04/11/2020

Gonzalo Torrente Ballester: "Quizás nos lleve el viento al infinito"; análisis y propuesta didáctica

 

León (VII-2019) © SVM

GONZALO TORRENTE BALLESTER: QUIZÁS NOS LLEVE EL VIENTO AL INFINITO (1984)
  1. ANÁLISIS
1.1. Espías, amor y ambiente postbélico
    Ya jubilado el novelista Torrente Ballester de sus obligaciones docentes, instalado en Salamanca, la frecuencia de las publicaciones se intensifica. Quizás el viento nos lleve al infinito se publicó en la editorial Plaza y Janés en 1984. La novela fue muy bien recibida por la crítica y el público, lo que muestra a Torrente como novelista de éxito y ya dentro de los circuitos comerciales del libro con su aparato de publicidad y promoción de la cultura propia de la España democrática, dinámica y moderna que había comenzado con la transición de 1975, tras la muerte de Franco.
    Tan aficionado Torrente a los prólogos largos y confesionales, sin embargo, esta vez no existe. A cambio, aparece una larga dedicatoria a muchas parejas de amigos y hasta de desconocidos. A continuación aparece un texto de sólo dos páginas titulado “Las cosas, claras” en el que, entre ironías, ambigüedades y dobles sentidos nos informa que estamos ante un texto del tipo de “manuscrito hallado”. En efecto, un sujeto le entregó un legajo de folios escritos a Miguel Roig, vecino de Campos del Puerto, de Mallorca, amigo de Torrente. Roig avisa a Torrente para que los recoja, pues le pueden interesar, cosa que en efecto realiza. Se trata de un texto en francés que, traducido, es la novela que el lector va a leer. Ya advierte el autor que es “lo mismo que “El Quijote” y que ciertos mensajes que se arrojan a la mar dentro de una botella”
    También informa al lector sobre la “particular consistencia” del texto que va a leer: “nada acerca de nadie escrito probablemente por nadie” (1986a: 9). Esta paradójica y aparentemente absurda aclaración tiene que ver con la naturaleza un tanto insustancial o incorpórea del protagonista del relato, que es el mismo que ha escrito el texto original. Evidentemente, estamos ante un juego intelectual -–entre bromas y veras--, muy cervantino, sin duda, retando al lector a comprobar por sí mismo si lo que va a leer se reduce a la nada, o es algo más. Ni que decir tiene que es mucho más que la “nada” anunciada antes: es una autobiografía de generosas dimensiones, pero de un personaje que a duras penas podemos decir que existe como un hombre normal.
    El texto es un relato en primera persona, escrito a modo de memorias o recuerdos por un extraño personaje carente de nombre, discípulo del gurú Yajñavalkya, nacido se supone que treinta o cuarenta años antes en algún lugar de Asia, en una zona selvática, que posee el don de emigrar con su espíritu a otros seres sólo con un leve contacto físico (tomando la mano, por ejemplo) de unos pocos segundos. Del cuerpo invadido sólo queda como un pequeño guiñapo carente de sustancia e inerte. Para escapar al aburrimiento emigra al cuerpo de espías o de altos mandos militares tanto de la OTAN como del Pacto de Varsovia, engañando a unos y a otros, sólo para divertirse y exigirse a sí mismo una huida permanente (que, por momentos, parece una escapada de sí mismo). Vende planes militares, organigramas, proyectos de defensa y contraespionaje, etc. a uno u otro bando, dependiendo de las circunstancias, para ponerlos en jaque contra él mismo, exigiéndose a sí mismo fugarse para no ser capturado. Firma sus travesuras (que no maldades, aunque provoquen muchos dolores de cabeza en los cuarteles generales de ambos bloques militares por la fuga de información tan sensible como inexplicable) con el nombre de “Maestro de las huellas que se pierden en la niebla”.
    Todo discurre por esta extraña vía de normalidad hasta que, en una ocasión, corporeizado en el cuerpo del coronel Yuri Etruchenko, se enamora profunda y definitivamente de la espía rusa Irina Tchernova, mujer joven, bella, estimable poeta y portadora de hondas convicciones religiosas. Juntos pasan unos días dichosos en el piso de ella en París, donde trabaja como espía al servicio de los soviéticos. Por sus trabajos, han de separarse, no sin antes él confesar su naturaleza y andanzas a Tchernova. Las cosas se complican cuando una espía norteamericana, de nombre Eva Gradner (que es una muñeca-robot extremadamente inteligente, muy guapa y que se guía por su olfato; nótese la ironía del nombre, de claras resonancias cinematográficas por la homofonía con el nombre de la actriz Ava Gardner) lo busca para eliminarlo. Consciente de sus pocas posibilidades, se corporeiza, sucesivamente, en el capitán de navío francés De Blacas, en el espía norteamericano Winston Peers, en el profesor alemán del este von Büllow, en Wogel, Weckel, Schreier, en el militar ruso Alexis y, finalmente, en el joven dandi inglés y suicida Michael Shaw (precisamente éste es su último cuerpo de destino, pues el muchacho se suicida arrojándose al Sena).
    Las peripecias se suceden, a un ritmo regular y un tanto demorado, hasta que al fin, en Berlín, Gradner lo localiza, lo acorrala en una reunión de mandos del espionaje, de la que escapa indemne a última hora (pero no olvidemos que es el juego que el mismo personaje se ha inventado para él, producto del aburrimiento y cierto hastío vital, pero dramáticamente serio tras el enamoramiento de la espía rusa). El Maestro e Irina, reencontrados, deciden retirarse para vivir su amor, pero en el paso de la frontera que dividía Berlín, en la Puerta de Brandemburgo, Gradner le dispara, pero Irina se interpone y las balas impactan en ella, matándola en el acto. Para estupor del Maestro, de su cuerpo no se desprende sangre, sino cables y microchips. Aun con todo, perplejo y enamorado, incinera el cuerpo de la espía rusa y lo entrega en custodia a unos popes rusos.
1.2. Robots y espías en dura pugna
    Los personajes de esta novela son muy variados y están dotados de una sorprendente originalidad. Para su recta comprensión y estudio, conviene agruparlos según su “naturaleza”:
    1) Ser real de naturaleza inasible. El “Maestro de las huellas que se pierden en la niebla”: protagonista de la novela, es de una sustancia muy original: posee alma, espíritu, pensamiento, pero no necesariamente habita la misma personalidad. Explica sus orígenes y naturaleza en la sección 4 del capítulo I (1986: Introducción, 23-26). Ahí aclara que “mi capacidad de recibir las formas más variadas me obliga a cambiar continuamente de fisonomía, si quiero, ser, sentirme, actuar, si quiero que mi extraña, inexplicable inteligencia (que el propio Yajñavalkya no alcanzó a comprender), encuentre el mínimo soporte necesario para poder actualizarse, aunque sólo sea jugando”. Así que sus robos de personalidad son necesarios para sobrevivir, y el modo concreto es el de agente secreto, al servicio de un bloque u otro según las ganas de acción o de diversión que él mismo se ha impuesto.
    Torrente ha creado un personaje complejo, irónico, paradójico, lúdico y relativista, sólo guiado por el amor y la diversión. Nos recuerda en muchos aspectos la huella cervantina, pues la propia naturaleza de don Quijote no es muy distinta de ésta. Al divertirse, siempre de un modo amable y educado (le repugna hacer daño a los demás), va creando su vida, que es su relato y que, en su lectura, el lector encuentra la amenidad, diversión y reflexión amable sobre la existencia y sus paradojas. Es un personaje racionalmente increíble, pero poéticamente coherente y verosímil, pues actúa siempre con arreglo a las normas de su naturaleza.
    2) Seres electrónicos de vida mecánica. Irina Tchernova es la espía rusa de quien se enamora el Maestro de las huellas que se pierden en la niebla. Y no sin razón: joven y atractiva, es culta, sensible, imbuida de profundas creencias religiosas (eso sí, ortodoxa rusa) y de talento poético; de hecho, escribe poesía de carácter místico, además de un “Diario” lleno de anotaciones personales, estéticas, literarias, etc. (1986: 235). Todo esto hacen un cóctel demasiado tentador para el Maestro, que la ama de veras. La autenticidad de sus sentimientos se revela muy bien cuando éste descubre que ella sólo era una espía robot; aun con todo, la incinera y trata sus restos con delicadeza, ¡aunque sólo eran las cenizas de cables y circuitos electrónicos!
    Una de las paradojas más intensas de esta narración es la muerte de Tchernova para salvar la vida del Maestro. Ella se interpone en el camino de la bala dirigida al maestro. La paradoja es que un robot se deja matar por amor; entonces, si siente, ¿realmente sólo es una máquina? Es una de las muchas e inteligentes preguntas que Torrente deja en el aire sin respuesta, abriendo a la reflexión del lector estos campos de interés.
    Justo el contrapunto de Tchernova es Eva Gradner: norteamericana, despampanante, fría, calculadora e implacable en sus planes racionales. Guiada por su olfato, da con el Maestro y, a punto de asesinarlo, falla por la generosidad de su colega rusa. Es una muñeca, un maniquí dotado de perfecciones electrónicas (y fisiológicas) creada para eliminar contrarios. Es un contrapunto a la rusa, de modo que percibimos la ironía en el planteamiento del relato: el mundo libre occidental crea un ser deshumanizado, en tanto la dictadura comunista engendra un ser angelical lleno de virtudes. El humor oculto es evidente y la ruptura de los esquemas de pensamiento al uso también: Torrente no se conforma con una trasposición de ideas e ideologías (políticas, sociales, religiosas, etc.) al uso, sino que, inconformista, las subvierte y somete a reflexión desacralizadora, sátira burlona y humor ácido.
    3) Personajes reales absorbidos por el Maestro. Los personajes en los que el Maestro se encarna son, fuera del profesor Büllow, militares o espías (o las dos cosas a la vez) tanto de la OTAN como del Pacto de Varsovia. Por orden de aparición en el relato, se trata del capitán de navío francés De Blacas, el coronel Yuri Etchuvenko, el espía norteamericano Winston Peers --también conocido como Eddy Churchil, (1986: 110)--, el profesor alemán Ersnt von Büllow, los también alemanes Wogel, Werkel y Schreier, el militar ruso Alexis y, finalmente, el dandi inglés Michael Shaw.
    4) Personajes literarios: como es costumbre en Torrente, aparecen personajes literarios o cinematográficos citados o con intervenciones menores, que reflejan la influencia del cine y de la literatura en la construcción de nuestro novelista. Son James Bond (51), El hombre invisible, de Welles (24), Ava Gardner y Marilin Monroe (no la cita, pero Eva Gradner se le parece sospechosamente). Esta intertextualidad (de textos reales o ficticios) existe desde los textos iniciales de Torrente y no es ninguna novedad. Enriquecen la significación total y avisan al lector de la red tupida de temas, ideas y personajes que van y vienen por el circuito cultural. En esta misma línea están las alusiones cinematográficas: James Bond es el personaje y la película más citada, pero Ava Gardner y otros más aparecen esporádicamente.
    Vale la pena reseñar por su novedad y significación irónico-humorística el gusto que Torrente muestra en este relato por los nombres comunes utilizados como propios, con intención antonomásica: “Quien Fuese” (1986: 27), “Ojos que todo lo ven” (1986: 34), “Espía Prodigiosa” (1986: 185), “Lugar Desconocido detrás del Cáucaso” (1986: 243), etc. Se trata de rasgos de humor irónico en el que ridiculiza la rimbombancia vacua y la solemnidad artificiosa y absurda de los poderosos que dominan el discurso de la historia y de la política que, para engrandecerse a sí mismos,  elevan a categoría de (falso) mito pequeñas nimiedades.
    La construcción narrativa recuerda la de novelas como “La isla de los jacintos cortados”, “La saga/fuga de J.B.”, etc.: se comprime el espacio y el tiempo, se reduce el ámbito espacial y temporal en el que se mueven los personajes, aunque las alusiones a acciones pasadas en lugares remotos en otras épocas de los mismos personajes amplían la perspectiva en la que se mueven los personajes. El protagonista se mueve entre París y Berlín (con algunas escapadas a otras ciudades, pero sin relevancia narrativa), y en partes muy determinadas de estas ciudades europeas. También nos recuerda las novelas previas la estructura externa del relato: una Introducción, seis capítulos y un Epílogo. El hecho de que sea una autobiografía tampoco es nuevo en Torrente, pues suele alternar en sus novelas esta persona con la del narrador omnisciente en tercera persona. Cada uno de ellos se subdivide en apartados (de extensión variable, pero en general bastante largos), numerados correlativamente, en los que se desarrolla una acción con unos personajes (como las escenas del teatro). El desarrollo de la acción sigue una línea lógica y cronológica, aunque en los capítulos iniciales las analepsis (y las prolepsis, pues deja entrever su final) son frecuentes, lo cual es lógico, pues el Maestro tiene que explicar a Irina y al lector el porqué de sus actos y la raíz de sus decisiones.
    En suma,Torrente usó un molde genérico, bien conocido por el lector [el de la novela policíaca], un molde popular, para la exploración de sugestiones filosóficas y literarias, cuestiones que desbordan el cauce elegido y que convierten una historia, de apariencia trivial, en una novela que, sin renunciar al ludismo, reflexiona sobre aspectos trascendentes de la naturaleza humana…
1.3. Excelente parodia de la novela de espionaje para crear un mundo mecánico, triste y paradójico
    Huelga decir que esta novela está magníficamente escrita y es, ya lo había advertido Torrente, una parodia de las novelas de espionaje (Becerra, 1990: 236). Desde Los gozos y las sombras Torrente se halla en pleno dominio de sus facultades literarias y ha alcanzado un alto grado de depuración estilística y maestría expresiva. Sus características, ya reseñadas en otros capítulos son: una profunda riqueza léxica, sorprendente mezcla del registro culto con el coloquial --al lado de frases y vocabulario cultos aparecen palabras y expresiones tan genuinamente coloquiales como “pistonudo” (1986: 210), “ce por be” (1986: 196), “gato por liebre” (1986: 186), “turulata” (1986: 157), etc.--. La variedad sintáctica con que escribe también la hemos reseñado en otros lugares y aquí sólo nos limitamos a recordar que Torrente presenta textos de alta elaboración, con su clásica predilección por el período largo. He aquí un ejemplo ilustrativo (1986: 81):
    No se levantó ni me tendió la mano. Se había instalado en mi propia mesa, y, el entrar yo, hablaba por uno de los diez o doce teléfonos secretos, el de línea directa, precisamente, con el Centro de Decisiones Primarias, cuya existencia, cuya situación conocen, a lo sumo, cinco personas en el mundo: un robot privilegiado, pelirrojo y de nariz respingona, hablaba con toda seriedad, en un idioma cifrado cuya clave yo ignoraba, con alguna persona en cuyas manos pudiera estar el fin del mundo.
    Frente a la frase corta inicial, la demorada y morosa siguiente crean un contraste enriquecedor y ameno. Frente a la sobriedad de ciertos párrafos, el uso preciso y acertado del epíteto dota al texto de una riqueza expresiva muy singular.
    Las notas de humor (no de la humorada fácil, de la que siempre ha huido) también son frecuentes, incitando a la sonrisa del lector inteligente. Veamos un ejemplo de entre muchos: “En cuanto a la señora Fletcher, está persuadida de que los rayos láser inclinarán la balanza a favor de quien sepa utilizarlos, aunque también puede inclinarse a favor de quien sepa impedir que se utilicen: da la impresión de que la balanza de la señora Fletcher es gigantesca, y de que, en su eje, está instalado su marido” (160). La finura del trazo, la alusión inteligente nos muestran a un novelista consciente de sus capacidades y buscando un camino expresivo y temático propio dominado por la autoexigencia y la búsqueda de la originalidad.
    La ironía es otro de los recursos más utilizados por Torrente en sus novelas. Se refieren a temas muy diversos, aunque nunca faltan las alusiones ácidas al mundo cultural y universitario. Así, por ejemplo, explicando la construcción del primer robot espía, escribe: “Su mente quedó constituida después de muchas discusiones entre el literato y los psicólogos, pero, ¿cómo dudar de que el conductismo resolvía cualquier problema?” (1986: 54). Los dardos también alcanzan a la crítica literaria y su supuesto alcance y utilidad (1986: 182), a la historia de la literatura inglesa con Shakespeare como  cabeza visible (1986: 206), la admiración por la inteligencia de la espía, instalada en el cerebro, o tal vez  por la belleza de su “culo” (1986: 208), etc. Son ejemplos sobrados del uso frecuente y atinado que Torrente realiza de este recurso propio de la literatura de la modernidad. Esta ironía enlaza directamente con las “máscaras” que utilizan los personajes principales de la novela, juego proteico ambiguador que dota de profundidad lúdica al texto.
    La habilidad e inteligencia del escritor son patentes y esta novela resalta por su enorme valor y significación. Un ejemplo lo aclara todo: en toda ella no muere nadie (en realidad, no hay “malos” ni “buenos”, pues en ambos bandos predomina la pereza rutinaria y la estulticia grandilocuente), excepto una muñeca robot (que, aparentemente carente de alma, nada debería importar, aunque al Maestro le afecta como si fuera una persona de verdad). El juego de espías es peligroso, aunque no mortal, y en realidad ridículo; y bien pensado, es un pasatiempo de gente normalita (aunque llevan grados militares de nombre rimbombante y amedrentador) que se gana la vida escrutando lo que piensa, dice o hace su supuesto enemigo, tan vulgar y capcioso como él por razones de profesión, aunque no por convicción. Esta es, creemos, la lección irónica, profunda y soterrada, de “Quizás el viento…” E inmediatamente surge el corolario del razonamiento previo: la poesía y el sentido total de la existencia mana del sentimiento amoroso…, aunque sólo sea por una bonita muñeca que escribe poesía mística.
    El sentido de la novela parece claro: es una reflexión crítica sobre el devenir del mundo moderno en sus aspectos militares y políticos (en su vertiente del espionaje y contraespionaje), que en realidad es un juego muy peligroso de gente irresponsable y un tanto frívola con galones en sus trajes y cargos y graduaciones que manejan unos ejércitos descomunales y de gran poder destructivo. El novelista somete a una visión crítica desmitificadora toda la parafernalia del mundillo del espionaje y de los militares tras la Segunda Guerra Mundial, la “Guerra Fría”, el espionaje electrónico, etc.: tras estas palabras o realidades se esconden personas que protegen sus intereses egoístas bajo el pretexto de la “seguridad”, la “libertad” la “justicia”, etc., según el bloque de que se trate. Esta novela nos recuerda, por su tema, el drama El casamiento engañoso, escrito medio siglo antes: los temas le rondan en la cabeza a Torrente y hallan cabal realización del modo más insospechado. Torrente afirmó de ella que “Es de las más poéticas de las mías, y respondió a mi antigua y nada original inquietud por la humanización de los autómatas”.
    El novelista nos deja ver su intencionalidad desmitificadora vía ironía, ridiculización e imitación burlesca (en efecto, es una parodia) del mundo de los espías y sus avances electrónicos espectaculares a lo James Bond y el agente 007. Es algo más que un satírico contrafactum de la novela policiaca (aunque también es esto, sin duda), pues el alcance reflexivo es mucho más amplio que un relato de entretenimiento. Desde el momento que la lectura incita al lector a amargas reflexiones sobre el entramado militar, de espionaje y toda su parafernalia que, en cierto modo, domina la vida política de los países, independientemente de su régimen político, el texto gana en transcendencia y profundidad. Algo de todo esto lo expresó el propio Torrente en el prólogo a “La bella durmiente” (escrito unos años antes) donde afirmaba que la perspectiva de un mundo bajo la amenaza de la bomba atómica le parecía sombría y con motivos sobrados para ser pesimistas.
2. PROPUESTA DIDÁCTICA
    A continuación presentamos un extracto de la novela Quizás nos lleve el viento al infinito para ser analizado y disfrutado en una clase. Todas las actividades pueden realizarse de modo oral o escrito, individual o en grupo, de modo oral o escrito.
    ¿Tendría que elegir entre el dolor, la rabia y el espanto? Como el de los vientos que chocan, me cogió un remolino y me zarandeó el corazón, mientras mi cuerpo, arrodillado, sostenía la cabeza de Irina. Pasaban cerca de mí los automóviles. Alguien me preguntó: “¿Sucede algo?” Y otro: “¿Le ayudo, amigo?” Un tercero se refirió a la mona que había cogido la muchacha, y que sería mejor llevársela. Me hicieron comprender, aquellas voces, que no podía seguir allí como atontado, contemplando la cabeza de una muerta que no lo era, sino sólo un mecanismo averiado y posiblemente reparable. ¿A quién odié con odio del infierno en aquellos momentos? ¿Por qué hombre de genio desconocido se preguntó mi alma y lo maldijo? Tuve que sobreponerme al tumulto interior y erguirme. La tomé en brazos, la metí en el automóvil, la envolví en la manta, y yo me senté también, pero no puse el coche en marcha, ¿adónde iba a ir?, sino que me debrucé sobre el volante, escondí la cabeza y dejé abierta la puerta a todos los vendavales: secuencias desordenadas de imágenes, de ideas, sentimientos contrarios en pugna, devastadoras ocurrencias como ráfagas furiosas… Estuve así. El rumor de los coches en la niebla, la luz difuminada de los faros, las hondas oscuridades siguientes, acabaron reducidos a una sola oscuridad, a un único silencio. Había oído los altavoces anunciando el inmediato cierre de la barrera. Todavía salió, del Este, un autobús de turistas, algún peatón rezagado se apresuró. Después, únicamente Irina inerte  yo perplejo, en un espacio indeterminado por la niebla: inmediato y cerrado como una cárcel, o ilimitado y profundo como la libertad ¿Y cuál sería el sentido de Irina en mitad de aquel silencio? ¿Qué era lo que yacía espatarrado en un rincón del coche? A James Bond aquella misma mañana le había llamado cacharro, pero la idea de relegar a Irina a un cementerio de coches me hizo gritar un ¡No! Que nadie oiría, un no contra mí mismo y contra las ideas que me sugería la niebla, madre de monstruos siempre.”
1) Tareas de comprensión lectora, interpretación literaria e indagación estilística
a) Resume el contenido del fragmento (100 palabras).
b) Caracteriza a los personajes según los datos que proporciona el narrador.
c) Delimita el lugar, el tiempo, el ambiente social y emocional donde ocurre la acción. Para ello, es importante que localices el contexto de “los altavoces anunciando el inmediato cierre de la barrera”, en un ambiente europeo de Guerra Fría y fronteras peligrosas separadoras de bloques ideológicos.
d) Reflexiona sobre la figura del narrador y delimita su estado de ánimo. Señala si es total o parcial, protagonista o testigo, omnisciente o no, interno o externo, heterodiegético u homodiegético.
e) El narrador-protagonista, ¿por qué reflexiona sobre la vida y la vida justo en ese momento?
f) Fíjate en el uso de la interrogación retórica. Localiza sus usos e interpreta su sentido.
g) “La tomé en brazos…”: analiza estilísticamente esa oración, muy bellamente construida e interpreta los sentimientos del protagonista hacia Irina.
2) Tareas de interpretación, análisis y aspectos interpretativos
a) ¿Qué decide hacer el narrador hacer con el cadáver de Irina? ¿Por qué?
b) ¿Cómo se aprecia en el texto: el amor, la soledad, la desesperación, la solidaridad y la duda?
c) ¿Podemos creer compartir las acciones del narrador-protagonista sobre cómo actuar con un cadáver?
d) ¿Por qué el protagonista cae de bruces sobre el volante?
3) Tareas de aprendizaje basado en proyectos
a) Accediendo a la novela completa, reinterpretarla vía cómic, infografía, pequeña representación, transformación teatral; grabar el resultado en vídeo o exponer el resultado a la clase o a la comunidad docente.
b) Partiendo de la novela, realizar una exposición sobre el espionaje en la época de la Guerra Fría. Puede servir para presentar la Europa de la segunda mitad del siglo XX en sus aspectos sociales, políticos, económicos, etc. Se puede contrastar con nuestra realidad contemporánea.
c) En la primera oración del texto el narrador se pregunta si tendrá que elegir entre “el dolor, la rabia y el espanto”. Informarse sobre esas tres emociones, por qué y cómo surgen en este relato y presentar, con ayuda de carteles o infografías, su importancia en la novela, que la pueden resumir.
5) Fomento de la creatividad
a) Elabora un relato policiaco según los rasgos típicos de este subgénero novelesco. Los de la Guerra Fría tienen un fondo muy determinado (por ejemplo, la ciudad de Berlín como espacio novelesco).
b) Este texto raya la ciencia-ficción. Inventa un texto de este subgénero, utópico o distópico, sobre un futuro más o menos próximo en el que las cyborg formen parte de la vida cotidiana. Lo puedes relacionar con películas de este tipo ("Yo, robot", por ejemplo).

c) Imagina cómo será el mundo dentro de cien años. ¿Sería agradable vivir en un mundo así?

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