en tercera persona, omnisciente y externo, bastante
objetivo y aparentemente distante. Sin embargo, bien analizado, vemos que
desliza un claro mensaje de justicia implacable: el que hace el bien recibe un
premio, incluso doble (dos hermanos para Pedro). Quien hace el mal, recibe un
terrible presente (un hermano muerto). El narrador participa de esta lección
moral, visible sobre todo en el último párrafo del cuento, donde recuerda que
las crías de cigüeña se llaman Pedro como homenaje al niño bueno. No se deja
ver en ninguna ocasión explícitamente, pero lo podemos reconocer en el relato.
“Ve” a través de la cigüeña madre, la inteligente protagonista.
- Procedimientos retóricos y recursos
estilísticos
Andersen
emplea los tres recursos narrativos disponibles. Con la descripción el narrador
explica cómo son las cosas y los seres; con los personajes nos trasmite qué y
cómo pasan las acciones; con el diálogo los personajes opinan, valoran,
declaran, preguntan, etc., es decir, nos hacen ver sus sentimientos, emociones,
motivaciones, etc., aunque muy moderadamente. Los ejemplificamos brevemente
para comprender que, sin ellos, no hay cuento:
-Descripción,
muy visible en el primer párrafo del texto: “Sobre el tejado de la casa más
apartada de una aldea había un nido de cigüeñas. La cigüeña madre estaba posada
en él, junto a sus cuatro polluelos, que asomaban las cabezas con sus piquitos
negros, pues no se habían teñido aún de rojo”. Esta deliciosa descripción es la
que abre el relato.
-Narración:
hay muy pocos ejemplos. Uno hermoso es: “Y llegó el otoño. Todas las cigüeñas
empezaron a reunirse para emprender juntas el vuelo a las tierras cálidas,
mientras en la nuestra reina el invierno”.
-Diálogo:
“--¿Y no nos vengaremos de esos rapaces endemoniados? --preguntaron los hijos.
--Dejadlos
gritar cuanto quieran. Vosotros os remontaréis hasta las nubes y estaréis en el
país de las pirámides, mientras ellos pasan frío y no tienen ni una hoja verde,
ni una manzana”. Existen muchos ejemplos como este. Se deduce claramente que
las secciones descriptivas y dialogadas predominan en el cuento.
Los
recursos estilísticos son muy abundantes. No podía ser de otro modo, pues el
texto está sometido a una fuerte comprensión del significado y a una
poetización también importante. La personificación es sistemática, pues al
basarse el cuento en una antropomorfización de los animales, resulta necesario
en su construcción. Las cigüeñas aparecen revestidas de los atributos humanos. Recogemos
los más importantes, por orden de aparición; muchos de ellos se repiten varias
veces, pero nosotros no los mencionaremos sino una vez, para comprobar el
efecto literario e imaginativo que producen:
1)
Repetición retórica (junto con anáfora y epanadiplosis): “¡No, claro que no!”.
Estos recursos de repetición expresan con viveza una idea o pensamiento.
3)
Epíteto y adjetivo embellecedor: “sus piquitos negros, pues no se habían teñido
aún de rojo”. Es un modo de aportar plasticidad y visibilidad a los objetos
descritos.
4)
Símil o comparación: “Se hubiera dicho que era de palo, tal era su inmovilidad”;
en este caso se crea una sensación visual agradable y cómica, identificable con
la elegancia de la cigüeña.
5)
Símbolo: como es de esperar en Andersen, los símbolos adquieren gran
importancia. El grupo de niños irresponsables son imagen de la violencia
caprichosa y egoísta. La cigüeña madre simboliza la educación, la templanza y
la inteligencia práctica. La cigüeña padre encarna la fatuidad absurda, etc.
6)
Perífrasis o circunloquio: se observa bien cuando se refiere a Egipto como “el
país de las pirámides”. Funciona de forma antonomástica.
7)
Bimembración (de adjetivos, verbos, sustantivos, etc.): “erguido y tieso”,
referido a la cigüeña padre; expresa muy bien su hieratismo vanidoso.
Existen
otros muchos recursos literarios que, para no fatigar al lector, omitimos. La
maestría literaria de Andersen es bien visible. Con breves pinceladas crea
ambientes misteriosos, enigmáticos, simbólicos, que sirven para incitar a una
reflexión superior. El acierto en el empleo de las herramientas retóricas ayuda
mucho a “revivir” el cuento en nuestra mente. Parece que todo cobra vida en
nuestra mente, que todo lo sobrenatural es parte de la natural de manera
sencilla y, valga la paradoja, lógica.
- Contextualización
Hans
Christian Andersen es un escritor romántico de formación. Cuando él desarrolla
su carrera, el Romanticismo está en plena expansión; es, por tanto, hijo del
tiempo romántico, movimiento artístico de hondas y duraderas huellas en el arte
occidental. Andersen tuvo una infancia y una juventud duras y poco felices.
Pasó hambre, fue marginado, fracasó como actor y músico... Sólo gracias a la
protección de gente poderosa de su tiempo pudo completar sus estudios. Su
biografía, en alemán, recoge muchos de sus sinsabores y su andar errático por
Copenhague siendo un jovenzuelo sin oficio ni beneficio. Seguramente ni él
mismo era consciente de su potencia creativa literaria. Cuando esta estalló,
probablemente él fue el primer sorprendido, pero luego comprendió muy bien cómo
desarrollar sus habilidades artísticas y por eso nos dejó unas de las obras más
importantes y completas de la literatura romántica europea.
Recordamos
esquemáticamente cómo se manifiestan en este cuento los rasgos románticos:
-Gusto
por lo misterioso, lo sobrenatural y lo inexplicable, como se aprecia muy bien
en “La última perla” a través de las hadas y los ángeles custodios.
-Presencia
de una naturaleza sintonizada con los sentimientos de los personajes. Compárese
la que aparece al principio con la de la casa de la madre difunta y vemos el
vivo contraste que se crea.
-Gusto
por el claro-oscuro, por los contrastes agudos e irreconciliables. Se puede ver
en la actitud del ángel protector con la del custodio, o en la significación de
las perlas, excepto la última, la Aflicción.
-El
destino juega un papel importante en la vida de las personas. Más allá de la
voluntad personal, ciertas fuerzas más o menos identificables con el fatum están presentes en la vida de las
personas. Y las desgracias acechan constantemente, sea uno rico o pobre.
-Los
sentimientos y emociones forman parte muy relevante de la vida y el carácter de
las personas. Más allá de otras consideraciones --físicas, de carácter, etc.--,
la alegría y la pena, la dicha y el dolor, son vectores de la vida que marcan y
dirigen a las personas en su peregrinar humano.
-La
muerte y lo trágico están presentes como parte inherente de la vida. Eso, unido
a una ambientación medieval, antigua, devienen en relatos misteriosos,
intrigantes, donde existen más cosas de las que vemos, donde vivir es un reto
de comprensión de fuerzas secretas y subterráneas que no se ven, pero están y
operan.
Sin
embargo, hay que advertir que Andersen camina por su propia senda, aparte de la
del romanticismo y la del realismo. Su literatura es más simbólica y reflexiva
que la usual o esperable en su momento. Por otro lado, la depuración
estilística es muy elevada. Los relatos tienden a la economía expresiva, para
concentrarse en varios puntos capitales que el autor desea destacar.
- Interpretación
Este
magnífico relato de Andersen es mucho más que un cuento fantástico para niños.
Posee una densidad significativa realmente asombrosa, como a continuación
explicaremos. Con apenas unas pinceladas, Andersen nos desliza mensajes de suma
gravedad: existe la violencia gratuita, a la par que el deseo de venganza. Es
muy difícil luchar contra estas tendencias destructoras, aunque hay un rayo de
luz.
Los
seres realmente inteligentes (aquí, la cigüeña madre) imponen cierta
racionalidad y bondad en el mundo, pero no es lo normal. El comportamiento de
la cigüeña madre es ejemplar de principio a fin. Sabe educar de un modo
inteligente y práctico, sin excluir cierta dureza, prometiendo grandes frutos
(la vida en Egipto) y amenazando tétricamente (los niños malos asarán a los
cigoñinos, el general de las cigüeñas atravesará el pecho del polluelo vago con
su pico). Sabe dilatar la venganza hasta que los ánimos de sus crías están más
calmados. Y cuando aparentemente la aplica, se trata de un sistema de
distribución de premios y castigos perfectamente lógico y cuidadosamente
proporcional.
La
reflexión de lectura es mucho más profunda de lo que parece. Este cuento no es
tan pesimista y amargo como tantos otros del gran escritor danés, sino que
desliza la posibilidad de que la justicia reine en el mundo y la bondad se abra
camino. Sin embargo, la tarea no es fácil y el sufrimiento no desaparecerá.
- Valoración
“Las
cigüeñas” es un maravilloso cuento, muy bien escrito e ideado. Andersen
establece un simbolismo perfecto entre el ave migratoria y la vida humana. La
violencia y el abuso están arraigados, pero se pueden aminorar con educación y
justicia proporcionada. Y la violencia
surge de donde menos se espera: los niños y los cigoñinos. Las apariencias
engañan, qué duda cabe. Por eso hay que estar alerta para neutralizar los bajos
impulsos venga de donde vinieren. Sin embargo, Pedro, es un rayo de esperanza:
no todos los niños son malos.
Andersen
es un magnífico escritor de cuentos fantásticos que nos transmiten las
ilusiones y miedos del hombre en su peregrinar humano. Es cierto que son
infantiles, pero el lector adulto lo disfruta con la misma fruición, si no más,
que un niño. Con sencillez, claridad y suma belleza literaria, la lectura nos
interroga sobre nuestros anhelos y miedos más oscuros, pero acechantes. En este
caso, nos permite soñar con la buena educación, el fin de la violencia y la impartición
de una justicia adecuada al comportamiento de cada cual.
- PROPUESTA DIDÁCTICA
2.1.
Comprensión lectora
1) Resume el cuento (cien palabras,
aproximadamente).
2) Señala su tema principal y los
secundarios.
3) Analiza la figura del narrador.
4) Delimita los apartados temáticos o
secciones de contenido.
5) Analiza los personajes y establece su
relevancia.
6) Explica los aspectos de lugar y tiempo
en los que se desenvuelve la acción narrada.
7) Explica por qué este texto es un cuento
de hadas.
8) Localiza y explica algunos recursos
estilísticos y cómo crean significado.
2.2.
Interpretación y pensamiento analítico
1) ¿Qué rasgos propios de los cuentos
fantásticos aparecen en este texto?
2) ¿Se puede decir que hay posibilidades
de neutralizar la violencia y el abuso? Razona la respuesta.
3) ¿Qué importancia posee la educación en
el destino de las personas?
4) ¿Cómo se aprecia que la educación no
siempre es eficaz con métodos suaves?
5) En el cuento aparece un grupo de niños.
Pedro es distinto. Sobre ellos, ¿qué podemos deducir de la fuerza del grupo y
del coraje necesario para sustraerse a su influjo?
6) ¿Qué simbolizan cada uno de los
personajes en este cuento?
7) En el último párrafo, vemos que la
cigüeña madre reparte los premios y castigos. ¿Es justa en sus decisiones?
2.3.
Fomento de la creatividad
1) Escribe un cuento fantástico con un
contenido más o menos inspirado en el cuento de “Las cigüeñas”.
2) Imagina una charla de tu clase con H.
C. Andersen. ¿Qué le preguntarías?
3) Realiza una exposición sobre Hans
Christian Andersen, sus cuentos y su tiempo, para ser presentada ante la clase
o la comunidad escolar, con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías,
pequeña exposición bibliográfica, etc.
4) Aporta o crea imágenes de situaciones
de injusticia corregidas con educación, siguiendo el ejemplo de Andersen. ¿Se
puede decir que existe la justicia en el mundo?
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